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La curiosidad duele

¡Hola! En unas dos horas me voy de viaje unos días, así que decidí dejarles un cap para que discutan más sobre si queremos o no a Bastian jaja Me alegro que despierte distintas reacciones, también me alegro que les esté gustando la historia, para mí es un gusto xD 

En fin, disfruten el cap :D

Capítulo V: La curiosidad duele

Bastian oyó un carraspeo a sus espaldas y muy lentamente volvió la mirada con gesto cansino. No que en realidad necesitase comprobar a su compañero, había sido su escolta infaltable durante los últimos cuatro días y no podía decir que ese tiempo hubiese servido para limar asperezas entre ellos. A decir verdad, él podía jurar que el señor Wyatt lo miraba con más desaprobación que el primer día en que se habían cruzado. Aunque Bastian sabía que eso no era posible, ese sujeto no poseía más que una mirada para evidenciar lo mucho que odiaba y amaba su trabajo de escolta. Y siempre había sido la misma.

Él no era estúpido, sabía que el duque mandaba a su ayuda de cámara —con complexión de ropero— a perseguirlo por todo Kent con el propósito de frustrar cualquier asunto que pudiera traerse entre manos. Pero esa noche en particular había creído que se libraría finalmente del odioso hombretón, y no pudo estar más equivocado. En el lapso de una distracción estúpida, Wyatt se apareció a sus espaldas montado en su castrado como todas las veces anteriores, mirándolo con una censuradora ceja en lo alto. Bastian supo entonces que eso sería lo más lejos que llegaría esa noche. El hombre aquel no le advertía con palabras, jamás abría la boca para detenerlo o aconsejarlo sobre su proceder; él sólo lo miraba como diciéndole: "te veo, hazlo y se lo diré al duque".

—Es una bonita noche para pasear, ¿no? —le preguntó, jalando de las riendas de Brutus para moverlo en círculos alrededor del caballo del otro hombre. El señor Wyatt asintió con brusquedad, no dejándose intimidar por su actitud—. Brutus disfruta de los paseos nocturnos.

—No me caben dudas, milord. —Habían tenido mucho de esas salidas a altas horas de la noche últimamente. Bastian esperaba agarrar al sujeto con la guardia baja, escapar por algún escondrijo de la mansión y no regresar hasta que estuviera satisfecho consigo mismo.

Pero esa al parecer tampoco sería su gran noche.

Con un suspiro echó una nostálgica mirada al burdel que se adivinaba calle abajo y luego giró el caballo en la dirección contraria. Él nunca había caído tan bajo como para buscar placer en las putas del burdel del muelle, pero tras cuatro interminables días de sobriedad y celibato, en realidad no estaba para ponerse con remilgos.

—Dígame algo, señor Wyatt —le espetó conforme se dirigían en un suave trote a Eythorne—. Exactamente, ¿cuánto le paga el duque por ser mi sombra? —El hombre no respondió y él lo observó de soslayo, midiendo su reacción—. Estoy dispuesto a darle el doble si desvía la mirada por diez minutos.

—Mucho me temo, milord —hizo un marcado énfasis en esa palabra, como si dudara del valor de la misma aplicada a Bastian—, que mi mirada sólo obedece órdenes del duque.

—Bueno... que aburrido —masculló, irritado. No era la primera vez que intentaba sobornarlo y tampoco sería la última. Todo resultaría más tentador si al menos tuviese algo que ofrecerle, algo más que su palabra de caballero pobre y cuestionable reputación.

Una parte de él quería espolear su caballo con fuerza, girar en redondo e ir al galope hasta Deal sin volver la vista atrás. No sería la primera vez, se dijo para sus adentros. Después de todo, sabía que allí encontraría no sólo buenos licores sino también camas calientes y compañeras más que dispuestas a cansarlo. Huir en esa dirección era una terrible tentación, pero no era momento.

Le había prometido a Jasmine dos semanas de tortuosa convivencia y le daría dos semanas. Joder, no necesitaba beber para pasar dos semanas. Él no era como el viejo conde, él nunca había tenido nada que ver con ese hombre y ciertamente no iba a comenzar a emularlo en ese aspecto. Había detestado la sensación de pensar que ella podía estar en lo cierto, que él podía terminar del mismo modo.

No que le importase morir, eso ocurriría tarde o temprano, le molestaba la idea de hacerlo igual que aquel asqueroso ser humano. Sacudió la cabeza apartando cualquier pensamiento relacionado con la bebida. No necesitaba beber. No lo necesitaba.

Ahora el sexo era un tema completamente diferente.

— ¿Milord?

Bastian alzó la vista ante el llamado, notando súbitamente que se había quedado quieto en medio del camino. Wyatt le observó con gesto interrogante, pero él se limitó a azuzar su caballo y pasar al galope junto al confuso ayuda de cámara. A cada segundo se le hacía más difícil distraer su mente, necesitaba enfocarse en algo y con urgencia. O sobornar al señor Wyatt sería la cosa más respetable que haría allí.

***

Humphrey intentó convencerlo de unirse a su "familia" en el comedor para tomar la cena, pero Bastian declinó la honorable oportunidad de ver la cara de Theo regodeándose por su precipitado regreso a casa y comenzó a dirigirse a sus aposentos.

— ¿Hago que le suban una bandeja, milord?

Él se detuvo a los pies de la escalera ponderando esa opción, había tomado todas sus comidas en su habitación desde que estaba allí, pero en todo ese día no había conseguido despertar su apetito y le fastidiaba la idea de que la cena corriera con la misma infortunada suerte que el desayuno y el almuerzo.

—No —respondió, taciturno. Podía ser un derrochador en varios aspectos, pero no le gustaba tirar la comida y últimamente lo único que podía hacer era mirarla, incapaz de sentirse tentado por sus dulces aromas.

¿Qué estaba pasando con él?

Una vez en sus habitaciones recorrió la sala que en teoría compartía con su esposa y observó de forma ausente la puerta de comunicación; sólo había una tosca superficie de madera entre él y su condesa. Pero ella no lo quería allí, se lo había dejado bastante claro y aunque rara vez Bastian obedecía a alguien, en esa ocasión prefirió no llevarle la contra. ¿Con qué objeto? Se preguntó. Pelear con Jasmine era estimulante, pero había cosas mucho más placenteras que ambos solían hacerse.

Sonrió ante el recuerdo, aunque la sonrisa no demoró mucho en esfumarse. Ella no le había vuelto a dirigir la palabra luego de su pequeño encuentro en la sala de música y él tampoco hizo grandes esfuerzos por ganarse su favor. Ignorarse mutuamente se les daba bastante bien a los dos, pero sabía que eso no iba a servir de mucho para perpetuar su mentira frente al duque. Repentinamente Bastian notó como la mano que apoyaba sobre la repisa de la chimenea le temblaba un poco y la apartó con brusquedad, clavando sus ojos en sus dedos. Por unos segundos nada ocurrió y casi se convenció de que aquel temblor había sido producto de su imaginación, fue a apoyarse una vez más cuando su pulso pareció tambalearse errante como una boya atrapada por una correntada. Se miró la mano intentando ordenarle que parara, pero extrañamente parecía formar parte de otro cuerpo.

— ¡Basta! —exclamó, al tiempo que cerraba su puño y lo estrellaba fuertemente contra la madera de la repisa. Sus nudillos acusaron el golpe al instante, mas su mente apenas si lo registró.

Eso no podía ser normal. Definitivamente algo estaba pasando con él y no estaba listo para ir sobre ello aún.

Agradeció internamente los sonidos de puertas cerrándose, pasos y voces que le llegaron desde la habitación contigua, ya que fueron lo bastante fuertes como para distraerlo y brindarle una opción de escape. Sin detenerse a pensarlo siquiera, Bastian se dirigió a grandes zancadas hacia la puerta de comunicación y la abrió de un tirón, atrapando a los ocupantes completamente distraídos. Jasmine elevó la mirada en su dirección, al tiempo que dejaba al pequeño en el centro de la gran cama femenina que reinaba en su cuarto. Todo en ese lugar era vomitivamente femenino. Las paredes eran de colores pasteles o algo similar, decoradas con cursis cuadros de praderas con escenas sacadas de una idealista cabecilla, amante de los romances bucólicos. En realidad él nunca había encontrado mucha concordancia entre el gusto de su esposa y su personalidad. Ella era todo menos cursi o romántica, él hasta se atrevería a decir que era una máquina que se calibraba a sí misma todas las noches.

Sus miradas se trabaron por el lapso de un interminable minuto, hasta que ella retrocedió primero y se alejó de la cama. Bastian esperó a que le dijera que se marchara, pero Jasmine sólo se limitó a sacarse la bata y a doblarla meticulosamente antes de colocarla sobre su cómoda. Frente a la tácita aceptación de su presencia en el cuarto, Bastian se acercó a la cama y observó al crío que agitaba piernitas y bracitos como una tortuga intentando voltearse. Se recostó a su lado, mirándole de soslayo y el niño lo imitó, clavando en él un par de ojos que se le hicieron demasiado familiares.

Realmente era idéntico a él, pobre crío.

El niño extendió uno de sus húmedos puñitos en su dirección y él se lo estrechó entre dos de sus dedos, solemnemente.

—Lord Bastian Hastings, un gusto conocerle. —El bebé emitió un sonido poco claro, algo similar a una risilla o un balbuceo típico de los de su clase y él le frunció el ceño en respuesta, provocándole una sonrisa. Criatura extraña.

En ese momento Jasmine tomó asiento en el otro extremo de la cama y tras acomodar un buen montón de almohadas contra el respaldar, tomó al niño en brazos para luego bajar el lado derecho de su camisón y dejar uno de sus pechos al descubierto. Bastian siguió la secuencia con estudiada calma, mientras veía como el niño se alborotaba y se lanzaba como un poseso a perseguir el pezón de su madre con la boca abierta. Oh, sí, él podía entender ese tipo de necesidades.

—Calma —le urgió ella, guiando la cabecita del crío hasta que esté conectó con su fuente de alimento. Él pudo jurar que oyó como ambos suspiraban.

Pasado varios minutos en donde sólo se escuchaba la respiración de los tres y el continuo sonido de succión que emitía el bebé, Bastian giró el rostro hacia ellos.

— ¿Eso no te duele? —Jasmine elevó ambas cejas de modo interrogante y él le señaló con su cabeza al crío que estaba colgado de ella como una pequeña sanguijuela. Su esposa negó.

—Es un tanto incómodo —admitió, acariciando el cabello rubio del bebé—, pero terminas por acostumbrarte. Además... he soportado dolores más intensos.

Al escuchar eso Bastian apartó de inmediato, los ojos del niño encontrándose con los de Jasmine fijos en él. El recuerdo de su boca ocupando aquel lugar destelló en su mente de forma repentina, mientras veía con claridad el modo en que sus manos apretaban sus pequeños pechos y sus dientes se cerraban entorno al sensible pezón. Ella arqueándose debajo de su cuerpo, gimiendo y jalándole el cabello con una pasión que nada tenía que ver con la máquina que siempre aparentaba ser.

No, Jasmine nunca había sido indiferente en la cama. Tímida, quizá. Inexperta, sin duda. Pero sabía cómo compensar cualquiera de sus carencias y en aquel entonces había resultado ser la alumna ideal, dispuesta a aprender a dar tanto como recibir.

—No tan intensos —replicó, sin apartarle la mirada. Las mejillas de su esposa se cubrieron de un sutil sonrojo y entonces desvió su atención hacia el niño.

—Bastante intensos.

Él se aclaró la garganta, instándola a mirarlo pero ella no le hizo caso. Bastian sintió la urgencia de arrastrarse hasta donde ella estaba, cogerla por la barbilla y forzar a sus esquivos ojos café a plantarle cara. Pero sabía que eso no era una posibilidad, le había prometido no tocarla al menos que ella así lo quisiera. Y la parte más cínica de él no podía negar que sería facilísimo tentarla, Jasmine era una mujer apasionada. Quizá él no le gustaba como persona, quizá lo mataría si tuviese la oportunidad, pero ella seguía siendo la misma dama reprimida que se había presentado ante él con un plan completamente descabellado.

En aquel entonces Bastian no sólo había visto su posibilidad de saldar todas sus deudas, sino que había visto en los ojos de Jasmine la curiosidad por explorar más allá del limitado mundo de privilegios en el que había nacido. Era la hija de un duque, había sido tratada siempre con la deferencia propia para alguien de su clase y al comportarse de un modo tan masculino, había conseguido despertar en la mayoría de los hombres un indiferente respeto. Ella no inspiraba deseo y eso no se debía a su físico o a su rostro; siendo justos, Jasmine resultaba muy bonita a la vista. Pero era tan tozuda, tan demandante, tan responsable, disciplinada y determinada que volvía imposible la tarea de imaginársela en el papel de amante.

Aceptar casarse con ella había sido una apuesta ciega.

Sacudió la cabeza al ver cómo su esposa movía al crío y lo colocaba de pie contra su pecho.

— ¿Qué haces? —le espetó, incorporándose.

— ¿Cómo?

—Con él... ¿qué le haces?

Jasmine miró brevemente al niño y luego a él.

—Le quito los gases —musitó, como si eso bastara para aclarar su intriga. Bastian se arrastró hasta su lado y le enseñó las palmas en un gesto claro, ella negó al instante.

—Anda, dámelo.

—Olvídalo, Hastings. —Abrazó al crío como si él fuera uno de los peores criminales de Fleet, intentado arrebatárselo.

—No seas tonta, Jasmine. —Le abrió una de las manos con delicadeza, sabiendo que ella no se arriesgaría a lastimar al niño por luchar con él y finalmente logró tomarlo.

—Bastian...

Él la miró al notar la leve nota de temor en su timbre, abrió la boca con la intención de calmar su miedo pero entonces simplemente no dijo nada. Era mejor que le tuviera miedo, al menos el miedo la llevaba un paso más cerca del respeto y eso era algo que le faltaba mucho a su querida esposa.

Se puso de pie con el niño en brazos, sintiendo como ella lo observaba como un águila a su presa. Imitó el modo en que Jasmine lo había estado teniendo y también procuró recordar cómo Nancy le había indicado que tomara al bebé. "Es un niño grande, sostiene su cabeza sin problemas" le había dicho "pero de todos modos coloque su mano en su espalda, en ocasiones le gusta lanzarse hacia atrás."

— ¿Qué tengo que hacer? —le preguntó una vez que se sintió conforme con su modo de llevar a cabo la tarea.

—Ponlo un poco más arriba —indicó con suavidad. Él empujó un poco al crío, hasta que su pecho estuvo sobre su hombro—. Ahora frota su espalda. —Lo hizo, pero al parecer su técnica no fue buena porque Jasmine bufó y se acercó a ellos—. Así no. —Su pequeña mano se cerró entorno a su muñeca, enseñándole el correcto modo de sacarle gases a un niño—. ¿Entiendes?

—Creo que lo tengo —respondió, irónico. Ella puso los ojos en blanco y retrocedió.

Pasaron dos minutos de total silencio, cuando Jasmine pareció no soportarlo más.

— ¿Por qué haces esto? —La miró sin comprender a qué se refería, después de todo lo estaba haciendo como ella le había indicado—. Esto... entrar aquí y...

— ¿Y qué?

—Ryan no es un juguete —le espetó, alzando el mentón en actitud desafiante. Algo muy común en ella—. Así que si buscas... si de algún modo se te ocurre hacerle algo...

—No me interesa lastimar a tu hijo —la cortó, volteándose hacia la ventana, molesto. Maldita sea, era un tipo despreciable, él no lo negaba pero... ¿realmente parecía capaz de algo tan bajo?—. ¿Quieres la verdad? —Jasmine asintió, abrazándose a sí misma en un gesto inconsciente—. Siento curiosidad... —Bajó la mirada un momento hacia el cuerpito que sostenía—. Nunca sostuve un bebé, nunca he siquiera estado en la misma habitación que uno antes. Es... distinto.

— ¿Distinto?

—Distinto. —No agregó más, no sabría qué decir de todas formas. Simplemente le resultaba distinto, después de todo nunca antes había estado lo bastante sobrio como para poder cogerlo. Ni tampoco lo bastante interesado, dicho sea de paso.

Ella carraspeó, obligándolo con ello a mirarla.

—No lo uses nunca para hacerme daño, nunca, y entonces te dejaré que lo levantes y lo veas tantas veces como quieras.

Bastian estudió la oferta unos pocos segundos antes de asentir en acuerdo, no sabía por qué estaba aceptando algo así, pero hacía mucho tiempo que no se sentía distinto con nada. Y fuera lo que fuera que tenía aquel crío, lograba apaciguarlo.

Jasmine le respondió del mismo modo y en ese instante un para nada sutil sonido escapó de la pequeña boca de Junior, logrando que ambos rieran.

—Esa es una buena forma de acabar con la tensión —comentó, tomando al niño por las axilas para mirarlo.

—Llamaré a Nancy. —Él apenas prestó atención cuando su esposa fue a llamar la niñera, pero cuando la puerta se abrió un rato más tarde, Nancy no fue lo bastante rápida para ocultar su sorpresa al verlo allí con el bebé en brazos—. Ya puedes llevarlo, Nancy.

—Cla...claro, mi señora.

—Le he quitado los gases —le informó, mientras le hacía entrega del pequeño granuja. Ella sonrió.

—Excelente, milord. —Bastian le obsequió un guiñó, siendo muy consciente de la mirada de Jasmine sobre ellos. La chica rió nerviosamente, saludó con la cabeza más veces de la necesaria y luego salió huyendo con el niño.

Era bastante joven, probablemente ese era su primer empleo y sin duda todavía guardaba su preciada inocencia entre las piernas. Pero era una mujer y con el estímulo adecuado, esa chica no tendría problemas en entregarse a un dichoso caballero.

—Ni siquiera lo pienses.

Bastian parpadeó, apartando la mirada de la puerta.

— ¿Cómo dices, esposa mía?

Jasmine se plantó delante de él con los brazos en jarra, su posición preferida sin duda alguna.

—Mis empleadas están fuera de tu juego, no tienes permitido acercarte a ninguna de ellas.

Él estrechó la mirada en su dirección, ¿acaso eso había sido una orden? ¿Otra más? Oh, Jasmine, Jasmine.

— ¿También vas a decirme dónde hacer mis necesidades? —le lanzó entre dientes.

— ¿Cómo...? —Antes de que acabara la pregunta él la tuvo sujeta por el cuello y escrutó sus sorprendidos ojos con calma.

—No sé si no te has dado cuenta aún, florecilla. —Empujó un poco cuando ella hizo intento de liberarse—. Pero no me gusta que me trates como si fuese un esclavo, yo no tengo que pedir tu permiso para nada.

—Basta... —Le dio un golpe en el pecho y él se apartó a regañadientes—. Ya veo lo mucho que vale tu palabra.

— ¡Oh, joder! —exclamó, llevándose ambas manos al cabello—. Que no te he abierto las piernas, sólo te tomé del cuello.

— ¡Para castigarme!

— ¡Porque no dejas de darme órdenes!

— ¡Porque no voy a permitir que metas tu promiscua vida en mi casa!

— ¡Mi casa! —replicó él, avanzando una vez más. Pero en esa ocasión no la tocó, sólo bastó su cuerpo para obligarla a recular hasta que su espalda chocó con la puerta—. Todo esto es mío, maldición. ¡Me he ganado esta pocilga con cada paliza y azote, así que no te equivoques en...!

— ¡Deja de gritarme! —Uno de sus puños impactó en su abdomen, logrando sacarle un gruñido de dolor y cortándolo a media frase.

Dios del cielo, iba a matarla.

— ¡No me interrumpas mientras hablo! —Jasmine se enderezó echando el pecho hacia el frente en un evidente gesto de prepotencia y él ya no lo pudo soportar. Cerró su mano alrededor de su nuca y la atrajo hacia él, hundiendo el rostro entre la redondez de los altivos senos que parecía ofrecerle, tentándole a pecar. Escuchó como el camisón se rasgaba por la urgencia de alcanzar su piel y al momento en que su boca se halló sobre el endurecido pezón, respiró profundamente notando cómo la mano de Jasmine sujetaba con fuerza su cabello. Bastian aguardó lo que pareció una eternidad, pensando que iba a apartarlo o a rogarle que la soltara como la vez anterior, pero ella no hizo nada de eso. Si no que con un gemido bajo, tomó una profunda bocanada de aire y lo jaló más cerca hasta que su boca la engulló.

Bastian lamió la piel pálida de sus pechos, tirando con fuerza y urgencia de cada pezón, besando, rasgando y al mismo tiempo dejando que el aroma de su esposa invadiera sus fosas nasales. Era tan... trasladó una mano por su costado, sintiendo las curvas del cuerpo de una mujer distinta, ya no era la joven inocente que había llevado a su cama casi dos años atrás. No, esta era una mujer que había dado a luz y que de alguna forma había obtenido una singular distribución de sus curvas.

—Déjame verte —la urgió, tirando del camisón para quitárselo. Ese fue un error de novato, porque al momento en que la soltó el hechizo se rompió.

Jasmine jaló de la prenda hacia arriba para cubrirse y lo miró con evidente desdén.

—No más...

—Jas... —Extendió una mano con la intención de rozar su mejilla, pero ella le volvió el rostro—. No me rechaces, sabes que no quieres rechazarme.

—Basta, Hastings. Márchate.

—Por favor. —Hizo un nuevo intento de tocarla, sabiendo que podría convencerla con un poco más de tiempo pero ella se escurrió por un lateral, poniendo distancia entre ambos.

—Lo prometiste —le recordó, apelando a una tonta promesa impulsada por la culpa de aquel momento.

—Sólo si me decías que no.

—Te estoy diciendo que no. —Tuvo que sacar fuerzas de donde no tenía para no lanzarla sobre la cama y enseñarle a comportarse como su esposa. ¿Por qué infiernos le había prometido esa estupidez?

Se encogió de hombros, resignado. Cada segundo se convencía más de que esa no iba a ser su noche.

—De acuerdo... tendré que echar suertes con Nancy o... ¿crees que tendría una posibilidad con la nueva fregona? Tiene un culito que estoy deseoso de probar... —Y así de la nada, Bastian recibió la segunda bofetada de la semana. Suspiró pesadamente, dándole una elocuente mirada a su esposa—. ¿En serio, condesa?

— ¡No te acerques a mis empleadas! —Le apuntó sacudiendo un dedo frente a su rostro como la más vil de las institutrices.

—Te voy a perdonar ese golpe, sólo porque sé que fue una reacción impulsada por los celos pero...

—Puf... —Ella rió con ironía, haciéndolo sonreír.

— ¿Entonces admites que está celosa?

—Bastian no soy tan estúpida ni tan ingenua como para pensar que me perteneces, sólo espero que mantengas tus sórdidos asuntos de la puerta de calle para afuera.

Él dio un deliberado paso en su dirección y afortunadamente ella no retrocedió. Una sonrisa traviesa tiró de sus labios.

—Estoy aquí, Jasmine. —La tomó por el rostro, arrastrándola unos milímetros más cerca—. No necesito ir fuera cuando tengo a mi bella esposa a una puerta de distancia. —Se inclinó casi rozando sus labios—. Déjame mostrarte lo buen chico que puedo ser cuando se me trata bien.

Jasmine elevó el rostro y sus labios se tocaron por un breve segundo, antes de que ella retrocediera y lo empujara con fuerza. Bastian rodó los ojos, cansado.

—Yo no soy una de tus putas, Bastian Hastings —le escupió con recelo, él presionó la mandíbula sin replicar—. No me importa lo que hagas o quién lo hagas, no te atrevas a ponerme a la misma altura que esas... mujeres.

—Jasmine...

— ¡No! —lo cortó con ahínco—. ¡Merezco más que ser la opción de repuesto de un hombre que ha abierto más piernas de mujeres que puertas en su vida!

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A partir del próximo cap vamos a largar con las dedicatorias. Igual sé que hay mucha gente nueva leyendo esta historia y probablemente no tienen idea de lo que son las dedicatorias (o al menos desconocen cómo pasan acá). No se preocupen ya entraremos en detalles. 

Para iniciar la lista de dedicatorias de esta historia, me lo dicen en esta parte. Es decir si quieren una. 

Para insultar a Bastian, les queda este apartado especial. 

Para decir que les gusta Bastian este otro.

Para aplaudir la tenacidad de Jas, acá xDD

Es broma, comenten donde quieran. Gracias por pasar, nos vemos después de los carnavales o así ;)

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