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࿐♡ 01

Christopher Bang tan solo tenía 16 años cuando su tío falleció y no era cualquier tío, era el que lo había criado toda su vida, estuvo ahí cuando sus padres no lo estaban, le enseñó cosas tan interesantes y tantas actividades de hogar, le enseñó lo que era la honradez a pesar de ser millonarios.

Pero había algo triste en la vida de su tío, nunca pudo encontrarse con el amor de su vida, aunque solía intentar encontrar pareja, solo se aprovechaban de su dinero, así que dejó de intentarlo y empezó a criar una medusa en un tanque de peces.

Aquella medusa tenía el nombre de Jeongin, era una "medusa inmortal" cada que cumplía su ciclo de vida, moría y volvía a ser una pequeña seta comenzando su vida nuevamente.

Aquella medusa era pequeña, de unos dos centímetros de diámetro, sus delgados y finos tentáculos eran blancos al igual que la umbrela, tan bonito y ahora era de Chris.

Su tío se lo había heredado todo a él, su casa, su dinero, su colección de libros, la pequeña medusa, todo se lo dio a Chris, porque para su tío, Chris era la única familia que tuvo.

Ahora Chris tenía 23 años, acababa de terminar la universidad y era licenciado en gastronomía, pero no trabajaba, tenía más que suficiente dinero para pasar toda su vida sin hacer nada.

—Sí, nos vemos en la plaza —Chris hablaba con una "amiga" para encontrarse más rato, dicho eso colgó la llamada y mandó sus rubios cabellos hacia atrás.

Bang jamás había logrado entablar una relación, siempre terminaba a la semana o a los 4 días, por eso a sus 20 años decidió ya no buscar pareja y buscar simple diversión, cosa de una noche.

Según él es porque su madre le había puesto una clase de "maldición", le dijo que nadie nunca lo amaría de verdad, que todas las personas que se acercaran a él, lo hacían por dinero y justo como dijo su madre las cosas pasaron.

Tenía dos amigos, Seo Changbin y Lee Minho o como le gustaba decirle, Lino.

Ahora estaba preparándose para ir al encuentro con esa chica, era lo mismo cada semana, pero no la misma chica.

—Toma, ya es hora de comer —Chris alimentó a la pequeña meduca con comida especial, suspiró mientras se alejaba de la pecera y salía de su casa.

Estaba por encender su automóvil hasta que empezó a llover, le daba flojera ir a recoger un paraguas y volver al auto así que mejor cancelaría su encuentro con la chica, sí, era más fácil.

Marcó su número y fingió estar ocupado cancelando la cita, total, nunca volvería a ver a esa muchacha.

Eran las 6 de la tarde, estaba oscureciendo y cuando se cambió de ropa a una más cómoda, el cielo ya estaba con algunas estrellas.

La lluvia duró poco, tal vez unos 3-5 minutos, pero tampoco se arrepentía de cancelar esa cita.

Pasaron aproximadamente 20 minutos para que el cielo estuviera lleno de estrellas con un fondo azul marino.

Le gustaba mirar el cielo cuando estaba así de bonito, pero cuando miró abajo de su balcón, vio una feliz pareja, la chica tenía una linda sonrisa mientras sostenía la mano del chico a su lado y este igual tenía una sonrisa mientras sostenía su mano, no parecía haber interés material dentro de esa unión de manos.

Solo simple y sincero amor.

Se sintió como un niño cuando varias estrellas empezaron a pasar rápidamente por el cielo, cerró sus ojos y pidió un deseo.

Quisiera poder enamorarme y que esa persona me ame a mí.

Abrió los ojos y se sintió como un idiota, eso había sido tan infantil de su parte.

—Qué tonto... —salió de su balcón, cerró las ventanas y encendió el televisor listo para ver unas clásicas películas de comedia.

Estuvo hasta eso de la 1:30 mirando televisión y finalmente se durmió con el televisor encendido.

Pero algo raro pasó en su sueño, era como si estuviera flotando en un celeste apagado tirando a morado suave que poco a poco se obscurecía llegando al negro.

Había una pequeña luz, como una estrella que cada vez se acercaba y parecía tomar una forma humana y sí, era un humano, su cabello era blanco y un poco ondulado, la piel de su cuerpo era tan blanca cuál porcelana y sus pestañas eran obscuras, largas y pobladas, sus cejas eran definidas y muy bonitas, su nariz respingada y sus labios carnosos y color carmesí al igual que sus mejillas.

Qué lindo.

Pensó Chris, aunque le gustaban las mujeres no podía evitar admirar la belleza de aquel chico.

Aquel angelical y etéreo humano enfrente de él abrió los ojos dejando ver sus pupilas color miel y una mirada zorruna muy hermosa.

—Yo puedo amarte —habló el blanquecino estirando sus brazos hasta alcanzar el rostro contrario.

Chris estaba por apartarse, pero, era su sueño, no había por qué no disfrutarlo.

Tomó la cintura de aquel chico que estaba cubierto por telas de seda y contestó su oración.

—Adelante, ámame —y besó sus labios despertando de su sueño.

Abrió los ojos encontrándose nuevamente en su habitación, pero... había alguien ahí.

—¡¿Quién eres y porqué estás dentro de mi casa?!

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