✧𝘋𝘰 '𝘣𝘰𝘶𝘵 𝘢𝘯𝘺𝘵𝘩𝘪𝘯𝘨 𝘵𝘰 𝘱𝘭𝘦𝘢𝘴𝘦 𝘺𝘢
Advertencia: Si no sientes comodidad con contenido explícito de naturaleza sexual, con lenguaje fuerte y temática homosexual, te invito cordialmente a omitirlo y no prestarle atención. No es necesario perjudicar el esfuerzo de quien escribe, adapta o traduce con reportes que le puedan eliminar la cuenta. Ten en cuenta que esto es pura ficción y su objetivo es proporcionar entretenimiento.
★Contenido +18★
★Lenguaje explicito★
★Lisa G!P★
★Lactofilia★
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Es difícil para cualquier mujer tener una vida creciendo en su panza, esa conexión única que se forma con el bebé mientras cuenta los días para conocerlo. La espera de nueve meses no solo trae consigo la impaciencia por ver al pequeño rostro que transformará su vida, sino también la carga de los síntomas, los cambios de humor, las noches de insomnio y la constante montaña rusa emocional.
Afortunadamente, Jennie no estaba sola en esa travesía. Su novia no solo era su compañera, sino también una fanática declarada del embarazo que ambas llevaban. Desde que la prueba de embarazo marcó positivo, el entusiasmo de su pareja se desbordó. Era el tipo de obsesión que rozaba lo gracioso y lo encantador a partes iguales.
No importaba lo pequeña que fuera la tarea, su novia no quería dejarla sola. Ir al supermercado por leche o una escapada rápida para comprar pañales anticipados se convertía en un evento estresante para ella. "¿Y si te sientes mal? ¿Y si algo pasa mientras no estoy? ¿Y si el bebé decide que es hora ahora mismo?" eran preguntas que le repetía con un tono de pánico dulce.
Su nivel de preocupación rozaba lo extremo. Apenas podía apartar las manos de la barriga de Jennie, como si cada caricia fuera un saludo al bebé que aún estaba en camino. Pasaba horas leyéndole en voz alta sobre cuentos infantiles, investigando sobre técnicas de parto humanizado, y obsesionándose con las mejores posiciones para que Jennie durmiera cómodamente.
Eso, por una parte, porque, por la otra, Lisa había desarrollado una obsesión casi malsana con el cuerpo de su novia embarazada, especialmente con la idea de tenerla en sus brazos cada vez que se lo permitía. Desde antes del embarazo, Lisa ya era intensamente apasionada, siempre buscando una excusa para acercarse, tocarla, besarla y disfrutarla. Pero ahora, con Jennie en su quinto mes de gestación, su deseo parecía haberse intensificado de maneras insospechadas.
Cada curva acentuada, cada cambio en el cuerpo de Jennie era para Lisa una razón más para adorarlo. Sus manos eran incansables, recorriendo desde los pies hinchados de su novia, a los que dedicaba largos masajes llenos de ternura, hasta la redondez de su vientre, que acariciaba con una mezcla de reverencia y deseo. Jennie, aunque a veces se sentía exhausta, no podía negar que disfrutaba la atención. Los masajes en los pies, en especial, eran un alivio que esperaba cada noche con ansias.
El sexo entre ellas se había vuelto más intenso, pero también más cargado de sensualidad y cuidado. Lisa se aseguraba de que cada momento íntimo fuera cómodo y seguro para Jennie, explorando con delicadeza y adaptándose a las nuevas necesidades de su cuerpo. Había una mezcla de deseo primario y ternura genuina en cada toque, en cada beso. Lisa adoraba verla, sentirla, disfrutar de esa conexión única que el embarazo parecía amplificar.
Pero si había algo que verdaderamente volvía loca a Lisa, eran los pechos de Jennie. Desde que comenzaron a crecer con el embarazo, Lisa no podía apartar la mirada ni las manos de ellos. Eran más redondos, más llenos, más sensibles, y para Lisa, simplemente irresistibles. La fascinación alcanzó un nuevo nivel cuando Jennie comenzó a lactar. Lisa estaba fascinada por ese cambio natural, maravillada y, al mismo tiempo, excitada por el poder y la transformación que estaba ocurriendo en su novia.
Jennie suspiraba, mitad exasperada, mitad rendida ante la intensidad de Lisa. Era imposible negar que el embarazo había traído consigo un fuego nuevo en su relación, uno que Lisa estaba más que dispuesta a mantener ardiendo a cada momento.
Era una cosa que la ponía caliente y la agotaba al mismo tiempo. Jennie no podía negar que la intensidad de Lisa, tanto en lo físico como en lo emocional, a veces la dejaba exhausta. Pero, al mismo tiempo, siempre había algo reconfortante en saber que todo ese amor y deseo estaban acompañados de una devoción inquebrantable. Lisa no solo la hacía sentir deseada, sino también profundamente cuidada.
Cada capricho de Jennie, por más extravagante o inusual que fuera, era recibido con una sonrisa y un "ya vuelvo" antes de que Lisa desapareciera por la puerta. No había hora, clima ni distancia que la detuvieran. ¿Una hamburguesa del In-N-Out a las tres de la mañana? Lisa estaba en su coche antes de que Jennie terminara la frase. ¿Una tormenta de nieve mientras su novia soñaba con donas recién hechas y chocolate caliente? Lisa se abría camino entre el viento helado, pensando solo en la sonrisa de Jennie cuando volviera con el paquete calentito.
"Sabes que me tienes envuelta en tus dedos, ¿verdad?" decía Lisa mientras buscaba las llaves del auto, arrancando carcajadas de Jennie. Pero en el fondo, adoraba esos momentos. Para Lisa, no había mayor placer que hacer feliz a su novia, especialmente ahora que estaba llevando en su vientre a lo que sería la mayor prueba de su amor.
Jennie siempre agradecía esos gestos. Aunque a veces la costumbre la hacía olvidar lo especiales que eran, nunca dejaba de darle un beso o un abrazo a Lisa cuando regresaba, con el cabello revuelto por el viento o los dedos congelados por el frío, pero con una sonrisa triunfal y las manos llenas del botín que Jennie había deseado.
Eran esos pequeños momentos los que mantenían encendida la chispa entre ellas. Lisa podía ser obsesiva, intensa y hasta un poco agotadora, pero Jennie sabía que esa misma pasión era la que hacía que cada día a su lado se sintiera único y lleno de amor.
De nuevo, el clima no estaba de su lado. Una pequeña ventisca azotaba afuera, pero eso no impidió que Jennie, con su mirada inocente y sus antojos impredecibles, pidiera brownies y dumplings como si fueran esenciales para su existencia en ese momento. Lisa, sin dudarlo ni un segundo, se enfundó en su abrigo y salió a la intemperie. No iba a permitir que su novia, mucho menos en su estado, se enfrentara al frío cortante por un capricho. Esa era su misión.
Cuando regresó, cargando una bolsa que contenía los dulces y salados tesoros que Jennie había solicitado, se deshizo rápidamente del abrigo. Su cabello estaba alborotado por el viento, y sus mejillas, enrojecidas por el frío, le daban un aire de heroína que acababa de cumplir una importante hazaña. "Espero que sean los mejores dumplings de tu vida", comentó mientras se ponía ropa más cómoda y encendía la tetera para prepararse un té bien caliente.
Como de costumbre, no tardó mucho en sentarse frente a Jennie, acomodándose en el sillón individual que estaba frente al sofá donde su novia estaba cómodamente instalada. Con una taza humeante en las manos, se cruzó de piernas y tomó un sorbo mientras Jennie abría el empaque de los dumplings, lanzándole una sonrisa agradecida que derretiría cualquier corazón.
"Gracias por esto, amor", dijo Jennie con la voz llena de satisfacción mientras mordía uno de los dumplings rellenos de carne. Lisa la miró con una sonrisa suave, sosteniendo su taza con ambas manos.
"No hay de qué, hermosa", respondió, inclinándose un poco hacia adelante como si estuviera esperando el siguiente comentario de Jennie.
Fue entonces cuando la pregunta salió de su boca, inesperada y aparentemente insignificante, pero con ese tono característico que mezclaba curiosidad y coquetería.
"¿Te han cobrado la salsa de soya aparte?"
Lisa dejó escapar una risa ligera, relajada, mientras volvía a recostarse en el sillón. "Por suerte, no. Pero te juro que, si lo hubieran hecho, habría pagado con gusto. Todo sea por ti y tus antojos".
Jennie rodó los ojos con una sonrisa en los labios, tomando otro dumplings mientras su mirada seguía fija en Lisa. "Eres un caso perdido, ¿lo sabes?"
Lisa le devolvió la mirada, esa llena de devoción y ternura que la caracterizaba. "Lo sé, pero soy tu caso perdido. Ahora, come tranquila. En cuanto termines, me toca consentirte un poco más con ese masaje en los pies que tanto te gusta".
Jennie suspiró, mitad enamorada, mitad rendida. "No sé qué haría sin ti".
Lisa sonrió de lado, tomando un último sorbo de su té. "Por suerte, no tendrás que descubrirlo".
Lisa continuó con su té, observando a Jennie con una mezcla de ternura y paciencia mientras su novia disfrutaba de los dumplings. No había prisa, y Lisa sabía que la mejor manera de cuidar de Jennie era dejarla disfrutar a su propio ritmo. Esperó en silencio a que diera el último bocado, notando cómo Jennie se limpiaba la boca con una servilleta. En cuanto vio que terminaba, dejó su taza a un lado y se puso de pie sin dudar.
Rápidamente recogió los restos: las servilletas arrugadas, el empaque vacío de los dumplings y el envase del brownie que ya no contenía más que migas. Incluso se llevó el vaso de la bebida que Jennie había terminado. Lisa se movía con esa eficiencia tranquila que Jennie adoraba, asegurándose de que todo estuviera limpio antes de proceder con lo que realmente importaba: consentirla.
Después de tirar la basura, Lisa se dirigió a la habitación, abriendo el cajón de la mesita de noche donde guardaba un pequeño frasco de aceite de lavanda que había comprado específicamente para estos momentos. Era parte de su rutina: un aroma relajante, un toque cálido y las manos firmes de Lisa trabajando en los pies de Jennie para aliviar cualquier molestia.
Cuando regresó al salón, Lisa movió el mueble individual hasta que quedó frente al sofá donde Jennie estaba sentada, acomodándose para quedar lo más cerca posible. Con cuidado, ayudó a Jennie a extender las piernas, asegurándose de que estuviera cómoda antes de colocarlas sobre sus muslos. Las manos de Lisa recorrieron con suavidad las pantorrillas de Jennie, guiándolas a la posición perfecta.
Abrió el frasco de aceite y vertió un poco sobre sus manos primero, frotándolas ligeramente para calentar el líquido antes de aplicarlo. Luego, dejó caer unas gotas directamente sobre los pies desnudos de Jennie, que se movieron ligeramente por la sensación fresca inicial antes de relajarse completamente bajo el toque cálido de Lisa.
"¿Cómo te sientes, amor?" preguntó Lisa, con una sonrisa suave, mientras sus manos comenzaban a trabajar con delicadeza en la planta de los pies, aplicando la presión justa para aliviar cualquier tensión acumulada.
"Como si estuviera en un spa de lujo", respondió Jennie con una risa ligera, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras se acomodaba aún más en el sofá.
Lisa sonrió, complacida con la respuesta. "Bueno, mereces eso y más". Sus manos se movieron con experiencia, masajeando cada dedo, cada arco, prestando especial atención a los puntos donde sabía que Jennie siempre sentía un poco más de molestia.
El aroma de la lavanda llenó la habitación, mezclándose con el suave murmullo de la respiración de Jennie, que poco a poco se hacía más tranquila. Lisa, como siempre, no solo cuidaba de su cuerpo, sino también de su mente, asegurándose de que, al menos por un momento, Jennie olvidara el peso del embarazo y simplemente disfrutara de estar en sus manos.
Poco a poco, Jennie fue dejándose llevar por la calidez de las manos de Lisa y el relajante aroma a lavanda que impregnaba el ambiente. Sus pies, mimados y cuidados, ya no sentían la presión del día; en su lugar, una agradable sensación de calma recorría todo su cuerpo. Lisa, mientras seguía con el masaje, no podía evitar inclinarse de vez en cuando para besar con ternura la redondez de su vientre, donde crecía el pequeño fruto de su amor. Cada beso era como una declaración silenciosa de cariño y devoción, y Jennie respondía con suspiros suaves, dejando escapar esa felicidad que sentía al ser tan bien cuidada.
El tiempo transcurría sin que ninguna de las dos lo notara demasiado. Jennie se había recostado aún más en el sofá, con los ojos cerrados, disfrutando de ese momento que parecía diseñado solo para ella. No estaba dormida, pero su cuerpo y mente estaban en un estado de relajación absoluta. Lisa, mientras tanto, seguía admirando a su novia, trazando con la mirada cada curva, cada detalle que la hacía tan hermosa.
Después de unos cuarenta minutos, Lisa sintió que era momento de llevar la conexión entre ambas a un nivel más íntimo. Sus manos, hasta entonces concentradas en los pies y las pantorrillas, comenzaron a deslizarse lentamente hacia arriba, recorriendo los muslos con una presión ligera pero intencionada. Jennie no abrió los ojos, pero su respiración se hizo un poco más profunda, como si ya supiera lo que venía.
Lisa sonrió, sus manos alcanzaron el borde del vestido ligero que Jennie llevaba puesto, subiéndolo un poco hasta que quedó justo en la parte alta de sus muslos. Con movimientos lentos, casi ceremoniales, Lisa deslizó sus dedos hacia la cintura de las bragas de Jennie, tomándolas con delicadeza y tirando de ellas hacia abajo, dejando que el roce fuera suave, apenas perceptible.
Jennie no dijo nada, pero sus labios se curvaron en una leve sonrisa, y un suspiro más profundo escapó de su boca. Lisa, al ver esa reacción, dejó caer las bragas a un lado en el sofá, como si no tuvieran más importancia, y regresó su atención a Jennie.
"¿Estás cómoda, mi amor?" murmuró Lisa con un tono bajo y suave, mientras sus manos acariciaban los muslos desnudos de Jennie, trazando círculos lentos y relajantes que enviaban pequeñas oleadas de placer por su cuerpo.
Jennie abrió los ojos un momento, sus pupilas brillando con una mezcla de relajación y anticipación. "Contigo siempre lo estoy", respondió con un tono que era mitad susurro, mitad invitación, antes de volver a cerrar los ojos, entregándose por completo a lo que Lisa quisiera ofrecerle.
Lo que había comenzado como un simple masaje, una expresión de amor y cuidado se transformó ahora en un momento de deseo compartido. La respuesta silenciosa de Jennie, sus suspiros, su cuerpo relajado, pero a la vez lleno de una tensión que Lisa percibía con claridad, le indicó que era el momento perfecto para llevar las cosas más allá.
Lisa se levantó con delicadeza, manteniendo el contacto visual con Jennie, que permanecía tranquila, casi expectante. Sin decir palabra, Lisa tomó el borde del vestido de Jennie, sus dedos deslizándose con suavidad sobre la tela. Con una sonrisa en los labios, comenzó a levantarlo lentamente, asegurándose de que Jennie estuviera completamente cómoda mientras lo hacía. El movimiento era fluido, casi como una danza, y el vestido, como una segunda piel, se fue deslizando por el cuerpo de Jennie, dejándola solo con la ropa interior.
El aire fresco de la habitación acarició la piel de Jennie cuando el vestido fue finalmente retirado, dejándola vestida solo con su ropa íntima. Lisa observó, admirando cada curva, cada detalle de la mujer que amaba. Pero sabía que aún había algo más que hacer. Mientras Jennie mantenía los ojos cerrados, confiando plenamente en ella, Lisa se inclinó un poco, con los dedos rozando el encaje del brasier.
Con habilidad, lo desabrochó sin esfuerzo, deslizándolo hacia abajo y dejándolo caer al suelo, liberando completamente la parte superior del cuerpo de Jennie. El momento era íntimo, lleno de deseo, pero también de una profunda conexión emocional. Jennie suspiró suavemente al sentir el aire sobre su piel desnuda, abriendo los ojos para mirar a Lisa con esa mirada cargada de complicidad.
"Te ves increíble", susurró Lisa, admirando no solo la belleza física de Jennie, sino también la confianza con la que se entregaba a ella.
Jennie sonrió, una sonrisa que transmitía tanto deseo como cariño. "Todo esto es gracias a ti", respondió en voz baja, mientras sus manos buscaban tocar a Lisa, acariciando su piel de forma delicada, pero con la certeza de lo que ambas querían.
Lisa volvió a sonreír, sin prisa, disfrutando del momento, mientras sus manos comenzaban a explorar con ternura los contornos del cuerpo de Jennie, sabiendo que este era solo el principio de lo que las unía en ese instante tan especial.
Lisa, con una suavidad que rozaba lo reverente, comenzó a recorrer el cuerpo de Jennie con besos, cada uno impregnado de una ternura profunda y un deseo palpable. Ningún rincón de su piel quedó sin ser tocado por sus labios, desde el cuello, donde comenzó con un beso suave, hasta el centro de su pecho, que ahora brillaba bajo la luz tenue de la habitación. Lisa se detuvo en cada lugar, dándole la atención que merecía, asegurándose de que Jennie nunca dudara de lo deseada que era, de lo perfecta que la encontraba en ese estado tan especial.
Jennie, a pesar de la suavidad de los besos, podía sentir el fuego de Lisa en cada toque, y su cuerpo respondía sin pensarlo. Lisa nunca permitía que Jennie se sintiera insegura, especialmente ahora que estaba llevando la vida de su hija dentro de sí. A pesar de los cambios, a pesar de los antojos y las pequeñas molestias que el embarazo le traía, Lisa veía solo belleza en ella. Veía el resplandor de una mujer que estaba creando algo increíble, y cada beso que dejaba sobre su piel era una declaración de amor incondicional y adoración por su cuerpo.
"Estás increíble", susurraba Lisa entre un beso y otro, como si necesitara asegurarse de que Jennie lo escuchara una y otra vez. Cada palabra era una caricia adicional, un recordatorio de que todo lo que Lisa veía en ella solo la hacía más hermosa, más deseada.
Lisa no se detuvo. Fue subiendo lentamente por su torso, dando besos suaves y apasionados, alternando entre los senos de Jennie, que se habían vuelto más llenos, más sensibles debido al embarazo. Cada vez que sus labios rozaban la piel de Jennie, podía sentir la suavidad y el calor que emanaba de ella, y eso solo la volvía más loca. Jennie, sintiéndose completamente amada, cerraba los ojos y se dejaba llevar por el momento, respirando con suavidad, sintiendo la entrega mutua.
"Me vuelves loca", dijo Lisa, de forma casi inaudible, como si sus palabras fueran parte de los besos que recorrían el contorno de su cuerpo. "Eres tan perfecta para mí". Cada vez que sus labios tocaban la piel de Jennie, era una promesa silenciosa de devoción y de adoración absoluta.
Jennie, sintiéndose más segura que nunca, abrazó el momento, dejando que Lisa la guiara por este viaje de deseo y cariño. No importaba lo que el mundo pensara de su cuerpo de embarazada; para Lisa, cada centímetro de él era divino, cada cambio solo la hacía más hermosa, más fuerte, más suya. Y lo sabía. Cada beso que Lisa le daba era una reafirmación de ello.
Lo que había comenzado con la delicadeza de los besos se estaba transformando en un intercambio de deseos mutuos, donde el amor, la conexión y la pasión fluían con total naturalidad. Lisa, sabiendo que Jennie estaba completamente relajada y disfrutando de su atención, sintió la necesidad de ir más allá. Con un suave movimiento, levantó las manos para quitarse el pantalón de pijama, deshaciéndose de él con un gesto fluido, sin dejar de mirar a Jennie. Luego, sin ninguna prisa, pero con una clara intención, dejó caer su bóxer al suelo, dejándose ver por completo. Ya su miembro estaba duro como roca de tan solo ver a Jennie con los pechos al aire, era prueba de qué tan loca estaba por ella.
El roce de su piel contra la de Jennie estaba cargado de una energía que ambas podían sentir, una tensión palpable que solo aumentaba con cada momento. Lisa se quitó finalmente la camiseta, dejando su torso desnudo, y al ver a Jennie de nuevo, sus ojos brillaron con un destello de deseo y complicidad.
Jennie, recostada y con la respiración un poco más profunda, observó con admiración a Lisa, quien ahora estaba frente a ella, completamente desnuda. No hubo vergüenza ni incomodidad; solo una aceptación mutua de lo que compartían. Con una sonrisa suave, Lisa se acercó nuevamente a la boca de Jennie y le dio un beso tierno pero lleno de pasión. Fue un beso suave, casi etéreo, como si estuviera saboreando el momento, la piel de Jennie, y todo lo que compartían.
Jennie, que había estado sintiendo cada beso, cada caricia, se entregó al beso con la misma intensidad. Sus manos, temblorosas de anticipación, recorrieron el torso de Lisa, sintiendo cada curva, cada contorno que la hacía aún más hermosa para ella. El beso se fue volviendo más profundo, más urgente, pero sin perder nunca esa delicadeza que las unía en ese instante.
Cuando sus bocas se separaron, Jennie la miró a los ojos, y Lisa vio en su mirada una mezcla de deseo y de cariño, como si ambas pudieran leer las emociones de la otra sin palabras. "Te quiero tanto", murmuró Jennie, sus dedos trazando suavemente los contornos de los hombros de Lisa, admirando la forma de su cuerpo, su cercanía.
"Y yo a ti", respondió Lisa, con una sonrisa cargada de amor y pasión. Volvió a inclinarse, esta vez no para besarlo suavemente, sino para explorar los labios de Jennie con una fuerza más profunda, como si quisiera dejarle claro todo lo que sentía, todo lo que había estado guardando para este momento.
Con cada beso y caricia, Lisa se entregaba completamente a la sensación de Jennie bajo su toque. Sus manos recorrían los contornos de sus pechos, sintiendo cómo respondían a su estimulación, cómo se volvía más sensible con cada caricia, y cómo Jennie, en su estado, estaba completamente receptiva a todo lo que Lisa le ofrecía.
Jennie, perdida en la atención que recibía, cerró los ojos, sus respiraciones más profundas y pesadas mientras Lisa continuaba explorando con suavidad. Cada toque, cada beso, era una declaración de lo mucho que Lisa deseaba su cuerpo y todo lo que representaba. El deseo de Lisa no solo era físico; era una necesidad de amor, de unión, de pertenencia.
Después de varios minutos, en los que el tiempo parecía desdibujarse en una espiral de sensaciones compartidas, Lisa comenzó a mover su mano suavemente, bajándola hasta su coño, el cual ya estaba completamente empapado. Era una de las zonas que más la fascinaba, y la tocó con el mismo cuidado, pero también con un cariño profundo. Su mano acarició suavemente sus pliegues, disfrutando la humedad de la piel y de lo caliente que estaba allí. Buscaba prepararla, metiendo sus dedos.
Con una mano en su coño y la otra aún acariciando su pecho, Lisa siguió besando su piel, cada beso siendo una promesa silenciosa de devoción y amor eterno.
Lisa, sintiendo que Jennie estaba completamente entregada y dispuesta, se movió con delicadeza, acercándose más a ella lentamente, siempre buscando su comodidad, asegurándose de que cada movimiento fuera compartido, sin apresurarse, sin forzar nada.
Tomó en sus manos su polla, sin prisa, enterrándola con suavidad, pero con una evidente necesidad de estar más conectada con, de sentir el calor de su cuerpo, de fundirse con ella. A pesar de la pasión que se desbordaba, Lisa mantenía su toque cariñoso, cada roce, cada beso siendo parte importante de ese momento.
Los centímetros de su pene estaban cada vez más arropados por las calientes y húmedas paredes de ese apretado coño que tanto amaba. Era cuidadosa de no enterrarse de golpe, para nada se atrevería a ser demasiado rápida y que su chica no disfrutara de la experiencia como ella lo hacía.
Pero había algo que nunca dejaba de sorprender a Lisa, algo que la volvía completamente loca: los pechos de Jennie. Los veía más grandes, más plenos, y lo que más la excitaba era que, debido a la lactancia, ya comenzaban a botar leche. Al principio, fue algo que la sorprendió, pero con el tiempo, esa pequeña muestra de la maternidad de Jennie, algo tan íntimo y natural, había prendido una llama de deseo dentro de Lisa. Ver cómo la leche comenzaba a manar, cómo los pezones se endurecían con la sensibilidad, la volvían loca de deseo.
Con una sonrisa traviesa y una mirada llena de deseo, Lisa bajó una mano para acariciar uno de los pechos de Jennie, presionando suavemente. La leche comenzó a salir, y Lisa no pudo evitar estremecerse ante la sensación. El gesto no era solo sexual, era una expresión de adoración por todo lo que Jennie representaba para ella. La maternidad, la vulnerabilidad, y la fortaleza, todo en una sola persona, se reflejaba en esos pechos que le provocaban una mezcla de fascinación y lujuria.
En los momentos en que Jennie estaba más relajada, cuando sus pechos comenzaban a llenar de leche, Lisa aprovechaba esos momentos para beber la leche directamente de sus pechos. No solo lo hacía por el deseo de experimentar lo sensual de ordeñarle las tetas, sino también porque, según Lisa, no quería que se desperdiciara nada.
Lisa veía la lactancia de Jennie como un acto tan íntimo, tan profundamente personal, que la excitaba en un nivel mucho más profundo de lo que imaginaba. Cuando la leche comenzaba a fluir de sus pechos, Lisa no lo veía como algo vergonzoso ni fuera de lugar; para ella, era una parte más de la conexión que compartían, un regalo natural que Jennie le ofrecía sin reservas. Y a pesar de que la leche podía ser un recordatorio de las dificultades físicas del embarazo, Lisa lo tomaba como una oportunidad para estar aún más cerca de ella, para cuidar y beber cada gota.
"Es tan perfecta", pensaba Lisa mientras bebía la leche de los pechos de Jennie, absorbiendo cada gota con devoción, como si quisiera saborear y atesorar ese momento tan único. Lo hacía con una dulzura que Jennie apreciaba, no solo porque la satisfacía emocionalmente, sino porque le ahorraba el esfuerzo de tener que limpiarse constantemente, como ocurría con los goteos repentinos de leche. Jennie se sentía agradecida, pero también sorprendida por lo mucho que a Lisa le fascinaba este proceso natural. La leche fluía sin cesar en ocasiones, y aunque a veces podía ser un poco incómodo o embarazoso para ella, el hecho de que Lisa lo aceptara y lo encontrara tan sensual la hacía sentir especial, deseada y cuidada.
"Gracias por hacer esto", susurraba Jennie algunas veces mientras Lisa se alimentaba de ella, tocando sus pechos con una suavidad que no solo tenía que ver con la estimulación física, sino también con el respeto y el amor que sentía por su cuerpo, especialmente por el sacrificio que representaba para ella el embarazo.
Lisa respondía a sus palabras con una sonrisa llena de ternura, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y cariño. "No es un sacrificio, amor", decía mientras seguía bebiendo suavemente, "Es solo una forma más de quererte y cuidarte".
Después de haberle dado atención a sus pechos, Lisa, con una suavidad y ternura que parecía fluir de manera natural, empezó a martillarla de verdad, haciéndolo de verdad, como lo merecía.
Jennie tenía las piernas suficientemente abiertas para que Lisa pudiera follarla sin problema mientras le chupaba las tetas. Si miraba hacia su entrepierna con algo de dificultad, veía como ese coñito básicamente se tragaba su polla con cada embestida.
Aún fascinada por la sensación de tener a Jennie tan excitada y empalada en toda su verga, no podía evitar volver a esos pechos, a esa parte tan cargada de intimidad, donde la vida que compartían comenzaba a hacerse más tangible. Pero, a pesar de la fuerte atracción que sentía por esos senos llenos de leche, también sentía la necesidad de no solo tomarlos, sino de admirar a su novia en todo su ser, en cada expresión, en cada reacción.
Jennie, con la carita sonrojada y los ojos cerrados, no podía evitar gemir ligeramente mientras Lisa seguía su exploración, tocando y besando sus pechos con una suavidad que la hacía perderse en el momento.
Lisa observó su rostro, con una sonrisa suave, como si la viera por completo, sin dejar de explorar sus facciones, sin dejar de admirar lo hermosa que se veía, incluso con ese rubor en sus mejillas. Sus dedos recorrían con lentitud la línea suave de su mandíbula, trazando un camino de cariño y amor. Era como si quisiera memorizar cada rincón de su rostro, cada expresión que Jennie mostraba mientras respondía a sus caricias.
Pero poco después tuvo que volver a esos pechos, no los iba a abandonar así por así.
Hizo que Jennie abriera los ojos y le dio un beso antes de volver a sus senos.
"Eres tan jodidamente perfecta", gruñó Lisa, con deseo y pasión en su voz, y agarró las piernas de Jennie para sostenerla en cada embestida. El sonido de sus bolas golpeando sucio y descuidado añadió un ritmo salvaje y primario a su unión carnal.
Mientras sus dedos recorrían el contorno de su rostro, pasando por sus mejillas y acercándose a sus labios, Lisa no podía evitar sentirse abrumada por la belleza de Jennie, por cómo todo en ella parecía perfecto, incluso cuando parecía avergonzada por los momentos de vulnerabilidad que compartían. La forma en que Jennie reaccionaba, su rostro sonrojado, sus gemidos suaves, solo alimentaban el deseo de Lisa, quien sentía que todo lo que hacía era solo una extensión de su amor por ella.
"Te ves tan hermosa", susurró, como si esas palabras fueran las únicas que podían expresar lo que sentía en ese instante.
Se miraron, sus miradas se encontraron, sus ojos profundos y cálidos. La expresión de Jenny era pura, como si necesitara más, como si lo que pasó entre ellas fuera la esencia misma de su existencia. En ese momento, en medio del éxtasis compartido, Lisa simplemente susurró: "¿Te gusta?".
Jennie asintió. "Me follas tan bien, Lisa. Te puedo sentir tan bien", repetía Jennie, su voz cargada de una mezcla de vulnerabilidad y pasión. Para Lisa, esas palabras no eran solo un halago, eran una confirmación de que cada caricia, cada beso, cada momento dedicado a ella era completamente correspondido.
Jennie estaba completamente entregada, su cuerpo y su corazón sincronizados con los movimientos de Lisa, como si fueran verdaderamente almas gemelas, dos mitades de un todo que habían encontrado su lugar al unirse. La conexión entre ellas era tan palpable que casi parecía tangible, como si sus emociones, sus deseos, flotaran en el aire y las envolvieran en un capullo de amor y pasión.
El momento había llegado a su clímax, pero Lisa, siempre atenta y cuidadosa, no podía ignorar lo que ahora demandaba su atención. Jennie, con su respiración entrecortada y su cuerpo completamente entregado, observaba a Lisa con los ojos medio cerrados, todavía sonrojada, mientras sus pechos comenzaban a liberar leche con más intensidad que antes. Era algo que ambas sabían que no podían ignorar, y Lisa, con esa devoción que la caracterizaba, decidió que era hora de atenderla de la mejor manera posible.
Lisa se inclinó hacia los pechos de Jennie, tomándose su tiempo para besar suavemente cada uno antes de posicionarse cómodamente. "Vamos a resolver esto, amor", murmuró con una sonrisa juguetona, aunque había un evidente destello de deseo en sus ojos. Jennie soltó un suspiro al sentir los labios de Lisa en su piel, seguida de una ligera presión en uno de sus pezones mientras Lisa comenzaba a beber de ella con una mezcla de delicadeza y necesidad.
"Tan rico me llenas, qué rico se siente", decía Jennie, su voz entrecortada mientras sus manos recorrían los hombros de Lisa quien continuaba acariciando sus pechos con movimientos desesperados. Chupaba la leche de allí como si de verdad tuviese hambre. Un hambre exagerada.
Y en retrospectiva, por la forma que Jennie le apretaba la verga, parecía que ella también tenía hambre de su leche.
Cosa que no le valió mucho tiempo antes que Lisa murmurara y gimiera sin soltar esos pezones.
Por su parte Jennie, que hasta ese momento había contenido sus gemidos en un susurro suave, finalmente dejó que sus emociones y sensaciones se liberaran por completo. Su cuerpo ya no podía resistirse más, y los gemidos comenzaron a salir con una intensidad que llenaba la habitación, reflejando no solo el placer físico, sino también la conexión emocional tan profunda que compartía con Lisa.
Lisa, al escucharla, sintió una oleada de excitación recorrer su cuerpo. Nada le complacía más que saber que estaba llevando a Jennie a ese estado de abandono total, donde las barreras desaparecían y solo quedaba el puro goce de estar juntas.
Sus manos seguían explorando el cuerpo de Jennie, alternando entre acariciar sus muslos y su vientre abultado con adoración, mientras sus labios volvían a encontrar refugio en sus pechos, bebiendo suavemente de ella y provocando que los gemidos de Jennie se hicieran aún más fuertes.
"Eso es, amor, no te detengas. Déjate llevar", murmuró Lisa contra su piel, con su voz ronca y llena de deseo. Jennie arqueó ligeramente la espalda, entregándose completamente a las sensaciones que Lisa le provocaba.
"Me llenas tanto y se siente tan delicioso", dijo Jennie, con la voz torcida mientras recorría su cuerpo, acariciando sus senos por el costado con movimientos frenéticos, intensificando su placer. "Quiero llenarte, amor", gruñó Lisa, con voz baja y llena de esperanza.
"Sí, lo quiero muchísimo", respondió su novia, con palabras llenas de gemidos, extrañando por completo la sensación de ser empujada al límite. dicho y hecho. Con un empujón final, Lisa dejó escapar un fuerte gemido, su cuerpo tuvo espasmos mientras empujaba más profundo, llenándola por completo con su caliente semilla. El calor se extendió por el cuerpo de Jennie y una ola de placer la envolvió por completo.
Sus fluidos corporales se mezclaron, sus respiraciones se entrelazaron y el sudor cubrió sus cuerpos y brilló en la tenue luz de la sala. Había algo primitivo y salvaje en el aire, una conexión más allá de las palabras que sólo ellas dos podían entender.
Cuando todo llegó a su final, Lisa, todavía sintiendo los efectos del intenso momento compartido, se dejó caer suavemente hacia Jennie. Con cuidado, apoyó su cabeza en el cuello de su novia, pero sin dejar caer todo su peso sobre ella, siendo consciente de su comodidad. Su respiración era irregular, pesada, como si el aire apenas pudiera llenar sus pulmones después de tanto esfuerzo y emoción.
Jennie, por su parte, levantó una mano para acariciar el cabello de Lisa, dejando que sus dedos se entrelazaran con sus mechones húmedos por el sudor. Aún respirando con dificultad, sus labios se curvaron en una sonrisa suave, satisfecha, mientras sus ojos permanecían cerrados, disfrutando de la cercanía de Lisa y del calor que compartían en ese momento íntimo.
"Estás agotada", susurró Jennie, con una risa ligera y tierna. "Aunque no lo parezca, creo que yo salí mejor parada esta vez".
Lisa dejó escapar una risita entrecortada, aún sin levantar la cabeza de su cuello. "¿Y cómo no? Tú eres la que se recuesta y se deja cuidar. Yo soy quien hace todo el trabajo duro", bromeó, aunque su tono seguía siendo suave, cargado de afecto.
Jennie inclinó su cabeza hacia un lado, dejando más espacio para que Lisa descansara contra su piel. "Te lo compensaré cuando este pequeño salga", dijo, acariciando suavemente la espalda de Lisa con la punta de sus dedos.
"No hace falta, estoy más que satisfecha cuidándote, preciosa", respondió Lisa con una sonrisa apenas perceptible contra su cuello, su voz un poco apagada por el cansancio. Luego suspiró, un sonido largo y satisfecho, mientras cerraba los ojos por un momento, permitiendo que su respiración se sincronizara con la de Jennie.
A pesar del agotamiento, Lisa no podía evitar sentirse increíblemente feliz. Estar allí, con Jennie en sus brazos, después de un momento tan íntimo, era todo lo que necesitaba. Era como si nada más en el mundo importara. La conexión entre ellas era profunda, tangible, y Lisa estaba decidida a atesorar cada segundo que compartieran.
Jennie, con una sonrisa, presionó un beso suave en la coronilla de Lisa, susurrando: "Te amo".
Lisa levantó la mirada ligeramente, encontrando los ojos de Jennie, y sonrió. "Te amo más", respondió, antes de volver a descansar contra su cuello, sintiéndose completamente en paz.
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