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19: Garras


―Vete. ―dijo el castaño, apenas perceptible. ― Tu no tienes porque estar atada, no tienes un sello que te retenga. Si te vas, no te detendré. Quizá es hora de que los Hyuuga paguemos por lo que una vez iniciamos.

Los ojos perla de Sakura se abrieron, sin poder ocultar la sorpresa por esas palabras, sabía lo que significaban: una condena para los Hyuuga, su final.

...

xSouh

Jaula: Kago no Tori no Juin

Capítulo 19: Garras

...

―¡Sigues sin poder entender nada! ―gritó por primera vez la pelirosa, perdiendo el control de su cuerpo, sin poder describir la sensación de vacío en su pecho, una orfandad que no sabía que existía en ella.

Solo pudo sentir la humedad de sus lagrimas, bajando en silencio por sus mejillas.

Débil.

Débil. Débil.

Débil. Débil. Débil.

Débil. Débil. Débil. Débil.

Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil. Débil.

Débil... la palabra se repetía una y otra vez en su cerebro, perforando sus huesos y llegando a cada parte de su ser, estaba en negación, luchando contra esa red de sensaciones que la conectaban de forma invisible con las personas dentro del complejo.

Porque su frente estaba limpia, pero su sangre estaba marcada con fuego, la forma del Kago no Tori no Juin la recorría de pies a cabeza, reclamando su cuerpo, su alma y su lealtad.

Un líder tenia que ser leal a todos los que de él dependían para poder exigir lo mismo a cambio. Y en un clan como el Hyuuga, donde el poder del jefe era tan absoluto que podría destruir la mente de cualquier miembro solo con un pensamiento... bueno, se exigía algo parecido devuelta.

Esa era la verdadera Jaula.

Y nadie podía salir de ella una vez que cerraron el sello.

Verla en ese estado fue tan extraño para el Hyuuga. Tan... frágil, expuesta y desprotegida, con un pequeño pajarillo con las alas rotas que no podía hacer otra cosa que lamertarse en medio de lagrimas. Y fue contradictorio, porque esa no era Sakura, esa no era la Kunoichi que luchaba contra las paredes de una verdadera prisión, no fue la mujer que levantó el mentón y salió con la espalda recta cuando la acompañó fuera del hospital, no fue la ninja que lo igualaba en taijutsu y cambió todo su estilo para adaptarse a esos nuevos ojos.

Contuvo el aliento, acercandose lentamente y haciendo lo único que pudo hacer en ese momento: abrazarla.

Al principio fue incomodo, no sabía si ella lo dejaría acercarse, pero no opuso resistencia cuando sus brazos la rodearon, pasando sus dedos por la larga melena color rosa.

―Entonces, si no puedes irte... si no puedo borrar todo lo que mi clan te ha hecho, intentaré hacerlo más fácil para ti. ―susurró, cerrando los ojos mientras la respiración de la kunoichi comenzaba a tranquilizarse.

―Gracias, Neji. ― respondió, sintiendo como las caricias en su cabello comenzaban a relajarla, pero sus lagrimas jamás pararon.

―¿Me vas a decir qué fue lo que sucedió en esa misión para que regresaras de esa forma?

La calma que la empezó a llenar fue algo nuevo, y ahora que podía sentir que su corazón ya no luchaba por salirse de su pecho, fue más fácil contarle al Hyuuga su misión, el encuentro con Orochimaru, todo, todo excepto la parte en la que Naruto resultaba ser hijo del Yondaime Hokage.

―No es tu obligación acabar con Orochimaru, Sakura. ― le dijo, entendiendo un poco el desorden de emociones que se había vuelto la pelirosa.

―Como Jounnin de Konoha si es mi obligación acabar con un ninja desertor. ―gruñó, apretando los puños mientras se separaba del castaño.

―No, no es tu obligación. Yo mismo me encargaré de traer la cabeza de Orochimaru.

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Las emociones de Sasuke parecian salir por cada poro de su piel desde que dejaron Otogakure, y que Sakura estuviera en una sintonía similar no ayudó mucho para controlarse, así que tuvo que contar hasta cien antes de cruzar las puertas del complejo Uchiha y dirigirse a su casa.

No necesitaba ver un reloj para darse cuenta que llegaría a la hora de la cena, aun después de dar su informe a su Hokage no logró hacer tiempo suficiente para poder ir directo a la cama sin tener que dar la cara a su familia.

―¡No te esperábamos hasta mañana, Sasuke! ―lo recibió su madre, dejando el delantal color azul marino en un cajón para dirigirse a la mesa donde ya estaban Fogaku e Itachi.

―Hmnp... ― evadió el menor de la familia, tomando asiento frente a su hermano, a la izquierda de su padre.

―¿Cómo estuvo tu misión? ― preguntó Mikoto, tomando unos palillos para poner pescado frito y arroz en su plato.

―Completada con éxito.

―Ya que hoy no tienes muchas ganas de hablar, utilizaré este momento para informarte que Los Ancianos están interesados en que tomes una esposa una vez que hayas asumido la jefatura de la Estación de Policía Militar Uchiha. ―dijo Fogaku, sin molestarse en levantar la vista de su plato hasta que terminó la oración.

―Podemos dejar esta platica para mas tarde, Fogaku. ―pidió la matriarca del clan, sabiendo que su hijo no se tomaria bien la decisión de Los Ancianos.

―¿Estas pidiendo que me case en cuatro meses? ―soltó Sasuke, estrellando la palma de su mano en la madera de la mesa, el coraje en su voz era claro, pero el rostro imperturbable de Fogaku ni siquiera se movió.

―Cuando te dirijas a mi, no te tomes la libertad de tutearme, Sasuke. ―habló el jefe de los Uchihas, sin molestarse en levantar la voz o moverse de su sitio. ―Tu debes es con el clan, y si lo mejor para el clan es que te cases, entonces eso es lo que harás. Punto.

Los ojos de Sasuke pasaron de negro a rojo, pero nadie se inmutó por el Sharingan, recorrieron primero a sus padres, sin encontrar nada más allá de la mirada afligida de Mikoto, Itachi por otro lado continuaba con su mascara de perfección, el futuro líder no contradiría jamas a su padre.

―No me convertiré en una marioneta más del clan, ya tienen a su futuro líder a quien manejar. ―gruñó molesto, estrellando los palillos en la mesa y levantándose para salir de la casa.

La cena definitivamente no había ayudado en nada, pero no volvió a entrar a la casa a pesar de los gritos de su padre y el lamento de su madre.

Estaba tan enojado que ni siquiera se dio cuenta en qué momento sus manos apuñadas habían roto la piel de sus palmas, manchando sus uñas de sangre, lo único que su mente procesaba era salir de ahí, pero, ¿a dónde? ¿con Naruto? Ni siquiera sabía si estaba en la aldea, ¿Sakura? ¿Habría forma en que pasara las puertas de los Hyuuga sin crear un pleito político?

―Sasuke, espera. ―

―¿Qué quieres, Itachi? ―preguntó, dándose por vencido de salir de los muros Uchiha. ―¿Vienes a decirme que padre tiene razón y tengo que casarme con cualquier mujer que los ancianos hayan creído que es lo mejor para mí?

―Si, de hecho si.

―Si crees que de verdad lo haré, entonces no eres un genio como todos parecen no cansarse en repetir. ―sentenció, sentándose en una rama cerca del lago. ―Yo no seré una marioneta como tú, y yo elegiré a la mujer con la que me voy a casar.

―Te equivocas en ambas cosas, Sasuke-chan. ―sonrió el mayor, una de esas extrañas sonrisas que Sasuke de verdad odiaba.

―¿Y en qué, exactamente me equivoco, Itachi?

―En todo, y no; no soy una marioneta, Sasuke. ―le dijo, no se molestó en tomar asiento, solo se quedó a su lado. ―Me gusta describirme como alguien más pragmático que eso, pero nuestro padre puede ser más visceral que listo a veces, lo cual no es una buena característica para un líder, pero parece ser algo de familia.

―¿A dónde quieres llegar? ― preguntó, empezando a molestarse cuando Itachi comenzó a ser Itachi. Odiaba ser tratado como un niño haciendo una rabieta.

―Yendo directo al punto... ―soltó una pequeña carcajada el de coleta. ―Eso significa que el futuro líder de clan necesita una esposa. Tú eres el verdadero heredero del clan, Sasuke.

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