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✦𝐂𝐢𝐭𝐲 𝐆𝐢𝐫𝐥

Dedicado a jenrosess

Advertencia: Si no sientes comodidad con contenido explícito de naturaleza sexual, con lenguaje fuerte y temática homosexual, te invito cordialmente a omitirlo y no prestarle atención. No es necesario perjudicar el esfuerzo de quien escribe, adapta o traduce con reportes que le puedan eliminar la cuenta. Ten en cuenta que esto es pura ficción y su objetivo es proporcionar entretenimiento.

★Contenido +18★

★Lenguaje explicito★

★Jennie G!P★ 

(Si no es de tu agrado, lo puedes saltar y evitar malos comentarios)

Reference Song: City Girl - Chris Brown Ft Young Thug.

Mis historias son detalladamente narradas, por lo que suelen ser extensas. Si prefieres historias breves o con un estilo más conciso, te invito a no leerlas.

Una mujer de ciudad, acostumbrada al constante vaivén de la gran urbe. El incesante murmullo del tráfico, el parpadeo de las luces de neón y el ritmo frenético eran su hábitat natural. Había crecido entre rascacielos y avenidas abarrotadas, y cada paso que daba resonaba con la confianza de alguien que conocía su lugar en el mundo.

En el vasto y competitivo universo del entretenimiento, donde los reflectores podían encumbrar o destruir carreras en un abrir y cerrar de ojos, había algo innegable: el poder siempre tenía sus elegidos. Los favoritos no solo brillaban en pantalla; también dictaban tendencias, marcaban el compás del éxito y definían el futuro de la industria. Lisa era, sin lugar a duda, una de esas favoritas.

Como modelo de Louis Vuitton, cada aparición suya se convertía en un evento. Las pasarelas se iluminaban cuando caminaba, y los fotógrafos se peleaban por capturar cada uno de sus movimientos. Su porte, su elegancia natural, y esa chispa que parecía hacerla inalcanzable, la convertían en la musa perfecta de la moda. No importaba si llevaba un vestido de gala o un sencillo conjunto casual; Lisa lograba que cualquier prenda pareciera diseñada exclusivamente para ella.

Su cuerpo era una obra de arte, esculpido con precisión y dedicación. Cada curva, cada línea, cada gesto, transmitía un magnetismo que era imposible ignorar. Pero más allá de la perfección física, había algo más profundo: una personalidad arrolladora que desarmaba a cualquiera. No era solo deseada, sino también admirada, incluso por aquellos que competían contra ella.

Era querida por muchos. Amada, admirada, incluso envidiada, pero siempre respetada. Tanto hombres como mujeres encontraban en ella una inspiración; algunos, un ideal; otros, un desafío. Lisa no solo vivía en el ojo público, sino que lo dominaba, haciendo del mundo del entretenimiento y la moda su propio reino.

El problema era que Lisa había construido muros tan altos que nadie, ni siquiera los más cercanos a ella en la industria, podía cruzarlos. Su vida personal era un misterio cuidadosamente protegido, un terreno al que nadie tenía acceso. Había aprendido, quizá de manera dolorosa, que la confianza era un lujo que no podía darse, no en un mundo donde las lealtades se desmoronaban al menor soplo de escándalo.

Sabía perfectamente lo que se cocía tras bambalinas. Había visto cómo las carreras se destruían, no por falta de talento, sino por las intrigas y envidias de quienes no podían soportar ver a otros triunfar. Los rumores corrían como pólvora, y los escándalos se fabricaban con la misma facilidad con la que se consumían. Lisa era consciente de que, en cuanto bajara la guardia, los buitres se abalanzarían, ansiosos por encontrar cualquier debilidad que pudieran explotar.

Y es que su éxito era un desafío para muchos. Lisa había logrado lo que pocos podían: mantenerse alejada de los titulares sensacionalistas, construyendo una carrera sólida basada únicamente en su talento y su indiscutible belleza. Era una figura casi inmaculada en una industria que se alimentaba del caos y la controversia. Pero eso, precisamente, la convertía en un blanco aun más deseado.

Algunos, especialmente aquellos que se sentían intocables por su posición de poder, la veían como una amenaza. Les molestaba que una mujer como Lisa, con su actitud reservada y su negativa a jugar según las reglas del juego sucio, pudiera brillar tanto. Querían verla caer, verla tambalearse, porque su éxito era un recordatorio de lo que ellos mismos nunca habían logrado sin recurrir a las artimañas más oscuras.

Sin embargo, no les daba el gusto. Mantenía su vida privada bajo llave, apareciendo únicamente cuando y donde ella lo decidía. Y aunque a veces esa soledad autoimpuesta pesaba, prefería cargar con ella antes que abrirse y arriesgarse a ser devorada por los mismos que aplaudían su ascenso con una mano mientras preparaban su caída con la otra.

Pero lastimosamente para aquellos que esperaban verla caer, y afortunadamente para Lisa, la vida tenía maneras inesperadas de brindarle pequeñas treguas. En medio de la frialdad calculada y la desconfianza que gobernaba su mundo, había surgido una chispa de calidez. Algo, o más bien alguien, había logrado lo que nadie más: atravesar sus muros y traer consigo un respiro de genuinidad.

Jennie Kim había llegado recientemente a su vida, con la fuerza tranquila de un huracán disfrazado de brisa. Hija de uno de los empresarios más influyentes de la región, Jennie no era solo una heredera; era una fuerza en sí misma. Había tomado el legado familiar y lo había moldeado con sus propias manos, convirtiéndose en una empresaria formidable. Pero su éxito no se limitaba al ámbito corporativo. Jennie poseía una presencia magnética, un porte que imponía respeto sin necesidad de palabras. Su elegancia era de un tipo que no podía ser enseñado, algo que parecía innato, como si cada movimiento estuviera diseñado para captar la atención sin esfuerzo.

Sin embargo, lo que realmente diferenciaba a Jennie era su humanidad. Detrás de su impecable fachada de profesionalidad se encontraba una mujer con una amabilidad y calidez que eran tan desarmantes como raras en su entorno. Había algo en su mirada, en la forma en que escuchaba con atención genuina, que hacía que incluso Lisa, con toda su cautela, sintiera que podía bajar un poco la guardia.

La castaña no era solo hermosa; era jodidamente preciosa en el sentido más amplio de la palabra. Su belleza no era solo física, sino que emanaba de su carácter, de la forma en que se manejaba con un equilibrio perfecto entre formalidad y cercanía. No buscaba impresionar, y quizá por eso lo hacía. En un mundo donde todo era una actuación, Jennie era un recordatorio de lo que significaba ser auténtico.

Había encontrado en ella algo más que una simple compañía. Era una presencia que no necesitaba palabras para ofrecer consuelo, una figura que, sin pedir nada a cambio, estaba ahí. Con ella, Lisa podía disfrutar de momentos que iban más allá del bullicio de la industria y de las exigencias de su imagen pública. En su compañía, los silencios no eran incómodos, y por primera vez en mucho tiempo, Lisa sentía que podía ser ella misma, sin la presión de mantener una fachada impenetrable.

Jennie Kim había llegado a su vida como un faro en medio de la tormenta, y aunque Lisa no era de las que se permitían vulnerabilidades, con Jennie, estaba empezando a descubrir que quizá no siempre era necesario enfrentarse al mundo sola.

El problema no era que Jennie la cortejara, tanto de manera elegante como descarada. El problema era lo nerviosa que Lisa se ponía en su presencia cuando estaban juntas en un mismo lugar.

Con una mirada, un toqueteo inocente, incluso una sonrisa la ponía a temblar muy fácilmente.

Su estilo era una mezcla perfecta entre la elegancia y la audacia. Jennie podía lanzar un cumplido con una sonrisa suave, pero sus ojos decían algo más, un mensaje sutil, pero inconfundible que hacía que la atmósfera entre ellas cambiara al instante.

Jennie tenía una forma de mirar que parecía atravesarla, como si pudiera ver más allá de las capas cuidadosamente construidas de autodefensa que Lisa había perfeccionado a lo largo de los años. Y no era solo la mirada. Un toque casual, una mano que rozaba ligeramente su brazo o un simple ajuste de su cabello, era suficiente para enviar una ráfaga de calor a través de su cuerpo. Peor aun, Jennie lo sabía. Había un leve brillo de satisfacción en sus ojos cada vez que veía a Lisa desviar la mirada, luchar por encontrar las palabras correctas, o incluso morderse ligeramente el labio en un intento de mantener la compostura.

Y luego estaba esa maldita sonrisa. No una cualquiera, sino esa sonrisa particular, inclinada ligeramente hacia un lado, como si Jennie estuviera disfrutando de un chiste interno. Era el tipo de sonrisa que podía desarmar a cualquiera, pero con Lisa tenía un efecto particularmente devastador. La hacía tambalearse, como si todo su equilibrio emocional se viniera abajo con un solo gesto.

Había hecho de la indiferencia un arte, ahora se encontraba luchando por mantener la calma ante cada interacción con Jennie. Y lo peor de todo era que, a pesar de lo nerviosa que se sentía, no podía evitar querer estar cerca de ella. Jennie tenía ese magnetismo que hacía que, aunque cada encuentro la dejara con el corazón latiendo a mil por hora, Lisa siempre quisiera más.

Christina, la mánager de Lisa, había estado insistiendo en la importancia de esta reunión. "Es una oportunidad que no puedes dejar pasar", le había dicho con esa mezcla de entusiasmo y profesionalismo que siempre la caracterizaba. La presidenta de Odd Atelier, una agencia de talentos que en poco tiempo se había convertido en un titán dentro de la industria, había mostrado un interés particular en colaborar con Lisa. Pero esta no era una reunión cualquiera; era un paso estratégico.

Odd Atelier no solo gestionaba talentos, sino que también había forjado alianzas con marcas de lujo, consolidándose como un puente entre las grandes firmas y los rostros más influyentes del momento. Ahora, estaban colaborando con Versace en una de sus campañas más ambiciosas: el lanzamiento de un nuevo perfume y una línea de ropa que prometían ser un ícono. La visión de la campaña no solo requería rostros reconocibles, sino presencias que pudieran encapsular el glamur y la sofisticación de la marca. Lisa era una candidata ideal, y Christina lo sabía.

"Escucha, ya he tenido varias conversaciones con ellos", explicó Christina mientras hojeaba algunos documentos. "Odd Atelier está dispuesta a ofrecerte un contrato temporal. Solo necesitas eso para calificar y ser la cara de esta campaña. Podrías estar en todas partes: revistas, pantallas gigantes en Times Square, incluso en eventos de alto perfil en París y Milán".

Aunque intrigada, mantenía su expresión neutral. Había aprendido a no mostrar sus cartas tan fácilmente. Sin embargo, conocía el valor de lo que se le estaba presentando. Versace no era cualquier marca; era sinónimo de lujo, y aparecer en una de sus campañas significaba consolidar aun más su posición en el mundo de la moda.

"¿Qué tipo de contrato temporal estamos hablando?", preguntó, con los brazos cruzados, aunque sus ojos delataban un leve interés.

"Es simple", respondió Christina, inclinándose hacia ella. "No te comprometes a largo plazo con ellos, solo el tiempo suficiente para esta campaña. Es más, ellos están dispuestos a adaptarse a tus horarios y necesidades. Tú sigues siendo libre, pero con el respaldo de una de las agencias más poderosas, y eso te abrirá más puertas de las que ya tienes".

Lisa se quedó en silencio por un momento, reflexionando. Por un lado, la idea de atarse, aunque fuera temporalmente, a una agencia no era algo que le agradara del todo. Su independencia era algo que valoraba profundamente. Pero, por otro lado, la magnitud de esta oportunidad era innegable. Podía sentir cómo el peso de la decisión comenzaba a formarse en su mente.

"Está bien", dijo finalmente, su voz firme. "Tendré esa reunión. Pero quiero dejar algo claro: esto es por la campaña, no por mi carrera en general. No necesito que nadie administre mi talento".

Christina sonrió, sabiendo que había logrado lo que quería. "Perfecto. Te aseguro que no te arrepentirás. Esto es solo el principio de algo mucho más grande".

Y vaya que terminó siendo grande.

Lisa recordaba perfectamente la primera vez que vio a Jennie. Fue en una reunión de alto perfil organizada por Louis Vuitton, una de esas veladas exclusivas donde las conversaciones se mezclaban con el tintineo de copas de champán y las miradas se cruzaban bajo la tenue luz de un salón perfectamente decorado. Lisa había sido invitada como embajadora de la marca, y Jennie, por su parte, estaba ahí como socia clave, representando su emporio familiar.

Desde el primer momento, Jennie había capturado su atención. Había algo en su presencia, en la manera en que se movía con una elegancia casi innata, que hacía que todas las miradas se volvieran hacia ella sin esfuerzo. Y aunque aquella noche sus interacciones fueron breves, llenas de cortesías y sonrisas educadas, fue suficiente para que una chispa se encendiera.

Ahora, meses después, Lisa caminaba por los pasillos de una moderna torre empresarial, con el mismo aire de confianza que la había llevado a lo más alto de la industria. Vestía un impecable conjunto de Louis Vuitton, un homenaje a la marca que había sido su aliada y, en cierto modo, su plataforma hacia nuevas oportunidades. Al caminar junto a Christina, su mánager, el sonido de sus tacones resonaba con fuerza, como si marcara el compás de su determinación.

La reunión de hoy era crucial. El CEO de Odd Atelier esperaba para discutir los detalles de su posible contrato, y Lisa estaba lista para jugar su mejor carta. Aunque no necesitaba la validación de ninguna agencia, sabía que esta colaboración con Versace podría darle un impulso adicional a su ya impresionante carrera.

"¿Lista?", preguntó Christina mientras se detenían frente a las puertas de vidrio que conducían a la elegante oficina.

"Más que lista", respondió Lisa con una ligera sonrisa, ajustándose la chaqueta con un gesto que denotaba seguridad.

El asistente las guio hasta una sala de reuniones que exudaba sofisticación. La mesa de cristal, perfectamente pulida, reflejaba las luces tenues que iluminaban el espacio. Las paredes estaban adornadas con fotografías de campañas pasadas, cada una más impresionante que la anterior. Rostros icónicos que habían dejado su huella en la industria, y ahora, Lisa estaba a punto de unirse a esa prestigiosa lista.

Sin embargo, no estaba preparada para lo que vino después. Al entrar, su atención fue capturada de inmediato por una figura familiar. Jennie Kim.

Lisa sintió cómo su corazón daba un vuelco. Allí estaba, de pie junto a la mesa, impecable en un elegante conjunto negro que resaltaba su porte imponente. Su cabello caía en suaves ondas, y sus ojos, como siempre, brillaban con una mezcla de serenidad y determinación. Jennie les dedicó una sonrisa encantadora, esa misma sonrisa que Lisa había aprendido a temer y adorar al mismo tiempo.

"Buenos días, señoritas", dijo Jennie con una voz suave, pero firme, irradiando profesionalismo. Dio un paso adelante y extendió la mano, primero hacia Christina, y luego hacia ella, quien tardó un segundo más de lo normal en reaccionar. "Soy la CEO de Odd Atelier. Es un gusto verlas de nuevo".

Apenas pudo disimular la sorpresa. ¿Jennie Kim? ¿CEO de Odd Atelier? Esto no era solo una reunión estratégica, ahora era un juego mental del que Lisa no estaba completamente segura de querer participar.

"Jennie", dijo Christina con una sonrisa cortés mientras estrechaba su mano. "Es un placer finalmente conocerte en persona. Hemos estado en contacto por correo, pero no sabía que estarías liderando esta reunión".

La CEO inclinó levemente la cabeza, manteniendo esa calma que parecía innata. "Para algo tan importante, prefiero manejarlo personalmente", respondió, dejando que su mirada se deslizara brevemente hacia Lisa, quien todavía intentaba procesar la situación. "Y, por supuesto, no podía perder la oportunidad de volver a cruzarme con la siempre impresionante Lisa".

La pelinegra se aclaró la garganta, esforzándose por recuperar la compostura. "El gusto es mío, Jennie", respondió con una voz firme, aunque internamente sentía que su corazón latía demasiado rápido.

Jennie se sentó al frente de la mesa, adoptando una postura relajada, pero autoritaria, mientras indicaba que las demás hicieran lo mismo. "Bien, vamos a entrar en materia. Estoy emocionada por lo que esta colaboración puede significar tanto para Odd Atelier como para ti, Lisa. Hemos seguido tu carrera de cerca, y estamos seguros de que serás una adición estelar a nuestra próxima campaña con Versace".

Mientras Jennie hablaba, Lisa intentó concentrarse en cada palabra, pero le resultaba casi imposible ignorar la tensión latente en el aire. Cada mirada que Jennie le dirigía, cada pequeño gesto, parecía diseñado para mantenerla en un estado constante de alerta.

La reunión estaba a punto de convertirse en una prueba no solo de habilidad profesional, sino también de resistencia emocional.

"¿Y exactamente cuánto durarían las sesiones?". preguntó Christina con su característico tono práctico, siempre pendiente de los detalles logísticos. El asistente de Jennie, un hombre joven de aspecto meticuloso rápidamente consultó su laptop antes de responder con precisión.

"El 7 de agosto empezaríamos con las sesiones de fotos en Milán. Después, seguirían las grabaciones en estudio durante la semana siguiente. Finalmente, el 22 concluiríamos con la pasarela de lanzamiento en París. Todo está programado para ajustarse a las agendas de nuestros talentos y del equipo creativo de Versace".

Christina asintió, satisfecha con la organización, mientras tomaba notas en su tableta. Pero Lisa, quien hasta ahora había mantenido una fachada de profesionalismo impecable, no pudo evitar que su expresión la delatara. Había algo en el hecho de que Jennie estuviera al mando, que la descolocaba, y no lo estaba manejando con la elegancia que normalmente mostraba.

Jennie, siempre atenta a los detalles, no tardó en notarlo. "¿Algún problema, Lisa?", preguntó con un tono suave, pero inquisitivo, sus ojos oscuros fijándose en ella con un brillo de curiosidad.

Lisa se tensó ligeramente, pero decidió enfrentar la situación con sinceridad. "Vaya, es que no esperaba que tú fueras la persona con la que estaba haciendo negocios. Nunca pensé que serías tú".

La castaña sonrió, una sonrisa que parecía mezclar diversión y un toque de picardía. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en la mesa con una elegancia casi intimidante. "Oh, cariño", dijo con una voz suave, pero segura. "Es normal que una misma persona maneje o sea parte de varios rubros por aquí. No es ninguna novedad. Odd Atelier es solo una de mis muchas responsabilidades".

La pelinegra se quedó en silencio por un momento, intentando procesar no solo las palabras de Jennie, sino también el tono relajado con el que las decía, como si manejar múltiples imperios fuera lo más natural del mundo. Había algo tan exasperantemente encantador en su actitud que, por un momento, Lisa casi olvidó que estaban en una reunión de negocios.

"Supongo que eso explica mucho", respondió Lisa finalmente, intentando mantener la compostura. Pero Jennie no parecía dispuesta a dejarla salir tan fácilmente de su zona de confort.

"Espero que mi presencia no sea un inconveniente", añadió Jennie, su mirada fija en Lisa con un brillo que desafiaba cualquier intento de indiferencia. "Después de todo, me aseguro de que todo lo que hacemos aquí se lleve a cabo con la máxima profesionalidad. Pero si hay algo que te incomoda, estoy aquí para escucharlo".

No hay nada", respondió Lisa con voz firme, aunque por dentro todavía intentaba calmar el leve temblor que la presencia de Jennie le provocaba.

Asintió ligeramente, satisfecha. "Entonces, damas y caballero, ¿están claros todos los puntos importantes o hay alguna otra cuestión que necesiten abordar?", preguntó con su tono habitual, seguro, pero cordial.

"Todo claro, señorita Kim", contestó Christina sin titubear, cerrando su tableta y preparándose para salir.

"Perfecto", dijo Jennie, sonriendo suavemente antes de añadir, "Entonces, si no les importa, me gustaría quedarme unos minutos con la señorita Manoban. Hay algunos asuntos que me gustaría discutir directamente con ella".

Christina levantó la mirada hacia Lisa, buscando algún tipo de objeción o señal. Pero Lisa, sintiéndose acorralada, solo asintió con resignación, sabiendo que no tenía mucha opción. Christina, siempre profesional, se puso de pie con una sonrisa. "Claro, Jennie. Estaremos afuera esperando".

El asistente y Christina abandonaron la oficina, dejando a Lisa y Jennie solas. El silencio que siguió fue palpable, cargado con una tensión que parecía crecer con cada segundo que pasaba. Jennie, sin prisa alguna, se levantó de su silla y caminó lentamente hacia la ventana, desde donde se veía la ciudad extendiéndose bajo un cielo claro.

"Es curioso, ¿sabes?", dijo Jennie después de un momento, sin volverse. "Nunca pensé que tendríamos esta conversación aquí. Pero las vueltas que da la vida son... interesantes".

La observaba con atención, manteniendo una expresión neutral, aunque su interior era un torbellino. "¿A qué te refieres?", preguntó finalmente, su voz más suave de lo que pretendía.

La mayor se giró, cruzando los brazos con elegancia mientras se apoyaba levemente en el marco de la ventana. "A lo rápido que cambian las cosas", respondió con una sonrisa apenas perceptible. "Una noche estás en una gala intercambiando cumplidos y miradas furtivas, y al siguiente momento, estás en una sala de juntas, negociando contratos".

Solo desvió la mirada por un segundo, sabiendo exactamente a qué se refería. Esa noche en la gala de Louis Vuitton había sido el inicio de una conexión que ahora parecía evolucionar en direcciones inesperadas.

Jennie dio un par de pasos hacia Lisa, cerrando la distancia entre ellas sin invadir demasiado su espacio personal, pero lo suficiente para que la tensión se intensificara. "Espero que no te incomode que sea yo quien lleve las riendas de esta colaboración. Sé que puede ser... un poco inesperado".

Lisa, decidida a no mostrar vulnerabilidad, mantuvo su mirada firme. "No es un problema, Jennie. Estoy aquí por trabajo, y eso es lo único que importa".

Jennie sonrió, inclinando ligeramente la cabeza. "Siempre tan profesional, ¿verdad?" Su tono era suave, casi acariciante. "Pero dime, Lisa... ¿de verdad crees que es lo único que importa aquí?"

El silencio volvió a llenar la habitación, y Lisa sintió que el peso de esa pregunta colgaba en el aire, esperando una respuesta que no estaba segura de poder dar. Lisa parpadeó, sorprendida por la franqueza de Jennie. No esperaba que la reunión tomara ese giro tan personal y directo. Jennie, sin embargo, se veía completamente tranquila, como si acabara de comentar algo trivial.

"¿A qué te refieres?", repitió, cruzando los brazos en un intento de mantener su compostura.

Jennie se levantó de nuevo y regresó a su asiento frente a Lisa, manteniendo su postura relajada, pero firme. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa. Sus ojos se fijaron en los de Lisa, y por un instante, el aire pareció hacerse más denso.

"Lisa, mira", comenzó con un tono cálido, pero serio. "Con todo el respeto que te mereces, y entendiendo la posición en la que estás, quiero ser completamente honesta. No hay nada que quiera hacer más que salir contigo, si tú me lo permites".

Lisa sintió que su corazón se detenía por un momento. La seguridad con la que Jennie lo dijo, sin rodeos ni titubeos, era desarmante. Sin embargo, se obligó a mantener la calma. "¿No crees que es indebido?", preguntó, levantando una ceja con escepticismo.

Ella sonrió levemente, inclinando la cabeza. "No si tú estás de acuerdo. Además, técnicamente, no soy tu jefa directa. No hay un conflicto de intereses real", Lisa frunció el ceño, confundida. "¿Cómo no? Eres la CEO de Odd Atelier. Eso suena bastante como ser mi jefa".

"Bueno, técnicamente, quien está a cargo de tu participación en la campaña es Sam, el director creativo. Es él quien te dará las instrucciones específicas sobre las sesiones y las grabaciones. Yo solo superviso el proyecto desde una perspectiva general".

Se quedó en silencio, procesando lo que Jennie acababa de decir. Era cierto que, desde un punto de vista técnico, no había un conflicto directo, pero eso no hacía que la situación fuera menos complicada. A pesar de todo, había algo en la confianza y transparencia de Jennie que le hacía difícil mantenerse completamente al margen.

Jennie se inclinó un poco más, su mirada suavizándose. "Sé que puede parecer un movimiento arriesgado de mi parte", continuó. "Pero no soy de las que pierden el tiempo fingiendo indiferencia. Si hay algo que quiero, prefiero dejarlo claro. Y en este caso, quiero conocerte mejor. No como CEO y modelo, sino como personas".

Mantuvo la mirada fija en Jennie, intentando descifrar la mezcla de emociones que la embargaba. Había sorpresa, sí, pero también una emoción latente que no podía ignorar. Sin embargo, decidió no mostrar demasiado.

"¿Qué es exactamente lo que quieres?", preguntó, su tono neutral, pero sus ojos delataban curiosidad.

Jennie sonrió con suavidad, como si hubiera estado esperando esa pregunta. Fue a sentarse de nuevo en su asiento. "Quiero invitarte a comer algo en mi casa este viernes".

Lisa levantó una ceja, buscando alguna intención oculta. "¿Por qué no en un restaurante?"

Jennie se recostó ligeramente en su silla, cruzando las piernas con una elegancia natural. "Tengo mi chef personal", explicó con naturalidad. "Y, además, quiero que te sientas cómoda. Hay demasiados entrometidos en los restaurantes, paparazzi y curiosos que no saben respetar la privacidad".

No respondió de inmediato. Sabía que la oferta era tentadora, y aunque quería mantener cierta distancia, no podía negar que la idea de compartir un momento privado con Jennie le atraía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Finalmente, después de un breve silencio, Lisa suspiró y asintió con una leve sonrisa. "Está bien, aceptaré... pero con una condición".

Jennie arqueó una ceja, intrigada. "¿Cuál?"

"Pase lo que pase, no meteremos esto en el trabajo", dijo Lisa con firmeza. "Esto es entre tú y yo, y no quiero que afecte nuestra relación profesional".

Jennie sonrió, una sonrisa cálida que mostraba tanto aprecio como determinación. "Entendido", respondió suavemente. Luego, con un gesto que combinaba elegancia y respeto, tomó la mano de Lisa y le dio un beso ligero, casi un roce, pero suficiente para que sintiera un calor inesperado recorrer su piel.

"No te defraudaré", aseguró Jennie, soltando su mano con delicadeza y manteniendo esa sonrisa que siempre parecía decir más de lo que sus palabras expresaban.

Lisa sintió que su corazón latía con fuerza, pero esta vez no trató de esconderlo. Había dado un paso hacia algo desconocido, y aunque sabía que podía complicarse, no podía evitar sentir una mezcla de nervios y emoción por lo que estaba por venir.

Quedaba poco por decir. Después de la intensa conversación, ambas retomaron la compostura profesional. Jennie, con su característico aire de elegancia, extendió una tarjeta negra y minimalista. "A las seis en punto del viernes, llama a este número. Una persona de confianza irá a recogerte y te llevará directamente a mi casa". Su tono era firme, casi protocolario, pero la leve curvatura de sus labios dejaba entrever un toque de emoción personal.

Lisa tomó la tarjeta, observándola un instante antes de guardarla en el bolsillo de su chaqueta. "Entendido", respondió con un tono neutral, aunque por dentro no podía evitar sentir un cosquilleo de anticipación.

Ambas se pusieron de pie, y con un apretón de manos firme, pero cordial, concluyeron la reunión. No hubo más palabras innecesarias, solo una despedida profesional que, a los ojos de cualquiera, podría parecer la conclusión de un simple acuerdo de negocios.

Sin embargo, mientras Lisa caminaba hacia la puerta, sintió la mirada de Jennie seguirla por un instante más de lo habitual. Al salir, se encontró con Christina y el asistente de Jennie, quienes estaban esperando en el pasillo. Christina la miró de reojo, pero no dijo nada, simplemente comenzó a caminar junto a ella hacia el ascensor.

El trayecto hacia el coche fue silencioso, pero en la mente de Lisa, los pensamientos corrían sin descanso. Todo en el encuentro había sido meticulosamente calculado, desde las palabras hasta los gestos. Aunque todo sonaba convencional. Una invitación, un chofer de confianza, una cita privada, había algo subyacente que hacía que la propuesta se sintiera todo menos ordinaria.

Ya en el coche, Christina finalmente rompió el silencio. "Parece que la reunión fue bien. Jennie es eficiente, ¿verdad?"

"Sí, bastante", respondió Lisa sin mirarla, mientras giraba la tarjeta entre sus dedos.

La conversación no continuó, pero Lisa sabía que este viernes marcaría el inicio de algo nuevo. Y aunque todavía no podía prever cómo cambiarían las cosas, una parte de ella estaba lista para averiguarlo.


El viernes finalmente llegó, y con él, una energía palpable que hacía difícil ignorar lo especial de la ocasión. Después de una ducha relajante, Lisa se tomó su tiempo para su rutina de aseo, aplicando cuidadosamente sus productos de cuidado personal y asegurándose de que cada detalle estuviera impecable.

Era natural sentirse emocionada y nerviosa, pero también había una firmeza en su actitud. Sabía lo que quería proyectar esa noche: confianza, elegancia y un toque de misterio. Frente al espejo, comenzó a vestirse con precisión casi ceremonial.

Primero, se colocó una tanga Calvin Klein negra con los característicos bordes laterales blancos, un detalle simple, pero que le daba seguridad desde lo más básico. Luego, escogió un vestido longuette de punto milano en color negro, ceñido al cuerpo, que caía perfectamente hasta un poco más abajo de las rodillas, resaltando su figura con una sobriedad seductora.

Los tacos Stevie 50 de Jimmy Choo fueron la elección natural para complementar el conjunto. Elegantes y sofisticados, proporcionaban el balance perfecto entre comodidad y estilo. Antes de salir, tomó su bolso Lady Dior, un clásico que añadía un toque de lujo discreto, y lo colocó sobre el tocador mientras se concentraba en los últimos detalles.

Para el cabello, optó por un peinado simple, pero pulido, asegurándolo con un clip dorado de Versace que le habían regalado en un evento. El toque final fueron las gafas Biggie Cat-Eye de la misma marca, que le daban un aire chic y misterioso, perfecto para una cita que prometía ser más que interesante.

Había dedicado los últimos minutos a perfeccionar su look. Sobre la piel ligeramente bronceada de sus muñecas descansaba un brazalete Empreinte de Louis Vuitton, un accesorio sutil, pero con carácter, que añadía un toque de sofisticación. En su cuello, un delicado collar Volt de la misma casa de moda se ajustaba perfectamente, resaltando la elegancia de su escote.

El maquillaje fue minimalista, pero efectivo. Un delineado impecable y unas pestañas alargadas enmarcaban sus ojos, mientras que un ligero rubor en sus mejillas y un labial color piel completaban el look. Nada demasiado llamativo, pero todo en perfecta armonía con el resto de su atuendo.

Como toque final, roció unas gotas de Attrape-Rêves, su perfume favorito de Louis Vuitton y se colocó su abrigo. La fragancia, con sus notas frescas y florales, dejaba un rastro sutil, pero inolvidable, el complemento perfecto para una noche que prometía ser inmortal.

Antes de salir del apartamento, se detuvo un momento para mirarse una última vez en el espejo. Se veía espectacular, pero más importante, se sentía lista. Con el bolso colgado del hombro y una calma exterior que ocultaba su expectación, tomó su teléfono para llamar al número que Jennie le había dado. Al otro lado de la línea, una voz profesional le informó que el chofer estaba en camino.

Al bajar, un sedán negro de lujo la esperaba frente a la entrada del edificio. Las luces de la ciudad reflejaban en la carrocería brillante, dándole un toque casi cinematográfico. Lisa respiró profundamente, dejando que el aire frío de la noche calmara sus nervios. Con una ligera sonrisa, se acercó al vehículo, consciente de que estaba a punto de entrar en una experiencia que, de algún modo, cambiaría algo en su vida.

Cuando el chofer abrió la puerta del sedán, Lisa se deslizó con elegancia en el asiento trasero. El interior del coche estaba decorado con cuero negro y detalles cromados, reflejando el lujo al que estaba acostumbrada, pero que nunca dejaba de apreciar. Mientras el coche arrancaba suavemente, miró por la ventana, observando cómo la ciudad pasaba rápidamente. Su mente, sin embargo, estaba enfocada en un solo pensamiento: Jennie y lo que esta noche podría significar.

Tenía todo para hipnotizar a cualquiera. Su presencia, impecable y magnética, parecía llenar el espacio sin esfuerzo. Durante todo el trayecto, el chofer mantuvo una profesionalidad impecable; ni una mirada furtiva ni un gesto fuera de lugar. El silencio en el interior del coche solo era interrumpido por el suave zumbido del motor, mientras la ciudad iba quedando atrás y el entorno cambiaba.

El coche se adentró en un residencial exclusivo, donde las calles eran anchas y bordeadas por árboles perfectamente podados. Las casas, cada una más imponente que la anterior, mostraban fachadas iluminadas, jardines impecables y un lujo evidente en cada detalle. Finalmente, llegaron a una residencia moderna de líneas elegantes, con grandes ventanales que dejaban entrever una cálida iluminación interior.

El chofer detuvo el auto con suavidad frente a la entrada principal. Bajó rápidamente y, con una precisión casi coreografiada, abrió la puerta trasera. Lisa aceptó la mano que él le ofreció para ayudarla a salir, sus movimientos gráciles, pero seguros. Una vez de pie, el hombre retiró su mano con cuidado y le dedicó una ligera inclinación de cabeza antes de señalar hacia la entrada principal.

Frente a la puerta, una joven de unos 25 años esperaba con una sonrisa cortés. Vestía un uniforme elegante y sencillo, que indicaba que trabajaba en la casa, pero con un aire de profesionalismo que no pasaba desapercibido. "Buenas noches. ¿Usted es la señorita Lisa, cierto?", preguntó con una voz amable, pero formal.

Lisa asintió, su sonrisa pequeña, pero genuina. "Así es".

"Bienvenida. La señorita Jennie la está esperando adentro. Por favor, sígame". La muchacha abrió la puerta principal con una fluidez que revelaba su experiencia en el protocolo.

Al cruzar el umbral, Lisa se encontró con un espacio amplio y elegante, decorado con un gusto impecable. Las paredes estaban adornadas con obras de arte contemporáneo, y en el centro del salón principal, una gran escalera de mármol blanco se alzaba como un elemento central. La calidez del ambiente, con la luz suave y el aroma de flores frescas, contrastaba con el lujo frío de la decoración.

"Permítame tomar su abrigo", ofreció la joven mientras cerraba la puerta detrás de ellas. Lisa asintió, entregándole el bolso y el abrigo, quedándose con su impecable vestido negro que parecía ajustarse aun mejor bajo la luz tenue del lugar.

"Por aquí, por favor", indicó la muchacha, guiándola hacia una sala de estar más privada al fondo de la casa. Lisa se ajustó ligeramente las gafas mientras caminaba, manteniendo la compostura, pero sintiendo cómo la anticipación crecía con cada paso.

El sonido suave de unos tacones se hizo presente al fondo del pasillo. No necesitaba ver para saber que era Jennie acercándose. La presencia de aquella mujer era inconfundible.

"No creo poder describir con palabras lo preciosa que te ves", empezó diciendo.

Lisa volteó a verla, y por un instante, el mundo pareció detenerse. Si antes ya la encontraba deliciosa, ahora Jennie simplemente la desarmaba con su presencia. Su outfit era un golpe maestro de elegancia y sensualidad contenida.

Los pantalones de cintura alta con pliegues frontales y pierna ancha se movían con una fluidez casi hipnótica. El diseño estilizado no solo alargaba sus piernas, sino que añadía un aire sofisticado y moderno. Cada paso que daba era un despliegue de confianza y gracia. La caída de la tela, perfectamente medida, hacía que cada movimiento pareciera cuidadosamente coreografiado.

La camisa blanca, clásica y atemporal, tenía un giro atrevido: era un crop top que dejaba al descubierto su cintura esculpida y su abdomen tonificado. El contraste entre la formalidad de la corbata negra, perfectamente anudada, y el diseño recortado de la camisa creaba un balance entre lo tradicional y lo provocador. El cuello estaba impecablemente abotonado, reforzando esa dualidad entre lo serio y lo atrevido.

Los zapatos negros de puntilla añadían un toque de sobriedad elegante. Su diseño minimalista permitía que todo el conjunto brillara sin distracciones, mientras que el leve sonido de sus tacones contra el suelo de mármol marcaba su paso con una cadencia segura.

El cabello suelto caía en ondas suaves sobre sus hombros, enmarcando su rostro con una perfección casi irreal. Bajo la luz cálida del salón, cada mechón parecía tener un brillo propio, como si su mera presencia iluminara la habitación. Lisa no podía evitar pensar que estaba frente a una diosa terrenal, una mujer que parecía haber sido moldeada por las mismas manos del destino.


"¿Te sientes cómoda?", preguntó Jennie con una voz suave, pero firme, rompiendo el hechizo momentáneo.

Lisa tragó saliva, tratando de recuperar la compostura. "Más que cómoda", respondió, esbozando una sonrisa que no lograba ocultar del todo la fascinación en sus ojos.

Jennie sonrió de vuelta, acercándose con esa elegancia innata que la caracterizaba. "Me alegra. Espero que disfrutes la velada tanto como yo planeo hacerlo", le extendió la mano para guiarla. "Acompáñame, preciosa".

La guio dentro de la casa donde la llevaba a la sala de estar, le pidió que se sentara y que la esperara allí unos minutos.

Con un gesto suave y sin dejar de sonreír, Jennie le ofreció una copa de vino a Lisa, quien la aceptó con gratitud. Jennie desapareció unos momentos mientras Lisa, sola en la sala, miraba a su alrededor, observando cada detalle en la decoración sofisticada y contemporánea. Dio un sorbo de vino, un tinto suave y aromático que le dejó un leve calor en el pecho. Su mente viajaba entre el lugar y la anfitriona, preguntándose qué más podía deparar la noche, pero al mismo tiempo manteniendo la compostura y esperando pacientemente el regreso de Jennie.

Pasados unos minutos, escuchó nuevamente el leve eco de sus tacones, y al levantar la vista, Jennie ya estaba junto a ella, extendiendo una mano. Lisa tomó la mano con confianza, dejándose llevar por la calidez de aquel contacto que parecía electrificar el ambiente. Jennie la condujo hacia el comedor, donde todo estaba dispuesto con una elegancia que, por muy acostumbrada que estuviera Lisa al lujo, lograba sorprenderla.

El comedor era una mezcla de modernidad y calidez. La mesa, de madera oscura y acabados finos, estaba cuidadosamente dispuesta. Cada elemento tenía su lugar exacto: los platos blancos contrastaban perfectamente con el tono oscuro de la mesa, y sobre cada plato reposaba una servilleta de tela meticulosamente doblada. Los cubiertos de plata pulida reflejaban sutilmente la luz de las velas, que llenaban la habitación de un resplandor dorado y un ambiente íntimo.

A un lado de cada plato, dos copas esperaban; una para el vino tinto que Jennie ya había servido, y otra, seguramente, para el vino blanco que acompañaría los siguientes platos. Lisa no pudo evitar sonreír para sus adentros al darse cuenta de cuánto esfuerzo había puesto Jennie en esos detalles. Desde el servicio hasta la iluminación, todo estaba planeado con el esmero de quien quiere hacer sentir especial a otra persona.

Jennie la observó con una sonrisa leve y enigmática, dejando entrever un poco de vulnerabilidad en sus ojos. "Espero que te guste. Quería que te sintieras cómoda... y especial esta noche", confesó con voz suave, casi un susurro.

"Es perfecto, Jennie", respondió Lisa, aun sorprendida por el nivel de detalle. "Es... hermoso. Gracias".

Le indicó con un gesto elegante que tomara asiento, y pronto ambas estaban cómodamente instaladas frente a la hermosa disposición de la mesa. Jennie, siempre cercana, pero sin invadir, se inclinó ligeramente hacia Lisa, dejando que la conversación fluyera con naturalidad. La atmósfera se tornaba cada vez más íntima, alimentada por el suave resplandor de las velas y el aroma sutil de la comida que pronto sería servida.

La cena comenzó con una exquisita selección de platos japoneses, un reflejo del gusto refinado de Jennie. Su chef personal, Maya, hizo su entrada con un plato de sashimi impecablemente presentado, cada pieza de pescado brillando bajo la luz cálida. Acompañado de una ensalada de wakame con sésamo, el primer bocado ya era una explosión de frescura y sabor que encantó a Lisa.

"Esto está increíble", comentó Lisa después de probar un trozo de atún. "No sabía que me gustaba tanto la comida japonesa".

Jennie sonrió, tomando un sorbo de vino antes de responder. "Sabía que te sorprendería. Maya es excelente, pero no quería decírtelo antes para no influir en tu opinión".

El segundo plato, mariscos y vegetales salteados con salsa ponzu, llegó con un aroma irresistible. La textura perfecta de los mariscos combinaba a la perfección con la acidez equilibrada de la salsa, y Lisa no pudo evitar hacer un pequeño sonido de satisfacción al probarlo. Jennie se rio suavemente.

"Te dije que te iba a gustar", dijo con la típica mirada divertida. Lisa, a pesar de su habitual control, sintió el calor subir a sus mejillas.

Finalmente, el postre fue una revelación. Yokan de sakura, un dulce delicado y floral, acompañado de helado de shiso y un toque de té verde. Lisa se permitió cerrar los ojos un momento mientras saboreaba el postre, deleitándose con el contraste de texturas y sabores.

"Esto es... increíble", admitió, abriendo los ojos para encontrarse con la mirada fija de Jennie, quien la observaba con una mezcla de admiración y algo más profundo que Lisa no se atrevía a identificar del todo.

"Me alegra que lo disfrutes", respondió Jennie suavemente. "Quería que esta noche fuera especial para ti".

Mientras continuaban comiendo, la conversación se mantuvo ligera, girando en torno a temas cotidianos como sus lugares favoritos para relajarse o las anécdotas divertidas de sus trabajos. Sin embargo, de vez en cuando, Jennie lanzaba miradas fugaces, cargadas de intención, que lograban desconcertar a Lisa. Cada una de esas miradas encendía una chispa en el ambiente, un recordatorio constante de la tensión que subyacía bajo la superficie.

Lisa se esforzaba por mantener la calma, pero cada sonrisa, cada mirada y cada pequeño gesto de Jennie la hacían tambalear. No era solo la comida o el entorno lo que hacía de esa noche algo memorable, sino la conexión palpable entre ambas, una corriente invisible que parecía enlazar cada palabra y cada gesto.

Ya pasada la cena, Jennie la llevó a su balcón para compartir un momento más íntimo. La noche era fresca, con una brisa suave que acariciaba la piel y llevaba consigo el aroma sutil de las flores que decoraban el espacio. El balcón, amplio y perfectamente iluminado con luces tenues y cálidas, ofrecía una vista inigualable de la ciudad. Las luces de los rascacielos brillaban como estrellas urbanas, y desde esa altura, el bullicio del tráfico se transformaba en un murmullo distante, casi como una melodía de fondo.

El espacio estaba cuidadosamente diseñado: un par de sofás modernos con cojines en tonos neutros rodeaban una pequeña mesa de centro, sobre la cual descansaba una cubitera con una botella de vodka y una jarra de jugo de arándano. Algunas velas perfumadas parpadeaban suavemente, añadiendo un toque romántico y acogedor.

Jennie, con su característico aplomo, se sentó al lado de Lisa después de servir las bebidas. "Disculpa que me tomé el atrevimiento de pedir vodka con jugo de arándano", dijo mientras le extendía un vaso. Su tono era amable, casi juguetón, como si disfrutara de la idea de sorprender a Lisa. "¿Quieres esto, o prefieres que te busque algo más? Tengo un bar bastante bien surtido, así que tú solo pide".

Tomó el vaso con una pequeña sonrisa, agradecida por el gesto. "Esto está perfecto, gracias", respondió mientras daba un sorbo. La bebida era refrescante, con el equilibrio justo entre el dulzor del arándano y la fuerza del vodka. "Además, parece que pensaste en todo".

"Dime, Lisa", dijo Jennie, apoyando el codo en el respaldo del sofá mientras la observaba con una expresión cálida, pero intensa, "¿cómo es posible que seas tan hermosa?".

El comentario, directo y sin rodeos, tomó a Lisa por sorpresa. Sintió cómo el calor subía rápidamente a sus mejillas, un sonrojo que no pudo ocultar. "Parece que quieres ponerme nerviosa adrede", respondió, intentando sonar ligera, aunque su voz delataba cierta timidez.

Jennie rio suavemente, un sonido bajo y melodioso que llenó el espacio. "Jamás", dijo, inclinándose un poco más cerca, aunque manteniendo una distancia respetuosa. "Lo último que quiero es que te sientas incómoda. Al contrario, quiero que estés lo más cómoda posible conmigo. Me siento muy afortunada de que hayas aceptado salir conmigo esta noche".

Lisa bajó la mirada hacia su vaso, girándolo lentamente entre sus manos. Sabía que Jennie era directa, pero no esperaba una declaración tan personal. Levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Jennie. "¿Por qué te interesé?", preguntó, su voz más suave ahora, casi como si dudara en querer escuchar la respuesta.

Sostuvo su mirada, su expresión suavizándose. "Desde la primera vez que te vi, hubo algo en ti que me llamó la atención. Claro, tu belleza es innegable, pero hay algo más... una energía, una fuerza tranquila que es difícil de ignorar. Pareces tener todo bajo control, pero al mismo tiempo, puedo ver que hay más detrás de esa fachada. Eso me intriga. Quiero conocerte de verdad, no solo la versión que muestras al mundo".

Permaneció en silencio por un momento, procesando las palabras de Jennie. No estaba acostumbrada a que alguien hablara de ella de esa manera, con tanta sinceridad. "Es extraño", dijo finalmente. "La mayoría de las personas solo ven lo superficial, pero tú... hablas como si realmente quisieras entender quién soy".

Jennie asintió, sonriendo suavemente. "Porque es lo que quiero. Quiero conocer cada parte de ti, incluso las que prefieres mantener ocultas. Y no hay prisa. Podemos ir a tu ritmo".

El corazón de Lisa se aceleró ante la honestidad de Jennie. Había algo reconfortante en su manera de hablar, como si cada palabra estuviera cuidadosamente pensada para hacerla sentir segura. Dio un pequeño sorbo a su bebida, buscando algo de valor en el líquido refrescante.

Otro trago se dio Lisa, dejando que el suave ardor del vodka se mezclara con el dulzor del arándano. La velada transcurría con una naturalidad que la sorprendía, pero también con un sutil juego de tensiones. Jennie no escatimaba en miradas intensas, en roces casuales de manos, en esos gestos aparentemente inocentes como apartarle un mechón rebelde de la cara. Y cada vez que se recostaba un poco hacia atrás en el asiento, su abdomen firme y definido quedaba a la vista, resaltando aun más bajo la tenue luz del balcón.

"Nunca te había visto con la piel tan descubierta", comentó Lisa, intentando mantener un tono casual, aunque sus ojos hablaban más de lo que pretendía.

Jennie sonrió, encantada con el comentario. "En la oficina no puedo permitirme estas libertades", explicó, cruzando las piernas con elegancia. "Pero fuera de ese ambiente, me gusta experimentar con la moda. Es mi pequeño escape".

Lisa asintió, admirando cómo Jennie parecía siempre encontrar el equilibrio perfecto entre sofisticación y sensualidad. "Se nota que trabajas muy bien tu cuerpo", añadió, dejando salir un cumplido que llevaba rato en la punta de su lengua.

Jennie soltó una risa suave, inclinándose ligeramente hacia ella. "No más de lo que creo que trabajas el tuyo. Es... maravilloso, Lisa. Honestamente, casi me da algo al verte en ese vestido de corte Milano". Sus ojos recorrieron a Lisa con una apreciación genuina, sin ningún intento de ocultarlo.

Se sentía cada vez más cómoda, se levantó un poco del asiento y se giró, modelando de manera coqueta. "¿Te gusta?", preguntó, con una sonrisa que empezaba a destilar confianza.

La observó con intensidad, mordiendo ligeramente su labio inferior antes de responder. "Sí", admitió con un tono que parecía cargado de algo más que simple admiración. Luego, casi en un susurro, añadió: "Pero me gustaría verte sin él". Las palabras escaparon de sus labios tan rápido que Jennie misma pareció darse cuenta de su atrevimiento. Se aclaró la garganta rápidamente, como si intentara borrar la última parte. "Quiero decir... sí, sí, tienes un excelente gusto en ropa".

Lisa no pudo evitar reír, tomando otro sorbo de su bebida. "Te escuché, Jennie", dijo con una mirada juguetona, mientras se sentaba de nuevo a su lado.

Jennie dejó escapar un suspiro dramático, llevándose una mano al pecho en un gesto exagerado de falsa inocencia. "¿Y qué vas a hacer al respecto?", preguntó, alzando una ceja con picardía.

"Tal vez nada", respondió Lisa, apoyándose ligeramente en el respaldo y cruzando las piernas con deliberada lentitud. "O tal vez te deje seguir pensando en ello un rato más".

Ambas rieron, la tensión ahora mezclada con una camaradería que se sentía natural. Lisa, que al principio de la noche había llegado nerviosa y expectante, ahora se encontraba disfrutando plenamente del juego de seducción que Jennie lideraba con maestría. Había algo refrescante en la manera en que Jennie se expresaba, sin miedo a ser directa, pero siempre dejando espacio para que Lisa decidiera cómo avanzar.

El tiempo transcurrió entre risas y miradas intensas, un juego de coqueteos que se volvía más descarado con cada copa. Ambas estaban en ese punto perfecto entre la sobriedad y el desinhibimiento, donde las palabras fluían más fácil y las barreras comenzaban a desmoronarse.

En un momento, Jennie notó que Lisa se estremecía ligeramente. "¿Tienes frío?", preguntó con un tono preocupado, inclinándose un poco hacia ella.

"Un poco", admitió Lisa, aunque su expresión sugería que había algo más detrás de sus palabras.

Jennie se incorporó, lista para buscar el abrigo de Lisa. "¿Quieres que te lo traiga?"

Sin embargo, Lisa no respondió de inmediato. En lugar de eso, sus ojos se detuvieron en el torso de Jennie, recorriendo la línea perfecta de su clavícula y el sutil movimiento de su respiración. Una chispa traviesa iluminó su mirada antes de soltar: "¿Y si mejor te quitas la camisa y quedamos en igualdad de condiciones?"

Arqueó una ceja, sorprendida, pero claramente entretenida por la sugerencia. "Igualdad, ¿eh?", dijo, con una sonrisa que prometía más de lo que dejaba entrever. Sin decir más, comenzó a desabotonar su camisa con una calma deliberada, disfrutando del efecto que tenía en Lisa. Una vez que se quitó la prenda, quedó en un top ajustado de color blanco que resaltaba sus curvas y su piel impecable.

"¿Mejor?", preguntó, acomodándose de nuevo en el sofá con la misma naturalidad y elegancia que siempre la caracterizaba.

Lisa, con los ojos un poco más abiertos de lo normal y una sonrisa que revelaba tanto admiración como deseo, exhaló un suspiro casi teatral. "Joder, Jennie. Qué sexy eres", dijo, llevándose una mano al pecho como si necesitara calmar su acelerado corazón.

"Nunca más que tú, belleza. Eres una preciosura", comentó Lisa, sus palabras cargadas de una mezcla de sinceridad y juego.

Jennie, sin perder su compostura, pero con un brillo travieso en los ojos, respondió: "Eres muy dulce, parece que me quieres llevar a tu cama".

La respuesta de Jennie fue rápida y directa. Le tomó la mano con firmeza, pero suavidad, haciendo que Lisa la mirara a los ojos. "Jamás pienses que lo que quiero es pasajero", dijo con seriedad. "No tengo intenciones de ser solo un momento en tu vida".

Esa declaración hizo que Lisa se relajara un poco más, pero también despertó algo en su interior. Una chispa de coquetería más descarada empezó a emerger. La forma en que Jennie la miraba, cómo cada palabra parecía cuidadosamente elegida, cómo cada gesto la volvía loca... era simplemente irresistible.

"¿Y entre todos tus planes está follarme?", soltó, con una sonrisa atrevida.

Lejos de sentirse intimidada, Jennie dejó escapar una carcajada suave. "¿Contesta?", insistió Lisa, inclinándose ligeramente hacia ella.

Jennie tomó un sorbo de su bebida antes de responder, su tono ahora bajo y seductor. "En realidad, mis planes son los que tú digas", admitió con una sinceridad desarmante. "Si me permites formar parte de ellos, claro".

Lisa no pudo evitar morderse el labio, sintiendo cómo la temperatura entre ambas subía con cada segundo. "Vaya. Eres buena con las palabras, ¿siempre consigues lo que quieres?"

La miró fijamente, su respiración se volvió más profunda, y su voz, aunque apenas un susurro, se llenó de un deseo palpable. "No siempre. Pero contigo, haré todo lo posible por ganármelo".

La intensidad de sus palabras dejó a Lisa sin respuesta, como si todo lo que necesitaba ya estuviera dicho. No había espacio para palabras, solo para lo que sus cuerpos pedían. Y fue Lisa quien, sin pensarlo, se acercó lentamente a la boca de Jennie. Fue un gesto natural, pero cargado de significado.

Jennie, sin vacilar ni un segundo, tomó con suavidad la barbilla de Lisa, dirigiéndola a sus ojos. "Eres jodidamente preciosa", dijo, cada palabra impregnada de una pasión tan intensa que parecía que la misma esencia de Jennie estaba volcando en esas simples palabras. Lisa podía sentirlo, como si cada sílaba fuera un roce de fuego sobre su piel, un roce que la quemaba suavemente.

Y luego sucedió.

El primer contacto fue lento, tímido incluso, como si ambas estuvieran asegurándose de que el momento era real. Los labios de Lisa y Jennie se rozaron con una delicadeza que dejaba claro que todo lo que había entre ellas no era apresurado, sino una espera que había valido la pena. Era un beso cargado de anticipación, una mezcla de paciencia acumulada y tensión que había ido creciendo durante toda la noche.

Pero luego, fue Jennie quien rompió la suavidad. Sin previo aviso, su lengua se deslizó en la boca de Lisa, conquistando el espacio entre ellas con una pasión desbordante. Cada movimiento era seguro, decidido, como si hubiera estado esperando este momento por demasiado tiempo. No quería parecer imprudente, pero había algo en Lisa, en su forma de mirarla y responder a cada uno de sus gestos, que la hacía imposible de resistir. Necesitaba probar esa boca, y eso hizo.

Con una naturalidad que escondía la intensidad de sus sentimientos, Jennie llevó su mano al cuello de Lisa, sus dedos rozando suavemente la piel caliente. Su toque era ligero, casi reverente, pero suficiente para que un escalofrío recorriera el cuerpo de Lisa. La proximidad, la conexión física, amplificaba cada sensación, y ambas podían sentir cómo sus respiraciones se entrelazaban, cada vez más entrecortadas.

El beso se profundizó. Jennie trazaba con su lengua suaves caricias contra la de Lisa, explorando, descubriendo, disfrutando de cada reacción. Lisa, por su parte, no se quedaba atrás; sus manos subieron por los costados de Jennie, aferrándose a su cintura, mientras inclinaba ligeramente la cabeza para encajar perfectamente con el ritmo que Jennie marcaba.

Los suaves gemidos que escapaban entre beso y beso eran prueba de que ambas estaban completamente inmersas, olvidando todo a su alrededor. El tiempo parecía detenerse, y el mundo, con todas sus preocupaciones y responsabilidades, se desvanecía.

La mano de Jennie se deslizó hacia la nuca de Lisa, presionándola ligeramente para intensificar el contacto, mientras la otra mano bajaba lentamente por su brazo, acariciándolo con una ternura que contrastaba con la pasión del beso. Era un juego perfecto entre fuerza y delicadeza, entre control y entrega total.

Se separó apenas unos centímetros, lo suficiente para recuperar el aliento, pero sin romper del todo el contacto. Su mirada buscó la de Jennie, sus ojos brillando con una mezcla de asombro y deseo. Jennie, con una ligera sonrisa y la respiración agitada, susurró: "¿Sabes lo mucho que me has hecho desear esto?"

Lisa, aun con el pulso acelerado, sonrió de lado. "Si lo hubiera sabido antes, habría pasado mucho menos tiempo esperando".

"¿Querías besarme en mi oficina?", preguntó Jennie con una mezcla de burla y genuina curiosidad, su tono ligeramente provocador.

"Con el alcohol suficiente en mi sistema lo hubiese hecho", respondió Lisa, divertida, mientras sus dedos jugueteaban con el borde del vaso que sostenía.

"¿Cómo el que tienes ahora?", replicó Jennie, arqueando una ceja mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en sus labios.

Sin decir una palabra, Lisa se inclinó lentamente, como si el universo entero conspirara para acercarlas de nuevo. Jennie, anticipando el momento, dejó que sus labios se entreabrieran, pero antes de que pudieran tocarse, susurró: "Me muero por ti, por tenerte".

La confesión era cruda, directa, y encendió una chispa en Lisa. No hubo tiempo para responder; Jennie cerró la distancia con un beso feroz, devorando cada rincón de su boca. La pasión era palpable, sus lenguas entrelazándose en un baile íntimo, mientras Jennie la tomaba del cuello con una mano firme, la otra apoyada en la cintura de Lisa para mantenerla cerca.

"Eres una diosa", murmuró Jennie con voz ronca entre beso y beso. Lisa no pudo evitar reír, ahora completamente libre de la timidez inicial. Había algo embriagador en la forma en que Jennie la adoraba con palabras y caricias.

"Jennie", dijo Lisa, deteniéndose por un instante, su voz baja, pero llena de intención.

"¿Sí?", respondió Jennie, su mirada atrapada en los ojos de Lisa, esperando ansiosa.

En lugar de responder con palabras, Lisa se acomodó sobre Jennie, con una confianza que no dejó espacio para dudas. Se montó sobre sus piernas, sus rodillas a cada lado de las caderas de Jennie, dejándolas cara a cara, pecho contra pecho. Jennie, reaccionando instintivamente, colocó sus manos firmemente en la cintura de Lisa, sosteniéndola en su lugar.

"Me gusta cómo se sienten tus manos", confesó Lisa, inclinándose para susurrar cerca de su oído antes de morder suavemente el lóbulo. Jennie cerró los ojos un momento, dejando escapar un suspiro que parecía salir de lo más profundo.

"Y a mí me encanta cómo encajas perfectamente aquí", respondió Jennie, apretando ligeramente la cintura de Lisa, sus pulgares trazando pequeños círculos en su piel a través del vestido.

Se movió ligeramente, dejando que el silencio entre ambas hablara más que cualquier palabra. "Te siento debajo de mí", murmuró, con una sonrisa que oscilaba entre la timidez y el descaro.

"Estoy debajo de ti, linda", respondió Jennie con una risa suave, pero sus ojos ardían con una intensidad que delataba mucho más que diversión.

"Sabes a lo que me refiero", replicó Lisa, presionando sus caderas un poco más. El aire entre ellas se volvió más denso, cargado de deseo y expectativa.

"Pues sí, no puedo evitarlo si te ves así de maravillosa encima de mí", confesó Jennie, con un tono que destilaba pura honestidad. Su mirada recorrió lentamente el rostro de Lisa, bajando hacia su figura, como si quisiera memorizar cada detalle.

"Se siente grande", comentó Lisa, dejando que sus palabras flotaran con un matiz travieso.

Jennie, siempre elegante, pero sin perder la chispa, le respondió con una voz grave, casi susurrante: "Ahora imagina tenerlo dentro".

La pelinegra se mordió el labio con una mezcla de anticipación y desafío, sus ojos oscuros brillando bajo la tenue luz del balcón. "¿Estás acaso sugiriendo algo?", preguntó, aunque la respuesta era más que evidente.

Sin romper el contacto visual, respondió con una voz baja y cargada de intención. "Lo que tú quieras se te hará realidad". Con un movimiento pausado, se deslizó fuera del regazo de Jennie, manteniendo el aire de provocación. Dio un paso atrás y, con una lentitud calculada, bajó su tanga negra hasta que quedó a sus pies. Al agacharse para recogerla, sus ojos no se apartaron ni un segundo, y luego la extendió hacia Jennie, como si le estuviera ofreciendo un trofeo.

Jennie tomó la prenda, su expresión oscureciéndose con deseo palpable. "¿Qué quieres que haga con estas?", preguntó, su voz ronca, cargada de insinuación.

"Es tu señal del universo para que me lleves allí dentro y me termines de desnudar", susurró Lisa, volviendo a subirse sobre las piernas de Jennie. No esperó respuesta antes de inclinarse para besarla nuevamente, con una pasión que borraba cualquier rastro de incertidumbre.

El beso fue intenso, un choque de voluntades y emociones reprimidas. Jennie dejó caer la prenda al suelo sin apartar las manos de Lisa, que ahora se deslizaban con firmeza por su espalda, hasta llegar a los tirantes del vestido. Con un movimiento decidido, comenzó a bajarlos, dejando la piel al descubierto mientras sus labios no abandonaban los de Lisa.

El sonido de los pasos resonaba suavemente en el mármol mientras avanzaban, un contraste perfecto con la creciente tensión que llenaba el aire. Al cruzar el umbral de la habitación, el ambiente cambió. Las luces, cálidas y tenues, dibujaban sombras suaves sobre las sábanas de lino impecablemente extendidas y los detalles minimalistas, pero lujosos que decoraban el espacio. Jennie cerró la puerta detrás de ellas, sellando un mundo donde solo existían las dos.

Las palabras de Jennie fueron susurradas, casi como un hechizo, mientras sus dedos entrelazaban los de Lisa con delicadeza. "Lo que digas, eso haré. Pero confía en mí, preciosa, deja que te guíe". Había algo en su voz, una mezcla de dulzura y seguridad, que hacía imposible resistirse.

Lisa asintió lentamente, sus ojos recorriendo el rostro de Jennie antes de detenerse en sus labios. Jennie la acercó un poco más, sus manos subiendo por sus brazos desnudos, dejando un rastro de calor a su paso. "Quiero que te relajes y disfrutes cada segundo", murmuró mientras sus manos encontraban la cremallera del vestido. Con un movimiento pausado y cuidadoso, comenzó a bajarla, revelando más de esa piel que tanto había deseado tocar.

El vestido cayó al suelo con un suave susurro, dejando a Lisa casi completamente expuesta. Jennie la contempló, su mirada llena de admiración y deseo. "Eres absolutamente perfecta", susurró mientras sus manos recorrían lentamente su cintura, como si quisiera memorizar cada curva.

Dejó escapar un leve suspiro, permitiendo que Jennie la guiara hacia la cama. Al llegar, Jennie la ayudó a sentarse en el borde, arrodillándose frente a ella con un gesto reverente. Tomó sus pies entre sus manos, deslizando con cuidado los tacones de Jimmy Choo, sus dedos acariciando suavemente los tobillos de Lisa en el proceso.

"No tienes idea de lo mucho que me he imaginado este momento", confesó Jennie, alzando la vista para encontrar la de Lisa. Su voz era un susurro cargado de anticipación. "Quiero que sepas que no hay prisa. Cada instante contigo vale más que cualquier otra cosa".

Le sostuvo la mirada con una sonrisa suave, reflejando en sus ojos una mezcla de ternura y deseo. Sin embargo, la intensidad del momento parecía romper cualquier intento de calma. No, si había prisa.

Sintió un impulso irrefrenable. Se puso de pie nuevamente, llevada por una necesidad tan clara que apenas podía contener. Su respiración se hizo más profunda mientras sus ojos buscaban los de Lisa, y con una sonrisa traviesa susurró: "Tan hermosa".

Luego fue el turno de Lisa de dejar caer alguna barrera. Sus manos fueron directas al borde de los pantalones de Jennie, rozando la tela suavemente mientras sus ojos se anclaban en los de ella, buscando permiso y provocando. La tensión en el aire era palpable, una mezcla de deseo y emoción contenida.

Jennie aprovechó un momento para quitar sus propios tacones en lo que Lisa exploraba con la mirada y sus hábiles dedos en la piel de la mayor.

Luego pasó sus dedos con lentitud por la cintura de los pantalones, su toque tan ligero que parecía un susurro sobre la piel. Finalmente, con una sonrisa cómplice, Jennie susurró: "Quítalo". Lisa, asintiendo con una pequeña sonrisa, obedeció. Con movimientos precisos, desabrochó el botón y bajó el cierre, ayudándola a deslizar los pantalones hacia abajo hasta que cayeron al suelo, revelando unos boxers grises que se ceñían a sus caderas de forma provocadora.

Lisa sintió cómo su respiración se detenía al ver la silueta que se marcaba en la tela, el regalo visual perfecto. Pero lo que más capturó su atención fue cómo la punta de la polla de Jennie se delineaba ligeramente contra la tela, dando apenas un adelanto de lo que escondía. La longitud comenzaba a notarse, haciéndola morderse el labio, la fascinación en su mirada evidente. Con una sonrisa ladeada, murmuró: "No imaginé que fuera así de grande". Su voz era baja, casi un suspiro lleno de deseo, mientras sus ojos seguían cada detalle, deleitándose en el descubrimiento.

Entonces Lisa los bajó, liberando por fin la erección. Jennie envolvió sus dedos alrededor de su erección y comenzó a mover su mano en un ritmo lento, apenas un roce tentador. Lisa la observaba, su mirada fija en cada movimiento. No tardó en tomar el control, cubriendo la mano de Jennie con la suya y sintiendo el calor y la dureza. La recorrió lentamente, sus dedos deslizándose a lo largo de toda su longitud. "Joder", susurró, la admiración en su voz delatando el impacto que Jennie le causaba. Luego levantó la mirada, sus ojos llenos de deseo. "¿Puedo probar?"

Sonrió, su mirada segura y serena. "Deja que te guíe", murmuró, tomando la mano de Lisa con firmeza. Lentamente, la levantó y, con manos delicadas, pero segura, deslizó su mirada por las tetas de Lisa de arriba hacia abajo, revelando como su piel respondía a ello. Lisa se percató de cómo la polla de Jennie se movía involuntariamente, tan viva como su deseo. "Me voy a quedar con esta imagen en la mente toda la vida", suspiró Lisa, sus palabras apenas audibles.

La otra solo sonrió, y sin dudarlo, acortó la distancia entre ellas hasta que sus labios volvieron a encontrarse, esta vez en un beso más apasionado, más demandante. En un impulso, la empujó suavemente hacia la cama, quedando encima de ella. Lisa, sin perder el ritmo, la ayudó a deshacerse de su top blanco, dejando que ambas quedaran expuestas, piel contra piel, respiración contra respiración.

Los besos se volvieron más intensos, sus labios recorriendo el cuello de Lisa, marcando su camino desde el borde de su mandíbula hasta su clavícula, deteniéndose a deleitarse en sus suaves gemidos. Jennie bajó hasta sus pechos, besándolos y acariciándolos, saboreando cada reacción, cada escalofrío que provocaba. Continuó su recorrido, dejando una línea de besos por su abdomen, dibujando cada curva, cada rincón de su cuerpo. La conexión era palpable, una mezcla de deseo, entrega y una intensidad que las atrapaba a ambas, dejándolas sin aire, sin otra idea en mente que el deseo de pertenecer la una a la otra.

Después de recorrer cada rincón de su cuerpo con labios y lengua, Jennie descendió con intención, tomándose su tiempo, disfrutando del efecto que tenía sobre Lisa. Cuando llegó a su monte de Venus, dejó un beso suave sobre la piel, seguido de un par de lamidas lentas que la hicieron estremecer. Sus ojos se alzaron, encontrando los de Lisa, llenos de deseo y expectativa.

"Voy a comerte, bonita", murmuró Jennie con voz ronca, cada palabra una promesa. Lisa solo pudo asentir, su respiración entrecortada y su cuerpo entregado por completo. Con una sonrisa que destilaba confianza, Jennie le tomó las piernas y las abrió con delicadeza, pero sin dudar, revelando su tesoro más íntimo.

El coño de Lisa estaba perfecto, rosado y brillante de humedad, evidenciando cuánto lo deseaba. Jennie se detuvo un momento para admirarlo, dejando que su mirada se paseara como si memorizara cada detalle. Con una mano firme, pero suave, le dio unas palmaditas juguetonas en la vulva, provocando que Lisa soltara un gemido bajo.

"Mira lo preciosa que eres, mira lo mojada que estás", comentó Jennie con una sonrisa traviesa. Sus dedos rozaron la humedad acumulada, esparciéndola lentamente mientras Lisa se arqueaba ligeramente, anticipando lo que vendría.

Jennie se inclinó, dejando un beso justo sobre su clítoris antes de comenzar a trabajar con su lengua, moviéndose en círculos lentos, explorando cada rincón. Lisa cerró los ojos, sus gemidos llenaron el cuarto, entregada completamente a la devoción con la que Jennie la adoraba. Cada lamida, cada chupón estaba cargado de intención, como si Jennie quisiera grabar su nombre en cada parte de su cuerpo.

Explorando cada rincón de su piel con su lengua, Jennie se tomaba el tiempo para saborear cada reacción de Lisa. Los gemidos y la forma en que su cuerpo se arqueaba eran la melodía perfecta que la guiaba, mientras trazaba círculos lentos sobre el clítoris hinchado, alternando entre movimientos suaves y lamidas rápidas.

"Jennie... joder, no te detengas... no pares", gimió Lisa con voz ronca, impregnada de placer. Su mano se hundió en el cabello de su amante, manteniéndola firmemente contra su entrepierna. "Eres tan buena con esa boca... ¿sabes lo mucho que me estás volviendo loca?"

Una mirada pícara brilló en los ojos de Jennie al escuchar esas palabras. "¿Así? ¿Te gusta que te vuelva loca, bonita?", murmuró contra su piel antes de dar una succión más firme al clítoris y deslizar dos dedos dentro de Lisa sin aviso.

Un grito ahogado escapó de sus labios, y su cadera se movió instintivamente hacia adelante. "¡Dios, sí! Joder, sí... tus dedos, Jennie. Mételos más, más profundo. Dame todo lo que tienes", suplicó, su voz llena de necesidad y deseo.

Con una sonrisa satisfecha, Jennie aceleró el ritmo de sus dedos, encontrando el punto exacto que sabía que la haría perderse. La lengua nunca dejó de moverse, alternando entre lamidas rápidas y chupetones en su clítoris que arrancaban gemidos desgarradores.

"Eres tan sexy para mí, ¿verdad?", susurró Jennie, su voz impregnada de excitación. "Mírate, toda mojada y desesperada".

"Hazme lo que quieras... rómpeme si quieres, pero no pares", jadeó Lisa, su voz cargada de deseo y urgencia. Su cuerpo temblaba sin control, una mezcla de placer y anticipación que la envolvía por completo mientras el orgasmo se acercaba inexorablemente. Sus manos buscaban un punto de anclaje, y al encontrar los hombros de Jennie, sus uñas se clavaron en la piel suave, dejando una leve marca que testificaba la intensidad del momento.

Jennie sintió el calor del contacto, el pulso acelerado de Lisa que resonaba entre sus propios latidos. Sus labios se movían con devoción, trazando cada pliegue con minuciosa atención, mientras su lengua danzaba en un ritmo preciso que alternaba entre caricias y presiones profundas. El cuarto parecía vibrar con una energía electrizante, alimentada por los suspiros y gemidos que escapaban sin control de Lisa.

Con cada movimiento de sus dedos, Jennie profundizaba el contacto, provocando que Lisa arquease la espalda y mordiera su labio inferior en un intento fútil por contener los sonidos que nacían desde lo más profundo de su ser. La humedad aumentaba, intensificando el roce, y el eco de cada jadeo llenaba el espacio, volviéndose parte de la música en ese momento privado y sin tiempo.

Concentrada y determinada, dejó que sus dedos siguieran el compás acelerado del placer de Lisa, entrando y saliendo con una cadencia que se hacía más urgente a cada segundo. La piel de ambas brillaba con una fina capa de sudor, y los minutos parecieron disolverse, transformados en un instante eterno donde solo existía la sensación compartida de rendirse una a la otra.

Y finalmente, Lisa se corrió en la boca de Jennie, mientras un gemido roto y cargado de placer escapaba de sus labios. Su cuerpo se tensó por completo, cada músculo vibrando en una ola de éxtasis que la recorrió desde la cabeza hasta los pies. Jennie la sostuvo con ternura, saboreando cada momento mientras el temblor disminuía poco a poco, y una sensación de paz y plenitud invadía el cuarto. Lisa, jadeando y satisfecha, dejó caer su cabeza hacia atrás, con una sonrisa suave que hablaba de la entrega y el lazo que acababan de compartir.

Sus piernas comenzaron a temblar incontrolablemente, y una corriente de escalofríos subía y bajaba por su cuerpo. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos mientras el calor se acumulaba en cada fibra de sus músculos. Sus manos, que descansaban sobre la cabeza de Jennie, mostraban leves sacudidas, reflejando tanto el torrente de emociones que la recorría como la tensión que se había apoderado de su cuerpo. El ambiente a su alrededor parecía comprimirse, reduciéndose a un vaivén de respiraciones entrecortadas y susurros apenas perceptibles.

Evidentemente, Jennie la dejaría descansar el tiempo que lo necesitara, y eso hizo. Observó cómo su compañera yacía sobre la cama, con el pecho subiendo y bajando a un ritmo desbocado, mientras el brillo de satisfacción iluminaba sus ojos cerrados. La piel aún ardía con el recuerdo del placer, y sus suspiros entrecortados llenaban la habitación. Jennie, con una sonrisa suave y los ojos llenos de adoración, se acomodó sobre ella, dejando que sus cuerpos compartieran el calor y el roce íntimo de su cercanía.

"Qué maravilla fue verte correrte por mí", dijo Jennie en un susurro cargado de complicidad mientras una sonrisa atrevida curvaba sus labios. Lisa respondió con una mirada chispeante y se inclinó hacia ella para darle un beso lento y húmedo, saboreando cada segundo de contacto. Sus bocas se encontraron en un juego apasionado, enredándose con deseo renovado. Los dedos de Jennie trazaron caminos invisibles por la piel de Lisa, como si quisiera memorizar cada contorno, cada estremecimiento bajo su toque.

Luego de dejarla descansar un rato, Jennie se colocó encima, con movimientos cuidadosos y una mirada que hablaba de deseo y ternura. Había sido un tema, un momento de sinceridad y confianza entre ambas; Lisa, segundos antes, le había confesado que tenía un DIU para evitar un embarazo no deseado. Fue una revelación que, lejos de romper la magia, profundizó la conexión entre ellas, dándoles la seguridad de entregarse por completo, sin más barreras que su propia piel.

Los besos regresaron con una intensidad que encendía el ambiente. Las bocas se buscaban como si nunca hubieran tenido suficiente, rozando y mordisqueando, dejando una sensación de calor en cada centímetro que tocaban. Lisa, con los ojos cerrados y sumida en la sensación abrumadora, bajó sus labios hasta el cuello de Jennie, dejando besos húmedos y firmes. Atrapó suavemente la piel entre sus labios, succionando y dejando marcas que hablaban del deseo compartido.

Jennie, por su parte, dejó que sus manos se deslizaran por el cuerpo de Lisa mientras su boca descendía hasta sus pezones. Los lamió con lentitud antes de atraparlos entre sus labios, chupándolos con dedicación mientras escuchaba los suspiros y gemidos que escapaban de los labios de Lisa. La combinación de placer y anticipación llenaba la habitación, haciendo que el tiempo pareciera detenerse, atrapado en la chispa de pasión que compartían.

Así Lisa lo sintió, cuando ella se acomodó entre sus piernas, abriéndolas con suavidad, pero firmeza. La anticipación hizo que su respiración se acelerara, su pecho subiendo y bajando con un ritmo cada vez más intenso. La miró a los ojos con una mezcla de ternura y deseo, asegurándose de que estuviera cómoda antes de continuar.

"Si algo te molesta, no dudes en decírmelo, linda", murmuró con una voz baja y ronca que vibró en el aire. Lisa asintió levemente, sintiendo la calidez de su aliento cerca de su piel.

Con cuidado, se posicionó, tomando su pene con una mano mientras lo guiaba hacia su entrada húmeda y palpitante. La punta rozó su piel, arrancándole un leve jadeo de expectación. Lentamente, empujó, dejando que la cabeza se deslizara apenas dentro, buscando su reacción.

Avanzó lentamente, dando tiempo a que el cuerpo de Lisa se acostumbrara a cada centímetro que se deslizaba en su interior. Sus manos recorrieron los muslos de Lisa, subiendo hasta su cintura, mientras sus labios dejaban un rastro de besos en su piel.

Lisa gemía suavemente, sus manos aferrándose a los hombros de Jennie mientras su cuerpo comenzaba a responder al ritmo lento y apasionado que Jennie marcaba. Cada empuje era más profundo, más decidido, y con cada movimiento Lisa sentía cómo el calor se acumulaba en su interior, su placer creciendo con cada segundo.

Jennie la observaba con una mezcla de adoración y deseo, atenta a cada reacción, asegurándose de que cada movimiento fuese tan placentero como íntimo. Las dos estaban completamente sincronizadas en sus respiraciones, sus cuerpos moviéndose en una danza que se sentía tan natural como intensa.

"Uff, sabía que ibas a estar apretada", dijo con una sonrisa que mezclaba admiración y deleite. Su tono reflejaba la tensión entre la paciencia y el deseo de profundizar. Lisa dejó escapar un gemido suave, sus manos instintivamente buscando su espalda para aferrarse a él mientras su cuerpo se acostumbraba a la nueva sensación.

Cuando toda esa verga estuvo adentro, Jennie dejó escapar un suspiro cargado de placer. Se detuvo por un instante, deleitándose en la manera en que el cuerpo de Lisa se aferraba a ella. Sus ojos se encontraron, y Jennie le dio un suave beso en los labios, uno que contrastaba con la intensidad de lo que ambas estaban sintiendo.

"Eres jodidamente perfecta, ¿lo sabes?", susurró Jennie, su voz teñida de deseo. Sin esperar respuesta, comenzó a moverse lentamente dentro de Lisa, sus caderas trazando un ritmo pausado, pero profundo, asegurándose de que cada empuje la llenara por completo.

Dejó salir pequeños gemidos, suaves, pero cargados de necesidad, y eso fue todo lo que Jennie necesitó para desatarse un poco más. "Te gusta, ¿eh? Sabía que te iba a encantar tener toda esta verga dentro de ti", dijo entre dientes, aumentando ligeramente la intensidad de sus movimientos. "Mira cómo te agarras a mí, como si no quisieras soltarme nunca".

Lisa solo podía gemir en respuesta, su cuerpo completamente entregado al placer que Jennie le estaba dando. Sentía cómo cada embestida tocaba justo donde lo necesitaba, enviando oleadas de placer que la hacían arquear la espalda y aferrarse con más fuerza a Jennie.

Le sonrió con picardía al verla así. "Mírate, tan hermosa, tan abierta para mí. Sabía que te ibas a sentir increíble, pero joder, no tienes idea de lo deliciosa que estás, lo bien que te sientes apretando mi verga".

El vaivén continuó, y Jennie estaba decidida a llevar a Lisa al límite. Sus movimientos eran precisos, cada embestida metía toda la verga para luego sacarla casi por completo, solo para volver a entrar con un ritmo constante que hacía que el cuerpo de Lisa se tensara y se arqueara una y otra vez.

Jennie mordió su labio inferior, disfrutando del espectáculo frente a ella. "¿Te gusta, linda? ¿Te gusta sentir cómo te lleno hasta el fondo?", preguntó con un tono bajo, ronco, mientras sus caderas mantenían un ritmo firme y constante. "Voy a hacer que te corras tantas veces que no podrás caminar mañana".

Gimió más fuerte, aferrándose a las sábanas mientras su cuerpo se rendía completamente al placer. Cada vez que Jennie la llenaba, una nueva ola de calor recorría su interior, encendiéndola más. Su respiración era errática, y sus gemidos se mezclaban con los suaves sonidos húmedos de cada embestida.

La castaña inclinó su cuerpo hacia adelante, acercando su rostro al de Lisa, sus labios rozando su oído. "Eres tan jodidamente deliciosa, hermosa", murmuró, su voz cargada de lujuria. "Puedo sentir cómo te aprietas alrededor de mí cada vez que entro. No te preocupes, amor, no voy a parar hasta que te vengas toda en mi verga".

Con esas palabras, aceleró ligeramente, su ritmo ahora más intenso. Cada embestida profunda hacía que Lisa gritara de placer, su cuerpo temblando al borde del clímax. Jennie bajó una mano nuevamente hasta su clítoris, presionándolo con firmeza y masajeándolo en círculos rápidos.

"Vamos, linda, quiero sentir cómo te corres para mí", dijo Jennie, aumentando la velocidad de sus movimientos, cada empuje más decidido que el anterior. "Déjate llevar, Lisa. Dámelo todo. Quiero que me llenes de tus gemidos".

Lisa no pudo aguantar más. Su cuerpo se tensó por completo, y un grito ahogado escapó de sus labios mientras el orgasmo la golpeaba con fuerza. Su interior se contrajo alrededor de Jennie, provocando un gemido de satisfacción por parte de ella.

No se detuvo, mantuvo el ritmo, alargando el clímax de Lisa y llevándola al borde de un segundo orgasmo. "Eso es, preciosa. No te detengas. Vamos a seguir hasta que no puedas más".

Jennie mantuvo el ritmo mientras Lisa temblaba debajo de ella, su cuerpo completamente rendido al placer que la recorría en oleadas. Pero Jennie también estaba al borde; cada embestida, cada apretón que sentía alrededor de su verga la llevaba más cerca de su propio clímax. Sus gemidos comenzaron a mezclarse con los de Lisa, cada vez más profundos, más cargados de deseo.

"Dios, Lisa... me estás volviendo loca", jadeó Jennie, su voz entrecortada mientras sus movimientos se volvían más frenéticos. Aumentó la presión en el clítoris de Lisa con una mano, mientras con la otra se aferraba a su cadera, empujándola hacia ella para profundizar cada embestida. "Eres tan jodidamente apretada, tan perfecta para mí. No voy a aguantar mucho más".

Aun con la mente nublada por su propio orgasmo, Lisa abrió los ojos para ver a Jennie encima de ella, su rostro reflejando el placer intenso que la consumía. La imagen fue suficiente para encenderla de nuevo. "Jennie... quiero que te corras dentro de mí", susurró con voz temblorosa, sus manos acariciando la espalda de Jennie, guiándola a seguir.

Esas palabras fueron todo lo que Jennie necesitaba. Soltó un gemido profundo, su ritmo ahora desenfrenado, empujando con fuerza mientras sentía que su propio orgasmo se acercaba rápidamente. "Maldita sea, Lisa... me vas a hacer explotar", gruñó, cerrando los ojos mientras su cuerpo comenzaba a estremecerse.

Con un último empuje profundo, Jennie dejó escapar un grito ronco, su cuerpo convulsionándose mientras su orgasmo la golpeaba con fuerza. La intensidad la dejó temblando, cada músculo de su cuerpo tenso mientras sentía las contracciones pulsar alrededor de su verga.

"Jennie".

"¿Sí?", respondió Jennie con una voz suave, aun algo entrecortada por la intensidad del momento. Su rostro estaba cerca del de Lisa, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y ternura.

"Eso fue increíble", dijo Lisa, su tono cargado de asombro y deleite. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras su mano acariciaba suavemente la mejilla de Jennie, como si quisiera asegurarse de que todo lo que acababa de suceder era real.

"Lo es", respondió con una sonrisa cómplice, dejando un beso lento y delicado en los labios de Lisa. "Y esto es solo el principio", añadió con un destello de picardía en sus ojos.

Se acomodó a un lado, pero sin separarse por completo, dejando que sus dedos trazaran líneas suaves por el vientre de Lisa, explorando cada curva con un toque relajado y cariñoso. "Quería que nuestra primera vez fuera especial, que sintieras todo lo que puedo darte. Pero honestamente, tú... tú me dejaste sin aliento".

La pelinegra rio suavemente, su pecho aun subiendo y bajando con una respiración que comenzaba a calmarse. "Bueno, misión cumplida. No sé cómo voy a superarlo, Jennie. Me hiciste sentir cosas que ni siquiera sabía que podía sentir".

Inclinó la cabeza, su sonrisa volviéndose más cálida. "Eso es porque te escuché, cada suspiro, cada gemido. Todo lo que tu cuerpo pedía, yo se lo di. Me encanta verte perderte en el momento, dejarte llevar completamente".

Solo se sonrojó, sus dedos jugueteando con un mechón del cabello oscuro de Jennie. "Y tú... nunca pierdes el control, ¿verdad? Incluso cuando parecía que lo ibas a hacer, seguías estando tan segura, tan... tú".

Jennie se rio suavemente. "Créeme, linda, estuve a punto de perderlo varias veces. Eres increíblemente hermosa, y sentirte... tan cerca, tan abierta para mí... Me hizo querer seguir dándote más".

Lisa se mordió el labio inferior, sus ojos llenos de ternura y deseo renovado. "¿Sabes qué es lo mejor? A pesar de todo, me siento completamente segura contigo. Me haces sentir deseada, pero también cuidada".

La miró con seriedad, tomando la mano de Lisa y entrelazando sus dedos. "Siempre quiero que te sientas así.

Después de unos minutos de descanso, Lisa se incorporó lentamente, aun sintiendo el calor en su cuerpo tras lo que acababan de compartir. Jennie la miró con una sonrisa suave, sus ojos brillando con ternura mientras observaba cómo Lisa se levantaba de la cama.

"Voy al baño un momento", dijo Lisa, dándole a Jennie un suave beso en la frente antes de desaparecer tras la puerta.

Jennie se quedó tumbada, con una expresión relajada y satisfecha. Su cuerpo todavía latía con las secuelas del placer, pero su mente estaba tranquila, disfrutando del silencio cómodo que compartían. Sus dedos jugueteaban distraídamente con las sábanas mientras esperaba, su mirada perdida en el techo, recordando cada momento de su conexión con Lisa.

El sonido del agua corriendo en el baño se detuvo, y poco después, Lisa salió. Jennie giró la cabeza hacia ella y no pudo evitar sonreír al verla. Su rostro aún ligeramente sonrojado y sus manos estaban algo frías por el agua.

Sin decir una palabra, Lisa caminó hacia la cama con determinación, sus ojos fijos en Jennie. Jennie arqueó una ceja, divertida, pero antes de que pudiera decir algo, Lisa se subió sobre ella, montándola con movimientos fluidos.

Jennie dejó escapar un pequeño jadeo de sorpresa, pero su sonrisa no tardó en regresar. "Vaya, parece que alguien se siente juguetona", dijo, colocando sus manos instintivamente sobre las caderas de Lisa.

Lisa no respondió con palabras, sino que se inclinó, sus manos apoyadas en el colchón a cada lado de Jennie. Sus labios encontraron los de Jennie en un beso lento, apasionado, que transmitía más de lo que cualquier palabra podría decir. Jennie respondió de inmediato, profundizando el beso, sus lenguas entrelazándose mientras sus manos recorrían la cintura y la espalda de Lisa.

Los cuerpos de ambas se movían en perfecta sincronía, Jennie deslizando sus manos por la espalda baja de Lisa, acariciando su piel desnuda. El beso se volvió más intenso, más urgente, mientras Lisa movía sus caderas lentamente sobre Jennie, generando una deliciosa fricción entre ambas.

Se separó apenas unos centímetros, sus labios rozando los de Jennie mientras respiraba con dificultad. "No podía esperar más... necesitaba volver a sentirte", susurró antes de volver a besarla, sus manos ahora enredadas en el cabello de Jennie.

Jennie sonrió contra sus labios, una de sus manos subiendo para sostener el rostro de Lisa con delicadeza, mientras la otra se mantenía en su cadera, guiándola en esos lentos y sensuales movimientos. "Entonces no te detengas, linda", murmuró Jennie entre besos. "Quiero sentirte todo el tiempo que quieras".

La habitación se llenó nuevamente de sus suspiros y gemidos, mientras el deseo que nunca había desaparecido comenzaba a encenderse otra vez, llevándolas de nuevo a ese lugar donde solo existían la una para la otra.

Seguía moviéndose lentamente sobre Jennie, sus labios encontrando los suyos en besos profundos e intensos. Sin embargo, pronto sus movimientos comenzaron a desacelerar. Jennie la observó con curiosidad cuando Lisa se detuvo, sus ojos brillando con un deseo cargado de intenciones.

Sin decir una palabra, Lisa se deslizó lentamente hacia abajo, dejando un rastro de besos que comenzaba en el cuello de Jennie, bajaba por su pecho y continuaba por su vientre, deteniéndose justo antes de llegar a su objetivo. La miraba fijamente, su respiración volviéndose más pesada con cada segundo.

Lisa se acomodó de rodillas frente a Jennie, sus manos acariciando suavemente sus muslos mientras levantaba la mirada, sus ojos llenos de picardía y devoción. Se mordió ligeramente el labio inferior antes de hablar.

"Jennie", susurró, su voz suave, pero impregnada de deseo.

Arqueó una ceja, una sonrisa ladeada asomando en su rostro. "¿Sí, preciosa?"

Tragó saliva, sus manos deslizándose lentamente por el interior de los muslos de Jennie, acercándose a su centro. "¿Me dejas chuparla?", preguntó en un tono bajo, sensual, su mirada fija en los ojos oscuros de Jennie.

La mayor dejó escapar un suave gemido ante la pregunta, su sonrisa ensanchándose mientras colocaba una mano bajo el mentón de Lisa, levantándolo ligeramente para que sus ojos no se apartaran de los suyos.

"¿Eso quieres, linda? ¿Meterte toda mi verga en esa boca tuya?", preguntó Jennie, su voz baja y cargada de lujuria.

Lisa asintió lentamente, su lengua pasando por sus labios con anticipación. "Sí... quiero hacerte sentir bien", susurró, su voz casi suplicante.

Jennie soltó un suspiro satisfecho, su mano deslizando lentamente por el rostro de Lisa. "Entonces hazlo, preciosa. Quiero verte trabajar".

No esperó más. Sus manos subieron hasta envolver el miembro erecto de Jennie, sintiendo su calor y firmeza contra sus dedos. Jennie dejó escapar un leve jadeo al sentir el primer contacto, observando cada movimiento.

Lisa acercó sus labios, dejando un beso suave en la punta antes de sacar la lengua y darle una larga y lenta lamida desde la base hasta la cabeza. Los ojos de Jennie se entrecerraron, su respiración acelerándose mientras sus dedos se enredaban en el cabello de Lisa.

Luego se atrevió a chupar la cabecita con un especial esmero, sus sexys labios succionaron y Jennie perdió la cabeza.

"Eso es... buena chica", murmuró, su voz ronca mientras sus caderas se movían ligeramente, buscando más contacto.

Animada por la reacción, abrió más la boca, envolviendo sus labios alrededor de la cabeza y comenzando a succionar con un ritmo lento y firme. Sus manos trabajaban en el resto del eje, alternando entre caricias suaves y apretadas mientras su lengua jugueteaba con la punta, saboreando cada parte de Jennie.

La mayor dejó escapar un gemido profundo, su cabeza cayendo hacia atrás mientras sus dedos se aferraban más fuerte al cabello de Lisa, guiándola. "Joder, Lisa... así, justo así. Eres tan buena con esa boca", jadeó, su voz entrecortada por el placer que comenzaba a invadirla.

Y vaya, Lisa podía jurar que lo estaba haciendo de una manera magistral. Las manos de Jennie en su cabello la guiaban con una mezcla de firmeza y urgencia, sus dedos entrelazados en los mechones oscuros mientras la empujaba suavemente para que tomara más. Los gemidos roncos que escapaban de los labios de Jennie eran un testimonio claro del placer que le estaba brindando. Cada vez que Lisa tragaba un poco más, Jennie respondía con un suspiro entrecortado o un jadeo profundo, sus caderas siguiendo instintivamente el ritmo.

Lisa decidió entonces dar un paso más. Relajó la garganta, tomando aire profundamente por la nariz antes de empujar su cabeza hacia abajo, dejando que la verga de Jennie se deslizara más allá de sus labios, entrando más profundamente. Sintió la calidez y la plenitud en su boca, pero no se detuvo. Comenzó a mover la cabeza a un ritmo suave, pero constante, permitiendo que Jennie entrara y saliera de su garganta con una facilidad que provocó un gemido más fuerte de parte de su amante.

"Joder, Lisa... así, trágala toda", gruñó Jennie, su voz ronca y cargada de lujuria. Sus caderas ahora se movían al compás de las embestidas de Lisa, buscando más profundidad, más fricción. "Eres increíble... Mira cómo te la tragas, como si hubieras nacido para esto".

Los ojos de Lisa se llenaron ligeramente de lágrimas por la profundidad, pero no apartó la mirada de Jennie, asegurándose de que pudiera ver cada expresión de placer en su rostro. Cada vez que levantaba la cabeza, dejaba que su lengua recorriera todo el eje, saboreándola antes de hundirse nuevamente, tomando todo lo que Jennie le daba. Sus gemidos suaves vibraban contra la piel de Jennie, intensificando las sensaciones.

Jennie la observaba con los ojos entrecerrados, mordiéndose el labio mientras luchaba por mantener el control. "Esa boca tuya es una maldita obra maestra", murmuró, sus dedos apretando un poco más el cabello de Lisa mientras la ayudaba a mantener el ritmo. "¿Sabes cuánto me haces querer correrme, ¿eh? ¿Cuánto me haces perder la cabeza?"

Lisa respondió hundiéndose aún más, llevándola profundamente hasta que sus labios rozaron la base. Se mantuvo allí por un momento, tragando alrededor de la verga de Jennie, provocando un gemido más fuerte y un tirón involuntario en su cabello.

Entonces, Lisa decidió darse un descanso. Sacó lentamente la verga de su boca, dejando un suave hilo de saliva que la conectaba mientras recuperaba el aliento. Jennie la observaba con una mezcla de deseo y admiración, su pecho subiendo y bajando mientras luchaba por mantener la compostura. Lisa, aun arrodillada, levantó la mirada, sus labios húmedos y entreabiertos, sus ojos oscuros y llenos de lujuria.

Jennie pasó una mano por el rostro de Lisa, acariciando su mejilla con el pulgar. Su voz salió baja, ronca, cargada de tensión. "¿Quieres seguir chupándomela... o la prefieres dentro de ti?"

La pregunta colgó en el aire por un momento, pero Lisa no respondió con palabras. Sus ojos brillaron con una determinación renovada mientras inclinaba la cabeza hacia adelante, capturando la punta con sus labios una vez más. Sin perder el tiempo, comenzó a chuparla de nuevo, esta vez con más intensidad. Sus movimientos eran rápidos, fluidos, cada succión acompañada de un suave sonido húmedo que llenaba la habitación.

Jennie dejó escapar un gemido profundo, sus caderas moviéndose involuntariamente para seguir el ritmo que Lisa marcaba. "Joder, Lisa...", jadeó, su cabeza cayendo hacia atrás mientras sus dedos se hundían nuevamente en el cabello de Lisa, aferrándose con fuerza. "Sabes exactamente lo que estás haciendo, ¿verdad? Quieres hacerme correr... y lo vas a lograr".

Lisa sonrió brevemente alrededor de la verga de Jennie, sin detenerse ni un momento. No la metía completamente en su garganta esta vez, pero compensaba con la rapidez y la precisión de sus movimientos. Su lengua se movía ágilmente, acariciando cada centímetro con habilidad, mientras sus manos trabajaban en conjunto, acariciando la base con firmeza. Sus gemidos suaves vibraban contra Jennie, intensificando las sensaciones.

Jennie respiraba con dificultad, sus gemidos ahora más frecuentes, más profundos. "Mierda... sí, sigue así, preciosa. No pares", murmuró, sus palabras entrecortadas por el placer que se acumulaba rápidamente. "Eres tan buena con esa boca... tan jodidamente buena".

Aceleró aún más, sus movimientos volviéndose frenéticos, cada embestida más rápida y precisa que la anterior. La mezcla de su saliva y el calor de su boca envolvía a Jennie por completo, llevándola al borde. Los gemidos de Jennie se volvieron más altos, su cuerpo tenso mientras sentía que su clímax se acercaba inminentemente.

Jennie soltó un gruñido bajo, sus caderas empujando hacia adelante una última vez. "Lisa... voy a correrme", advirtió entre jadeos, su voz apenas un susurro. "No pares... déjame llenarte".

Entonces, Jennie alcanzó su límite. Con un gemido profundo y gutural, su cuerpo se tensó mientras una intensa oleada de placer la recorría. Espesos y calientes hilos de semen comenzaron a salir con fuerza, llenando la boca de Lisa, quien la recibía con total entrega. Jennie jadeaba, sus dedos todavía enredados en el cabello de la más joven, aferrándose a ella mientras cada pulsación liberaba más.

Lisa, sintiendo el peso caliente del semen en su lengua, mantuvo la mirada fija en Jennie, sus ojos llenos de lujuria y satisfacción. Con movimientos precisos, retiró lentamente su verga de la boca de Lisa, pero esta no dejó de participar en el momento. Abrió la boca completamente, dejando que su lengua colgara ligeramente mientras observaba cómo Jennie liberaba los últimos chorros, esta vez directamente sobre su rostro y su lengua extendida.

Jennie jadeó, viendo cómo cada gota aterrizaba en Lisa, algunas sobre su lengua y otras resbalando por su barbilla. Lisa, completamente sumisa y devota, se relamía lentamente, saboreando todo lo que le daba. Dejó que el semen se acumulara en su lengua por un momento antes de cerrarla y tragarlo con un movimiento deliberado, abriendo nuevamente la boca para mostrar que no había dejado escapar ni una gota.

"Joder, Lisa...", murmuró, su voz aún ronca mientras intentaba recuperar el aliento. "Eres... increíble".

Lisa sonrió, su lengua limpiando las últimas gotas de sus labios antes de inclinarse hacia adelante para besar suavemente la punta aún sensible de Jennie. "Quería que te sintieras completamente satisfecha", respondió, su voz suave, pero cargada de orgullo.

Jennie la observó con una mezcla de asombro y deseo renovado, su pecho aun subiendo y bajando rápidamente. "Y vaya que lo lograste, linda".

Eso se selló con un beso, un beso profundo y mojado, donde Jennie probó su propio semen de la boca de esa diosa. Lisa no se apartó ni un instante, disfrutando del momento íntimo, mientras sus lenguas se entrelazaban en una danza sensual. Los gemidos suaves de ambas se mezclaban, haciendo que la habitación se llenara nuevamente de una atmósfera cargada de deseo.

Se estuvieron besando durante un buen rato, Lisa de nuevo encima de Jennie, moviendo lentamente sus caderas mientras frotaba su trasero contra la polla aún sensible, pero que comenzaba a endurecerse nuevamente bajo su toque. Dejó escapar un suave gemido, sus manos subiendo hasta alcanzar los pechos de Lisa. Los agarró con firmeza, amasándolos con cuidado, disfrutando de la suavidad y la firmeza bajo sus dedos.

"Hace unas horas no tenía idea de que iba a estar contigo así", murmuró Jennie, su voz entrecortada mientras su boca se acercaba lentamente a los pechos de Lisa. "Pero qué bueno que ha pasado", agregó antes de dejar un suave beso en uno de sus pezones erectos, seguido de un lento y húmedo lametón que hizo que Lisa arqueara la espalda y soltara un gemido bajo.

Jennie continuó besando y chupando sus pechos, alternando entre suaves mordiscos y succión mientras sus manos se aferraban con fuerza a la cintura de Lisa. La apretaba, guiándola para que continuara moviéndose sobre ella. Jennie manejaba su cuerpo con una mezcla de fuerza y ternura, como si estuviera completamente hipnotizada por cada curva, cada suspiro que escapaba de los labios de Lisa.

Minutos después, con la polla de Jennie ya completamente dura y lista de nuevo, decidió intensificar las cosas. Sus besos, que habían estado centrados en los pechos de Lisa, comenzaron a subir lentamente, dejando un rastro cálido y húmedo por su piel hasta llegar nuevamente a su boca. Pero esta vez, no se detuvo mucho tiempo allí. Bajó sus labios hacia el cuello de Lisa, encontrando los puntos sensibles y besándolos con pasión.

Lisa dejó caer su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras sus labios se separaban en un suave jadeo. Su piel se erizaba bajo cada beso, y Jennie lo notó, intensificando sus caricias mientras hablaba en un susurro que rozaba el borde de lo obsesivo.

"Me muero por ti", dijo Jennie con un tono cargado de sinceridad y lujuria. "Qué jodidamente perfecta eres, qué hermosa eres. Me vuelves loca, Lisa... no puedo dejar de desearte".

Lisa abrió los ojos por un instante, mirándola con una mezcla de ternura y deseo absoluto, antes de volver a cerrar los párpados, completamente rendida a las atenciones de Jennie. Sus manos viajaban por el cuerpo de la castaña, acariciando sus brazos, su pecho, y aferrándose a sus hombros mientras sus caderas seguían moviéndose en un ritmo lento, pero deliberado, presionando contra la dureza de Jennie.

"Hazme lo que quieras, Jennie...", susurró Lisa entre gemidos. "Estoy aquí para ti".

Jennie sonrió ante esas palabras, su mirada oscureciéndose aún más. "Oh, preciosa... no tienes idea de lo que voy a hacerte". Sus manos se aferraron aún más fuerte a la cintura de Lisa, levantándola ligeramente para prepararla para lo que estaba por venir.

Lisa no se lo esperó, pero sin duda era una buena idea. Jennie, con un movimiento decidido, la levantó de la cama y la llevó hacia la pared más cercana. Lisa se dejó guiar, sus piernas rodeando instintivamente la cintura de Jennie mientras sus labios se encontraban en besos urgentes y hambrientos. Una vez llegaron, la apoyó suavemente contra la pared, sus manos firmemente colocadas en sus caderas mientras sus ojos se hundían en los de Lisa, llenos de deseo.

"Confía en mí", murmuró Jennie antes de inclinarse, dejando una serie de besos húmedos y apasionados en el cuello de Lisa, que lentamente descendieron por su clavícula y pecho. Jennie se tomaba su tiempo, asegurándose de que cada caricia de sus labios arrancara un suspiro o un gemido de la joven.

Con cada beso que bajaba, Jennie se acercaba más al abdomen de Lisa. Cuando llegó, dejó un beso suave justo sobre su ombligo, antes de mirarla con una sonrisa traviesa. Sus manos firmes en la cintura de Lisa la guiaron mientras se arrodillaba frente a ella. Jennie acarició lentamente sus costados, deleitándose en la forma en que su cuerpo temblaba bajo su toque.

Pero Jennie no se detuvo ahí. Con un movimiento seguro, la hizo girar suavemente, de manera que Lisa quedara de espaldas a ella, sus manos apoyándose en la pared para mantener el equilibrio. Dejó escapar un suave gemido de admiración al ver el hermoso trasero de Lisa ahora completamente a su disposición.

"Joder, Lisa... mírate", susurró Jennie mientras sus manos se deslizaban por las caderas de Lisa, acariciando lentamente sus curvas antes de apretarlas con firmeza. "Eres perfecta desde cualquier ángulo".

Lisa dejó escapar un suave gemido en respuesta, arqueando la espalda ligeramente para ofrecerse aún más a Jennie, quien no perdió tiempo. Su boca volvió a trabajar, dejando un rastro de besos y suaves mordiscos desde la parte baja de la espalda de Lisa, bajando por cada centímetro de piel hasta llegar al borde de sus glúteos.

Jennie separó con cuidado las nalgas de Lisa, su mirada devoradora enfocándose en el tesoro que tenía frente a ella. El contraste entre la suavidad de su piel y la forma apretada y tentadora de su trasero era suficiente para hacer que Jennie soltara un bajo gemido de placer.

"Mmm... ¿Te imaginas que te lleno por aquí?", dijo con una risa baja y provocadora, sus dedos trazando círculos lentos y ligeros alrededor de su ano. "Quizás otro día, preciosa. Por ahora, solo quiero ver esas piernas temblar".

Lisa apenas tuvo tiempo de procesar esas palabras antes de que Jennie bajara un poco más, su boca acercándose al centro húmedo y pulsante de su amante. Jennie dejó un beso caliente justo sobre los labios de su coño antes de sacar la lengua, lamiendo con largos y firmes movimientos que arrancaron un grito ahogado de Lisa.

Lisa estaba completamente chorreando; su humedad había bajado hasta cubrir la parte interna de sus muslos, formando un brillante rastro de su deseo. Jennie sonrió contra ella, deleitándose en el sabor, en la textura resbaladiza que hacía cada movimiento de su lengua aún más delicioso.

"Estás jodidamente mojada, Lisa...", murmuró antes de volver a hundirse entre sus pliegues, su lengua trabajando con una precisión experta. Se enfocaba en su clítoris, alternando entre suaves succiones y rápidas lamidas, mientras sus manos se mantenían firmemente en las caderas de Lisa, ayudándola a mantener el equilibrio.

Ella solo gemía sin control, su cuerpo estremeciéndose con cada nueva oleada de placer. Sus piernas comenzaban a temblar, tal como Jennie había prometido. "Jennie... sí... no pares, por favor...", jadeaba, sus uñas arañando la pared mientras intentaba contenerse.

Jennie estuvo así varios minutos, disfrutando de cada gemido, cada espasmo del cuerpo de Lisa. Pero de repente, se detuvo, causando que Lisa soltara un gemido de frustración. Antes de que pudiera protestar, Jennie la volvió a sorprender. Con firmeza, abrió de nuevo sus nalgas, dejando expuesto su ano. Sin perder tiempo, Jennie escupió directamente sobre él, viendo cómo el líquido se deslizaba lentamente antes de inclinarse para usar su lengua.

Lisa dejó escapar un grito sorprendido, su cuerpo tensándose momentáneamente antes de rendirse al placer. Jennie pasó su lengua con precisión, lamiendo y rodeando su entrada con movimientos lentos y metódicos. Su boca alternaba entre besos húmedos y suaves succiones, mientras Lisa no podía evitar moverse ligeramente hacia atrás, buscando más contacto.

Se mantuvo así unos minutos, disfrutando de cada segundo mientras Lisa gemía y respiraba agitadamente, completamente entregada. Cuando finalmente Jennie decidió parar, se puso de pie lentamente, acercándose a Lisa desde atrás. La envolvió en un abrazo firme, sus manos viajando por su abdomen hasta sus pechos, que aun estaban cálidos y firmes.

Dejó un beso en el hombro de Lisa antes de susurrar al oído, con una voz baja y cargada de deseo. "Deliciosa. Podría comerte todo el día, y no me cansaría jamás".

Lisa, todavía temblando, inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de Jennie mientras sus manos buscaban las de su amante, entrelazando sus dedos. "No tienes idea de lo increíble que me haces sentir...", murmuró, su voz débil, pero llena de emoción.

Jennie volvió a inclinarse hacia Lisa, dejando un rastro de besos húmedos y cálidos por su cuello, mientras sus manos firmes seguían sosteniendo su cuerpo. Entre beso y beso, Jennie murmuró con voz baja y ronca, cargada de lujuria.

"¿Lista?", la ayudó a voltearse para así estar frente a frente.

Apenas pudo responder, su respiración ya acelerada, su cuerpo vibrando con la anticipación. "Sí", susurró, su voz temblorosa, pero ansiosa, sus ojos cerrándose mientras se preparaba para lo que venía.

No perdió ni un segundo más. Levantó una de las piernas de Lisa, colocándola alrededor de su cintura para abrirla aún más. Con su otra mano, guio su polla erecta, alineándola con la entrada empapada de Lisa. Sin aviso, la hundió de golpe en su interior, llenándola por completo de una sola embestida.

"Joder", gimió Lisa, su cabeza cayendo hacia atrás contra la pared mientras un placer intenso la atravesaba.

Jennie dejó escapar un gruñido bajo, sus manos aferrándose con fuerza a la pierna y la cadera de Lisa para mantenerla en su lugar. "Eso es, linda... tan jodidamente apretada para mí", susurró, comenzando a moverse casi de inmediato.

Cada embestida era firme y profunda, haciendo que el cuerpo de Lisa se moviera ligeramente hacia arriba con cada impacto. La pared detrás de ella se convertía en un punto de apoyo, el frío de la superficie contrastando con el calor ardiente que compartían. Jennie mantenía un ritmo constante, asegurándose de que cada vez que entraba, llegaba hasta lo más profundo, arrancándole gemidos incontrolables a Lisa.

"Te sientes increíble, Lisa... tan mojada, tan lista para mí", jadeó Jennie, sus labios volviendo a atacar el cuello de Lisa, succionando y mordiendo suavemente mientras sus caderas seguían moviéndose con precisión.

Ella estaba completamente perdida en el momento, sus manos buscando apoyo en los hombros de Jennie, aferrándose a ella mientras su cuerpo respondía a cada embestida con una mezcla de placer y necesidad. "Jennie... sí, más... por favor", suplicó entre gemidos, sus uñas dejando leves marcas en la piel de Jennie.

Jennie sonrió contra su cuello, aumentando ligeramente el ritmo, sus embestidas ahora más rápidas y potentes. "Te encanta, ¿verdad?", murmuró con voz ronca. "Te encanta que te folle así, pegada a la pared, como si fueras mía".

Solo pudo responder con un gemido fuerte, su cuerpo temblando mientras sentía que cada embestida la llevaba más cerca del clímax. Jennie lo notó, y con una mano, comenzó a frotar el clítoris de Lisa con movimientos rápidos y circulares, intensificando aún más las sensaciones.

Por la forma en que sus piernas temblaban y cómo Jennie seguía llenándola sin descanso, Lisa sabía que su cuerpo entero estaba al borde del colapso, pero en el mejor sentido. Cada embestida era un recordatorio de que su coño era el eje absoluto de la atención de Jennie. No había un rincón que no estuviera siendo explorado, ni una parte que quedara sin satisfacer. Y lo mejor de todo: Jennie no se olvidaba de su clítoris. Sus dedos hábiles seguían frotándolo con un ritmo perfecto, complementando las embestidas profundas que la hacían gritar de placer.

"Jennie... sí... sí...", jadeaba Lisa entre gemidos, su voz quebrada por la intensidad de lo que estaba sintiendo. Estaba tan mojada que el sonido de sus cuerpos chocando llenaba la habitación, una sinfonía de placer que solo las encendía más.

Sonrió contra el cuello de Lisa, dejando un mordisco suave antes de susurrarle con voz ronca: "Te encanta, ¿verdad? Cómo te follo tan profundo... cómo me aseguro de que cada parte de ti reciba lo que merece".

Apenas podía responder. Su cuerpo hablaba por ella, apretándose alrededor de la polla de Jennie cada vez que esta la empujaba hasta el fondo. La punta rozaba ese punto sensible dentro de ella que la hacía ver las estrellas, arrancándole gritos incontrolables.

"Joder, Jennie... ¡Me vas a volver loca!", exclamó Lisa, sus uñas clavándose en los hombros de su amante mientras su cuerpo temblaba sin control. Era absurdo lo increíble que se sentía. Cada vez que pensaba que había alcanzado su límite, Jennie la llevaba un paso más allá, haciéndola descubrir nuevas alturas de placer.

Jennie, por su parte, estaba en su elemento. Su respiración era pesada, sus ojos fijos en Lisa, deleitándose con cada expresión de éxtasis que cruzaba su rostro. "Eso es, amor. Aprieta más fuerte... quiero sentir cada centímetro de ti".

Ella obedecía sin siquiera intentarlo, sus paredes se cerraban alrededor de Jennie con cada movimiento, aumentando la fricción y llevándolas a ambas al borde. Jennie sabía exactamente cómo manejarla, alternando entre embestidas lentas y profundas que la dejaban sin aliento, y ráfagas rápidas y contundentes que la hacían gritar.

"Dios, Lisa... eres tan jodidamente perfecta", gruñó Jennie, sus manos aferrándose con fuerza a las caderas de Lisa, ayudándola a moverse mientras mantenía su cuerpo pegado a la pared. "Cada vez que estoy dentro de ti, siento que no quiero salir nunca".

Lisa soltó un fuerte gemido, y sus piernas comenzaron a temblar incontrolablemente. "Jennie", jadeó, su voz llena de agotamiento y placer mezclados. "Mis piernas... no las aguanto".

Inmediatamente mostró su lado más comprensivo. Inclinándose hacia adelante, dejó un beso suave en el hombro sudado de Lisa, sus labios cálidos brindándole un momento de consuelo. "Está bien, amor", susurró con ternura, pero su mirada seguía encendida por el deseo. Con cuidado, Jennie sostuvo firmemente la cintura de Lisa y la ayudó a alejarse de la pared.

La guio de vuelta a la cama, asegurándose de que Lisa pudiera recostarse por un momento para recuperar fuerzas. Pero Jennie tenía otros planes. Una vez que Lisa se acomodó, Jennie la posicionó en cuatro patas, dejando que su cuerpo descansara sobre la suave superficie del colchón mientras alzaba su trasero en el aire. "Así, preciosa. Relájate un poco, pero no pienses que hemos terminado", dijo con una sonrisa traviesa.

Lisa apenas tuvo tiempo de asentir antes de que Jennie se colocara detrás de ella. Jennie agarró su polla, ahora endurecida nuevamente y lista para seguir, y sin previo aviso, la hundió profundamente en el coño de Lisa con una sola y poderosa embestida.

"Ahhh, Jennie...", gritó Lisa, su espalda arqueándose instintivamente mientras sus manos se aferraban a las sábanas. Su culo se alzó aún más, ofreciendo todo lo que Jennie quería.

La castaña no pudo evitar gemir ante la vista y la sensación. Colocó una mano firmemente en el cabello de Lisa, enredando sus dedos mientras tiraba suavemente, haciendo que Lisa levantara la cabeza. Con la otra mano, agarró con fuerza una de sus nalgas, dándole un firme apretón.

"Toca tu clítoris, linda", ordenó Jennie con voz grave, su tono dejando claro que no aceptaría un no como respuesta.

Con los ojos cerrados y el cuerpo estremeciéndose por el placer, llevó una de sus manos hacia abajo, buscando su clítoris. Comenzó a frotarlo con movimientos rápidos y circulares, siguiendo el ritmo de las embestidas de Jennie, que ahora habían reanudado con una intensidad renovada.

Movía sus caderas con fuerza, cada embestida llegando al fondo de Lisa, arrancándole gemidos más fuertes y profundos. Los sonidos húmedos de su unión llenaban la habitación, mezclándose con los jadeos y gemidos de ambas. Jennie no podía apartar la vista de Lisa, de la forma en que su cuerpo temblaba bajo ella, completamente entregada.

"Eso es... buena chica", gruñó Jennie, tirando un poco más del cabello de Lisa mientras sus embestidas se volvían más rápidas, más intensas. "Mírate... tan hermosa, tan obediente para mí. Me vuelves loca, Lisa. No puedo tener suficiente de ti".

Gemía sin control, sus dedos trabajando frenéticamente en su clítoris mientras su cuerpo se movía al ritmo de las embestidas. Cada golpe profundo la llevaba más cerca del borde una vez más, sus piernas temblando a pesar de estar apoyada en la cama. "Jennie... estoy... estoy tan cerca otra vez...", jadeó, su voz llena de desesperación y deseo.

Sonrió, inclinándose un poco más hacia adelante, sus labios rozando la piel de la espalda de Lisa mientras sus movimientos no mostraban signos de detenerse. "Entonces déjate llevar, amor. Quiero que te vengas para mí una vez más. Quiero sentir cómo me aprietas hasta que no puedas más".

Las palabras de Jennie fueron el empujón final. Con un grito ahogado, Lisa se dejó llevar por un tercer orgasmo devastador, su cuerpo temblando violentamente mientras sus paredes se contraían con fuerza alrededor de Jennie, intensificando el placer para ambas.

Fueron dos minutos intensos, donde el ritmo de la mayor se volvió cada vez más errático, sus embestidas más profundas y desesperadas. Lisa, todavía estremeciéndose por el clímax que acababa de experimentar, podía sentir cómo Jennie se acercaba a su propio límite. Los jadeos de Jennie se hacían más profundos, más guturales, y sus manos se aferraban con fuerza a las caderas de Lisa, como si temiera perderse en el torbellino de placer.

"Lisa... joder, Lisa... no puedo más", gruñó Jennie entre jadeos, inclinándose sobre su espalda mientras continuaba empujando con todo lo que le quedaba. Sus labios encontraron la piel sudada de Lisa, dejando besos desesperados y suaves mordiscos que parecían marcar su territorio. Cada embestida resonaba con un sonido húmedo y erótico, cada vez más rápido y potente.

Lisa giró ligeramente la cabeza, susurrando entre jadeos: "Hazlo, Jennie... lléname otra vez. Quiero sentirte dentro de mí, toda tuya".

Esas palabras fueron el detonante final. Jennie soltó un gemido fuerte y prolongado, su cuerpo tensándose completamente mientras alcanzaba su clímax. Hundió su polla hasta el fondo, llenando por completo a Lisa con una última y poderosa embestida. Entonces, con una serie de jadeos roncos, comenzó a descargar su semen caliente en su interior, cada pulsación trayendo un gemido más profundo de sus labios.

Se mantuvo allí, todavía temblando, mientras continuaba liberándose, su pecho presionado contra la espalda de Lisa. Sus manos, que antes se aferraban con fuerza a sus caderas, ahora recorrían suavemente su cuerpo, como si intentara calmar la intensidad del momento.

"Dios, Lisa...", murmuró Jennie entre jadeos, su voz ronca, pero llena de satisfacción. "No tienes idea de lo increíble que se siente estar dentro de ti... llenarte completamente".

Lisa, todavía respirando con dificultad, dejó escapar un suave gemido, su cuerpo relajándose lentamente bajo el peso de Jennie. Podía sentir el calor del semen de Jennie llenándola, una sensación que la hacía sentir más unida a ella que nunca.

Jennie permaneció así por unos momentos, su rostro descansando contra la espalda de Lisa mientras ambas intentaban recuperar el aliento. Finalmente, Jennie se movió ligeramente, dejando un suave beso en la nuca de Lisa antes de murmurar con una sonrisa: "Eres jodidamente adictiva, linda.

Acostadas así duraron un rato, sintiendo cómo sus cuerpos se entrelazaban en un abrazo cálido y lleno de complicidad. El cuarto permanecía en silencio, roto solo por la respiración pausada de ambas. Jennie, atenta al bienestar de su compañera, se levantó con delicadeza, dejando un suave beso en su frente antes de ir a buscar una toalla húmeda. Al volver, limpió con ternura las pequeñas trazas de semen que aún se desprendían del cuerpo de su amiga, cuidando de cada detalle y sin dejar de mirarla con una mezcla de cariño y satisfacción.

Luego, sin necesidad de palabras, tomaron camino al baño. Jennie abrió la llave del agua caliente, permitiendo que el vapor comenzara a llenar el ambiente y envolviera la escena en una nube acogedora. Bajo el chorro tibio, Jennie la ayudó a bañarse, pasando sus manos suavemente por su espalda y hombros, lavando cada rincón con esmero y cuidado. La risa compartida emergió espontáneamente cuando el agua salpicaba en direcciones inesperadas, trayendo consigo un sentimiento de ligereza.

Ya limpias y relajadas, se secaron con lentitud, disfrutando de la intimidad de los gestos compartidos. Jennie le alcanzó uno de sus boxers, cuyo algodón fresco ofrecía una sensación de comodidad inmediata, y una camiseta holgada que abrazaba su figura de manera desenfadada. La prenda olía a Jennie, un perfume suave y familiar que proporcionaba una sensación de seguridad.

Regresaron a la cama y se tumbaron juntas, compartiendo el espacio como si fuera su refugio más preciado. Jennie pasó un brazo alrededor de ella y la atrajo más cerca, mientras sus piernas se entrelazaban naturalmente. Permanecieron así, acurrucadas, sintiendo el latir de sus corazones acompasados. Una sonrisa se dibujó en sus labios al cerrar los ojos, envueltas en la calidez del momento y en la certeza de que la felicidad compartida, aunque efímera, era genuina y las unía en un lazo invisible.

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