C A T O R C E
Pica, pica mucho.
Bebe agua, aunque pronto la abandona para ir por leche al refrigerador y empinársela para poder contrarrestar el molesto picante. ¿Cómo puede Bakugo soportar eso? Lo ha visto entretenido comiendo fideos picantes, pero a él le parece una tortura a la lengua, quizá por eso es tan mal hablado, él prefiere las cosas dulces o simples.
Decide dejar la olla en paz. Su hermana dijo que cuando burbujea ya está y lleva diez minutos así, debe de estar mejor que lista. Con cuidado, vierte el fideo en un cuenco, huele bien, picoso, pero bien, algo quemado, pero bien. Bakugo explota cosas, sería como comer algo que él hizo, bueno... no tanto, él es bueno cocinando, muy dedicado, lo recuerda. Ah, espera que su ofrenda de paz sea suficiente.
Aprovecha que sus compañeros duermen, no cualquiera está despierto a las cuatro de la mañana salvo uno que otro rarito.
Bakugo y él.
Sí, bien, hizo su investigación toda la tarde anterior molestando en llamadas a su hermana, incluso empezó desde las dos de la mañana con tal de no llamar la atención e ir a paso lento porque deseaba hacerlo bien, en teoría, a esta hora apenas va levantándose, no es como que sepa toda su agenda, sólo es muy observador.
Ahora, delante de su habitación, irritado de que Kirishima sea su vecino, toca la puerta esperando a que no pise el plato. Sí, bueno, es mejor no hablar, sería despertar a los demás y molestarlos, no todos tienen esa manía loca.
Hasta que la puerta de Kirishima se abre y de ahí sale Bakugo usando lo que parece ser el pantalón de dormir del pelirrojo, mirándolo con asombro.
—¿Qué haces...?
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