La espera
Buuuuuenas! Ya volví de mis breves vacaciones y vengo con el anteúltimo capítulo de esta historia. ¿Se acuerdan que les dije que faltaba poco? Bueno, estamos a nada del final. Voy a ver si entra todo en un cap. y si no de última hago dos xD
Que lo disfruten. Este cap es para plantear la última interrogante de esta historia ^^
Capítulo XXVI: La espera
Los ojos de Jasmine se demoraron un segundo extra en el margen de su cuaderno, mientras intentaba descifrar las palabras garabateadas con velocidad y poco cuidado que allí había. Ella no había escrito aquello y por un segundo más que largo sintió la tentación de pasar sus dedos por esas ilegibles manchas de tinta, como si de alguna forma pudiera sentir el instante en que él las hubo escrito; súbitamente sacudió la cabeza y se forzó a mirar la hilera de números que llevaba la última media hora fingiendo analizar.
No iba a engañarse a sí misma diciéndose que estaba prestando atención, se había levantado temprano con el objetivo de repasar algunas cosas antes de su primera reunión con su abogado, pero no había hecho nada útil desde entonces. Llevaba dos días en Londres y no veía la hora de regresarse a Eythorne de un bandazo. Nunca habría esperado acostumbrarse realmente a su casa, pero extrañamente lo había hecho y era incapaz de no sentirse como una intrusa tomando dominio de la casa de Mayfair. Después de todo, aquel lugar le hablaba de Bastian en cada una de sus esquinas oscuras, en cada pasillo parcialmente en penumbras, en cada habitación de decoración austera y masculina. De algún modo, su esposo había logrado impregnar de su personalidad aquella casa de modo que Jasmine jamás se sintiera a gusto.
Soltó un cansado suspiro, al tiempo que un toquecito en la puerta la obligaba a abandonar sus pensamientos.
—Adelante —murmuró dándole paso al mayordomo. El señor Sallow entró completamente erguido y tieso como el arco de un violín, y ella tuvo que reprimir una sonrisa.
—Mi lady —dijo ofreciéndole una solemne reverencia, antes de tenderle una bandejita de plata con una tarjeta en el centro.
Jasmine correspondió el saludo tomando la tarjeta con algo de cautela, faltando diez minutos para las diez de la mañana le parecía bastante extraño que alguien estuviera haciendo visita social a horas tan tempranas. Se consideraba una completa descortesía, por no mencionar lo molesto que resultaba tener que atender a alguien cuando no se estaba preparado para dicha tarea. Soltó un bufido por lo bajo, echándole una mirada al nombre impreso en el pulcro cartón color marfil y entonces tuvo que mirarlo una vez más, convencida de que estaba viendo mal.
—¿Qué...? —susurró más para sí misma que para Sallow, algo que él no pareció interpretar de ese modo.
—Su Gracia pide tener una audiencia con usted, mi lady.
Ella parpadeó, alzando la mirada hacia el hombre.
—Sí —musitó ante lo evidente, forzándose a no rodar los ojos. Al parecer no importaba quién fuera ella, los hombres seguían con la necesidad de hablarle como si se tratara de una cría—. Hazlo pasar.
Sallow se inclinó en otra exagerada reverencia para luego salir del estudio en completo silencio. Jasmine apenas le prestó atención mientras jugueteaba con la tarjeta entre sus dedos, preguntándose qué podría querer él con ella. Ni siquiera se conocían, ni siquiera habían coincidido ni una vez en algún salón o evento.
Pero al segundo en que las puertas se abrieron para darle paso al hombre, cualquier pregunta huyó de la mente de Jasmine mientras ésta se veía demasiado ensimismada enfrentando aquellos ojos celestes; unos ojos tan familiares que la hicieron estremecer, unos ojos que la recorrieron rápidamente en una breve inspección y se quedaron con ella, apenas ocultando una sutil nota de hostilidad.
—Lady Hastings —saludó él, inclinando un tanto la cabeza con pretendida educación. Jasmine finalmente reaccionó ante el sonido de su voz ligeramente burlona y se puso de pie de forma abrupta, para luego reverenciarse ante su invitado.
—Su Gracia —respondió, dejando que años de una estricta educación dictaran sus movimientos. Caso contrario habría permanecido muda, observando aquel hombre que era una réplica exacta de su esposo.
—Le pido me disculpe por esta visita a horas tan impropias.
Ella elevó los ojos hasta encontrarse con los de él, notando que sus palabras decían algo que no se veía reflejado allí y Jasmine lo supo, ese hombre le estaba mintiendo. Probablemente estaba encantado de haberla tomado con la guardia baja, probablemente se debía de estar riendo a sus costas al haberla dejado estupefacta con su presencia.
—Pierda cuidado, mi casa siempre está abierta a nuevos amigos —musitó remarcando la última palabra con cierta ironía. Él esbozó una tentativa sonrisa, carente de cualquier rastro de simpatía.
—Miente —aseveró sin dudarlo—. Pero agradezco que lo haga en aras de las buenas maneras.
Jasmine tuvo que admitir que aquel hombre se parecía a Bastian mucho más que solo físicamente, pues era igual de impertinente. Aunque claro que había diferencias, advirtió tras una inspección más profunda, su esposo era más rubio que el marqués, quizás unos centímetros más bajo y sin duda no tan... macizo. Bastian estaba en forma, pero era más delgado y esbelto que el hombre frente a ella, el cual llenaba su chaqueta azul de perfecto corte con unos hombros anchos y unos brazos que se veían acostumbrados a trabajos pesados. ¿Qué clase de vida llevaría él? Se preguntó apenas sin darse cuenta.
—Por favor, tome asiento —le indicó cuando el silencio se extendió entre ambos como un frío acompañante.
El marqués asintió con suavidad, para luego ocupar el lugar libre frente a su escritorio y tras demorarse unos segundos en acomodar su cuerpo en la silla tapizada, volvió sus cristalinos ojos hacia ella. Jasmine tomó asiento en su sillón, estudiándolo. Era idéntico a Bastian, incluso aunque ella no supiera la historia detrás de ambos apellidos, solo le bastaría verlos medio segundo para saber que ellos eran familia. Familia cercana.
—No pretendo robarle mucho tiempo.
—Perfecto, porque estoy con los minutos contados —admitió sin ánimos de andarse con rodeos. El marqués claramente no lo estaba haciendo y ella no podía hacerse a una idea del motivo de que se mostrara renuente a su presencia, cuando había sido él quien había llamado a su puerta—. ¿Qué lo trae por aquí, lord Granby?
Una nueva sonrisita burlona volvió a tirar de los labios del caballero, dejando aún más evidente su desagrado hacia su persona.
—Creo que usted sabe bien quién soy, así que no veo necesidad de irme en explicaciones. —Ella asintió sin interrumpirlo. Lo quería fuera de su casa cuanto antes, lo que menos necesitaba ese día era un recordatorio de carne y hueso del traidor de su esposo—. He venido aquí para entregarle esto... —Metiendo una mano dentro de su chaleco, el marqués extrajo un papel doblado pulcramente y luego lo colocó en el centro del escritorio como una oferta de paz. Jasmine vaciló un instante antes de inclinarse para tomarlo y comenzar a leer mientras él seguía hablando—. Como podrá ver lady Hastings, en ese papel mi abogado deja asentado el traspaso de cinco mil libras a su cuenta, lo cual cubre el costo de la casa adquirida en St. James, las joyas y cualquier otro inconveniente que mi hermano pudo haberle causado.
Jasmine abrió la boca con la intención de replicar, pero era incapaz de dejar de ver esa exuberante suma de la que se la nombraba propietaria. Finalmente tras varios intentos fallidos, logró depositar el papel sobre la mesa y devolverle el escrutinio al hombre que aguardaba estoico frente a ella.
—Es... —comenzó a decir, forzándose a pasar saliva por su garganta repentinamente seca—. ¿Es una broma?
El marqués frunció ligeramente el ceño.
—No bromeo jamás cuando se trata de dinero, mi lady.
Jasmine le respondió con un sarcástico bufido.
—¿Así que va por ahí cubriendo las indiscreciones de Bastian? —Granby fue a responder, pero ella lo detuvo poniéndose de pie para empujar el papel hacia su lado de la mesa—. No venga a mi casa a insultarme con su dinero, milord. Su caridad no es bien recibida.
Él sacudió la cabeza, abotonándose la chaqueta al tiempo que se incorporaba también.
—Mi caridad no tiene nada que ver en este asunto.
—No quiero su dinero —repitió, en caso de que la primera vez no hubiese sido lo bastante clara—. No sé por qué está aquí, o por qué piensa que esto de algún modo sirve de algo pero...
—Estoy aquí por pedido de Bastian —la cortó, mirándola con evidente recelo—. Le hago un favor a mi hermano.
—¿Pagando su deuda? —le increpó alzando las cejas—. ¿Se supone que usted me da dinero y yo olvido que él tiene una puta?
El rostro del marqués se crispó ante su vocabulario, pero maldito fuera si iba a hacerla sentir avergonzada por la vida licenciosa de su hermano. Ella no había hecho nada para sentir pena.
—Si mal no entendí, su acuerdo con Bastian especifica en alguna parte que él puede tener tantas amantes como quiera, ¿o me equivoco? —Jasmine no respondió, él sonrió con sorna—. Entonces estamos de acuerdo con eso... usted quería la casa y un heredero, él se quedaba lejos y con quien quisiera. Dado que eso forma parte de su contrato, no veo por qué le aflige tanto que él hiciera lo que usted le pidió. —Cuando ella abrió la boca para responder, el marqués la detuvo alzando una mano—. No me importan los detalles, ahórreselos. El siguiente punto fuerte de su contrato era el hecho de que Bastian viviría del dinero que produjera la finca y sin embargo aquí estamos...
—No lo entiendo —musitó sin saber cómo explicarle, cómo explicarse a sí misma que había permitido que las cosas cambiaran. Que había esperado más de Bastian y él la había defraudado.
—Esa "caridad" de la que me acusa, mi lady, no es mía. —Jasmine sacudió la cabeza aún más perdida, logrando que Granby la mirara por primera vez con una sutil nota de comprensión—. El dinero es de Bastian, él me pidió que se lo diera y eso es lo que hago, yo no soy más que el mensajero.
—¿Intenta verme la cara de estúpida? —Como toda respuesta él enarcó elegantemente una ceja rubia—. Bastian no tiene un penique, ¿de dónde sacaría cinco mil libras?
El marqués chasqueó la lengua, al parecer no muy contento con su papel de mensajero.
—Bastian es más rico de lo que usted piensa. —Hizo una pausa, echando una mirada ausente hacia la ventana como si anhelara algo lejano—. Verá... mi padre, bendito fuera por morirse, era básicamente un niño tonto, vivía en un mundo de fantasía hecho a la altura de sus caprichos. Para él no había cosa mala o problema del cual no pudiera reírse luego, siempre veía el vaso a medio llenar y escapaba de todo lo que podría suponerle una aflicción. Pero hay que darle crédito al desgraciado, tenía un ojo fino para las inversiones y un sentido de la justicia que yo creo muerto en la mayoría de las personas.
—¿Qué tiene eso que ver con Bastian?
El marqués estiró los labios en una mueca.
—Bastian era el mayor punto de aflicción de mi padre, la única persona que lo hería y lo hacía feliz al mismo tiempo. En los últimos años de su vida, el viejo solo se dedicó a pensar el modo de asegurar la vida de Bastian. —Granby se encogió de hombros con cierta indiferencia—. Así que le dejó una herencia lo bastante cuantiosa como para que Bastian nunca necesitara mover un dedo. Una suma que podía competir en equidad con la herencia de sus hijos legítimos.
—¿Y dónde está ese dinero? —inquirió escéptica. ¿Podría ser que su esposo le dijera la verdad sobre la herencia escondida en el ático? No, se dijo al instante, ella sabía que esa vez había estado jugando.
—Ese dinero está protegido —respondió el hombre, escueto. Jasmine lo miró con desconfianza.
—Me dice que mi esposo es rico, pero yo lo conocí bastante pobre y asediado por las deudas.
Granby chasqueó la lengua.
—Mi padre puso algunas condiciones para que Bastian pudiera acceder al dinero, una de esas condiciones era que él no gastara ni un penique para pagar las deudas del conde o para levantar la finca.
—¿Por qué?
—Porque se suponía que él no iba a heredar nada de eso.
—¿A qué se refiere?
El marqués suspiró pesadamente, colocándose las manos en las caderas con lo que sus hombros parecieron incluso más anchos y amenazadores que antes.
—Bastian debía renunciar al título y a las posesiones que venían atadas a él, entonces sería libre de heredar el fideicomiso que mi padre le legó. —Jasmine jadeó ante esa información, era lo último que se habría esperado—. El plan era bastante simple, una vez que el conde muriera Bastian tendría que rechazar la herencia y entonces el condado de Hastings habría ido a parar a la corona, sin posibilidades de que se perpetuara el linaje. Bastian sería nombrado legalmente como hijo de lord Granby y si bien no podría gozar de tener un título, sería rico y libre de iniciar su vida donde quisiera. Lejos de este sitio infernal. —La animadversión volvió a cubrir sus bellos ojos celestes—. Extrañamente cuando el conde murió Bastian no rechazó el título, se convirtió en conde, se casó con usted, tuvo un heredero y se mudó a la casa que juró reducir a cenizas.
Al oír aquellas veladas recriminaciones, Jasmine lo comprendió todo. La dureza en los modos de Granby, la mirada que rayaba en el odio; él pensaba que ella era la responsable.
—¿Piensa que Bastian no siguió el plan de su padre por mí?
Él elevó las cejas, elocuentemente.
—Se casó con usted, ¿no es así?
—Así es pero él ya era conde cuando yo lo conocí, le puedo asegurar que él no renunció a la herencia del marqués por mi causa. —Granby la observó con suspicacia—. Bastian y yo llevamos dos años casados, ¿hace cuánto murió el conde?
—Cinco años.
—Pues yo me encontré a Bastian solo unos meses antes de que nos casáramos, antes no lo había visto nunca en mi vida.
—Usted podría estar mintiendo.
—Y usted podría dejar de ser tan obtuso. —El marqués dio un muy ligero respingo frente a sus palabras—. Lamento decepcionarlo, pero sea cual sea el motivo... no fui yo.
El rostro del hombre se ensombreció, pero por una vez no pareció que su molestia fuera dirigida a ella.
—Simplemente no lo entiendo —masculló pasado unos segundos de silencio, Jasmine negó sin saber qué responderle. Ella entendía incluso menos que él, acababa de enterarse que su esposo era un rico heredero y que estaba dándole parte de su fortuna a modo de cubrir el gasto que había hecho no solo un hueco a su cuenta bancaria, sino también a su corazón. En ese momento lo odió, lo odió por no tener el valor de presentarse ante ella y explicarle esas cosas, lo odió por permitirle que se enterara de algo tan importante de boca de un completo desconocido—. Él iba a mudarse a Escocia, iba a casarse con alguna dama del pueblo, iba a tener algunos niños y con suerte iba a olvidarse de su vida aquí.
Jasmine hizo una mueca frente a ese ficticio escenario, siendo súbitamente consciente de que le molestaba sobremanera que el marqués desdeñara lo que ellos habían logrado. Seguramente la suya no era la pareja ideal o la vida que le habían imaginado, pero era su vida. Su familia.
—En ese punto no lamento decepcionarlo —le espetó cruzándose de brazos.
Granby sonrió, una sonrisa real que iluminó su rostro y le confirió cierto aire juvenil a sus rasgos duros.
—Es usted una dama algo inflexible, ¿no es así?
—Soy una dama consciente de lo que tiene y de lo que le ha costado conseguirlo, soy una dama orgullosa de ello.
—Me alegro saberlo. —Ella no dudó de que esa vez decía la verdad—. Francamente no entiendo por qué Bastian se casó con usted, o por qué aceptó las disparatadas condiciones de su contrato nupcial... pero de algún modo puedo ver que usted le importa.
Jasmine parpadeó, inesperadamente queriendo creer aquello.
—A Bastian solo le importa él mismo y sus necesidades primarias, beber, comer y fornicar.
—Y el piano —añadió él con cierto toque de humor. Jasmine sacudió la cabeza sin ánimos de bromear con aquello. Granby soltó un suspiro, dando un paso hacia adelante hasta que su mano rozó el borde de su escritorio—. En todo el tiempo que conozco a Bastian, puedo decirle que buena parte de lo que usted señala es cierto. Él se interesa mayoritariamente por sí mismo, pero una vez más aquí estoy enviado por mi hermano para devolverle un dinero que según su contrato él estaba en libertad de usar como se le antojase.
—¿Qué con eso? —inquirió de regreso.
—Él está intentando enmendar su error, mi lady.
—Él tendría que haber sido honesto, milord —replicó sin dar su brazo a torcer.
—Él está buscando su perdón —insistió el marqués.
—Él sabe dónde encontrarme —musitó, odiando el modo en que su voz vibró presa del dolor que aún la embargaba.
—Usted no entiende —dijo él al cabo de un instante de mutuo escrutinio—. Solo una persona con verdadero valor, puede intentar ofrecer una disculpa a otro cuando nunca nadie se tomó la molestia de disculparse con él.
—¿Eso qué significa?
—Significa que quien ha vivido en el infierno, rara vez se siente digno de andar entre los ángeles.
***
Owen bostezó mientras se deslizaba la camisa por la cabeza y la lanzaba a una silla cercana, en ese segundo la puerta a sus espaldas se abrió de sopetón y él no se sorprendió al notar que no era su ayuda de cámara el que había irrumpido.
—Golpear —masculló, sin volverse—. Es una acción que requiere cerrar la mano en un puño y ejercer algo de fuerza...
—Contra una superficie —completó Bastian de mala gana—. Conozco el proceso, pasé varios años siendo la superficie.
Owen frunció el ceño ante lo que subyacía tras esas palabras. No era un secreto que el conde había hecho de golpear a Bastian uno de sus deportes favoritos, pero nunca dejaba de cabrearlo oír a su hermano evocar esos recuerdos con tanta naturalidad. Casi como si una parte de él pensase que se merecía aquellos maltratos.
—Hablé con ella —informó con ánimos de enfocarlo en otra cosa. Bastian se acercó para mirarlo con curiosidad.
—¿Aceptó el dinero?
—A regañadientes. —Su hermano sonrió, pero él no fue capaz de corresponderle—. Sigue molesta contigo.
—No esperaba lo contrario, pero que aceptase el dinero es un buen primer paso. —Bastian alzó las cejas, expectante—. ¿Descubriste algo?
Él se encogió de hombros, sin estar seguro de si debía o no fomentar aquel matrimonio. Jasmine no le había parecido una mala persona, en realidad tenía la cabeza bien firme sobre sus hombros, parecía sensata y comedida, pero no conocía a Bastian. Al menos no por completo.
—Me ha presentado a tu hijo.
—¿Conociste a Junior? —Él parecía genuinamente sorprendido por ello. Y Owen lo había estado también, en el momento en que ella le invitó a tomar un té y pidió por el niño a una empleada, las cosas se relajaron bastante entre ellos. Owen había tenido una buena oportunidad para sondear a la mujer, para conocerla y ver qué tanto se interesaba por Bastian.
—Es un niño muy agradable, Bastian, debes estar orgulloso de él. —Su hermano asintió sin dudarlo y Owen supo que no estaría bien consigo mismo si obstaculizaba de algún modo aquella relación. Para bien o para mal ellos se habían casado, el niño había nacido y el condado seguiría su natural curso. Estaba hecho muy a pesar de los deseos de su padre y el viejo ya no estaba allí para intentar controlar la vida de Bastian, su hermano había tomado sus propias decisiones—. En fin... —suspiró, sabiendo que él también había tomado las suyas—. Creo que descubrí algo que puede llegar a ayudarte.
—¿Qué cosa?
—Vi que ella tenía entre sus cartas una invitación para este viernes a la fiesta de una tal señora Geoffrey, ¿le conoces?
—Apenas —admitió Bastian frunciendo el ceño en gesto pensativo—. Era su dama de compañía.
—Bueno, podemos ver si ella confirmó su asistencia a la fiesta y...
—No tengo invitación —lo interrumpió él con un gruñido molesto—. Jasmine jamás confirmaría asistencia por ambos, en caso de que la mujer me hubiese invitado. Lo cual dudo mucho.
Owen le dio una palmada en el hombro.
—Cálmate, hermano, ¿te olvidas quién soy?
—¿El marqués maldito? —instó medio en broma, llamándolo con ese condenado mote con que lo habían bautizado en los salones londinenses. Owen rodó los ojos, maldito o no seguía siendo el dueño de una de las mayores fortunas de Gran Bretaña, eso inspiraba respeto.
—No, idiota, soy el único amigo de tu cuñado.
—Arwik jamás me ayudaría, me odia.
Él rió frente a su dramatismo.
—Ya, pero me debe un favor. —Volvió a palmearle el hombro—. Tú solo prepara tu mejor discurso de conquista para el viernes, yo me aseguraré de que tengas una invitación a esa fiesta.
—¿Seguro? —preguntó él con suspicacia. Owen asintió firmemente.
—Sí, lo haré. Pero ahora lárgate de mi habitación antes de que empiece a reconsiderar ayudarte.
Bastian soltó una carcajada, la primera carcajada en días y luego se dio la vuelta saliendo de su cuarto. Owen se mantuvo observando la puerta un largo instante, esperando estar obrando correctamente. Solo podía esperar que Jasmine fuera la persona que él había vislumbrado durante su charla, solo podía esperar que ella tuviera la fuerza para restaurar un corazón que había sido maltratado, golpeado y humillado de todos los modos posibles. Solo podía esperar.
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Dado que los chicos volvieron cansados del viaje, los mandé a dormir temprano hoy. Igual les mandan saludos como de costumbre xD
Bueno quedó planteada la pregunta, no? Ahora solo queda ver qué hace Bastian para ganar el perdón de Jas y conocer el motivo por el que aceptó convertirse en conde. ¿Teorías?
Hace mucho nos les pregunto esto pero ¿ya les cae mejor el muchacho? ¿Me lo perdonarían ustedes?
Y lo más importante, próxima historia a quién quieren de protagonista ¿Theo? ¿Owen? O ¿Ihan? Tengo una historia para cada uno, ¿les interesarían leerlas? ¿Sigo con histórica un poco más?
Saludotes, gracias a cualquiera que responda mis preguntas. Y más gracias a cualquiera que se tomó la molestia de llegar a este punto de la historia, estamos a nada, nadita del final. :D
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