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✘4


Hoseok abrió las cortinas y la luz inundó la habitación. Iba a ser un día agradable, se podía sentir en el aire. Afuera había un sol radiante, algo raro en Irlanda donde la mayor parte del tiempo estaba nublado y llovía. Más animado, bajó los escalones de dos en dos y se dispuso a empezar su día. Aún era muy temprano, así que se abrigó y salió a buscar la leche para empezar a preparar las galletas y los pasteles para su casa de té. Cuando salió, un gran labrador dorado salió a su encuentro, moviendo la cola y rebotando a su alrededor.

—¡Buenos días, Goonie! Apuesto a que estás feliz porque hoy hay sol, ¿no es un día hermoso? ¿Ya despertó Gala?

Ambos caminaron bordeando la casita de piedra antigua y subieron por una pequeña colina. Algunas vacas estaban pastando tranquilamente, otras mugían suavemente. Hoseok sonrió a cada una de ellas y caminó hacia la lechera que movía las orejas espantando algún que otro insecto.

—Hola, preciosa. ¿Cómo amaneciste hoy? —preguntó acariciándole el lomo. Posicionó el balde de metal y se sentó en un pedazo de tronco que le servía de asiento para comenzar a ordeñar a Gala.

El trabajo era duro, pero Hoseok estaba encantado. Había emigrado a Irlanda hacía algunos años intentando huir de la presión de su trabajo y los estudios que lo habían dejado en cama por varios meses. Sus padres habían estado de acuerdo en que debía seguir con su vida en un lugar donde pudiera relajarse y dedicarse a la pasión de su vida, la pastelería. Trabajó duro y hacía dos años que por fin había logrado alcanzar su sueño. Abrir una pequeña casa de té en un lugar paradisíaco.

Se instaló en Adare, en el condado de Limerick y ya no se movió de allí. Era un lugar de ensueño. Cuando llegó, quedó extasiado con la vegetación y todo el verde que parecían engullirlo todo a su paso. El aire era más puro, había naturaleza por doquier y entonces supo que jamás se iría de allí. Había encontrado por fin el lugar en donde empezar a cumplir sus sueños.

Ya con dos baldes llenos de leche, comenzó su tarea de preparar los pasteles para llevar al local. Cuando aún estaba en Corea había hecho algunos cursos de pastelería y cuando llegó a Irlanda se dio a la tarea de perfeccionar su pasión y estaba más que feliz con los resultados.

House of Wenee era, ahora, uno de los lugares preferidos de los lugareños y un punto de paso obligado para los turistas que visitaban el lugar.

Cuando terminó de hornear todo, llenó las bandejas y las acomodó en su camioneta. Su negocio no quedaba lejos, lo cual le ahorraba un montón de tiempo cuando tenía pedidos que entregar. Tenía un ayudante, Gyu, un chico mitad coreano mitad irlandés que lo ayudaba a hacer los repartos y a veces se encargaba de atender las mesas del lugar. Aunque su idea, al principio, era poner una pastelería, la gente le preguntaba con frecuencia si también ofrecían té o café. Así que, de a poco y con ayuda de una vecina, la señora Fergus, empezó a ofrecer diferentes infusiones y luego él mismo hizo un curso de barista. Pronto su local fue una sensación. Así que buscó un lugar más grande y lo acondicionó para hacerlo más acogedor y había sido una idea acertada. Estaba muy orgulloso de lo que había logrado y creía que no le faltaba nada más para ser feliz.

—¡Buen día, jefe! —Gyu se bajó de un salto del pilar de piedra donde estaba sentado alimentando a un gato gordo de color gris.

—Ya te dije que no me llames jefe, soy tu amigo, dime Hoho. —Se acercó y dejó un beso en la cabeza del animal—. Hola, a ti también, amigo peludo.

—Se llama Ziggy, me lo dijo el señor Jones.

—Ah, no sabía que tenía dueño.

—Ziggy es un poco de todos. Mientras haya comida, él te hará fiesta.

Hoseok rio y ambos empezaron a descargar las bandejas.

—Mmm, ¡esto huele delicioso! —exclamó el chico aspirando con fuerza.

—Hice los pasteles de arándanos que tanto te gustan, acomodemos esto y podremos sentarnos a desayunar.

Ambos se apresuraron a llenar los exhibidores, prender las máquinas de café, poner los manteles en las mesitas y luego se sentaron a tomar su merecido desayuno. Gyu se llevó un pastel a la boca y suspiró extasiado.

—¡Dios mío, eres el mejor! —exclamó regando de migas su remera.

—¿Te gustan? Estuve probando algunas mermeladas nuevas, tengo muchas frutas de estación, así que luego pasa por mi casa que tengo algunos frascos de dulce para tu madre.

El chico asintió agradecido.

—La señora Fergus dijo que llegaría una media hora más tarde. Nos quedamos sin canela y encargó los dátiles que le pediste, así que fue a buscarlos al centro.

♥︎

—Entonces ahora corta los dátiles a la mitad —decía a Gyu que seguía sus indicaciones muy concentrado— eso es, remueve las semillas. Bien, ahora le agregas media taza de agua y el azúcar morena —Gyu frunció el ceño y volcó el azúcar en la cuchara—. Perfecto, ahora pon eso en la hornalla y cocínalo hasta que se haga una pasta.

—¿Revuelvo constantemente? —preguntó el chico.

—Solo un poco. Mientras prepara el vaso. Una vez que la pasta esté lista, le agregas media cucharada de canela en polvo.

—Mmm, eso huele fenomenal —dijo la señora Fergus que preparaba unas galletas de chocolate para llevar a una mesa.

—Estoy enseñándole a Gyu a hacer latte de canela y dátiles —respondió Hoseok llevándose uno a la boca.

—Pues yo quiero probar eso —la señora Fergus salió de la pequeña cocina.

—Sigamos, ahora ponemos la pasta con la canela en la licuadora para que quede todo bien integrado—. El chico estaba entusiasmado. Siempre que podía aprovechaba para aprender nuevas formas de hacer café con Hoseok.

—Listo. —Anunció.

Hoseok asintió.

—Toma una cucharada bien cargada con la pasta, ponla en el vaso y le agregas el hielo—. Gyu corrió al refrigerador y sacó la cubetera.

—Ahora ponemos la leche —Hoseok vertió la leche con cuidado—, y por último el café.

Gyu terminó de preparar el café y lo probó.

—Wow... Increíble.

—Ahora ya aprendiste algo nuevo. Llévale uno a la señora Fergus. Quiero terminar de poner la mezcla de galletas en la bandeja.

El chico preparó otro vaso para la señora Fergus y salió de la cocina.

Miró alrededor chequeando que todo estuviera listo antes de salir a hacer unos recados. Debía mandar algunas cartas y sellar unos permisos y no le gustaba dejar todo a medias.

—Dejé las galletas en el horno a fuego bajo.
—dijo quitándose el delantal—. Ah, Gyu, ahora que ya aprendiste a hacer el latte de canela, ¿quieres agregarlo a la carta?

—¿Puedo? —El chico sonrió contento, Hoho confiaba en él y ahora estaba dispuesto a dejarlo preparar cafés para servir. Pensaba practicar más y quizás, algún día, poder hacer sus propias creaciones.

—Claro. Te salió delicioso. Iría muy bien con algún pastel de manzana. Prueben y luego díganme qué les parece.

—Yo no puedo comer nada más por ahora —la señora Fergus se tocó el estómago— acabo de comer una porción de pastel de limón y creo que explotaré en cualquier momento. No voy a poder salir por esa puerta si sigo probando tus exquisiteces.

Hoseok rió complacido.

—No es para tanto, se ve espléndida.

—Eres un sol, Hoseok. Ahora vete y vuelve rápido. Hay algunas reservas para la tarde.

—Intentaré estar en un par de horas.

Saludó con la mano y salió del local. Le gustaba mucho manejar alrededor del pueblo, era todo muy pintoresco y al ser un lugar relativamente chico, todos se conocían. Las personas lo saludaban aquí y allá. Cuando llegó al local de servicio postal, algunas estampillas y se puso a conversar con el señor Atkinson, el dueño.

—Mi mujer está encantada con el cheesecake de fresa, no para de hablar de ello —rio el hombre.

—Le diré a Gyu que pase por su casa esta tarde...

Una mujer entró al local hablando con otra.

—...llegó hará cosa de dos semanas, pero apenas si sale. Un muchacho precioso, pero estoy algo preocupada...

Las dos señoras miraron a los hombres.

—Buenos días —saludaron—. Hoho, querido justo estaba queriendo ir a verte —dijo la señora que había entrado hablando— le estaba contando a Anne que tengo un nuevo inquilino, pero es tu compatriota y me tiene preocupada porque hace casi tres días que no sale de su habitación y escuché algunos sollozos. Pero no me contesta y solo farfulla palabras en otro idioma. ¿Crees que podrías darte una vuelta más tarde y ver si puedes lograr que diga algo?

—Eh, sí. Claro. Si es necesario, lo haré. ¿Quiere que pase ahora? Tengo un poco de tiempo.

—¿En serio? Oh, sí. Muchas gracias. Iré contigo.

Ambos se despidieron del señor Atkinson y la otra señora y se subieron a la camioneta de Hoseok.

—Le decía a Anne que el chico llegó hace apenas unas semanas. Tímido, pero amable y reservado. Apenas salía para comprar alguna cosa, pero hace tres días que no sé nada de él y estoy preocupada.

—¿Pero sí habla inglés?

—Oh, sí. Estoy segura. Hablamos un poco el día que llegó y pidió una habitación. Pero me da pena, debe estar solo y no sé qué hacer.

Hoseok asintió y manejó hasta la pequeña posada de la señora Smith.

El lugar era una casa antigua que había sido de la familia de la señora Smith y había servido de posada para viajeros desde principios del siglo XX. La casa ofrecía hospedaje, desayunos y cenas y era un lugar tranquilo y de ambiente familiar. Hoseok mismo se había hospedado allí cuando apenas llegó a Adare.

—Bien, ¿en qué habitación se encuentra el chico?

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