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Las disculpas tienen su precio

Me dieron tanto amor tortuguil en el cap anterior que decidí dejarles otro y bueno... es algo largo. Así que sin más, gracias por sus tortugas de inspiración :D

Capítulo XVIII: Las disculpas tienen su precio

—¡Mi lady, Mi lady! —Jasmine dio un pequeño respingo cuando una mano la sacudió con poca suavidad del hombro—. Mi lady, despierte.

Parpadeó, entornando los ojos en un vago intento de enfocar la mirada. Una doncella sostenía un candelabro muy cerca de su rostro a su lado, lo cual le daba un aspecto entre siniestro y fantasmal. Volvió a parpadear con fuerza, hasta que finalmente las musarañas en su mente se aclararon y pudo poner algo de sentido a la situación.

—¿Laurie?

—Sí, mi lady, soy yo. —La joven movió la cabeza de forma apresurada, como necesitando reafirmar sus palabras con ese gesto—. Deprisa, mi lady, debe venir conmigo.

Sin darle tiempo a poner sus pensamientos en claro, la doncella se alejó hasta los pies de la cama para tomar su bata y abrirla en un pedido por demás elocuente. Jasmine soltó un suspiro entre dientes, liberándose de sus mantas para ir directo a refugiarse en el interior de la mullida prenda. De haber estado más despierta y coherente, quizás se hubiese planteado hacer algunas preguntas al respecto de todo aquello, pero su mente no parecía estar yendo al mismo ritmo que su cuerpo. Y Laurie no parecía dispuesta a darle tregua, pues al momento en que la vio cubierta, se alejó hacia la puerta llevándose consigo la única luz.

—¿Laurie?

—Por aquí, mi lady.

Jasmine siguió el sonido de su voz, hasta que se topó con la impaciente muchacha en el pasillo y sin mediar palabra de explicación, la doncella se dirigió con los pies en voladas hasta las escaleras principales. Esto era ridículo, pensó ella en un momento de claridad, ¿qué diantres pasaba en su casa?

—Laurie, dime qué está pasando —le exigió, sin dejar de avanzar detrás de la estela que dejaba la joven y su candelabro.

—Es lord Hastings, mi señora —informó ella, apenas dándole un breve vistazo.

Jasmine dio un pequeño traspié al oír una réplica tan simple y a la vez tan cargada de peso. Porque era evidente que la ansiedad en la voz de la chica no era fingida, lo que fuera que había ocurrido era grave e implicaba a Bastian.

Un ramalazo de culpa la atravesó en ese momento, haciendo que sus pies recorrieran el último piso a una velocidad inimaginable para cualquier dama. Laurie se mantuvo a su lado hasta que llegaron al recibidor, donde Jasmine vio a un número de personas desconocidas tratando de lidiar con el cuerpo casi inerte de un hombre. Ella supo que se trataba de Bastian al momento en que notó sus cabellos rubios despeinados y la casaca que llevaba más temprano hecha girones. ¿Qué había ocurrido?

—¡Por aquí! —La potente voz de Humphrey hizo que sus ojos volaran hacia él. En ese momento el mayordomo cerraba la puerta principal y le indicaba a los desconocidos que avanzaran hacia la escalera.

—¿Qué está pasando? —pidió saber, captando al instante la atención de todos los presentes.

Un hombre de cabello moreno y una altura considerable, el cual cargaba con el brazo derecho de Bastian y lo sostenía parcialmente por la cintura, fue el primero en reparar en su presencia.

—Le pido disculpas por esta intromisión, mi lady. —El desconocido inclinó la cabeza, logrando con ese simple movimiento que Bastian gimiera por lo bajo—. Soy el señor Greysson, su esposo necesita atención.

—Por supuesto. —Era estúpido que los estuviese deteniendo por explicaciones cuando claramente había cosas que apremiaban—. Por supuesto...

—Por aquí —indicó Humphrey apiadándose de su falta de reacción.

Los aludidos se movieron en bloque, tanto el señor Greysson como el otro hombre que sostenía a Bastian siguieron a Humphrey por las escaleras y una mujer, en la que ella apenas había reparado, los siguió de cerca sosteniendo con ella un paño manchado de sangre.

En cuanto llegaron a la habitación, los hombres recostaron a Bastian en el centro de la cama y la mujer procedió a sacarle las botas casi como si ese fuera su trabajo más habitual. Jasmine frunció el ceño, mirando a Humphrey brevemente.

—Haz que traigan toallas limpias y agua tibia.

El mayordomo asintió sin decir una palabra y ella lentamente se acercó a la cama para estudiar la situación. Notó que Bastian tenía la parte derecha del rostro hinchada y el cabello se le pegaba a la sien de donde brotaba sangre de forma constante.

—Mi lady. —Ella se obligó a apartar su vista de Bastian para observar al señor Greysson—. Considero que lord Hastings necesita un médico.

—¡De eso nada! —Ambos bajaron la vista hacia la cama, descubriendo que Bastian acababa de incorporarse sobre sus codos para protestar—. Es solo un corte.

El señor Greysson frunció el ceño, empujándolo nuevamente hacia su espalda.

—Íbamos a hacerlo atender en la taberna, pero él insistió en que lo trajéramos aquí.

—¿Qué ha ocurrido? —inquirió, viendo como el señor Greysson le quitaba el paño a la muchacha y lo presionaba contra la sien de su esposo.

—Se ha liado a puños con el hijo del barón Burnett —explicó en esa ocasión la chica, dejando las botas de Bastian en el suelo. A Jasmine le pareció que parecía más divertida que preocupada con toda la situación—. No fue una pelea justa, mi lady, aquel hombre estaba acompañado por otros dos. Y entre todos le atacaron al mismo tiempo, lord Bastian ha presentado buena batalla.

Desde la cama Bastian rió con suavidad, dando a entender que estaba muy al pendiente de la conversación a pesar de tener los ojos cerrados.

—Ha sido un infortunado suceso —añadió el señor Greysson, claramente mostrando más tacto que la joven moza.

—Fue bueno que el señor Greysson regresara —murmuró la chica, esbozando una reluciente sonrisa al hombre en cuestión—. Todo el mundo le ayudó a auxiliar a lord Bastian.

—Nunca había visto un espectáculo como ese —señaló el otro hombre presente, dándose una palmada en el muslo a modo de festejo—. Ese crío del demonio se merecía una buena tunda. —Jasmine supuso que se refería al hijo del barón y no a Bastian—. Lord Hastings le arrastró por media taberna, fue digno de aplausos.

—Nada me complace más que hacerte feliz, Mosby —apuntaló Bastian desde la cama, sonriendo también.

Tanto ella como el señor Greysson pusieron los ojos en blanco ante la actitud tan desenfadada que estaba mostrando para alguien en su estado.

—La próxima vez que vaya a iniciar una trifulca, milord, podría decirle a Su Gracia que lo acompañe —le aconsejó la muchacha, mirándolo desde el lateral de la cama con las manos en las caderas en una pose sugerente.

Bastian, como sintiendo el peso de su escrutinio, entreabrió los ojos para ofrecerle una traviesa sonrisa a la moza y ésta hinchó el pecho con orgullo al ser la destinataria de dicho gesto.

—No sé de parte de quién se pondría Owen, Jolene —señaló, deslizando por primera vez su atención hacia ella. Jasmine le mantuvo la mirada un instante, antes de volverse hacia el señor Greysson que acababa de incorporarse para tomar a Jolene del brazo y apartarla de la cama.

—Les agradezco mucho que lo hayan traído —les dijo tanto a él como al señor Mosby. Simplemente no se sentía capaz de ser amable con una mujer que claramente estaba intentando coquetear con su esposo en su presencia.

—Por supuesto, mi lady. —El señor Mosby sonrió de medio lado—. Lord Hastings es un cliente al que todos estimamos mucho, si necesita cualquier cosa no dude de buscarnos en el Flying Horse. —Se apuntó a sí mismo y luego a la muchacha—. Yo soy Mosby, trabajo en los establos, y ella es Jolene, una de las mozas, y somos amigos de Su Señoría.

—Amigos es una palabra demasiado grande, Mosby —lo acalló Bastian con humor. El aludido soltó una risotada tosca.

—Oh, ya cierre esa boca, milord. No vaya a querer iniciar otra pelea, no se le dan bien.

En ese punto hasta el señor Greysson tuvo que hacer un esfuerzo para disimular su risa.

—Me alegro que parezca más recuperado, milord —señaló el caballero, acercándose un paso hacia ella—. De todas formas, mi lady, debería hacer que un médico lo vea.

—Sí —aceptó ella, inclinando la cabeza ante la reverencia que el señor Greysson le ofreció.

—Si necesita cualquier cosa, esta es mi tarjeta. —El hombre se metió una mano en el pulcro chaleco, para luego entregarle un rectángulo blanco con unas líneas tipografiadas claras y concisas: "T. Greysson, Abogado" y al reverso tenía la dirección de su despacho. Volvió a hacerle una reverencia, al tiempo que unas doncellas ingresaban cargando toallas y agua para tratar la herida de Bastian. El señor Greysson, el señor Mosby y Jolene se despidieron de su esposo, cerrando la puerta tras de sí y dejándolos solos finalmente.

Bastian soltó un quejido al intentar sentarse y ella se apresuró a su lado para volver a tumbarlo, él simplemente presionó los dientes y gruñó una maldición.

—No, no, no me tumbes —le pidió con una voz que a ella se le hizo demasiado débil viniendo del hombre que segundo antes bromeaba con sus amigos.

—No puedes estar sentado... —Intentó tomarlo por los hombros, pero él se sacudió hasta liberarse. Jasmine masculló una palabrota, para luego dirigirse hasta la puerta y espiar el pasillo, donde sabía que se encontrarían sus empleados—. Alguien llame al doctor, ahora.

—Sí, mi lady —acató una de las doncellas con premura.

Jasmine volvió con Bastian, quien en ese momento intentaba quitarse la casaca con muy poco éxito.

—Deja que yo lo haga —ofreció, colocándose a su lado. Él cedió de mala gana, a lo cual ella se dispuso a desvestirlo con más prisa que tacto.

—¡Despacio, oye! —se quejó su esposo, dándole una mirada de reproche cuando logró quitarle la casaca.

—Disculpa, ¿preferirías que Jolene se encargue?

Bastian sacudió la cabeza, al tiempo que una sonrisita indolente curvaba sus labios. Jasmine presionó los dientes, tirando del bajo de la camisa para liberarla de sus pantalones.

—No es un buen momento para que te pongas celosa, florecilla.

—Deja de decir ridiculeces —lo acalló, notando súbitamente que la parte posterior de la camisa estaba aferrada a su piel sobre un enorme pegote de sangre. Jasmine pasó saliva al ver aquello, pero finalmente comenzó a quitar de apoco la prenda, sabiendo que no tendría agallas para hacerlo de un tirón—. Esto no se ve muy bien.

Él siseó cuando ella despegó otro tanto de tela.

—El jodido infeliz hundió una navaja en mi espalda —explicó, gimiendo al segundo en que retiró la última porción. Jasmine sintió en su propia piel el dolor que eso le había causado, pero no dijo nada—. Voy a matarlo... en cuanto tenga oportunidad, voy a matarlo.

—Calla —le espetó, tomando una de las toallas para presionarla sobre la herida más grande. Por lo menos era un corte de unos diez centímetros, lo que significaba que "el jodido infeliz" no solo le había clavado la navaja sino que había intentado hacer una incisión más larga—. Debes tumbarte sobre tu estómago, así podré presionarla mejor.

—Prefiero quedarme así —susurró con los dientes apretados con fuerza por mantener esa postura a medio acostar—. Algo cae por mi mejilla.

Ella elevó la mirada al instante, descubriendo que el trapo que había colocado el señor Greysson allí, se acababa de caer con los movimientos y una tira de sangre comenzaba a deslizarse por el lateral de su rostro. Jasmine tomó otra de las toallas y la presionó en el corte que tenía en la cabeza, haciendo un gran esfuerzo para no caerse sobre él en el proceso.

—Bastian, túmbate sobre tu estómago, no puedo alcanzarte de este modo. —Él se negó, incluso cuando Jasmine intentó empujarlo—. ¡No seas necio Bastian Hastings!

Él pareció no tomarse a bien el reclamo, pero a regañadientes terminó de girarse hasta que estuvo recostado boca abajo. Entonces Jasmine pudo colocar una de sus rodillas en la cama y equilibrar su cuerpo de modo de alcanzar ambos cortes. No podía evitar que sus ojos viajaran a las sábanas cubiertas de sangre, donde él yacía en actitud intranquila.

—El médico no debe tardar —dijo, a modo de llenar el súbito silencio.

—Ya te dije que no quiero un jodido médico.

—Sí te oí, pero como no estás teniendo ningún sentido he decidido no hacerte caso. —Él resopló algo muy similar a una risa, Jasmine aprovechó aquella sutil reacción para inclinarse un tanto y mirar su perfil—. Dime qué pasó en realidad, ¿por qué te has peleado con el hijo del barón?

Bastian entreabrió uno de sus ojos celestes, para observarla un segundo.

—No era mi intención pelear con él... —hizo una pausa, tragando con fuerza—. Encontré al barón en la taberna e intenté hablar con él para que le diera una oportunidad a tu plan, pero de algún modo terminé dándole la cabeza contra la mesa.

Jasmine abrió la boca, incapaz de ocultar su sorpresa.

—¿Le golpeaste? —preguntó, tratando de imaginarse aquella escena en su cabeza—. ¿Por qué?

—Fue algo desagradable —explicó de forma concisa—. El punto es que su hijo llegó en ese momento y me sorprendió por la espalda... podría haberle ganado, pero estaba acompañado de otros hombres para los que el término "pelea justa" no parece ser muy familiar.

Jasmine no sabía exactamente qué tan bueno era Bastian peleando, pero por lo que habían dicho el señor Mosby y la moza, no parecía que cargara con las mejores referencias. Recordaba incluso haber oído que era muy mal duelista, ¿no había un rumor sobre él recibiendo un disparo en el hombro por parte de un marido insultado?

—No deberías haberte metido a pelear —lo censuró frunciendo el ceño. ¿Y si aquellos hombres le hubiesen matado? ¿Y si el señor Greysson no llegaba a tiempo para auxiliarlo? ¿En qué había estado pensando Bastian?—. Al parecer todos coinciden en que no eres bueno en ello.

Bastian soltó una carcajada, haciendo temblar la cama con el movimiento y al momento rezongó al ser atravesado por un ramalazo de dolor.

—Tu tierna preocupación me corta el aliento, Jasmine.

—No estoy preocupada por ti, solo estoy mostrando algo de caridad cristiana.

Él se volvió un tanto para ofrecerle una mirada cargada de suspicacia. Aun con la mitad del rostro hinchado y sucio con sangre, Jasmine sintió un peso asentarse en su estómago al toparse con sus ojos. Era de no creerse, pero incluso así él seguía viéndose guapo.

—Arruiné las cosas con el barón... —musitó de forma repentina, sin apartarle la mirada—. Te pido disculpas por ello.

Jasmine se quedó muy quieta, sin saber exactamente cómo reaccionar ante sus palabras. Se había esperado literalmente cualquier cosa de él, pero no aquello, no una disculpa cuando en realidad no era su responsabilidad.

Sacudió la cabeza, mostrándose súbitamente interesada en correr el cabello ensangrentado que insistía en caer sobre la herida.

—No es necesario...

—Jasmine —comenzó a decir él, pero ella lo silenció elevando su índice un instante.

—No fue tu culpa —soltó de forma abrupta—. Y no eres tú el que debe disculparse. —Bastian enarcó una de sus cejas, Jasmine intentó sonreír muy a pesar de su vergüenza—. Yo... yo debo disculparme... el modo en que actué contigo no fue para nada adecuado. Es que estaba tan irritada, tan molesta con ese hombre horrible que... —Tomó una pequeña bocanada de aire para darse valor—. Solo quería culpar a alguien y tú estabas allí, el hecho de que fueras hombre tampoco ayudó. En ese momento solo quería odiar a todos los hombres por ser...

—¿Idiotas?

Jasmine no pudo ocultar una sonrisa.

—Idiotas podría calar —aceptó—. El asunto es que no debí dejarte allí, tampoco debí decir lo que dije... probablemente eres uno de los pocos hombres que no se merecía esos insultos. —Bastian parpadeó, claramente tomado con la guardia baja—. Dios sabe que no eres perfecto ni ningún modelo de persona, pero tú jamás has insultado mi inteligencia o has cuestionado alguna decisión mía por ser mujer. Tú... —Bajó la vista hacia su mano un instante—. Tú crees que soy capaz de lograr cosas... es una de los rasgos que más me gusta de ti.

—Yo... —susurró él de modo vacilante.

—No tienes que decir nada —lo cortó, tratando de sonar desenfadada—. Pero yo sí tenía que decirlo, ¿de acuerdo?

Su esposo asintió con suavidad, volviendo a dejar que sus parpados se cerraran.

—Acepto tus disculpas, Jasmine.

***

Jasmine observaba en silencio mientras el doctor Hartman descubría la herida en la espalda de Bastian y le echaba un vistazo. Aun cuando ella no había dejado de presionarla en todo el tiempo que habían esperado, en cuanto el doctor movió la toalla la sangre comenzó a brotar sin aparente esfuerzo. Ella volvió el rostro, posando su atención en los pies de la cama. No se consideraba una persona impresionable, pero tampoco tenía por costumbre ver ese tipo de heridas de tan cerca.

—Habrá que hacerle suturas, milord —anunció el doctor Hartman, llamando su atención.

Bastian murmuró algo, pero al tener la frente apretada contra la almohada sus palabras fueron ininteligibles. Ella vio que el doctor se disponía a trabajar, por lo que consideró más sabio retirarse a esperar en la sala que compartía con su esposo.

—Creo que... esperaré en la otra habitación. —Al segundo en que pronunció esas palabras, Bastian elevó la cabeza y la detuvo con una mirada que ella no supo interpretar.

—Quédate —le exigió con un leve toque de ansiedad en su voz. Jasmine enarcó ambas cejas, tratando inútilmente de entender el porqué de ese repentino interés por tenerla allí—. Jasmine... quédate.

—No sé si pueda ver esto, Bastian... —intentó razonar, pero entonces él comenzó a incorporarse y no le dejó más alternativas que acercarse a la cama para sostenerlo en su lugar—. ¿Qué haces?

Lo empujó de regreso hacia el colchón, mientras el doctor rebuscaba en su maletín las cosas necesarias para el procedimiento.

—Mira hacia otro lado —le indicó Bastian, acercándose a su oído para susurrarle sus siguientes palabras—. Si no te quedas no lo haré.

Ella se apartó un tanto entonces, para mirarlo a los ojos en busca de una explicación para su comportamiento. No entendía, simplemente no entendía por qué en el segundo en que sus miradas se encontraron, supo que no iba y no podía dejarlo solo. Asintió, tomándolo de la mano para ayudarlo a posicionarse de nuevo en la cama y finalmente le hizo un gesto al doctor Hartman para que procediera.

—Tendrá que beber esto para...

—No —lo cortó su esposo, sin abrir los ojos siquiera—. No lo necesito.

—El dolor...

—Lo soportaré —masculló el muy tozudo, volviendo a hablar por sobre el doctor. Hartman asintió sin discutir, tomó su hilo y aguja, y entonces comenzó a hacer las suturas.

Bastian apretó su mano con fuerza al momento en que la aguja se hundió en su piel, pero no exageró al decir que lo soportaría pues durante todo el proceso no emitió ni un quejido. El doctor Hartman trabajó en un metódico silencio, mientras Jasmine procuraba mirar a cualquier punto lejos de sus manos manchadas en sangre. Al cabo de unos tortuosos veinte minutos, el hombre anunció que la herida estaba cerrada y se puso a tratar el corte en su cabeza. Allí no hacían faltan suturas, pero de todos modos le colocó una gruesa venda en la cabeza y le aplicó un ungüento para la hinchazón de su ojo y mejilla. Para cuando terminó todo, eran casi las tres de la mañana y tanto Jasmine como Bastian estaban en silencio, apenas sosteniéndose despiertos.

—Pasaré mañana en la tarde para ver cómo avanza todo —les dijo el hombre, guardando sus utensilios en el maletín que siempre cargaba.

—Gracias por venir tan pronto, doctor.

—Por supuesto, mi lady, me alegra haber sido de ayuda.

Ella esbozó una cansada sonrisa, para luego acompañar al doctor hasta la puerta.

—Oye... —musitó un adormilado Bastian, ambos se volvieron para observarlo—. Gracias.

Hartman pareció realmente sorprendido por aquella simple palabra, pues se tomó al menos un par de segundos para darse por aludido.

—Eh... sí, por supuesto milord. No hay nada que agradecer. —Realizó una corta reverencia y luego la observó—. Conozco el camino, mi lady.

Jasmine volvió a darle las gracias, mientras un muy atento Humphrey esperaba al doctor en el pasillo junto a un puñado de sirvientes que parecían ansiosos por conocer cómo estaba la situación de su señor.

—Lord Hastings está bien —anunció ella de pie bajo el umbral—. Necesita descansar, pero va a recuperarse pronto.

Jasmine casi pudo jurar que escuchó un coro de aliviados suspiros, pero una parte de ella quiso convencerse de que había sido su imaginación. Después de todo, exceptuando algunos viejos empleados como Humphrey, la mayor parte del servicio no conocía a Bastian lo suficiente como para preocuparse tanto ¿o sí?

Sacudió la cabeza, dando algunas indicaciones para que cambiaran las sábanas de la cama y pusieran en un mínimo orden la habitación del convaleciente.

Pasó alrededor de otra hora hasta que ella pudo sentarse en una silla que habían colocado junto a la cama de Bastian y finalmente pensar en descansar. Pero aun cuando su cuerpo y su mente estaban completamente extenuados, el sueño parecía eludirla con una facilidad alarmante. Se removió en la silla una y otra vez, intentando inútilmente coger una posición cómoda.

Bastian bufó.

—Acuéstate aquí, mujer y deja de intentar domar esa silla.

—Pensé que dormías —musitó, agradecida de poder ocupar un lugar en la cama para su vigilia.

—Contigo tocando una sinfonía de chirridos, ¿quién podría?

Ella hizo una mueca al escucharlo, tomando una de las almohadas para recostarse sobre los cobertores y no obligarlo a moverse.

—Disculpa, pero no conseguía ponerme cómoda.

—Hmm...

Jasmine bostezó sonoramente, volviéndose lo suficiente como para observar su perfil. Él no había tenido más opciones que quedarse tumbado sobre su estómago, por lo que apenas si se le veía el rostro parcialmente hundido en la almohada de plumas.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Me haces una pregunta para hacerme una pregunta —susurró burlón, ella frunció el ceño guardando silencio—. Dime.

Jasmine se tomó un segundo para recorrer con su mirada los contornos visibles de su rostro amoratado, parecía muy doloroso pero Bastian no se quejaba; hablaba, gesticulaba y se movía casi como si no acusara factura de sus golpes.

—¿Esa mujer y tú...?

—¿Qué mujer? —la interrumpió con aire distraído.

—Jolene —apuntó ella, notando tardíamente el modo ominoso con que lo había pronunciado.

—¿Qué con ella?

—No te hagas el desentendido, sabes bien lo que estoy preguntando. —Bastian no respondió y por espacio de varios segundos, lo único que se oyó en la habitación fue la pesada respiración de su esposo—. No me importa si es el caso —añadió al ver que él no pensaba desdecirla—. Solo me preguntaba si ella es... tu nueva amante.

En ese instante Bastian abrió los ojos, escudriñándola de una manera que la hizo sentir como una niña tonta e insegura. ¿Realmente importaba si ella era su amante? ¿Qué necesidad había de ponerle rostro a cualquiera de las mujeres que invitaban a Bastian a su cama? Jasmine no podía responderse y eso la inquietaba más de lo que estuviese dispuesta a admitir.

—No es mi amante —le espetó entonces él de modo contundente—. No es mi amante y nunca lo ha sido.

—Me dio la impresión de que se conocían bastante bien.

—Nos conocemos bien —señaló, volviendo a cerrar los ojos con un corto suspiro—. Pero por extraño que parezca, ella siempre tuvo una especie de enamoramiento por Owen y nunca me ha prestado atención a mí. Al menos no la atención que estás pensando, somos amigos...

—¿Owen? —lo interrumpió sin reconocer el nombre.

—Su Gracia, Owen Hodges, marqués de Granby —explicó de forma ceremoniosa.

Jasmine se detuvo un segundo en ese nombre, tratando de recordar si le habían presentado alguna vez al marqués de Granby, pero llegó rápidamente a la conclusión de que ni el apellido ni el título le sonaban familiares.

—No creo conocerlo.

—No, florecilla, si lo conocieras estoy seguro de que lo recordarías. —A ella le fue imposible pasar por alto el tono de sarcástica burla que había utilizado, por lo que le ofreció una ácida mirada en respuesta. Bastian medio sonrió—. Él apenas si visita Inglaterra, prefiere pasar su tiempo en Escocia y las veces que decide venir aquí difícilmente lo hace para alternar en sociedad.

—Escocia —susurró Jasmine más para sí misma que para él, mientras un vago recuerdo tomaba lentamente forma en su cabeza. Las palabras de Bastian resonaron en su mente y lo recordó perfectamente mientras le contaba la historia de sus padres en la sala de música: "Mi padre se fue con su corazón roto a Escocia". Jasmine dudó, ¿podía ser posible? ¿Acaso lord Granby era aquel hombre?—. Tu padre... —dijo con un hilo de voz, esperando que él lo confirmara.

—¿Hm?

—Lord Granby, el hombre que se fue con su corazón roto a Escocia, es tu padre. —Bastian no le respondió, pero por el modo en que presionó la boca en un rictus, ella supo que estaba en lo cierto—. Tu padre es lord Granby.

Bastian elevó la cabeza hasta lograr una posición casi erguida y le ofreció una mirada cargada de recelo.

—No vuelvas a repetir eso, Jasmine —le espetó con voz afilada. Ella medio bufó, medio se rió por sus modos.

—¿Qué no lo repita? ¿Acaso no es verdad?

—Para lo que importa, no, no es verdad —sentenció, al parecer dando el tema por zanjado.

Jasmine aguardó hasta que él volvió a bajar la cabeza y entonces se colocó sobre su codo, para darle una aireada mirada.

—¿Acaso él no quiere que se sepa que eres su bastardo? —Los ojos de Bastian la fulminaron desde su posición, Jasmine enarcó una ceja con arrogancia—. ¿Siquiera hablas con él?

—No, Jasmine, no hablo con él porque está muerto. —Ella abrió la boca para disculparse por su falta de tacto, pero él cerró los ojos  dejándole claro que no quería escucharlo—. Y por el bien de su familia, nunca sugieras que estamos emparentados de ninguna forma ¿bien?

Asintió muy lentamente.

—Pero... entonces, ¿qué hay de ese tal Owen?

—Owen es el actual lord Granby —hizo una pausa como si estuviera pensando muy detenidamente lo que diría a continuación—. Es mi medio hermano si quieres la verdad, pero dentro de Inglaterra es un desconocido al que no tenemos permiso de nombrar, ¿de acuerdo?

Ella no entendía completamente el asunto, aunque por supuesto que era capaz de deducir en parte el motivo de mantener en secreto ese parentesco. Pues aun cuando el actual marqués llevase la sangre y apellido de lord Granby, técnicamente el primogénito debía de ser Bastian. Pero al mismo tiempo Bastian no había sido reconocido por Granby, lo había sido por el conde de Hastings. Intentar develar cualquier verdad entorno a la hermandad de lord Granby y su esposo, sería igual a poner en tela de juicio la legitimidad de ambos. Y aun cuando fuese imposible lograr que los hombres involucrados se desdijeran desde la tumba, un rumor como ese sería más que suficiente para destruir la reputación de cualquier familia.

Él no quería arruinarlos, evidentemente Bastian tenía el poder de hacer mucho daño a la familia de su padre, pero no lo haría.

—Te importan —musitó al notar que era así. Bastian entornó sus ojos celestes en su dirección—. Eso quiere decir que los conoces.

—Marion, Owen y Leinie son mi familia —soltó un suspiro bajo—, aun cuando no pueda estar con ellos.

Jasmine no supo qué responder, pues a pesar de haber perdido a sus padres siendo bastante joven, ella siempre había tenido a Theo a su lado. Su familia había tenido sus altibajos, por supuesto, pero nunca se había sentido sola. Siempre había tenido a quien acudir, simplemente no se podía imaginar tener que ir por la vida negando a las personas que más amaba.

—Es mejor que descanses —le dijo al cabo de varios minutos de silencio.

—No tengo sueño. —Ella lo espió por el rabillo del ojo, notando que lucía bastante despierto—. Tengo una idea.

—¿Qué cosa?

Él le envió una traviesa media sonrisa que hizo que su estómago se apretara de un modo completamente inapropiado.

—Antes mencionaste uno de los rasgos que más te gustan de mí. —Jasmine comenzó a sacudir la cabeza con vehemencia, pero él continuó hablando haciendo caso omiso de ella—: Eso me da a suponer que hay más de donde vino aquel, ¿o no?

—No tientes tu suerte —le espetó sintiendo como sus mejillas se calentaban de forma repentina. Bastian rió.

—Oh, vamos, Jas —la alentó, usando por primera vez el diminutivo de su nombre—. Hasta la fecha podía jurar que no había nada de mí que te agradara, es un descubrimiento que no puedo dejar sin más.

—Bastian...

—Por favor —la interrumpió frunciendo los labios sutilmente—. Dime qué te gusta de mí.

Todo.

Ella sacudió la cabeza ante ese inesperado pensamiento. Bastian golpeó suavemente su pie, trayéndola una vez más al presente y Jasmine luchó por borrar aquella palabra de su mente. Parpadeó en un intento por aclararse y elevó su mirada hacia la de él con lentitud.

—No voy a camelarte, Hastings, estoy segura de que no te hacen falta cumplidos de damas.

Él solo se limitó a torcer un tanto el rostro como para avasallarla aún más con esos ojos del infierno. Le sonrió.

—No quiero cumplidos de cualquier dama, Jasmine. —Extendió la mano que tenía más cerca de la de ella, hasta rozar de forma sutil sus dedos—. Quiero conocer la opinión de mi esposa.

—¿Por qué? —le arrojó con la desconfianza siempre latente.

—Porque... porque necesito saber desde dónde estamos partiendo.

—Tú y yo no estamos partiendo hacia ninguna parte.

Bastian presionó brevemente los labios.

—Al menos aclárame algo... —La miró con fijeza—. ¿Me odias?

—¿Eso qué importa?

—Importa —le espetó al instante—. Me importa mucho.

—Duérmete, Bastian.

—Solo dime —insistió, girando la mano hasta atrapar la suya por debajo. Jasmine observó un momento sus manos juntas y luego lo enfrentó con toda la intención de callarlo de una buena vez.

—No te odio —admitió con voz suave—. Pero eso no significa que sienta algún aprecio hacia tu persona.

Su esposo asintió de forma solemne, como si de algún modo se esperara su respuesta y entonces, finalmente, cerró sus ojos posicionándose mejor en la almohada. Jasmine hizo lo propio, volteándose un segundo para soplar la única vela que quedaba encendida en la mesilla a su lado y se dispuso a dormir.

—Puedo trabajar con eso —murmuró Bastian como una promesa hacia la oscuridad.

Al oírlo Jasmine no pudo evitar dar vuelta su mano hacia arriba, permitiendo que los dedos de Bastian se entrelazaran a los suyos y asintió a la nada, deseando creerle. 

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Neil: ¿Mmm... hola? ¿Queda alguien despierto?

Didi: Todos quedaron bastante cansados del viaje de hoy.

Neil: ¿Y qué pasa con la dedicatoria?

Didi (bostezando): Voto porque la reservemos para el siguiente capítulo, tengo sueño Neil.

Neil: También yo, pero no puedo solo irme a dormir sin dejarle algo a nuestras chicas.

Didi: Pues apresúrate entonces, anda. 

Neil: ¡Bien, rápido! Hagamos un concurso del mejor conde de Tammy.

Iker (abriendo un ojo): Claramente soy yo y el que lo ponga en duda se las verá con mi florín a doce...

Neil: Pasos al amanecer, sí, lo sabemos. De todos modos, veamos qué opinan nuestras fanáticas. Así que chicas, las que conocen a ambos condes pueden votar a continuación y el que gane hace la siguiente dedicatoria a una de las que lo haya votado ¿se entiende?

Didi: Te explicas tan bien, hermano. Entendí todo. 

Neil: Gracias! Si no conocen al otro conde, pues voten a lo que sus ojos los guíen. ¿Conde rubio o conde moreno? ¿Lord Hastings o Lord Pembroke? 

Didi: Yo diría más bien castaño, no moreno. 

Neil: Como sea, ahí les dejo unas fotos que les hicimos cuando nos visitaron aquí. ;)

Neil: Que empiecen los juegos de Neil! Y que la suerte esté siempre de su parte.

Didi: Ladrón de frases, eso es de otro libro.

Neil: Tú duerme y calla. 

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