Paños fríos
Como en un rato me voy de vacaciones unos días, no podía irme sin dejar un nuevo cap de esta historia. Espero que les guste, como ya les dije esta historia está a pacitos de terminar.
Los chicos se despiden abajo con una sorpresa ;)
Capítulo XXV: Paños fríos
Jasmine releyó la misiva apenas viendo las palabras tras el velo rojo de ira que enturbiaba su mirada; sentía el corazón latiéndole con fuerza y la piel fría mientras su mano apretaba el papel y sus pies comenzaban a retroceder hacia la puerta.
—¿Jasmine? —la llamó Theo, pero ella siquiera lo escuchó.
Al alcanzar las escaleras principales hizo una necesaria pausa luchando por controlar su respiración, forzándose a mantener la compostura cuando lo único que quería era gritar, golpear y enfadarse. Pero ella era una dama y las damas no hacían escenas, no lloraban en público sin importar cuánto doliera el golpe o la humillación, y sobre todo, una dama jamás debía admitir abiertamente que había cometido un error. En su caso, el terrible error de creer en esa escoria de hombre.
Con aquella idea arraigada en su mente, terminó de ascender hasta el segundo piso y sin cruzar la mirada con ninguno de sus sirvientes fue directo a la sala de música. Tal y como se lo había esperado, él estaba de espaldas a la puerta tocando una melodía lenta, suave y desgarradora; muy adecuado a su humor en ese instante. Jasmine vaciló en el umbral mirando su cuerpo tenso mientras seguía las teclas con soltura y un segundo después, casi como si él presintiera su presencia, se detuvo para volver el rostro por sobre su hombro. Una sonrisa ligera curvó sus labios, pero Jasmine no fue capaz de devolvérsela.
Bastian se puso de pie dándole una mirada curiosa.
—¿Ya arreglaste todo para Londres? —inquirió avanzando unos pasos hasta situarse frente a ella. Jasmine se cruzó de brazos de forma instintiva y sus ojos celestes se estrecharon fugazmente al mirarla—. ¿Qué pasa?
Como toda respuesta, Jasmine le tendió la carta y entonces aguardó firme, hasta que él se dignó a apartar la mirada de sus ojos y centrarse en las palabras escritas por su abogado.
—Al parecer hemos tenido unos gastos inesperados —le dijo mientras esperaba que le devolviera el escrutinio. Bastian soltó un lento suspiro, elevando la mirada. Parecía cansado y algo más, algo que ella no supo descifrar.
—Jas...
Ella alzó una mano para detener tanto sus palabras como su avance.
—¿Realmente pensabas que no iba a tener un ojo sobre tus gastos, Hastings? —le espetó dándole una sonrisa cargada de ironía—. ¿Realmente creías que no iba a enterarme de esto?
—Escúchame... fue un error... —comenzó a explicar, pero ella se negó a dejarlo continuar. Si se lo permitía solo terminaría disculpándolo o peor, echándose a sí misma la culpa por habérselo buscado, por haber ido tras él, por ofrecerle un plan que a la larga solo la lastimaría a ella.
Sí, Jasmine podía admitir que había sido una estúpida antes, pero no estaba dispuesta a arrastrar con el peso de aquel error para siempre.
—¿Fue un error? —Él asintió dispuesto a responder, pero ella solo rió—. Dime, Bastian, ¿fue un error porque pasó antes de que vinieras aquí?
—Maldita sea, Jasmine, estaba ebrio... ni siquiera lo recuerdo con claridad.
Jasmine movió la cabeza en una lenta aceptación.
—Sabes el trabajo que me ha costado obtener ese dinero, sabes... —Hizo una pausa para no gritarle, porque no iba a permitirle ese gusto—. Sabes que todo esto, hasta el último penique lo estoy juntando para mi hijo. —Un sollozo escapó de sus labios sin que ella pudiera evitarlo—. ¿Cómo pudiste? —pidió saber con un hilo de voz.
—Te lo devolveré.
—¡Como si eso me importara! —exclamó olvidándose de todo menos de su enfado, de su dolor—. Eres un bastardo, me hiciste creer que querías esto... que seríamos...
—¡Y lo quiero!
—¡Por supuesto que lo haces! —gruñó con los dientes fuertemente apretados—. Ese es el motivo por el que la mantienes en Londres, ¿no es así? —Se limpió una lágrima que apenas notó que rodaba por su mejilla. Se sentía tan impotente por llorar en su presencia, tan humillada por alguien que había empezado a querer contra su mejor juicio—. ¿Le han gustado las joyas al menos?
—No es lo que estás pensando, ¿vale? —Él intentó tomarla de las manos, pero ella se sacudió con rabia—. Jasmine, ella no significa nada.
—Espero que no me continúes insultando con tu presencia en esta casa, Bastian Hastings.
—¿Qué? —su susurrada pregunta casi abre un surco en su corazón, pero ella lo rechazó.
—Quiero que te vayas...
—Jas, por favor...
—¡Quiero que te vayas! —Lo empujó, al tiempo que cerraba una de sus manos y le daba un fuerte golpe en el pecho. Una dama jamás perdería la compostura de ese modo, pero ella estaba lejos de recordar su educación cuando dolía tanto cada respiración, cada palabra—. ¡Lárgate de mi casa!
Bastian presionó los dientes estoico, para luego tomarla de la muñeca con brusquedad y frustrar sus golpes. Entonces sus miradas se encontraron en silencio, Jasmine podía ver el fuego quemando en sus ojos celestes, el deseo de devolverle el golpe o peor, de castigarla hasta que se arrepintiera de cada palabra. Pero Bastian no la golpeó, ni siquiera habló mientras tiraba de su mano hacia abajo y la atraía hacia su cuerpo con su solo movimiento. Jasmine intentó resistirse, echándose hacia atrás en busca de liberar su mano pero de todas formas él logró reposar la barbilla sobre su cabeza y sostenerla cerca de sí, apenas tocándola.
—Me voy a ir —murmuró contra su cabello, presionando los labios sobre su frente en un doloroso y fugaz beso—. Estás molesta en este momento y créeme que lo entiendo, pero esto no se ha terminado.
Ella retrocedió, mirándolo con odio.
—Claro que ha terminado. —Bastian alzó una ceja como si la estuviera retando a repetir aquello—. Vete con ella o ellas, solo vete de mi casa. Y por tu bien que no te aparezcas en mi propiedad de Mayfair.
—¿Y dónde más iría? —preguntó con voz tensa.
Jasmine le sonrió falsamente.
—A la casa que le compraste a tu puta con mi dinero, Hastings. ¿Por qué no pruebas ahí?
***
Owen Hodges, marqués de Granby, tenía dos absolutas certezas rondando su mente; la primera era su estatus como uno de los más despreciados en Londres, la segunda era que dicho estatus no parecía desalentar jamás a su inesperada visita.
Hizo una pausa bajo el quicio de la puerta. Su estudio estaba en completa penumbra, pero Owen no necesitaba mucha luz para darse cuenta que había alguien allí y que ese alguien, la necesitaba incluso menos que él. Sin dejarse alterar por la presencia, caminó hasta uno de los grandes ventanales que flanqueaban su biblioteca privada y abrió las cortinas de un tirón, permitiéndole a la luz del sol de la tarde filtrarse a la cavernosa estancia. Sintió el chirrido de su sillón al ser levemente reclinado, apartándose del haz de luz.
Owen se giró con calma.
—Tengo una entrada principal... —informó con voz pausada—, mayordomo, criadas... e incluso una puerta de servicio a la cual podrías llamar. —Hizo una pausa esperando una respuesta. No la obtuvo—. ¿Es mucho trabajo que te anuncies como las personas normales?
Su invitado chasqueó la lengua.
—Sabes que no me gusta llamar la atención.
Como si eso fuera remotamente posible, se burló él para sus adentros. No importaba dónde fuera, el conde Bastian Hastings llamaba la atención aún si su intención era todo lo contrario. Ambos lo hacían, y desgraciadamente no por los motivos adecuados.
Suspiró yendo hasta la silla libre que enfrentaba su escritorio. Intentar reclamar su sillón habría sido un gasto de energía inútil.
—¿A qué debo el honor? —inquirió con ironía pasado un momento. Bastian elevó una mano en gesto ambiguo que no le dijo mucho de nada, Owen medio sonrió—. ¿Cuánto necesitas?
No valía la pena fingir que no sabía el motivo de su visita, rara vez Bastian coincidía con él para charlar de la vida y los negocios. O, Dios los libre, de ellos y la familia.
—He hecho algo mal —admitió sin dignarse a moverse hacia la luz. Owen no podía leer su expresión, pero había algo llamativo en su tono—. Y necesito una cantidad un tanto significativa.
—¿Apostaste?
No era mucho lo suyo, pero todo valía.
—No —replicó al instante, casi pareciendo ofendido. Casi era la palabra clave allí—. Pero voy a necesitar que muevas dinero de mi cuenta.
Él frunció el ceño estudiando el pedido de su hermano con detenimiento. Desde que Owen se había convertido en albaceas de su fideicomiso, Bastian solo le había pedido una vez que le diera dinero de su cuenta y él se lo había tenido que negar. Después de todo, aquella vez Bastian buscaba saltarse las condiciones de su padre y Owen estaba en la obligación de hacerlas respetar. Había dado su palabra.
—¿Para la finca? —preguntó, suspicaz.
—No, Owen... —respondió a medio camino de un gruñido, entonces se aclaró la garganta adelantándose un tanto para posar sus manos en el escritorio—. Es para Jasmine.
Enarcó una ceja, estudiando aquellos ojos tan similares a los suyos. Cualquier persona que hubiese tenido el "gusto" de cruzarlos a ambos, luego exclamaba a los cuatro vientos lo parecidos que eran. Bastian era cinco años mayor que él, pero descontando algunos signos del peso de esos años, en realidad parecían gemelos. Ese era principalmente el motivo por el que no se dejaban ver juntos, cada vez que Owen tenía pensado pisar Londres le enviaba una carta sin remitente a Bastian para hacerle saber que debía abandonar la ciudad. En caso de que ambos decidieran estar al mismo tiempo en el mismo lugar del país, se aseguraban de no asistir a los mismos eventos y en el muy remoto y fortuito caso de que ellos se cruzaran en alguna fiesta o reunión, habían pactado hacer de cuenta que no se conocían.
No que esto ayudara a menguar las habladurías. Todo el mundo sabía que Bastian y él eran hermanos, aquella era una verdad que se mantenía tras bambalinas, guardada mayormente en la memoria de los residentes más viejos que todavía recordaban aquella historia entre su padre el marqués y la esposa del conde de Hastings. El hecho de que ninguno de todos los implicados en aquella escaramuza lo hubiese reconocido en vida, logró que el recuerdo fuera difuminándose hasta quedar como un rumor o comentario menor durante las fiestas. Pero si en algún momento a Owen se le ocurría aceptar ante la sociedad que mantenía algún tipo de amistad con el hijo bastardo de su padre, la precaria reputación que tenía por el simple hecho de ser hijo de su padre se iría por los suelos.
Y Bastian sabía muy bien eso.
—No deberías estar aquí —le recordó de mala gana—. Sabes que Leinie pronto tendrá que ser presentada, ¿qué piensas que diría la gente si te ven saliendo o entrando de mi casa?
Una sombra oscureció los ojos de su hermano, justo antes de que se echara hacia atrás en el sillón y volviera a perderse en la oscuridad. Maldita sea, no le gustaba tener que negarlo pero debía pensar en su hermana. Ella era demasiado joven e ingenua para saber manejar las habladurías, todavía no había pisado Londres y él quería que cuando ese momento llegase, ella al menos tuviese una oportunidad de desagradar a la gente por su personalidad y no solo por ser hija de alguien o hermana de alguien.
—No es mi intención complicar las cosas —susurró Bastian entre dientes.
Owen presionó la mandíbula en un gesto de impotencia. Sabía que si se lo pedía él se iría, Bastian nunca haría nada para perjudicar a Leinie. Pero, mierda, esa era su casa también y tenía tanto derecho como cualquiera a estar allí, pasearse por Londres como le viniera en gana o sentarse con él en un bar atestado a tomar una copa. Cosas normales que nunca había podido hacer con su hermano.
—Te he enviado la nota, Bastian.
—Lo sé —lo cortó él con brusquedad—. Y créeme, no tenía intenciones de pisar Londres mientras tú estuvieras aquí, pero momentos desesperados... —Medidas desesperadas, completó para sus adentros.
—Sabes que no puedo darte dinero para que gastes en la finca. —Era la condición mayor de su padre, Bastian podría hacer uso de su pequeña fortuna del modo en que quisiera, siempre y cuando no lo utilizara para pagar las deudas del viejo conde—. No me pongas en...
—No es para la finca —volvió a interrumpirlo—. Es para Jasmine.
—No te estoy entendiendo —admitió en un murmullo. Si la relación con Bastian había sido precaria en el pasado, luego de su apresurado matrimonio con la hermana del duque de Arwik, ésta se volvió casi inexistente. Su madre no había aprobado aquel matrimonio, en realidad nadie entendía exactamente por qué Bastian lo había hecho. No cuando había jurado sobre la tumba del viejo conde (escupitajo de por medio) que jamás perpetuaría su título o continuaría con su linaje. Ahora él hasta tenía un hijo con ella, un hijo que Owen no conocía. Su sobrino—. Tengo entendido que tu esposa está manteniendo la finca, ¿o no?
—Es otra cosa —masculló su hermano de mala gana. Owen se rozó la barbilla con el índice, dándole un largo minuto de reflexivo silencio. Sabía, por costumbre, que Bastian hablaba cuando no se lo presionaba a hablar. Su madre le había dicho que Bastian era como una de esas fieras que tenían enjauladas en las ferias, los malos tratos lo habían educado para no morder pero eso no significaba que hubiera perdido los dientes. Por lo que presionarlo solo le ganaría una mordida evitable—. Hice algo estúpido.
—¿Y?
Bastian chasqueó la lengua, poniéndose de pie en un exabrupto y tras acercarse a la ventana sin ningún propósito aparente, se volvió para mirarlo.
—Compré con su dinero una casa para Margarite. —Owen parpadeó manteniendo el silencio, no tenía idea de quién era la dama en cuestión—. Margarite es mi... era mi amante, ¿bien? —Asintió. Bastian soltó un bufido—. Maldición, todo estaba bien ¿sabes? Creía que finalmente nos estábamos entendiendo pero entonces...
—Entonces le compraste una casa a tu amante —completó por lo bajo.
—No —masculló, lanzándole una molesta mirada—. Eso pasó antes, ¿de acuerdo? —Su hermano regresó al sillón, dejándose caer pesadamente contra el respaldo—. Tal vez estaba ebrio, ni siquiera me acuerdo haberlo hecho. Pero lo hice... —Lo miró con algo de resignación—. Ni bien estuve de regreso en Eythorne le envié una nota para decirle que terminábamos.
—¿Y Jasmine no te creyó?
Él hizo una mueca como si la misma pregunta le doliera.
—La cosa es que también le envié una nota a mi mayordomo para que le comprara alguna extravagante joya, ya sabes... para compensar las molestias.
Claro que él lo sabía, había sido una de las primeras enseñanzas que le había otorgado su padre cuando creyó que él estaba listo para lidiar con mujeres: recuerda, cachorro, siempre termina con algo bonito y costoso.
—¿Y? —lo apremió.
—Ella piensa que se lo envié para mantener el contacto.
—¿Le explicaste que así no funciona?
Bastian rodó los ojos.
—No, Owen, no tuve tiempo de explicarle cómo el marqués nos enseñó a deshacernos de nuestras amantes. Creo que no es una charla pertinente para mantener con la esposa de uno.
Él tuvo que darle el punto allí, simplemente no se imaginaba teniendo que discutir con su mujer —en caso de que tuviese una— el mejor modo de despachar a una amante. Pero se suponía que Jasmine estaba al tanto de todo aquello, Bastian le había dicho que su mujer estaba de acuerdo con que él tuviese una vida aparte de ella en Londres.
—No entiendo qué quieres que haga al respecto —admitió un tanto confuso. Él ni siquiera conocía a Jasmine Shaw como para plantearse tener esa conversación con la condesa, ni siquiera conociéndola se plantearía tal locura.
—Quiero que le des el dinero por la casa y la joya... —Bastian hizo una pausa para suspirar—. Y dale algo extra para el niño...
—¿Para la finca? —instó, escéptico.
—No —le espetó él al instante—. Este pedido no tiene ninguna implicancia directa con el conde, gasté dinero de Jasmine de forma imprudente y quiero regresárselo. No estoy saltándome ninguna regla, Owen.
Asintió con calma mientras analizaba sus palabras. Técnicamente estaba en lo cierto, él tenía prohibido darle dinero para levantar la finca o para pagar las deudas del viejo conde, pero no había ninguna regla contra el pago de una deuda adquirida por Bastian.
—De acuerdo. —Su hermano esbozó una tentativa sonrisa—. Te daré el dinero para que le pagues.
La sonrisa de Bastian se apagó al instante.
—No creo que sea buena idea... —Se pasó una mano nerviosamente por el cabello que estaba necesitado de un corte, la verdad fuera dicha—. Tal vez lo mejor sería que tú se lo des, dudo que ella fuera aceptar verme mucho menos tomaría nada que venga de mí.
Él dudó.
—No conozco a tu esposa, Bastian... no creo que ella me tenga en mejor estima que cualquier persona de aquí. Y la verdad preferiría no tener que encontrarme con nadie. —Su único deseo llegado ese momento era regresar a Escocia donde nadie murmuraba tras su paso o lo miraba de forma aireada por sobre la nariz.
—No seas estúpido, Owen, Jasmine se casó conmigo... ¿realmente piensas que le importa la reputación de alguien? —Una vez más él tuvo que darle el punto—. Necesito que ella acepte el dinero y una vez que se apacigüe un poco intentaré que lleguemos a un acuerdo.
Presionó los ojos mirando a Bastian con interés, había algo muy extraño en él.
—¿Entonces quieres que vaya a Kent?
—No, Jasmine vendrá a Londres en los próximos días para su reunión anual con su abogado y administrador, puedes hacerlo entonces.
Owen se encogió de hombros con desgana, rara vez su hermano le pedía un favor personal y en realidad no le costaba mucho hacerlo. No le gustaba la idea, claro, pero tampoco le tomaría mucho tiempo.
—Estupenda forma de conocer a mi cuñada —murmuró por lo bajo, ganándose una vaga sonrisa por parte de su hermano.
—No te lo tomes personal si te lanza algo, con el cabello así te pareces demasiado a mí en este momento.
Owen chasqueó la lengua, ofendido.
—Mi cabello va a la moda, Bastian —protestó haciendo un ademan hacia su cabeza—. Es el tuyo el que parece el nido de un ave con serios problemas de actitud, no me insultes de ese modo o el trato se acaba aquí.
Su hermano soltó una breve carcajada que por un momento pareció aliviar el simbólico peso sobre sus hombros.
—Eres el epíteto de la elegancia, hermanito.
Rodó los ojos ante el falso cumplido.
—Ya sé que lo soy —respondió aireadamente—. En fin... me pondré en contacto con Grey para la parte legal del asunto.
Bastian le envió una sonrisa torcida que no llegó a sus ojos y entonces volvió a ponerse de pie, siendo el maldito inquieto de siempre.
—¿Te molesta si ocupo uno de tus cuartos de invitado? —Sacudió la cabeza con cierta cautela y al parecer, su hermano entendió su contradicción por aquel inusual pedido—. Jasmine se estará quedando en la casa de Mayfair y no creo que tenga ganas de tenerme en la habitación de junto.
—Entiendo —masculló a pesar de que en realidad no lo entendía del todo. Si Jasmine era su mujer por muy molesta que estuviera con él, no podía desterrarlo de su propia casa. ¿Por qué Bastian se lo permitía?
Bueno qué pregunta estúpida, se respondió a sí mismo. Bastian estaba demasiado acostumbrado a verse como un invitado en todas partes, el muy idiota no entendía la magnitud de las cosas que poseía, si realmente quisiera podría comprarse una finca y una casa nuevas, pero él no lo hacía. Se mantenía obstinado, aferrado a la herencia del conde como si alguna vez lo hubiera deseado en realidad.
Sacudiendo la cabeza para quitarse esos pensamientos, se puso de pie y se dirigió hacia el escritorio para abrir uno de los cajones que tenía bajo llave. Luego de encontrar lo que buscaba, se giró hacia Bastian y le hizo entrega de un pequeño cofre de madera decorado delicadamente con flores y querubines.
—¿Leinie? —instó su hermano con cierto aire de sorpresa y alegría en su voz; un muy sutil gesto de vulnerabilidad que se apresuró a ocultar con un carraspeo.
—Tuvo mucho para escribir estos últimos dos años.
Bastian asintió al tiempo que abría el pequeño cofre y dejaba al descubierto un montón de cartas apiladas sin orden y concierto en el interior. Desde que era pequeña Leinie había cogido la costumbre de escribirle a Bastian una carta por cada mes que no lo veía y luego hacía que Owen se las entregara durante sus viajes a Inglaterra. La relación de ellos dos había sido mucho más estrecha que la que tenía con él, en realidad Owen sabía que Bastian quería mucho a Leinie y que echaba de menos a la pequeña de la familia. Cuando ellos se conocieron Owen tenía casi seis años y Leinie era apenas un bebé, ella con su alegre inocencia había logrado llegar a Bastian como nadie más en la casa.
—Tengo mucho para ponerme al día —comentó su hermano sacando del interior la primera misiva.
Owen comenzó a caminar hacia la puerta, sabiendo que Bastian no se sentía del todo cómodo con su presencia. Pero al alcanzar el picaporte, él no pudo resistirse la tentación de volverse por una última pregunta.
—¿Por qué le devuelves el dinero? —le arrojó, serio. Bastian dejó la carta un instante sobre el escritorio, alzando el rostro para enfrentar sus ojos.
—No era mi dinero —respondió de forma concisa. Owen lo observó con atención.
—Ya. ¿Pero el propósito de casarte con ella no era para que te mantuviera?
Los ojos celestes de su hermano lo fulminaron por un segundo que se sintió eterno.
—Ella no tiene que pagar por mis errores.
—Pero la haces pagar los del conde.
Bastian se puso de pie en un sutil pero claro gesto de advertencia.
—Solo porque tú y Darien han decidido que no tengo criterio suficiente como para hacer uso de mi propio dinero.
Fue el turno de Owen de presionar los ojos con molestia.
—Solo queremos lo mejor para ti, lo sabes.
—Es curioso —murmuró Bastian, bajando la mirada hacia la mano que apoyaba en el escritorio—. El conde solía decirme lo mismo, él siempre quería lo mejor para mí... justo antes de golpearme: "esto es lo mejor para ti". Justo antes de meterme en el armario, de negarme la comida o de... —Sacudió la cabeza, al parecer reconsiderando sus propias palabras—: "Esto es lo mejor para ti". ¿Sabes, Owen? Estoy un poco cansado de esperar a ver qué es lo que los demás piensan que es mejor para mí.
—Conoces las condiciones, Bastian —masculló de forma tensa.
—Al demonio tus condiciones, hermanito. —Dándole la vuelta el escritorio, Bastian caminó hacia él—. Dado que soy el primogénito del marqués de Granby, voy a exigir que me entreguen mi herencia... sin intermediarios o condiciones. Y espero... —le colocó una mano sobre el hombro—, realmente espero que no te opongas a ello.
Owen frunció el ceño, dando un paso hacia atrás para deshacerse de su contacto.
—Haré que te preparen un dormitorio —informó, para luego darse la vuelta y salir del estudio. Caso contrario eso solo devendría en una pelea y su hermano nunca había sido un buen pugilista.
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Lucas: Así que finalmente llegaron las vacaciones.
Neil: Sí, por suerte. Este cuerpo rico ya estaba necesitado de su descanso, pero no se preocupen nenas, volveré con las fuerzas renovadas y listo para servirlas a todas.
Lucas (arqueando una ceja): ¿Cómo así?
Neil: Pufff, sabes a lo que me refiero. ¡Déjame ser, Lucas! A tu hermana no le molesta compartirme un poco, ¿verdad, Su?
Sussy: Eres como un billete de cinco, nene, ya pasaste por todas las manos.
Neil: Pero solo me dejé guardar en tu cartera, nena ;)
Lucas: ¡Oigan, oigan! Las manos en los bolsillos mientras yo esté cerca, no necesito más traumas para charlar con Evan.
Jace: ¿Vamos a hacer dedicatoria? Porque sino voy a ir a organizar las maletas.
Neil: Ese es el paranoico que quiero, ve Jace... prepara todo para el viaje como tanto te gusta.
Sussy: Y ya de paso puedes limpiar mi casa.
Sam: Deja a mi marido en paz, Susan, haz que tu esclavo sexual limpie tu cochinero.
Neil: Liberto sexual, Sam. Por favor usa el término correcto.
Kei: Bueno, menos charla y más acción. Yo solo vine a ver la foto del nuevo.
Lucas: =0 ¿Kei?
Kei: Tranquilo, amor, tú eres el único rubio en mi corazón. Pero tengo ojos, ¿sabes?
Neil: Wouuuu justo en la masculinidad, Lukilu! Ya te cambió por el marqués...
Sussy: Tú calla y deja la foto que también quiero ver.
Jace: Tú no quieres ver, ¿verdad Sammy?
Sam: .... eh... yo solo vine a...
Jace: ¿Sam? </3
Sam: Solo es curiosidad científica.
Jace: Nada... hoy duermes sin mis abrazos.
Sam: Pero...
Jace: He dicho! ;(
Kei: Bueno... van a poner esa foto o no?
Lucas: La madre de mi hijo traicionándome de este modo... no creo poder superarlo.
Kei: Oh, amor, ven aquí! ¡Lucas!
Neil: Dejaré la foto y me iré con mis camaradas, dolido, profundamente dolido por este maltrato. Ahogaremos las penas en alcohol, cigarros y fulanas...
Sussy: ¡Pero si yo no hice nada!
Neil: Ya... pero yo también quiero ser dramático.
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