La destilería
Cuando Brigitte le indicó a Jackson que la solución parcial a todos sus problemas se encontraba en el fondo de una botella, supuso que se trataba de alguna broma de parte de La Dama, quien es famosa por su afición al ron de especias. Cuando llegó al edificio de la calle Magazine, estuvo completamente seguro de ello.
A pesar de que la estructura ocupaba el espacio de una cuadra, no era más que un edificio común. No percibió guardas o energía sobrenatural emanando de esas paredes. Si acaso, el lugar eran tan plenamente mundano que le obligó a volver en horario de trabajo.
La cuarentena le hizo imposible encontrar un cuarto de hotel. Todo estaba cerrado por ordenanza. No es que le molestara pasar la noche en el auto, estacionado en el parque de la ciudad, pero sí pudo notar algo raro con su regeneración más reciente. Su cuerpo se sentía un poco menos elástico. Se levantó con una sensación de hormigueo en las piernas y una molestia en la espalda que no sentía desde las noches de campaña militar.
Decidió caminar hasta la destilería. Tenía una hora de tiempo para matar y pocas veces se daba la oportunidad de encontrar la ciudad con calles carentes de turistas. Para bien o mal, los dioses de la salud mental determinaron que las licorerías eran locales de primera necesidad. Después de que llevara el barbijo por disimulo, nadie iba a detenerlo por cargar con una botella, una vez diera con su cometido.
Tocó el timbre de la entrada y observó una figura distorsionada acercarse a través del cristal. Una mujer de mediana altura, cabello oscuro y figura atlética le invitó a pasar, señalando que se sentara en la sala de espera vacía.
—Puede removerse el barbijo, señor Pelman. Me consta que está muerto. De las tantas cosas que pudiera contagiarme, el virus es la menos preocupante.
La mujer lo miró de arriba a abajo, solo para determinar que no hacía falta levantar la guardia. A Jax no le costó mucho determinar que era humana. Pero, sin duda estaba protegida por fuertes aliados. Ni siquiera las mambo, sabiéndose intocables, le trataban con tan divertida indiferencia. Fue una sensación extraña; se sintió un personaje en una historia que ella había leído desde el principio. Nada de sorpresas.
—¿Arasshá, supongo?
La dueña de la destilería se acercó para darle la mano.
—Es curioso, por lo mucho que Brigitte comenta pensé que serías más... Alto, oscuro y complicado. Dos de tres no está mal. Eres un mico de lo más mono.
Para Jax un mico y un mono eran exactamente lo mismo, pero el hecho de que Arasshá señaló su cabello, le indicó que probablemente se refería a que era rubio. Eso le hizo sonreír.
—Debo confesarme completamente ignorante. A veces puedo parecer loco y despistado, pero no llego a pecar de condescendiente. Eres humana, completamente humana y, sin embargo, te cuentas entre las amistades de Brigitte del Cementerio. No solo eso. El edificio no aparenta nada desde afuera, pero puedo sentir la tierra consagrada sobre la cual está construida esta estructura. Da la sensación de pisar una iglesia.
—O un pedazo de cielo —ofreció Arasshá—. Muy perceptivo. Supongo que esto es lo más cercano a la gloria que vas a llegar antes de que Brigitte decida soltarte.
La mujer sirvió un dedal de whiskey en un vaso de cristal diseñado para balancear el licor. Nítido, sin hielo, y lo ofreció al revenant , quien declinó con una negativa de cabeza. Arasshá le recordó que en lugares como la destilería, los actos de fe eran importantes. Jax se acercó el vaso a los labios, y se sorprendió de sentir el calor del whiskey. Probó el líquido ambarino par encontrar un sabor ahumado con una pizca de sal. Quedó perplejo, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo.
—Me vas a matar —fue lo único que logró decir—. Para mí es muy natural perder la razón, y esta prueba fue todo un viaje.
—Bienvenido a la destilería. ¿Por dónde empezar? Existen varios puntos en el mundo donde el cielo y el infierno se encuentran. Sitios completamente neutrales que son compartidos por ángeles y demonios. Algunos de estos puntos son bares y el licor que se vende a estas localidades depende de quien los administra. En este caso, mi negocio destila para el cielo. Por ello, mi alma se ha determinado incorruptible. Soporto las presencias neutrales y benévolas. Lo demás, no tanto. Es por eso que Wedo hizo todo ese trabajito contigo antes de permitirte llegar hasta aquí. Estás libre de todas tus acciones pasadas, adrede o bajo influencia, del peso de tu consciencia y de las vidas que, hasta ahora, cargaste contigo en la piel. Si Brigitte no te lo dijo, te lo diré yo. Es preferible que des la vuelta y salgas por esa puerta antes de continuar, Jackson Pelman. Cada paso que des va a hacerte más propenso a perder.
Jax suspiró. Ahora entendía por qué se sentía tan nuevo, tan liviano. Agradeció que la mujer se preocupara por su alma, pero se limitó a decir.
—Tengo un amigo que requiere esa botella.
Arasshá tenía todas las razones para sospechar. No había motivo para enviar a un revenant a buscar tributo de ángeles, pero si la providencia permitió que el hombre llegara hasta a ella, seguramente no era para que presionara sobre el asunto.
—Se dicen muchas cosas sobre este lugar —la dueña de la destilería le llevó desde un pasillo donde se hacían visibles los productos a la venta, al área privada, donde se encontraban los barriles—. Yo solo voy a hablar de procesos. Cuando se añeja un buen whiskey, casi siempre se pierde un dos por ciento del líquido a la evaporación natural. Esto ayuda a purificar el licor. En nuestro caso, existe un barril que construyó del primer roble blanco cortado en este suelo. Se conserva en estado perfecto y el cual, bajo ninguna circunstancia, esta destilería o sus administradores han de desechar. Ante los ojos de los que desconocen el mundo sobrenatural, el barril es defectuoso. No permite la evaporación, para nosotros, la razón es obvia.
—Por supuesto —Jackson arqueó una ceja—. Es un maldito chiste.
—Cuida el lenguaje, miquito. El lugar que pisas es santo. Pero sí, el cielo tiene derecho al sentido del humor. Ese proceso de evaporación se conoce como el tributo a los ángeles. Este barril sirve a los ángeles que están atados a la tierra. Deben pedirlo, en lugar de recibirlo. No voy a preguntar quién es el destinatario, pero te advierto que la botella debe tocar solo los labios de un ángel. De lo contrario, la misma puede causar efectos secundarios indeseables a quien la consume.
—«Estoy contando con eso» —pensó Jackson para sí. Nada más se limitó a decir—: Entendido.
El barril no parecía nada exótico, era simple, de roble blanco, agrupado entre los otros tantos que producían licor. Arasshá decantó un cuarto en una pequeña botella rectangular, la cual selló con cera sobre la tapa. Utilizó un anillo que llevaba en su mano derecha para estampar un sello en la cera caliente: un par de alas.
—No tengo capacidades mágicas, y si las tuviera, odiara usarlas para manipular a los demás. Así que si te pido que olvides el camino a este lugar. Espero que respetes mis deseos.
Era lo más considerado que alguien hubiese pedido de Jackson en los últimos tres días, un voto de confianza a su humanidad. Como todo buen caballero sureño, el revenant se despidió de la anfitriona besando su mano. Cuando Arasshá abrió la puerta para despedirlo, se coló una brisa suave desde afuera, Jackson pareció estremecerse...
Clap. Clap. Clap.
A espaldas de la dueña de la destilería, alguien comenzó a aplaudir lentamente, una vez Pelman abandonó el recinto.
—Tengo dudas terribles, Sage —la mujer de cabello oscuro se dio vueltas para ver al ángel, quien apareció delante de ella en su forma corpórea, vistiendo un traje que hacía juego con el gris de sus ojos—. Siento que me obligaste a mentir, pero el hecho que no explotes en mil pedazos al pisar este suelo me dice que no hay problema con lo que acabamos de hacer. ¿Por qué entregar un cuarto de botella al revenant?
—Porque un cuarto es suficiente. Gerard es un exagerado. Por eso él es el cliente y yo soy el barman. Sé exactamente cuánto servir.
El ángel no pudo ocultar la desilusión en su rostro tras comprobar lo que sospechó desde que el demonio llegó a Savannah con las manos vacías. Arasshá le presentó una botella llena a tres cuartos.
—Es el momento más tenso que me ha tocado vivir. Pensé que ibas a evitar que Pelman saliera de aquí con el whiskey.
—No —contesto el ángel—. Digamos que me gana la curiosidad.
—Hablando de ser curioso, Sage... ¿Cuándo va a terminar esto?
—Si te refieres a esta historia, no va ni por la mitad.
Arasshá bufó. No era placentero tratar con ángeles. A veces olvidaban que las criaturas dotadas de raciocinio no eran simples personajes en un reality show.
—Estoy hablando de la pandemia.
—¡Ah! Esa termina cuando ustedes quieran. Verás, en algún momento, durante la Edad Media, lo humanos decidieron separar la medicina de la religión. Te aseguro que no hay un solo versículo que advierta sobre eso en los textos. Pensamos que el advenimiento de la peste negra les iba a dar un motivo para retractarse, pero no. Es cuestión de ciclos. Te ha tocado vivir en una era de idiotas. ¿Mi consejo? Comienza a destilar alcohol etílico. Va a hacer falta...
El ángel desapareció de su presencia y Arasshá dijo al vacío:
—Mico y mono, o complicado y peli oscuro, todos son iguales. Les falta un tornillo.
N/A: Gracias a Arassha quien se ha prestado para ser un personaje en esta novela. Conoce a Jax y a Maggie muy bien y si les gustan los spoilers... fíjense en sus comentarios, porque ha pegado uno que otro giro de trama.
También recomiendo visitar su perfil y comprar "Se busca esposo" en Amazon, que es de lo más chef kiss como comedia romántica. #TeamLucas 🦆
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