Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Los besos también duelen

¡Buenas! Disculpen si me demoré un poco, tenía que darle mi atención a Evan por un rato. 

En fin con respecto a quienes me preguntan sobre la mudanza a LitNet, les diré que de momento voy a seguir publicando en ambas páginas. Y lo más probable es que me reserve el final o los dos últimos caps para allá. Tranquilos que igual voy a decirles, de todos modos, he pensando que para ir ampliando horizontes de lectores, podría seguir esta serie de libros en aquella página y terminar la trilogía de Dimo acá. No sé, estoy analizando opciones. 

Mil gracias a todos los que nos (si a los personajes también) han seguido hasta allá, prometo que no será en vano. Ahora sí, a leer ^_^

Capítulo XIX: Los besos también duelen

—Aquí tienes. —Un pequeño montón de cartas aterrizó sobre su escritorio, haciendo que Jasmine elevara el rostro de forma abrupta.

—¿Ahora te dedicas a entregar el correo? —le preguntó a su hermano de forma burlona, al tiempo que tomaba las misivas para revisarlas.

—Me crucé a Humphrey en el pasillo y me pareció gentil de mi parte ahorrarle la molestia.

—Todo un dechado de gentileza ducal —respondió de forma ausente, deteniéndose repentinamente sobre una de las cartas que pasaba entre sus manos—. Que extraño...

—¿Qué cosa? —Jasmine cruzó una mirada con Theo, antes de elevar la carta en cuestión y enseñársela por ambas caras. Él frunció ligeramente el entrecejo, curioso—. No hay remitente. —No solo no había remitente, tampoco había sello en el lacre impersonal y tosco que la cerraba. Era una carta con la cual su creador no quería guardar vínculo alguno, eso resultaba evidente. Y aún más, estaba dirigida a lord Hastings. Solo eso se leía en uno de los dorsos, con letra pulcra y de trazos largos—. Ábrela. —Theo se estiró por sobre el escritorio con toda la intención de obtener la carta, pero Jasmine la apartó antes de que pudiera alcanzarla.

—¡Absolutamente no! —le espetó, metiendo la carta en el bolsillo interno de su falda—. No nos pertenece, jamás violaría la correspondencia de otra persona y esperaría haberte educado mejor que eso, Theodore.

Él tuvo el detalle de sonrojarse levemente frente a la reprimenda. Podía ser un duque, podía ser uno de los hombres más ricos e influyentes de Inglaterra, pero seguía siendo su hermano menor y ella no había criado a un pequeño tramposo.

—Simplemente pensé que deberíamos estarnos con precaución, una carta sin remitente ya es lo suficientemente extraño como para ignorarlo. Pero que esa carta venga dirigida a tu esposo días después de haberse enfrentado deshonrosamente con otro par del reino, puede significar un asunto mayor.

Jasmine tuvo que darle la razón en ese punto, era probable que el barón Burnett o incluso alguno de sus amigos más cercanos quisieran arreglar aquella trifulca del modo honorable (para los hombres al menos). Pero incluso aunque alguno de ellos estuviera planeando enfrentarse en un duelo con Bastian, Jasmine no podía explicarse aquel secretismo. Los hombres se sentían bastante alegres de poder ventilar sus bravuconerías, Burnett no solo enviaría la carta sino que haría que uno de sus propios padrinos hiciera entrega de la misma.

Algo no tenía sentido.

—Sea como sea, no nos compete —musitó, presionando la carta con su palma como si con eso reafirmara su decisión. Tomó otra de las misivas que iba dirigida a Bastian y la observó con detención, notando que esa al menos provenía de lady Radford—. Será mejor que suba.

—Ahora eres tú la que oficiará de mensajero.

Ella se detuvo a medio camino de incorporarse para ofrecerle un ceño fruncido a su hermano. La verdad era que desde que estaba de vuelta, Theo no disimulaba en lo más mínimo su desagrado hacia Bastian. Algo que en el pasado había sido mera desconfianza, se había transformado en una hostilidad en toda regla y él no tenía reparos en hacerla manifiesta. El hecho de que a su regreso lo hubiese encontrado convaleciendo por la pelea en la taberna, no hizo más que acrecentar aquella antipatía.

—¿Hay algún problema con que lo haga?

—Lleva tres días en cama, como si no tuviera suficiente tiempo de descanso acumulado en su vida, tú le sirves como si fueras otras de las doncellas de la casa. —Su hermano se echó hacia atrás, haciendo crujir el respaldo de su silla—. ¿Y para qué, Jasmine? ¿Para que se recupere más rápido y puedo irse de taberna otra vez?

—Tú no sabes lo que ha pasado...

—Estaba ebrio —la cortó con firmeza—. Fui allí a enterarme y adivina qué... no solo estaba ebrio, llevaba toda la tarde bebiendo e incluso tenía una habitación rentada para pasar la noche allí. —Jasmine parpadeó ante sus palabras, pero Theo fue incluso más lejos—. Y no pensaba pasarla solo.

Ella solo fue capaz de mirarlo en silencio, mientras sentía como el aire lentamente comenzaba a escaparse de sus pulmones y la dejaba momentáneamente vacía. Theo se incorporó al verla tan quieta, rodeando el escritorio para situarse a su lado con cierto grado de preocupación.

—¿Cómo es que todavía confías en él? —le preguntó suavemente, enfrentándola con sus ojos verdes serios. Aun cuando le dolía dañarla con la verdad, Theo se veía incapaz de solo quedarse sentado observando cómo su hermana seguía tapándose los ojos voluntariamente—. ¿Por qué le permites que arrastre nuestro nombre por el lodo?

—Eso es lo único que te importa —respondió ella con una voz entre ronca y débil—. Lo que puedan decir del gran duque de Arwik... ¿estar asociado a una estúpida?

—¡No! —masculló Theo, tomándola por los hombros con vehemencia—. ¿No lo ves, Jasmine? —Hizo una pausa, negando con suavidad—. Tú eres lo único que tengo en este mundo, te he visto sacrificar tanto por mí... —su voz cayó a un leve susurro—. Mataría a cualquiera que no te haga feliz, porque mereces ser feliz. Mereces tanto más que al inútil de Hastings... dudo que exista un hombre adecuado para ti, pero estoy seguro que ese no es Bastian Hastings. Jasmine...

—Theo para —lo interrumpió, tragando con fuerza el nudo que le cerraba la garganta. Ahí estaba frente a ella la única persona que la amaba sin reservas y que la amaría sin importar qué tanto se equivocara, ahí estaba rogándole que intentara ser feliz. Y ella ya no sabía qué decirle—. No importa ya...

—¡Claro que importa! Podemos...

—¿Qué? —volvió a cortarlo—. ¿Pedirle al parlamento que me otorgue el divorcio? ¿Qué bien nos haría eso Theo? Eres un duque con un deber mayor que hacer feliz a tu vieja hermana... —Él negó, pero ella lo detuvo posando una mano en su mejilla—. Incluso aunque ellos acepten, las habladurías terminarían con nuestra familia. Ryan no tendría una oportunidad de abrirse lugar en el mundo cargando con un estigma así, no puedo hacerle eso a mi hijo.

—Pero no eres feliz —musitó su hermano con una simpleza que la golpeó en lo profundo de su alma—. Nuestra familia podría soportar ese escándalo, saldremos adelante como sea.

—No —aseveró, resuelta. Y entonces le sonrió débilmente—. Aun cuando eso fuera posible... —Jasmine bajó la vista hacia su mano, antes de posar su mirada en los familiares ojos de su hermano—. No quiero hacerlo, quiero este matrimonio Theo. Puede que no sea perfecto, seguro que no es perfecto, pero esta es mi familia ahora y voy a cuidar de ella. Incluso si eso significa luchar contigo.

Una sombra cubrió los ojos de su hermano en ese instante, mientras retrocedía un paso y se liberaba de su tacto.

—No quiero luchar contigo —admitió él tras un largo segundo de silencio—. Solo quiero devolverte al menos una parte de todo lo que te debo...

—¡Theo no me debes nada! —Él negó casi como si no estuviera escuchándola, Jasmine bufó—. No seas tonto.

—Tú cuidaste de mí a cuentas de tu propia felicidad.

Ella sonrió con dulzura, viendo en ese joven al niño que antaño solía brincar del carruaje al regresar de un largo periodo en la escuela e iba en busca de los brazos de su hermana, sin sentir vergüenza alguna en admitir que la había extrañado.

—Y lo hice gustosa... —Una leve sonrisa tiró de sus labios—. Pero no lo hice todo sola, yo cuidé de ti y tú de mí. Fuimos siempre un equipo y lo seguiremos siendo hasta el último de nuestros días, Theo.

—Nunca debí irme de Inglaterra —se lamentó haciendo una mueca.

—Aun contigo aquí, me habría casado con él —sentenció con seguridad. Theo enarcó una ceja.

—¿Por qué?

—Porque... —Jasmine se encogió de hombros en un gesto para nada adecuado—. Porque aunque suene extraño, creo que el destino quería que nos encontráramos.

—Pues que destino más taimado tienes, hermana.

Ella rió, dándole un pequeño golpe en el hombro.

—No creas que con esto te vas a salvar de explicarme por qué regresaste de tu fiesta de cacería con un cachorro.

Al instante la mirada de su hermano perdió el brillo del humor, luciendo casi hastiado ante la simple mención del can.

—Créeme, no quieres saberlo.

—¡Oh, pero sí quiero!

—¿No tenías que atender a tu esposo?

Jasmine chasqueó la lengua.

—Lo haré, pero no voy a olvidarme de esta conversación, Theodore Shaw.

***

Jasmine se detuvo junto a la puerta de la habitación de su esposo, notando que la habían dejado ligeramente entornada para facilitar su atención entre los sirvientes. Ella vaciló mirando hacia al interior por la pequeña apertura, justo cuando una pequeña risilla infantil —que sabía reconocería aun en medio de una ruidosa multitud—, le llegó desde el otro lado como una caricia en el aire. Hizo una necesaria pausa, dándose unos segundos para disfrutar del sonido de dicha que emitía su bebé.

—Dilo. —Jasmine oyó la voz de Bastian murmurando en un tono amable y juguetón—. Vamos, dilo —volvió a pedir, mientras Ryan soltaba otra carcajada al aire—. Pa... pa... papá. Di... —La palabra se vio interrumpida, mientras se escuchaba la imitación de un sonido animalesco y Ryan volvía a estallar en carcajadas—. ¡Pequeño granuja! —se quejó entonces su esposo con humor—. Vamos... pa, pa, pa, pa... pa... papa...

—¡Guu! —exclamó Ryan a modo de respuesta, logrando que fuese Bastian el que riera en esa ocasión.

Jasmine colocó la mano en la puerta, intentando armar el cuadro de ellos dos jugando y riendo como si nada, pero las palabras de Theo todavía seguían plantadas en su cabeza y lo único que acudió a su mente fue la imagen de Bastian en los brazos de Jolene o alguna otra de las mozas de la taberna. Y aun cuando sabía que era inútil siquiera pensar en molestarse por ello, sentía que sus pensamientos la traicionaban y sobre todo, por primera vez, sentía que él la había traicionado. Incluso aunque su acuerdo matrimonial le daba permiso para tener amantes, luego de todo lo que le había dicho y hecho en esas semanas había creído que él...

Sacudió la cabeza, reacia a fomentar más esa idea tan estúpida. No, se dijo resuelta, no iba a darle la satisfacción de perturbarla más de lo que ya lo hacía. Si ella era tan fácilmente reemplazable para él, entonces se aseguraría de que su persona no significara nada para ella. Tal y como siempre había sido.

Empujó la puerta de forma repentina, justo cuando Bastian se llevaba uno de los piecitos de Ryan a la boca y le mordisqueaba los dedos para robarle otra sonora carcajada. Jasmine sonrió por inercia ante la simple felicidad de su bebé, pero entonces los ojos de su esposo la encontraron y cualquier sentimiento de dicha la abandonó. Se metió la mano en el bolsillo de la falda y extrajo las dos cartas que habían llegado a nombre de Bastian, luego se acercó a la cama y se las tendió. Él, que tenía a Ryan sentado en su estómago y apoyado en sus rodillas dobladas a modo de respaldo, aceptó las cartas con una mano y las echó en el colchón para observarlas de soslayo.

—Acaban de llegar —le informó ella, regalándole un guiño a Ryan cuando éste la observó al oírla hablar.

—Hmm... —respondió Bastian, volviendo su atención hacia su hijo—. ¿Vas a alimentarlo?

Ella dudó un instante, pues en realidad no veía que Ryan estuviese con hambre, él lo habría manifestado estirando sus manitos hacia ella y reclamándola sin disimulo. Pero su hijo se encontraba perfectamente en calma sentado sobre su padre, rozando con sus piecitos desnudos la barba en las mejillas de Bastian.

—Sí. —Así que no pudo encontrar una explicación para su respuesta afirmativa.

Bastian besó uno de los pies de Ryan y éste emitió un gorgojo lleno de regocijo, antes de que su esposo se lo pasara a ella. Jasmine lo envolvió entre sus brazos, aspirando su aroma a bebé y disfrutando de la sensación de tener su pequeño cuerpito aferrado a ella. Cada vez que tomaba a Ryan en brazos, todo en su mundo cobraba sentido y se convencía de que cada decisión que había tomado para llegar a él había valido la pena.

Decidió ocupar el lugar que quedaba libre en la cama, sabiendo que si Ryan se negaba a comer, podía devolvérselo a Bastian y dejarlos que siguieran con su juego. Pero en cuanto ella se bajó el vestido lo suficiente como para liberar uno de sus pechos, su hijo pareció recordar que su exigente barriguita tenía horarios muy pautados y se lanzó hacia su fuente de comida con abandono. Ella hizo una mueca al sentir la presión de unas encías que se hacían cada día más fuertes y demandantes, y se echó hacia atrás sobre los almohadones para permitirle acomodarse mejor. Entonces deslizó sus ojos hacia su izquierda, topándose con la mirada de Bastian fija en ellos. Le frunció el ceño y él esbozó una tenue sonrisa.

—Esposa —musitó a modo de burlón reconocimiento. Jasmine parpadeó regresando su atención a Ryan, pero fue incapaz de ignorar el suave vaivén del colchón cuando Bastian se movió para tomar las cartas. Una la lanzó sobre la mesa de noche a su lado, mientras que a la otra la desplegó con calma y le echó una rápida leída—. Hm... —murmuró al cabo de unos minutos—. Lady Radford nos invita a su fiesta de aniversario el viernes próximo —la miró por el rabillo del ojo—, al parecer va a ser el acontecimiento social más importante antes de la apertura de la temporada.

—¿Irás? —instó más por cortesía que por interés.

—Creo que sería lo correcto —susurró como si estuviese hablando consigo mismo—. Ella no me perdonaría que rechazara la invitación.

—Podrías decirle que estás herido.

Él se encogió de hombros.

—Falta casi una semana, ya estaré completamente recuperado. —Soltó un suspiro, doblando la carta para posicionarla sobre su estómago—. Solo espero que se me vayan estos tontos moratones del rostro.

—Si usaras el ungüento que...

—Huele a estiércol —la interrumpió con una mueca de asco—. No voy a ponerme estiércol en el rostro.

—No huele a estiércol. —Bastian le ofreció una elocuente mirada y ella tuvo que ceder en ese aspecto—. Vale, quizás no huela a rosas, pero deberías ser capaz de pasar por alto el olor en pos de la rápida recuperación de tus heridas, ¿no?

—No voy a frotarme estiércol en la cara, Jasmine —sentenció, frunciéndole el ceño como un niño enfurruñado—. Prefiero lucir horroroso antes de oler como el trasero de un mono.

Ella rió sin apenas darse cuenta, pero luego se apresuró a cubrirse la boca y ofrecerle una mirada reprobatoria. Bastian le sonrió con picardía y Jasmine no pudo imaginárselo luciendo horroroso en algún momento de su vida, incluso con el rostro amoratado, Bastian estaba... guapo.

—Dudo que puedas lucir horroroso alguna vez —reflexionó en voz queda, pasándole una mano por el cabello a Ryan que lentamente comenzaba a cerrar sus parpados con cansancio.

—¿Qué significa eso? —Ella sacudió la cabeza, girándose para encarar sus curiosos ojos.

—¿Qué? —instó, confusa.

—¿Piensas que no puedo lucir horroroso?

—Hastings... —comenzó a protestar.

—Bastian —la corrigió con una sonrisa petulante—. Entonces, dime. ¿Piensas que no puedo lucir horroroso?

Jasmine supo que había sido bastante estúpida al expresar sus pensamientos de un modo tan imprudente, pero ya era tarde para desdecirse. Se encogió levemente de hombros, procurando mantener su mirada en el rostro calmo de su bebé.

—Creo que tú mejor que nadie sabes cómo luces, me parece tonto que pienses que unos simples moratones te podrían restar atractivo. —Bastian chasqueó la lengua, pero ella continuó viendo hacia abajo—. Probablemente media Inglaterra estaría de acuerdo conmigo... ¿no te apodaban el Ángel de ojos celestes?

Él no respondió al instante, lo cual hizo que ella finalmente se dignara a mirarlo. Bastian parecía absorto en un pensamiento privado y lejano. Carraspeó, obligándolo a regresar de donde fuera que se había ido.

—Hmm... creo que fue acuñado por una de esas publicaciones de cotilleos —comentó de forma ausente, ella asintió prefiriendo guardar silencio y al cabo de unos largos minutos, él volvió a hablarle—. ¿Tu opinión está condicionada por la de la mayoría?

—¿Cómo? —preguntó al no comprenderlo.

—Piensas que yo... —vaciló como si no supiera a ciencia cierta lo que quisiera preguntar—. ¿Crees que soy eso?

—¿Eso qué?

—Esa tontería... ¿ves eso en mí? ¿En eso te fijaste cuando me elegiste? —Por primera vez Jasmine sintió una nota de duda en su timbre, razón por la cual lo miró con renovado interés—. ¿Era algún requisito para tu plan el...?

—Bastian —lo cortó, comenzando a sentirse incomoda con esa conversación—. No sé de qué rayos me estás hablando.

—¿Querías que tu semental fuera atractivo al menos?

Jasmine jadeó ante la horrible elección de sus palabras y de no ser porque tenía a Ryan en brazos, lo habría golpeado por siquiera suponerlo.

—Eres un idiota —sentenció, acomodando su vestido y a su dormido bebé para incorporarse. Bastian la detuvo del brazo, obligándola a sentarse de nuevo.

—Dime por qué me elegiste —la increpó, adquiriendo una posición en la que sus rostros quedaron equiparados—. ¿Qué buscabas?

Ella presionó los ojos en líneas, negando con suavidad antes de decidir darle lo que tanto pedía.

—Yo no te elegí —admitió, manteniéndole la mirada con aplomo. Él parpadeó, mostrándose confuso—. Tú me elegiste a mí. —Bastian sacudió la cabeza, pero Jasmine lo detuvo al instante tomándolo por la barbilla con su mano libre—. La primera vez que te vi... fue en el concierto que diste en el museo durante una presentación nocturna. —Él la observó con reserva, como si le costara creerla. Probablemente ni siquiera recordaba que aquella noche la había mirado desde la tarima donde estaban ubicados los músicos e incluso le había ofrecido un rápido guiño. No, él no lo recordaba porque había estado ebrio entonces, había estado ebrio casi cada noche después de esa—. La última canción que tocaron fue...

Jasmine Flower —completó él con un brillo particular en su mirada que ella no supo leer—. Siempre cierro con esa melodía.

—Puede que suene tonto, pero cuando dijiste mi nombre... —Sintió como sus mejillas se ponían calientes, pero ya no podía detenerse—. Fue como si... como si me llamaras. Como si me pidieras que te mirara y entonces lo hice. —Bastian esbozó una tenue sonrisa—. Claro que vi cómo lucías y eso casi me echa para atrás.

—¿Por qué?

—No quería un marido guapo —admitió, pasando de forma ausente el pulgar por su barbilla.

—¿Por qué? —insistió él, inclinándose un tanto hacia ella. Jasmine cerró los ojos un segundo, sintiendo la respiración de Bastian rozar sus labios pero sin que los suyos llegaran a tocarla en verdad.

—Yo...

—¿Jasmine?

Lo miró, intentando aclarar sus pensamientos.

—Yo... no quería que mi esposo me gustara. —Bastian no respondió, pero permaneció en actitud expectante como si estuviera procesando sus palabras detenidamente—. Quería un socio, no un amante. Alguien que cuando se marchara de mi cama no dejara ningún vacío.

Él se apartó un resquicio, observándola con aire interrogante.

—¿Conseguiste lo que buscabas? —la increpó con cierta rigidez en su voz.

Jasmine miró a Ryan entre ellos dos, dormido, y luego negó muy suavemente.

—No sé qué conseguí, Bastian —confesó, volviendo su atención a él—. Últimamente me encuentro pensando en cosas que no deberían de preocuparme, pero lo hacen.

—¿Qué cosas?

Jasmine se estremeció un tanto cuando él pasó una de sus manos por el largo de su brazo en una apremiante caricia.

—Pienso en... —se mordió el labio odiando la inseguridad que atenazaba sus entrañas—. Pienso en ti... en mí... intento entender qué quieres de mí, por qué estás aquí cuando ya nada te está obligando hacerlo. Sabes que Theo no presentará protestas, le he convencido de que mi decisión es inamovible y aunque le duela, sé que va a respetarlo. Entonces... no entiendo, yo...

La errante confesión de Jasmine murió al segundo en que unos labios tibios y suaves se aplastaron contra los suyos en un beso que no hizo más que acrecentar su confusión. Bastian mordisqueó su labio inferior, tomándola del rostro para arrastrarla tan cerca como el cuerpo de Ryan entre ellos les permitió. Jasmine gimió en protesta, cuando él profundizó el contacto unos deliciosos segundos más y entonces se apartó, mirándola con hambre.

—¿Piensas en nosotros? —inquirió entonces él, trazando la comisura de sus labios con el pulgar—. ¿Piensas en qué haremos mañana y pasado? —Jasmine no respondió, aún aturdida por el cosquilleo que despertaba el jugueteo de su pulgar sobre su boca—. ¿En el futuro? —Bajó la mirada un segundo en dirección de Ryan—. ¿Piensas en cómo se llamará el segundo? ¿En qué será? —Él sonrió con algo de vacilación—. Yo me encuentro pensando en eso bastante y tampoco entiendo muy bien de dónde vienen esos pensamientos, o por qué de repente el trabajo en la finca, el niño o un viejo y cascarrabias hacendado parecen como excelentes propuestas para pasar el rato. —Ella abrió la boca para responder, pero Bastian presionó sus labios para sellarlos con amabilidad—. La única explicación que encuentro eres tú... tú haces que piense en estas cosas, tú nublas mi juicio y entonces solo quiero...

—¿Qué? —pidió saber en un susurro de voz.

—Entonces solo quiero... besarte. Y yo nunca he querido eso antes.

Jasmine frunció el ceño ligeramente al oír eso último, echándose un tanto hacia atrás para increparlo con sus ojos.

—¿Ni siquiera a la mujer con quien te ibas a quedar en la taberna? —Bastian parpadeó, claramente sin esperarse esa respuesta por su parte—. ¿O a las otras? —Él ni siquiera hizo amago de negar o afirmar nada, Jasmine le obsequió una cínica sonrisa antes de empujarse hacia el lateral de la cama con más determinación de la que podía presumir de tener en ese momento. Una vez que colocó a Ryan cómodamente sobre el colchón, lo enfrentó con toda la entereza que pudo conjurar—. ¿Le sueltas el mismo discurso a todas?

—Jasmine...

Ella elevó una mano para acallarlo y entonces se dio la vuelta para dirigirse hacia la puerta sin permitirse dudar. Quería convencerse de que no le dolía aquello, quería ser sensata y admitir que sus palabras no habían despertado un anhelo en su interior, pero no lo lograba por mucho que se lo ordenase. Y la presión de las lágrimas acudió a sus ojos aun frente a su dura obstinación de resistirlas y su corazón se presionó en un puño, sabiendo mejor que ella que no importaba cuánto quisiera negárselo, le importaba su esposo. Y le dolía su esposo, le dolía sentir algo que nunca debió permitirse sentir.

—Jasmine... —Ella dio un respingo al sentir su mano presionarle la espalda baja, se volteó de forma automática notando que los labios de Bastian estaban presionados con fuerza y tan blancos que asimilaban una papel.

—¿Qué haces? —Intentó empujarlo de regreso a la cama, pues él no debería levantarse aún, solo llevaba un par de días en cama y el doctor Hartman había sido tajante en su orden de reposo. Cualquier movimiento brusco podría abrir la herida más grande, lo cual no sería un gran problema de no ser por el alto riesgo de que cogiera una putrefacción—. Regresa a la cama —le espetó, posando las manos en su cintura para guiarlo. Él se afirmó en sus pies, entorpeciendo cualquier intento de ella por moverlo—. ¡Hastings!

Bastian negó, echándose hacia adelante hasta conseguir posicionar una mano sobre la puerta y dejarla a ella parcialmente aplastada entre medio.

—Nunca... —masculló, bajando el rostro para avasallarla con el peso de su mirada—. Nunca he pensando en el futuro con nadie, Jasmine. —Ella solo se limitó a mirarlo con la mente en blanco, Bastian se agitó impaciente ante su silencio—. Nunca he besado a nadie más que a ti.

En esa ocasión no pudo más que bufar ante esa ironía. Pues era ridículo y Bastian debía de considerarla muy tonta para pensar que se tragaría aquello.

—¿Acaso crees que soy estúpida, Bastian? ¿Vas a decirme que yo fui tu primer beso? —le instó de modo socarrón.

Las comisuras de sus labios se arquearon tenuemente, pero la sonrisa no llegó a los ojos que la enfrentaban.

—Fuiste el primer beso que di. —Jasmine enarcó una ceja suspicazmente, él se inclinó un tanto más hasta posar su boca junto a su oído—. Recibí muchos besos, Jasmine, no estoy negando eso. —Hizo una pausa, enviándole un estremecimiento por el cuello al momento en que suspiró junto a su piel—. Pero jamás he dado ninguno.

—¿Por qué...? —comenzó a preguntar, cuando el volvió a soplar junto a su oído.

—Tuve demasiados besos que nunca pedí, Jasmine —dijo en voz apenas audible, ella quiso apartarlo para mirarlo pero él se aferró a su hombro para que no lo moviera—. Decidí renunciar a ellos, decidí que si iba a besar a alguien sería porque así lo deseara —volvió a detenerse, tomando una profunda bocanada de aire—. Decidí que iba a disfrutar al menos una vez de ello.  

_______________________________

Lucas: Me apena decir esto, pero debemos ser honestos.

Neil: Sí, con todo esto de la mudanza. Jace se ha organizado tan mal que perdió la lista de dedicatorias.

Jace: ¡Oye! Yo no fui, Lucas está a cargo de la lista.

Lucas: No vale la pena discutir por quién estaba a cargo o quién se puso a aprender esgrima con el conde, usando la lista como espada improvisada. Lo que pasó, pasó y lo mejor es admitir que hemos fallado.

Neil a Jace: ¿Por qué se me hace que nos culpa a todos por algo que él hizo?

Lucas: El punto es que armaremos una nueva lista que será puesta en marcha según los comentarios que lleguen. Tratemos de ser ordenados, si nos van a mandar pedidos por IG asegúrense de que mandan su nombre de usuario.

Neil: Nenas solo digan que quieren de mí y se los daré ;) Por cierto, ¿qué conde ganó?

Jace: Fue empate técnico...

Iker: ¿En realidad hay gente que me compara con ese plebeyo?

Bastian: Soy tan conde como usted, Pembroke.

Iker: Permitame dudar de sus credenciales, milord.      

Lucas: ¡Bueno, basta! Comentarios para dedicatorias aquí, o sea justo aquí. Esperamos que hayan disfrutado del capítulo, Tammy pide que dejen su opinión al respecto y...

Neil: Quienes amen a Neil tendrán mayores posibilidades de recibir una dedicatoria 

Lucas: Puff... déjalo ya, Joyce.        

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro