Rumores
¡Buenas! Felices pascuas si son gente que "pascuea" y si no lo son... bueno, me devuelven el saludo y estamos en paz xDD
En fin, les traigo quizá el cap más largo que tiene esta historia de momento. Así que espero les guste. No hay dedicatoria hoy porque tengo sueño y también tengo que terminar el cap de otra historia. Así que sorry queda para el próximo. Espero disfruten del cap ^_^
Capítulo VIII: Rumores
El siguiente día amaneció encapotado, pero Jasmine no permitió que eso alterara su rutina, estaba tranquila con el hecho de que el techador hubiese acabado su trabajo. Si finalmente la tormenta decidía precipitarse sobre ellos, al menos uno de los interminables problemas de Eythorne estaba cubierto. Debería sentirse aliviada al respecto y sin embargo, había una nota de malestar al fondo de su mente que no lograba silenciar por mucho que lo intentase. ¿En serio estaba sintiendo algo similar a la vergüenza por culpa de Bastian? Él no tenía derecho a juzgarla, él era por lejos el más inmoral de los dos y tenía el descaro de hacer sonar su acuerdo como algo sórdido y mezquino.
Por todos los cielos, ¡si él había estado de acuerdo! ¿Ahora le venía con reproches? Era completamente injusto y era incluso más injusto que ella estuviese desperdiciando su preciado y precario tiempo en darle vueltas a ese asunto.
—Es todo —se dijo en voz alta, colocando firmemente las palmas en su escritorio. Expulsaría a Bastian de su cabeza, porque evidentemente él estaba mal y ella estaba bien. Punto. No iba a pensar más al respecto pues parte de ella temía que acabase por subir hasta la sala de música y pedirle disculpas.
Algo que claramente no iba a hacer. Nunca.
Y entonces, como si acabara de llamarlo con la mente, él apareció en la puerta del estudio. Ataviado en ropa de montar, llevaba la chaqueta abierta, unos ajustados pantalones negros, el cabello rubio revuelto y los ojos ligeramente cristalinos. Aparentemente acababa de regresar del exterior.
— ¡Hace un día bellísimo! —le informó, mientras ingresaba con su típico andar despreocupado.
Jasmine miró tentativamente hacia una de las ventanas que más cerca tenía comprobando que, como desde la primera hora de la mañana, el cielo continuaba igual de gris y amenazador.
—Tenemos conceptos distintos de belleza —murmuró, volviendo su atención a la carta que había estado escribiendo antes de que su mente volara. En ese momento una enorme mancha negra de tinta se extendía casi por completo en la esquina donde había dejado apoyada la pluma. ¡Qué descuidada! Esa sería una buena carta echada a perder.
—Gracias al todo poderoso, lo hacemos.
— ¿Qué? —inquirió, sacudiendo la cabeza para espabilarse. ¿Le molestaría mucho al señor Ephraim que la carta estuviera manchada? El contenido era casi completamente legible, y sin duda su abogado estaba muy al tanto de la situación financiera de la familia como para esperar mucha elegancia.
— ¿Por qué le frunces el ceño a ese papel, esposa? —Ella reaccionó al momento en que él se detuvo a su lado, bajando la vista hacia la susodicha carta.
—He echado a perder la carta en un descuido.
—Tírala al fuego entonces.
—Estamos algo escasos de recursos como para echarla al fuego.
Bastian parpadeó como si no se hubiese esperado ese tipo de respuesta, al cabo de un segundo de silencio, se dio la vuelta y fijó su atención en la estantería que había a sus espaldas.
—Estaba pensando en salir con Junior a respirar algo de aire —le dijo en completo tono casual.
Jasmine enarcó una ceja en tanto aquellas palabras cobraban sentido para ella.
— ¿Fuera?
—Eso he dicho. —Bastian se giró para mirarla—. Estamos todos muy encerrados, ¿no te parece? Y el día está esplendido.
—Lloverá —le informó como si aquello no fuera ya evidente—. No es un día esplendido, Hastings.
—Lloverá en un rato, la tormenta todavía está lejos. Puedo decirlo.
— ¿Acaso mides las distancias de las tormentas con los ojos? —le espetó, irónica.
—No, con el olfato —respondió él, sonriente—. Así que... ¿qué dices? ¿Puedo?
Él estaba loco, ella lo confirmó en el espacio de tiempo que duró esa conversación. Pero aun en su locura, Bastian quería pasar tiempo con Ryan y ella no sabía cómo reaccionar ante su pedido. Después de todo también era su hijo, Ryan eventualmente se convertiría en un caballero y le serviría al menos saber qué tipo de hombre no tendría que emular. En ese caso, Bastian sería de utilidad. Había cosas del mundo de los hombres que siempre serían ajenas para ella, pero su esposo por muy poco recomendable que fuese como ejemplo a seguir, seguía siendo un hombre. Y Ryan merecía tener a uno en su vida.
— ¿Estás seguro que la tormenta está lejos? —Él asintió con firmeza, aunque ella tenía fuertes dudas—. De acuerdo... puedes sacarlo, pero sólo media hora.
—Media hora.
—Y tiene que ir bien abrigado.
—Abrigado. Bien.
—Y asegúrate de que ya haya comido.
—Comido. Correcto.
—Y por nada del mundo lo subas en tu caballo.
—Caballos no. Anotado.
— ¡Y ya deja de hacer eso!
—Correcto. —Ella frunció el ceño en advertencia, a lo cual él rió—. Mejor voy a poner todo a punto.
***
Jasmine estudió a la pequeña comitiva reunida en su recibidor; por un lado estaba Bastian con Ryan en brazos, más allá se encontraba Laurie con una canasta de picnic y a su lado estaba Nancy con el coche de su hijo completamente equipado para el paseo. No tendría que haber nada raro en esa imagen y aun así, una rápida mirada hacia el exterior le indicaba que todo aquello era una mala idea.
—Hastings... —Le llamó, mientras él se detenía para decirle algo al mayordomo. Bastian colocó a Ryan dentro del coche antes de acercarse a ella.
—He comprobado todo... dos veces.
—Tal vez podrías dejarlo para otro día, cuando haga mejor clima.
—Pero el clima está perfecto así —musitó, pareciendo desconcertado por su negativa—. Sabes... —hizo una pausa, deslizando lentamente la mirada por las personas reunidas allí y entonces una pequeña sonrisa tiró de sus labios—. Sabes, deberías venir con nosotros.
—No —dijo de forma automática—. Tengo trabajo que hacer y...
— ¿Y de qué sirve tanto trabajo si no vas a disfrutar de la parte buena? —Colocó sus manos pesadamente sobre sus hombros, no dejándole más opciones que mirarlo a la cara—. Jasmine la casa no se caerá si te tomas un día de descanso... es más podrías utilizar el paseo para ir viendo todas las cosas que aún te faltan arreglar de nuestra adorable pocilga.
—No le digas pocilga a mi casa —refunfuñó, aunque sus labios amenazaron con curvarse hacia arriba.
—Ven con nosotros.
El "no" se posó tentadoramente en la punta de su lengua, sólo tenía que dejarlo salir, darse la vuelta y regresar a su estudio a reescribir la dichosa carta para el abogado. Pero aún y sabiendo todo eso, se encontró incapaz de pronunciar nada. Quería ir con ellos. Y aquella revelación la aturdió de sobremanera, porque no debería querer seguir a Bastian en sus cosas.
Cuando cayó en cuenta de lo que estaba ocurriendo, ya se encontraba sostenida de su brazo mientras recorrían el camino de piedras que guiaba al jardín en el que todavía hacía falta mucho trabajo. Unos metros más atrás, Nancy empujaba la carriola de Ryan y Laurie la acompañaba en un tranquilo silencio. Era la situación más irreal que había vivido con su esposo, bueno, la más irreal después de la ceremonia de su boda. Y por cómo estaba el cielo, parecía que acabaría más pronto de lo previsto.
—Va a llover.
—Todavía no —aseveró él con confianza. Jasmine se volvió ligeramente sobre su hombro, cruzando una poco convencida mirada con Nancy.
—Tal vez tu olfato para las tormentas está averiado y no puedo dejar que Ryan se moje con este clima.
Él bajó la vista en su dirección, o al menos eso sospechó ella por el movimiento de su cabeza, ya que sus ojos estaban cubiertos por sus gafas oscuras.
—Viene de alguien que ha hecho su vida en climas tormentosos... —Se detuvo, alzando el rostro hacia el cielo un breve instante como si en verdad estuviese olfateando el aire—. Confía en mí, la tormenta todavía está lejos.
A regañadientes ella decidió hacerle caso, sabiendo que si se desataba la tormenta mientras ellos estaban fuera, al primero que golpearía por testarudo sería a su esposo. Y tendría motivos más que justificados para ello.
Luego de caminar por alrededor de quince minutos, Bastian se detuvo junto a un árbol cuyas ramas gruesas y pesadas estaban casi al nivel del piso. Parecía un gigante vencido, con los brazos a los lados en actitud penitente.
—Sentémonos aquí.
Laurie preparó rápidamente las cosas para que ellos pudieran acomodarse a la sombra del enorme árbol, Nancy colocó a Ryan en la manta de picnic y luego se alejó discretamente con la otra criada para darles privacidad. A pesar de que todo había sido improvisado en el último segundo, el cocinero se había tomado el trabajo de preparar una vianda completa para ellos. Tenían pollo, bollos, queso y algunas de las frutas que Ryan había comenzado a probar recientemente. Ella fue a tomar al niño para alimentarlo, pero Bastian lo cogió antes y lo sentó sobre su regazo con completa soltura.
— ¿Come pollo?
—No, es muy pequeño. Pero puedes darle unos pedacitos de fruta. —Él asintió tomando una fresa, y con cuidado mordió una diminuta porción de la fruta para luego llevarla a la boca del niño. Ryan como de costumbre se mostraba como un ávido comilón, por lo que terminó casi por engullir el dedo índice de Bastian y al ver que la fruta era muy poca, soltó un gritito de indignación.
—Vaya, camarada, tranquilo. —El proceso de comer fresas se extendió por unos largos minutos, en donde Bastian cortaba meticulosamente la fruta y la ofrecía cordialmente a Ryan, como un súbdito a su amo.
Cuando hubo aniquilado tres fresas, su bebé manifestó su agradecimiento con un fuerte y para nada adecuado eructo. Estaba satisfecho. Y demostrando una vez más ser digno hijo de su padre, comenzó a removerse en su regazo hasta que quedó tendido transversalmente sobre las piernas de Bastian con el trasero apuntando al cielo.
Jasmine parpadeó, dándole una curiosa mirada.
— ¿Se ha dormido? —inquirió al verlo demasiado quieto en esa, para nada cómoda, posición.
Bastian sacudió la cabeza.
—No, está succionando mi brazo. —Jasmine se inclinó por encima de él, notando que efectivamente en esa postura el antebrazo de Bastian quedaba perfectamente alineado con la boca de Ryan y él no había desaprovechado la oportunidad.
Se encogió de hombros ante las peculiaridades de su inquieto bebé y mordisqueó de forma ausente un cubo de queso. En realidad no tenía apetito, pero necesitaba ocupar sus manos en algo.
—Es muy bonito aquí —comentó, tratando de llenar el repentino silencio. Con Ryan entretenido en otros menesteres, no podía evitar sentirse ligeramente violenta en compañía de su esposo. Nunca antes habían hecho algo tan común como tomar un paseo o salir de picnic. Esas cosas eran normales para otras parejas, pero ellos no eran una pareja, al menos no una típica.
—Mi madre solía traerme aquí cuando era pequeño... —musitó él, perfilando la vista hacia adelante donde detrás de unos matorrales que habían crecido sin control, se adivinaba el contorno de una laguna.
¿Cuánto tiempo llevaba ese lugar sin ser visitado por una persona? Se preguntó para sus adentros.
— ¿Te enseñó a nadar en esa laguna? —instó, siguiendo la dirección de su mirada. Vagamente recordó cuando sus padres le enseñaron a ella a nadar, cuan segura y feliz se había sentido entonces. Eran esas pequeñas cosas que se aseguraría de hacer con Ryan, para que en el futuro él la recordara con nostálgico cariño.
—No... —Soltó él en voz queda, inclinando la cabeza hacia arriba una vez más—. Ella apenas si podía hacer el camino hasta aquí.
Jasmine no supo qué decir, como esposa de Bastian había tenido que escuchar muchas cosas sobre su esposo. Y eso no sólo había implicado historias sórdidas sobre sus escapadas románticas, sino también historias sobre su familia. Gracias a las habladurías de la gente del pueblo, Jasmine supo cómo había muerto el antiguo conde e incluso de la enfermedad que había ido consumiendo lentamente a su madre, hasta llevársela de su lado cuando él tenía apenas siete años. Bastian ni una sola vez le había hablado de ellos.
— ¿Cómo era ella? —se atrevió a preguntar, casi esperando que él la ignorara.
—Muy bonita... —dijo entonces, sorprendiéndola en el proceso—. Tenía esos enormes ojos verdes y el cabello rojizo, era pequeña de estatura... pero entonces no me lo parecía. Le gustaba el arte y la música.
— ¿Ella te enseñó a tocar al piano?
Bastian pareció caer en cuenta de con quien estaba hablando, porque súbitamente bajó la mirada hacia ella y emitió un breve chasquido con la lengua.
— ¿Desde cuándo sientes tanta curiosidad por mi familia, florecilla?
Para Jasmine fue demasiado evidente el tono socarrón en su voz y tras forzar una breve sonrisa, decidió no seguir indagando. ¿Qué sentido tenía?
—Olvídalo.
Se puso de pie con un suave movimiento y luego de limpiarse las manos como si él no estuviese mirándola desde su posición en la manta, comenzó a caminar en dirección de la laguna. No quería sentirse decepcionada, pero una diminuta parte en su interior lo hacía. Jasmine no era tan tonta como para creer que ellos podían ser amigos, o mínimamente confiar uno en el otro, pero tampoco deseaba estar constantemente en pie de guerra. Para bien o para mal, Bastian y ella estaban unidos hasta el final de sus vidas. ¿Era demasiado estúpido querer amenizar un poco las cosas?
Soltando un corto suspiro, se detuvo frente a la laguna y estudió el terreno decidida a pensar en algo más. Iba a tener que mandar al jardinero a que arreglara un poco el lugar, pero en líneas generales se veía bastante bien. Era una laguna después de todo, debía tener cierto toque rustico y natural. Seguramente Ryan sabría aprovecharla cuando fuese un poco mayor.
— ¿Jasmine?
—Cuando termine de mejorar los jardines cercanos a la casa, me concentraré en este lugar —le informó de modo impersonal, mientras él le daba alcance en el borde de la laguna—. No hace falta mucho trabajo, ¿qué piensas? —lo miró, a lo cual Bastian se encogió de hombros con desinterés.
—Haz lo que te venga en gana, pero ahora regresa... ya envíe a las muchachas con Ryan.
— ¿Regresar? —instó, aún ensimismada. Había sido su idea invitarla ¿y ahora simplemente la estaba corriendo?
Él la tomó del brazo, tirándola hacia atrás para que lo enfrentara.
—Regresa, pronto empezará a llover.
—Oh... —Asintió, finalmente cayendo en cuenta de lo que le pedía—. Bien. —Jasmine comenzó a subir la pequeña pendiente que bordeaba la laguna, cuando notó que Bastian no la estaba siguiendo—. ¿No vas a venir?
Él desplegó una serena sonrisa, al tiempo que sacudía la cabeza en una negación.
—En un momento...
—Vas a mojarte.
—Lo sé.
***
Bastian cerró los ojos en el instante mismo que la primera gota fría golpeaba en su mejilla, elevó el rostro hacia el cielo y esperó pacientemente hasta que las siguientes comenzaron a impactarle una tras otra. Se quitó las gafas, dejando que la lluvia lo alcanzara por completo y se lo llevara todo. Amaba la lluvia.
— ¡Deberíamos volver!
Ese grito lo sacó de su ensueño de forma abrupta, abrió los ojos parpadeando varias veces para apartar el agua y entonces miró hacia sus espaldas, donde Jasmine abrazada a sí misma lo miraba a una distancia de metros.
— ¡Ve dentro! —le gritó a su vez, notando que la lluvia paulatinamente se hacía más fuerte y ruidosa. Ella giró el rostro en dirección a la casa, como considerando sus opciones y entonces simplemente negó—. Entonces ven aquí... —Bastian extendió su mano hacia atrás, casi esperando su rechazo. Pero ella no lo rechazó, sino que corrió la distancia que los separaba y se refugió en él al instante—. Vas a helarte, mujer. ¿Eres tonta?
Sin aguardar su respuesta, él se quitó la chaqueta de montar y la envolvió con ella concienzudamente. Estaba tan mojada como el vestido de Jasmine, pero al menos el interior guardaba su calor y evitaría que se calara hasta los huesos.
— ¿Y tú eres tonto para quedarte bajo este aguacero? —le increpó de regreso, alzando la barbilla con toda la altivez de una condesa. Bastian sonrió muy a su pesar.
—Ya te dije que mi vida la he pasado en estos climas... —Le corrió algunos mechones húmedos de cabello que se pegaban en su mejilla, haciendo caso omiso de la mirada intranquila que ella le ofrecía—. No me importa la lluvia, me gusta la lluvia.
—Eres de los pocos ingleses que disfrutan de la lluvia.
Eso era cierto, uno de los motivos por los que le gustaba ese país era por su clima tan propenso a las precipitaciones. Bastian no podía imaginarse a sí mismo viviendo en un lugar con clima tropical, con los constantes rayos del sol sobre él, sería un infierno.
—También soy de los pocos ingleses que no ven un cuerno bajo el sol.
Ella frunció el ceño, para luego colocar delicadamente la cabeza sobre su hombro y posar su atención en el agua que golpeaba con fuerza la superficie uniforme de la laguna.
—Te quitaste las gafas —señaló, sin protestar cuando él la arrastró un tanto más cerca de su cuerpo—. Theo dice que sólo quienes sufren del mal francés... usan ese tipo de gafas.
Bastian soltó una corta carcajada, logrando que ella se enderezara y lo observara con reproche.
—Jasmine no tengo sífilis —explicó, como tantas veces había tenido que hacerlo para otras personas. Era cierto lo que decía el duque, el tipo de gafas que el usaba eran las más comunes entre los enfermos de sífilis, o el mal francés, como normalmente se llamaba a esa enfermedad.
— ¿Entonces por qué las gafas?
—Simple... porque no veo. —Ella estrechó los ojos con desconfianza—. No sé por qué, pero casi desde que tengo uso de razón siempre me ha molestado la luz fuerte. Bajó el sol quedó completamente cegado, por eso las gafas. —Al mirarla, no sintió que ella estuviese del todo convencida y él no pudo evitar preguntarse si ese era el motivo por el que ella lo rechazara en la cama. ¿Acaso pensaba que iba a contagiarle sífilis?—. Oye es una casualidad que los enfermos de sífilis sufran de esa misma limitación, pero te aseguro que no tengo nada.
—Si tú lo dices.
—Jasmine... —Ella colocó una mano en su pecho para poner distancia entre ellos y él retrocedió unos pasos sin oponer resistencia. La lluvia comenzó a caer más suave, como una cascada lenta e interminable que se colaba por el cuello de su camisa, pero no quería entrar aún—. No tengo sífilis.
—Me alegro por ti, Hastings, he oído que es una enfermedad horrible.
Ella no le creía. Eso le molestó y en realidad no supo decir porqué. Normalmente se reía cuando alguien asumía que él estaba muriendo de sífilis por su vida licenciosa. A la gente le encantaba especular al respecto, incluso estaba seguro que aún existía una apuesta abierta en el White's que Ihan había iniciado en un arranque de bravuconería. Por años los distinguidos caballeros londinenses habían apostado por la fecha de su muerte y eso jamás lo había perturbado en lo más mínimo, Bastian sabía muy bien que ninguno ganaría al menos que ellos mismos fueran los que le dispararan a la cabeza.
Jasmine soltó un suave ruidito por entre los labios, para luego retroceder por completo y darle una mirada que él no supo interpretar. ¿Qué esperaba que le dijera? No lo sabía con seguridad, pero entonces recordó la conversación anterior que habían tenido y las palabras simplemente brotaron fuera de su boca como un intento vano de retenerla allí consigo.
—Lady Radford me enseñó a tocar el piano. —Jasmine sacudió la cabeza, confusa, mientras se pasaba casualmente una mano por el rostro para limpiar las gotas de lluvia—. Me preguntaste antes quién me había enseñado, pues fue lady Radford.
— ¿Por qué? —inquirió al cabo de un largo instante de silencio.
Bastian dirigió la vista hacia el lago, mientras un trueno hacía sacudir la hasta entonces apacible agua.
—Como te he dicho, no soporto la luz del sol y las gafas no se consiguen tan fácilmente. Así que me pasé casi toda mi infancia puertas adentro, supongo que lady Radford quería distraerme con algo y entonces me enseñó las notas.
— ¿Lady Radford era amiga de tus padres?
Él arrastró sus ojos de regreso a ella, inmediatamente. Aun cuando su pregunta parecía del todo inocente, Bastian podía intuir que sabía la verdad detrás de esa historia.
—Creo que ya lo sabes —masculló en tono de advertencia.
—He escuchado historias —dijo ella con un hilo de voz—. Pero eso no significa que las crea sin más.
— ¿Entonces escuchaste que mi padre accedió a dejarme vivir con los Radford cuando tenía diez años?
—Sí.
— ¿Y también escuchaste como llegué allí, Jasmine? —le espetó, dando un paso hacia ella sin apenas darse cuenta—. ¿Sabes esa historia? ¿Te contaron los criados cómo es que me acostumbré tanto a la oscuridad? —continuó, tratando de leer algo en su rostro serio—. ¿Qué, florecilla? Cuéntame lo que se dice por ahí... seguro que escuchaste lo mucho que mi padre y yo nos queríamos —ironizó, ganándose una mueca por su parte.
Ella sacudió la cabeza, mordiéndose el labio inferior en un reflejo. Bastian chasqueó la lengua con rabia y se obligó a mirar más allá de ella, hacia la fachada de su casa siendo castigada por la tormenta. Solía lidiar perfectamente bien con todo lo que se decía de él en Londres, pero allí era diferente. Dover guardaba demasiadas habladurías entre sus gentes y lastimosamente, varias tenían algo de cierto.
—Es hora de que regresemos —gruñó, pasando a su lado como una exhalación.
— ¡Bastian! —Él se detuvo a medio paso y la observó por sobre su hombro, quizá por el simple hecho de que ella hubiese utilizado su nombre y no su título—. ¿Por qué te molesta tanto lo que puedan llegar a decirme de ti?
—Porque nadie sabe la verdad, Jasmine, solo yo.
Su esposa avanzó hasta donde él estaba y con una inusitada timidez, le tomó de la mano.
—Entonces, dímelo.
Negó automáticamente. Que Dios lo librara, pero jamás recurriría a algo tan patético como ganarse su simpatía por compasión.
—Olvídalo todo. —Se soltó con un tirón y nuevamente emprendió el camino hacia Eythorne, sintiendo los pasos de ella un poco más atrás.
— ¡Hastings!
— ¡Déjalo ser! —exclamó sin siquiera volverse.
—Entonces es cierto... —Eso logró detenerlo, mas se abstuvo de darse la vuelta. ¿Qué podían haberle dicho? Su mente repasó obsesivamente cada uno de los rumores que él mismo había escuchado sobre su persona, sobre el conde y sobre su madre. Uno a uno pasó desfilando por su cabeza, tratando inútilmente de descifrar lo que ella podría haber escuchado.
—No sé de qué hablas... —admitió, siendo completamente honesto al respecto. Había tanto que podía ser cierto.
—Tu padre no te entregó a los Radford. —Bastian cerró los ojos sin responder—. Tú te escapaste de la casa, porque...
—Porque una vez se olvidó la puerta del ático abierta —completó él, dándole una fugaz sonrisa. El rostro de Jasmine se oscureció, al tiempo que el entendimiento la golpeaba.
— ¿El ático...? —balbuceó sin mucho sentido.
—Mi habitación.
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Mmm ¿opiniones? Me da un poco de miedo preguntar, pero al menos ya empezamos a desenredar algunos de los misterios que hay en torno al conde.
En fin, si Bastian ya se les hace más simpático lo dicen acá <=====
Si no hay modo en que les vaya a caer simpático, me lo pueden informar acá <====
Si les gusta aunque sea un poco la historia, no se olviden de compartirla y recomendarla. Nunca nos viene mal más lectores.
Si quieren que me calle... ja! Lo siento van a tener que vivir con ello. Saludos!!
pd: Si quieren saber de mi vida, pero son tímidos para preguntar me pueden seguir por acá xDD
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