Capítulo 5
Maya Mackenzie
Me cubrí la boca con ambas manos, luego de darme cuenta de las palabras que fortuitamente habían brotado de mis labios, y vi al señor Callum con ojos amplios, aterrada, sintiendo como el calor subía por mis mejillas, enrojeciéndome hasta las orejas.
—Y-Yo... —tartamudeé, mientras retrocedía un paso. —. Yo de verdad... de verdad...
Ni siquiera era capaz de formular una oración coherente, y me sentía tan nerviosa que las piernas me temblaban, haciéndome sentir como si en cualquier momento fuese a desfallecer bajo la mirada penetrante y, al parecer, perturbada de aquel hombre que me veía con expresión anonadada en su rostro.
«No debí decirlo, en qué pensaba».
—S-señor Callum, y-yo... yo tengo que irme —fue lo único que pude decir, antes de girar sobre mi talón y correr hacia la puerta.
A mitad de camino sentí mi tobillo torcerse, y por poco caí de lleno al suelo, pero fue tanto mi deseo de huir de aquella bochornosa escena que pude recuperar rápidamente el equilibrio y continuar hasta cruzar el umbral y dirigirme a grandes zancadas hacia el baño, donde me encerré en uno de los cubículos, sentándome sobre la tapa del baño y alzando las piernas para abrazarlas contra mi pecho, haciéndome un ovillo.
¡Cielos! ¿qué había hecho? Decirle al jefe mis sentimientos por su hermano no era parte del plan. Pero, simplemente no supe qué más hacer en aquel momento, es decir, sentí como si me estuviese poniendo entre la espada y la pared. ¿Fingir ser su novia? ¡Era una completa locura!
¡Era una barbarie que no podía aceptar!
Y no se debía a su físico, por todos los cielos, el señor Callum era el sueño de cualquier mujer; aparte de exitoso, era realmente apuesto, medía un aproximado de 1.9, alto a comparación de mis humildes 1.64, pero no era un problema porque Damián medía casi lo mismo, además tenía un buen físico, su rostro era duro, masculino, con la nariz, los pómulos y la barbilla marcados, sus cejas pobladas se cernían sobre unas hermosas esferas azulejas de tierna mirada. Él era un gran partido, pero mi corazón y lealtad estaban prendidas de otro, y no cualquier otro hombre, sino su hermano menor.
—Tengo que salir de aquí. —jadeé al sentir que me faltaba el aliento, apresurándome a salir de aquel cubículo para ir por mi bolso y retirarme del aquel edificio, cuidando no toparte con mi jefe o su hermano.
Como pude llegué a casa. Aventé mi bolso sobre la mesa de centro, lo que causó que todo lo que había adentro se desparramara en aquella sala de estar, me quité los zapatos y me dejé caer de frente sobre el sofá más grande, tomando uno de los cojines para hundir el rostro en él y así amortiguar mis gritos de frustración. Todo se me había ido de las manos, no se suponía que le diría a nadie lo que sentía por Damián, ¡Santos cielos! No dejaba de pensar si en aquel preciso momento el señor Callum se lo estaría diciendo todo, y los imaginaba a ambos riéndose a carcajadas de la tonta e ilusa asistente.
Rayos, sentía que había terminado con cualquier oportunidad que alguna vez tuve. No podría volver a la Firma, ni ver a los hermanos Maxwell a la cara... todo se había terminado.
«Cómo pudiste ser tan ocurrente, Maya»
La puerta sonó, sacándome de manera abrupta de mi ensimismamiento, y mi cuerpo entero se estremeció.
¿Quién podría ser? Quizás Jade, ¿podría ser que el señor Callum le habló a Dante? De ser así no me sorprendería que la noticia llegase también a Sloan y luego a mi hermana. Seguro ya se había enterado de todo.
¡Rayos!
Me incorporé con prisa, intentando peinar con mis dedos algunas hebras rebeldes de mi cabello, mientras me encaminaba hacia la puerta, preparándome mentalmente. Abrí, y la persona que menos esperaba se encontraba ahí de pie.
—¡Maya! —la chica al otro lado del umbral chilló de emoción, alzando su mano izquierda para permitirme ver la joya que adornaba el dedo anular. —. ¡Me voy a casar!
—¿Q-Qué? —parpadeé un par de veces para intentar concentrarme, antes de que ella saltara hacia mí para abrazarme con fuerza. —. Laura, ¿qué has dicho?
—Me caso, ¡me caso! —celebró.
A pesar del mundo de diferencias entre nosotras, desde gustos hasta costumbres, Laura y yo nos volvimos unidas desde las clases generales en la universidad y el primer año de las clases oficiales de Derecho; ella era extrovertida, guapa e inteligente, pero a su vez, arrogante, pretenciosa y muy maliciosa, pero no fue un impedimento para que lográramos formar una sólida amistad que perduraba aún en el tercer año de la carrera.
—Espera —le dije, posando las manos en sus hombros para alejarla un poco y verla a la cara. —. ¿Dices que te casas con Julio?
Apenas tenían cinco meses de relación.
—Sí, tontita, ¿con quién más? —preguntó risueña, antes de pasarme de lado para adentrarse en el apartamento. —. Me lo propuso esta mañana, y le dije que sí.
—Laura, ¿no crees que es muy pronto? Ni siquiera hemos concluido la carrera.
—No lo siento así, Maya, nos amamos.
—Dijiste que no lo tomarías a la ligera. —le recordé.
—Y tú prometiste olvidarte de Damián, aceptando por lo sano que no eres su tipo ni estás a su altura, y aun así fuiste corriendo tras él a la primera oportunidad.
«Auch, golpe bajo».
—Está lejos de ser lo mismo —rebatí. —. Conozco a Damián desde hace tres años, tú conoces a Julio desde hace siete meses.
—¡Maya! —ella posó la mano izquierda frente a mi rostro. —. Lo único que quiero escuchar de tu boca es lo feliz que estás por mí, no me tengas envidia porque sí he logrado estar con el amor de mi vida y tú no. —puso los ojos en blanco.
Abrí la boca con indignación, ¡aquello no tenía nada que ver!
—Laura...
—A diferencia de ti, yo me enamoré de un buen hombre, no de un descarado mujeriego como Damián Maxwell —bufó. —. Vine a darte la noticia, porque quería que fueses mi dama de honor, pero ahora que lo pienso será algo complicado, ya que no tienes pareja, y como un símbolo de buen augurio, quiero que las damas y caballeros en mi boda sean parejas en la vida real.
—Espera, ¿qué? —pregunté, desconcertada.
—Sí, así es —suspiró, acomodándose el bolso en el hombro. —. La boda es en tres meses, quizás para ese tiempo ya hayas logrado tu absurda misión de conquistar a Damián, o mejor aún, encuentres a alguien más decente... ¿por qué no buscas pareja en tu pueblo? —preguntó mientras se dirigía hacia la puerta. —. Seguro allá los estándares de belleza no son tan altos.
«¿Qué? ¿Acaso acaba de decirme fea?»
—Y no me malinterpretes —agregó como si escuchara mis pensamientos y pausó unos segundos frente a la puerta. —. Solo digo que es más difícil atraer la atención de los hombres de ciudad, porque siempre hay alguien más hermosa que tú y eso lo dificulta —se alzó de hombros, tomando la perilla. —. Así que deberías resignarte un poco, porque no aparecerá de la nada alguien apuesto del otro lado de la puerta, buscando conquistarte. —dijo, girándose para verme al mismo tiempo en que habría, quedando de espaldas a la puerta.
En el momento en que me di cuenta de que irónicamente sí había alguien del otro lado del umbral, mi presión cayó en mi picada y por poco sufrí un infarto.
—¿Qué estás viendo? —preguntó, extrañada, y se giró para verlo también... su mandíbula cayó debido a la sorpresa.
Y no por nada, el mismísimo Callum Maxwell se encontraba ahí frente a nosotras.
—E-Él, es... —balbuceó, volteando a verme con los ojos abiertos de par en par, sorprendida. —. Santos cielos, el señor Maxwell —chilló, girándose hacia él. —. ¿De verdad es usted?
¡¡Santos Cielos!! ¡¿Qué hacía él ahí?!
—Hola —se aclaró la garganta. —. Lamento mucho venir sin avisar, pero quería hablar contigo, Mackenzie.
Mi suerte no podía ser peor.
—S-Sí. —logré formular con un hilo de voz, mientras me acercaba a la puerta, hasta posarme junto a Laura, quien al parecer se había quedado petrificada, viéndolo fijamente sin disimulo alguno.
No era sorpresa su reacción, Callum Maxwell, al igual que el resto de su familia, era una eminencia para cualquier estudiante de Derecho. Las hazañas de mi jefe hablaban por sí solas, había logrado ganarse el respeto y la admiración de media facultad, entre ellos, mi amiga.
—S-Señor Callum, le presento a Laura —decidí intervenir, cuando noté lo incómodo que comenzaba a tornarse todo, ya que ella no hacía más que verlo, embobada. —. Laura, Callum Maxwell, mi jefe.
—E-Es un gusto, señor Callum —dijo ella, extendiendo su mano. —. Leí su artículo sobre la jurisprudencia en este país, fue magistral.
Él sonrió en agradecimiento.
—Gracias, y el gusto es mío —respondió, estrechando su mano, antes de posar la mirada en mí. —. ¿Podemos hablar, Mackenzie?
—Y-Yo... —no quería, no podía, ¡iba a morir de vergüenza! —. Justo ahora estoy en medio de algo con mi amiga, señor Callum. —mentí.
—¿Qué? Oh, no, no, por mí no se preocupen —hizo un además con la mano. —. Yo voy de salida. —dijo, esbozando una sonrisa que desnudó su blanca y perfecta dentadura.
«¡Ay, no! Bruja traidora»
Ella me observó, guiñando un ojo, antes de despedirse del señor Callum agitado sus dedos de manera coqueta, mientras lo pasaba de lado. Una vez que estuvo a una distancia prudente comenzó a chillar detrás de él, haciendo varios gestos de aprobación con el rostro y sus manos, antes de formular con sus labios la frase "Es más apuesto en persona".
—Adiós, Maya. —me dijo, sonriéndome cómplice. —. Me cuentas todo. —volvió a murmurar entre labios, aprovechando que él no la veía.
Hice un puchero de tristeza al sentirme abandonada por quien se suponía debía respaldarme, y una vez que Laura desapareció de mi campo de visión, volví la mirada hacia el hombre que seguía de pie bajo el umbral de la puerta y mis piernas comenzaron a temblar.
Me sentía realmente intimidada, y no solo a su prominente estatura y musculatura que era el doble de la mía, sino también a la mirada tan profunda que poseía en aquel momento, en que parecía querer examinarme hasta el alma.
¡Maldición! Él iba a despedirme, estaba más que segura de que la palabra "despedida" sería lo siguiente que saldría de sus labios, y a pesar de haber dicho que no iba a regresar a la Firma, no me sentía preparada para aquel momento.
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