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21: El error más tonto del mundo

El funeral fue una semana después.

Por cortesía más que por gusto el territorio cerró las tiendas y veló la muerte del ave.

A la ceremonia como tal asistieron más bien pocos. Alastor localizó en muy poco tiempo al ex-amante del Lord y un cosquilleo de satisfacción subió por su espalda.

Al final de la ceremonia todos ellos se reunieron para recibir su pequeña herencia.

-"Para mi buen amigo Torx, la mitad de toda mi fortuna y los papeles del cajón que tengo bajo llave en mi escritorio de oficina"- recitó el hombre que leía el testamento -"para Alastor, mi fiel mano derecha..."-

No hubo una sola parte de su mente que no tuviera que usar el casi castaño para no ponerse a gritar de la emoción, y en ese instante en que acabó la frase, fue cuando pasó de usar todas sus fuerzas para no gritar, a usarlas para mantener una expresión calmada.

-"Todos los libros de mi biblioteca y el puesto de mano derecha fijo"-

Libros
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LIBROS
UNOS SUCIOS Y POLVORIENTOS LIBROS
¿QUIÉN QUIERE LIBROS PUDIENDO TENER TANTO PODER?
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.
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Pero no había más que eso, no para él.

¿Pero entonces quién? ¿Quién era tan importante como para superar al mismísimo mano derecha? ¿Su trabajo no había servido para nada?

-"Y finalmente, lo más importante, mi puesto..."-

Entonces cayó en la cuenta.

-"El resto de mis posesiones"-

No...no se lo podía llevar ese demonio...imposible...¿No?

-"y la posesión de todo el territorio..."-

¡No, no, no y mil millones de veces no! ¡No podía ser así!

-"Es para mi querida Portnoyr, mi protegida"- finalizó.

Alastor quiso arrancarse todos los dientes, los ojos y la lengua.

¿¡Cómo fue tan estúpido para no pensar en que eso podía pasar!?

Se giró a verla y notó solo entonces que no traía nada para ocultarse, era la segunda vez que la veía de cuerpo entero sin su túnica o capa, y la primera que la veía llorar en silencio.

Esa fue la primera vez en muchos años que Alastor sintió compasión, verdadera compasión, no un sentimiento momentáneo.

Después del funeral ambos se retiraron en el mismo coche en el que el fallecido había llevado a Alastor a la reunión. Bueno, a las reuniones, se hizo costumbre que el pecador fuera también, aunque no fueran frecuentes.

-Alastor- pronunció ella cuando estuvieron de camino, llevaban unos largos minutos en silencio, así que su voz sobresaltó al mencionado.

-¿Sí, señorita?- preguntó con rabia interna.

-Fuiste tú, ¿No es así?-

Él quedó estático por unos instantes, petrificado.

-...¿Disculpe?- preguntó ladeando la cabeza.

-Lo mataste- aclaró, sus labios pálidos sonrieron al ver un ápice de pánico en Alastor -...lo imaginaba...tranquilo, no te culpo...solo esperaba que tardases más-

-Claro que no lo maté, ¿Por quién me toma?- dejó ver su enfado y pretendió que era por las acusaciones.

-Por alguien que quería el puesto que ahora yo ocupo- rió suavemente -incluso si no sabes cómo ejercerlo, y deja de pretender, eres muy obvio y los demás son muy ciegos- sentenció, se acomodó en el asiento y suspiró antes de cerrar los ojos.

Alastor quedó en silencio y pensó en estrangularla, o algo mejor tal vez, estaba preparándose para abalanzarse cuando ella volvió a hablar.

-Si me dejas tranquila, te enseñaré a gobernar de la misma forma en que él me enseñó a mi...y cuando acabe tendrás mi puesto...¿No es más sencillo que matarme ahora, tener que dar explicaciones y que tengas que averiguar tú solo cómo hacerlo?- preguntó aún sin abrir los ojos.

Alastor lo pensó unos instantes, gobernar un territorio no podía ser tan difícil...¿Cierto?...Aunque tendría que tener en cuenta el papeleo de los impuestos, las inversiones, mantener la economía en general, administrar los comercios, lidiar con problemas políticos...

-...suena justo- cedió con una repentina calma, Portnoyr rió al oírlo.

-Muy bien...aunque deberías ser consciente de que todas las acciones tienen consecuencias- comentó -tranquilo, no voy a apalizarte ni a darte un castigo eterno o algo así...ya estás en el infierno, más que eso no puedo hacer...pero puedo hacerte un poco consciente...espero-

Un escalofrío recorrió la espalda del locutor, sabía que no iba a ser nada bueno y eso no le gustaba en lo absoluto.

Tardaron un rato largo en llegar a la mansión. Todo estaba en silencio y había miedo en el rostro de muchos.

Portnoyr los reunió a todos para explicarles la nueva situación. Ella era la nueva Overlord, y aceptaría ese puesto sin dudarlo, nadie perdería su puesto solo por ese cambio. Habló sobre los beneficios del cambio y su método, que parecía francamente mejor que el del ave.

Hablaba tan bien que engatusaba a todos, Alastor incluido. Incluso llegó a olvidar que quería ese puesto, y pensó "menos mal que ese pájaro se mató". Luego volvió a la realidad y se confundió enormemente.

"Son las palabras de un dictador" pensó "y joder si son buenas".

-Por último, cada quien podrá tener la alimentación que quiera siempre y cuando presente un permiso que yo mismo adjudicaré y se trabaje duro. Espero lo mejor de todos vosotros.- zanjó con una sonrisa suave.

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-¿Cómo lo haces?- preguntó el casi castaño cuando estuvieron a solas.

-Hablando, digo lo que piensan que quieren oír, pero en realidad es lo que yo quiero que oigan- explicó -si no sabes eso no entiendo como pretendías gobernar todo un territorio-

-Sé como engatusar, sé manipular y sé hacer absolutamente todo  lo que tenga que hacer para conseguir lo que quiero...pero no sé cómo convertir a la gente en corderitos a tus órdenes-

-¿No será "perros a tus órdenes"?-

Solo por nombrar al animal de dio una ansiedad bastante fuerte, suspiró lentamente.

-No soy de perros- zanjó, e incluso Portnoyr entendió que no era un tema del que debería hablar.

-En fin, hoy ha sido un día difícil...deben de haberte dejado el uniforme nuevo en la cama, póntelo y ven- pidió.

-Sí- accedió él mientras se levantaba, luego fue a su habitación a paso ligero.

Admitía que le emocionaba la idea de tener un uniforme de trabajo, ropa nueva era ropa nueva a fin de cuentas. No tardó más que dos minutos o tres en llegar a su habitación, cerró la puerta detrás de él y miró a la cama.

La ropa estaba cuidadosamente doblada, se acercó y no fue hasta que la estiró que puso una cara de disgusto absoluto.

-¡No me voy a poner un vestido!- se quejó dejándolo en la cama.

Tomó aire y escuchó una risa conocida muy cerca, miró a todos lados.

-Souk, ¿Qué fue eso?-

La sombra abrió los ojos y de irguió un poco para hablar mejor.

-Oh, fue él- fijo señalando el micrófono, que ahora yacía apoyado en la pared.

-...Osea, que las almas aún atrapadas pueden hablar y manifestarse- supuso.

-No exactamente, pueden manifestarse si tú lo permites, como sombras...bueno, como una versión barata de mi en realidad- se jactó -pero tienen habla libre, aunque solo tú los escuchas de entrada-

-Entiendo...entonces cierra el pico- gruñó viendo al micrófono, se fijó en el ojo rojo que lo miraba con fijeza y sonrió -ya estás más que muerto, déjame en paz-

El ojo se cerró y desapareció de momento, luego el ciervo volvió a su problema principal: uniforme.

Ahora mismo corría el peligro de ser delatado por ella, así que desobedecerla no parecía una buena idea. Suspiró y se puso el dichoso "uniforme" mientras Souk se reía.

-Cállate- imploró con fastidio -¿Puedes llevarme sin que me vean?-

-Por supuesto...aunque he de decir que no te queda mal-

Alastor pisoteó el suelo sobre el que estaba su sombra mientras está solo soltaba carcajadas, cuando ambos se calmaron pudo intercambiar a Alastor por una sombra del despacho de Portnoyr.

-Listo- dijo entre dientes, estaba convencido de que ella se reiría a carcajadas.

Pero no esperó que solo lo viese y examinase que no faltaba nada.

-¿Es cómodo?- preguntó mientras revisaba las mangas.

-Claro que no, es un vestido, ¿Cómo voy a estar cómodo?-

-No te pregunto si lo estás, te pregunto si lo es-

-...bueno...supongo que la tela es suave- cabiló -...y no aprieta mucho para tener corset-

-Maravilloso, por hoy ese será tu uniforme, y de ahora en adelante me harás de modelo- sentenció con una sonrisa maliciosa llena de puntiagudos dientes.

-Ya, muy graciosa, me lo puedo quitar ¿ya?-

Tardó unos cuantos segundos en entender que no era una broma. Ella sacó una cajetilla de tabaco y lío un cigarro mientras Alastor veía con indignación.

Podía haberla matado ahí mismo, despedazarla y devorar su carne.

Pero Souk seguía insistiendo en que aún no era el momento, y su mente seguía gritando que la necesitaba, ya la mataría luego.

Aunque no esperaba en lo absoluto lo que pasaría.

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