15: Fin de la misión
Ambos tenían un dolor insufrible en las sienes, llegado un momento, parecía que se había escabullido hasta llegar al centro del cerebro.
Y aún así, encendieron el candelabro de aceite y lo pusieron en el centro de la habitación, de la que apenas se distinguían contornos a no ser que estuvieran muy cerca de la llama, temían que al encender la luz corriente alguien de afuera notara que estaban despiertos.
-Es arriesgado- murmuró el demonio serpiente
-Lo es, pero es la mejor opción- sentenció Alastor -ten eso a mano y vamos-
Sir Pentious asintió y buscó bajo el colchón con cautela y sacó una caja aplanada de madera. La puso cerca del candelabro y la abrió con cuidado de no hacer ruido, había un arsenal interesante de distintos tipos de cuchillos, navajas y demás.
-¿Entonces puedes envenenar las hojas?-
-Supongo...no he comprobado realmente si puedo sacar el veneno sin morder-
-Pues este es tu momento, inténtalo mientras voy preparando el resto-
Así lo hizo, estuvo seis minutos para sacar tres gotas y extenderlas por la hoja metálica de un puñal pequeño, suspiró rendido al haber envenenado solo un arma. Negó con la cabeza y miró a Alastor para decir que no podría envenenarlos, pero antes de poder decir una palabra, el contrario se le adelantó.
-Conozco un método, cuando era pequeño tenía que cazar serpientes y sacarles todo el veneno para venderlo...en el peor de los casos te romperé un hueso por la falta de práctica, pero estoy seguro de que estarás dispuesto a afrontar el riesgo, ¿no es así?-
Sir Pentious se quedó en silencio, resignándose a la situación, con tan solo una expresión ya dio a entender todo lo que tenía que dar a entender. Alastor se acercó con calma y le ofreció no abrirle la boca si lo hacía él solo hasta casi dislocarse la mandíbula, y así lo hizo el reptil, agradeció internamente que su anatomía se adaptara más a la parte animal que a lo que quedaba de parte humana. Dejó su boca abierta en un ángulo casi recto, Alastor aprovechó eso, puso su mano recta, juntando los tres dedos que le quedaban en cada una y separando el pulgar, formando así una L en el espacio entre el este y el índice, puso la parte de la palma mirando hacia sí y pegó los dedos detrás de los colmillos del de sombrero amplio.
-Voy- avisó antes de presionar con un poco de fuerza contra los dientes de su compañero.
Se desplazaron hacia adelante ligeramente y un chorro de veneno cayó de golpe sobre la caja abierta, el metal de las cuchillas lo aguantaron...la caja en cambio sufrió la corrosión del veneno, la serpiente se apresuró en pasar las cuchillas bajo el chorro de veneno. Una vez el demonio ciervo se cercioró de que estuvieran envenenados todos los cuchillos, dejó de ejercer presión y permitió a Sir Pentious unos instantes para apretar la mandíbula adolorida.
-Prepáralo como lo hablamos y mañana por la mañana ya estaremos en la mansión del Lord nuevamente- aseguró.
Eso sin duda motivó a Sir Pentious, quien tomó las cuchillas y las escondió por el chaquetón de piel que solía llevar desde que llegó ahí. Alastor no tardó en guardar sus armas: un revólver, una navaja suiza, una daga corta y una, a su parecer, preciosa Walter p38.
-En cuanto escuches al guardia salimos- recordó como si fuera a olvidarse si no lo repetía por enésima vez.
Esperaron en silencio tras apagar el candelabro, un minuto, dos, cinco, diez...
"Tap tap tap"
Se escuchó por todo el pasillo el inconfundible sonido de pisadas de las botas tan pesadas que llevaban los guardas al pasar, cuando iba por en frente de la puerta del dormitorio, esta se abrió y le dio en las narices. El guardia cayó al suelo y miró con enfado a quien fuera que hubiera abierto la puerta, el enfado en sus ojos desapareció al ver que era Alastor, sería estúpido de su parte reprocharle algo a alguien tan cercano uno de los puestos más importantes del territorio.
-Heil Hitler- saludó tras levantarse
-Heil Hitler- devolvió Alastor con cansancio -pass auf, wo du hingehs- (mira por donde vas) replicó
-Entschuldigen Sie, Sir- (discúlpeme usted señor)
- Vielleicht werde ich es nicht tun, jemand, der so leichtsinnig ist, sollte kein Wächter sein, ich will mir nicht vorstellen, was passiert, wenn ein Angriff kommt!- (tal vez no lo haga, alguien tan imprudente no debería poder ser guardia, ¡no quiero imaginar que pasaría si viniera un ataque!)
En el tiempo en que parecía aún seguirá borracho y discutir con el sujeto, Sir Pentious se escabulló entre las sombras, reptando por los rincones más oscuros por los que nadie solía pasar más que aquel guardia al que su compañero entretenía. Debía darse prisa.
En el más absoluto de los silencios, subió hasta la planta más alta del edificio. Se aproximó a la puerta de Arno y tiró suavemente antes de girar el pomo, provocando que el silencio no se rompiera.
Entró con sigilo y cerró la puerta tras de sí, tuvo que retener el impulso de suspirar de alivio al comprobar que no había echo ruido alguno. Se quedó quieto unos instantes y pensó: "La cama está a 4 metros, después del laberinto de cosas despilfarradas por el suelo. Primero medio metro en diagonal derecha, lo que serían dos pasos a la izquierda..." tras cinco breves minutos de recordar de memoria el desorden de la habitación, se movió. Fue medio metro en diagonal hacia la derecha, se detuvo y se movió un poco a la izquierda, siguió un poco recto y así estuvo por un rato esquivando diferentes obstáculos.
Una vez estuvo en el punto donde supuestamente debería estar, estiró con duda un brazo y tocó el colchón de la amplia y cómoda cama que ocupaba el sargento. Sacó una cuchilla pequeña y se preparó, tendría una sola oportunidad y no debía desperdiciarla; había ensayado los movimientos durante todo el tiempo que estuvo allí, desde el día en que llegó junto a Alastor, y aún así estaba nervioso. Casi se entregó a un impulso de gritar cuando vio que Arno se movía. Mentalmente pensó y se aseguró a sí mismo que nunca antes había estado tan tieso y tenso.
Apretó los labios y miró decidido al jabalí, cuanto más lo pensara peor sería. En un rápido movimiento le clavó la cuchilla en el corazón y presionó su antebrazo contra su boca. Arno se despertó al mínimo roce, fue a quitar el brazo del reptil de su cara, pero el veneno actuaba increíblemente rápido. Su brazo quedó inerte a un lado de su cuerpo, incapaz de moverse, lentamente, toda resistencia se redujo a una serie de gimoteos asustados y ahogados junto a un espasmo muscular casi espontáneo pero coordinado en diversas zonas de su cuerpo. Finalmente, Arno se quedó quieto al cavo de media hora, la luz de "vida" se fue apagando lenta y tortuosamente en sus ojos. En sus últimos instantes de vida, se preguntó por qué había sucedido aquello. Él, que había confiado en el demonio serpiente y su supuesto primo, él, que lo había consentido y llenado de lujos...él, que acabó encariñándose con ellos dos...traicionado por el propio sentir. Se permitió soltar una lágrima de tristeza y desdicha antes de fallecer.
Sir Pentious sonrió ampliamente y volvió por donde había venido, sin tocar nada más que lo necesario: la cuchilla con la que le había arrebatado la "vida" a Arno.
Se acercó a la siguiente habitación y así, uno a uno, eliminó a los altos cargos y demás demonios que le podrían representar un problema. Al acabar, solo quedaban unas horas para el amanecer, al fijarse en ello fue con Alastor, que por increíble que, pareciera, aún discutía con el guardia, el pelirrojo al verlo aparecer le rompió el cuello en un rápido y sencillo movimiento al nazi.
-¿Cómo te fue?- preguntó mientras se estiraba
-Bien, ya no quedan altos cargos, solo los aburridos...yo digo de ir por pasillos-
-Wow, ¿quién diría que podrías tener una idea interesante?- bromeó.
-No es mi culpa que me subestimes- replicó.
Finalizaron la charla con una sonrisa cómplice y fueron pasillo a pasillo matando a todos, para cuando el sol estaba en lo alto, ellos ya estaban volviendo a la mansión del Overlord. Pasaron por la ciudad para darse el gusto de comer algo que no fuera comida alemana.
-No voy a pagar a medias- advirtió Alastor
-Tranquilo, no lo pretendía-
Pidieron algo sencillo y prácticamente lo devoraron en la terraza de un restaurante. Alastor disfrutaba de cada bocado, aún si hubiera preferido algo de carne "decente", le agradaba el como sabía aquello.
Giró la cabeza en el momento más oportuno y sonrió sin quitarle el ojo de encima a un demonio. Se divirtió viéndolo estremecerse y mirar a todos lados en busca de lo que fuera que le incomodase, hasta que su mirada coincidió con la de Alastor. Las pupilas del zorro se encogieron notablemente al ver a Alastor sonriéndole, había cambiado...bueno, los dos habían cambiado en realidad.
-¿Pasa algo cariño?- pudo escuchar el demonio ciervo, una mujer con el vientre algo hinchado acompañaba a su contratista, le sonrió con amabilidad -...¿quién es?-
Alastor no pudo reprimir el impulso de levantarse y acercarse, confundiendo a su acompañante.
-¡Bastian! ¡Mi buen amigo, tanto tiempo sin verte! ¿Cuánto ha sido? ¿Seis meses?-
-...O-ocho, señor- corrigió el zorro, notablemente tenso, su acompañante al ver esto intervino y le dio un empujón débil al de tez grisácea en el abdomen.
-No sé quién eres ni qué es lo que pretendes, pero nadie, y repito, NADIE, intimida así a mi prometido-
La estática apareció en los ojos del ex-locutor, y esta se fue extendiendo lentamente hasta formar símbolos en el aire. Escuchó a Souk reír, en ese tiempo había descubierto que a la sombra le hacía gracia verlo perder el juicio o enfadarse, cosa que, en la mayoría de los casos, venía siendo casi lo mismo.
En el tiempo en que Alastor agarraba a la mujer del hombro y hacía presión para dislocarlo, Sir Pentious se levantaba y se acercaba a su compañero con un periódico en la mano, con este le tocó el costado, haciéndolo reaccionar.
-...no sabes cuanto me alegro, querida...feliz boda y feliz eternidad- deseó, viendo al rostro atemorizado de la mujer, se detuvo unos instantes y una diminuta parte de su cerebro dijo. "Es hermosa, y tiene sentido, lo que la hace aún más hermosa".
Rápidamente acalló aquella fracción de su ser y se centró mayormente en la que decía que se vería más hermosa aliñada en un plato para la cena. Para distraerse de sus propios pensamientos, miró a Bastián.
-Tienes lo que te pedí- afirmó, sin dejar espacio alguno a un "no".
-E-en efecto...tome- el zorro sacó una bolsita de tela del bolsillo trasero de sus pantalones verdes. Iba más elegante.
"Casi presentable" pensó cada rincón de la mente de Alastor. Tomó el saco de tela que le era ofrecido y revisó el contenido.
-...¿Estás seguro de que es exactamente lo que te pedí?-
-Sí señor, yo mismo me encargué de que así fuera- aseguró.
-Alastor- intervino Sir Pentious, cansado de que lo ignorasen. -La comida se va a enfriar y, solo por si se te ocurre, no voy a pagar por tu parte- reprochó con el tono con el que una madre le exige a su hijo que se acabe las verduras.
-...razón no te falta- zanjó, cerrando el saquito y guardándoselo en el bolsillo del chaquetón, vio a Bastian una última vez y sonrió -te llamaré si te necesito en otro momento, gracias querido, queda pendiente el destornillador- sacó del bolsillo una moneda de 40 souls y se la dejó firmemente en la palma.
Finalmente, el ciervo y la serpiente se fueron a acabar su comida, viendo como los zorros huían, temerosos, a otra parte.
-Menuda mujer se ha ido a buscar- comentó la serpiente -contestando y alzando la voz de esa manera...-
-Déjala, que sea libre y que alce la voz todo lo que quiera- defendió -afrontará los problemas que conlleve, pero la hará sonreír- aseguró, cortando un pedazo de carne con manos temblorosas y pretendiendo que era de ella para saciar su hambre.
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