🎃★ ~Especial Halloween~ ★🎃
Al fin llegaba una festividad animada en el infierno. Ya que por obvios motivos los demonios, pecadores y demás no celebraban la navidad, se centraban en festividades como Halloween, carnaval, acción de gracias, año nuevo, etc.
¡Y vaya si Alastor le ponía empeño!
La mansión entera estaba decorada con calabazas cuidadosamente talladas, velas blancas y negras, decenas y decenas de símbolos satánicos, y pequeñas estatuillas de ciervos aquí y allá en algunos pisos. Había descubierto gracias a Rosie que, al parecer, allí abajo Halloween era como carnaval en la antigüedad: te disfrazadas y hacías lo que te diera la gana por 24 horas.
Muchos pensarían (y pensarán) que es una muy buena oportunidad para conseguir territorios, hacer propaganda o solo una excelente excusa para darse un festín al estilo colonia caníbal...y bueno, no estarían equivocados en lo absoluto, pero se les escapa un factor: Alastor.
Alastor que siempre quiere ir delante, siempre quiere más poder, siempre ansía mucho más de lo que supuestamente puede conseguir.
Y por ese mismo motivo, todo el mundo sabía que no se quedaría mucho rato en su mansión, y pensaban que, por lo tanto, sería un blanco fácil.
El locutor se maquillaba cuidadosamente en su habitación, por algún motivo siempre le había hecho gracia pintarse la cara de blanco, así que no era de extrañar que se escuchasen risillas por toda la habitación al estar disfrazándose de esqueleto (traje que daba una sensación relativamente realista por lo flaco que era y lo ancho que tenía el pecho en comparación).
Al acabar se engominó el pelo hacia atrás y se echó spray para teñirlo de blanco y negro, una vez estuvo listo se miró al espejo y agradeció las lecciones de maquillaje de Rosie, porque realmente con las lentillas y todo lo demás, no se parecía mucho s él mismo. Tal vez la nariz...
Al notar eso solo puso el pulgar contra un lateral de la nariz, el índice sobre el puente y el dedo corazón sobre el otro. La retorció y fue tirando hasta que se la arrancó de la cara. En el tiempo que llevaba ahí abajo había aprendido que podía desacoplar algunas partes de su cuerpo. Atribuyó esto a la posible absoluta descomposición de su cuerpo en el plano mortal, y casi de inmediato quiso borrar la imagen de sus restos físicos plagados de gusanos de su mente.
Se estiró y miró a Souk con una sonrisa casi triunfal.
-Tú te quedas aquí y proteges la mansión, si lo haces bien te los puedes comer de paso-
Anunció, eso pareció gustarle al ser oscuro.
-Deja que adivine, tú no vas a decir que sales, ¿Verdad?-
-En efecto mi querido compañero, yo salgo por la ventana y nadie tiene por qué enterarse de que no estoy
-Muy astuto, como siempre- aseguró con un retintín obvio en su voz.
-Aburrido- acusó el disfrazado dando una risita -volveré en la madrugada, no me esperes- avisó yendo hacia la ventana y viendo entre las cortinas.
Le costó un poco, pero localizó unas cuantas personas observando discretamente el lugar, esperando a que saliera.
Chasqueó los dedos y se desvaneció en las sombras, reapareciendo en plena Pent City.
Las calles estaban bastante animadas...o lo que es lo mismo, plagadas de gente chutándose a saber qué sustancias, robando sin ton ni son, bebiendo y berreando.
Rodó los ojos e hizo el esfuerzo de intentar camuflarse entre la multitud, acción que llevaba mucho sin resultarle tan fácil.
Entró en un bar de mala muerte y empezó a hacer apuestas pequeñas, cuando los sacaba de quicio proponía un trato trivial, y todos aceptaban pensando que era un demonio menor o que no tenía mucha importancia.
Hizo aquello en diez bares y dos tiendas, hasta que se encontró con el premio gordo: Vox. Se le erizó la piel de solo imaginar tener el control sobre él, y por lo tanto, sobre su terreno. ¡Al fin sería el fin de la estúpida época televisiva! No obstante, tenía que permanecer calmado y seguir ocultando la estática de su voz tan bien como pudiera.
Se acercó cautelosamente y, con el descaro de un pecador que va algo borracho, le apostó una cantidad absurdamente pequeña para alguien con tanto dinero como el mayor vendedor de productos tecnológicos del anillo. Sonrió internamente cuando notó que se sintió ofendido.
-Con esa miseria me limpio el culo, desgraciado- se quejó el de cabeza plana -no hago apuestas con ratas callejeras, largo-
-Aww, no se preocupe señor, todos tienen derecho a tener miedo de apostar- lo calmó mientras se daba la vuelta.
-¿¡Qué has dicho!?- gritó enfurecido.
-Oh, ¿No es ese su caso? Digo, si tan poco le parece esa suma de dinero, no le importará perderla-
Vox era un individuo peculiar y bastante fácil de enfurecer, así que no le extrañó cuando se le acercó a zancadas y lo agarró del cuello de la camisa.
-Escúchame bien pequeña mierda, no he venido aquí a dar limosna a escorias como tú, as- -
-Oh, conque admite que perdería contra mi, ¿Huh?- preguntó en un tono burlón.
El televisor que tenía por cabeza empezó a echar humo de la rabia.
-Una ronda, si ganas puedes tener tu limosna, si pierdes, te agachas y me llames los zapatos hasta que se te caiga la jodida lengua-
-Mmmmm...no gracias, ahora me parece poco dinero- se encogió de hombros.
La pantalla del de sombrero se sobrecalentó y se reinició lentamente.
Alastor rió y se retiró, puede que no fuera lo que había planeado, pero le satisfacía ver así a su enemigo.
Para cuando cayó la noche, tenía cerrados al menos cincuenta tratos.
No le sorprendió casi en lo absoluto descubrir que Lucifer organizaba una fiesta, así que fue dando un paseo a palacio. Al llegar consiguió esquivar la seguridad y entrar al lugar sin invitación, sabía que al monarca no le importaría verlo por ahí, así que se tomó la libertad de emborracharse de whisky, vino tinto y algunos chupitos de crema de orujo.
Socializó con algunos invitados sin revelar su identidad, y al final acabaron tomando aquello como un juego interesante que jugar. Varios goethias y algún overlord ocultaron su identidad y ofrecieron un servicio a quien la adivinase, podía ser dinero, influencia o lo que quisieran. Y Alastor acabó involucrado sin quererlo.
Por fortuna para él, nadie pudo estar ni cerca de su identidad, y a la hora del baile la mayoría perdió el interés y se centraron en pasarlo bien.
-Que curioso- comentó una voz masculina a las espaldas del locutor -no recuerdo haberte visto en la lista.
El de pelo rojo se giró y no reconoció a quien le hablaba. Su disfraz era ciertamente cómico: un par de cuernos de plástico mal pintados, un tridente demasiado pequeño y una capa roja junto a un traje rojo y negro: la concepción barata de cómo los humanos veían al diablo.
No evitó reír al verlo, ya que era obvio que era un disfraz mal hecho a drede.
-Muy ingenioso- aseguró entre risas, viendo al desconocido.
-Gracias, gracias, tuve que pedir ayuda de un niño pequeño para pintar los cuernos- bromeó, causando de nuevo la risa del ciervo que no parecía un ciervo -...¿ya que estamos, quieres bailar?- ofreció, extendiéndole la mano.
-Vaya, una muy curiosa manera de meter ficha, primero insinuando que no debería estar aquí y luego invitándome a bailar-
-¿Ves? Me parece mejor que lo que hacen la mayoría de lanzarse a decir obscenidades sin ton ni son...
-Una método sin duda efectivo- afirmó el "esqueleto", antes de darle la mano al contrario junto a una mirada divertida.
La música no era para nada de su estilo, y la canción no era muy buena de por sí, pero al demonio, estaba decidido a divertirse sin asustar a nadie por una vez.
Bailaron por casi media hora, cuando ambos se fatigaron y decidieron tomar asiento. Bebieron y charlaron por horas, hasta que estuvieron tan borrachos que tuvieron la certeza de que no recordarían ni sus nombres la mañana siguiente.
No se sabe muy bien en qué punto empezaron a tontear, y menos cuándo llegaron a una habitación.
Pero ambos saben bien lo que pasó, era un secreto bien escondido que no le revelaron a nadie. El cómo despertaron casi a la vez y procesaron la información.
Alastor se puso algo pálido y se intentó levantar, pero apenas tenía fuerza en las piernas. Por otra parte, Lucifer lo miraba aún tumbado y con restos de maquillaje por la cara, que era bastante reconocible ahora.
-Buenos días a ti también- bromeó al ver el pánico del locutor.
El aún no pelirrojo se sintió tan avergonzado que solo hizo un segundo intento sin contestar. Si el monarca no fuera tan rápido, posiblemente se hubiera caído de cara contra el suelo.
-Tranquilo, no hay prisa- murmuró el rubio aún muy adormilado -solo deja que me despierte un poco, luego puedes tomarte un café e irte como si esto no hubiera pasado.
La mente de Alastor concentró toda su parte racional y sobria para pensar y usar la siguiente lógica: la noche anterior no se reconocían el uno al otro, no había rastro en la cama de que el spray del pelo o la pintura de cara se le hubiera ido ni un poco. Así que trató de acallar tanto como pudo la estática en su voz y habló, aún pretendiendo no ser él.
-... tienes muy poco apego en lo que respecta a dormir con alguien, ¿cierto?-
Lucifer dio una risa apagada y se encogió de hombros.
-Es lo que tiene-
-¿Por qué siquiera lo haces? Tienes todo lo que podrías querer-
El silencio se apoderó de ellos, de la habitación, y tal vez hasta de todo el palacio. Un suspiro lastimero lo deshizo, y Alastor soltó lentamente el aire que no se dio cuenta que estaba reteniendo en sus pulmones.
-...¿De veras crees que lo tengo todo?-
Al girarse, por primera vez Alastor fue consciente de que a quien veía en las reuniones, quien gobernaba el anillo y el infierno entero, el ser más poderoso de la tierra y el infierno...tan solo era una sombra de la temible imagen que había dado siempre: tenía unas ojeras prominentes, una mirada apagada y una expresión agotada. Nunca antes había sido tan consciente de lo agotado que estaba el monarca, ni de lo realmente mayor que era.
No estaba pensando cuando llevó una mano a su mejilla y la acarició con el pulgar con el cariño de una madre preocupada, solo actuó porque su ser le decía que debía actuar.
-No lo pensé mucho- confesó el aún pelinegro -supongo que tener tanto poder tiene un precio alto-
Sus miradas se cruzaron y supieron lo que tuvieron que saber.
Alastor supo bien por qué el monarca actuaba de forma tan descontrolada y sin escrúpulos, ¿Cómo puede uno aguantar una rutina casi opresora por tantos siglos y no estar harto de todo? Al parecer la resolución a la que había llegado el de tez blanca era distraerse, daba igual de qué modo, cuánto costara o lo que perdiera por ello: todo era mejor que aguantar un segundo más pensando en todo lo que tenía que hacer y lo que había hecho.
Por otra parte, Lucifer supo que la persona que tenía delante era alguien que conocía, aunque no le pusiera nombre, lo sabía por cómo lo miraba, y supo casi al instante que sentía una angustia tan grande que le resultaba difícil no venirse abajo. No quiso descartar opciones como si jugase a adivinar quién era el pecador que tenía delante.
Porque por primera vez, no lo sintió como un juego.
El monarca se estiró y besó la mejilla del contrario con suavidad, luego susurró en su oído.
-Pediré que traigan dos cafés y unas tostadas, comeremos, no tenemos por qué hablar si no quieres, no tienes por qué recordar esto si no quieres, solo come y vete cuando te sientas con fuerzas y ganas para y de irte-
Alastor no pudo rechazar la oferta.
Charlaron un poco durante el desayuno improvisado, eso pareció agradarle al monarca.
Se contaron cosas que solo se les pueden contar a desconocidos que sabes que no pueden juzgarte, se miraron como viejos amigos que se reencontraba después de un largo tiempo y se reían como si aún fueran jóvenes y no tuvieran nada de lo que preocuparse.
Al acabar, hicieron una promesa muda de verse en otro momento, de hablar si era necesario, de saber de la existencia del otro.
Alastor volvió a su casa y siguió su día a día, Lucifer quedó en palacio y siguió con su repetitiva rutina.
No faltaba mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro