La confianza es un bien de lujo
¿Cómo andan? Espero que todo bien, tengo un cap largo por acá, así que también espero que estén con ganas de leer. Para los que me preguntan cuánto falta para que termine, bueno... es relativo, los personajes se llevan solos casi siempre y hacen lo que quieren. Así que pueden ser cinco caps como seis o siete, pero ya estamos encaminándonos hacia el final. ¡Saludos!
Capítulo XXII: La confianza es un bien de lujo
—Estás en problemas, primo.
—¿Cómo dices? —inquirió Bastian, apenas dándole una mirada de reconocimiento a Ihan. Sus ojos se encontraban entretenidos en una imagen mucho más estimulante; su esposa en un encantador vestido de noche verde.
Ihan chasqueó la lengua a su lado, fastidiado al no tener su atención.
—Por lo que veo tienes más de un problema.
Bastian lo ignoró sin mucho esfuerzo, siguiendo atentamente el revoloteo de Jasmine por el salón colgada del enérgico brazo de Juliana. Su prima al parecer había decidido que ellas debían de ser las mejores amigas y ni bien los vio descender por las escaleras, se había adueñado de su esposa para poder presentarle a todos los que en su opinión, eran dignos de ser presentados a una condesa. Tuvo que darle crédito a Jasmine por aceptar la impuesta compañía sin emitir ni una mueca, al parecer en realidad se agradaban y la visión de ella siendo acarreada por Juliana de persona en persona, lo estaba divirtiendo en demasía.
—¿Marset? —Unos dedos tronaron junto a su oído, volviéndolo molestamente a la realidad—. ¿Quieres dejar de babear por esa mujer un instante? Es lamentable la imagen que estás dando.
Frunció el ceño.
—No estoy babeando —protestó, sin poder creer lo mucho que tuvo que forzarse para no llevarse la mano a la boca y comprobarlo.
—¿Qué no? Si estás haciendo un reguero peor que el que dejaste en el cuarto de baño.
Al recordar el incidente con la bañera, Bastian frunció aún más el ceño. Aquel había sido el final menos indicado para ese encuentro fortuito, había esperado poder tener un vistazo furtivo de su cuerpo, quizás alguna caricia o beso rápido, pero se había sorprendido gratamente al ver lo receptiva que se había mostrado Jasmine con él. El deseo de ella había estado fuertemente a la altura del suyo y él había sido tan estúpido como para olvidarse de la bañera, del agua, joder... se había olvidado hasta de su maldito nombre en ese instante.
—Gracias por cedernos tu habitación —dijo con honestidad.
—La verdad es que me siento más cómodo en la residencia de soltero que en la casa —admitió él encogiéndose de hombros—. Al menos padre no intenta forzar nuestros "casuales" encuentros cuando estoy allí.
Lo observó por el rabillo del ojo, notando como la atención de Ihan se demoraba en el vizconde con evidente recelo. No era ningún secreto el verdadero motivo por el cual lord Keller había accedido a aparecerse en la casa familiar, todavía no existía persona que influyera más en Ihan que su madre, la vizcondesa. Y él simplemente no conseguía decirle que no, Ihan jamás le daría un rapapolvo a su madre.
Era un niñito de mamá, a Bastian nunca le cupieron dudas al respecto.
—¿Sigue con el mismo asunto de tu falta de decoro?
—Falta de decoro, honor, modestia, al parecer soy una vergüenza para la familia... —enumeró de forma cansina—. Lo último que ha añadido a su discurso es la auto culpa.
—¿Cómo?
Su primo se encogió de hombros.
—Al parecer es su culpa que yo sea la oveja negra que traerá la deshonra a la familia, porque me ha malcriado al nunca negarme nada —hizo una pausa para esbozar una sonrisa burlona—. Soy un malcriado.
—Eres un poco malcriado —concedió él, ganándose una mirada molesta por parte de su interlocutor.
Su primo podía aparentar que todas las verdades dichas por el vizconde no le llegaban de ningún modo, pero no era cierto. Bastian sabía muy bien cuánto le molestaba no cumplir con las expectativas que habían puesto en él, al ser un hijo buscado y deseado por más de una década, Ihan había crecido terriblemente mimado. Era el heredero que nadie pensó que llegaría, sus padres y hermanas lo habían criado entre algodones, cumpliéndole tanto capricho cruzaba por su mente. Era de esperarse que al alcanzar una edad adulta Ihan se sintiera dueño y señor de todo lo que lo rodeaba, nunca había tenido que esforzarse para conseguir las cosas. Y ahora el vizconde le exigía mesura, cuando durante toda su vida lo habían acostumbrado a nunca pedir permiso o perdón por nada.
—Francamente no me importan sus acusaciones —masculló, desestimando el asunto con un movimiento de su mano—. Ahora con respecto a ti...
—¡Aquí estás! —Virginia apareció repentinamente frente a ellos, tomando a Bastian de la manga importándole muy poco los buenos modos—. Te mandé a buscarlo, no a charlar con él —le espetó a Ihan, mientras avanzaba con él a rastrar.
Bastian le envió una mirada de desconcierto a su primo, pero éste solo agitó una mano a modo de despedida.
—Virginia, ¿puedes decirme a qué se debe tanta impaciencia?
Ella se volvió para mirarlo por sobre el hombro.
—Estamos casi listos para empezar, ¿lo has olvidado?
Él parpadeó, recordando súbitamente el pedido de su prima horas antes. Con todo el asunto de ver a Jasmine casi completamente desnuda y luego jugando a la gran dama en el salón de sus tíos, se había olvidado por completo. Pero evidentemente no iba a admitirlo, no sería caballeroso de su parte.
—Justamente iba a buscarte —musitó de forma convincente. Al menos convincente para sus oídos.
Virginia presionó sus ojos castaños con cierto aire de desconfianza y luego simplemente le pidió que la siguiera, prefiriendo no gastar palabras en un regaño que no llegaría a puerto alguno. Hacía mucho tiempo que Virginia, o cualquier mujer de esa casa, habían renunciado a la esperanza de reeducar un poco a los más jóvenes de la familia.
—Hemos puesto el piano sobre una pequeña tarima detrás de las puertas del solárium. —Ella le sonrió brevemente con ilusión—. Será estupendo, cuando las puertas se abran comenzará el espectáculo, ¿me sigues?
—¿Y a dónde has puesto a los músicos? —instó, acompasando su paso al de ella.
—Oh, están arriba... —Hizo un gesto ambiguo con su mano que otorgó muy poca claridad a su respuesta—. Cuando el baile comience, los músicos tocarán desde la pequeña terraza interna donde papá guarda sus libros.
—¿Y los libros de tío Ewan?
Ella lo observó con claro fastidio.
—¿Desde cuándo te interesa tanto la organización de la casa, Bastian? —le espetó, llevándose las manos a las caderas en la pose típica de la mujer enfadada. Él sonrió, burlón, logrando que ella bufara por lo bajo—. Odio cuando Ihan y tú se ponen en plan de exasperarme.
—Es demasiado fácil exasperarte, querida.
Virginia apretó los ojos en finas líneas, antes de entreabrir un resquicio las puertas que guiaban al solárium y empujarlo por allí.
—Entra y guarda silencio hasta que te dé la señal.
Sin ánimos de seguir jugando con su volátil humor, Bastian se escurrió al interior sin dejar de sonreír y entonces escuchó el suave clic de la puerta al cerrarse. Se dio la vuelta con toda la intención de inspeccionar el piano cuando un pequeño carraspeo lo obligó a mirar hacia uno de los ventanales, apenas iluminado por unas antorchas estratégicamente ubicadas en el jardín que se podía apreciar por completo desde allí. Él se quedó quieto por unos interminables segundos, hasta que ella esbozó una sonrisa gatuna y lentamente comenzó a caminar en su dirección.
—¿Pues qué tenemos aquí? —susurró la mujer, estirando una mano enguantada para dejarla dulcemente frente a su rostro—. Bastian Hastings ni más ni menos.
Él ignoró la mano que ella le tendía, mirándola con una ligera nota de irritación.
—¿Qué mierda haces aquí Lili? —Ella le obsequió un guiño juguetón, a lo cual Bastian no pudo más que sonreír.
***
Jasmine esbozó una sonrisa cuando Virginia, impaciente, comenzó a pedir a los presentes un poco de silencio. Ella no tenía mucha experiencia tratando con la familia de Bastian, pero había tenido que pasar muy poco tiempo junto a Juliana para empezar a ponerse al corriente. Juliana hablaba por los codos, era pequeña pero con la energía de mil hombres, revoloteaba como un duendecillo inquieto y siempre parecía tener una observación que hacer respecto de tal o cual persona. Jasmine la encontraba divertida, refrescante de un modo que no habría esperado.
Al contrario de Juliana, Virginia parecía ser una persona mesurada, con un amplio sentido del decoro y el orden. La cual parecía encontrar una enorme satisfacción en organizarlo todo, incluso un cuarto atestado de personas que tenían más ansias de disfrutar del chismorreo que de ponerle atención.
—Por favor... —insistió, dándole delicados golpes a una copa con una cucharilla—. Si pudieran darme...
Los invitados continuaron en sus asuntos, ensimismados en el murmullo general.
—¡Hagan silencio! —exclamó entonces una repentina voz, logrando que la mayoría se volviera con consternación—. ¡Mi hermana está intentando hablar, así que hagan silencio!
Una muy sonrojada Virginia, miró hacia el lateral desde donde provenía la voz y sonrió, vacilante.
—Gra...gracias, Ihan. —El aludido inclinó la cabeza inafectado, como si no acabase de mandar a callar a la crema y nata de la sociedad de Kent—. Antes que nada, deseo expresar mis agradecimientos en nombre de mis padres y de mi familia, por estar aquí compartiendo con nosotros un momento tan especial. —Hubo una serie de asentimientos devolviendo la cortesía—. Como todos saben mis padres han sido siempre un ejemplo para mis hermanos y para mí, no hace falta más que verlos juntos para saber que el amor puede alcanzarnos a todos. Y por eso estamos aquí está noche, para celebrar el amor. Otro año de amor. —Jasmine notó como el vizconde y la vizcondesa miraban a su hija con cariño, desde su lugar en el centro del salón—. Les queríamos desear un muy feliz aniversario y... —Unos lacayos cruzaron por detrás de ella, deteniéndose junto a unas puertas dobles cerradas—. Hemos pensado que dado que ya tienen todo...
—Sobre todo unos hijos perfectos —añadió Juliana de pie a su lado, generando una pequeña risilla cómplice en los presentes.
—Queríamos obsequiarles un recuerdo. —Virginia elevó la copa que tenía en la mano, haciendo que todos la imitaran—. Por Ewan y Helen Keller, lord y lady Radford.
—¡Por Ewan y Helen! —exclamaron todos al unísono, al tiempo que los lacayos abrían las puertas del solárium y las luces alrededor se iban apagando sistemáticamente, dejando que aquel bello espacio quedara iluminado por el resplandor de las antorchas encendidas en el jardín.
El piano rompió el silencio con una pesada nota, marcando una entrada veloz que fue bajando con sutileza, hasta que la voz de una mujer pareció tomar la posta y se alzó desde las sombras con una intensidad que hizo correr un estremecimiento en cada espectador. Jasmine sonrió sin apenas notarlo, viendo a Bastian iluminado por las velas, moviendo sus manos con una destreza y soltura por la que cualquier profesional sentiría envidia. No hubo nadie allí que no se dejara atrapar por el hechizo que conjuraban la voz de la cantante y el piano. Y a pesar de que la mayor atención se la llevaba la mujer con su impecable presentación, Jasmine no podía quitar los ojos de su esposo. De su espalda tensa y fuerte bajo la camisa de batista que poco hacía por ocultar las líneas de su cuerpo, de sus manos hábiles, de los mechones de cabello rubio que comenzaban a perder la elegancia con que habían sido domados previamente. Él en su conjunto, él y solo él.
Era hermoso.
Juliana se aferró a su brazo en ese momento con emoción, limpiándose torpemente las lágrimas que caían sin concierto por sus mejillas. Jasmine le sonrió, disfrutando del resto de la melodía hasta que esta llegó a su inminente final. La cantante elevó sus manos mientras dejaba ir la última nota en un zumbido por entre sus labios, el piano se detuvo paulatinamente hasta apagarse en ligeras notas apenas perceptibles. Entonces se hizo un profundo silencio, hasta que la gente pareció salir del ensueño en que la música los había sumido y finalmente prorrumpieron en aplausos. Bastian y la cantante se acercaron al extremo de la tarima, reverenciándose para todos que los recompensaron con otra ronda de aplausos.
Jasmine notó como lord y lady Radford se aproximaban a ellos para darles las gracias por una excelente representación, mientras Virginia cruzaba el salón en dirección de ellas con un paso mesuradamente rápido.
—¿No ha sido estupendo? —les preguntó, ni bien estuvo a una distancia prudente. Juliana le estrechó las manos en señal de compartida felicidad.
—Vi a padre y madre llorar, sabía que les encantaría.
Al ver la confusión en su rostro, Virginia se volvió hacia ella.
—Esa fue la primera canción que bailaron juntos, madre siempre nos cuenta la historia de cómo casi rechazó la invitación de padre porque lo creía demasiado joven.
—Gracias a Dios él era bastante persuasivo —añadió Juliana en tono cómplice—. Me complace tanto que la señorita Ashton al final pudiera lograrlo.
Una vez más Jasmine se sintió algo perdida en la conversación y fue nuevamente Virginia quien se apiadó de ella.
—La señorita Ashton es la soprano más famosa de Londres... —explicó con un patente orgullo en su voz.
Seguramente no había sido simple conseguir que la señorita Ashton abandonara Londres para interpretar una canción en una fiesta privada en Kent. Difícilmente las cantantes de ópera hacían un esfuerzo similar, al menos, claro, que la recompensa monetaria fuese tan exuberante como para ser exagerada.
—Ha encantado a todos con su papel de Imogene en la última ópera de Bellini —acotó Juliana, echando una mirada hacia el sector donde la señorita Ashton se detenía a recibir cumplidos. Jasmine siguió la dirección de sus ojos sin poder evitarlo, deteniéndose más de la cuenta en la elegancia y naturalidad con que la bella mujer rubia se mostraba alagada.
—¿Interpretó a...? —comenzó a preguntar, justo al momento en que veía como la cantante se dirigía con paso felino hacia el lateral del piano donde su esposo se encontraba estudiando una partitura—. ¿Cómo es su nombre de pila?
—Hm... —Virginia dudó, para luego dar un pequeño chasquido con sus dedos—. Se llama Lilian, pero todos se refieren a ella como Lili. Sí, Lili Ashton. —Hizo una pausa, también mirando hacia el piano—. ¿Ha tenido oportunidad de asistir a una de sus presentaciones, lady Hastings?
Jasmine negó de un modo apenas perceptible.
—No —susurró, viendo como Bastian esbozaba una pequeña sonrisa para la soprano—. No, no tuve oportunidad.
—¡Pues a mí me encantó! —interrumpió Juliana, sonriendo, completamente ajena a la súbita inquietud que le bajaba por la espina—. Busquemos a padre y madre para felicitarlos —dijo entonces, haciéndole un gesto a su hermana y tirando con suavidad de su brazo.
Jasmine la siguió, pero no pudo evitar que sus ojos regresaran al piano una última vez, a tiempo para ver cómo Bastian y la cantante se deslizaban por un lateral del solárium, hacia la oscuridad de un pasillo aledaño.
Ella presionó tenuemente la mano que tenía alrededor del brazo de Juliana, diciéndose para sus adentros que no importaba, que continuara caminando, que lo dejara ser. Después de todo, ¿realmente pensaba que Bastian le había dicho la verdad antes? Tragó con fuerza el nudo que cerraba su garganta y elevó la barbilla dignamente, dispuesta a no mostrar su afección en público.
Luego de expresar sus felicitaciones a los vizcondes, Jasmine permaneció un buen rato fingiendo participar de la charla de las personas congregadas en torno a los festejados. Pero no fue capaz de engañarse por mucho rato, sus ojos paseaban por el salón de forma insistente, volviendo una y otra vez al pasillo que conectaba con el solárium. Para su gran humillación, notó el paso de cada minuto en los que ellos permanecían a solas y no importó cuánto se dijo que debía hacer caso omiso de ello, sin apenas darse cuenta se vio a sí misma cruzando el salón con paso firme directo hacia el solárium. Y justo cuando estaba por llegar al pasillo por donde su esposo y la cantante habían desaparecido, sintió como una mano la tomaba por el antebrazo, tirando levemente de ella.
Jasmine volvió el rostro al instante, topándose con los ojos castaños de lord Keller.
—¿Se marcha tan pronto, mi lady?
Ella no se sentía lo bastante delicada como para andarse con sutilezas, por lo que sin apartarle la mirada de encima, dio un elocuente tirón para zafarse de su amarre.
—Métase en sus asuntos, milord.
Los ojos de Keller se oscurecieron ligeramente, al tiempo que enviaba una rápida mirada hacia el pasillo.
—No sea haga esto —le dijo al cabo de un largo segundo de silencio. Jasmine tomó una pequeña bocanada de aire al comprender sus palabras, para luego observarlo de hito en hito. Keller bajó la vista con algo muy similar a vergüenza o quizás entendimiento—. No tiene que ir allí.
—No puedo simplemente... —masculló en protesta, odiando el modo en que su voz se vio interrumpida por un estúpido sollozo.
Lord Keller asintió, comprendiendo sin necesidad de oír más. Jasmine deslizó su mirada hacia el pasillo oscuro, esperando algo que sabía que no iba a ocurrir, deseándolo, llamándolo en silencio. Pero él no acudió a ella, el pasillo se mantuvo en completa calma mientras los segundos pasaban y la humillación por la espera crecía todavía más.
Jasmine parpadeó varias veces para apartar el velo de lágrimas que nublaban sus ojos y entonces se volvió hacia Keller, forzó sus labios a esbozar una sonrisa que no sintió en lo más mínimo y tras una pequeña reverencia, se marchó en dirección de las escaleras con un peso en su corazón que hasta ese entonces jamás había experimentado. Keller tenía razón, ella no necesitaba hacerse eso. No necesitaba verlo en pleno acto con su amante, no necesitaba que él la viera dolida por su traición. No lo necesitaba, no le daría la satisfacción de verla sufrir.
***
Cuando Bastian finalmente pudo regresar al salón, comenzó a buscar a Jasmine entre los pequeños grupos de personas que se congregaban aquí y allá, pues sin importar cuánto mirara no conseguía dar con ella. Finalmente se acercó a Juliana, esperando que ella pudiera darle alguna indicación de dónde encontrar a su desaparecida esposa.
—En realidad no lo sé —musitó Juliana, como si en ese instante reparara en la ausencia de Jasmine—. Estaba aquí hasta hace un minuto.
Bastian rodó los ojos y se alejó de ella, casi chocando con Ihan que se acercaba a ellos.
—¿Se te perdió algo, primo? —le espetó con un tono lacónico que lo confundió un poco. Normalmente el cinismo y malos modos se los reservaba para los demás, no para él.
—Estoy buscando a Jasmine, ¿la has visto?
Ihan se cruzó de brazos, echando una mirada airosa por los alrededores.
—No, parece que no está aquí.
—Ya sé que no está aquí —le respondió ligeramente irritado—. Por eso la estoy buscando... —hizo una pausa, al ver que Ihan apenas si parecía estar escuchándolo—. ¿Qué pasa contigo?
—¿Conmigo? —masculló a la defensiva, finalmente devolviéndole el escrutinio—. Que me aspeen si soy yo el que tiene que dar explicaciones aquí.
—De acuerdo... —murmuró sin conseguir comprender lo que estaba pasando con su primo—. Déjalo, la buscaré yo solo.
Sin ánimos de perder más tiempo con las tonterías de Ihan, decidió buscar en el único lugar donde podría imaginar que Jasmine iría. Después de todo, ella no conocía la casa como para aventurarse por sus pasillos completamente sola, además que estaba demasiado bien educada como para inmiscuirse en la privacidad de sus anfitriones. Por lo que la lógica lo guió al segundo piso, donde se encontraban las habitaciones de la familia.
En cuanto abrió la puerta de la antesala de sus antiguos aposentos de muchacho, supo que había dado en la diana. La puerta que guiaba a la habitación estaba cerrada, mas no le habían echado llave y en ese instante una doncella salía sigilosamente de su interior. Con un gesto Bastian la detuvo y le preguntó por su esposa, confirmando que Jasmine efectivamente estaba allí. Espero a que la doncella saliera, para luego volverse y abrir la puerta de su cuarto.
—¿Se te olvidó algo? —instó una Jasmine que se encontraba de espaldas a la entrada, toqueteando algo en una de las mesillas de noche.
Bastian sonrió para sus adentros, caminando hacia ella hasta detenerse muy cerca de su cuerpo. Jasmine comenzó a volverse pero él la retuvo por la cintura.
—La verdad es que perdí a alguien —le susurró al oído. En cuanto escuchó su voz, Jasmine se sacudió de sus manos y se apartó al instante, mirándolo de un modo que lo desconcertó—. Vaya, florecilla, estás un poco saltarina ¿no?
Ella presionó la mandíbula frente a sus palabras, antes de soltar un pequeño suspiro entre dientes con el que su postura se relajó un tanto.
—¿Qué haces aquí?
Se dio un segundo para hacerse esa pregunta a sí mismo, pero no estuvo muy seguro de cómo poner en palabras sus motivos. Ella no estaba en el salón, ella se había marchado, por consiguiente él también.
Parpadeó, evitando pensar más de la cuenta en esa especie de devoción canina que estaba desarrollando al querer seguirla por cada habitación. Era ridículo por decir poco.
—Te estoy buscando, por supuesto.
—¿Para qué?
Esa era otra pregunta que suscitaba demasiadas respuestas para las que él no tenía cabeza ni ánimos de analizar, al menos no de momento.
—Pensé que podríamos tener algún baile —sonrió casi sin darse cuenta—. Hace mucho que no bailamos, ¿no? No estoy muy seguro dónde puso Virginia a los músicos, pero sé que en cualquier momento comenzaran a tocar y... —Jasmine bajó la mirada hacia el suelo, logrando que él se detuviera en su divague para observarla con mayor detalle—. ¿No quieres bailar? —instó, malentendiendo su gesto—. Podemos tener un paseo por el jardín, tía Helen realmente se enorgullece de ese sitio... yo creo que te gustará. Tiene un laberinto donde podemos perdernos un rato y portarnos mal.
—No quiero... —dijo ella apenas en un susurró. Bastian frunció el ceño, esperando estúpidamente a que Jasmine alzara la mirada hacia él. Pero ella no lo hizo y su confusión lentamente comenzó a transformarse en frustración.
—¿Jasmine? —Se acercó con la intención de tocar su rostro, pero ella entorpeció sus planes al retroceder súbitamente unos pasos. Bastian soltó un bufido—. ¿Qué pasa?
El tiempo pareció suspenderse en el aire tras su pregunta, hasta que ella se dignó a mirarlo a los ojos y el rastro de odio apenas contenido que vio allí, terminó por aturdirlo incluso más.
—Voy a ir a la cama ya —le dijo con una voz engañosamente calma—. Solo voy a pedirte una cosa —continuó, haciendo una pausa como esperando su respuesta. Bastian asintió, todavía sin saber qué decir—. Cuando regreses procura ser discreto...
—¿Qué?
—Cuando regreses —repitió, tragando con fuerza y apenas manteniéndole la mirada—. Cuando regreses... no dejes que alguien te vea... —Jasmine volvió a hacer una pausa, pero él estaba en blanco como para siquiera mover la cabeza en acuerdo—. No voy a... no quiero que... tu familia...
—De acuerdo —la detuvo, alzando una mano—. No estás teniendo ningún sentido en este momento y realmente pienso que me estoy perdiendo de algo importante, así que detente y...
—Sé quien es ella —lo cortó con determinación—. Así que no me insultes más de lo que ya lo haces al fingir que no entiendes de lo que hablo. —Bastian fue a responder, pero Jasmine lo acalló con un movimiento brusco de su mano—. No quiero oírlo, sea lo que sea que vayas a decir, no me importa. Solo espero que tengas el tacto que siempre te ha faltado en Londres, como para al menos no dejarte ver por tu familia mientras persigues a tu amante por la casa.
—Jasmine...
—¡No! —En ese momento ella simplemente lo perdió—. ¡No! No voy a escuchar más mentiras... solo te bastó verla por unos segundo y tú... —Su voz se quebró entonces, mientras las lágrimas rompían su resistencia y comenzaban a caer a toda marcha por sus enrojecidas mejillas—. ¡Vete! —Ella lo empujó.
Pero Bastian no se fue, solo se limitó a mirarla perder la compostura que tan fuertemente había luchado por mantener. La observó atentamente, esperando a que se rindiera en la estúpida pretensión de lucir indiferente, de lucir inafectada por sus propias emociones.
—Jasmine...
—¡Vete, Hastings! ¿No me has oído? —Él sacudió la cabeza, avanzando hasta que pudo cogerla entre sus brazos, aun frente a su clara resistencia—. ¡Suéltame! —Ella le golpeó el pecho con sus puños—. ¡Qué me sueltes!
Bastian apretó los dientes, soportando los golpes con estoicismo hasta que su esposa comprendió que no iba a dejarla ir tan fácilmente. No esa vez.
—Mi lady puedes golpearme cuanto quieras, pero no voy a soltarte.
—¡Vete con tu amante! O con quien te dé la gana... —musitó intentando sonar fuerte.
Bastian la tomó del rostro con una de sus manos, forzando su mirada a encontrarse con la suya. Masculló por lo bajo al ver sus lágrimas, pero tuvo que resistir el impulso de limpiarlas.
—Me hubiese gustado saberlo de antemano —susurró, trazando un pequeño círculo en su cuello con el pulgar—. No tenía idea de que mis primas la habían traído aquí, Jasmine. —Como toda respuesta, ella frunció el rostro en una mueca desdeñosa—. Entiendo que estés molesta...
—No estoy molesta —replicó, claramente mintiendo—. Y no estoy pidiéndote explicaciones, solo quiero que me dejes sola.
—Sé que no me estás pidiendo explicaciones, pero igual voy a dártelas. Así que has silencio. —Le sonrió de forma tentativa, a lo cual ella respondió con un bufido de exasperación—. Lili era mi amante, es cierto. Pero terminé mi relación con ella poco después de que estuve de regreso en Eythorne, le envié una nota para dejarle en claro que no íbamos a seguir viéndonos.
—Y exactamente por ese motivo te desapareciste con ella enfrente de todos, ¿no?
—En realidad sí —dijo, ganándose con eso que ella volviera a sacudirse para liberarse. No se lo permitió—. Cálmate, Jasmine. Tuve que tener una charla con ella a solas porque la conozco, sé que no habría hecho esfuerzo alguno por disimular sobre nuestro antiguo acuerdo. No al menos que se lo pidiera de forma explícita. —Se silenció tratando de leer algo en su rostro, pero Jasmine no parecía estar creyendo ni una sola de sus palabras—. No te voy a engañar, me invitó a que la visitara esta noche en su habitación y cuando le dije que no, también me dijo que te podía llevar a ti. —Sonrió en disculpa—. Así es ella, necesitaba tener la negativa de mis propios labios y le dejé en claro que no va a pasar. Le pedí que por favor fuese discreta y que se marchara al alba.
—¿Y solo esperas que te crea?
—Admito que mi palabra no goza de un alto grado de honorabilidad —aceptó, lamentándolo más de lo que le habría gustado admitir—. Y no puedo decirte que creas en mí, eso es algo que debe nacer de ti. —Jasmine lo escrutó profundamente con sus ojos castaños, buscando algo que él no estaba seguro de tener o de saber cómo darle—. Mi verdad es esta Jasmine... prefiero mil veces pasar esta noche contigo, yaciendo a tu lado sin poder tocarte que estar en los brazos de cualquier otra mujer.
Ella desvió la mirada hacia el nudo de su corbata, soltando un pequeño suspiro tembloroso.
—No sé...
Bastian cerró los ojos, tensándose al oír la clara renuencia en su voz.
—Entiendo que no confíes en mí. —Jasmine alzó la vista, cuidadosamente—. Y que no quieras bajar tus defensas a mi alrededor, la confianza es un bien de lujo que no me he ganado. Pero si necesito quedarme de pie junto a tu cama toda la noche, para que creas lo que te digo, lo haré. —Arrastró lentamente su pulgar hasta su barbilla—. Esta noche y la siguiente y la siguiente hasta que entiendas...
—¿Qué? —lo apremió ella cuando él se detuvo y simplemente se quedó mirándola, admirándola.
—Que me gusta mi esposa, no otra mujer. —Jasmine abrió la boca pero ninguna palabra salió de allí, Bastian sonrió ligeramente turbado por lo que acababa de decir y ella parpadeó, confusa—. Diablos... —murmuró más para sí mismo que para ella—. Diablos... —rió sin ganas, ganándose una adusta mirada por parte de su mujer.
—¿De qué te ríes? —le espetó claramente sin encontrarle la gracia a la situación.
Bastian la tomó por las mejillas sin dejar de sonreír y depositó un beso en su ceño fruncido.
—Me río porque eres la primera mujer que logra arrancarme una confesión así y no me cree.
Jasmine bufó, colocando sus propias manos sobre las de él.
—¿Quién dijo que no te creo? —Bastian enarcó una ceja al oír aquello y en esa ocasión fue ella la que sonrió, impulsándose en las puntas de sus pies para robarle un rápido beso.
Alentado por ese gesto espontáneo, él estrechó su delicado cuerpo por la cintura, disfrutando demasiado el modo en que ella simplemente se relajó contra su pecho en silenciosa rendición.
—¿Quieres bajar para bailar? —le preguntó, a pesar de que eso era lo último que él quería hacer. Jasmine negó, enigmática—. ¿Quieres pasear por el jardín? —Ella volvió a sacudir la cabeza—. ¿Qué te gustaría hacer entonces?
Los ojos de su esposa brillaron con determinación, al tiempo que le cruzaba los brazos alrededor del cuello y lentamente lo jalaba hacia ella.
—Quiero tener un momento privado con mi pretendiente.
Una sonrisa oscura curvó sus labios.
—Puede que no sea capaz de comportarme... —dijo con voz contenida, paseando su mano por la espalda femenina hasta alcanzar los botones superiores del vestido. Jaló de uno y ella rió—. Puede que tu doncellez corra peligro... —soltó otro botón, inclinándose para rozar levemente su boca mientras hablaba—. Puede que me deje llevar por mis más oscuras pasiones y no me detenga...
Jasmine soltó una pequeña risilla, girando el rostro para capturar sus labios en un lánguido y dolorosamente tierno beso. Bastian jadeó, echándose para atrás para mirarla con un apetito que nada tenía que ver con alimento.
—Jasmine...
Ella posó una de sus manos en su mejilla.
—Si eso ocurre... —musitó, respirando pesadamente contra la presión de su corsé—. Entonces... —lo besó una vez más como si no pudiera evitarlo—. Supongo que... tendremos que casarnos.
—Sería lo más honorable —respondió, siguiéndole el juego.
Su esposa asintió, al tiempo que bajaba la mano hasta el nudo de su corbata y lo deshacía de un tirón certero. Bastian sintió como un gruñido reverberaba en su garganta, antes de jalarla hacia sí y reclamar sus labios con ansias apenas contenida. Jasmine gimió, echando el rostro hacia atrás un muy breve instante.
—Sí... —dijo entre pequeños jadeos, Bastian parpadeó sin entender a qué se estaba refiriendo. Ella asintió entonces, dándole una pequeña sonrisa nerviosa—. Sí, sí te creo. Sí te creo.
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Neil: Muy bien, conde, pasen.
Bastian: Gracias, señor Joyce.
Neil: Normalmente no permito la entrada a niños que no son de la familia, pero voy a hacer una excepción con el vizconde.
Lucas: Solo porque Sussy guarda la esperanza de casarlo con tu hija algún día.
Neil (furioso): ¡MI hija no se va a casar nunca! ¡Va a ser una monja!
Lucas: Lo que te deje dormir por las noches, amigo.
Neil a Bastian: Procedan con la dedicatoria, pero cuidado... lo tendré bien vigilado a ese niño.
Bastian: Apenas tiene seis meses...
Neil: Sí, pero solo hace falta verle la cara para darse cuenta que en el futuro será un donjuán.
Cam: Hmm... no lo sé, Neil, yo lo veo bastante lindo e inocente.
Neil: Todos se ven así al principio y luego ¡bum! dejan embarazada a la niña y..
Lucas: ¡Suficiente! Estás siendo paranoico. Milord, no le hagas caso y haz la dedicatoria.
Bastian a Ryan: Muy bien, Junior, ¿estás listo para tu primera dedicatoria? ¿Quieres decirle algo a esta lectora? ¿Le mandamos un beso a dianemrquez ?
Ryan (con el puño en la boca): Aaa... gg...
Cam y Lucas: Awwww...
Neil: ¡Hombre! ¿Por qué es tan lindo?
Bastian: Señorita, muchas gracias por pedirnos a ambos. Aunque Ryan todavía no puede hablar, sepa que le manda su más sinceros afectos desde aquí.
Neil:... vale, lo acepto como yerno.
Lucas: Eres tan fácil jaja
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