Junior
¡Buenas! Va siendo hora de actualizar por acá, así que vamos a ello. Decidí que voy a terminar de publicar las dos historias acá, pero la serie "Acuerdos matrimoniales" de las que es parte esta historia, solo va a estar en LitNet, ¿por qué? No sé, la verdad, pero veo que la histórica tiene buena recepción allá y acá parece que se queda todo lo que sea actual. Lo estoy pensando igual, no me salten al cuello todavía ¿ok?
En fin, disfruten del cap ^_^
Capítulo XXI: Junior
Brutus fue amarrado a la parte trasera del carruaje, para permitirle a su jinete viajar a puertas cerradas el resto del corto camino. Conforme se iban acercando a Deal, Jasmine podía notar como la excitación de Bastian y Ryan iba en aumento. Su esposo, muy maduramente de su parte, había decidido no guardarle rencor por la quemadura a su hijo; por lo que se dedicó a señalarle cada cosa que iban cruzando, desde una vaca pastando en un prado hasta la enorme fachada de un antiguo castillo.
—Ese es el castillo Deal —dijo, haciendo que tanto Ryan como ella siguieran el camino de su índice con interés—. Dicen que Julio César desembarcó aquí en el 55 AC, pero los castillos fueron construidos por Enrique VIII en 1539.
—¿Los? —inquirió ella al ver solo la silueta de un castillo, Bastian la observó de soslayo por más tiempo del necesario.
—Sí, se extienden a través de la costa: Deal, Sandown y Walmer —sonrió con cierto aire juguetón, regresando la mirada hacia la ventanilla—. Su majestad quería estar bien protegido entonces.
Ella asintió sin decir nada, algo que Bastian al parecer tomó como un permiso tácito para seguir contando a su hijo detalles de todas las cosas que pasaban. El hogar de los vizcondes no estaba exactamente en el pueblo, así que tuvieron que atravesar el centro entero, para luego apartarse por un camino aledaño y menos transitado que guiaba a Cottage house; nombre que claramente había sido puesto por algún irónico antepasado Keller. Cuando Jasmine vio el "cottage" a través de su ventana, supo que no tenía ni una pisca de cottage en sus cimientos. Era una mansión moderna de piedra blanca lisa con al menos cuatro pisos y un enorme y bien atendido jardín frontal.
—Es bellísima —susurró con asombro, mientras Bastian abría la puerta antes que el lacayo y brincaba al exterior, impaciente. Ella lo precedió con mucha más calma, tomándose un instante para arreglarse el vestido y el sombrero.
—No es Stokesay, pero tiene su atractivo —comentó él, cambiándose a Ryan de brazo para poder ofrecerle uno a ella.
Jasmine frunció los labios al tiempo que se dejaba llevar hacia las pulidas escalinatas de entrada. Claramente ese lugar no era Stokesay, ella no podía establecer una relación entre esa bella mansión solariega y el castillo que era patrimonio de su familia. Bastian había estado en Stokesay solo una vez y había mascullado que lo encontraba frío e impersonal, tal como la personalidad de cada duque que lo había habitado generación tras generación. Ella no pudo discutirle en aquel punto, incluso su hermano en ocasiones mostraba la inflexible actitud que ella le había visto a su padre y todavía más, a su abuelo. Solo esperaba que no hubiese algo en las envejecidas piedras de ese castillo que tornara a cada duque un snob insufrible y distante.
—Señor Hills —saludó su esposo hacia el hombre de cabello cano y librea violeta que los aguardaba con la puerta abierta.
—Lord Hastings —respondió el mayordomo con una inclinación—. Mi lady.
—¿La familia? —instó Bastian al segundo y por un largo momento, Jasmine pensó que preguntaba por la familia del mayordomo en cuestión.
—Están en la sala blanca, milord.
Ella le sonrió el hombre que se llevó sus capas sin agregar nada más y entonces se volvió hacia Bastian, el cual ya se encontraba cruzando el recibidor con paso enérgico. Jasmine titubeó, miró hacia los lados esperando ver regresar al mayordomo, pero como éste no dio señales de estar de vuelta en ningún momento pronto, decidió seguir a su esposo.
—¿Qué te entretuvo? —le espetó él al verla aparecer por el extremo de uno de los pasillos.
Jasmine pasó de intentar explicarse, no era una costumbre que los invitados se movieran tan autónomamente ni bien acababan de llegar. El mayordomo tendría que haberlos anunciados, o mínimamente guiado hasta la sala donde se encontraban sus anfitriones. Sin embargo, aquel hombre les había abandonado en la entrada a su suerte.
—Sostenlo un momento. —Bastian le pasó a Ryan en ese instante, para luego volverse hacia unas altas puertas de doble hoja que de un jalón abrió de par en par. Medio escondida por el cuerpo de su esposo, Jasmine pudo ver al menos cinco cabezas moviéndose al unísono con sorpresa en dirección de la puerta.
—¡Marset! —exclamó una voz que a ella no le tomó ningún trabajo reconocer.
Y antes de que alguien pudiera soltar palabra su esposo fue atacado por un enérgico abrazo que lo levantó del suelo, Bastian rió al tiempo que era devuelto a sus pies y un cuerpo femenino impactaba contra su pecho en una oleada de volantes y listones brillantes. Otra mujer, un poco más recatada que la anterior, se acercó para darle un beso y un abrazo con una amplia sonrisa. Jasmine observó la escena desde una distancia prudente, maravillada por los modos en que aquellas personas se desenvolvían con su esposo. Lord y Lady Radford fueron los últimos en acercarse para estrechar a Bastian entre sus brazos. Ese tipo de tratos con personas que no fueran familia era muy poco usual, incluso con la familia misma. La clase alta no veía a bien dar ese tipo de demostraciones de afecto, pero al parecer todo ese protocolo social había escapado a la familia Keller.
—Mi querido —musitó la vizcondesa cuando se hizo algo de calma, sosteniendo el rostro de Bastian entre sus pálidas manos—. No sabes cuán feliz me hace que hayas decidido venir.
—No se me ocurriría otro lugar en donde estar, tía Helen.
Jasmine sonrió cuando los ojos de lord Keller la encontraron a través de la pequeña multitud y le ofreció una inclinación de cabeza a modo de saludo; aquello terminó por captar la atención de los demás, los cuales parecieron reparar repentinamente en su presencia. Virginia Keller, la segunda de las mujeres que había saludado a Bastian e hija mayor de la familia, tomó los extremos de su vestido y se hundió en una exagerada reverencia para ella.
—Lady Hastings —murmuró, pareciendo el epíteto del decoro y la elegancia.
—Lady Hastings, tendrá que disculpar la algarabía de nuestra pequeña prole —señaló el vizconde, dando un paso hacia ella para saludarla con una formal reverencia—. Rara vez tenemos la oportunidad de encontrarnos todos y es una proeza lograr que sean lo bastante civilizados como para saludar a las personas como es debido.
—Pido disculpas —interrumpió la mujer que ella recordaba como Juliana Weston Keller, la hija del medio de la pareja—. Siento que no veo a mi primo desde la boda, ¿y eso cuándo fue? ¿Hace dos años? Necesitaba expresar mi desencanto con él por habernos dejado por tanto tiempo sin noticias suyas.
—Nada como un abrazo para expresar desencanto —señaló Ihan, burlón, a lo cual Juliana le respondió con una mueca desdeñosa.
—Grosero.
—¿Tengo que llamar a tu esposo para que te lleve a casa, Juliana?
—¡No te atreverías! A mí nadie me lleva como si fuese un paquete, Ihan Keller, cuida esa boca tuya.
El aludido rodó los ojos, desechando la amenaza de su hermana mayor con un gesto de su mano.
—Madre, ¿puedes creer el comportamiento de tu hijo? —espetó Virginia, dándole una reprobadora mirada a su hermano.
—Me he rendido en la tarea de hacer de él un caballero, cariño.
Bastian rió ante la cara de horror de Ihan y se adelantó para llamar la atención de la mujer mayor.
—Tía, tengo que presentarte a alguien. —Su esposo dio un paso al costado entonces, extendiendo una mano para invitarla a entrar al círculo que la familia había formado en torno a él. Jasmine avanzó hasta detenerse a su lado y la vizcondesa le ofreció una mirada cargada de amabilidad, demorando su atención en la pequeña personita que se apretaba contra su pecho. Ryan era un niño bastante sociable, pero no estaba acostumbrado a tratar con tantas personas desconocidas a la vez y por ello se mantenía oculto bajo su barbilla con timidez.
—¿Este es él? —inquirió la mujer, extendiendo una mano para rozar la espalda del niño.
—Tía Helen, este es Ryan Darien Alexander Marset, vizconde de Herrod.
En cuanto Bastian habló, Ryan reaccionó a la familiar voz de su padre y se volvió de inmediato para buscarlo. En ese instante lady Radford tomó una profunda inhalación, al tiempo que se llevaba una mano a la boca y ahogaba una pequeña exclamación. Jasmine notó como sus ojos claros se anegaron en lágrimas, para luego moverlos hacia Bastian de forma inquisitiva. Él asintió con suavidad a modo de respuesta.
—Él... —susurró la vizcondesa, incapaz de continuar cuando su voz se quebró—. Discúlpenme. —Sin darle tiempo a nadie de responder, ella pasó junto a Bastian como una exhalación y desapareció por la puerta que aún permanecía abierta.
Lord Radford se aclaró la garganta, haciendo que su confusa atención fuera hacia él. Jasmine no comprendía qué le había pasado a la vizcondesa, pero sentía que de algún modo la había ofendido y no sabía cómo o por qué.
—Bastian, quizás quieras llevar a tu familia a sus aposentos para que se refresquen un poco.
—Claro —aceptó él, tomándola del codo para sacarla de su estupor. Jasmine parpadeó varias veces, ganándose simpáticas miradas por parte del resto de la familia Keller y luego se dejó llevar por Bastian. ¿Qué había pasado?
—¿La vizcondesa está bien? —le preguntó ni bien alcanzaron las escaleras principales. Bastian asintió de forma ausente, mirando hacia un punto distante que ella solo podía imaginarse.
—No te preocupes.
—¿La he ofendido de alguna forma?
Él se detuvo a medio paso para darle una breve mirada, sorprendido.
—No, no pienses en ellos.
—¿Cómo no hacerlo? —exigió saber, pero Bastian no respondió. Continuaron el resto del camino a las habitaciones en silencio, él parecía ensimismado y ella estaba lo bastante preocupada como para reclamarle nada.
—Los empleados llegaron antes que nosotros, solo llama si necesitas algo —le indicó, abriendo la puerta del amplio cuarto de invitados que le habían asignado.
—¿Dónde vas? —lo increpó, notando que él se quedaba en la puerta y no parecía tener intenciones de acompañarlos más allá del umbral de la antesala.
—Necesito ir a ver algo —explicó de forma concisa—. Siéntete como en tu casa. —Tras decir aquello, su esposo se dio la vuelta cerrando la puerta tras de sí para dejarlos completamente solos.
En aquel momento, las dudas que había tenido durante el viaje hicieron amago de alzar sus feos rostros, pero ella decidió patear aquello fuera de su mente y se forzó a que reinara la practicidad que siempre la había acompañado. Tiró del cordón de servicio para pedir por Nancy, la cual acudió a los pocos minutos con un atuendo limpio y fresco con el cual vestir a Ryan. Entre las dos se encargaron de poner cómodo al niño que seguramente estaría deseoso de tomar su siesta y luego ella se dedicó un instante para realizar sus abluciones con el fin de quitarse la tierra del viaje. Acababa de conseguir echarse un instante con Ryan en la cama, cuando sintió unos ligeros golpes en la puerta. Nancy se apresuró a responder el llamado, para unos segundos después aparecer con lady Radford a su lado.
—Mi lady —musitó Jasmine, incorporándose a toda prisa en cuanto la vio entrar. Ella le hizo un gesto para que no se preocupara, pero Jasmine ya se estaba inclinando en una respetuosa reverencia.
—Lamento molestarte, querida —dijo la mujer, echando una breve mirada hacia la cama donde Ryan luchaba por dominar el arte de ponerse en cuatro patas. Hacía relativamente poco que él había aprendido que sus piernas tenían la fuerza suficiente como ayudarlo a alzar el cuerpo y no desaprovechaba oportunidad de intentarlo cuando se lo ponía en una superficie cómoda—. Él es adorable.
Jasmine también miró a su bebé, el cual mantenía el trasero en lo alto y el rostro pegado al colchón sin conseguir el equilibrio adecuado entre ambas partes.
—Lo es —convino ella, sonriendo sin pensarlo siquiera.
—Tenía la esperanza de poder robarte unos minutos, si no es molestia.
Ella sacudió la cabeza al instante, enviándole una elocuente mirada a Nancy.
—Me encargaré de que se duerma, señora —dijo la muchacha, atenta, comprendiéndola sin necesidad de palabras. Aun cuando era joven y no tan experimentada como se esperaría en una niñera, Jasmine sabía que podía confiarle a Ryan sin problemas. Nancy había demostrado en más de una ocasión que había desarrollado un vínculo con Ryan que ninguna experiencia previa le habría otorgado, y ese era el afecto que ella sentía por su pequeño bebé.
Tras depositarle un beso en la coronilla al tenaz niño y ganarse un gruñido por el claro esfuerzo de su empresa, ella tomó su chal de los pies de la cama y siguió a lady Radford hacia el pasillo. Al no estar familiarizada con la casa, Jasmine fue moviéndose cautelosamente detrás de la vizcondesa, dándose un segundo para admirar el gusto de sus anfitriones. Cuando lady Radford la invitó a ingresar en un gran salón iluminado naturalmente por el sol que se colaba por unos ventanales estratégicamente ubicados, ella hizo una prolongada pausa en la entrada para pasear su mirada por cada esquina. Desenas de cuadros de distintos tamaños cubrían las paredes tanto a izquierda como a derecha, creando el efecto de pasaje dedicado pura y exclusivamente a las pinturas. Jasmine se obligó a seguir avanzando, dando solo leves vistazos a los rostros que la observaban desde las paredes. La totalidad de los antepasados Keller mantenidos a resguardo dentro de una enorme galería dedicada exclusivamente a ellos.
—Este es Ewan cuando tenía ocho años. —Jasmine siguió la dirección que le apuntaba la mujer, descubriendo una pintura de tamaño relativamente pequeño donde un niño se paraba gallardamente posando para el artista. Ewan Keller, claramente había nacido para ser un noble, su postura lo delataba incluso a los ocho años—. Y aquí estamos el día de nuestra boda.
Se detuvieron frente a una joven y sonriente pareja cuya felicidad parecía reflejarse a través de sus ojos. Jasmine sabía que ellos se habían casado siendo bastante jóvenes, lord Radford ni siquiera tenía veintitrés años en ese entonces y aun así, se lo veía tan seguro y confiado junto a su esposa.
—Es un retrato bellísimo —susurró con verdadera admiración. Los matrimonios por amor eran tan poco frecuentes que cuando se encontraba a una pareja como la de los vizcondes, no se podía más que admirar tremenda suerte.
Lady Radford avanzó a lo largo de otros retratos que apenas miró, para luego detenerse en uno que representaba una escena familiar típica. Una mujer sentada en un sillón lujoso, el jefe de familia parado detrás con las manos firmemente apoyadas sobre los hombros femeninos y el grupo de niños de distintas edades alrededor. Jasmine sabía que era el modo más usual que se tenía para retratar grandes familias, pero no pudo evitar sorprenderse al notar los rostros de aquellas personas.
—Mi familia —explicó la vizcondesa con una voz ligera como una pluma—. Fue pintada unos meses antes de que conociera a Ewan.
Jasmine descubrió a la misma muchacha de la pintura anterior en ese retrato, se encontraba sentada en un banquillo junto a la madre quien monopolizaba el centro del mismo. A sus espaldas había un joven de unos veinte años, alto, rubio y de ojos profundamente celestes. Del mismo tono que los de la vizcondesa, iguales a los del padre retratado, a los de la otra niña que se sentaba a los pies de la dama e incluso, idénticos a los del otro chico que se lanzaba desgarbadamente junto a la niña en la alfombra. Todos, cada uno de ellos pareciendo una copia exacta del otro, todos similares a...
—Bastian... —murmuró sin apenas darse cuenta. Lady Radford la espió por el rabillo del ojo, para luego dar un suave asentimiento.
—Él me dijo que lo sabes —comentó, haciendo que sus ojos se despegaran de la familia para posarlos en ella—. Sabes que no es hijo del conde, ¿verdad? —Jasmine asintió, tragando con fuerza—. Mi padre fue el marqués de Granby —sonrió con cierta nostalgia—. Era un hombre algo inflexible a veces, un poco duro cuando las cosas no se hacían a su manera, pero era un gran padre. Mi hermano mayor se llamaba Efraím —apuntó hacia el joven que estaba de pie junto al padre—. Se parecía bastante a mi padre en todos los aspectos, luego estaba mi hermanita Celia. —En esa ocasión señaló a la pequeña que se encontraba pulcramente sentada a los pies de la madre—. Y éste de aquí... —su índice rozó la sonrisa del niño de ojos vivaces y alegres—. Ese era mi hermano menor... Darien.
Jasmine despegó su mirada de los ojos del niño, para observar a la vizcondesa con asombro.
—¿Darien? —inquirió con un hilo de voz.
—Darien Alexander Hodges —completó ella con la vista perdida en la imagen del pequeño. Suspiró—. Amo y amé a todos mis hermanos, Jasmine. Pero mi corazón siempre tuvo una debilidad por Darien, era una persona tan llena de vida, tan positiva. —Le sonrió con dulzura y a la vez tristeza—. Nunca nada era demasiado malo para él, siempre pensaba que todo tendría una solución y entonces iba por la vida contagiando a los demás de ese optimismo encantador. —Hizo una pausa, utilizando un pañuelo para secar sus ojos con suavidad—. La primera vez que vi a Bastian lo supe sin necesidad de que él me dijera nada, supe que ese niño era familia mía. Era como ver a Darien, solo que los ojos de Bastian reflejaban tanto pesar, tanto dolor en un niño tan pequeño... —Ella frunció el ceño sin comprenderla, pero lady Radford no reparó en ello tan ensimismada como estaba en su recuerdo—. En cuanto mi hermano supo que el niño estaba con nosotros... —sacudió la cabeza como si no pudiera pensar siquiera en ello—. El día que lo vio algo murió en mi hermano, algo se rompió en su corazón, algo nubló para siempre el brillo de felicidad en sus ojos. —La miró sin molestarse en esconder sus lágrimas y un puño pareció cerrarse en torno al corazón de Jasmine, sintiendo el dolor de aquella mujer, de aquella hermana que todavía sufría por su pequeño hermano—. Darien lo amaba mucho, por eso le dolía tanto... —Se limpió las mejillas con algo de torpeza, tratando de esbozar una sonrisa sin mucha suerte—. Mírame, soy un desastre.
—Mi lady...
Lady Radford extendió una mano y Jasmine se la estrechó con cariño, dándole un momento para que se recompusiera. Solo Dios sabía lo que estaba recordando, pero ella no necesitaba los pormenores para comprender su angustia. Jasmine simplemente no se podría imaginar una vida donde Theo no estuviese a su lado, la sola enunciación de esa posibilidad le dolía en lo más profundo.
—Lamento si mi comportamiento te confundió, Jasmine —dijo al cabo de un minuto de silencio—. Cuando Bastian me dijo el nombre del niño... cuando vi esos ojos celestes enfrentándome, fue como ver a Junior reflejado en él. Esa inocencia y tranquilidad que siempre había tenido mi hermano...
—¿Junior? —inquirió, apenas notando como una lágrima caía a toda marcha por su mejilla.
La vizcondesa esbozó una temblorosa sonrisa.
—Así le llamábamos, tenía el mismo nombre que mi padre y que mi abuelo. —Ella estrechó el amarre de sus manos, afectuosamente—. Por eso quiero que sepas lo honrada que me sentí al saber que habías utilizado su nombre, que habías dejado que mi hermano siguiera vivo de alguna forma. —Se detuvo un instante para coger aire—. Sé que probablemente lo hiciste por Bastian, pero quería que supieras cuánto te lo agradezco.
***
Luego de que lady Radford la dejara en la puerta de su recamara, Jasmine sentía que tenía tantas preguntas dando vuelta en su cabeza que se encontraba sobrecogida. Ingresó a las habitaciones que les habían asignado y al cruzar la antesala hacia el cuarto, se detuvo abruptamente encontrando a Bastian sentado en la cama observando en silencio como Ryan dormía plácidamente en el centro de la misma. Ella debió de emitir algún sonido, pues su esposo volvió el rostro casi de forma inmediata, anclándola en su lugar con esos ojos celestes que parecía compartir con toda su familia. Su verdadera familia.
En ningún momento a ella se le ocurrió ver más allá de los modos en que se referían entre ellos, pero lord Keller y sus hermanas siempre llamaban a Bastian "primo". Y hasta ese entonces Jasmine hubiera jurado que solo se trataba de un título de cortesía, era bastante normal después de todo tratarse en términos que denotaran cercanía con alguien que se conocía desde la crianza. Pero ellos en realidad estaban emparentados, en realidad eran primos. El tío de lord Keller era el padre de Bastian.
—¿Te ha llevado a la galería? —le preguntó él con un tono bajo por respeto al sueño de su hijo. Jasmine asintió, incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Era idéntico, por Dios del cielo. ¿Cómo siquiera alguien podría dudar del parentesco que compartía con la familia Hodges?—. Pareces un tanto sobrecogida...
—¿Por qué no me lo dijiste? —lo cortó, resuelta. Bastian le echó un vistazo al niño, para luego colocar uno de los cojines a su lado y ponerse de pie. Ella lo siguió hacia la antesala, entornando la puerta para poder tener un vistazo de su bebé en la cama.
—No pensé que te interesara.
—Tienes el mismo nombre que tu padre —susurró con incredulidad. No solo Bastian tenía el mismo nombre que el antiguo lord Granby, Ryan también lo hacía. Ella lo había usado pensando en iniciar alguna tradición, pensando en que a pesar de la falta de interés de Bastian cuando el niño nació, su hijo tendría algo que lo hiciera sentir conectado a su padre cuando fuese mayor. Pero en ningún momento se le ocurrió que en realidad lo estaba asociando indirectamente a sus verdaderas raíces—. ¿Qué tal si alguien nota esa casualidad? Cuatro generaciones de Granby tienen el mismo nombre, ¿no crees que sea sospechoso que el futuro lord Hastings lo lleve?
—Nadie nunca dudará de su legitimidad, Jasmine. —Ella abrió la boca para replicar, pero Bastian la tomó de la mano pidiéndole un segundo—. No permitiré que le hagan daño jamás. Lamento que mi linaje no esté limpio, debí hablarte de ello antes, pero llevamos años haciendo un gran esfuerzo para no llamar la atención en ese aspecto. —Sonrió de un modo fugaz—. Y en parte ya me he acostumbrado a no pensar en mi familia como tal, me he acostumbrado a estar lejos de ellos y a evitar cualquier sitio donde podría cruzarme con alguno.
—Eso no está bien —musitó consternada, expresando sus pensamientos en voz alta sin darse cuenta. Bastian se encogió de hombros como si nada, ella frunció el ceño—. No está bien, no es justo.
—La vida rara vez es justa, florecilla. —Él arrastró una breve caricia sobre la evidencia que había dejado su llanto en su mejilla y le dio una mirada inquisitiva, aunque finalmente no le preguntó por ello—. No te preocupes por el futuro de Ryan, tiene tíos, tías, primos y una abuela que moverían cielo y tierra para protegerlo. Incluso aunque nunca puedan conocerlo, ellos no le darán la espalda.
Ella asintió aceptando sus palabras, pero no fue capaz de dejar ir el asunto sin más. Ahora sabía que su hijo tenía una familia que ansiaba conocerlo tanto como la vizcondesa y ella no podía solo hacer caso omiso de ello como Bastian proponía.
—Debería... —sacudió la cabeza para aclarar sus ideas—. Debería comenzar a prepararme para la fiesta.
—Es cierto.
—Supongo que pediré que me preparen un baño.
Una sonrisa traviesa comenzó a dibujarse en los labios de su esposo, ella lo observó con desconfianza y por qué no, algo de obnubilación. Él no sonreía tan a menudo como para que ella se hubiese acostumbrado a dicho gesto.
—¿Quieres que yo te lo prepare?
Jasmine alzó ambas cejas.
—¿Tú sabes preparar un baño?
Sin dignarse a responderle, Bastian le guiñó un ojo y se puso en movimiento, atravesando la habitación principal hacia una de las puertas aledañas. Ella lo siguió como en un acto inconsciente, apenas deteniéndose un segundo para echar un vistazo hacia la cama y comprobar a Ryan, el cual seguía profundamente dormido. Tras colocar otra almohada a su lado, se apresuró a cruzar la puerta que guiaba al cuarto de baño, en donde encontró a su esposo ligeramente inclinado sobre la enorme tina de bronce que reinaba en el cuarto.
—¿A madame le gusta el baño caliente o tibio? —le preguntó con una fingida voz servicial. Ella se acercó a su lado, curiosa, viendo que él acababa de girar unas manecillas que de algún modo hacían brotar el agua hacia el interior de la bañera.
—Increíble —musitó, estirando una mano para dejar que la cascadita la mojara con agua tibia—. Sin cubos.
—Sin cubos —coincidió él, sonriendo al ver su sorpresa—. Si esto te parece sorprendente, cuando veas el Bramah tú solo querrás tener uno propio.
—¿Qué es un Bramah?
Bastian jugueteó con el agua un instante, para luego sacudir la cabeza y dejarla brotar libremente.
—Todo a su tiempo, querida esposa. —Entonces se incorporó de su posición junto a la tina, echándole una mirada de pies a cabezas que ella no supo cómo interpretar.
—¿Qué? —pidió saber con la desconfianza a flor de piel.
—¿Vas a bañarte con la ropa puesta?
Jasmine titubeó, miró casi sin mirar el reflejo de su silueta en el espejo que estaba a las espaldas de Bastian y luego alzó el mentón, enfrentándolo con la seguridad propia de la hija de un duque.
—Llamaré a una doncella.
Él dio un paso hacia ella, Jasmine vaciló pero no se movió de su sitio.
—¿Para qué molestar a alguien si estoy yo aquí?
—¿Me harás de doncella?
Bastian puso el rostro de lado, equiparando sus miradas con un gesto de profundo análisis.
—¿Eres de las que precisa de ayuda para su baño?
—No, suelo bañarme bien por mi cuenta —señaló, incapaz de disimular su tono burlón. Él sonrió—. Pero preciso de ayuda para desvestirme, por supuesto.
—Por supuesto —accedió, apenas soltando un breve suspiro entre dientes. Dio otro paso, sosteniéndola en su lugar con la intensidad de su mirada traslucida—. Voltéate.
Ella dudó solo un segundo, antes de acatar su pedido y ofrecerle la espalda solo con un mínimo temblor en su cuerpo. Él ya la había visto desnuda, no había motivo para sentir ese revoloteo en su estómago, y aun así no podía aplacar un nerviosismo de anticipación. Sintió como las manos de Bastian se posaban un instante en sus hombros, para luego trasladarse a la hilera de botones que cerraba su sencillo vestido de día. Uno a uno fue cediendo bajo sus expertos dedos que trabajaban en la zona apenas rozándola, volviéndola demasiado consciente de la cercanía de su cuerpo. El vestido resbaló de sus hombros y Bastian acompañó el movimiento, tomando la prenda por las abullonadas mangas para deslizarla por el largo de sus brazos en una ininterrumpida caricia. Ella no se movió, viendo como el montón de tela aterrizaba en el piso y a éste le seguía la sobrefalda y los bolsillos, como si él no aguantase sacarlos de su camino.
Bastian chasqueó la lengua, a la cual Jasmine sonrió.
—Por delante —indicó, haciendo que él la rodeara y quedaran cara a cara.
—Moda americana —masculló su esposo, al tiempo que estiraba las manos para hundir los dedos en la parte superior de su corsé de estilo americano y rozaba de manera evidente la cima de sus senos.
—Me resulta más práctico —explicó con suavidad, tomando una profunda bocanada de aire cuando él jaló ambas partes con el fin de liberar el primer ganchillo. El resto le siguió sin mucho esfuerzo, hasta que Jasmine pudo sentir como su cuerpo iba siendo liberado de la presión de la prenda y se quedaba nada más que en su camisola y enaguas.
Bastian la estudió con detenimiento, sin disimular el modo en que sus ojos parecían atravesar sus precarias ropas, ansiando descubrirla por completo. Entonces ella estiró una mano para sostenerse de su hombro y él parpadeó, completamente confuso, robándole una sonrisa involuntaria. Jasmine elevó uno de sus pies, moviéndolo en pequeños círculos casi rozando su pierna en el proceso y él siguió el movimiento, absorto. Finalmente sacudió la cabeza entendiendo el mensaje y dándole una sonrisita sesgada, colocó una rodilla en el piso y tiró de su pie hasta posicionarlo sobre su muslo. Al perder el apoyo de su hombro, Jasmine tuvo que inclinarse y tomarse de lo que más a mano tenía, y eso resultó ser la cabeza de su esposo. Bastian gruñó algo similar a una maldición cuando ella enredó los dedos en su cabello rubio, jalándolo de una forma más que consciente.
—¿Siempre eres tan ruda con el servicio? —inquirió, al tiempo que desabotonaba sistemáticamente su bota de tacón medio.
—Solo con quienes lo merecen —respondió altiva, ofreciéndole el otro pie para que la descalzara. Él trabajó de forma eficiente con su otra bota, para luego permanecer de rodillas ante ella una vez que el trabajo estuvo hecho. Jasmine lo miró desde su aventajada posición—. ¿Terminaste?
—Sí, madame —murmuró, mirándola por entre las pestañas—. ¿Madame quiere que me encargue de las enaguas?
—Por favor —susurró en respuesta, apenas dándose cuenta de lo etérea y vacilante que su voz sonaba.
Bastian extendió las manos hacia su cintura, tomando el pequeño lazo que sostenía su ropa interior y que con un jalón certero deshizo sin mayor concierto. Jasmine volvió a sostenerse de él, aun cuando sus dos pies estaban correctamente afirmados en el suelo y Bastian dejó caer la prenda junto a las otras, volviendo a elevar sus ojos hacia ella, solícito.
—¿Madame desea algo más?
Ella parpadeó repetidas veces, sintiendo cómo su corazón chocaba de forma violenta contra sus costillas. Entonces movió la cabeza en un tenue asentimiento, para luego cerrar la mano entorno al cuello de la masculina levita negra y tirar de él hacia arriba. Al instante sintió la respiración acelerada de Bastian golpeando sus labios y lo acercó otro tanto, dejando que solo unos pocos centímetros los separaran. Quería besarlo, quería que él deseara besarla, pero no estaba segura. Luego de lo que le había confiado, luego de ser consciente de los fragmentos de su historia, era imposible saber qué esperar.
—Bastian... —Pasó una mano por su cabello, sintiendo como él afianzaba su amarre alrededor de su cintura y apretaba su camisola entre sus dedos—. Yo...
—Muy bien. —No le permitió decir nada más, sus labios la encontraron entonces en un demandante beso que expulsó cada una de sus dudas fuera de su mente. Eso era lo que tenía que pasar, ella lo sabía, él lo sabía.
Abrió la boca, gustosa, sorprendiéndose de lo mucho que quería sentirlo en ella, acariciando su lengua con la suya, enviándole escalofríos con cada roce.
Jasmine cerró ambas manos en torno a su cuello y él gruñó en aprobación, empujándola sin resuellos contra la puerta cerrada. Ella gimió por la sorpresa, pero no hizo amago de soltarlo, sino que en su intento por tenerlo más cerca rodeó su pierna con una de las suyas, disfrutando secretamente del roce de su pantalón en la parte más intima de su cuerpo. Bastian la empujó con sus caderas, hundiendo su lengua en la profundidad de su boca como si quisiera recoger hasta la última pizca de ella. Su mano bajó hasta su muslo desnudo, donde la tomó de forma decidida, instándola a separar más las piernas para que pudiera frotarse contra ella a su antojo. Jasmine echó la cabeza hacia atrás buscando aire y Bastian aprovechó eso para zambullirse en su cuello, adorándola con sus labios, murmurándole cosas que ella apenas era capaz de oír por encima del sonido de su sangre bombeando en sus oídos.
Él volvió a arrastrarse hasta su boca, dándole un sinfín de pequeños besos hasta que ella sintió sin lugar a dudas algo tocando su pie descalzo que la alarmó. Dio un chillido de sorpresa, logrando que Bastian la soltara al instante y la observara, confuso. Jasmine bajó la mirada tentativamente al suelo y él hizo lo propio, soltando una colorida maldición cuando vio el gran charco de agua que se estaba acumulando bajo sus pies.
Su esposo corrió hacia la desbordada bañera, afanándose por cerrar los grifos de agua. Pero eso no hizo mucho por mejorar el desastre del suelo, todas sus prendas estaban empapadas, e incluso vio sus enaguas deslizándose delicadamente sobre el brilloso piso.
—Dios santo... —musitó, llevándose una mano a la boca. Bastian la miró con sus ojos celestes rebozando inocencia y entonces, no pudieron soportarlo, ambos rompieron a reír fuertemente ante lo ridículo de la situación—. Eres un réprobo de asistente, Bastian Hastings.
_____________________
Pos hasta acá vamos... no hago dedicatoria porque me tengo que ir y esas llevan su tiempo.
Así que nada, ¿qué les pareció el cap? ¿La historia por ahora?
Les comento, así de paso, que intento todo lo posible mantenerme acorde con la época. Pero me he dado una licencia de escritora con el tema de "Junior", la verdad es que no sé si entonces ya se acostumbraba a usar ese tipo de apelativos con los hijos y no lo investigué. Señalo esto, porque me han tirado de las orejas en otras de mis historias históricas por las imprecisiones referentes a las épocas. Pero esta imprecisión (si es que lo es), decidí dejarla adrede. xDD
Me intriga mucho saber qué hipótesis están barajando para el final, según conté en mi mente estamos a cinco caps de terminar. Así que, ¿ideas? xDD
¡Buen domingo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro