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29: No hay desastre que no arregle un café

Hubo un revuelo silencioso por la sala. La gente estaba asustada, a fin de cuentas, la chica no era un blanco fácil.

Alastor se tomó unos instantes para saborear la victoria en sus labios antes de continuar con su discurso.

Habló de la libertad perdida.

¿Desde cuándo los pecadores debían comportarse como lo que no eran?

Habló de la opresión.

¿Qué tipo de sistema era aquel, que no les permitía pecar, matar, devorar...?

Y habló de todo lo demás que los presentes querían que hablase.

Para cuando acabó, supo solo con mirar el rostro de uno de ellos, que los tenía a todos comiendo de la palma de su mano.

-Pecadores- llamó con una triunfal sonrisa -reclamemos lo que es nuestro-

Ese día, el pequeño territorio de Alastor se amplió el triple de su tamaño, y una semana después, Rosie llegó al poder del suyo, que ahora era el único intacto cercano al de Alastor.

La matanza de los Overlords y pecadores era "una nimiedad" según Alastor, por lo que no es necesario entrar en detalles.

¿Qué había que saber a fin de cuentas?

Vieron el caos que se avecinaba, intentaron pararlo, acabaron muertos.

Fin de la guerra de una semana y comienzo del reinado de la nueva generación de Overlords...a excepción de los inteligentes que prefirieron no inmiscuirse en los asuntos del ciervo, claro.

Alastor ahora tenía el pelo totalmente rojo y con partes negras. Algunos decían que se teñía con la sangre de sus enemigos, cosa que al parecer no estaba tan alejada de la realidad, ya que había quedado así a base de matar.

Aún podía recordar los gritos de desesperación de sus víctimas, de aquellos que se creían tanto y resultaron ser tan poco. De los que se arrastraron como gusanos y acabaron aplastados como uno contra el suelo.

Y por supuesto aún escuchaba sus voces si quería. Las tenía a todas en su micrófono a fin de cuentas.

-No están ahí exactamente- explicó Souk -su alma está plasmada dentro, tienes su energía y, si lo deseas, su conocimiento-

-¿Y no crees que podríamos haber atajado unos cuantos años con esa información?-

-Pero no hubiera sido divertido, además, no siempre funciona así, es necesario que el portador sea un ser fuerte y retorcido para que se plasmen de forma neutral- lo apuntó con un dedo -pero cuidado, porque si les dejas mucha libertad o no ejerces suficiente dominio sobre ellos, puedes acabar consumido por ellos, y eso es mucho peor que la muerte, créeme-

No le dio tanta importancia como cualquier otro le habría dado a aquella advertencia, sencillamente no les dejaba más que la libertad justa para darles falsas esperanzas: les hacía preguntas, les permitía una charla de máximo cinco minutos con alguien y fin.

Habían pasado dos meses desde la masacre, fue su primer día libre en un tiempo. Estaba preparándose para ir a por ese desayuno pendiente con el rey.

Se puso un traje nuevo, rojo con toques negros, se había convertido en uno de sus favoritos últimamente. En su habitación sonaba de fondo un jazz algo animado, en ese momento "I put a spell on you" le venía como anillo al dedo por alguna razón.

Se ajustó la pajarita, se echó un poco de perfume y se acercó al ventanal de su habitación. Tenía unas vistas perfectas a las ahora más cercanas edificaciones. La gente hacia pintadas de él en los edificios para marcar que ese era su territorio, como una advertencia o una amenaza de muerte que no costaba mucho entender.

A lo lejos vio las llamas infernales adornar algunas calles.

-Precioso- rió antes de darse la vuelta y salir.

Se despidió de la ama de llaves con un gesto elegante y se fue caminando hacia palacio, le apetecía estirar las piernas y disfrutar el olor de la sangre y la carne en descomposición.

Rosie y él habían delimitado una línea imaginaria que unía ambos territorios, y el conjunto de estos era la ahora llamada "colonia caníbal". Todos los que estuvieran dispuestos a vivir ahí o a servir a sus integrantes, no tenían verdaderos motivos para temer, a fin de cuentas les eran de utilidad y vivían de maravilla.

O al menos si no sacaban a Alastor o a Rosie de sus casillas.

A mitad de camino Alastor empezó a aburrirse de tanto caminar y prefirió fundirse con las sombras para apurar el paso.

En dos o tres minutos estuvo frente a las amplias verjas doradas que separaban el jardín real de la calle.

Antes de acercarse, el locutor se percató de que la canción que sonaba en su cabeza y que había estado oyendo en su habitación, aún sonaba a su alrededor. Tuvo que acallarla antes de acercarse a los guardias para que lo permitieran pasar.

-Por aquí- indicó un sirviente en cuanto Alastor cruzó el jardín delantero.

Atravesaron todo el palacio hasta los aposentos del monarca. El diablillo llamó a la puerta.

-Espera- balbuceó el rubio desde el otro lado de la puerta, sonaba adormilado.

"A alguien le gusta dormir" bromeó Souk en la cabeza del locutor. No hacía mucho encontró un hechizo que le permitía comunicarse sin necesidad de que nadie más escuchase, u oír sin que nadie más lo hiciera.

-¿Quién es?- añadió después de un rato en silencio.

-El señor Alastor ha venido- anunció.

Se escuchó algo cayendo al suelo nada más oír aquello y pasos apresurados de un lado a otro.

-¡Dile que espere en el comedor!- pidió con claros nervios en la voz.

-Oído cocina- habló el locutor, aguantando la risa.

Se alejaron de ahí con calma y casi en cuanto llegó al comedor, el monarca apareció detrás de ellos.

-Lamento la tardanza- dijo de forma profesional.

-No se preocupe, alteza, ha sido bastante rápido- miró su rostro unos instantes antes de añadir -al menos para alguien que tiene resaca-

-Ni lo menciones- pidió con una risilla.

El comedor tenía, por decirlo de alguna forma, dos secciones: la primera era la sección "familia absurdamente grande". Tenía una mesa para unas treinta personas, tan larga que difícilmente se veía el final desde un extremo al otro. Todo en esa sección era refinado, cubertería de plata, pañuelos de seda blanca con hilos dorados que formaban pequeños adornos, sillas de terciopelo, oro y madera de álamo negro, paredes adornadas con cientos de cuadros de toda clase...lo propio de la realeza, vaya.

La segunda sección, era la sección "comfty" (nombres dados por el propio Alastor), que se conformaba por una mesa no muy grande para hasta cuatro personas, un par de armarios con aperitivos totalmente normales, algún cuadro y fin, pero no cuadros como aquellos retratos y representaciones complejas, no, eran simplemente dibujos en diferentes estilos, todos muy distintos.

-No esperaba que tuviera ese gusto en el arte, señor- confesó al llegar a "comfty".

-Eres la segunda persona que me lo dice- luego añadió en un murmullo -...y porque no dejo entrar aquí a más gente-

-¿Entonces soy exclusivo?- bromeó el locutor.

-Si te ayuda a dormir mejor por las noches, puedes decirlo así, sí- siguió la broma, luego tomaron asiento y se atrevió a preguntar -ahora bien, ¿Cómo lo hiciste?- preguntó con una impecable sonrisa, que junto a sus ojeras y su claro malestar daba una vista cómica.

-¿Cómo hice el qué?- preguntó ladeando la cabeza.

-No lo sé...¿tal vez masacrar a a saber cuantos Overlords y pecadores sin el uso de una sola arma bendita o angelical?-

-¿Es necesario una para matarlos?-

-Alastor, los pecadores solo mueren de forma permanente tras haber sido asesinados con un arma angelical o bendita, con los Overlords es lo mismo...y tú no usaste ninguna, pero aún así sus almas no están por ninguna parte...¿Cómo?-

-...¿Se lo digo?- preguntó mirando a su sombra con descaro.

-Como quieras, no mando sobre tu vida- bromeó Souk -pero ya que me dejas opinar, creo qu- -

-Las tengo yo-

Lucifer puso tal expresión de desconcierto que Alastor, esta vez, no pudo evitar reír.

-¿Cómo? No tienes la capacidad de almacenar almas, eres un pecador-

-Un pecador con una sombra, su alteza- corrigió.

Un diablillo se acercó con una bandeja grande y la dejó en el centro de la mesa y se retiró. Alastor agarró una de las tazas de café que había sobre esta y le dio un trago.

-Sabes que eso es café solo, ¿No?- preguntó entrecerrando los ojos, agarrando la otra taza y echándole leche de un recipiente metálico.

-Por supuesto, me gustan los sabores fuertes en cuanto al desayuno respecta- sentenció encogiéndose de hombros.

-Demasiado fuertes- rió suavemente mientras le echaba una pastilla de sacarina a su café, lo revolvió y le dio un trago.

-No hay nada mejor que el café negro- defendió.

-¿Podemos volver a donde me explicas cómo puedes retener almas?-

La contestación de Alastor fue un largo y tranquilo sorbo a la taza mientras Souk le untaba mantequilla a una de las tostadas que habían traído. Al apoyar la taza de porcelana en el pequeño plato a juego, suspiró.

Puso sus manos sobre la mesa, apoyando el dorso en la madera y tocando las llemas de los dedos de ambas manos en un gesto intelectual y recto -...¿primero puedo saber qué tanto sabes de magia negra o vudú?-

-Entre poco y nada- se cruzó de piernas y se puso recto -¿Es eso sobre lo que va a girar la conversación?-

-En efecto- afirmó, sonriendo -verás, entre ciertos principios de la magia negra y el apoyo de una sombra, es posible amplificar la potencia de hechizo e incluso simplificar su ejecución. Por ejemplo, la invocación de un arma base-

Extendió un brazo hacia un lado y con chasquear los dedos su micrófono apareció, luego se lo extendió al monarca para que lo viera.

-Y el arma base, puede tener modificaciones de función bastante sencillas dependiendo de la complejidad del objeto en sí. Como ves, el mío es bastante sencillo, no tiene sistemas complejos con pólvora o cosas por el estilo, por lo tanto es sencillo modificar sus funciones...escucha atentamente- pidió.

La estancia se quedó en silencio, y este fue roto por cientos de voces rogando auxilio y gritando en desesperación, todo venía del micrófono.

El monarca rió y las voces se callaron.

-Muy inteligente Alastor, muy inteligente-

-Gracias señor, pero en realidad es un pequeña tontería...tampoco es algo que le pueda llegar a afectar si eso le preocupa. Difícilmente puedo absorber a los overlords...tuve suerte que no vinieran muchos- confesó.

Charlaron hasta que el locutor tuvo que irse para su programa de medio día. Invitó al monarca por cortesía, pero el "no" final fue evidente antes de ser pronunciado siquiera.

Al salir del palacio, tenía una bolsa de tela en la mano con algo de comida ante la insistencia del rubio de que había comido excesivamente poco y que no quería que la diversión acabara aún. Porque obviamente eso era todo lo que era para el rey: diversión.

Ver cómo los aburridos esquemas que llevaban siglos de la misma forma se rompían por una sola entidad era diversión, escuchar una cadena de radio tirando a macabra por sus noticias era pura diversión. Oh cuanto se había reído al oír los gritos de aquellos Overlords, Goethias y demás pecadores que no iban a volver... obviamente eso era lo que Alastor quería dar: diversión al público que la entendía. Y un integrante de ese público, era Lucifer.

El diablo se quedó mirando por la ventana mientras el locutor se alejaba poco a poco, casi hipnotizado por los movimientos firmes que describía el cuerpo del pelirrojo en la distancia.

Mientras tanto, Alastor pensaba en cómo podría cuadrar el tiempo, tenía muchas cosas que hacer, unas más interesantes que otras por supuesto, pero todas ellas consumían un tiempo que no tenía.

-Huelo estrés- bromeó la sombra -¿Por qué no se lo relevas a alguien?-

-Porque no es algo que pueda relevar, Souk- se quedó pensativo mientras caminaba hacia la ciudad, y antes de desaparecer en las sombras, como perdido en su mente, repitió -...nada que pueda relevar...-

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