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Capítulo 8

Era un lunes en la mañana, tres días después de haberle realizado la propuesta a mi asistente, y dos de intentar lograr que mi hermano se fijara en ella; aquel día era de suma importancia que Mackenzie se luciera, ya que sería la primera vez que Damián le prestaría una real atención, seguro buscando algún error que le hiciera decirme que había perdido la cabeza por sentirme atraído.

Rezaba en mi interior para que todo saliera bien. De ello dependía si él decidía continuar prestándole atención o ignorarla por completo. Y si decidía lo segundo, estaríamos en muchos problemas, porque aun cuando su apariencia cambiara, difícilmente lograría atraerlo.

La verdad, Maya tenía mucho en contra.

Suspiré hondo, preparándome para enfrentar un nuevo día mientras subía en el elevador con mi hermano menor a mi lado; curiosamente ese día había decidido llegar temprano y nos encontramos en la recepción, lo que también me impedía ir con Mackenzie y advertirle de la importancia de lo que sería su segunda primera impresión ante Damián.

—Mamá llamó —me comentó de pronto, ganándose mi atención. —. Se pregunta si la estás evitando, ha intentado localizarte desde el sábado.

—No lo hago —suspiré. —. Desactivé los datos porque quise concentrarme de lleno en el caso W vs E este fin de semana. Estoy buscando a una de las mujeres que fueron despedidas, necesito lograr que quieran testificar... es algo clave para ganar este caso.

La verdad, pensé que ellas querrían hundir a los dueños de Escape al Horizonte por todo lo que les hicieron, pero todas han decidido cerrarnos la puerta en la cara por miedo a las repercusiones que podría tener ir en contra de una franquicia tan famosa y exitosa. Tenían miedo y no por anda, eran personas poderosas... pero no me dejaba intimidar por ellos.

—¿Le dijiste lo que te comenté de mi asistente? —pregunté, tragando saliva.

Si él se había adelantado a decirle a mi madre que me gustaba una joven menor que yo, proveniente de un pueblo, no me sorprendería que Vanessa Maxwell estuviese insistiendo en localizarme. De ser el caso, me esperaba una tremenda reprendida de su parte.

—No, Callum, no soy ningún sopló —me respondió, bufando. —. Pero te advierto que necesitarás una cadena de oración para que nuestra amada madre apruebe a tu conquista; ella no aceptada nada menos que la perfección y ¿spoiler? Tu asistente está lejos de serlo.

—Damián —dije con advertencia. —. Prometiste ser más gentil.

—Lo estoy siendo, al decirte la verdad —se alzó de hombros. —. Hermano, ¿no será que te entró la crisis de la edad media? O no, solo estás despechado por lo de Hailey.

—¡Damián...!

—Es que en serio no logró entender qué le ves, parece una niña...

—No es ninguna niña, Damián. —puse los ojos en blanco.

Otro detalle de mi hermano era su declarado rechazo hacia mujeres no experimentadas, más específicamente vírgenes; decía odiarlo en absoluto, porque no tenía tiempo para instruir a nadie. Él quería locura, placer y desenfreno. Según me comentó en medio de su borrachera, había terminado con Keila porque aún era casta y cuando estaban en privado no le permitía más que besos subidos de tonos y algunos toqueteos... algo que, desde mi punto de vista, fue realmente cobarde por parte de Damián.

—Repítelo hasta que lo creas. —dijo, viendo al frente justo en el momento en que las puertas del elevador se abrían en nuestro destino.

Ambos salimos al mismo tiempo, dando pasos iguales como si fuésemos la copia del otro. Busqué con la mirada el cubículo de Maya, esperando verla y me sorprendí al encontrarla de pie, hablando muy animadamente por el teléfono fijo de la empresa; parecía realmente entusiasmada.

—S-Señor Callum —tartamudeó, una vez que colgó y se percató de nuestra presencia. —. ¡Le tengo noticias! —chilló emocionada, tomando uno de los expedientes y saliendo de detrás de su escritorio con la intención de avanzar en nuestra dirección.

Pero, tal como era de esperarse, debido a lo precipitada que estaba, solo dio tres pasos antes de que tropezara con sus zapatos altos y cayera de rodillas sobre el suelo, causando que los papeles en sus manos se esparcieran por todo el lugar.

«Carajo... ¡Qué desastre!»

El inicio de una sonora carcajada por parte de Damián me hizo reaccionar y darle un golpe de codo para evitar que la consumara e hiciera sentir más avergonzada de lo que ya estaba la pobre chica que con el rostro sonrojado hasta las orejas intentaba reunir los papeles para volver a armar la copia del expediente que pretendía mostrarme.

—Lo siento —dijo, presionando los labios para reprimir su risa. Era una verdadera suerte que aún nos encontráramos a una buena distancia de ella. —. Pero debes aceptar que tengo razón, mamá la odiará. —agregó, volviendo la mirada hacia Maya y riendo por lo bajo mientras negaba con la cabeza, antes de avanzar hacia su oficina, pasándola de lado.

¡Por todos los cielos! Su caída no podía haber sido más inoportuna.

—Maya, ¿estás bien? —pregunté, mientras me acercaba a ella para ayudarle a recoger un par de papeles y ponerse de pie. —. Creí que habíamos hablado sobre esos zapatos altos.

—Lo sé y lo siento, p-pero señor Callum soy la más baja aquí —expresó con frustración. —. ¿S-Sabe qué? Ignórelo, por favor —me pidió, comenzando a rebuscar entre los papales desordenados que tenía en su mano, hasta apartar una fotografía. —. ¡Ella! —me la mostró. —. Ella está dispuesta a hablar con usted.

Abrí los ojos ampliamente, mientras tomaba el papel con la fotografía en mis manos, sin poder creer lo que escuchaba.

—¿T-Tú la contactaste?

Asintió con frenesí.

—Usted dijo en la junta con el equipo de investigación que era necesario encontrar a alguna que quisiera testificar; me tomé el atrevimiento de escribirle a varias por las redes sociales y ella contestó.

—¡Maya, esto es asombroso! —exclamé, girándome para verla.

Se lo había mencionado a Damián, cuando no estaba tropezando y tirando todo, la chica podía ser muy colaborativa y astuta. Quizás no tenía el carácter para ser una fiera abogada de los tribunales, pero sí la inteligencia al resolver varios de los problemas.

—Tú vendrás conmigo a la entrevista, Maya.

—S-Será un placer —respondió, acomodando un mechón de su cabello tras la oreja, con timidez. —. Al menos algo bueno hice hoy. —dijo de pronto, y su semblante decayó mientras veía en dirección a la puerta de la oficina de Damián.

—Oye, no te desanimes. —posé una mano en su hombro.

Si bien era mi intención inicial mencionarle lo mal que había quedado frente al idiota de mi hermano, lo que había logrado borraba cualquier error y me devolvía la esperanza de que quizás ella sí sería capaz de realizar aquella tarea. Es decir, había logrado lo que nadie más en mi equipo, encontrar a una de las victimas que estuviese dispuesta a contarnos personalmente su historia.

—Esto que has logrado es digno de reconocimiento en la Firma, y me encargaré de que llegue a oídos de mi presuntuoso hermano menor —le prometí, intentando animarla un poco.

Si volvíamos al tema de Damián, ella había comenzado, por segunda vez, con el pie izquierdo, por lo que era necesario pasar al plan B. Un cambio en su imagen.

—Bien —me aclaré la garganta. —. Creo que es tiempo de comenzar con tu... ¿cómo llamarla?

—¿Transformación? —preguntó, alzando la mirada para verme a los ojos. —. Estoy lista, más que lista.

Le regalé una sonrisa amable, mientras me tomaba el atrevimiento de verla de pies a cabeza, analizando un poco su compostura y el estilo en la vestimenta; si bien la falda que ella llevaba era ajustada, utilizaba el largo por debajo de las rodillas, lo cual no le favorecía en lo absoluto debido a su baja estatura. Sabía de lo que hablaba, Hailey era Estilista Profesional además de abogada, y casi siempre solía acompañarla los fines de semanas al trabajo.

Era aprender de moda o aburrirme durante horas hasta que ella terminara de trabajar y pudiéramos marcharnos a nuestra cita. Además, siempre, absolutamente siempre me consultaba sobre su apariencia antes de salir, y no aceptaba un "Te ves hermosa" como respuesta.

«Las cosas que hacía por amor».

—Lo preguntaré una vez más, Maya Mackenzie —tragué saliva, volviendo la mirada hasta sus ojos. —. ¿Segura que quieres hacer esto?

—Es lo que más quiero en la vida, señor Callum. —respondió, sin ninguna pizca de duda. —. Conviértame en una mujer capaz de seducir a su hermano.

«Mi dulce niña, si tan solo supieras la clase de persona de quien te has enamorado».

—Supongo que no podemos trabajar de noche, por tus estudios. —suspiré, resignando

Ella asintió con la cabeza.

—Entonces tus lecciones irán siendo durante la jornada laboral, aquí en la Firma —le comenté. —. Es lo mejor, ya que tengo que seguir estudiando el caso.

—M-Me parece bien —respondió. —. Gracias, señor Callum...

—Solo dime Callum, Maya. Se supone que fingirás ser mi pareja, llamarme "señor" no será muy conveniente.

Ella me vio con ojos amplios, luciendo un tanto consternada y yo la vi con extrañez; ¿sería acaso que había olvidado la otra mitad del acuerdo?

—Tranquila, no lo consideraré una falta de respeto —le aclaré, intentando hacer que se calmara. —. Maya —acorté el espacio entre ambos y noté cómo su cuerpo empezó a temblar mientras intentaba retroceder un paso.

«Qué sucede con ella».

—Oye —posé una mano en su hombro con suavidad. —. No te pongas nerviosa.

—L-Lo intento, Se... C-Callum. —se corrigió a sí misma, bajando la mirada con timidez.

Me molestaba en gran manera el tener que aceptar que mi hermano tenía razón, pero en realidad, la timidez de Mackenzie sí representaría un problema en nuestra misión; para gustarle, ella tenía que ser más atrevida y segura de sí misma, la chica que tenía frente a mí literalmente estaba temblando de nervios a pesar de que yo era una persona por quien ella no tenía ningún interés, lo que significaba que, ante Damián, seguramente ya se habría desvanecido.

—Maya, alza la mirada y mírame a los ojos. —le pedí, pero ella no se atrevió.

Escuché el cerrojo de la puerta de Damián siendo removido; él estaba por aparecer en escena y necesitaba, ¡por todos los cielos! que Maya hiciese algo para llamar su atención. Era una oportunidad que podíamos aprovechar luego del desplante de minutos atrás, pero ella ni siquiera se atrevía siquiera a mirarme.

—Maya —tomándola por sorpresa, dirigí la mano de su hombro hasta la mejilla para ahuecarla y así obligarla a alzar el rostro. La sentí retraerse, mientras me veía con ojos amplios, consternada por mi acción y supe que intentaría alejarse, por lo que me atreví a posar la otra mano en su cintura y pegarla contra mi cuerpo. Ella palideció. —. Resiste un poco —le dije, inclinándome hasta que su rostro se encontraba a centímetros del mío. —. Tranquila, no voy a besarte, pero no te muestres tímida, finge que coqueteas conmigo, sonríe, posa una mano en mi hombro o pecho. —le indiqué.

Sus ojos estaban desorbitados, podía notar el terror marcado en sus facciones mientras enrojecía hasta las orejas. En ese momento temí que fuese a provocarle un ataque cardiaco, ya que la sentía temblar como una maraca bajo mi tacto.

—Respira, y mírame directamente a los ojos. —le pedí, justo en el momento en que la puerta se abría y la silueta de mi hermano se asomaba bajo el umbral.

Ella lo intentó, me observó fijamente con sus ojos cristalizados e intentó esbozar una sonrisa, pero esta no pasó de ser una terrible mueca; carajo, podía jurar que sentía los acelerados y fuertes latidos de su corazón... ella defectivamente iba sufrir un ataque cardiaco.

Escuché los pasos de Damián alejándose, por lo que desvié la mirada para verlo de reojo; a pesar de que se encontraba avanzando, no apartaba la mirada de aquella escena con mucha curiosidad y extrañez, hasta que llegó al elevador que para nuestra suerte se encontraba en el piso y abrió sus puertas en cuanto presionó el botón. Dio un último vistazo, soltó un bufido e ingresó en aquel pequeño espacio.

Una vez que se marchó, solté todo el aire que ni yo sabía que tenía contenido, mientras iba aflojando el agarre en la chica que continuaba pasmada.

—S-Señor Callum...

—Solo Callum, Maya —suspiré, retrocediendo un paso, antes de pasar la mano por mi cabeza, despeinándome en un gesto de desespero, mientras aflojaba mi corbata con la otra.

«Om shanti om, ¡ Om shanti om!»

Repetía en mi mente un mantra, en un intento por calmar mis ansias y liberar el estrés. Pero no funcionaba, mi sistema se encontraba alterado, porque ni todo el Yoga del mundo me habría preparado para aquel momento.

¡¿Ella realmente estuvo a punto de sufrir un infarto solo porque me acerqué?! ¡Demonios! Aquello no iba a funcionar, todo iba a ser un rotundo fracaso, y vaya que yo no era una persona pesimista, pero en aquel momento me parecía imposible que el plan fuese a funcionar.

Es decir, todo lo que tenía que hacer era fingir que coqueteaba conmigo... ¡ese era todo el trabajo! ¿Cuál era el problema?

—S-Se... Callum... ¡Callum!

Parpadeé un par veces para concentrarme, antes de girarme en súbito para verla.

—Lo siento —dijo, mostrándose afligida. —. Y-Yo no me esperaba este acercamiento y entré en pánico.

—¿Qué sea mayor que tú te resulta un problema, Maya? —me atreví a preguntar. —. O yo como persona, ¿te disgusto?

Necesitaba saber si era yo el problema, ya que, de ser así el acuerdo no iba a funcionar para ninguno de los dos; no confiaba en mí, ni se sentía cómoda conmigo. ¿Cómo podría enseñarle a seducir a mi hermano? ¿O cómo ella lograría convencer a todos de que estábamos enamorados y que Hailey había quedado en el pasado?

—N-No es eso, lo que pasa es que —tragó saliva, y bajó la mirada, jugueteando con sus dedos de manera nerviosa. —. Es que la forma en que me tocó me... me...

Fruncí el ceño en confusión. ¿De qué hablaba? Apenas hubo contacto entre nosotros, sin ninguna pizca de intimidad en mis gestos, con excepción del instante en que la sujeté de la cintura y la pegué a mi cuerpo, pero para ese momento ella ya se mostraba nerviosa.

«¿Sería que acaso...?»

No, no podía ser posible. No tenía sentido lo que mi cabeza me sugería, si ella se encontraba enamorada de Damián, ¡Damián Maxwell! El hombre más promiscuo sobre la faz de la tierra.

—Maya... —intenté meditar bien en mis palabras. —. ¿T-Tú...? ¿Tú alguna vez...?

Cielos, ¿cómo preguntar aquello sin hacerla sentir incómoda u ofendida? No había manera de hacerlo, debía ser directo.

—Antes de seguir con esto, necesito que seas sincero conmigo —tragué saliva. —. ¿T-Tú eres virgen?

Su rostro volvió a perder todo el color, mientras retrocedía un paso como si la pregunta le resultase una bofetada. Agachó la cabeza evitando mi mirada y asintió lentamente.

—Y-Yo... sí, u-usted el primer hombre que se me acerca tanto.

Mi presión cayó en picada.

«¡No puede ser!, ¡Me lleva la...!»

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