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Monarquía parlamentaria

Hola! Bueno... como dije en mi mensaje en mi tablero, no estaba actualizando la historia porque estaba en la recta final con la otra historia y cuando escribo finales me gusta centrarme de lleno en la historia en cuestión. Así que dejé esta en pausa mientras. Pero bueno, ahora que la otra está casi finiquitada, volvemos con más. Espero que estén con ganas de leerlos :D

Gracias por la paciencia. 

Capítulo XXIII: Monarquía parlamentaria

Jasmine sintió el momento exacto en que los besos de Bastian comenzaron a ser más ligeros y superficiales, menos demandantes y pausados, hasta que éste se detuvo por completo alzando sus manos para soltar las que ella mantenía en torno a su cuello. Lo miró, contrariada, forzándose a pensar por fuera de la neblina que opacaba sus sentidos; notó que él hacía una mueca y que retrocedía un paso y otro, hasta que su cuerpo estuvo fuera de su alcance.

—¿Qué...? —comenzó a preguntar, pero su esposo la interrumpió soltando un ronco suspiro. Jasmine parpadeó—. ¿Bastian?

Como toda respuesta él esbozó una tirante sonrisa, mirando sobre su hombro un instante para luego pegarse la vuelta e ir hasta la cama. Una vez que se sentó sobre el pulcro edredón de color damasco, la observó con seriedad.

—Estoy por romper una promesa ahora... —murmuró él, haciendo una breve pausa para tragar con fuerza—. Y antes de ir allí quiero estar seguro de algo.

Ella enarcó una ceja, no queriendo admitir en voz alta la pequeña chispa de curiosidad que sus palabras le habían suscitado.

—¿De qué? —instó, dando unos vacilantes pasos más cerca de la cama que le permitieron captar las líneas de su rostro iluminado por el candelabro a sus espaldas. Le tomó dos segundos enteros darse cuenta que estaba jugando con su lengua, empujándola contra las paredes de su boca como solía hacer cuando tocaba. O cuando estaba nervioso.

—De si estás dispuesta a rediscutir los acuerdos de nuestro contrato.

—¿Cómo?

Bastian se echó hacia atrás, colocando las palmas sobre el colchón para descansar su peso en sus brazos.

—Antes que nada... si me das permiso para tocarte, es decir, si me das permiso esta noche de tener tu cuerpo... —se detuvo un segundo, abrasándola con una mirada apreciativa y Jasmine se sintió repentinamente expuesta a pesar de todas las capas de ropa que la cubrían—. No podrás quitármelo mañana o pasado... o en ningún momento pronto.

—¿Qué quieres decir...?

Bastian elevó su índice pidiéndole un segundo y Jasmine se vio obligada a echarle freno a la inquietud que comenzaba a invadirla.

—Digo que tu clausula de solo tener relaciones con fines reproductivos queda anulada.

—Bastian...

—No puedes ser mi esposa y no dejarme tenerte cuando lo deseo...—continuó él, haciendo caso omiso de su tímida protesta—. No puedes querer poner límite a mi necesidad de ti.

Ella tomó una bocanada de aire, mirándolo con incredulidad y algo más, algo muy similar a la esperanza que había albergado en su juventud, cuando el matrimonio era una idea borrosa del futuro y su esposo un tal vez, un quizás, una posibilidad de obtener su propia felicidad. Entonces creía ingenuamente que se casaría enamorada, que conseguiría eso que a tantas otras personas eludía.

Pero esa no era ella, al menos no lo era desde hacía mucho tiempo y él estaba pidiéndole demasiado.

—¿Y cuando tu necesidad se acabe? ¿Qué pasa entonces? —le espetó, incapaz de dejarse vencer por unas pocas palabras bonitas. Debía ser realista, Bastian no era hombre de una sola mujer, no era suyo.

—Estás asumiendo que mi necesidad vaya a acabarse alguna vez, como si alguien pudiera tener suficiente de ti...

Jasmine sacudió la cabeza con vehemencia, reacia a dejarse llevar por la promesa implícita de aquella afirmación.

—No intentes... —lo interrumpió, alzando una mano en un gesto iluso de protección. Bastian parpadeó sin hacer aspavientos y ella cerró sus manos en fuertes puños, tratando de mantener su fuerza intacta—. No lo hagas... —No se lo permitiría, cambiar las reglas en su favor solo sería un modo de darle el poder de romperla, de consumirla por completo.

No. Jasmine no podía permitirle tal cosa, ella había obtenido lo que quería de ese acuerdo, él había obtenido lo que quería... entonces, ¿para qué complicarlo todo? ¿Para qué ambicionar más?

—Jas... —Bastian se puso de pie entonces, alcanzándola en solo dos zancadas. Y cuando sus manos se posaron sobre sus hombros, ella supo que estaba atrapada. Cuando sus ojos celestes la buscaron hasta encontrar los suyos, a ella no le cupieron dudas, estaba pérdida. Porque quería decirle que no, debía decirle que no, pero no sabía cómo. Ya no—. No quiero hacer esto limitado por reglas, no quiero que esto también sea otra pantomima de una vida que pude llegar a tener. —Deslizó una de sus manos por su nuca, comenzando a presionar con suavidad la tensión que se acumulaba en su cuello, bajando sus barreras con su tacto y sus palabras—. Estoy harto de estar siempre envuelto en farsas... —hundió su pulgar en uno de los nudos, robándole un gemido de doloroso placer—. Mi padre no era mi padre, mi verdadero padre no podía ser mi padre, mi tía finge ser una conocida más, mis primos no pueden tratarme como tal frente a los demás, mi hermano tiene que evitar cruzar su mirada conmigo en un salón, mi hermana debe enviarme cartas sin remitente y la mujer que siento mi madre, debe rechazarme porque soy el bastardo que arruinó su cuadro familiar. —Sonrió con tristeza, deteniendo los movimientos de su mano para mirarla—. Quiero algo real... —Ella no respondió, no sabía cómo—. Quiero ser parte de algo en donde las personas no deban ocultarme o fingir lo que no es.

Jasmine presionó los labios con fuerza, mientras él apartaba la mano con lentitud dejando tras de sí la estela de una breve y necesitada caricia.

—No sé... —se escuchó decir apenas en un murmullo de voz, viendo como Bastian fruncía ligeramente el ceño y le obsequiaba un pequeño asentimiento.

—Entonces creo que es mejor que... duerma en otro sitio —respondió, comenzando a retroceder, a alejarse de ella. La mano de Jasmine se precipitó hacia su brazo incluso antes de que pudiera pensarlo; él la miró, curioso—. ¿Jas?

Parpadeó varias veces en un intento de aclarar su mente y juntar el valor para devolverle el escrutinio.

—¿Qué me estás pidiendo?

Bastian giró la muñeca lo suficiente como para que su mano lo soltara y cayera convenientemente dentro de su palma. Sintió la caricia de sus dedos, el calor de su tacto y no fue capaz de resistirse a estrecharlo con fuerza.

—Es fácil, Jasmine... —Ella enarcó ambas cejas en espera de que él continuara, a lo cual Bastian sonrió de modo fugaz—. No quiero que hagas algo hoy que te haga decepcionarte de ti misma mañana.

—¿Y por qué iba a decepcionarme?

—Porque yo soy el error de todos, Jas. —A pesar del tono desenfadado con que había dicho aquello, Jasmine pudo ver el dolor reflejado en sus ojos y en un acto reflejo se llevó su mano a los labios para besar cautelosamente sus nudillos.

Él abrió la boca con sorpresa, pero no se movió de su lugar y en ese instante ella supo con certeza cuál sería su respuesta. Las cosas parecían querer avanzar incluso ante su reticencia y temores, ya no podía fingir indiferencia, ya no podía pretender volver a lo que eran antes porque algo ya no era igual. Y Jasmine no se iba a engañar, estaba tan asustada de lo que sentía que apenas se permitía pensarlo, pero lo reconocía. Le gustaba Bastian, quería a Bastian, quería lo que él proponía y deseaba que fuera cierto.

Soltó el aire que apenas notó estar conteniendo y entonces, lo empujó hacia atrás. Bastian trastabilló por el repentino movimiento, cayendo con muy poca gracia en el filo de la cama y ella se paró frente a él.

—Muy bien —le espetó con las manos en las caderas, su esposo alzó una ceja rubia en un perfecto arco.

—¿Muy bien?

—Sí —aseveró, asintiendo más veces de las necesarias. La decisión ya estaba tomada, por supuesto, pero eso no significaba que se sintiera menos nerviosa por lo que acababa de admitirse a sí misma. Le gustaba su esposo. Peor aún, tal vez le gustaba mucho más de lo que estaba dispuesta a reconocer allí—. Quieres que sea real, quieres que seamos una pareja de verdad. —Él movió la cabeza acordando con sus palabras y ella volvió a asentir, necesitando de aquella afirmación para no retroceder—. Entonces, bien, lo haremos.

—¿En serio? —El hecho de que pareciera tan sorprendido casi la hizo sonreír, pero ella no podía, no aún al menos.

—Lo haremos, pero hay condiciones —señaló, mirándolo fijamente a los ojos. Su esposo esbozó una sonrisa de desconfianza, pero Jasmine ya estaba completamente en el asunto y no pensaba soltar el control con tanta facilidad. Necesitaba, al menos simbólicamente, poder protegerse de algún modo. Necesitaba una garantía de que en verdad se acababan los simulacros.

—¿Reglas? —instó claramente sin muchos ánimos.

Jasmine negó al instante.

—No, reglas no... condiciones —se apresuró a responder.

—¿Cuál es la diferencia?

—Que las reglas están hechas para marcar una frontera de lo aceptable, las condiciones pueden modificarse y si las incumples... pueden discutirse, pueden escucharse las razones y llegar a nuevos acuerdos —explicó de forma algo vacilante—. Las reglas las crea una sola persona para mantener a los demás lejos, las condiciones... es un trabajo de equipo.

Bastian presionó los ojos con cierto aire socarrón, pero finalmente se encogió de hombros en algo parecido a aceptación.

—Las reglas son hechas por tiranos, ¿eso quieres decir? —preguntó, juguetón.

—Eso me haría una tirana, pero estoy dispuesta a abdicar el poder y volvernos una... —Se silenció pensando fuertemente cómo completar aquella frase, Bastian rió.

—¿Monarquía absoluta? —ofreció entonces él, solícito.

—Monarquía parlamentaria, ¿qué te parece?

—¿Y quiénes serían los pares de nuestro reino? —instó, forzándose a mantenerse serio. Jasmine frunció los labios en gesto pensativo, para luego chasquear los dedos.

—Nuestros hijos...

—Me gusta cómo suena eso —aceptó él en un susurró velado, observándola con una chispa de diversión y anhelo en sus ojos celestes—. Entonces... —suspiró con fuerza—. ¿Cuáles son esas condiciones, su majestad?

Jasmine sonrió ante el tonto apelativo y elevó el rostro asumiendo su papel de reina de su propio hogar.

—Primera condición: nada de alcohol —dijo, enumerando con su índice.

—¿Nada?

Movió la cabeza de forma dubitativa, dándose un segundo para pensarlo con mayor detenimiento.

—Bien, nada de alcohol durante un año. —Bastian no respondió, por lo que ella se vio en la necesidad de explayarse—. Ni una copa, ni un trago, ni un brindis... si eres capaz de pasar todo un año sin beber alcohol, entonces podremos discutir la posibilidad de incluir un poco en el futuro. Quizás algo de vino en las cenas o en una ocasión especial...

—¿Pero antes de llegar a eso debo pasar un año en abstinencia?

Ella asintió, resuelta. Aquella condición no podría ser negociada, era una tirana en vías de reformarse, pero todavía no estaba allí.

—Tienes que hacer un sacrificio, Bastian —le dijo con completa seriedad—. Tienes que demostrarme de alguna forma que esto es lo que realmente quieres y no puedes hacerlo estando ebrio. —Bajó la mirada un instante, incapaz de enfrentarlo en ese punto—. No me gusta la persona que eres cuando bebes.

Él soltó un profundo suspiro, haciendo que ella lo observara por entre las pestañas.

—A mí tampoco me gusta ese persona, Jasmine —admitió sin despegar sus ojos de los de ella, para luego hacer una breve pausa y asentir—. De acuerdo... un año sin alcohol, puedo hacerlo.

—¿Si?

Bastian volvió a mover la cabeza con mayor firmeza.

—Voy a hacerlo. —Y ante esas palabras ella no pudo ni quiso ocultar su sonrisa—. ¿Qué otra condición, mi señora?

—Bien... —Jasmine se paseó lentamente delante de él, pensando profundamente lo que iba a pedirle y una vez que tuvo armada la condición en su mente, se volvió para encontrarse con sus ojos fijos en su trasero. Carraspeó—. Bien... —repitió con un sutil tono de regaño, obligándolo a elevar el rostro—. La segunda condición, señor Marset, es que deberá apartar una hora de cada día para pasarlo con su hijo. Usted puede decidir de qué manera entretenerlo, pero en esa hora diaria deberá demostrarle lo mucho que significa para usted y... hacerlo feliz.

Una pequeña sonrisa tiró de la comisura de los labios de Bastian, al tiempo que movía la cabeza para aceptar la condición.

—Me parece una buena condición esa, su majestad —murmuró llamándola con un movimiento de su mano, a lo cual ella respondió aproximándose con cautela hasta quedar de pie entre sus piernas—. Pero tengo un duda... —Jasmine se inclinó para prestarle oído y él soltó un cortó soplido junto a su cuello, haciéndola estremecer—. ¿Cuántas horas diarias debo apartar para mi esposa?

Jasmine se sostuvo de su hombro para retroceder un tanto y mirarlo.

—Creo que... —comenzó a decir, tomándose un segundo para intentar pensar con claridad. Algo que resultaba sumamente difícil cuando lo tenía a esa distancia—. Creo que si usted le reserva sus noches, ella estará bastante satisfecha.

—¿Solos las noches?

—No... —se corrigió, pasando una mano por su frente para apartar los mechones rubios fuera de sus ojos—. No... eso podría resultar algo rutinario y entonces su esposa se podría aburrir. Podría incluso intentar buscar otras diversiones durante el día.

—Y no puedo permitir tal cosa —aseveró él en el mismo tono que ella usaba. Jasmine sonrió.

—Exacto.

—¿Entonces qué hago? —Jasmine sintió como Bastian posaba una mano en su cadera, tirando de ella levemente en su dirección.

—Usted... —Sacudió la cabeza y Bastian la jaló otro poco, haciendo que se desestabilizara y casi cayera sobre él—. Usted tendría que... —Sus labios rozaron su barbilla, provocándole un temblor y cuando él hizo otro intento por arrastrarla hacia su cuerpo, Jasmine no se resistió. Bastian cayó hacia atrás en el colchón con ella firmemente agarrada por sus hombros y sus labios unidos en un beso profundo.

Jasmine luchó con la falda de su vestido ante la extraña posición en la que estaban y él se dio la vuelta súbitamente, tendiéndola sobre el colchón.

—Acepto todas tus condiciones —murmuró, al tiempo que arrastraba una mano por el frente de su vestido hasta la frontera que marcaba el ajustado corpiño—. Siempre y cuando me dejes...

—Hazlo —lo interrumpió, tomándolo de la mano para posarla en la cima de sus senos confinados por el corsé—. Tienes mi permiso —susurró, decidiendo empujar sus dudas al fondo de su mente.

Sentía que conocía mejor a Bastian, que podía fiarse de esta versión de él, a pesar de que una pequeña parte de sí misma temía que su esposo volviera a ser el de siempre una vez consiguiera lo que quería. ¿Sería posible? Quizás, pero ella estaba más allá de detenerse a pensar en ello. Lo deseaba. Y sobre todo deseaba sentirse deseada.

Bastian le guiñó un ojo, tirando de su mano para incorporarla hasta una posición sentada. El vestido que ya había desabotonado antes se encontraba precariamente sostenido de sus hombros y él tomó ese extremo de la prenda para comenzar a deslizársela por los brazos, hasta que ésta quedó hecha un montón de tela en su cintura. Sus ojos se demoraron un largo segundo en la piel blanca de sus pechos que subían y bajaban tras cada respiración que ella tomaba, y luego se inclinó para posar un húmedo beso en la hendidura que se perdía hacia el interior del corsé. Tomó ambas partes de éste, mucho más docto en el arte de los corsé tipo americano, y lo desprendió con un rápido movimiento para luego lanzarlo sin ceremonias a un sector oscuro de la habitación. Jasmine tomó una profunda bocanada de aire al sentirse liberada, empujando por su propia cuenta la camisola que cubría su desnudez y exponiéndose a su escrutinio.

Los ojos de Bastian brillaron apreciativamente mientras la estudiaba y tras una mirada inquisitiva por parte de Jasmine, pareció comprenderla sin necesidad de palabras. Se quitó el chaleco de un tirón, agradecido de haber abandonado su levita en el piano antes, y entonces procedió a deshacerse de la camisa de batista para quedarse en igualdad de condiciones. Ella lo observó a consciencia para luego extender una mano y posarla sobre el errático latido de su corazón y enredar los dedos en la suave mata de cabello rubio que cubría su pecho. Él no podía ignorar el hecho de que no soportaría tanta calma por mucho más tiempo y la tomó de la mano con la intención de incorporarla para removerle el vestido por completo, pero ella pareció malinterpretarlo pues contrario a lo que esperaba, se echó para atrás jalándolo decididamente hacia su persona. Bastian cayó sobre el cuerpo a medio vestir de su esposa y cualquier idea se evaporó de su mente. Acunó su rostro con su palma, bajando para robarle un lánguido beso.

Entonces sus labios derraparon por su cuello suave, marcando un camino directo hacia aquellos picos blancos que erguidos parecían llamarlo. Se engulló uno de sus pezones, torturándolo con caricias de sus labios y lengua, ella jadeó contoneándose debajo de su cuerpo hasta que él se sintió íntimamente ubicado entre sus piernas. Gruñó de satisfacción y frustración, tirando alternativamente de la falda del vestido con una mano mientras que la otra se encargaba de sopesar y palpar la calidez de su seno.

—Bastian... —demandó ella en voz apenas audible, cerrándole una mano en el cabello para jalarlo más cerca de su pecho.

Le dispensó las atenciones requeridas antes de volver a reclamar sus labios una vez más, invadiendo y conquistando cada esquina de su boca, saboreando el modo en que ella se atrevía a jugar con su lengua, a mordisquearlo e investigarlo con atrevimiento. Entonces se escuchó el delator sonido de la tela al ser rasgada, Bastian siguió jalando con su mano izquierda, presto a no darle tregua a la maldita falda. Una vez que fue capaz de tocar la pierna cubierta por la fina media de satén, su mano continuó viaje ascendente por la delicada figura femenina de forma implacable.

Jasmine se arqueó debajo de su peso al momento justo en que uno de sus dedos alcanzaba la tibia e íntima humedad de su sexo. Gimió dentro de su boca, liberándolo el tiempo suficiente como para echar la cabeza hacia atrás y atrapar su mano entre sus muslos como férreas compresas. Él arrastró sus dedos de ida y vuelta por su entrada, sin llegar a penetrarla, demasiado embrujado por el modo tan apasionado en que le estaba respondiendo. Por el modo en que se frotaba descaradamente contra su mano, como toda una hedonista consumada. Presionó con su pulgar aquel punto delicado de la anatomía femenina y ella ahogó un grito, clavando sus uñas en su espalda mientras el primer orgasmo la golpeaba sin previo aviso.

Bastian parpadeó, dándole un segundo para que ella volviera a construirse tras ese derrumbe. Y cuando finalmente sus ojos lo encontraron, un pequeño y culpable sonrojo subió por sus mejillas.

—Eso fue algo egoísta —le apuntó con la sombra de una sonrisa en sus labios. No era la primera vez que la veía disfrutar de sus atenciones, pero sí era la primera vez que lo hacía casi sin que él participara mucho del asunto.

—Lo siento... —respondió tímidamente al cabo de un instante.

Bastian sacudió la cabeza, tumbándose sobre ella de modo que su cuerpo quedara prisionero del suyo. Habían sido muchas noches en vela pensando en tenerla así, motivo que le dificultaba mantenerse calmo cuando solo quería hundirse en ella hasta perder el conocimiento.

—No te disculpes. —Movió ligeramente la mano que aún mantenía bajo su falda y ella soltó un jadeo, separando los muslos en una respuesta primitiva. Bastian sonrió—. Ha sido un espectáculo al que me siento dichoso de estar invitado.

Jasmine esbozó una coqueta sonrisa, al tiempo que jugueteaba con sus manos pasándolas en lenta caricia por sus pectorales. Entonces la picardía brilló en su mirada y lentamente, sutilmente, valientemente, comenzó a arrastrar su tacto hasta la pretina de sus ajustados pantalones. Bastian presionó la mandíbula con fuerza, sintiendo cómo las caricias de sus dedos iban dibujando el contorno de su erección, descubriéndolo tiernamente por encima de la tela. Ella le desabotonó el pantalón, sin atreverse a ir más lejos y él lo comprendió. Jasmine no era virgen, por supuesto, pero estaba habituada a que él hiciera todo aquello y no precisamente para buscar placer. En ese instante se prometió a sí mismo que le enseñaría a tomar todo lo que quisiera de él, si iban a ser una pareja en verdad ella tendría que atreverse a desnudarlo, a exigirle placer sin sentirse tímida y sobre todo a tomarse algunas libertades en la cama.

La tomó por la muñeca, jalando su mano hacia arriba para estrecharla en un firme apretón y entonces se inclinó para consumirla con un profundo beso con el que espero que ella entendiera. ¿Cómo era posible que hubiera renegado de su boca todo ese tiempo? ¿Cuándo un beso se le había hecho la cosa más erótica existente?

Jadeó, liberándola y sus ojos se enfrentaron en una conversación muda.

Me tienes, quiso decirle entonces, mientras que con su mano libre remangaba la falda hacia arriba de modo de liberar por completo sus deliciosas piernas. Seré tuyo, deseó agregar al tiempo que se bajaba los pantalones lo suficiente y se ubicaba de modo que se rozaran íntimamente. Ella lo apresó por la cintura con las piernas, tirando de él tanto como sus cuerpos se lo permitían y entonces, Bastian se deslizó en su interior con un lento empuje de sus caderas y un quedo susurro de su nombre. Tuyo y de nadie más, le prometió internamente, dejándose perder en el calor húmedo de su cuerpo. Dando y reclamando con cada una de sus firmes embestida, poseyendo y dejándose poseer hasta en el último jadeo.

Aquella noche Bastian finalmente le hizo el amor a su esposa y ella le hizo el amor a él, tal y como sería de allí en adelante dentro de aquella monarquía.    

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Ok, sin más, ¿qué les pareció?

No hago dedicatoria porque tengo que irme a un cumpleaños y todavía no me bañé xDD

Así que nada, espero que les haya gustado el cap, esta historia está pronta a ser terminada también. Asumo que en este mes la liquido. Gracias por pasar, no se olviden de dejar estrellitas, comentarios y su bolsa de monedas de oro ;) ;) ;)

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