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Ryan

¡Hola! Espero que estén bien, ya estamos por acá con un nuevo cap, más largo y todo eso. 

En el multimedia les dejo una genialisima pintura que hizo una de mis chicas, viene estupenda para el cap. Espero les guste ^_^

Y si no les gusta, mientanme para que sea feliz ¿ok? OK. 


Capítulo XI: Ryan

Para completo disgusto de Jasmine, Bastian no le ofreció ninguna explicación al respecto de sus palabras. Durante los siguientes dos días que se vio obligada a permanecer en cama por su herida, no tuvo noticias suyas, ni tan siquiera una de sus inoportunas visitas. No podía decir que se hubiese sentido descuidada, pues todo el personal de la casa había estado al pendiente de cualquiera de sus pedidos por más pequeño que éste fuera. Y aun cuando intentó convencerse de que en realidad no le importaba tener una conversación con su esposo, Jasmine no podía simplemente hacer caso omiso de la situación que le había arrojado de buenas a primeras. Bastian había hecho una elección de palabras a conciencia, evidentemente quería que ella reparara en ello. Pero entonces, ¿por qué no le había dicho más?

Suspiró con frustración, al tiempo que una criada abría la puerta con cuidado de no interrumpirla. Jasmine quería pedirle por favor que la interrumpiera, nunca se había considerado una mujer paciente y cumplir con la indicación del doctor Hartman le estaba costando horrores.

—¿Lord Hastings? —le espetó a la joven, ni bien ésta hubo cruzado el umbral.

—No se encuentra en la casa ahora, señora. —Esa había sido la respuesta que había obtenido de cada miembro de su personal, como si todos hubiesen tomado la decisión unánime de ocultar a Bastian—. ¿Desea que le suba algo? ¿Té? ¿Algún libro?

—No, gracias —la cortó, perdiendo repentinamente el deseo de verse interrumpida—. Retírate.

—Sí, mi lady.

La doncella se marchó en silencio, dándole espacio para que volviera a sumirse en sus pensamientos. En los pasados días había tenido mucho tiempo para pensar, pues por mucho que trató de seguir con su trabajo, administrar una finca suponía un reto cuando se hacía desde la cama. Así que después de pensárselo un poco, supuso que podía poner las cosas en pausa por unos días. En ese sentido le daría un poco de razón a Bastian, la casa no se vendría abajo si ella se tomaba un descanso. Ya se había asegurado que los cimientos estuviesen bien apuntalados de todos modos.

Pero ese descanso se estaba empezando asemejar a una tortura y no podía culpar a las pequeñas punzadas de dolor que de tanto en tanto le enviaba su tobillo, no. Su malestar tenía otro referente, curiosamente mucho más molesto y potencialmente más dañino que su herida. Miró el reloj que tenía sobre la repisa de la chimenea y luego dirigió su vista con impotencia hacia la puerta, de pronto comenzó a anhelar la visita de Ryan para comer. Pero faltaban horas para eso y no tuvo más opciones que arrellanarse en sus almohadones y forzarse a conciliar el sueño.

***

Hacía aproximadamente una hora que había despedido a Ryan luego de alimentarlo como cada noche, y una vez más se encontraba sola con sus pensamientos. Había intentado alargar lo más que pudo la visita de su hijo, hasta que el pobre cayó rendido en su cama, dispuesto a dormir lo llevaran o no a su habitación. Estaba sola.

Miró el reloj del mismo modo que llevaba haciendo los últimos dos días y aguardó impaciente, hasta que las manecillas se movieron para anunciar la medianoche. Era todo, necesitaba salir de allí o terminaría por volverse loca. Cogió la bata que su esposo encontraba tan insultante para su contemplación y con mucha calma, colocó los pies en el piso para incorporarse. No sintió ningún tipo de dolor, por lo que supuso que el tobillo ya estaba recuperado o en proceso de ello. Entonces se encaminó lentamente hacia la sala del conde y la condesa, que, como las noches anteriores, se encontraba vacía.

Suspiró con frustración. Aunque una parte de ella ya había previsto el fracaso que supondría buscarlo allí y se preparó mentalmente para bajar un tramo de escalera hasta la sala de música. Necesitaba saber si todavía estaba en la casa o si había aprovechado su obligada quietud y la ausencia de Theo, para volver a Londres. No le sorprendería si fuese el caso, porque a decir verdad ¿qué otro motivo existiría para que los sirvientes lo negasen? Lo más seguro era que él se hubiese marchado y estaba bien, Jasmine ya pensaría el modo de explicárselo a Theo. Y él terminaría por asumir que sus planes de celestino habían fallado. Simple.

Procurando no hacer ruido, bajó las escaleras y se adentró en el pasillo que guiaba a la sala de música; por un segundo aguzó el oído tratando de captar algún sonido proveniente del piano. Pero no oyó nada. Sin duda se había marchado.

Estaba a punto de pegarse la vuelta y regresar a su habitación, cuando sintió un discordante sonido musical, muy similar al que se logra al golpear las teclas sin mucha delicadeza. Se detuvo y aguardó un minuto completo, cuando volvió a oír el ruido acompañado esta vez por una maldición. Sin pensarlo dos veces, empujó las puertas de doble hoja y se detuvo en el umbral de forma abrupta al notar que Bastian estaba sentando en el piano y frente a él tenía una partitura a la que hacía tachones con violencia. Entonces bajó las manos, tocó tres notas velozmente y volvió a escribir sobre la partitura con impaciencia.

—No —masculló en voz baja, volvió a tocar otro par de notas y asintió—. Mejor.

Jasmine sonrió sin apenas darse cuenta, él se pasó una mano por el cabello alborotando los mechones rubios y continuó escribiendo.

—¿Hastings? —le llamó, logrando que se volteara con un sobresalto. Bastian presionó los ojos en la penumbra y Jasmine no pudo evitar preguntarse cómo hacía para escribir al amparo de una sola vela.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, volviendo a enfrentar el piano—. Deberías estar haciendo reposo.

—Tuve suficiente de reposo —respondió sin más, adentrándose lentamente en la habitación. Él alzó la mirada cuando ella se hubo detenido junto al piano y al cabo de un segundo, se movió hacia una lateral del banco para hacerle un espacio.

—Siéntate, no deberías estar en pie.

Jasmine se sentó sin ánimos de discutir.

—Ya no me duele.

—El médico te indicó tres días.

Ella sonrió.

—Pues técnicamente desde hace unos cinco minutos que ya hicieron tres días. —Él deslizó sus ojos en su dirección, otorgándole una mirada de sospecha—. Ya es otro día.

—Dudo que se refiriera a eso.

—Ya estoy bien. —Bastian la observó con suspicacia—. Completamente.

Él asintió, regresando su atención a la partitura en la que había estado trabajando.

—Si tú lo dices.

Por espacio de unos minutos él continuó toqueteando el piano y haciéndole arreglos a la partitura, casi como si ella no estuviese presente en la sala. Suspiró en un segundo en que él hizo una pausa y Bastian la observó de soslayo.

—Pensé que ya estarías en Londres. —Lo único que obtuvo como respuesta fue una ceja rubia arqueada hacia arriba—. Al parecer nadie en la casa sabía dónde estabas.

—Fui a probar suerte en los bares de Calais —dijo finalmente, esbozando una sonrisa torcida.

Ella no sonrió.

—¿En dónde estabas?

—Ya lo sabrás.

Jasmine se alarmó.

—¿Qué fue lo que hiciste?

—Es una sorpresa —susurró tomando la pluma para volver a escribir, ella estiró una mano en un exabrupto para detenerlo del brazo. Bastian la miró con una vaga nota de curiosidad—. ¿Esposa?

—Dime qué has hecho —le espetó con total seriedad. Él se inclinó ligeramente en su dirección, para luego sacudir la cabeza en una leve negación.

—Mañana.

—¡Hastings!

—Mañana —repitió, girando la muñeca para liberarse de su amarre. Jasmine bufó una palabra poco apropiada entre dientes, logrando que él riera por lo bajo—. Cualquiera diría que me echabas de menos, florecilla.

—Qué estupidez, solo me cercioraba de que estuvieses aquí.

—¿Por qué? —preguntó, haciendo repiquetear sus dedos sobre dos teclas.

—Porque tendría que comenzar a pensar una excusa para Theo, ¿ya lo olvidaste?

—¿Cómo olvidarlo? —instó, irónico—. Bueno, sigo aquí.

—Puedo verlo. —Bastian asintió en silencio y regresó a su trabajo de escribir garabatos con poco sentido sobre la partitura. Jasmine no tenía deseos de engañarse, no había ido hasta allí solo para confirmar que no se hubiese marchado, quería aclarar lo que le había dicho tres días atrás, quería saber a qué se había estado refiriendo. Pero no tenía idea de cómo sacar el tema, simplemente no tenía práctica en hablar con Bastian de cosas personales. Nunca antes le había importado mucho su historia de vida, creía saber lo suficiente de él tras las cosas que había averiguado aquí y allá, pero debía admitir que todas esas historias estaban tamizadas de las voces de los chismosos. Nada había salido directamente de él, no conocía nada que fuese pura y exclusivamente suyo. Y eso estaba mal—. ¿Cómo es el nombre de tu padre? —le arrojó de buenas a primeras, sin darse tiempo a avergonzarse de su falta de tacto.

Los dedos de Bastian se quedaron congelados un segundo entero sobre las teclas del piano, justo antes de que se volviera a mirarla.

—¿Disculpa?

Jasmine pasó saliva, decidida a no dar marcha atrás en ese asunto.

—El otro día me diste a entender que el viejo conde de Hastings y tu padre no son las mismas personas, ¿comprendí mal lo que dijiste?

Él parpadeó, evidentemente tomado por sorpresa, y tras una breve pausa movió la cabeza en un tenue asentimiento.

—Comprendiste bien —musitó, regresando su vista a la partitura. Jasmine soltó el aire que hasta ese momento se había dado cuenta que estaba reteniendo y entonces se dio un instante para procesar aquella información. ¿Acaso su esposo era ilegítimo?

—¿Cómo...? —No estaba segura de qué preguntar, pero él pareció leerlo en su expresión.

—Es una larga historia.

—¿Eres ilegítimo? —le soltó de sopetón.

Bastian se giró en el banquillo para enfrentarla.

—La mitad de la aristocracia inglesa es ilegítima, Jasmine —dijo, suspirando pesadamente—. Si tu pregunta es si soy hijo del conde, la respuesta es sí y no. Soy su hijo en todo lo que respecta a mi nombre, posición y título, pero él no me engendró.

Ella necesitó un largo segundo para asimilar aquello. No era tampoco una exageración, Bastian estaba en lo cierto en algo y era que la aristocracia estaba llena de hijos ilegítimos, pero en realidad no lo había estado esperando dentro de su propia familia.

—Entonces... —Lo observó con cuidado, repasando sus rasgos como si eso pudiera confirmar algo que antes no había visto. A decir verdad ella no conocía ni al conde ni a la condesa de Hastings, en la casa no había retratos suyos y habían muerto mucho antes de que ella entrara en sociedad, por lo que los orígenes de Bastian eran un misterio—. No entiendo, ¿tu madre tuvo una aventura?

Una pequeña sonrisa tiró de las comisuras de sus labios al oírla.

—Mi madre era una buena mujer, Jasmine. —Bajó la mirada un instante hacia sus manos inertes sobre las teclas—. Tuvo la desgracia de enamorarse de alguien con quien no podía casarse.

—¿Tu padre?

—Así es —corroboró con un asentimiento—. Verás mi padre era el tercer hijo de un marqués, no tenía título, ni fortuna propia y la verdad sea dicha, era un pobre diablo que se daba la buena vida a costa de su propio padre.

—¿Y qué pasó?

—Él de todas formas pidió su mano y se la negaron, mis abuelos obligaron a mi madre a casarse con el conde entonces. Quizá era mayor que ella y no una persona que se diga agradable, pero tenía un título y no era un segundón mantenido.

—¿Tu madre...? —hizo una pausa, pensando su pregunta con cuidado—. Ella... ¿se casó estando en cinta?

—No —respondió al instante—. Ella se casó siendo pura y continuó de ese modo por mucho tiempo.

—No entiendo.

—No importa —dijo, desestimando el asunto—. La cuestión es que mi padre no se olvidó de ella, aún cuando sabía que pertenecía a otro hombre. Imagina esto: dos jóvenes que se creen enamorados, desolados y con mucho tiempo libre.

—Una receta para el desastre —musitó, causando que emitiera una pequeña risa.

—Así es... al final de cuentas las cosas ocurrieron, el viejo conde solía desaparecer por largas temporadas y dejaba a mi madre sola en esta sucia finca.

—Que ahora está limpia —lo interrumpió.

—Que ahora está limpia —aceptó él, sonriendo brevemente—. Y ella encontró el modo de sobrellevar su desdicha de la mejor manera.

—Se echó un amante. —Bastian asintió—. Ya veo de dónde lo heredaste.

—El punto es que ella estaba enamorada —dijo con un leve toque de censura—. Y mi padre la quería mucho, yo fui producto de aquella aventura.

—¿Y qué pasó cuando el conde lo supo?

—Le dio dos opciones a mi madre, o bien aceptaba la vergüenza de ser una mujer promiscua y enfrentaba aquel destino o bien se olvidaba de mi padre y dejaba que el conde me reconociera como suyo. —Se detuvo clavando la vista en un punto lejano, ausente—. Mamá no tenía el carácter suficiente como para ser una paria de la sociedad, así que aceptó que el conde me diera su apellido y le dijo a mi padre que no podía volver a verlo.

—¿Y él simplemente lo aceptó?

—¿Qué otra cosa podría haber hecho? —Sacudió la cabeza—. Él entendía el temor de mi madre, sabía que aquella aventura tendría un fin tarde o temprano.

—¿Y qué había de ti?

—Ella nunca le dijo que yo existía —susurró en voz queda—. Mi padre se fue con su corazón roto a Escocia y no regresó a Inglaterra por años. Cuando yo tenía unos seis años, recuerdo que visitamos Londres y mamá me llevó por primera vez al teatro. —Una nota de orgullo tiñó su tono—. Allí estaba él.

—¿Le conociste?

—Sí y muchas personas más, quienes recordaron aquel romance frustrado entre ellos dos sin mucho esfuerzo, mientras nos miraban a los tres juntos y todo cobraba sentido. —Jasmine frunció el ceño sin comprender, Bastian se encogió de hombros antes de explicarse—. Todo el mundo en el teatro vio la gran similitud que había entre él y yo, y comenzaron los rumores por supuesto. Sé que mamá y él se encontraron al día siguiente, aunque no sé qué pasó exactamente. Cuando regresamos aquí, el conde ya estaba al tanto de todo y las cosas cambiaron.

—¿Qué ocurrió?

Él hizo una mueca con sus labios, volviendo a mirar a la nada que ofrecía las penumbras a su alrededor.

—Tomó la repentina decisión de tener un heredero —hizo una pausa—. Un heredero legítimo.

—¿Y eso dónde te dejaba a ti?

—Supongo que lo mismo se preguntó mi madre entonces, porque se negó de plano a darle un hijo. Pero el conde no iba a aceptar la negativa y durante meses se abocó por completo a la tarea, estuviera ella dispuesta o no. —Jasmine sintió un nudo apretarse en su garganta, pero Bastian no pareció notarlo al estar absorto en su relato—. Mamá comenzó a enfermar en esa época, siempre estaba débil y cansada, nunca quería estar conmigo... —Ella le estrechó una mano casi sin darse cuenta y le sorprendió cuando Bastian le devolvió el apretón—. Finalmente concibió, pero el médico le indicó que su salud no iba poder soportar un embarazo. Al conde no le importó y la hizo seguir adelante, hasta que ella dio a luz tras soltar el último de sus suspiros. Ella murió aquella noche y el niño, mi hermano, murió dos días después. Era demasiado pequeño y no tenía fuerzas para sobrevivir fuera de mi madre.

—Lo siento mucho —atinó a decir, sintiendo como una lágrima resbalaba lentamente por su mejilla. Bastian la miró entonces y frunció el ceño al verla llorar, mas no emitió ninguna queja y simplemente alzó sus manos juntas para depositarle un beso en el dorso.

—Pasó hace mucho tiempo —dijo al cabo de un silencio mutuo—. Pensé que habías escuchado aquel rumor, pero eres bastante joven y supongo que ya no soy un tema tan interesante para las salas de té o los salones de baile.

Ella sonrió sin ganas, pero comprendió que él intentaba quitarle algo de peso a lo que acababa de decir y no pudo más que agarrarse de ello.

—Eres un tópico aburrido cuando no tocas el piano —le espetó en burla, Bastian sonrió.

—Tendré que provocar un escándalo para que no me olviden.

—Mejor no —aconsejó, mirando tentativamente hacia la partitura que descansaba en el soporte—. ¿Qué estabas tocando antes? Parecía difícil.

—Oh... —Él también miró las hojas manchadas de tinta—. Intentaba componer algo, pero al parecer he perdido el toque.

—No sabía que componías.

—Componer es como hablar, Jasmine —dijo, toqueteando de forma ausente una de las esquinas de las hojas—. Si no tienes nada que decir, resulta tremendamente difícil que a alguien le importe.

—Dudo que no tengas algo para decir.

—Nunca tengo nada para decir —masculló en tono de molestia—. Solo repito lo que otros dicen, cualquiera puede hacer eso con algo de instrucción ¿no?

Ella reconoció sus palabras sin ningún esfuerzo, pero no se apresuró a desmentirlas. No iba a pelear en ese momento.

—Muéstrame lo que tienes hasta ahora. —Él giró el rostro para observarla, Jasmine le sostuvo la mirada con aplomo y tras un largo segundo de enfrentamiento mudo, Bastian rodo los ojos—. Anda, ¿o temes que te dé una mala crítica?

—Mujer —gruñó por lo bajo, acomodando la partitura con una fuerte sacudida. Entonces colocó las manos sobre las teclas y de la nada, la melodía llenó cada esquina de la sala. Jasmine lo miró con atención, mientras él deslizaba sus dedos con completa desenvoltura y al mismo tiempo creaba un armonioso sonido de calma y sosiego. Era bellísimo. Y sin poder evitarlo, cerró los ojos para dejarse envolver por la música y el acompasado sonido del piano. Era cálida, invitaba a relajarse y dejarse transportar, al punto que en un instante dejó caer su cabeza sobre su hombro que se movía tenuemente para seguir la melodía. Y tras otro momento más de bella relajación, todo terminó.

Jasmine parpadeó, confusa al ser arrastrada fuera de su ensueño y elevó sus ojos para encontrarse con el rostro de Bastian a pocos centímetros del de ella. Observándola.

—¿Ya terminó? —le preguntó, sin levantar la cabeza de su hombro. Bastian asintió.

—Solo eso llevo hasta ahora.

—Es muy bonita —admitió con sinceridad, él no pareció creerla pero se mantuvo callado—. ¿Tiene nombre?

Ryan —masculló con gesto serio—. Es una nana para Ryan.

Jasmine sonrió, notando que sus ojos celestes la taladraban en esa corta distancia, como esperando que ella lo regañara o censurara por escribirle una canción a su hijo. Algo que claramente, ni se le había cruzado por la cabeza.

—Me gustó.

—¿Si? —inquirió, bajando la mirada hacia su boca en un lento parpadeo. Jasmine se humedeció los labios de forma instintiva, al tiempo que levantaba la cabeza y terminaba de atravesar la invisible barrera que los separaba. No lo pensó, ni siquiera lo reflexionó, solo supo que lo hizo cuando ya estaba en pleno proceso. Sintió la sorpresa de Bastian al momento en que sus bocas se rozaron, pero su desconcierto fue breve y al segundo en que Jasmine le rodeó el cuello con una mano, él la atrajo decididamente hacia su cuerpo por la cintura y le inclinó la cabeza, profundizando el beso con movimientos lentos pero certeros. Ella soltó un pequeño gemido, al tiempo que él hundía su lengua en su interior y le enviaba un escalofrío a lo largo de todo el cuerpo, entonces, sin previo aviso la soltó.

Jasmine paladeó el frío aire entrar por su boca y abrió los ojos sin comprender qué había pasado. Bastian no la miraba.

—Creo que es mejor que subas a tu cuarto —musitó, sin despegar la vista del piano.

Ella parpadeó varias veces, esperó un largo segundo a que él dijera algo más y como no ocurrió, simplemente aceptó la negativa. Otra vez.

—Disculpa mi estupidez, te aseguro que no volverá a ocurrir. —Tras decir eso con voz contenida, se puso de pie con cuidado y desanduvo su camino hacia la puerta sintiéndose como una tonta. ¡Dios! ¿Qué era lo que pasaba con ella? ¿Por qué se castigaba de ese modo? Sabía bien que él no quería besarla, aunque no sabía el porqué, sabía bien que ella no debería querer que lo hiciera y aun así... Se detuvo en el umbral para darle una última mirada—. Es que no lo entiendo —dijo de repente, dando paso libre a sus pensamientos sin darse cuenta.

Bastian se giró con lentitud.

—No lo entiendo —repitió al ver que tenía su atención—. Eres, sin ánimos de ofender, el hombre más promiscuo de Inglaterra y... ¿no eres capaz de besarme? ¿Es que resulto tan repulsiva? No lo entiendo.

Nunca se le habría ocurrido expresar aquellas preocupaciones en voz alta, pero estaba cansada. Y creía que al menos se merecía una explicación, porque él nunca había rechazado su cuerpo, pero nunca había aceptado sus besos. ¿Por qué?

—Jasmine —murmuró Bastian, incorporándose del banquillo. Ella sacudió la cabeza, pues preveía su respuesta y lo que menos quería era parecer desesperada por ello.

—Tranquilo, Hastings —lo interrumpió, elevando una mano para detenerlo—. Olvida lo que dije, de todas formas no quiero saberlo.

—Yo no beso a nadie —le espetó él, justo cuando se disponía a marcharse. Jasmine se detuvo, dándole una mirada escéptica—. Solo no lo hago.

—Solo te acuestas con mujeres —completó, a lo que él frunció el ceño—. Besar implica algo más personal para ti y no haciéndolo todas somos iguales, solo otra cama a la que fuiste invitado. Entiendo. —Batian abrió la boca, pero ella continuó antes que él pudiese interrumpirla—. Al menos no es nada personal.

—Jasmine.

—No es que sea repulsiva.

—Jasmine.

—Solo soy otra que cae dispuesta para ti...

—¡Jasmine! —Él la cogió por los hombros, dándole un pequeño sacudón. Ella parpadeó, notando que de la nada había aparecido frente a su rostro—. ¿Quieres parar?

—Oh, disculpa —soltó, irónica—. Solo intentaba entender el asunto, nada más.

—No, solo intentas desquiciarte y desquiciarme en el proceso. —Ella puso los ojos en blanco, sin ganas de escucharlo—. No sé qué te sorprende tanto, ¿es que acaso no haces tú lo mismo?

—Yo inicié el beso —le espetó a modo de defensa.

—Tú ni siquiera me llamas por mi nombre, florecilla —la cortó, logrando que ella frunciera el ceño en esa ocasión—. Llevamos casados casi dos años y nunca me preguntaste absolutamente nada de mi familia. No hagas de cuenta que soy el único que intenta mantener las distancias aquí, tú tienes tus métodos y yo los míos.

—¿Qué cambiaría besarme?

—¿Qué cambiaría que me llamaras por mi nombre? —le regresó, altanero.

Jasmine bufó.

—¡Qué ridiculez! —Dio un paso hacia atrás, golpeando la puerta con su trasero—. No cambiaría en nada.

—Entonces hazlo. —Ella no lo hizo y él sonrió, burlón, acercándose tanto que no le dejó más alternativa que apretar todo su cuerpo contra la puerta—. Deseas complicar esto tanto como yo, Jasmine, pero mejor no lo hagamos.

—Yo...

Él colocó su índice bajo su barbilla, impulsando su rostro hacia arriba, ella se silenció.

—Si te pruebo no voy a poder detenerme —confesó con voz pausada.

—¿Qué? —inquirió, confusa. Bastian arrastró su pulgar a lo largo de su mejilla, para luego presionarlo tenuemente contra sus labios aún húmedos por el breve beso.

—Así que no me tientes.

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Neil: Bueno, ¿cómo estamos con las dedicatorias?

Lucas: Atrasados.

Jace: ¿Alguna vez no lo estamos?

Lucas: No importa mucho, porque ustedes ni siquiera están invitados a esta dedicatoria. Cariño, ¿puedes venir por favor?

Kei: Estoy bien, Luke, puedo caminar sola.

Lucas: Solo quería estar seguro.

Kei: Estoy embarazada, no paralitica. 

Lucas: Luego de lo que contó el Conde, prefiero no correr riegos. 

Neil a Jace: Pasame las palomitas, pensé que no viviría para ver esto. Lucas atento, no hay precedente.

Lucas: Tú cállate y lárgate de mi dedicatoria. 

Kei: No lo trates así, Luke. Sabes que a Sussy no le gusta.

Lucas: Es que me estresa, amor. Pero en fin, te he llamado porque esta lectora nos quería a los dos aquí para dedicarle este capítulo.

Kei: Me alegra, no somos lo que se dice populares aquí las mujeres. Así que Yomira99 muchas gracias por acordarte de mí. 

Lucas: Esperamos que hayas disfrutado de este capítulo, nunca me canso de escuchar que soy tu favorito. Un beso, sigue disfrutando de esta historia ;)

Neil a Jace: Míralo como se modera el condenado porque está su mujer, ja! Pero cuando ella no está se la da de coqueto.

Lucas a Kei: No le creas, el único que anda de coqueto es él... con todas las lectoras.

Kei: Hmmmm

Neil: Mentirosillo, mentirosillo... 

Lucas: ¡Es todo! Terminaré lo que inicié en Portland ¬¬


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