Q U I N C E
Advertencia: leer con discreción, no repitan NADA de este comportamiento.
***
—¡Suéltame ya, maldición!
¿En qué momento lo ha tomado de la muñeca y andado por los dormitorios hasta llegar a la parte de atrás, donde finalmente acepta los forcejeos del rubio con tal de liberarse? No lo sabe.
El tazón se quedó en el piso, en la entrada de su habitación, ni siquiera quiso ver si Kirishima salía porque sólo se abalanzó a él para sacarlo de ahí.
—¿Qué hacías con él?
—¡¿Y eso a ti qué mierda te importa?!
—¿Qué putas hacías con él? —repite, con el semblante serio, consternando más a Bakugo que no se deja echar para atrás.
—Y yo dije qué mierda te importa, lo que yo haga y deje de hacer no es de tu maldita incumbencia, no eres nada mío como para...
—¿Qué mierda hacías en la habitación de ese? —Sujeta sus muñecas, poniéndolas arriba de su cabeza mientras lo acorrala contra la pared. Bakugo se remueve, intenta patearlo, pero se pone entre sus piernas para evitar cualquier movimiento, aplastándolo contra la pared.
—Eres un jodido bastardo, desgraciado, ¿por qué debo de darte putas explicaciones?
—Quítatelo.
—¡¿Qué mierda me estás pidiendo?!
—¡Si no es tu maldito novio no puedes usar su ropa, así que quítatelo ya! —ruge contra su rostro, Bakugo echa el rostro hacia atrás, apretando los dientes.
—Estamos puto afuera, cualquiera...
—Son las putas cuatro de la mañana, nadie está despierto a esta maldita hora. Quítate su puta ropa ahora.
Bakugo gira el rostro, ni siquiera el pequeño gradiente rojizo logra calmarlo. No le gusta, no si ese bastardo también lo disfrutó.
—No voy a seguirte el maldito juego. —Enseña los dientes al finalizar, golpeándolo en la frente al empujar la cabeza hacia adelante, pero ni así evita que lo suelte, al contrario, aprieta sus muñecas con la derecha para congelar y mantenerlas unidas, extendiendo el hielo hasta la pared con tal de capturarlo hasta la espalda—. Maldito bastardo... —Escucha chispas, puede sentirlas contra su cabello, pero eso no evita que la izquierda jale el pantalón hacia abajo, batallando contra sus piernas inquietas—. ¡Suélta...!
—¿Sabes que tuve que cubrirte con Uraraka? —interrumpe mientras jalonea, aprovechando que Bakugo está dócil ante sus movimientos dado que no está dándole una gran batalla como suelen tenerlas en los entrenamientos. Lo está dejando avanzar, a la fuerza, pero se lo permite porque bien podría aniquilarlo si quisiera.
—¡Una mierda...!
—Dijo que te vio usando una maldita braga rosa, que te vio usando ropa interior rosada, ¿acaso tu noviecito no te ha comprado lo que tanto quieres que tienes que usar lo manchado por él? —Tira, rasga la tela hasta conseguir romperla, Bakugo apresa su cadera con las piernas para evitar que continúe tirando, ocasionando que se eche hacia adelante consiguiendo que su entrepierna se frote contra el trasero del rubio, quien se tensa y enrojece por la posición.
Es ahí donde se detiene, Bakugo mantiene la boca entreabierta mientras lo observa con ojos brillantes. Respiran agitados, intercambia las posiciones de sus manos para ahora deshacer el hielo que generó, esperando cualquier golpe que Bakugo quiera darle, pero no obtiene nada, ni siquiera que sus piernas dejen de apresarle la cadera.
Sólo mira hacia abajo unos segundos y luego cierra los ojos—. Estudiábamos, me quedé a dormir y aunque te cueste creerlo, el pantalón es mío, sólo... compré el mismo porque los idiotas querían que tuviéramos trajes iguales para entrenar en la tarde —explica en voz baja, mirándolo alternativamente con lo que sea que sea que esté observando abajo. Sigue su mirada, algo que hace que se remueva y entienda que está duro contra su trasero.
Otra vez en silencio.
Observa los ojos nerviosos de Bakugo que tratan de cubrirse con el ceño fruncido, con sus labios abultados que tiemblan ante su toque y esas graciosas orejas rojizas que acompañan a sus mejillas con el mismo tono.
—¿Por qué huyes de mí?
—¿En serio lo preguntas?
No hace nada por quitarse, nada, ni siquiera se remueve aun si la posición es demasiado comprometedora, pero él tampoco. Quiere creer que es por nervios, pero en realidad... le está gustando ver a Bakugo dócil ante él, más de lo que le gustaría admitir.
—¿Es tu...?
Bakugo gira el rostro, cerrando los ojos—. No, no lo es. ¿Qué te hace pensar que soy gay?
—¿En serio lo preguntas?
Frota, impulsando su cadera hacia delante. Bakugo aparta su mano para aferrarse a su cuello, de temblar en respuesta. Lo abraza con piernas y brazos por igual, apretándolo.
—Sé claro... ¿te gusto? —susurra Bakugo, girando el rostro, pegando su mejilla en su hombro mientras le niega verlo a la cara. Supone que está avergonzado por el color de sus orejas hace un momento.
—¿Y tú? Ni siquiera tratas de quitarte.
—Estoy responsabilizándome por... por... por haberte incluido en eso con Uraraka. —Trata de mirar, así que posa la mano en su glúteo mientras que la otra en la pared, con el fin de jalar la ropa interior para observar el color—. ¡I-idiota! ¿Qué crees que haces?
—Incluso hoy los estás usando —se burla, volviendo a frotarse contra su cuerpo, esta vez, entendiendo que lo que hace es por decisión, no por impulso.
—Ba-bastardo... deja de moverte así —por su tono de voz debe de estar nervioso y por cómo se aferra, duda mucho que quiera separarse.
—¿No te estás responsabilizando? —susurra, buscando su oído, haciendo que Bakugo se encoja suavemente, con timidez.
—Me estás usando para masturbarte. —Gira lentamente el rostro, logrando ver sus ojos cristalinos y sus mejillas rojas—. Afuera, a las cuatro de la mañana, después de humillarme. Eres un maldito cerdo.
—Y tú un zorrito que me permite hacerlo.
Vuelve a restregarse a él contra la pared, con tal fuerza de hacerlo clavar sus uñas en su camiseta, de tironear. Continúa, esta vez a un ritmo más rápido que sus titubeantes intentos. Bakugo suspira, mantiene su respiración agitada mientras aprieta, para luego poner sus manos en sus hombros, bajar por su pecho y poner distancia entre sus cuerpos. Así está mejor porque puede bajarse lo suficiente el pantalón con el boxer para sacar su erección, de ponerla entre sus nalgas, teniendo un espasmo por el frío de la noche.
Bakugo se tensa, baja la mirada mientras busca por los lados—. ¿Qué diablos estás...? —La mete en su ropa interior, acomodándolo entre sus suaves y calientes nalgas. El rubio tiene un espasmo, lo hace para atrás ligeramente—. Ba-bastardo, ¿Cómo te a-atreves a...? —Lo interrumpe, continúa moviéndose a pesar de sus quejas, no podía quedarse quieto, no cuando sus ojos acuosos y su rostro sonrojado son tan lindos. Está siendo tierno, tanto que no puede controlarse.
—¿Así tratas a tu defensor y cubridor? Me lo debes. —Es lindo, muerde la hélice de su oreja para escuchar un jadeo que se derrite en su corazón—. Estaba pasando frío..., compárteme de tu calor...
—Tú... maldito aire acondicionado. —Vuelve a tallarse incesante, Bakugo regresa a abrazarlo, aunque esta vez con un brazo porque pone la otra mano en su pecho para tener distancia entre sus cuerpos, de poner su nariz contra su cuello mientras escucha sus suspiros ahogados.
No le gusta, aun su puede verlo, necesita estar completamente unido a él, así que lo aparta para restregarse y de sentir la dureza entre los pantalones de Bakugo, arrancándole un gemido que lo hace estallar en latidos... y algo más allá abajo.
De nuevo silencio, pero esta vez no está quieto. Vuelve a tirar de la ropa interior, pero esta vez para limpiarse la punta del pene, manchando toda la zona trasera del calzoncillo con su esencia, marcándolo como un animal.
Bakugo no dice nada, no se queja, respira ansioso y ahora mantiene su mano en su pecho para evitar otro frote.
—Ahora son blancos de nuevo.
Esta vez sí se gana un puñetazo.
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