✘18
Las manos de HyungWon aún temblaban cuando Hoseok le pasó una taza cargada de té.
—Toma esto —le dijo mientras acariciaba su mejilla— te sentirás mejor.
HyungWon lo miró con los ojos anegados de lágrimas.
—Hoseok, yo debo irme...
—De ninguna manera. No te dejaré a ir a ningún lado en este estado.
HyungWon tomó aire y se limpió los ojos.
—Tú no lo entiendes. Si ese sujeto estaba en la posada, Xiao también debe estar aquí. Y si no, pronto lo estará.
—No me importa —dijo Hoseok con obstinación— dije que te protegería y eso haré.
HyungWon lo tomó de las manos.
—No, deja de jugar al héroe. Tú no sabes de lo que ese enfermo es capaz de hacer. Quizás si vuelvo con él, tendrá un poco de piedad...
Hoseok lo miró furioso.
—¡No puedes estar hablando en serio, Wonnie! ¿Piensas que voy a quedarme de brazos cruzados viéndote que regresas al infierno ese que era tu vida? De ninguna manera.
HyungWon se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado a otro con Goonie siguiéndolo como una sombra.
—Hoseok, entiende, por favor...
—No. Tú entiende. Te quiero... y no pienso permitir que nadie te haga daño otra vez.
HyungWon lo miró, enternecido. Hoseok le dijo que lo quería. Era la primera vez que alguien le decía eso. Sintió que su corazón se derretía.
—Hoseok...
Los ojos color chocolate lo miraban con una devoción que jamás había visto en nadie. ¿Qué debía hacer? Quedarse a su lado significaba arrastrarlo al peligro. A él, a la única persona que lo había cuidado. Y sin embargo, tampoco quería alejarse de su lado. Sentía que una vez que Hoseok saliera de su vida, ya no habría nada por lo que luchar. En el poco tiempo que había estado en Adare, había aprendido a estar bien consigo mismo. La gente que lo rodeaba no esperaba nada a cambio de su cariño y todos se preocupaban por su bienestar. Había encontrado en la señora Smith a una abuela, en la señora Fergus a una madre, en Gyu a un revoltoso hermano menor y en Hoseok había encontrado el amor. Porque todas las tardes, al ver a ese hombre amable y dulce, caía en la revelación de que estaba enamorado.
Enamorado. Esa palabra abarcaba un mundo de sensaciones nuevas. ¿Quién lo hubiera dicho? Había tenido que cruzar el mundo para encontrarlo.
—Yo… yo también te quiero…
Hoseok acortó la distancia entre sus cuerpos y lo besó con desesperación. HyungWon simplemente se dejó llevar, su cabeza se desconectó de todo el miedo que podía estar sintiendo y se abandonó en las sensaciones que Hoseok estaba transmitiéndole en ese momento. Hoseok lo condujo a su habitación y cerró la puerta porque Gonnie quería jugar con ellos.
Hoseok le quitó el suéter color crema con una dulzura imposible, sus manos apenas rozando la piel desnuda de sus brazos al tiempo que volvía a besar la esquina de sus labios. HyungWon suspiró y cerró los ojos, disfrutando de esos besos que tanto le gustaban.
—Te quiero, Wonnie… Por favor, déjame cuidarte —murmuró contra su boca.
HyungWon asintió despacio y con dedos temblorosos fue desabrochando uno a uno los botones de la camisa de Hoseok y buscó su mirada, como pidiendo permiso para avanzar con las caricias. Hoseok sonrió inclinando la cara para empezar a besar el cuello largo y dorado de HyungWon que dejó caer la cabeza hacia atrás para darle más acceso a su boca. Estaba fascinado con el olor de su piel. Una mezcla de durazno y vainilla que despertaba en Hoseok unas profundas ganas de pasar la lengua por todo su cuerpo. Nunca había sentido esa ansiedad antes. Como si no hubiera nada más importante en el mundo que el hermoso hombre que suspiraba en sus brazos.
Estaba volviéndose loco por él. Lo había intuido desde el momento en que lo vio encogido en el piso de la posada de la señora Smith. Sabía que ese muchacho de ojos grandes y asustados iba a ser su perdición.
Cayeron en la cama, abrazados y esa noche Hoseok le arrancó todos los miedos y todas las dudas de su cuerpo a fuerza de besos y caricias.
Se durmió abrazado al cuerpo musculoso de Hoseok y esa noche durmió sin sobresaltos y sin acordarse de los problemas que se le avecinaban.
Kihyun salió del baño y miró hacia la cama. HyunWoo estaba despatarrado y roncando como un oso. Quiso echarse a reír por la escena, pero luego recordó que sólo había una cama y que él debía dormir al lado de ese tronco de metro ochenta. Paseó la mirada por esos pectorales anchos y fuertes, por las piernas largas y musculosas.
—¡Diablos! —exclamó por lo bajo. —¿Cómo se supone que voy a dormir con todo eso al lado?
Caminó hasta la cama y golpeó con una mano uno de los pies del matón.
—Hey, Hércules de feria estatal —dijo sacudiéndole un pie— muévete. Yo también tengo que dormir.
HyunWoo abrió un ojo y gruñó para terminar dándose la vuelta y abrazarse a su almohada.
—Intenta mantener tus garras alejadas de mi cuerpito —dijo con la voz ronca del sueño.
Kihyun alzó las cejas y se cruzó de brazos.
—¿Qué diablos insinúas? ¿Piensas que voy a violarte mientras duermes? Si tanto miedo tienes, duerme boca arriba y no pongas tu trasero a mirarme.
El grandote giró a mirarlo.
—¿No eres muy pequeño para ser un... bueno, uno de esos...?
—¿Dominante? —preguntó Kihyun ladeando la cabeza y mordiendo su labio inferior.
HyunWoo se aclaró la garganta y se puso boca arriba, incómodo.
—Solo no me toquetees, sé que ustedes son algo atrevidos.
Kihyun lanzó una carcajada.
—¿Ustedes? Dios mío, menudo campesino resultaste ser. Soy gay, no un depredador, idiota. Y tranquilo, que podrás ser muy atractivo y todo, pero eres un machista recalcitrante con todos los foquitos rotos. Así que duerme tranquilo, gorilón, que tu trasero seguirá intacto mañana por la mañana —dijo abriendo las sábanas de un tirón. Se acostó dándole la espalda.
—Deja de llamarme imbécil —le soltó HyunWoo.
Kihyun agitó una mano y luego apagó el velador.
—Duérmete de una vez. No tengo ganas de escucharte esta noche.
Ambos tardaron bastante tiempo en conciliar el sueño. Kihyun estaba molesto porque HyunWoo seguía mirándolo como si tuviera algún tipo de enfermedad contagiosa y HyunWoo no podía relajarse en compañía del diseñador porque se ponía nervioso. Jamás iba a admitir que le agradaba un poco. Kihyun era divertido en su peculiar forma de ser. Le gustaba que fuera tan apasionado para todo y siempre se tomaba todo con una alegría poco común. Eso le gustaba y le molestaba en partes iguales porque lo obligaba a disipar el malhumor aunque se la pasaran peleando.
Nunca había tenido amigos en su vida adulta fuera de Jooheon. Aunque no eran amigos en el estricto sentido de la palabra, pero de vez en cuando habían disfrutado de alguna cerveza o salido a algún lugar a buscar mujeres. Pero ahora, después de pasar tiempo con MinHyuk y Kihyun, había descubierto que no necesitaba estar borracho o con alguna mujer trepada a su regazo para sentirse bien. Ambos eran muy diferentes entre sí, mientras que Min se tiraba más a la melancolía, Kihyun era como un cachorro. Siempre saltando a su alrededor, haciendo bromas y asombrándose con todo lo que había afuera y a ellos dos no les quedaba más remedio que seguirlo. Pero ambos eran agradables y de buen corazón y eso era algo a lo que HyunWoo no estaba habituado. Se encontraba observando a ese par, riendo con sus risas o con sus bromas y sintiéndose tranquilo y cómodo en su presencia.
Y aunque le costara bajar la guardia, juró silenciosamente que los protegería a ambos de cualquier peligro.
—Lo siento —dijo entonces antes de girarse para quedar espalda contra espalda con Kihyun.
Kihyun se durmió con una sonrisa que se borró apenas abrió un ojo a la mañana siguiente. Cuando quiso moverse sintió una presión en sus costillas y con horror notó que HyunWoo estaba pegado a su cuerpo y al parecer, no era el único despierto en la habitación. Se ruborizó violentamente y el calor se apoderó de su cuerpo. Cerró los ojos, sin intentar moverse porque la erección de caballo de su compañero estaba casi golpeando sus nalgas. Tomó aire y golpeó la mano grande que colgaba sobre su cintura.
—HyunWoo —murmuró muerto de vergüenza y dando golpecitos a la mano. El otro parecía estar aferrado a los brazos de Morfeo como lo estaba de su cuerpo. —Hey, HyunWoo, despierta, maldita sea…
Hubo un movimiento y los ojos de Kihyun casi se salen de sus cuencas.
—¡HyunWoo! —casi gritó al tiempo que golpeaba con fuerza una pierna del grandote. Este gruñó y lo apretó un poco más contra su cuerpo. El tipo tenía una fuerza descomunal y no había forma de que pudiera soltarse del agarre sin acabar con el miembro del otro enterrado en el trasero. Casi se rió con el pensamiento, pero lo pensó mejor y entonces volvió a golpearlo.
—¿Mmhh? —murmuró el grandote.
—¿Qué quieres?
—Oye, de veras que me siento halagado, pero creo que tu amigo decidió despertarse más temprano y está ansioso porque lo saques a pasear…
HyunWoo se removió y se estiró para alivio de Kihyun que por fin pudo incorporarse y respirar con normalidad. O casi. Cuando se giró a ver a su compañero de habitación se quedó sin aliento.
—Wow —musitó entre dientes— todo un batallón de boy scouts podría refugiarse en esa carpa…
Abochornado por sus propios pensamientos, saltó de la cama y corrió a encerrarse en el baño.
—¡Levántate, tenemos que ir a desayunar! —gritó desde el baño. — Podríamos ir a la cafetería que nos recomendó el muchachito de ayer…
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