Dolorosos amores
¡Antes de que se termine el año tenía que pasar por acá! Perdón si tardé un poco, pero es que cuando terminé las clases estaba desesperada de lectura, lectura de placer y bueno... tuve que xDD
Espero disfruten del cap ;)
Capítulo XXIV: Dolorosos amores
Bastian se desperezó con lentitud, sintiendo al instante la suave y tibia piel que calentaba su mano por debajo. Gruñó con satisfacción para sus adentros y estiró los dedos con cuidado, rozando solo lo suficiente como para causarle un estremecimiento a su receptora. Ella dio un pequeño jadeo cuando él continuó avanzando con sus dedos, primero paseando por su vientre, luego sus costillas y más tarde...
—No. —Hizo una mueca cuando una ligera palmada lo obligó a detener su caricia justo cuando se volvía interesante y entonces entreabrió los ojos para observarla, confuso. Jasmine le sonrió desde una posición levemente sentada y le apuntó con la cabeza al pequeño pilluelo que estaba recostado a su lado—. Ryan tiene que comer —señaló, tomando su mano para hacerla descansar sobre su estómago.
Bastian parpadeó varias veces, hasta que fue capaz de empujarse fuera del letargo del sueño y el deseo que, comprendió, iba a tener que mantener a raya.
—¿En qué momento llegó él? —inquirió, pasándose una mano por el desordenado cabello. Al oírlo hablar Junior soltó el pecho de su madre para mirarlo con interés—. Hola, niño feo.
—No le digas así —lo censuró su esposa, tomando la cabecita rubia de Ryan para guiarlo de regreso a su desayuno—. Él es hermoso.
—La gente dice que se parece a mí.
Jasmine se encogió de hombros, sin dejar de acariciar al pequeño con maternal reverencia.
—Pues sí, supongo que tú también lo eres, pero él lo luce más.
Rió entre dientes, usando uno de sus brazos para apoyarse en la almohada y estudiarlos con calma.
—Creo que tiene tu nariz —informó tras un profundo análisis de ambos. Jasmine giró el rostro para observarlo con una ceja arqueada en un ángulo de perfecta incredulidad—. ¿Qué?
—No tiene mi nariz —apuntó con un bufido—. No tiene nada de mí, se parece a ti desde la punta del cabello hasta el último dedo del pie.
—¿Sabes lo que eso significa?
Ella parpadeó.
—Sí, que será un libertino —dedujo, soltando un suspiro de derrota. Bastian dejó ir una carcajada, ganándose automáticamente una patada por debajo de las mantas.
—No significa eso —le espetó ni bien ella dejó de intentar callarlo a golpes de pie. Definitivamente Jasmine cada día le demostraba más y más ser digna hermana del duque. Las patadas estaban a la orden del día en la familia Shaw.
—¿Entonces?
Bastian se inclinó para plantarle un beso en la cabeza al comilón que tenía por hijo y luego elevó el rostro para enfrentarla a una distancia mucho más interesante.
—Significa que será guapo como yo e inteligente como tú.
Ella comenzó a esbozar una sonrisa, pero de un segundo a otro le frunció el ceño, molesta.
—¿Eso significa que no soy guapa? —le arrojó a quemarropa.
—¿Eh? —Jasmine lo empujó por el hombro, haciéndolo que se apartara de regreso a su lado de la cama—. No... —chasqueó la lengua por lo absurdo de su suposición—. No fue eso lo que quise decir...
—Dijiste que de ti obtuvo lo guapo, dando por supuesto que de mí no pudo haberlo obtenido.
Bastian parpadeó, estupefacto. ¿En qué momento ese cumplido se había torcido tanto?
—No dije eso.
—Sí lo hiciste.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí, Bastian, lo dijiste. —Él soltó un bramido entre dientes, girando en su dirección para colocar sus manos en el cabezal de la cama y capturarla debajo—. Apártate —le advirtió su esposa, alzando el mentón hasta dejar su rosto a escasos centímetros del suyo.
Él se forzó a concentrarse en sus ojos y no en el hecho de que estaba hambriento de mujer, al punto en que sería capaz de luchar con su hijo para obtener algo del manjar que estaba apenas cubierto por una sábana en su cama.
Jasmine le envió una envenenada mirada y él reculó un tanto.
—Tienes que entender...
—No hay mucho que entender —lo interrumpió con algo que parecía ser una insana costumbre suya—, tú no consideras que sea guapa y eso está bien. —Se encogió de hombros, inconscientemente abrazando el cuerpito de Ryan más cerca de su pecho—. Soy consciente de que resulto agradable a la vista... tal vez simpática para el sexo opuesto, pero no deslumbrante o...
—Calla. —Sorprendentemente ella lo hizo—. Estás tan ciega, Jas. —Como toda respuesta su esposa le frunció el ceño, logrando que él sonriera—. Y yo soy un maldito afortunado al ver que no tienes idea de cómo usar tu poder femenino en los hombres.
—¿Mi poder femenino? —inquirió, curiosa.
Él suspiró bajando la mirada a Junior un instante, para luego girarse y salir de la cama en un movimiento fluido. Era claro que el niño no tenía idea de lo que pasaba a su alrededor, él solo era consciente de una cosa y eso empezaba y terminaba en la comida que obtenía de su madre; aun así Bastian no se veía capaz de incitar a Jasmine a nada sexual con el crío en la habitación. Sabía que normalmente eso no suponía una dificultad u obstáculo para casi nadie, la mitad de los hermanos de casi todas las clases eran concebidos con su antecesor muchas veces presente, pero eso no era para él. Bastian era firme partidario de conservar la inocencia infantil el mayor tiempo que fuese posible.
—Hablaremos de eso luego —le respondió a Jasmine mientras iba detrás del biombo para desaguar el espíritu—. Y nosotros en realidad deberíamos considerar conseguir un Bramah como el de los vizcondes —añadió, pensando en la comodidad que supondría tener una taza de baño tan sofisticada como esa.
—¿Demasiado snob para los urinales? —se burló ella desde el otro lado. Él sonrió sacudiendo la cabeza, aún cuando sabía que no podía verlo.
Utilizando la puerta de conexión entre las habitaciones fue hasta su cuarto para tomar sus utensilios para rasurarse y trasladar el ánfora con agua tibia que su ayuda de cámara tan atentamente le había dejado. Bastian cargó la jofaina en la habitación de su esposa y colocó la mezcla de jabón y especias que Otto hacía especialmente para él, y entonces se enjabonó el rostro mientras captaba por el reflejo del espejo el movimiento de Jasmine en la cama. Ella tenía a Ryan contra su pecho, frotándole la espalda de modo que pudiera liberar los gases. La sábana que había estado cubriéndola con recatada decencia antes, había resbalado de sus pálidos hombros para dejar al descubierto sus pechos ligeramente enrojecidos por las caricias de su barba de la noche anterior. Su mente recreó la imagen de un modo tan nítido que casi sintió que estaba pasando de nuevo, su boca sobre sus pezones, ella gimiendo y hundiendo las uñas en su espalda como si no pudiera conseguir tenerlo lo bastante cerca, rogándole que la llevara más lejos, pidiéndole que no la soltara hasta el último segundo de éxtasis. Ella gritando su nombre, él adorando su cuerpo hasta...
Bastian jadeó, notando súbitamente que tenía la navaja apretada con tanta fuerza que muy posiblemente sería capaz de romperla. Cerró los ojos y aflojó el amarre lo suficiente como para llevar a cabo su tarea. Ella no tenía idea pero sería muy capaz de matarlo, porque si seguía perdiendo la cabeza de ese modo él mismo terminaría por abrirse la garganta en un descuido. Y maldita sea si no moriría como el idiota más feliz de Inglaterra.
—Jasmine... —comenzó a decir, justo cuando ella se incorporaba y bendita fuera, se ponía la bata encima. No que aquella acción menguara en algo el doloroso estado de su entrepierna, pero algo era algo.
—Voy a llevárselo a Nancy para que lo cambie.
Él se aclaró la garganta en algo que pareció una afirmación y ella le envió una breve sonrisa a través del espejo, antes de hacer que Junior agitara la mano para decirle adiós y salieran de la habitación. Bastian sacudió la cabeza, sabiendo que ese era el momento más seguro para afeitarse y no matarse en el proceso. La cabezonería de Jasmine por alimentar a su bebé como si fuera una mujer cualquiera, era algo que en un principio no había comprendido. La idea de que una madre quisiera gastar su tiempo para criar en todo el sentido de la palabra a su hijo, le era ajena. Él siempre había considerado que su propia madre había sido una buena madre, pero al ponerla en comparación con las cosas que Jasmine hacía por Ryan, simplemente comenzó a comprenderlo de otro modo. Su madre había sido una madre competente, si es que dicha cosa contara para alguien a quien apenas había conocido. Luego había estado Marion, claro, pero ella no era su madre. Aunque de muchas formas le gustaba pensar que ella le profesaba casi el mismo cariño que a sus hijos de sangre, Marion nunca lo había dicho de forma expresa. Nunca había hecho nada para hacerlo sentir su hijo, aunque tampoco nunca lo había rechazado o maltratado del modo esperable para casi todos los bastardos. Ella lo había dejado entrar en su casa, jugar con sus hijos, comer su comida, compartir sus vidas y nunca, nunca lo hizo sentir despreciado por ser el pequeño sucio secreto del marqués.
Marion probablemente era lo más cercano a una madre que él conocía y seguía sin llegarle ni a los talones a Jasmine. La devoción que ella mostraba por Ryan era algo que no había visto nunca antes y le resultaba admirable, intimidante y absolutamente aterrador. Bastian estaba por primera vez en terreno desconocido, sabía de forma elemental lo que quería, pero llegar allí parecía requerir más que una promesa de abstinencia y monogamia hacia su esposa.
La puerta de la habitación se abrió nuevamente trayendo consigo la esencia a flores que parecía impregnada en su piel, ella caminó hasta el tocador y se le quedó mirando a través del espejo. Bastian aclaró la cuchilla en el agua, volviendo a llevarse la navaja hacia la mejilla y entonces ella le sonrió, tan simple como una muy pequeña sonrisa. La navaja resbaló.
—Mierda —gruñó, tomando la toalla rápidamente para cubrir el corte.
—¿Estás bien?
Él masculló una afirmación, mientras observaba su mejilla en el espejo. El corte no era nada para alarmarse, pero maldita fuera ella. Maldito fuera él por dejarse atontar de ese modo.
—Sobreviviré.
—Deberías dejar que Otto te afeitase, es tu ayuda de cámara después de todo.
—Soy capaz de hacerlo por mi cuenta, Jas, tengo manos.
—No con mucho pulso al parecer —sentenció, dándose la vuelta para ir hacia la ventana y correr solo una esquina de la cortina.
—¿Es un bello día? —le preguntó, siguiéndola con la vista por la habitación. Ella negó.
—No, está bastante soleado. —Bastian esbozó una sonrisa muy a su pesar. Jasmine había aprendido a leerlo tan rápidamente que no sabía cómo reaccionar aún—. Oh, a que no sabes lo que acabo de enterarme.
—¿Qué cosa? —instó, poniéndole especial atención al proceso de pasar la navaja por su barbilla. Realmente él no necesitaba más cortes que pusieran en duda la reputación de su pulso.
Jasmine se volvió hacia él con la emoción propia de una niña y se sentó en el canapé que estaba cerca del tocador.
—Nancy tiene un pretendiente. —Bastian parpadeó, enarcando una ceja en su dirección. Jasmine movió una mano con desinterés—. La oí hablando con una de las doncellas cuando iba a dejarle a Ryan.
—¿Quién es él?
—El hijo del carnicero del pueblo. —Él no tenía idea de quién era el joven en cuestión, pero esperaba que fuera digno de Nancy.
—¿Le conoces?
—Le he visto un par de veces, pero nunca hablé con él. —Parecería de lo más extraño que el conde y la condesa estuviesen chismorreando sobre los amoríos de sus empleados, pero en vista de que sus empleados chismorreaban sobre ellos todo el tiempo, el trato hasta parecía justo—. Tal vez tenga que hablar con ella, aconsejarla.
—¿Sobre qué? —le preguntó, medio esbozando una sonrisa. Volvió a aclarar la cuchilla, buscando algún punto que se le hubiese pasado.
—Sobre relacionarse con hombres, claro —dijo remarcando lo evidente—. Es lo bastante joven como para dejarse engañar y lo que menos deseo es que le rompan el corazón.
Él carraspeó limpiándose hasta el último rastro de jabón y luego se giró, apoyando la cadera en la mesa del tocador.
—¿Y qué sabes tú sobre decepciones amorosas? —inquirió con verdadero interés.
Jasmine se encogió de hombros, pareciendo súbitamente abstraída por sus utensilios de afeitar.
—Sé lo suficiente.
Bastian frunció el ceño apenas dándose cuenta de ello.
—¿Alguna vez sufriste una decepción amorosa? —pidió saber, aunque muy en su interior no quería obtener una respuesta—. ¿Alguna vez estuviste enamorada de alguien?
Su esposa elevó sus ojos castaños hacia él con un gesto determinado.
—No eres el único con pasado, ¿sabes?
Esto se ponía bueno, pensó en su fuero interno.
—¿Quién es el tipo?
—Pasó hace mucho tiempo, yo era incluso más joven que Nancy. —Ella hizo una pausa como considerando sus palabras y entonces, continuó—: Él era el hijo de un amigo de mi padre, nos visitaba frecuentemente y eso en Stokesay era digno de tener en consideración. A mis quince años había visto muy poco del mundo, muy pocos hombres y él me parecía... —sonrió con cierta reserva—, me parecía fascinante.
—¿Fascinante?
—Sí —le respondió sin más, abstraída en su ensoñación del pasado—. Todo fue sumamente inocente y correcto, él era cinco años mayor que yo pero ambos estábamos bastante seguros de lo que sentíamos. —Hizo una mueca—. Bueno, al menos yo estaba bastante segura de lo que sentía.
—¿Qué pasó con él?
—Me cortejó por casi un año y si bien no hubo un compromiso formal, sí nos prometimos el uno al otro. —Su rostro se ensombreció levemente—. Entonces mi madre murió, yo acababa de cumplir los dieciséis y mi padre... —soltó un breve suspiro—. Bueno... mi padre básicamente se fue con ella.
—¿A qué te refieres?
Ella sonrió pero no hubo felicidad en aquel gesto.
—Mis padres se amaban con locura, Bastian, se adoraban. Y cuando ella murió, él no pudo soportarlo. —Bastian frunció el ceño, sin tener idea de aquella información—. No se quitó la vida, pero fue como si lo hiciera. Él simplemente renunció a todo, se paseaba por la casa como un fantasma buscando a mi madre, viviendo atrapado en los recuerdos. Dejó de interesarse en sus labores, en nosotros... —Presionó los labios ante esa palabra, para luego cuadrar los hombros y enfrentar sus ojos—. Así que me hice cargo de todo por él.
—¿Tú?
—Hice lo que tenía que hacer, tenía a un hermanito en edad escolar que necesitaba ser guiado, tenía una casa que debía ser mantenida, tenía arrendatarios que esperaban respuestas, negocios, abogados, préstamos, bancos... —se silenció un instante—. Tenía que hacerme cargo de ello o dejar que él nos hundiera, así que lo hice.
Bastian asintió sin hacer observaciones al respecto, muy en lo profundo sabía que Jasmine no estaba buscando su aprobación o su reconocimiento por aquel esfuerzo. Ella no lo consideraba un esfuerzo, un sacrificio, lo consideraba su deber. Algo que solo servía para demostrar la asombrosa mujer que era.
—¿Y qué pasó con tu prometido?
Su esposa se encogió de hombros con cierto toque de indiferencia. Bastian sonrió.
—Él no quería a una esposa así... —Lo miró, resuelta, testaruda solo como ella podía serlo—. No quería a nadie que pudiera opacarlo, quería a una mujer sumisa y callada que le diera hijos y que nunca preguntara nada. —Y ese no era su estilo—. Y ese no es mi estilo.
—Por supuesto que no —acordó, reprimiendo las ganas de reír.
—Pensé que me quería por quien era... que apreciaba mi personalidad a pesar de que no era exactamente igual a las demás mujeres. —Jasmine chasqueó la lengua—. Pero fui algo ilusa, ¿no?
—Al menos no te casaste con él.
Ella se incorporó del canapé, quedando exactamente delante de su cuerpo. Bastian reaccionó a su cercanía casi sin darse cuenta, poniéndose tenso en todos los sentidos abarcables.
—No, me casé contigo —aseveró, extendiendo una mano para rozar delicadamente el corte en su mejilla. Él se quedó quieto, admirándola en silencio. Era cierto, ella no era como las demás mujeres, podía ser implacable como un hombre cuando estaba negociando algo y al mismo tiempo tenía un halo de dulzura que contravenía todo aquello.
—Que mala eres eligiendo pretendientes —le dijo en broma, al tiempo que giraba el rostro lo suficiente como para dejar un sutil beso en su palma. Jasmine contuvo el aliento.
—Sí, debería evitar darle consejos a Nancy entonces. —Él sonrió de forma oscura, tomándola por la cintura para jalarla más cerca de sí—. ¿Qué hay de ti?
—¿Qué hay de mí? —inquirió, mordiendo con suavidad la yema de sus dedos. Ella rió, apartando la mano de su boca para posarla en su pecho.
—¿Decepciones amorosas? ¿Tuviste alguna? —Él la miró fijamente, tratando de pensar una respuesta para ella. Jasmine inclinó la cabeza sin apartarle la mirada—. ¿Bastian?
—Estoy pensando.
Jasmine sonrió ante su respuesta.
—Si tienes que pensarlo tanto, es porque no tuviste ninguna. —Él se encogió de hombros frente a su lógica—. Supongo que eres afortunado de que nunca te hayan roto el corazón —susurró, trazando breves círculos sobre su pecho donde el latido del susodicho comenzaba a acelerarse tras cada roce—. Ese tipo de rechazos se queda siempre arraigado.
Él parpadeó.
—¿El rechazo de un amante? —Ella asintió, logrando que Bastian copiara el gesto en una acción involuntaria—. Entonces supongo que eso sí me pasó.
—¿En serio?
Por espacio de varios segundos, Bastian no supo qué decir, pero también supo que debía decirlo.
—No mucho tiempo atrás —musitó, esperando leer alguna reacción por su parte. Jasmine simplemente aguardó, paciente—. Hice algo... algo malo y logré que alguien me despreciara por ello, al punto en que terminó corriéndome de su cama y de su casa con lágrimas en su rostro. —Él notó el momento exacto en que las palabras cobraban significado en su interlocutora, Jasmine se tensó retrocediendo un paso—. Es un recuerdo que tengo bastante arraigado en mi mente... ese rechazo...
—Basta —le cortó, apretando la mano que tenía en su pecho en un fuerte puño—. No sigas.
—¿Jas? —Bastian la tomó por la barbilla, obligando a sus ojos a enfrentarlo—. Sé que no es un recuerdo agradable...
—¿Entonces para qué hablar de ello? —le espetó con renuencia—. Hemos decidido que seguiríamos adelante, ¿no?
—Sí, pero no quiero que vivas con ese temor...
—Bastian... —Ella se apartó por completo y él gruñó para sus adentros.
—¡Jasmine, joder! —masculló, haciendo que su esposa diera un respingo y lo mirara de ese modo tan familiar. Demonios—. Sé que me tienes miedo por eso, Jas... —Dio un paso hacia ella, agradecido de que no retrocediera—. Sé cómo luce el miedo en el rostro de alguien.
—Yo no... —balbuceó, pero no hubo convicción en sus palabras.
Él suspiró.
—Yo no debí ponerte un dedo encima... —Ella comenzó a sacudir la cabeza para que parara, pero Bastian decidió no hacerle caso esa vez. Jasmine debía jodidamente entender, no podía dejarla creer que iba a enloquecer de un momento a otro—. Esa noche estaba ebrio, lo sabes... —Aunque aquello difícilmente podría tomarse como justificación—. Quería... dioses, te necesitaba tanto en ese instante y no sé... —Recordaba el momento en que había entrado en su cuarto, el modo en que la buscó en la cama y casi cada segundo en que se saciaron mutuamente. Ella no lo había rechazado, lo había recibido en su lecho a pesar de que él apenas podía mantenerse en pie y entonces, cuando su cuerpo finalmente colapso por todos los excesos al que lo estaba sometiendo, Bastian se quedó dormido. Tendido sobre ella, o al menos eso recordaba con vaguedad—. Mi mente estaba embotada... —admitió tras un breve silencio—. Y tú...
—Solo quería despertarte —murmuró ella en tono apenas audible. Bastian asintió—. Estabas sobre mí y no me dejabas moverme, solo quería que te apartaras un poco.
—Lo sé... —Ella lo había llamado, lo había sacudido pero él estaba más allá de sí mismo—. Me hablaste al oído, ¿no es así? —Jasmine cabeceó una vez a modo de afirmación—. Sé que nada de lo que diga puede justificar mi reacción, pero tienes que saber... no era yo. Mi mente... sentí tu respiración en mi nuca, sentí una voz hablándome y solo... —No podía decírselo, no—. Me sentí amenazado... —Al menos eso era lo más cercano a la verdad que podía admitirle—. Yo solo pensaba en defenderme, por eso... —Por eso la apartó, por eso sacudió su mano, por eso la había golpeado—. No sabía que eras tú.
Bastian apenas si sabía quién era él esa noche, apenas reconocía nada de su entorno. Su mente estaba a oscuras, tal y como siempre estaba cuando él lo llamaba, cuando lo buscaba murmurando su nombre por los pasillos muertos de la casa.
Se estremeció.
—Bastian...
—Jasmine debes creerme. —Estiró una mano hacia ella, odiando el modo en que retrocedía instintivamente—. Nunca te haría daño.
Ella esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos y eso le dolió como una bofetada.
—Es difícil creerte, cuando siempre hiciste uso de tu fuerza para intentar someterme a tus demandas, ¿no lo crees? —Él no respondió—. Sé que cuando bebes no eres la misma persona, pero hay cosas que están fijas en ti y...
—No —la interrumpió, antes de que dijera algo que luego no iba a poder quitar—. No digas que eso está en mí, no me digas eso.
—Bastian qué se supone...
—¡No soy eso! —masculló sintiendo como su irritación aumentaba y su voz vibraba—. No soy eso —repitió con ahínco. Ella solo lo observó en silencio—. Nunca le haría eso a otra persona, Jasmine.
—¿Qué cosa? —susurró, aunque era evidente que ambos lo sabían bien.
—Solo buscaba que me tuvieras miedo, ¿vale? Nunca lo habría llevado más lejos, nunca.
—¿Por qué querías que te tuviera miedo?
—Porque... —Porque era el único modo que conocía para controlar a los demás, porque el miedo era un arma que funcionaba y él era una fiel muestra de ello—. Así me respetarías.
Jasmine sacudió la cabeza, incrédula.
—¿Realmente piensas eso? —le preguntó con suavidad, desarmándolo por completo con esas simples palabras. Habría soportado un grito, un reclamo, pero no aquella muestra de amable empatía.
Bastian se pasó las manos por el cabello, jalando los mechones con fuerza. Dioses, Jasmine.
—El miedo siempre me mantuvo a raya, Jas —musitó sintiendo su voz ajena, lejana—. El conde consiguió que la simple idea de cruzarme con él en un pasillo, me hiciera temblar de la cabeza a los pies. Sentía tanto miedo de él que me encerraba a mí mismo en el ático, esperando que no me buscara. —Tomó una necesaria bocanada de aire—. ¿Me preguntas si pienso que el miedo puede controlar a alguien? —rió con amargura—. Joder, Jas, el miedo me hacía hasta contener el hambre, el sueño y hasta las malditas ganas de orinar si él me lo decía.
Ella jadeó, llevándose una mano a la boca.
—¿Qué fue lo que te hizo? —preguntó con un hilo de voz.
Bastian sacudió la cabeza, incapaz de ir allí. Entonces estiró nuevamente su mano en su dirección y para su entera sorpresa, Jasmine no solo la tomó sino que lo jaló de ella para acercarlo a su cuerpo y hundir el rostro en su pecho. Bastian suspiró, mientras sentía el calor de las lágrimas de su mujer humedeciendo su camisa de batista y la estrechó con mayor fuerza, deleitándose ante la posibilidad de que ella tal vez lo estaba perdonando.
***
Theo se dejó caer en el sillón de su hermana en el estudio, mientras esperaba a que Humphrey anunciara su llegada. Al parecer Jasmine había decidido permanecer en la cama un poco más de lo que era usual en ella. Theo no quería culpar a Hastings de eso, pero sabía que el motivo de que su hermana estuviera siendo un tanto más permisiva en sus horarios se debía al conde.
Desde que habían regresado de la fiesta de los vizcondes dos semanas atrás, Theo notó que algo se veía diferente en ellos. Básicamente seguía odiando a Hastings con cada fibra de su ser, pero Jasmine parecía más feliz y eso hacía que lo tolerara lo bastante como para no estamparle el puño en el rostro cada vez que lo veía.
Sintió una presión en su bota y al instante sacudió el pie, haciendo que el chucho le gruñera, molesto.
—Lárgate —le espetó, pero el animal pareció tomar aquella orden como una invitación y comenzó una nueva batalla con su pie.
Theo rodo los ojos, bufando. Había descubierto que cualquier intento por disciplinar al can era una completa pérdida de tiempo, hacía lo que le venía en gana cuando le venía en gana. Y de alguna forma aquella actitud le recordó con rabia a la tozuda dueña. A él ni siquiera le gustaban los perros, pero de algún modo que aún le era un misterio, Milie Turner había logrado agenciarle el cuidado de su mascota durante la fiesta de caza.
Bajó la mirada hacia el animal, quien al sentirse observado le devolvió el escrutinio con ojos perrunos. ¿Qué diablos hacía él con ese perro? Se preguntó en su fuero interno, incapaz de entenderlo. Quizás los rumores eran ciertos y la señorita Turner tenía algo de sangre gitana corriendo por sus venas, quizás lo había hechizado para aceptar aquel ridículo trato, quizás...
Theo sacudió la cabeza, el simple pensamiento era ridículo. Él debía de detener todo aquello, le devolvería el perro ni bien estuviese de regreso en la Londres y asunto terminado. No se dejaría engatusar otra vez por falsas muestras de tristeza y pesar, maldita fuera, no se dejaría engatusar por esa mujer ni una vez más.
—¡Theo estás aquí! —Él parpadeó lejos del perro, enfocando sus ojos en su sonriente hermana. Se incorporó, sintiendo el peso de su deber más fuertemente que nunca—. ¿Qué tal la charla con el abogado?
—Te espera en Londres la semana entrante —dijo, a pesar de que eso lo sabían ambos. Jasmine asintió con tranquilidad, él frunció el ceño—. Te envía esto... —Le tendió el sobre que había llevado guardado en el interior de su chaleco—. Deberías... —hizo una pausa mientras ella se acercaba para tomarlo de su mano—. Deberías leerlo, Jasmine.
La sonrisa titubeó en sus labios, al tiempo que le lanzaba una mirada especulativa.
—¿Algo va mal? —inquirió, aún sin abrirlo.
Él presionó los labios en un rictus.
—Me temo que no son buenas noticias.
__________________________
Neil: Ahora que la historia de Evan y Daphne terminó tenemos que aprovechar cualquier oportunidad para hacer nuestras apariciones.
Lucas: No sé, no soy muy fanático de la ficción histórica.
Didi: Tranquilo, Lucas, pronto podrás volver a la actualidad cuando Tammy se digne a empezar mi historia.
Bastian: No se molesten en aparecer por aquí si no quieren, yo puedo manejar las dedicatorias por mi cuenta.
Iker: Perdóname, cachorro, pero en ficción histórica mando yo. Y si alguien debe hacerse cargo de las dedicatorias ese sería...
Will: Yo. Dado que soy, después de todo, el mayor.
Theo: Le pido me disculpe, milord, pero deberíamos hablar en razón de nuestra posición. Y yo soy duque, lo que significa que...
Ihan: Por favor, eres el más joven de todos nosotros, Arwik. Creo que las dedicatorias deben ser llevadas por el más carismático, así que evidentemente el trabajo me cae como anillo al dedo. Tammyland es una tierra democrática, así que sus títulos son inútiles aquí.
Dimo: Él tiene un buen punto allí.
Owen: Deberíamos votar entonces.
Neil: ¿Tú quién eres?
Owen: Soy Owen Hodges, marqués de Granby.
Bastian: Es mi hermano. Pero no estoy de acuerdo con ninguna votación, esta es mi historia y lo justo es que yo decida. Cuando sean sus historias, tendrán completa autonomía para mandar en las dedicatorias.
Iker: Pero... mi historia ya se terminó.
Bastian: Llore un río, milord. No es mi culpa.
Iker (sacando su florín): ¡Impertinente!
Evan: Ya empezamos de nuevo con los ataques. ¡Lord Pembroke, baje esa espada!
Dimo: Uy ya te atrapó, conde.
Neil: Dado que los caballeros son incapaces de ponerse de acuerdo, seguiré mandando yo. Una señorita me ha pedido un minuto de mi tiempo, pero quiero que sepas que por ti... encontraré la forma de hacer que quepa la eternidad en sesenta segundos. mariatete87 este capítulo va para ti, junto con un gran beso de mi parte.
Cam: Vaya, eso sí que fue poético, Neil. Maria, tal vez yo no tenga palabras tan bonitas para ofrecerte, pero tengo una manguera... ;)
Neil: El chiste del bombero y su manguera nunca pasa de moda. Besos para Maria y para el resto de lectoras. Si no nos vemos antes, feliz años nuevo de parte de cada uno de nosotros.
Jace: Gracias por seguir acompañándonos del otro lado, años tras año. <3
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