
Capítulo 17
—Déjame tranquilo —se queja Jason.
Sacude sus manos al intentar retirarme el saco. Lanzo una maldición cuando su mano impacta mi mejilla ¿Qué hice en vidas pasadas para merecer esto? Tres horas tuve que seguirlo de bar en bar, de copa en copa.
—¡Tranquilo! —le ordeno porque sigue sacudiéndose.
—Hijo de puta...
—Te lo recordaré mañana, animal —lanzo el saco a un costado y voy por los zapatos. —admiro a las mujeres que hacen esto semana tras semana.
—Iré a su casa y le haré pagar lo que le hizo a Susan.
Se sienta en la cama tambaleante y mira a todo a su alrededor. Necesito de paciencia para no golpearlo y hacerlo dormir a la fuerza. Dejo los zapatos a un costado e intento retirarle los pantalones.
—¡A la cama!
Tomo su hombro e intento acostarle, lanza un puñetazo en respuesta. Recibo el golpe en mi quijada y retrocedo aletargado sacudiendo mi rostro buscando equilibrio. Parece que fue ayer cuando ayudaba a mi madre a cargarlo y lloré como niña la primera vez que lo vi.
—Debí dejarte caer ¡Joder!
El que debería estar haciendo esto es Frederick ¿Cómo lo solucionaría? Lo observo con una media sonrisa. Esta en pie, con una postura digna de Mohammed Ali y viéndome con rabia.
—Apártate de mi camino —señala en mi dirección y su pulso es irregular. —voy a matar a ese infeliz.
—¡Vas a dormir!
Sin decir otra palabra me acerco a él y antes que me vuelva a golpearme lanzo mi mejor golpe. Cae en la cama llevándose una mano a su rostro, mira en mi dirección diciendo con vos amenazante.
—Sabes que lo voy a recordar y me las cobraré...
—Como quieras —respondo.
Sacudo mi mano viéndolo darse la vuelta flexiona una pierna toma una almohada y en segundos está roncando. Con razón Gregory no piensa mucho en los problemas, su manera de resolverlas es efectivas.
Tomo el móvil marcando a casa dándole una última mirada a la bestia dormida. Quien contesta es mi padre, al que le he dado un informe de todos los bares que hemos visitado.
—¿Cómo está? —me pregunta preocupado
—Con alcohol hasta en las pelotas.
—Tu madre esta escuchando.
—Buenas noches, mamá —saludo indiferente a la advertencia y papá solo sonríe —se ha dormido.
—¿Te dio problemas?
—Ninguno, mamá. —comento llevándome la mano a la quijada y sonriendo. —Susan murió y el viejo esta peleando los gusanos.
—¡Matthew! ¿Qué manera es esa de informar?
La protesta de mi madre es acompañada de la risa de papá. Él los llama huevos o renacuajos, su risa aumenta junto con el enojo de mamá y puedo deducir que la abraza en estos momentos. Guardan silencio al escuchar mi relato y lo que pretende hacer (con muerte del viejo incluido).
—¿Vas a ayudarle?
—Lo prometí —confieso —es la mejor manera de hacer este acto un poco humano y no el adefesio que es.
Cuelgo la llamada dirigiéndome al pasillo directo a las escaleras. Jason vive solo justo al lado de la mansión Frederick. Es chistoso que su supuesta independencia acabara a solo tres cientos metros de la casa de nuestros padres, pero asi era él. Su espíritu de protección con papá, mamá y todos le impedía ir lejos.
Fue la primera casa del abuelo Epson antes de obtener fama y notoriedad. Empezó a comprar los terrenos aledaños a ella y acabó construyendo la mansión que todos conocen.
Una chica con uniforme del servicio que parece sacado de hace cinco siglos cruza el salón. En blanco y negro, guantes, gorros, delantal y sandalias. Acelera los pasos al verme bajar por las escaleras en un gesto casi aterrador.
—¿Dónde es el fuego? —pregunto.
Se detiene casi llegando a una puerta que mira con anhelo y luego en mi dirección. No me ve directo a los ojos, ella enfoca su vista en un punto entre mi corbata y mentón.
—¿Cómo te llamas? —pregunto y se detiene bruscamente agitada.
Intento crear un ambiente cómodo, ella parece nerviosa y no puedo evitar ver como tiembla mientras ve con anhelo la puerta.
—Julia Nielsen, señor.
—Julia, soy Matthew —me presento y asiente —¿Puedes hacerme un favor?
—El que desee señor.
—Retírate esos guantes y ese gorro —le ruego sin evitar reír. —gracias, Julia. —agradezco cuando lo hace y los aprieta en sus manos.
Una chica pequeña de piel morena y cabello trenzado envuelto en su cabeza. Manos pequeñas, delgada y bastante hermosa, pero tímida. Es su comportamiento arisco lo que me causa intriga, eso y el temblor al ver que me acerco.
—¿Eres nueva verdad? —pregunto deteniéndome pues está al borde del desmayo— La esclavitud se abolió en el 1863 gracias a Abraham Lincoln y todos aquellos que lucharon por 150 años.
Alza el rostro al escuchar aquello y sonríe. "Asi esta mejor". Le digo que mi hermano duerme su borrachera más grande y lo que deben darle en la mañana para la resaca.
—¿Algo más? —pregunta.
—Me gustaría hablar con alguien mayor que de preferencia se encargue de los habitantes de esta casa —comento al notar que ella es muy joven y que no se siente cómoda a mi lado.
—Yo lo hago, señor. —su respuesta me hace detallarla con más interés.
—¿Trabajas aquí?
—Con papá y mamá —miro a todos lados en búsqueda del resto de su familia. —el señor nos rescató de las calles...bueno a mí.
No me extraña.
Eso no responde por qué una chica tan joven que quizás no ha adquirido la mayoría de edad esté trabajando para nosotros o que use ese uniforme tan anticuado.
—¿Qué edad tienes Julia? —baja el rostro antes de responder.
—16.
—¿Por qué tienes uniforme si eres menor de edad? —su silencio es una respuesta a gritos y niego molesto — Me va a escuchar...
Regreso sobre mis pies molesto, era increíble que Jason la obligara a hacer algo asi. Lo que sea hizo por ellos no le da el derecho de obligarla a esos comportamientos.
—Fue el señor Epson que exigió usarlo mientras estuviera dentro de la casa —me detengo a pocos pasos de llegar al final de las escaleras—el señor Frederick rara vez está en casa, solo mis padres y yo.
Doy media vuelta y observo a una mujer detrás de Julia, empiezo a bajar por las escaleras ignorando la vibración del móvil en mi saco. Seguramente es mi padre que desea no me vaya de la casa o le dé el biberón a su bebé.
Le di algo mucho mejor que eso, con cuento incluido.
—Veía con malos ojos que no usáramos uniformes y se creyera, éramos dueños o familia —era una mujer de cuarenta y tantos años con las misma descripción de Julia. —soy Margaret, ella es mi hija Julia y mi esposo se llama Terry, pero está en estos momentos en el taller.
Terry descubrió un daño en los frenos en el auto que mi hermano suele usar. Al no poder solucionarlo, tuvo que llevarlo al taller de un amigo que le prestó las herramientas.
—Matthew Frederick, un placer —extiendo las manos que miran por varios minutos antes de animarse a tomar —sigo sin entender porque ese traje...
—Todos saben que esta propiedad pertenecía a la primera esposa de su bisabuelo. El abuelo del señor Epson, señor.
La bisabuela se negó a salir de su casa cuando su esposo creó la mansión. Fue la única mujer que se dio ciertos lujos que ninguna de las cinco esposas Frederick que le siguieron obtuvieron. La única que le pidió el divorcio, le dio los hijos que tuvo y murió por causas naturales. Todas las demás lo hicieron en extraños hechos.
El abuelo Matt solía decir que fue a la única mujer que amó y con la que quiso volver. "—Lo que sea le hizo a mi madre, fue tan delicado que no quiso perdonarle, hablar o verle".
—¿Qué tiene eso que ver con que usen uniformes sacados de hace cinco siglos? —pregunto de regreso a la realidad.
—Es mejor y no dañamos nuestra ropa...
—Hay otros uniformes mujer —le interrumpo —¿Guantes? ¿Gorros? ¿Sandalias?
¡Qué locura era esa! Jason tendría que ser ciego para no darse cuenta de todo esto. La mujer insiste en que nunca esta y si es así, pasa la mayor parte del tiempo en la base o empresa.
Era Epson quien se encargaba de sus sueldos y el manejo de la propiedad. El uniforme fue cortesía de la tía Margaret. A quien parecía disgustarle que la humilde mujer tuviera el mismo nombre que ella.
—Duerme en casa de sus padres. —aclara y afirmo porque lo he visto en muchas oportunidades—nos dijo que solo nos pedía mantenerla limpia.
—¿Les paga? —pregunto inquieto y la mujer sonríe asintiendo —¿Y a ti? —señalo a Julia quien sonríe aun más.
—Yo estudio y ayudo a mamá en mis descansos.
Observo todo el lugar y me encuentro que es demasiado trabajo para dos mujeres. Jason dio mucha responsabilidad a un hombre que quizás se ganó su confianza, pero que le creo muchos problemas.
—No quiero volver a verlos con esos uniformes —les advierto —hablaré con Jason...
—El señor Epson...
—El señor Epson está en prisión y no será un problema para nadie. Buenas noches. —me despido de ambas y saco el móvil de mi bolsillo.
Miro la pantalla y descubro no es mi padre, el numero que esta marcando no lo conozco, por lo que decido ignorarlo.
—A casa —le digo a Juno quien al verme se acerca —puedes ir a la tuya, yo no saldré el fin de semana.
No espero respuesta e ingreso al auto sintiendo el ruido del móvil una vez más. Lo saco y silencio al ver que se trata del mismo número. Observo la lluvia caer y varias personas correr de un lado a otro refugiándose.
Durante el viaje a casa me veo observando como algunos lidian con la lluvia repentina. Unos corren despavoridos, otros, por el contrario, alzan el rostro al cielo y sonríen. Asi como la lluvia son los problemas para algunas personas, es mi ultimo pensamiento al cerrar los ojos. Apoyo la cabeza en el sillón del auto y no sé cuánto tiempo pasa cuando la voz de Juno me despierta.
—¿Señor? —abro los ojos imaginando que he llegado, pero lo que veo es él que me extiende su móvil dando una disculpa silenciosa —es el señor Owen Joly.
Solo entonces recuerdo que han pasado casi ocho horas sin hablar con Charly. Con la seguridad que algo le sucedió en ese tiempo tomo el móvil y escucho al hombre del otro lado.
—Señor Owen —saludo angustiado.
—Disculpe la hora...
—No se preocupe —le interrumpo empezando a vislumbrar el edificio Frederick —¿En qué puedo ayudarles?
—Es Charlotte —empieza a decir y mi corazón se acelera —tuvo un altercado con su prima, salió de casa enojada y nos dijo que iba con Dorothy. Ella nos asegura que salió hace dos horas, aquí no ha llegado. Mi esposa y yo creíamos que quizás fue con usted.
—De ser asi lo hubiera llamado señor —le comento ya preocupado.
—Hemos llamado a todos sus conocidos y nadie nos ha dado razón. Esta sin móvil, ni dinero y le dijo a Dorothy que creyó alguien la seguía.
—¿La dejó ir sola?
—La envió en huber —responde.
Mi interés pasa del hombre a la calle y se detiene en una persona que se resguarda de la lluvia a pocos pasos del sótano de la empresa.
—Detente el auto —le ordeno al chofer.
—Estamos llegando, señor. La lluvia ...
—Detén el puto auto —abro la puerta sin esperar que se detenga y le digo al hombre detrás de la línea. —la encontré.
Le escucho dar las gracias a Dios mientras le repite a su esposa lo que estoy viendo. Cuelgo la llamada diciéndole que le marco en unos minutos.
—¿Qué haces aquí con esta lluvia?
La abrazo cubriendo su cuerpo con mi saco y juntos corremos hacia el interior del sótano. Sus labios tiemblan y sus mejillas están frías, tiene los ojos rojos y todo la señal de estar llorando.
—¿Qué te hicieron cielo? —pregunto al verla triste —tus padres están preocupados.
—No quiero ir a casa, por favor no supe a donde más ir.
—Tienes que entrar el calor y quitarte esa ropa estas helada —Juno sale del auto que se detiene a pocos pasos de ambos en espera de una orden —debes hablar con ellos y decirles que están bien.
—¿Qué hora es? —pregunta distraída —debo tomarme la de las diez.
Son las once y Juno que ha escuchado lo que dice mira el reloj asiente volviendo al auto. El calor del sótano es de ayuda para su cuerpo mojado, pero no lo suficiente. Avanzamos en silencio hasta llegar al fondo sitio en que está ubicado el ingreso al ascensor. Sorprendida mira la puerta de cristal y dice.
—¿Vive aquí? —pregunta señalando y afirmo —¿Detrás de eso?
—No tan asi —respondo sacando la tarjeta que paso por la ranura. —es ascensor nos lleva a ella.
—Estoy empapada y dañaré todo...
—Alguien se encargara de eso Charlotte —le digo empujándola lentamente —por ahora, debes quitarte esa ropa mojada.
Ingresa al ascensor en silencio detallando todo el lugar sin hacer preguntas. Sonrío al ver como tiembla apretando el saco contra ella y niego.
—¿Qué te hizo? —pregunto y me mira un instante.
—Usó unos de mis vestidos, se burló de mi gusto, tomó mi móvil y ... —calla abruptamente y se encoje de hombros —me llamo gorda, sé que lo soy.
—No estas gorda Charly —le digo y se ríe sin humor.
—Lo dijo de una manera que me hizo odiarme. — Se a lo que se refiere, porque algo parecido lo viví cuando me dijo anciano.
Me asusta que lo crea, cuando no es asi. Es simplemente una mujer con curvas, mi padre lo definió perfecto el día que la conoció.
Cuando las puertas del ascensor se abren y tenemos el penhouse frente a nosotros sus ojos se iluminan de una manera hermosa. La tomo de las manos viendo como su cabeza gira en todas las direcciones, mientras sonríe.
—Es hermoso...
—En unos minutos te lo muestro, me preocupa esa ropa mojada. —afirma obediente dejándose conducir a una de las habitaciones de huéspedes —debo tener algo de Isabella que puedas usar.
Ingresa a la habitación y me dirijo al cuarto de baño con ella siguiendo mis pasos. Hay emoción al ver cada rincón del lugar, pero no es momento para esos detalles.
Empiezo a reaccionar a su ropa mojada pegada a su cuerpo y como cada curva de este se fusionan con la tela como si de una escultura se tratara. No ayuda que ella tome un costado de su vestido y retire el exceso de agua, mostrando parte de su muslo y paso saliva.
—Quedas en casa. —le digo sin poder ocultar mi molestia ante mi reacción como si fuera un adolescente —te dejaré la ropa en la cama mientras te preparó algo caliente.
Saco el móvil de mi bolsillo y encuentro las cuatro llamadas perdidas de este número. La quinta decido recibirla, por entender de quien se trata.
—Señor Frederick —esta vez es su madre quien esta del otro lado y solloza. —Dígame que se encuentra bien.
—Esta mojada, pero bien —le calmo sacando varios vestidos e imaginándome a Charly con cada uno de ellos. —Juno irá por su medicina, ella no quiere ir a casa.
—Ella no debió molestarlo...
Saco uno bastante cubierto que le ayudará a entrar el calor y no enviará un mensaje erróneo como quizás lo hagan los demás.
—Si considera inapropiado, la llevo a otro lugar o a un hotel
—Confío en mi hija. Pero, entendemos que es una persona ocupada.
—Creo que a su esposo no le gustará —la risa del otro es contagiosa.
Si ella supiera mi ocupación los fines de semana sentiría lastima por mí. Salgo de la habitación entró al seguir escuchando la ducha caer y me detengo un instante viendo la puerta cerrada. ¿Qué sucede si entró? Probablemente no salga vivo.
—Estábamos tan asustados imaginando lo peor, que solo nos basta saber que esta a salvo y con alguien de confianza.
—¿Qué sucedió realmente? —me atrevo a preguntar
Mila la llevó a un sitio en que la hizo perder el control. Se vistió con uno de sus trajes de cuando estaba mas llenita, se mofó de su buen gusto, de su poco sentido del juicio al usar algo que no le quedaba por su sobrepeso. Considera que hubo algo más fuerte, que ninguna de las dos quiso decir.
—¿Son conscientes de lo que su sobrina puede causar en su hija? —me atrevo a decirles —espero que sí.
—Mi hermana está desesperada. Mila ha dicho que si no se queda con nosotros no volverá a Canadá y no sabrán de ella.
—Creo que es un chantaje muy usado...
—¿Y si no es asi? —comenta entre sollozos —Audrey y Aaliyah, creen que la cercanía con Charlotte logre ayudar a Mila.
Pero está destrozando a Charly. En ese punto deberían cuestionarse ¿Qué es más importante? El capricho de una adolescente o la salud y bienestar de su hija.
Entro a la cocina con ese pensamiento y pido hablar con el señor Owen. Es necesario sepa que no le faltaré el respeto a su hija y mañana la llevaré a casa.
(...)
—Ahora entiendo poque no sale los fines de semana de aquí —doy media vuelta ante su voz.
Sus ojos brillan viendo en todas las direcciones con admiración. Se acerca a la piscina e ingresa un pie sin dejar de sonreír. La dejo caminar por todos lados, entra y sale por varios lugares sin dejar de sonreír. La dejo explorar sola porque estoy elaborando la cena y el te caliente para ella
—Tus padres te enviaron eso —señaló el morral pequeño que Juno dejó en los muebles. Una vez su recorrido a acabado.
Saca el frasco con los medicamentos, al tiempo que yo le sirvo la tasa de té. Con él en las manos regresa a la piscina en donde se sienta e ingresa los pies en ella.
—¿No vas a llamarlos?
Pregunto rodeando el buró con la taza de te en mis manos y un vaso con agua en otro. Recibe el ultimo y dejo la taza a un costado viéndola jugar con sus pies dentro del agua.
—Después —responde distraída. —Su hogar es lindo.
—¿Te gusta? —afirma y sonriente viendo a todos lados. —¿Podrías vivir aquí?
—Quién no—responde sin dudar. —¿No le gusta? —alza el rostro en mi dirección y se queda en espera de respuesta. —aquí tiene todo para ser feliz.
—En estos momentos lo tengo —confieso y sonríe—¿Qué sucederá mañana que tengas que irte?
Sus mejillas se tornan coloradas, sus ojos brillan y baja el rostro apenada. Sonríe viendo las aguas cristalinas de la piscina y de pronto esta aumenta.
—Volveré tan pronto que no tendrá tiempo de echarme de menos —responde al fin.
—¿Segura?
—Tengo que hacerlo, he dejado mi corazón aquí —alza el rostro y la sonrisa que me brinda me hace devolvérsela —usted me dijo que cuidaría de él.
Acaricio su mejilla aun coloradas por el rubor y cierra los ojos conteniendo la respiración ¿Cómo fue el noviazgo entre Charly y Dick? Ella se tan inocente e inexperta que hasta parece nunca hubiera tenido novio.
—En ese caso, no tardes tanto.
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