¿Por qué no?
Apuesto mi peso en oro a que no me esperaban, ¿cierto? Descuiden, no van a tener que pagarme si acerté xDD En fin, nada que decir, lean si están con ganas :D Capítulo de transición ;)
Capítulo XVI: ¿Por qué no?
Aunque ella había albergado sus dudas ante el sorpresivo cambio de actitud de su esposo, en los tres días que siguieron a la marcha de lord Keller Bastian se había aplicado por completo en la tarea de aprender. En un principio Jasmine pensó que protestaría y le haría el trabajo que de por sí ya era pesado, aún más complejo. Pero para su sorpresa se había equivocado, en realidad la mayor parte del tiempo ella hasta se olvidaba que él estaba sentado del otro lado de su escritorio, repasando libros de contabilidad con suma concentración.
Hacia el segundo día de aprendizaje, Bastian había descubierto que le gustaban mucho los números y que era bueno haciendo grandes cuentas en la cabeza. Cuentas que a ella le costaban un gran desperdicio de papel y tiempo, Bastian podía resolverlas solo mirando los números por espacio de unos pocos segundos. Pero si bien era bueno con los números, la lógica del comercio se le hacía más complicada y de ser por él, apostaría toda su fortuna en una carrera de caballos si la corazonada era lo bastante fuerte.
Suspiró por tercera o cuarta vez en esa noche.
—No podemos apostar nuestro dinero —le dijo cuando él volvió a sugerirlo tras repasar las últimas ganancias que habían tenido—. Las apuestas no son seguras y lo que nosotros necesitamos es afianzarnos tomando buenas decisiones, no apostando.
—Pero nos ahorraríamos tantísimo tiempo, Jasmine. —Él se incorporó para arrastrar el cuaderno hacia ella y detenerse a su lado, apuntando una columna repleta de números—. Mira, si tomamos esto que nos ha sobrado luego de la compra de la nueva maquinaria y le pedimos un refuerzo al duque para imprevistos, creo que puedo duplicarlo o quizás triplicarlo en una noche en el Reform.
Ella puso los ojos en blanco.
—No vas a apostar el futuro de Ryan —le espetó concisamente. Bastian hizo una mueca con los labios antes de regresarse a su lugar y guardar silencio. Jasmine lo observó un largo instante y entonces se recordó a sí misma que nada ganaba siendo tan irascible con él. Después de todo Bastian solo le estaba haciendo una sugerencia, algo que difícilmente ella podría esperarse de un hombre que sobre los papeles en realidad podía hacer lo que le viniera en gana con ese dinero—. Lo siento.
Él sacudió la cabeza sin decirle nada y una vez más se enfrascó en la lectura del cuaderno, como si esperase que mágicamente ellos tuvieran más ganancias de las que habían conseguido. Jasmine se sentía pesimista al respecto, había jurado que su técnica de tratar los cultivos les reportaría mejoras, pero el resultado había sido muy por debajo del esperado y no alcanzaba para cubrir lo mucho que había invertido en modernizar los aparatos para el trabajo. Y, a decir verdad, ella ya no se sentía capaz de pedirle más dinero a Theo, ya había invertido la totalidad de su dote en mejorar la casa, pagar las deudas y ponerse al día con los sueldos atrasados de todos los empleados; el resto lo había pagado con el dinero de su hermano y la finca aún generaba perdidas. Una pequeña partecita de ella se sentía tentada de aceptar la opción de Bastian y saltarse todo ese suplicio, o caso contrario caer efectivamente en la ruina.
—Tengo un plan que puede ayudarnos a mejorar las cosas —le informó, a lo cual Bastian respondió elevando sus ojos celestes en su dirección con interés—. Mañana me reuniré con el barón Burnett para presentarle mi idea...
—¿El estabulado?
—No. —Sacudió la cabeza, plantando sus manos en el escritorio con algo de indecisión. No había tenido oportunidad de discutir esa opción con Theo por lo que temía que fuese una locura de cabo a rabo, pero ella creía firmemente que se debía al menos el intento—. Los hacendados de esta zona están muy chapados a la antigua, Burnett es el que resulta de mayor peso a la hora de decidir por Dover. —Bastian asintió sin interrumpirla—. Me ha llegado el dato de que planean tender una línea ferroviaria desde Londres a Shepherdswell, creo que si nos presentamos ante los responsables y les mostramos el potencial que hay en Dover, podríamos conseguir que el ferrocarril llegue hasta nosotros.
—Es algo... —Él vaciló en su contestación por tanto tiempo que Jasmine casi estuvo convencida de que rechazaría su propuesta de plano.
—¿Imposible? —le ofreció con rostro pétreo.
—Yo diría más bien ambicioso.
—¿Pero lo crees digno de ser discutido?
Bastian dio una suave cabezada a modo de asentimiento y ella no pudo, ni quiso, explicar la sensación que aquello le produjo internamente.
—No se puede negar que la industria esté en auge, Jasmine, pero el pueblo de Dover está muy arraigado en sus costumbres. Pretendes traer una competencia directa para el puerto.
—Pero podrían complementarse sin problemas —le explicó, sintiéndose más que apasionada ante la posibilidad de discutir sobre negocios. Después de todo, ese era su lugar seguro, eso era en lo que nunca fallaba—. El trasporte por tierra sería más barato si lográramos extender la red ferroviaria, tendríamos salida más allá del puerto. Podríamos ser una posibilidad tanto para afuera como para adentro del mercado inglés.
—Te lo has pensando bien, ¿verdad? —inquirió él con una sutil sonrisa.
—Quiero estar preparada para mañana, sé que Burnett no será fácil pero convencerlo de que apoye mi proyecto sería un gran primer paso.
—Estoy seguro de que eso no será un problema.
A ella le gustaría tener esa confianza, pues si se debía guiar por las cartas que había intercambiado con el barón, todo indicaba que no iba a tenerlo simple. Burnett era un hombre de mediana edad, muy conservador y sobre todo muy poco tolerante con las mujeres; lograr que aceptara reunirse con ella implicó de toda su paciencia y, por supuesto, de la utilización del nombre de su hermano. Estar emparentada con un duque tenía sus ventajas y Jasmine no tenía reparos en abusar un poco del título de Theo cuando la situación lo requería.
—Tan solo espero que esté receptivo —musitó por lo bajo.
—¿Te molestaría si te acompaño? —Jasmine enarcó las cejas con sorpresa, Bastian medio sonrió ante su reacción—. Solo me interesa ver cómo es eso de dialogar con otros hacendados, me vendrá bien como práctica ¿no lo crees?
Jasmine no fue capaz de responder al instante. Y no porque estuviera en desacuerdo con él, simplemente se sentía abrumada. Había pasado de convivir con un hombre cuyo único interés por la finca era el mantener poco iluminada la sala de música, a uno que en realidad quería involucrarse con todos los procesos. Era imposible no sentirse algo sobrecogida y escéptica. Y aunque una gran parte de ella quería aceptar esa nueva postura de Bastian, otra aún mayor sabía que debía estar en guardia y no dejar de esperar un revés.
—Si... creo que eso estaría bien —le dijo aún luchando por enfocarse.
Él le mantuvo la mirada por lo que se sintió como un eterno minuto, hasta que finalmente deslizó su atención hacia el reloj sobre la chimenea.
—Ya es bastante tarde. —Ella asintió, no era la primera vez que se quedaba hasta altas horas de la noche antes de una gran reunión. De todas formas si se iba a la cama le sería imposible pegar un ojo, o no ponerse a darle una y mil vueltas al discurso que le iba presentar al barón.
—Puedes ir a dormir, yo terminaré aquí —le ofreció, sin elevar la vista de los papeles que tenía frente a ella.
—En realidad muero de hambre.
—Cenamos —le recordó, espiándolo brevemente. Bastian sonrió con suavidad.
—Hace horas, ya tengo hambre de nuevo.
—Pero no hay nadie en la cocina a esta hora. —Miró hacia el reloj a su derecha, descubriendo que ya había pasado la medianoche y que efectivamente todo el personal de servicio estarían más que dormidos—. Tendrás que esperar hasta mañana.
—Ni hablar. —Bastian empujó su silla hacia atrás, incorporándose con un movimiento fluido—. Voy a encontrar algo para comer, ¿me acompañas?
Dile que no.
Abrió la boca para rechazarlo como era su costumbre, pero solo bastó que se encontrara con sus ojos fijos en ella como para que esa resolución fallase. Y su estómago se apretase en un puño y su corazón retumbase en el interior de su pecho. ¿Qué le pasaba?
Frunció el ceño, confusa. No era la primera vez que se daba cuenta de su atractivo, por Dios, su reacción no tenía sentido de ser. Bastian siempre había sido bien parecido, todo Londres podía dar cuenta de ese hecho sin ruborizarse pero ella estaba actuando como una estúpida y solo por ser el objeto de su mirada en ese instante.
Bufó.
—De acuerdo —se escuchó decir, al tiempo que empujaba su sillón hacia atrás y se incorporaba—. Deberíamos coger un candelabro.
—No será necesario —respondió él, tomándola de la mano antes de que ella pudiera negarse.
Jasmine vaciló cuando salieron al pasillo, donde la precaria luz que mantenían en el estudio se fue perdiendo hasta dejarlos en la completa penumbra. Hecho que no pareció perturbar a su esposo en lo más mínimo, ya que continuó avanzando con paso decidido sin siquiera rozar con su casaca los muebles a su alrededor. Ella se vio obligada a pegarse un tanto más a su espalda, cuando sin querer su pie chocó contra una mesilla auxiliar y produjo un fuerte chirrido.
—Lo siento.
Bastian no se inmutó, afianzando su amarre alrededor de su mano para poder tenerla más controlada. Atravesaron gran parte de la casa sumida en penumbras, hasta que llegaron a la pequeña escalera que guiaba a la cocina y entonces él le echó una pícara mirada por sobre el hombro.
—Me siento como un vulgar ladrón —le confesó, empujando finalmente la puerta para colarse en el silencioso interior. Ella dio un traspié cuando él se detuvo y no tuvo más remedio que estrellarse contra su espalda. Bastian siseó una maldición entre dientes, para luego darse la vuelta y mirarla con reproche—. Mujer con ese sigilo tuyo, ya estaríamos tras las rejas.
—Pues que suerte que estoy en mi casa y puedo hacer el ruido que me apetezca —le espetó, empujándolo de su camino para dar un rodeo. La luna se colaba por las ventanas, dotando al sitio de un ligero resplandor color plata que se refractaba en los cacharros y hacia que todo tuviera un agradable brillo. Sonrió—. Ahora, ¿dónde está la comida?
Bastian se encogió de hombros, avanzando hasta la enorme mesada de robusta madera que coronaba el centro de la cocina.
—No lo sé, es tu cocina.
—No es como si yo la hubiese usado alguna vez —se excusó, paseando sus ojos por cada artilugio desconocido.
—Eres una snob, Jasmine.
Soltó un bufido, volviéndole la espalda como si él nunca hubiese hablado o estado allí en lo absoluto. Ella no era una snob y completamente podía encontrar la comida en su propia cocina, se lo demostraría. Echando los hombros hacia atrás, se puso a remover ollas, a abrir cajones y a levantar cada objeto que pensaba podía llegar a contener comida.
Nada.
—¡Esto es imposible! —masculló, frustrada, tras dejar caer una pesada tapa sobre un cuenco enorme—. ¿Dónde puede estar la comida?
Escuchó un ligero silbido y entonces se volvió hacia Bastian, quien le obsequió una sonrisa burlona al tiempo que le enseñaba dos compoteras llenas del mismo pudín que habían tomado como postre durante la cena. ¿De dónde...?
—Ese es un secreto que no puede develar —le dijo como si de algún modo hubiese oído lo que estaba pensando.
Jasmine rodó los ojos para luego acercarse a él y arrebatarle su compotera de pudín de mala gana. Antes no había tenido hambre, pero fue la simple idea de conseguir algo de contrabando lo que terminó por despertar su apetito. Eso y el hecho de que no había hecho algo tan espontáneo e inmaduro desde su infancia.
—¿Y las cucharas?
—No sé —respondió él con una leve mueca.
—Así que eres lo bastante snob como para no saber dónde se guardan las cucharas, ya veo.
Bastian sonrió de medio lado, golpeándose el pecho con su mano vacía.
—Soy el hijo bastardo de un marqués, ¿qué esperabas de mí?
—Que me encontraras algo que en realidad pueda comer —le reprochó, incapaz de no captar el brillo divertido en su mirada cuando se concentró en las compoteras.
—Usa la imaginación —musitó, empujando el pudín más cerca de su rostro. Jasmine miró el contenido de la compotera y luego hizo lo único que su imaginación fue capaz de arrojarle como solución a esas horas de la noche; hundió dos dedos en la suave mezcla de chocolate y se introdujo un buen montón en la boca, saboreando cada instante.
Al momento en que el chocolate hizo contacto con su lengua, Jasmine dejó escapar un leve gemido de satisfacción. Era tan delicioso y adictivo, ella podría vaciar las despensas de la casa por un poco más. ¿Quién necesitaba una cuchara? Había algo tan rudimentario y exquisito de poder tomarlo con sus dedos, de poder lamer hasta la última pizca que pudiera quedársele. Abrió los ojos y procedió a llevarse otra improvisada cucharada a la boca, cuando notó que Bastian la observaba de un modo tan fijo y apabullante que la hizo sentir ligeramente incomoda.
—¿Qué? —le espetó, pasándose el dorso de la mano por los labios por si se hubiese dejado algo de pudín. Él parpadeó y soltando un sonoro suspiro, apartó la vista hacia un punto lejano. Jasmine observó como su mano se apretaba rígidamente en torno a la pequeña cazuela y luego buscó sus ojos, curiosa—. ¿No vas a comer? —Bastian solo alzó el pudín un tanto como si no supiese qué hacer con él y entonces lo depositó en la mesada. Ella frunció el ceño, todavía más confusa que antes—. ¿No tenías hambre?
—Se me ha quitado —respondió tras aclararse la garganta con fuerza.
—Pues está buenísimo —le dijo, volviendo a cargar un poco de pudín con sus dedos para llevárselo a la boca—. En serio, Bastian, no lo rechaces sin probarlo. —Él presionó la mandíbula, al tiempo que sus ojos la atravesaban con una mirada de advertencia—. Toma un bocado —lo apremió, ofreciéndole lo que quedaba en su compotera.
Finalmente él extendió su mano lentamente hacia la de ella y cerró sus largos dedos entorno a la compotera, para en un solo movimiento arrojarla fuertemente contra el piso. Jasmine dio un respingo apunto de protestar cuando él la cogió por la muñeca, arrastrándola inexorablemente hacia sí para estrellar su boca contra la de ella en un demandante beso. Por espacio de un largo segundo, Jasmine no supo qué estaba pasando o por qué, pero cuando sintió los labios de Bastian moviéndose sobre los suyos en un pedido silencioso de rendición, todo pensamiento claro se esfumó de su mente. Sintió como él envolvía su brazo entorno a su cintura, al tiempo que la atraía tanto como sus cuerpos se lo permitieron. Bastian murmuró algo contra su boca, dejando un reguero de pequeños besos en sus labios antes de hundir una mano en su cabello y empujar su lengua en las profundidades húmedas de su boca. Jasmine sintió un temblor subir por su espalda, permitiéndole a sus manos ir hasta su cuello y aferrarse de él, tirando de su cabello y procurando saborear cada centímetro que conquistaba con sus labios.
Ella gimió por lo bajo, mientras Bastian la invadía y la invitaba a tomar tanto como lo que él le estaba robando. Jadeó al sentir su mano marcando un sendero hasta el bajo de su corpiño, pero la ropa era tanta entre ellos que apenas podía precisar dónde la estaba acariciando. Él la empujó contra la mesada, separándole ligeramente los muslos con su pierna para rozarla íntimamente en esa zona que comenzaba a latir con vida.
—Bastian... —murmuró, despegando sus labios el tiempo suficiente como para mirarlo.
Él tenía los ojos fuertemente cerrados, pero al oírla esbozó una tenue sonrisa y volvió a inclinarse para tomar su boca con una delicadeza que terminó por desarmarla. Jasmine gimoteó, dejándolo que besara su mejilla y su cuello, y al sentir el roce de su lengua en ese sensible punto, se movió contra su pierna demandando más. Bastian gruñó en protesta, cerrando sus manos entorno a su cintura para poder elevarla lo suficiente como para que sintiera su erección presionándose contra su centro. Ella se agitó, completamente desinhibida y en un extraño movimiento de su mano le dio a la otra compotera, mandando el pudín hacia el otro extremo de la habitación.
Bastian rió ante el estruendo, liberando su boca y Jasmine lo observó con recelo.
—Eres la peor para colarse en algún lugar de contrabando —le susurró burlón, dejando que su frente reposara sobre su hombro por un largo segundo. Jasmine sintió como Bastian la bajaba lentamente, hasta que sus pies tocaron el suelo y sus respiraciones paulatinamente se aquietaban.
Ella suspiró, notando que de algún modo el momento acababa de pasar. Y ni siquiera podía decir exactamente qué acababa de pasar. Pues el hombre que juraba nunca besar a nadie, la acababa de besar. ¡Y vaya beso!
—El cocinero pondrá el grito en el cielo si ve cómo dejamos este lugar —musitó sin saber qué otra cosa decir. ¿Podía pedirle acaso que repitieran? ¿Podía solo tomarlo del cuello y continuar como si ese estúpido pudín jamás se hubiese caído?
Bastian carraspeó. No, no podía.
Ambos dirigieron sus miradas hacia el estropicio de pudín que había en el suelo y entonces él dio un paso hacia atrás, liberándola completamente del peso de su cuerpo.
—Supongo que lo limpiaré.
—No. —Lo detuvo ella, tomándolo del brazo—. Yo lo hago.
—¿Alguna vez has limpiado algo en tu vida? —le espetó, alzando esa ceja rubia de modo suspicaz.
—¿Y tú? —le arrojó de regreso, logrando que sonriera fugazmente.
—A decir verdad, sí.
—No me lo creo.
Bastian le dirigió una mirada que ella no supo interpretar.
—Te sorprenderías de la cantidad de cosas que he hecho. —Tras decir eso cogió una fregona que reposaba tranquilamente junto a la puerta y se dispuso a limpiar el pudín.
—¿Como qué? —inquirió, viéndolo desplazarse con bastante más habilidad de la que ella hubiese esperado.
—Limpiar —respondió llanamente, sin distraerse en su tarea.
—¿Sabes cocinar?
—No —murmuró, elevando sus ojos un segundo en su dirección—. Limpiar era algo que hacía para pasar el tiempo.
—¿Cuándo?
Él se encogió de hombros y ella estuvo segura de que no iba a darle ninguna respuesta, pero para su asombro Bastian lo hizo.
—Cuando era pequeño, el conde no me dejaba salir fuera, así que me había dado el tercer piso para mi uso personal. —Ella intentó decir algo, pero sentía que no podía más que maldecir al conde por tenerlo encerrado. ¿Le había dado el tercer piso y el ático? Se preguntó en su fuero interno—. La servidumbre solo subía para darme mis comidas, así que puedes imaginarte que no había nadie allí para arreglar mi estropicio. Un día simplemente pedí que me subieran cosas para limpiar... —Hizo una pausa, pasando una última vez la fregona antes de mirarla—. Así que comencé a limpiar.
—¿Qué otras cosas hacías? —le preguntó, sin dejar de observarlo—. Además de limpiar, digo.
—La mayor parte del tiempo limpiaba, a veces jugaba a que los muebles eran personas y yo era su cuidador, por eso los mantenía siempre en buen estado.
—Bastian...
—Sé que suena como una locura —la interrumpió casi como si no la hubiera oído—, pero no tenía nadie con quién hablar... ni siquiera sabía leer como para poder usar eso de entretenimiento. —Le envió una sonrisa donde ella no encontró ni un ápice de alegría—. De todas formas no quería hablar con nadie... —Sacudió la cabeza como si estuviera apartando un pensamiento—. Al menos podía estar seguro con los muebles, ellos nunca...
—¿Bastian? —lo apremió mientras voz caí en su tono hasta perderse por completo.
Él parpadeó, echándole un vistazo de soslayo.
—Bueno, creo que esto ya quedó. ¿Qué piensas?
Ella ni siquiera bajo la vista al suelo.
—Ha quedado bien.
—Creo que es hora de ir a dormir, ¿no? —Sus ojos la encontraron por un corto instante—. Mañana tienes tu gran reunión.
—Es cierto —susurró, aún aturdida por lo que acababa de contarle. Bastian movió la cabeza en una ligera reverencia y entonces comenzó a desplazarse hacia la puerta como si nada—. ¿Bastian? —Él se detuvo, sin girarse. Jasmine tomó una bocanada de aire con los ojos fijos en su espalda—. Te gustaría... —vaciló—. ¿Quieres dormir en mi cama?
Pasó un latido de corazón, hasta que él se giró para enfrentarla. Había una nota de desconfianza en su mirada pero sobre todo de deseo, el mismo deseo que había cubierto sus ojos cuando ella le ofrecía el pudín. Algo simple y a la vez tan sumamente complejo.
—¿Solo dormir? —le preguntó al cabo de un largo silencio.
—Solo dormir —aseveró ella.
Él extendió su mano para guiarla en la oscuridad.
—¿Por qué no?
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Lucas: Neil, creo que esta dedicatoria te va a gustar.
Neil: Ah, ¿o sea que ya me hablas?
Lucas: No seas ridículo, ¿cómo iba a dejar de hablarte?
Neil (pateando el piso): Bueno... la otra vez dijiste esas cosas y me hiciste sentir mal...
Lucas: ¿Te refieres a eso de que mi libro estará en librerías de todo el mundo y mis fanáticas finalmente van a poder apapacharme contra su pecho y llenarme de amor?
Neil: Si ¬¬
Lucas: Eso es agua pasada, finalmente aprendí algo del conde de ojos verdes. No puedo abusar de alguien que está evidentemente en condición de desventaja.
Neil: ¡Te vas a la mierda, Hassan! Dimitri, lánzame el cuchillo que aquí le rebano el ego a este rubio del demonio.
Didi: Maldita sea, dónde están los buenos cuando se arman estas trifulcas. ¡Dame ese cuchillo, Neil!
Neil: Solo un corte, solo un pequeño corte.
Dimo: Aprenden tan rápido...
Didi: ¡Tú calla y tómalo del otro brazo!
Lucas: Jajajaja superalo Neil, ya no van a ser tus chicas. Serán las chicas de Lucas. #LucasGirls
Neil: ¡Ya vas a dormir Hassan! ¡Ya vas a dormir!
Didi: Dimo encárgate de la dedicatoria, voy a sacar a Neil a tomar aire fresco.
Lucas: Asegúrate de no pasar cerca de una librería jajaja
Dimo: En fin... Neftitali Neil te había escogido porque quería verte en ese pijama del que hablaste, así que ahora le cumples. Ahí tienes tu dedicatoria.
Lucas: Estoy tan feliz conmigo mismo que ni siquiera te voy a regañar por esa dedicatoria tan sosa. Muchacha, espero que hayas disfrutado del capítulo. Un beso grande.
Dimo: Iba a decirle que le enviábamos a Neil pero creo que él no lo encontrará gracioso
Lucas: Jojojo deja que yo se lo digo... Oh, Neeeeeeil!!
Pd de Bastian: Lyan corazón espero que te mejores pronto <3
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