Día 1 y 2: Provocación y Embajadores
Los embajadores estaban alojados en un hotel de lujo de la capital de un país. El día había sido duro, pero en el salón principal del hotel había música ambiente y un mini bar sirviendo copas, el cual Jean fue para relajarse un poco y olvidarse un rato de todo. Estaba solo, sin socializar con el resto de personas sentadas en la barra.
—¿Qué haces aquí tan solo? —preguntó una voz femenina conocida detrás de él.
—Ah, hola —saludó él mientras veía como ella se sentaba en el asiento de al lado y le pedía al camarero la misma copa que él estaba tomando.
Empezaron a hablar de cualquier tema sin importancia hasta llegar a temas más personales y profundos, quizá por necesidad, por alcohol, o por la noche, o por todo lo anterior junto.
Hubo un momento en el que Pieck puso su mano sobre la de Jean. Sólo duró unos segundos, pero demasiados segundos para que fuese algo sin importancia.
Él empezó a pensar en que quizá lo que quedaba de noche no lo pasaría solo, y hasta se vino arriba y pensó en toda su vida con ella. Era un romántico empedernido sin cura y se montaba novelas en un segundo con los pequeños gestos de las mujeres que le prestaban un poco de atención.
—Bueno —dijo Pieck levantándose del asiento—, me voy a mi habitación ya.
—¿No quieres tomar la última en mi habitación? —preguntó él.
—No, que mañana hay que madrugar y ya estoy cansada —dijo alejándose lentamente de él andando hacia atrás sin mirar—. Buenas noches, Jean —dijo sonriendo amablemente.
—...Buenas noches Pieck. Descansa.
—Gracias, igualmente.
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