Un caballero de verdad
¡Hola! Alguien (no sé quién) me pidió un cap relatado por Bastian y bueno dio la casualidad de que este lo va a llevar Bas solito, espero les guste.
En el multimedia, por si se están preguntando quién es ese, pues... es Greysson. Ya lo conoceran mejor ;)
Capítulo XVII: Un caballero de verdad
—¡Ah, lord Hastings! —Bastian inclinó la cabeza, aceptando la mano que le tendió el barón—. Pensé que nunca iba a tener el gusto.
—El gusto es todo nuestro, barón Burnett —respondió Jasmine a su lado, tendiéndole su mano al hombre sin dejarle más opciones que estrecharla.
El barón sonrió, indulgente, detrás de su espeso bigote.
—Lady Hastings, teniéndola a usted aquí voy a insistir en que el gusto es absolutamente mío. —Bastian enarcó una ceja estudiándolos a ambos sin abrir la boca, viendo como Jasmine aceptaba el cumplido con un muy sutil rubor en las mejillas—. Por favor, permítanme hacer las presentaciones.
El barón los guió hacia un amplio y masculino estudio al fondo de la casa solariega, donde los esperaban dos caballeros más; un terrateniente perteneciente a la nobleza rural y otro nuevo rico que había amasado una fortuna en las Américas, y por el cual el barón sentía una enorme estima. Todos se acomodaron entorno a una maciza mesa de roble, donde Bastian supuso se habían llevado a cabo cientos de discusiones sobre grandes negocios de las cuales él no tenía el menor conocimiento. Decidió entonces plantarse junto a la ventana, mirando hacia la mesa desde una distancia prudente.
—¿Desean beber algo? —Burnett deslizó su mirada hacia él con curiosidad, pero no le insistió para que se sentara—. ¿Me acompaña con un Bourbon?
Bastian dio una pequeña cabezada para aceptar la oferta, al tiempo que el barón se afanaba por servir una copa de Bourbon para los caballeros y una de jerez para Jasmine. Ella arrugó la nariz sutilmente cuando el hombre colocó la copa frente a su rostro y Bastian tuvo que disimular una sonrisa detrás de su propio vaso. Sabía de primera mano que su esposa no soportaba el jerez, ni ninguna otra bebida que no fuese sidra de manzana, pero evidentemente no quería desairar a su anfitrión.
La conversación comenzó prometedora, tanto Burnett como Hussey y Egglesfield escuchaban con atención cada cosa que salía de la boca de Jasmine, pero a Bastian le inquietaba que todo aquello pareciera más una muestra de caballerosidad que de autentico respeto por su inteligencia. Egglesfield fue el primero en enviarle una breve sonrisa burlona a Burnett y de allí en adelante Hussey pareció perder por completo el interés por lo que acontecía en la habitación, optando por concentrar su atención en su copa casi de forma exclusiva.
—Bueno... —interrumpió el barón cuando ella hizo una pausa para estudiar a sus interlocutores—. No me caben dudas de que tiene usted opiniones fuertes, milady.
Jasmine esbozó una sonrisa tirante. Un hombre rara vez utilizaba una frase así para alagar a una dama, después de todo las opiniones fuertes en una mujer difícilmente podían considerarse como un atractivo.
—He pensando las cosas al detalle, barón —musitó ella sin lucir afectada por el comentario—. No se arrepentirá si...
—Pero creo que esto excede un poco sus responsabilidades —la cortó elevando levemente el tono, mirando a los otros hombres en busca de apoyo. Egglesfield asintió incapaz de disimular una mueca burlona, mientras que Hussey apenas si elevó los ojos para observarla con cierto desdén.
—Barón sé que...
—No, milady, no sabe —volvió a cortarla, sonando condescendiente en esa ocasión. Jasmine frunció el ceño, mas logró reponerse y asentir ante la sabiduría del hombre mayor—. Dover depende exclusivamente del puerto, nuestras familias consiguieron crecer gracias al comercio que nos posibilita la salida al mundo. ¿Ferrocarriles? —exclamó con cierto grado de mofa—. Los ferrocarriles son para pueblos enclaustrados en el medio de la nada, no para Dover. Nosotros hemos subsistido por siglos...
—Pero si... —intentó rebatir Jasmine, ganándose una acalladora mirada por parte del barón.
—Lady Hastings es usted una mujer joven, acostumbrada a una vida cómoda. —Los ojos castaños de su esposa destellaron con ira al oír aquello, pero de algún modo se las ingenió para guardar silencio—. No espero que sea capaz de entender al completo cómo funcionan las cosas en este lado del mundo... Milady esto no es Londres.
—Soy consciente de ello. —La acidez en su tono era prácticamente palpable. Bastian la miró de soslayo.
—Entonces tome mi consejo —le apuntó el barón, mesándose el bigote—. Dedíquese de lleno a su hogar, procure criar unos cuantos retoños para el conde y deje que los hombres nos encarguemos de los negocios.
Jasmine sonrió, pero hubo algo en ese gesto que hizo que sus músculos se tensaran en advertencia. Esa sonrisa no auguraba nada bueno, pensó él justo antes de que ella lanzara su réplica.
—Agradezco por completo su consejo, barón —musitó con inusitada suavidad. El hombre le sonrió, indulgente, como si estuviera dándole un dulce a una niña traviesa—. Y por supuesto que voy a dedicarme a mi hogar y a mi hijo, aunque no olvidaré dejarme un tiempo para ayudarles a los hombres a pensar más allá de su propia riqueza.
—¿Lady Hastings? —instó Burnett con sorpresa, al ser consciente del insulto.
Jasmine colocó el rostro de lado, ensanchando su sonrisa.
—Es evidente que en Dover hace falta una visión más fresca, ¿realmente piensa que limitarse a una vía de comercio es la decisión más inteligente, barón? ¿O es que de ese modo se asegura de que usted y sus compañeros aquí presentes sean los únicos que consigan los beneficios de eso?
—Jasmine —la advirtió Bastian, pero ella hizo caso omiso de él.
—Pero no... me niego a pensar que un hombre como usted pueda ser tan estúpido. —Brunett presionó los ojos en finas líneas, aunque eso solo pareció azuzar el genio de su esposa—. Lo que significa que sabe muy bien el modo en que impactaría el ferrocarril aquí, pero se niega a aceptar el avance en Dover para poder tener a todos dependiendo de su control portuario. —Miró a Egglesfield de forma adusta—. ¿No es usted quien controla lo que pasa por el puerto, señor Egglesfield? ¿Qué tanto le paga el barón para que haga la vista gorda cuando comercia con nuestros enemigos?
—¡Milady se está extralimitando! —le espetó Egglesfield con voz chillona, enseñando los dientes como un perro al que acaban de apalear.
Jasmine apenas si le prestó atención a su respuesta y volvió a encarar a Burnett.
—Usted no sabe cómo manejar un negocio, señor, así que discúlpeme si ignoro su consejo pues viene de un viejo avaro y retrogrado, que se va a pudrir en su miseria cuando yo consiga lo que quiero.
—¡Jasmine! —Ella dio un respingo ante su exclamación, pero le mantuvo la mirada retadora a Burnett con resolución. Bastian masculló una maldición, acercándose hasta el asiento de su esposa—. Nos vamos —dijo, tomándola del brazo. Ella se agitó para rechazarlo.
—Sabe que tengo razón —le espetó al barón, sin ánimos de darse por vencida. Bastian volvió a tirar de ella para incorporarla.
Burnett la miró con evidente rabia en sus ojos azules, y al cabo de un largo segundo, dirigió su atención a Bastian.
—Espero que entienda lord Hastings que voy a pasar por alto este insulto...
—¡Qué indulgente! —lo interrumpió Jasmine, ganándose otra enrabiada mirada por parte del barón.
—Nos vamos —volvió a repetir de forma tajante, esta vez consiguiendo que Jasmine vacilara y se levantara de su asiento.
—¿Por qué se niega a llevar a Dover hacia el futuro, barón? —lanzó ella incapaz de hacer uso de su sentido común. Bastian rechinó los dientes, Burnett dejó que una lenta y sardónica sonrisa tirara de sus labios sin molestarse en responderle.
Bastian carraspeó, llamando su atención.
—Le pido disculpas, barón. A veces mi esposa se agita un poco...
—Es por eso que los negocios y las mujeres no van juntos —le explicó Burnett burlón, a lo cual Jasmine intentó protestar pero él la silenció apretando con un tanto más de fuerza el amarre entorno a su brazo—. Siempre dejan que los sentimientos se interpongan en su razonamiento.
—¿Mis sentimientos? —chirrió ella sin poder cerrar su maldita boca. Bastian masticó una maldición por lo bajo, ¿es que ella planeaba morir esa tarde? ¿Cuál era su maldito problema?—. Mis sentimientos no me impiden ver que usted es un estrecho de miras, señor.
Joder... pensó Bastian, viendo como la rabia comenzaba a borrarle la poca caballerosidad al barón. Era oficial, ese día Bastian terminaría batiéndose a duelo con ese hombre y todo gracias a la enorme bocaza que se cargaba su mujer. Joder... ¿quién lo había mandado a prestarse de escolta de una loca?
—Tal vez, señora, esté demasiado acostumbrada a obtener lo que desea —le escupió el aludido con cierta violencia en su tono, Bastian suspiró. ¿Espadas o pistolas? Dios sabía que él era un terrible pugilista después de todo—. Pero yo no tengo por qué plegarme a sus caprichitos de mujer, aprenda dónde está su lugar y cierre la boca.
Ella jadeó tocada por el insulto y Bastian aprovechó ese instante para tirar de su esposa hacia la salida, sin molestarse en esperar a que los guiaran. Probablemente en una hora le estaría llegando la invitación para batirse con ese hombre, pues era evidente que el barón no iba a dejar pasar tamaño insulto sin más.
—¡Suéltame de una vez! —Se quejó Jasmine una vez que logró arrastrarla hasta la puerta de su carruaje—. ¿Se puede saber qué demonios pasa contigo?
Bastian parpadeó tomado con la guardia baja.
—¿Conmigo? ¿Qué pasa conmigo? ¿Es en serio, Jasmine?
—¡Por supuesto que hablo en serio! —exclamó, clavándole repetidamente el índice en el pecho—. ¿Cómo se te ocurre entrometerte de ese modo? —En esa ocasión le dio un empujón más que evidente—. Te dije lo importante que era esta reunión y me has hecho quedar como... —Sacudió la cabeza, tomando una profunda bocanada de oxígeno—. Me avergonzaste frente a ese hombre horrible, me quitaste cualquier posibilidad de poder negociar con él en el futuro.
—¡Por el amor de Dios, Jasmine! —le espetó molesto por sus acusaciones—. Lo único que hice fue evitar que cavaras tu propia tumba y la mía de paso. —Ella chasqueó la lengua sin molestarse en escucharlo—. ¿Crees que Burnett iba a aceptar que lo insultaras sin más? El único motivo por el cual salimos de allí sin tener que llamar a nuestros padrinos, es porque eres mujer. —Y un caballero que se precie de serlo, jamás arreglaría sus diferencias en presencia de una dama.
—Me las sé arreglar sola, Bastian —replicó con altanería—. Este no es el primer hombre estúpido y cabeza dura con el que lidio. —El índice volvió al ataque y él tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para no darle una sacudida que le pusiera la cabeza en su lugar—. No necesitaba que hicieras alardes de tu hombría frente a ellos, no necesitaba que me rebajaras y me hicieras quedar como una niñata que no sabe tomar una decisión coherente. Lo único que debías hacer era cerrar la boca y observar.
Bastian presionó los ojos con toda la intención de rebatir, pero al notar que el mozo del barón los observaba con interés de pie junto al carruaje, prefirió morderse la lengua y dejarlo correr. De todos modos, no importaba mucho lo que le dijera, ella ya había dejado claro que sus motivos eran irrelevantes.
—Como sea, nos vamos.
—¡No es como sea! —Él la ignoró, haciéndole un gesto al mozo para que abriera la portezuela—. Y si crees que simplemente me voy a olvidar de lo que hiciste, pues te la tienes soñada Bastian Hastings.
—¡Pues discúlpame por ser el único de los dos con un poco de sentido común!
Ella dio un respingo para luego pegarse la vuelta y meterse al carruaje con una indignación que claramente no le cabía. Bastian sacudió la cabeza dando un paso hacia adelante, pero entonces escuchó el fuerte golpe de la puerta al cerrarse en sus narices. Tanto él como el mozo miraron hacia la portezuela, a tiempo para ver a Jasmine asomando su cabeza por el pequeño espacio de la ventana.
—Parece que no hay sitio para tu sentido común y para ti aquí, así que espero que los dos tengan un buen paseo de regreso —le espetó con desdén, para luego echar las cortinillas.
Bastian presionó la mandíbula, elevando la vista al cielo en un ruego por paciencia al ser celestial.
—Jasmine abre la puerta —masculló, tirando de la manecilla con fuerza. Nada ocurrió—. ¡Jasmine! —Volvió a dar un tirón, pero estaba claro que ella la había trancado desde dentro y al menos que se pusiera a darle de golpes con el puño, estaba claro que no iba a lograr abrirla—. ¡¡Jasmine!! ¡Maldita seas, mujer!
Bastian escuchó un bufido proveniente del interior, antes de oír el característico sonido del látigo del cochero rompiendo el aire al azuzar a los caballos. El carruaje se tensó con el tiro, dándole el tiempo suficiente como para saltar hacia atrás y apartar los pies del camino de las ruedas. Entonces, simplemente, partieron sin él. El mozo del barón lo miró con desconcierto, a la cual Bastian respondió con una colorida maldición y se alejó resignado por el camino empedrado, previendo una larga y calurosa caminata hasta Eythorne House.
***
Bastian llevaba alrededor de veinte minutos echando a perder una de sus mejores botas, cuando sintió el sonido de los cascos de un caballo rompiendo a la distancia. Se volteó por puro reflejo, notando que por el estrecho camino se acercaba a marcha lenta un faetón con un solo ocupante. Por espacio de un minuto, Bastian pensó en hacer uso de su título y posición para detenerlo y exigirle a quien fuera que lo llevara hasta Eythorne House. Pero luego se lo pensó dos veces y la idea de tener que explicar que su esposa lo había botado a mitad de camino por motivos que él todavía no llegaba a comprender, le parecía de lo más engorroso y vergonzoso. Un hombre debía... ¡no, qué va! Un conde jamás permitiría tal maltrato por parte de una mujer, si su padre viviera (el verdadero, no el conde) se reiría con ganas de su infortunio.
—¡Hoo! —La exclamación del conductor del faetón lo sacó de su ensimismamiento y lentamente elevó el rostro al darse cuenta que aminoraba la marcha hasta detenerse un metro por delante de él. Bastian frunció el ceño con desconfianza, al tiempo que el conductor se bajaba con un enérgico brinco del carruaje—. ¿Lord Hastings? —instó el hombre con un tono extrañamente familiar.
Bastian dio un pequeño asentimiento, pues dado que el hombre estaba de pie en dirección al sol se le hacía imposible verle el rostro o algo que pudiera ayudarle a determinar su identidad. Solo esperaba que no fuese alguien a quien el conde le debiera algo, desde que había regresado a Dover dos años atrás no había parado de encontrarse personas que le daban su pésame acompañado de un recordatorio de la deuda que pesaba sobre la familia Marset. Era bastante molesto.
—Sí.
—¡Qué gusto verle, milord! —El conductor se acercó con paso sopesado hasta entrar en su rango de visión, pero Bastian siguió sin poder distinguirlo con claridad. Maldito sol de la tarde—. No estaba seguro de que fuera usted, pero esos lentes son poco usuales en Dover.
—Me gusta marcar tendencia allí donde voy —respondió burlón, logrando que su interlocutor sonriera. Bastian agradeció el hecho de que él se moviera sutilmente hacia la sombra que proyectaba el carruaje a su lado, pues en ese instante fue capaz de verlo por completo: cabello oscuro, largo y desgreñado, ojos verdes serios y silenciosos. No había modo de confundir a Greysson con otro ser humano—. Greysson —saludó, inclinando la cabeza.
El aludido le realizó una reverencia completamente innecesaria para responderle.
—¿Va de camino a Eythorne? —le preguntó con una nota de burla en su voz difícil de ignorar.
—No tengo un destino en particular.
—Pues yo voy a pasar por el pueblo, si quiere luego puedo dejarlo en su casa milord.
Bastian asintió sin dar una respuesta y al cabo de unos minutos estuvo sentado en el pescante del faetón de Grey, mientras este guiaba al caballo con mano gentil. Algo que provocaba que el avance fuese considerablemente lento.
Suspiró. Sabía de sobra que Grey era un hombre asquerosamente amable con todo ser vivo, de tener la posibilidad de pedirle por favor a su caballo, sin duda alguna el hombre lo haría. Era igual a su padre, el señor Greysson padre había sido administrador de Eythorne cuando su madre aún vivía. Bastian recordaba tener poco más de cinco años cuando vio a Grey acompañando a su padre al trabajo, el niño no lo conocía de nada y difícilmente se podía decir que Bastian se hubiese mostrado amistoso con él, pero eso no le importó mucho a Grey. El primer día que se cruzó en su camino, aseveró que ellos dos iban a ser los mejores amigos. Pero aquella promesa no había durado mucho. Un día cualquiera, mientras Bastian lo esperaba para jugar, Grey dejó de ir de visita a la finca. Y el señor Greysson poco tiempo después abandonó el empleo sin dar explicaciones al respecto. Bastian no supo de su amigo hasta mucho tiempo más tarde, cuando Grey le escribió una carta durante su estancia en la casa de los vizcondes. Él hubiese preferido no recibirla. En aquel entonces había imaginado cientos de escenarios distintos que justificaran su marcha, en su mente de niño le había dado un destino cargado de aventuras y risas. Pero jamás se había acercado ni remotamente a la verdad.
Después de aquella primera carta, había hablado con Grey de ese modo por años mas nunca supo cómo tratarlo en persona. Todavía no lo sabía.
—Adoro los silencios incómodos —musitó su compañero, esbozando una tenue sonrisa.
—No me había dado cuenta.
—Sé que no me incumbe, pero puedo preguntar qué hacía caminando a estas horas y tan lejos de su casa.
No había malicia en su pregunta, por lo que determinó que bien podía intentar mantener una conversación ligera con él.
—Estuve en una reunión con el barón Burnett.
Grey simuló un estremecimiento.
—Ese hombre es detestable.
—¿Le conoces?
—Suele pedirme ayuda cuando su abogado se va a Londres —explicó encogiéndose de hombros—. ¿Tiene algún negocio con él?
—No —masculló, molesto, al recordar los sucesos de esa tarde—. Mi esposa le propuso algo, pero él declinó. —Era un modo amable de decirlo al menos.
Grey se giró para mirarlo con evidente asombro, muy probablemente preguntándose dónde estaba su esposa si ellos habían asistido a la misma reunión. Pero Bastian sabía que Grey jamás formularía tal pregunta en voz alta, simplemente no estaba en él el inmiscuirse en temas ajenos.
—Lamento que las cosas no funcionaran, milord.
Él asintió, las cosas no habían funcionando en varios niveles pero ya tendría tiempo para preocuparse por ello luego. Luego, cuando el calor de la discusión se atenuara y Jasmine entrara en sus cabales.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que no me llames milord, Grey? —El hombre sonrió ante el regaño sin responderle—. Dime Bastian o Hastings, pero corta con tanta formalidad, ¿bien?
—Usted tampoco me llama por mi nombre, milord.
—¿Ese es el asunto? —le espetó con ironía—. No te llamo por tu nombre porque tienes un nombre horrible, no porque te respete de algún modo. —Grey rodó los ojos, apenas dándose por aludido—. Ni siquiera tú te presentas a los demás con tu nombre, ¿o si, Tarek?
—Vale, no es necesario el golpe bajo —se quejó éste—. Mi querida madre me bautizó, no tendría corazón para decir que no me gusta mi nombre.
—Pero no te gusta —lo interrumpió con seguridad.
—No es de mi total agrado —musitó, cediendo—. Pero he caído en cuenta de que a las damas parece gustarle, así que intento reconciliarme con él.
—¿Debo comenzar a llamarte Tarek entonces?
—Déjelo, milord, que usted no es ninguna dama a la que quiera impresionar.
Bastian rió ante su indignada respuesta y por varios minutos volvieron a caer en un silencio mucho más cómodo que el anterior. Al notar que comenzaban a acercarse al pueblo, Bastian miró a Grey con un halo de curiosidad que no hizo sino aumentar conforme avanzaban. ¿Cuántas ocasiones más tendría para preguntarle aquello?
—¿Estuviste allí? —Grey lo observó con la duda escrita en el rostro, claramente sin comprender—. Cuando él murió, ¿estuviste allí?
No hacía falta especificar más, Grey no era estúpido como para no poder hacer las conexiones por su cuenta.
—Hmm... —respondió de modo afirmativo—. Soy el único abogado que hay en el pueblo.
—Lo sé.
—Me pidió que lo desheredara.
—Ese viejo hijo de perra —susurró, aunque la noticia no le sorprendía tanto como cabría—. ¿Qué le dijiste?
Grey volvió a encogerse de hombros en un gesto que había logrado hacer muy suyo.
—Estaba moribundo, decía incoherencias. —Bastian frunció el ceño, pero no fue algo que Grey notara ya que mantenía la vista fija en el camino—. Dijo que no merecía el título porque era usted un... bastardo. Me dijo que modificara el testamento y que pusiera eso, también que pusiera que no iba a heredar ni la finca ni la casa de Londres.
Eso sin duda él no se la había esperado, después de todo su padre y el vizconde de Radford habían hecho jurar al conde que nunca iba a desheredarlo.
—No entiendo entonces... —Entonces cómo era posible que él hubiese heredado todo.
—Como le digo, milord —Grey se volvió para darle una pícara mirada—. El conde de Hastings estaba moribundo, no sabía lo que decía. —Hubo un destello de amargura en los ojos verdes que lo enfrentaban—. Él se lo debía, lord Bastian, una casa, una finca y un título manchado no son nada comparado a la deuda que contrajo con usted. —Bastian presionó la mandíbula ante sus palabras, mas no fue capaz de decir nada—. Nunca se me ocurriría incumplir el pedido de un hombre en el umbral de la muerte, pero el conde no era ningún hombre. Era un animal, peor aún era un demonio. Y si hubiese tenido un penique guardado bajo su almohada, créame lord Hastings, me habría asegurado de darle ese penique a usted.
Bastian pasó saliva con rigidez, incómodo.
—¿Y los testigos?
—No hubo amigo que respondiera por el conde, al final dos lacayos hicieron de testigos. —Hizo una pausa, negando con la cabeza—. Cuando les mostré el testamento modificado estuvieron de acuerdo con mis condiciones. —Lo miró—. Cualquier empleado de Eythorne lo habría estado.
Bastian parpadeó varias veces, llevando su vista al camino y luego asintió.
—Gracias —musitó al cabo de un largo segundo. Grey soltó una de las riendas y le dio una pequeña palmada en el hombro, dejando en claro que ya no se tocaría ese tema de nuevo.
—Lord Hastings, espero que no esté muy apurado porque me gustaría invitarle una copa en el Flying Horse.
—Nunca estoy apurado cuando hay una copa de por medio, Tarek.
***
Probablemente bebieron más que una copa, para cuando Grey se levantó de su asiento dando por terminada la visita al bar, Bastian ya parpadeaba con algo de lentitud.
—¿Necesita que lo alcance a su casa?
Bastian sacudió la cabeza, había decidido que esa noche la pasaría lejos de Jasmine. No se juzgaba capaz de llegar a su hogar sin ánimos de castigarla por lo que le había hecho.
—No... —Deslizó su mirada por la clientela, hasta que localizó a la mocilla que ofreció darle abrigo en su cama esa velada—. Ya me he reservado una habitación.
Grey siguió la dirección de su mirada para luego enarcar una ceja con suspicacia.
—Tal vez le convendría ir con lady Hastings.
—Tal vez te convendría no meterte en mis asuntos, Greysson —le espetó con más desdén del necesario.
—Por supuesto, milord —Grey se inclinó en una rígida reverencia—. Que tenga usted una excelente velada.
Bastian se estiró a tiempo para cogerlo de la manga de su casaca. Grey lo observó.
—No hagas eso, Grey. —El aludido solo negó en silencio, Bastian bufó—. No me juzgues.
Su amigo giró la muñeca, deshaciéndose con lentitud de su amarre.
—Yo no le estoy juzgando, lord Bastian. Usted se está juzgando solo, se condena y se juzga constantemente. —Sus ojos viajaron hasta la muchacha que los había estado atendiendo—. Si sigue intentando nadar en arenas movedizas, solo va a seguir hundiéndose.
—¿Y cómo me desatasco entonces?
—No intente hacerlo solo —dijo de forma concisa, volviendo a inclinar la cabeza para despedirse.
Bastian lo vio marcharse sin atinar a decir nada, dejando la vista en la puerta por un tiempo que se sintió eterno. Sabía que debía decidir qué iba a hacer a continuación, pero sus pensamientos estaban entumecidos, su cuerpo cansado y su mente harta. Necesitaba dormir. Todo sería más claro luego de unas horas de sueño.
Se puso de pie con toda la intención de llevar a cabo esa tarea, cuando por el rabillo del ojo vio a aquel hombre sentado en una mesa de la esquina completamente solo. Antes de siquiera detenerse a considerarlo, se dirigió hasta allí esquivando a las personas que a esas horas llenaban la taberna. Y al instante en que alcanzó su mesa, hizo una reverencia tan exagerada como las que le hacía Grey a él.
—Barón Burnett, qué gusto. —Bastian no sabía si ese hombre lo había o no retado a duelo, pero para como estaba esa noche no le molestaría invitarlo él mismo.
—Lord Hastings —le saludó elevando la nariz con gesto afectado—. ¿Desea acompañarme? —lo invitó, señalando la silla que enfrentaba la de él. Bastian miró un instante el espacio vacío y luego negó.
—No deseo quitarle tiempo, barón. —Aun así posó su cadera contra el respaldo de la silla, colocándose a sí mismo en una postura superior a la del barón—. Me temo que esta tarde las cosas se salieron un tanto de control, me gustaría antes que nada disculparme y por supuesto que...
—No son necesarias las disculpas —lo interrumpió el hombre con una sonrisa falsa—. Aunque son más que bienvenidas.
Bastian asintió, tragándose una maldición. Esto era importante, debía hacerlo bien. Esto era importante para ella.
—Se agradece —respondió seriamente, pues realmente le fastidiaba que lo interrumpieran a media frase. Pero un caballero no actuaba impulsivamente, si Burnett no lo había retado a un duelo aún, eso significaba que había un hálito de posibilidad de hacer las cosas bien—. Aun así, barón, ¿cree que podría reconsiderar el plan de mi esposa?
Burnett enarcó ambas cejas, evidentemente sin esperarse que la conversación volviera a ese asunto.
—Lo he dejado claro antes, lord Hastings. Y suponía que usted comprendía la situación, una mujer no debe ocupar su tiempo en ese tipo de cosas. Aunque no me molestaría discutir negocios con usted en el futuro, por lo cual espero que sepa entender mi postura —le sonrió con aire de suficiencia, Bastian hizo lo propio—. Solo deseo lo mejor para Dover.
—Jasmine no es solo una mujer, barón. —Hizo una necesaria pausa, eliminando cualquier grado de imparcialidad en su tono—. He oído lo que planea y le puedo asegurar que esto puede ser muy beneficioso para todos...
—¡Ja! —le cortó, dando una manotazo en la mesa—. Es usted joven, Hastings. Y mucho me temo que bastante influenciable.
—Puede que ella no midiera sus palabras esta tarde —dijo, dejando pasar el evidente insulto—, pero no puede negar que su idea tenga perfecta validez. Ella tiene buen olfato para los negocios, sé que si le da su apoyo no se arrepentirá, barón.
—Escúcheme, lord Hastings —le espetó, tras darle un profundo trago a su bebida—. Tal vez usted este acostumbrado a dejarla hacer y deshacer en su casa como le plazca, pero Dover no es el patio de juego de su esposa. —Sonrió—. Lo entiendo, créame que lo entiendo. Tiene una mujer inquieta entre manos, debe darle algo con que entretenerse para que le corresponda, pero al menos que esté dispuesto a compartir sus favores... a mí darle lo que ella quiera no me reporta ninguna satisfacción. No sé si me explico.
Bastian movió la cabeza en un lento asentimiento y el barón volvió a tomar su vaso, para barrer con las últimas gotas de su bebida. Una vez que la dejó sobre la mesa, le ofreció una mirada entre burlona y satisfecha.
—Entiendo —musitó, sin hacer aspavientos. Esto era importante para ella—. Le pido me disculpe por las molestias. —El barón solo entrecerró los ojos, mientras él se inclinaba en una corta reverencia—. Por cierto —dijo, deteniéndose a medio paso de darse la vuelta. Burnett lo observó elevando el rostro un tanto, entonces Bastian estiró una mano cogiéndolo sorpresivamente por la parte posterior de la cabeza y antes de que el hombre pudiera reaccionar, bajó la mano con fuerza, empujando su frente contra la madera tres veces. Burnett soltó un alarido de dolor, mientras se llevaba las manos a la frente y palpaba la cascada de sangre que caía por sus ojos, Bastian cerró la mano entorno a su cabello y le inclinó el rostro hasta que sus miradas se encontraron—. Vuelva a insinuar una cosa así de mi esposa otra vez, señor, y le veré a doce pasos al amanecer. No sé si me explico.
Burnett asintió bruscamente luchando por contener las lágrimas y Bastian finalmente lo soltó con asco. Estaba a punto de darse la vuelta para marcharse, cuando escuchó el ajetreo a sus espaldas.
—¡Padre! —exclamó alguien, al momento justo en que una jarra de cerveza le impactaba en un lateral de la cabeza. Bastian gimió por el dolor, pero fue demasiado tarde para reaccionar.
Desde allí en adelante, todo se torno bastante confuso para él.
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Bien, disculpen que no haga dedicatoria pero me tengo que poner a trabajar y dejar de procrastinar. Así que espero que les haya gustado.
En esta ocasión pudimos conocer a alguien del pasado directo de Bas, en serio que a veces me da miedo preguntar qué están sintiendo con esta historia. Porque sé que dentro de lo que es mi historial con histórica, nunca había hecho algo por el estilo.
Pero en fin, más allá de nada, espero que estén disfrutando la lectura. Les guste o no Bas, le crean o no, les atraiga o no la personalidad de Jas, solo espero que se pasen un buen rato con cada actualización.
Gracias por pasar, dejen una tortuga en esta parte si les gusto :D O no lo hagan y rompan mi corazón, sé que quieren también xDD
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