32: Una última vez
Alastor despertó en la habitación del hotel una mañana y se sentó en la cama. Se miró en el espejo que había al lado y suspiró. Habían pasado meses y él no estaba mucho mejor, seguía con ojeras y cara de agotamiento al despertar.
Se pasó las manos por la cara.
-...No puedo seguir así...-
Apretó los labios suavemente y se levantó, era temprano, pero así debía ser para que todo fuera según sus planes.
Se vistió con lentitud y al estar con su ropa de siempre salió en silencio del hotel sin siquiera molestarse en desayunar algo.
Fue hacia la ciudad a ritmo calmado, tratando de pasar relativamente desapercibido. Llegó a una cabina telefónica y metió un par de monedas para poder llamar.
-"El emporio de Rosie, buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?"
-Rosie, necesito hablar contigo, ¿Te importa si me paso por la tienda?-
-"¿Huh? Claro, no hay problema, de todos modos hoy no parece que haya mucha clientela...¿Te encuentras bien? Suenas raro"
-...hablamos ahora-
Colgó la llamada, cortando a Rosie a la mitad de una frase. Era cierto que se veía más apagado y decaído, pero era tan sutil y su sonrisa era tan espléndida que nadie se daría cuenta de ello.
Fue dando un paseo hacia la tienda de su amiga, en su cabeza sonaba una canción fúnebre, y Souk parecía agitado por ello, aunque no en el buen sentido precisamente.
-¿Alastor?- llamó su sombra, llevaba bastante sin verlo así.
-No ahora Souk, quiero pensar y necesito silencio para un tema así-
La sombra se calló y adquirió las características de una sombra normal.
Tras una larga caminata, Alastor se encontró a sí mismo plantado frente a la tienda de su amiga, tomó aire y entró forzando la sonrisa como casi siempre.
En el momento en que ella lo vio se preocupó, se tenía estudiadas las expresiones del ciervo y sabía que esa no podía implicar nada bueno.
-Alastor, querido, ¿Va todo bien?- preguntó acercándose con cierta prisa.
-...necesito hablar contigo y pedirte un favor...lo siento pero no se me ocurre nadie más a quien pudiera recurrir.
Rosie lo guió a la trastienda y le dio un muffin para que comiera algo, no necesitaba preguntar para saber que no había desayunado. Puso dos sillas acolchadas una en frente de la otra separadas por una mesita de té, luego le indicó a Alastor que se sentara. El demonio de la radio estuvo comiendo el muffin en silencio por unos largos minutos, se detuvo a la mitad y suspiró.
-...llevo muchos años buscando a una mujer...y no puedo seguir buscándola, porque no me perdonaría ver lo que me he hecho por intentar encontrarla. Llevo años sin tener más de seis horas de sueño en un día bueno, como poco y bueno, no es que me esté haciendo nada bueno a mí mismo... así que quiero intentarlo una última vez. Quiero que me ayudes a buscarla y que me avises si la encuentras-
-Al, si hablas de Portnoy sé dónde está, no tienes qu- -
-No hablo de esa sinvergüenza, la persona a la que busco es mil veces más importante que ella, un millón de veces más importante, mil millones incluso se quedaría poco-
Rosie se confundió bastante y ladeó suavemente la cabeza.
-¿Entonces quién es?-
Alastor se quedó callado ante la pregunta por unos instantes, comió un poco más del muffin.
-...lo sabrás cuando la encuentres, su nombre es Abigail-
Se la describió al detalle y Rosie puso una expresión afligida al entenderlo.
-Oh Alastor, lo lamento...pero no puedo solo ayudarte, sabes cómo funciona este mundo-
-Bien, pon un precio razonable entonces-
-Sabes que el precio razonable sería tu alma-
-Pues un precio rebajado por ser tu amigo- eso sacó una risilla de parte de la rubia.
-...Está bien, pero no va a ser barato...te llamaré cuando quiera para que vengas a hacerme de maniquí para algunos trajes, tienes que pagarme 25.000 Souls y si te exijo que tengas un día libre, da igual qué planes tengas, lo cancelas todo y los cambias por cualquier actividad calmada-
-...si quieres que se mantenga la última quita la primera-
-Trato-
Se dieron la mano para cerrar el trato y Alastor se puso en pie.
-Asegúrate de que no se enteren de quién es ella- comentó viendo a la de ojos negros salir de la trastienda antes de seguirla.
-Bueno, no será muy difícil saberlo, ¿No crees?-
-No tengo ni la menor idea, llevo demasiadas décadas sin verla...-
La chica le dio una palmadita en la espalda altay puso el cartel de cerrado.
Salieron de la tienda y Rosie se encargó a reunir a la mayor parte de la colonia caníbal para pedirles (exigirles) que los ayudasen a buscar.
Se movilizaron casi de inmediato y en lo que quedaba de día peinaron toda Pentagram City, todas las ciudades cercanas y hasta el más remoto rincón del anillo del orgullo. La búsqueda finalizó a las 3 am. A esa hora todos volvieron a la plaza, agotados y hambrientos, y Rosie accedió a que el siguiente día la colonia tuviera un festivo.
Alastor se fue sin despedirse mientras Rosie hablaba con los residentes de la zona y caminó sin rumbo.
Cuando se dio cuenta, había abandonado la ciudad y estaba casi en los confines del anillo, donde solo había arbustos secos y arboles muertos hasta donde alcanzaba la vista.
Se sentó en silencio y miró hacia arriba, ubicando el paraíso y mirando aquel punto casi con súplica. Pero no, porque sabía que ella había ido al infierno igual que había ido él.
Sabía que el único que estaba allá arriba era el único que debía estar ahí abajo.
La frustración, el cansancio y la impotencia lo llevó a destruir todos los arboles y arbustos en un radio de trescientos metros. Al acabar tuvo que tumbarse y taparse la cara porque empezó a llorar sin poder evitarlo.
Tantos años de búsqueda, tantas noches en vela y tanto esfuerzo para nada.
Estuvo ahí tumbado, llorando con desconsuelo por casi una hora. Al acabar se intentó levantar, pero finalmente había llegado a su límite y su cuerpo no le permitía siquiera ponerse en pie. Gateó hacia uno de los árboles destruidos y agarró una rama gruesa, talló una cara en la madera con las uñas y la quedó mirando.
Luego sacó un anillo del bolsillo, había conseguido una réplica exacta de aquel anillo de bodas que ella tanto atesoraba a pesar de que precisamente casarse fue su peor error.
Siguió arañando hasta que quedó un saliente del anchor de un dedo y le puso el anillo.
-...siento haber llegado tarde...de verdad que lo siento- murmuró angustiado.
Finalmente se quedó tumbado, manteniendo contacto físico con la rama, tapando la parte del anillo con su mano, como si temiera que alguien fuera a venir a robarlo.
Sintió que su mente se ponía en blanco y su visión se nublaba instantes antes de desmayarse del agotamiento.
Estuvo dos días enteros desmayado, y al despertar tenía tal dolor de cuerpo que casi no pudo levantarse, pero lo hizo.
Miró a la rama tallada con aquel anillo y la arrastró lejos de allí. Estuvo horas buscando un lugar adecuado y se detuvo en un sitio con vistas tanto al bosque como a la ciudad. Allí cabó un hoyo algo profundo y dejó allí a la rama para que pareciera que estaba de pie.
La miró por un largo rato y suspiró avergonzado, sabiendo que no tenía sentido alguno porque no era ella, pero igualmente teniendo que intentar algo para no sentirse tan mísero.
-...hola...ha pasado un tiempo...- se sintió aún más estúpido por sentirse nervioso -... llegué aquí hace mucho...ya casi tengo cien años, pero nunca he celebrado nada...aunque sí celebré tus cumpleaños- tuvo que hacer una pausa algo larga antes de continuar.
Estuvo horas y horas hablando, contándole más de lo que le había contado a nadie desde su llegada al infierno, y cuando fue de noche y no se le ocurrió nada más que decir, se sentó extrañamente aliviado.
-...y creo que eso era todo...gracias por escucharme- se levantó con cuidado -tengo que irme ahora, pero volveré mañana- afirmó, y como vio que empezaba a refrescar por las horas que eran, se sacó la chaqueta y la puso sobre la rama.
Se quedó mirándola con una extraña sensación en el pecho, le sonrió y se despidió antes de irse.
Volvió a la ciudad viajando de sombra en sombra, tras un rato apareció en su habitación en el hotel.
Se dejó caer en la cama y no recordó la última vez que sintió ganas de dormir teniendo la tranquilidad de que podría hacerlo.
La búsqueda había terminado, no había encontrado lo que esperaba pero había podido desahogarse y hablarle, aunque supiera que no era ella realmente, aunque supiera que ella se había ido y no volvería.
Se quedó mirando el techo por un largo rato, rememorando lo sucedido aquel día.
Finalmente cerró los ojos y susurró una vez más.
-Hasta mañana madre, descansa-
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