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~Embrasse Moi ~

La nieve cenicienta danzaba entre las ráfagas de brisa gélida, parecían pequeñas pelusas desplomándose del cielo, desprendiendo la magna pureza y claridad del firmamento en diminutos pedazos, columpiándose unos contra otros, formando pequeñas parejas entre ellos, y terminaban su efímera travesía juntándose con los demás en el suelo, en cualquier superficie que pudieran abrazar a su paso formando una manta blanca y espesa que cubría todo el lugar, como si de azúcar se tratara.

Todo había empezado con un copo pero luego se le unió otro y así hasta que cayó la primera nevada de la noche.

Pequeños destellos al igual que diamantes decoraban por aquí y por allá el cielo nocturno, aquellas estrellas que quedaban a la vista formaban hermosas constelaciones o aún en soledad lograban ser llamativas.

No era una noche despejada por lo que la asombrosa vista romántica de la luna citada en varios poemas selenofilos no podía acompañar la mágica vista nevada de su ventana pero no quitaba el hecho que aún así se veía exquisita.

La temperatura helada llegaba a penetrar dentro de su habitación, embistiendo de pared en pared tanto como le permitiera su alcance, acorralando su cálido y pequeño cuerpo dentro del nuevo ambiente helado, congelando la punta de sus dedos y helaba con delicadeza la piel expuesta de su rostro. Un suave escalofrío recorrió su tez, erizando cada pequeño vello que la componía, estar al lado del pequeño ventanal de la habitación significaba el riesgo de ser devorada por el clima invernal de la noche.

Pero su figura se encontraba ahí, frente a la ventana, impaciente por su llegada, aguardando para la hora indicada.

Meditando, quizás.

Altas horas de la noche, horas que los amantes aprovechaban para encontrarse, ocultados por la oscuridad de la noche, bendecidos por la luz de la gran mujer.

¿Qué planea hacer?

El propósito era un completo misterio para ella.

El paisaje empezaba a despejarse y la tormenta que se desató un momento atrás estaba llegando a la calma, y con ello las luces de la ciudad parisina volvían a tomar protagonismo en el panorama que ofrecía su cristalera.

Era una completa locura.

Aquel suspiro que salió de sus labios lo demostraba.

La poca luz que iluminaba el cuarto le permitía ver aquel vapor de aliento en el ambiente y a manera que se extinguia en el aire chocó con el vidrio de la ventana. La vidriera empañada ya no le permitía mirar su reflejo en la superficie, mirarse ahí la distraía un momento de hundirse en el pensamiento de que todo esto era una idea descabellada. Aquella mancha de vapor sobre el cristal le tentaba el pensamiento, el pensamiento de dibujar un corazón como toda una enamorada.

Tal vez ya lo estaba.

Tal vez también su dedo se deslizaba inconsciente sobre la húmeda superficie, haciendo un placentero contraste de su piel cálida con el gélido y húmedo cristal.

La apariencia grisácea de la humedad del cristal ahora ya no era una mancha sin chiste ni forma... Al menos en su interior había un corazón trazado en su interior.

— ¿Ir o no ir? Esa es la cuestión. — pronunció la chica en medio del silencio que la rodeaba.

Su corazón empezó correr una carrera, pues latía acelerado en su pecho, quería convencerse que eran los nervios de tomar la decisión... Pero en verdad su corazón estaba más que decidido, sólo que la voz del chico en su cabeza hacía de todo su ser un desastre.

Era increíble para ella que el chico haya podido cambiarla de tal manera que haya recuperado esa sensación desbordante cuando estas enamorado.

Y ese era el problema.

Estaba asustada de sentirse así.

— ¿Qué es lo que más quieres, Marinette? — a sus espaldas le acompaño la voz de su compañera, que seguía contemplando a la fémina como hacía minutos atrás.

— ¿A qué te refieres, Tikki? — volteó su mirada hacia el pequeño ser, acompañando a su pregunta con una clara expresión de duda en su rostro.

— ¿Qué es lo que deseas? ¿Ir y encontrarte con él o quedarte aquí, perdiendo la oportunidad?

— Quiero ir, pero... Me asusta, Tikki. — regresó su mirada azulada a la ventana, tenía miedo de que la historia se vuelva a repetir y que... Se lastimara otra vez.

— Marinette, no dejes que el pasado te atormente. Sé que has pasado por tanto que por eso te alejas. — miraba como la joven se abrazaba en su lugar, hundiendo su rostro entre sus brazos. — Pero alejándolo por eso, ¿No crees que lo perderás? 

— Pero Tikki... ¿Y si todo es mentira? ¿Qué tal si juega conmigo como lo hizo Adrien? — levantó su cabeza de entre sus brazos, tratando de encontrar paz nuevamente en el paisaje frente a ella, pero no resultaba y sus ojos empezaban a arder. — ¿Y si vuelve a pasar?

— ¿No te lastimarás de esa manera también? — cuestionó, la chica volteó verle nuevamente con una expresión sorpresiva y dudosa. — Si lo alejas y no te das otra oportunidad, ¿No crees que duele más?

Marinette miraba hacia un punto fijo de la habitación pero a la vez miraba a la nada y su cabeza empezaba a divagar entre los buenos y los malos recuerdos. Venían momentos de felicidad y tranquilidad con Luka, luego esos momentos de temor de los últimos días, de repente aparecía la sonrisa del chico y desaparecía al momento de rememorar la dulce mentira de Adrien.

Sabía que no era su intención jugar con sus sentimientos, pero sólo se lastimaron ambos al creer que una relación entre ellos funcionaría más allá de la amistad.

Perder otra gran amistad le dolería bastante.... Pero pensando las palabras de Tikki, tenía razón, le dolería más reservar sus emociones... Por buscar el bienestar de Luka.

— Creo que tienes que darte otra oportunidad, Marinette. — pronunció la pequeña, rompiendo el silencio que se formó. — Puedes darte otra oportunidad para amar y para experimentar con alguien más el mismo amor. — Tikki le sonrió.

...............

El frío abrazaba la ciudad en una gélida noche, el cielo lloraba copos por montones pero en calma, como si escuchara una canción de cuna.

A pesar de que se encontraba cubierta por suéter y abrigo, las ráfagas heladas de viento lograban hacerla estremecer, había dejado la calidez de su hogar para salir en cuanto la tormenta llegó a la calma, escondiendo su rastro y sus huellas con la oscuridad de la noche.

Te dejaré palabras.

Frente a la entrada de puerta, unos pasos más adelante se encontraba una figura alta reposando su espalda en el poste que iluminaba pobremente la calle.

Por debajo de tu puerta.

Su sobra se proyectaba grande y delgada sobre la blanca masa de nieve que se acumulaba a sus pies.

Debajo de la luna que canta.

Pequeños brillos rodeaban la silueta de ambos, la nieve se encontraba fresca y brillaba ante la luz del farol, esperando paciente a un baño de luz de luna al compás de su canción de cuna.

Cerca del lugar donde tus pies pasan.

El hombre frente a ella levantó la mirada dejando de ser una silueta extraña, había un brillo especial en sus ojos.

Escondidas en los hoyos del invierno.

Marinette. — susurró el chico, los alrededores desolados dejaron pasar el eco de sus palabras hasta los oídos rosados de la muchacha. — Viniste.

Los enviados de hielo que caían en cascada desde el cielo seguían cayendo, creando una pequeña cortina entre ellos además de la pequeña bruma que aparece después de la media noche, pero no intentaban separarlos, sólo los envolvía como los únicos amantes afuera en la nevada.

Cuando estés sola por un instante.

Sus miradas se cruzaron, y sus pies avanzaron sobre la calle fria, cada pequeño copo que caía sobre sus pieles se derretía en su calor, las mejillas de ambos se encontraban congeladas y sonrojadas.

— Tengo algo importante que decirte, y no podía esperar hasta mañana. — se aproximó más rápido a la fémina, tomando sus manos cubiertas y mirándole directo. — Quiero decir que... Te amo, y no por ser Ladybug. — su corazón latía acelerado y con fuerza, como la vez que descubrió el secreto. — Yo te amo por quién eres, eres maravillosa y yo... Me gustaría...

La fija mirada de la chica lo ponía nervioso y sus orbes azulados lo podrían hacer tartamudear, pero una sonrisa se formó en el rostro de ella, tomándole por sorpresa.

Ella tiró de sus manos y....

Bésame.

Acercó su rostro al de él, tanto que la calidez de su aliento besaba su fría tez.

Cuando tu quieras.

Ambos acercaron sus labios, no importaba que el viento haya robado la suavidad de ellos, ya no había una marcha atrás.

Y terminaron por juntar sus labios, deslizando y probando cada parte de ellos.

Bésame.

— También te amo, Luka.

Cuando tu quieras.

Un pitido resonaba en las cuatro paredes blancas de la habitación y producían un vacío en su estómago. Cada vez eran más lentos.

Los párpados del hombre comenzaban a caer, le pesaba mantenerlos abiertos.
Pero no podía pedir nada más.

— Luka, ¿Sabes? — era sorprendente como a pesar de los años su voz le seguía pareciendo dulce y suave como la miel.

— ¿Qué, cariño? — trató de pronunciar con la voz que le quedaba, no quería desentonar con ella,sus miradas se conectaron nuevamente y los cosquilleos y sensaciones que producía eran las mismas agradables que cuando eran jóvenes.

Su presencia le calmaba, le relajaba... Porque sentía llegar su fin.

— Es hora. — pronunció el doctor, despidiéndose con una sonrisa de ambos ancianos en las camillas.

La señora de avanzada de edad le sonrió.
— Gracias por sus servicios, Ladybug, señor.

La sala se sumió en un agradable silencioso, y el matrimonio yacía recostado, preparado para partir como siempre se habían mantenido, juntos.

— Luka, yo siempre te ame. — el sonido de la máquina cada vez se iba desvaneciendo. — Fue amor a primera vista.

El hombre sonrió, y una lágrima escapó de sus ojos. Estaba feliz de poder verla una vez más antes de partir, y saber que... También fue amor a primera vista para ella.

Te veré en otra vida. — mantuvo su sonrisa y miro al techo, mirando una luz que se expandía por toda su vista.

— Te veré en otra vida. — respondió ella, en la misma situación.

“Te amo”

Así ambos se despidieron, partiendo a un lugar que estaban seguros... De que se volverían a encontrar.

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