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Cosas de condes

Hola! No saben lo feliz que me hace ver que la historia cada vez tiene más lectores, yo tenía el fuerte convencimiento de que me iban a mandar a escribir actual porque me iban a detestar en histórica. Pero le estoy tomando el gusto. 

Pido disculpas por no aparecer en las otras, es mi peor año con respecto al tiempo. Y se me complica mil hacer un lugar para escribir. En fin... nuevo cap de nuestro pianista y su florecilla, espero les guste.

pd: en el multimedia queda la canción que toca Bastian en este cap por si a alguien le interesa, en el vídeo se ve bien lo que supone tocar esa sonata. 

Capítulo IX: Cosas de condes

Quizá se había dejado caer sin darse cuenta en una boba rutina, pero cuando esa noche —durante el tiempo que Jasmine dedicaba para alimentar a Ryan— Bastian no apareció por allí a observarla como había estado haciendo, no pudo evitar sentir que faltaba algo. Sus ojos no habían dejado de posarse, insistentemente, en la puerta de comunicación esperando el momento en que él interrumpiera para molestarla. La noche anterior ni siquiera le había hablado, pero había estado allí listo para robarle a Ryan una vez que ella lo dejó satisfecho de comida.

Y en ese momento no estaba y le molestó siquiera reparar en su ausencia. No debes acostumbrarte a él, Jasmine. Se dijo de forma contundente, mientras se preparaba para ir a dormir. Había despedido a Ryan hacía cinco minutos, aun cuando el niño llevaba largo rato dormido. Dio varias vueltas en la cama, sin darse cuenta que su mente estaba aguardando por algún sonido que viniera del pasillo y le advirtiera de su presencia. Al cabo de media hora, decidió que no iba a continuar así por el resto de la noche. Necesitaba hablar con su esposo y poner en claro aquello que le había soltado de buenas a primeras, durante su paseo.

No podía ser cierto y aun así...

Jasmine se bajó de un brinco de su cama, se colocó una mullida bata y se dirigió a paso firme hacia la puerta de comunicación. Atravesó la salita compartida y sin darse tiempo para vacilaciones, abrió la puerta de la habitación de su esposo. Vacía.

Soltó un pequeño taco entre dientes, agradecida de que no hubiera nadie cerca para regañarla. Theo era el primero en señalarle que dejaba mucho que desear para una dama de su posición, estar diciendo groserías. Pero las groserías a veces simplemente brotaban de ella, sin que pudiera mediar ningún tipo de filtro.

Sacudió la cabeza y pegándose la vuelta se dirigió al único otro lugar donde podría esperar encontrarse a Bastian —descontando la taberna y un prostíbulo, claro—; la sala de música. Conforme se iba acercando, supo que su elección había estado acertada porque la música se filtraba hacia el pasillo, aun cuando la puerta se encontraba cerrada. Jasmine hizo una pausa, tratando de distinguir la melodía que llegaba desde el otro lado.

No lo consiguió, su conocimiento sobre música comenzaba y terminaba en la canción que Bastian había tocado la noche que lo conoció: Jasmine Flower. Y aun cuando lo había escuchado tocar cientos de veces más, en realidad no sentía particular interés por su música. A la mayoría de las personas les enloquecía oírlo tocar, pero Jasmine había visto detrás de la fachada de pianista hastiado. Reconocía que tenía talento, pero no había nada de extraordinario en tocar la música de los demás. Suponía que ella con una buena instrucción también sería capaz de lograrlo.

Empujó la puerta e ingresó a la penumbra de la sala de música, donde un candelabro con tres velas a medio consumir intentaba amenizar el ambiente con muy poca suerte. Bastian se encontraba de espaldas a la puerta, tocando una melodía que parecía tomar como prisionero a todo su cuerpo. Sus manos volaban por las teclas del piano a gran velocidad, al tiempo que los hombros se tensaban bajo la tela de bastita de su camisa y su cabeza parecía seguir cada sonido con pequeños movimientos de derecha a izquierda. Jasmine pasó saliva con algo de dificultad, comprendiendo súbitamente que no era la música lo que encantaba sino él; él y su modo de vivir a través de cada nota.

La melodía se precipitó in crescendo hacia el final y las manos de Bastian dieron dos furtivos golpes a las teclas, antes de detenerse un segundo y agregar unas suaves notas más como un leve susurro. Por un estático instante sólo se oyó el sonido de sus jadeos irregulares, hasta que él pareció presentir su presencia y se volteó. Sus ojos quedaron ocultos por la oscuridad, pero Jasmine sabía que la estudiaba con detalle.

— ¿Te perdiste de camino al convento, florecilla?

Ella puso los ojos en blanco, pero no dejó que aquel comentario sobre su recatado atuendo la perturbara. Se adentró a la sala con paso tranquilo y sin decir nada, se detuvo junto al piano obligándolo a enfrentar la luz del candelabro.

— ¿Qué tocabas?

—Sonata en do mayor k311 de Mozart —dijo socarronamente, sabiendo que ella no tendría idea sin importar qué le respondiera.

—Necesito hablar contigo.

Bastian le apuntó con la barbilla el lugar vacío junto él en el banco del piano y tras pensárselo un momento, Jasmine se acomodó allí.

—Tú dirás.

—Lo que dijiste antes...

— ¿Qué dije antes? —la interrumpió, aun cuando era claro el tema del que pretendía hablar. Jasmine se giró lo suficiente como para enfrentarlo y Bastian hizo lo propio, arqueando ambas cejas en actitud desafiante.

Él no iba a responderle, ella lo supo en el mismo segundo en que sus ojos se encontraron en la escasa luz de la habitación. Y aun así no pudo refrenar su lengua.

— ¿Por qué tu padre haría algo así? —¿Por qué lo encerraría en el ático? ¿Qué clase de mal le habría causado un niño para recibir tal castigo? Bastian parpadeó, curvando la comisura de sus labios en un gesto que lejos estuvo de emular una sonrisa. Jasmine se puso firme—. ¿Esperas que te crea sin más? —Él siguió sin decir nada—. ¿Qué motivo podría encontrar el viejo conde para hacer eso? ¿Tu madre se lo permitía? ¿Por qué?

Lo único que obtuvo como respuesta fue una sonrisa burlona, su esposo sólo se limitó a mirarla y cuando ella hubo terminado de lanzarle sus preguntas, se puso de pie, inclinó la cabeza en una breve reverencia y se encaminó hacia la salida. Jasmine también se incorporó.

— ¿Por qué me lo has dicho? —le espetó, justo cuando él alcanzaba la puerta.

—También me lo pregunto.

—Hastings —le llamó, insistente, pero él no se volteó.

—Déjalo ya, Jasmine.

—Sólo dime. —Ella se acercó hasta donde él estaba, quedando a escasos pasos de su espalda. Aguardó en vilo, hasta que el silencio se cortó con la rápida carcajada que soltó él. Jasmine frunció el ceño, al tiempo que Bastian se giraba para observarla.

—Escúchame bien —siseó, inclinándose hacia ella—. El hecho de que estemos fingiendo un matrimonio feliz para el duque, no significa que lo seamos en realidad. —Jasmine hizo una mueca, a lo cual él sonrió—. No te confundas, florecilla. Tú no te inmiscuyas en mis cosas y yo no me inmiscuiré en las tuyas. —La tomó por la barbilla, tirando de su rostro hacia arriba—. Ni por un segundo pienses que me importas o que me puede importar lo que piensas de mí, ¿está claro?

Jasmine se sacudió de su amarre, dándole una mirada recelosa.

—Más claro que el agua —masculló, empujándolo a un lado para poder salir de allí cuanto antes. En ese momento se juró que no volvería a cometer el error de preocuparse por él otra vez.

***

—Me gustaría poder acompañarte —murmuró Theo con el ceño fruncido. Jasmine sonrió para sus adentros, no queriendo contrariarlo más de lo que ya estaba.

—Tienes un compromiso que cumplir y yo también. —Le palmeó el hombro con cariño—. Estaré bien, Theo, lo he hecho miles de veces.

—Pues no deberías —protestó, sacudiendo una mano con molestia cuando el mayordomo intentó colocarle la capa—. Puedo salir más tarde, estoy seguro que...

—No —lo cortó ella—. No sería cortés de tu parte hacer esperar a la señorita Briana.

Él rodó los ojos, aun cuando sabía que ese gesto era muy poco adecuado para un duque.

—No voy por ella y bien lo sabes.

—Pero ella te espera con anhelo —replicó, soltando uno de los suspiros que la señorita en cuestión solía dedicarle. Desde que Theo había regresado del extranjero las invitaciones a distintos eventos, no habían dejado de lloverle. Era de los pocos duques jóvenes, ricos y bien parecidos que quedaban en Inglaterra; las jovencitas casaderas y sus madres estaban en pie de guerra para atraparlo. Y los jefes de hogar se encontraban en la angustiosa tarea de ofrecer eventos de caza fuera de temporada con el fin de atraerlo a sus fincas. Nada que atrajera menos a Theo que la promesa de matar animales inocentes, cualquiera que lo conociera un poco sabría que era completamente reacio a participar en ese deporte—. ¿Por qué vas entonces?

—Su padre y yo podríamos tener un negocio en el horizonte.

— ¿Y no te preocupa que incluya a su hija como clausula de contrato?

—Si la incluye, el pobre imbécil habrá perdido un buen negocio. —Se detuvo, finalmente aceptando la capa que le tendía Humphrey—. Lo que no quita el hecho de que me preocupe que vayas por ahí sola, Jasmine. Ese trabajo le compete a un hombre...

Ella elevó la mano para silenciarlo, antes de que cayeran una vez más en el mismo bucle de discusión.

—Theo aprecio tu preocupación, pero no es algo que no haya hecho antes... incluso lo hice para ti. Cuando estabas en la escuela, ¿quién piensas que visitaba a los arrendatarios?

—Jasmine —masculló, pero no tuvo argumentos para rebatirle. Ella le sonrió con dulzura.

—Sé que me quieres cuidar y es lindo... —Sobre todo cuando hacía años que nadie le mostraba tal preocupación—. Pero tengo responsabilidades y no puedo dejarlas porque si...

—Hastings podría acompañarte —la interrumpió su hermano de súbito. Jasmine abrió la boca para responder, pero notó que los ojos verdes de Theo estaban fijos en algún lugar a sus espaldas y que ya había perdido su atención por completo.

— ¿Qué?

Se volteó lentamente, al tiempo que un distraído Bastian bajaba por las escaleras principales con una manzana en la mano a la que acababa de darle una mordida. Al oír su nombre, el aludido fijo los ojos en ellos y Theo no perdió oportunidad.

—Es perfecto —dijo él, acercándose a Bastian—. Entre los dos podrán atender las demandas de los arrendatarios y de paso, observar qué mejoras pueden proponer para el rotado de cultivos.

Bastian fue a protestar, pero al parecer su educación se interpuso en el último segundo y recordó que un caballero no hablaba con la boca llena, estuviera o no siendo acorralado por un entusiasta y poco oportuno duque. La miró enarcando una de sus cejas rubias, a lo cual ella se encogió de hombros. Luego se percató que a ella le apetecía tan poco como a él tenerlo toda una mañana como compañero y se volvió hacia su hermano.

—Theo no es...

—Nada mejor para los arrendatarios que poder dialogar con su señor —continuó su hermano, haciendo completo caso omiso de ella. Jasmine se tragó un gruñido, notando por el rabillo del ojo que Bastian comenzaba a sonreír. El muy desgraciado.

—Dialogarán conmigo que es a lo que están acostumbrados —sentenció ella, pero Theo pasó de responderle siquiera.

—Y de ese modo podrás demostrarle lo comprometido que está el conde Hastings con la finca. —¿Comprometido Bastian? Jasmine casi suelta una carcajada ante tal mentira—. ¿No es así? —lo apuró Theo, a lo cual Bastian asintió en un críptico silencio—. Entonces todo arreglado.

Ella parpadeó sin comprender qué rayos acababa de pasar o ser arreglado, para el caso. Pero su hermano parecía más que listo para dar por zanjada la cuestión, la miró un instante justo antes de obsequiarla con una juguetona sonrisa. Jasmine jadeó, indignada. No podía ser cierto, ¿acaso su hermano intentaba hacerle de celestino? ¡Qué Dios se apiadara de ella!

—Theo...

—Hastings te acompañará y podrás enseñarle todo en detalle. —Sin agregar más, inclinó la cabeza en un rápido saludo y se encaminó a la salida con un pequeño séquito de empleados tras su paso.

Bastian se colocó a su lado y a regañadientes ella lo miró, mientras luchaba por tragar el nudo que se había formado en su garganta. Un nudo de pura irritación hacia el género masculino y todos sus representantes.

— ¿Qué se supone que acabo de aceptar?

Jasmine soltó un bufido.

—Saldremos en media hora, alístate.

***

Para su total asombro, Bastian estuvo en las cabellerizas a la hora pautada con su traje de montar y sus infaltables lentes oscuros. Ese día en particular el sol brillaba en lo alto y Jasmine sintió cierto placer al saber que él estaría incómodo durante todo el trayecto. Al menos no sería la única.

Se detuvo junto a su yegua Fleur —el regalo de bodas que Bastian le había hecho—, para propinarle una suave caricia en su pelaje dorado. Era un animal bellísimo, todavía recordaba cuando Bastian le había hecho entrega de sus correas soltando un discurso similar a: "la gané en un carrera en Hyde Park, es tuya". Era y seguía siendo el único gesto "amable" que él había tenido para con ella; su obsequio como nueva esposa.

Suspiró y sacudiendo la cabeza le dirigió una significativa mirada a Trevor, el jefe de los establos, para que le facilitara el escalón para montar. El hombre al instante se puso en movimiento, colocó el escalón ante sus pies y le tendió una mano para ayudarla. Jasmine elevó el pie en busca del estribo, cuando sintió que unas fuertes manos se cerraban en torno a su cintura y la alzaban en vilo hasta su montura. Tuvo que hacer un esfuerzo extra para no lanzar un chillido ante la sorpresa y una vez acomodada, se volvió para fulminar con la mirada a Bastian. Éste sólo esbozó una lúgubre sonrisilla.

Una vez que ambos estuvieron en sus caballos, comenzaron el recorrido por sus tierras. La finca de Eythorne en particular era grande, ya que se tomaba como la casa ancestral de los condes de Hastings. Jasmine sabía que habían existido otras fincas y casas vinculadas a la familia, pero una sucesión de condes ineptos habían reducido el patrimonio familiar a dos lugares, Eythorne y la casa de Mayfair. Ella estaba decidida a triplicar eso para Ryan.

— ¿Qué tenemos que hacer?

—Hablar con los arrendatarios, hemos tenido la primera tormenta fuerte de la temporada y debemos ver si todas los resguardos que tomamos surtieron efecto.

—Estupendo —masculló él, sonando cualquier cosa menos entusiasmado por la tarea.

—Seguramente preferirías quedarte en la casa a tomar una copa, ¿no es así?

—Por supuesto, si hubiera copas para tomar en la casa, allí estaría ahora mismo.

Ella puso los ojos en blanco ante su respuesta tan descarada.

—No puedo creer que seas tan holgazán —le espetó entre dientes.

—No soy holgazán, soy un conde. Nos educan para ser disipadores, irresponsables y encantadores. —Le sonrió de soslayo—. No me culpes por mi educación, florecilla.

—Jamás permitiría que Ryan fuese como tú —murmuró más para sí misma que para él. De todos modos Bastian la escuchó y rió como si el futuro de su hijo lo trajera sin cuidado—. Y ni siquiera eres encantador —añadió, azuzando a su yegua para alcanzar la primera de las casas que visitarían esa mañana.

Prolongar aquella conversación podría terminar por robarle una confesión innecesaria, como que él sí sabía ser encantador pero nunca lo aplicaba con ella. Jamás con ella.

La señora Curtis había enviudado hacía poco más de seis meses, pero eso no la había amilanado, era una mujer que se había mantenido integra frente a la inesperada muerte de su esposo que la había dejado con cuatro bocas por alimentar y una más en camino. Fue la primera casa en la que se detuvieron, donde los niños Curtis salieron a recibirlos entre chácharas y risillas, mientras la señora Curtis en cuestión intentaba abrirse paso con su abultado vientre dificultándole la tarea. Jasmine estaba preocupada por esa mujer, la encontraba demasiado joven para tener que desenvolverse completamente sola. El bebé nacería pronto, semanas o quizás días los separaban del gran suceso, y hasta el momento los vecinos se habían solidarizado con ella prestando sus manos para trabajar su parcela de tierra. Pero eso no sería permanente, tarde o temprano ella iba a tener que buscarse el sustento y sus hijos eran demasiado pequeños para servirle de ayuda.

—He estado pensando en mis opciones, mi lady —dijo con la voz en un cansado susurro—. Quizá lo mejor sea aceptar la invitación de mi hermana de movernos a su casita en Londres.

— ¡Pero yo no quiero ir a Londres! —exclamó su hijo mayor, logrando que los más pequeños lo secundaran con firmes asentimientos—. Ya he estado aprendiendo con Trevor, voy ayudar en la cuadra. Y con el mago, ¿verdad, milord?

Bastian, que hasta ese momento se había mantenido ajeno a la conversación mirando sin mirar el interior de su taza de té, elevó la vista.

—Jerome no importunes, por favor —lo acalló la señora Curtis, enviándole una mirada de disculpa.

—Sea cual sea tu decisión, Miriam —le dijo ella, tomando un instante su mano—. Cuentas con nuestro apoyo... encontraremos el modo de que todos —miró al pequeño Jerome—, estén satisfechos.

Luego de discutir algunos detalles más sobre la llegada del nuevo miembro de la familia, Jasmine y Bastian se dispusieron a seguir su camino. Acababa de despedirse de Miriam cuando notó que Bastian se rezagaba para decirle algo en privado a Jerome, fuese lo que fuese logró dibujarle una sonrisa al pequeño que lo dejó seguir adelante para recibir los adioses de la señora Curtis. Jasmine no estaba lo bastante lejos de ellos aún, como para no oír lo que la mujer le murmuró a su esposo:

—Me alegro que no haya olvidado su promesa, milord. —A lo cual Bastian sólo respondió con un movimiento seco de su cabeza.

Por supuesto que ella deseó preguntar a qué promesa se estaba refiriendo la mujer, o por qué parecían estar familiarizados el uno con el otro cuando Bastian nunca antes había visitado o compartido un momento con sus arrendatarios. Pero decidió no emitir ninguna de sus dudas en voz alta, dado que eso podía ser visto como una muestra de interés hacia temas que la noche anterior le habían sido claramente vedados.

Si el asunto hubiese acabado allí, Jasmine lo habría dejado correr sin hacer aspavientos, pero cuando una secuencia similar se repitió en los siguientes dos hogares ya no pudo ignorarlo sin más. Los arrendatarios no solo daban muestra de conocer a Bastian, sino que también seguían mencionando la dichosa promesa y uno hasta había dejado caer un agradecimiento. ¡Un agradecimiento! Como si Bastian tuviese algo que ver con el cambio positivo que se estaba dando en la finca, como si él alguna vez hubiese mostrado el más mínimo interés hacia algo más que satisfacerse a sí mismo. No lo entendía.

Una vez que salieron de la casa del señor Martiner, quien descaradamente le había agradecido a Bastian por la visita como si se tratara del mismísimo rey golpeándole la puerta para tomar el té, Jasmine se subió a su caballo con un resoplido de indignación tras rechazar el ofrecimiento de ayuda de su esposo. Por espacio de unos minutos solo se dedicó a hacer avanzar a su yegua, pero cuando Bastian se colocó a su lado aprovechando que dejaban atrás la parte más estrecha del camino, ella se volvió para increparlo.

— ¿Qué es lo que está pasando? —Él, emulando su actitud de la noche anterior, simplemente la observó en silencio. Jasmine se encabritó—. Dijiste que nunca antes habías visitado a los arrendatarios, dijiste que ni siquiera has recorrido la finca en su totalidad. Me parece extraño que esas personas que juras no conocer, repentinamente parezcan sentirse extasiados con tu visita...

—Soy encantador, ya te lo dije.

Ella frunció el ceño, sin lograr que él se inmutara en lo más mínimo.

— ¿De qué promesa hablan? —Sus ojos ocultos por las gafas se volvieron bruscamente hacia ella—. ¿Qué fue lo que les prometiste?

—Pensé que ya habíamos dejado en claro esto, condesa. Tú no te metes en...

—Corta la mierda —le espetó, reparando tardíamente en lo que acababa de decir. Si a Bastian le sorprendió en algo su elección de palabras tan poco delicadas, no lo dejó entrever—. Estos son mis arrendatarios y mis tierras.

—No me muestro en desacuerdo contigo.

—Hastings —presionó, ganándose una sonrisa fugaz por su parte—. ¿Qué les prometiste?

Su caballo comenzó a moverse más lento hasta casi detenerse por completo, ella se giró lo suficiente como para mirarlo con decisión. Iba a obtener una respuesta costase lo que costase.

—Déjame que te explique algo —murmuró él, dándole un pequeño golpe en los flancos a su caballo para que avanzara hasta su lado—. No es tu maldito problema —le apuntó, remarcando cada palabra con rabia—. Así que acéptalo y deja de buscarme pulla, porque no te va a gustar lo que encontrarás. —Jasmine parpadeó frente a la velada amenaza, al tiempo que lo veía pasar por su lado con completa tranquilidad. Como si se tratara de un hombre totalmente distinto del que acababa de hablarle, como si no tuviese ni una sola preocupación en su vida.

Bufó. Y estaba a un suspiro de soltarle todo lo que una dama no debería decir jamás (según Theo), cuando sintió que Fleur se tensaba bajo su cuerpo y con un fuerte relincho se alzaba en sus patas traseras, mientras sacudía las delanteras hacia algo en el piso que Jasmine no lograba ver. Intentó mantenerse sobre su montura aferrándose con fuerza a las riendas, pero al estar montando una silla femenina no tuvo grandes oportunidades en esa empresa, Fleur volvió a dar otro repentino brinco y Jasmine se precipitó sin remedios de espaldas al suelo.

El golpe logró sacarle el aire, por lo que ni siquiera pudo emitir el grito de dolor que se atravesó en su garganta. No era la primera vez que algún caballo la tiraba, pero sí era la primera vez que se caía frente a su inclemente esposo que no tuvo mejor idea que echarse a reír.

—Justicia divina —señaló, al tiempo que alcanzaba las riendas de Fleur y la alejaba convenientemente de su cuerpo caído.

—No seas estúpido y ayúdame —masculló, intentando inútilmente arreglarse el peinado. En algún momento de su viaje al suelo, había perdido el sombrero y algunas horquillas.

— ¿Ahora si quieres mi ayuda? —le preguntó el muy ladino, bajando de un brinco de su caballo—. Asustaste a la pobre Fleur con tu mal genio.

—No fui yo, seguramente había algún animalejo en los matorrales y se puso nerviosa.

—No... —aseveró él con convencimiento—. Ella ha sentido tu frustración, florecilla. Los caballos son muy perceptivos.

—Cierra la boca de una vez. —Bastian se detuvo frente a ella, mirándola desde su envidiable y para nada omisible altura. Jasmine reconoció la desventaja de su posición e hizo amago de incorporarse, pero cuando colocó su peso sobre su pie izquierdo un aguijonazo de dolor la golpeó sin previo aviso. Soltó un quejido lastimero, estirando una mano instintivamente para sostenerse de Bastian y éste le rodeó la cintura con un brazo, atrayéndola hacia su cuerpo en un ajustado abrazo.

Jasmine elevó la mirada y a pesar de que él llevaba las gafas, supo que también la estaba observando fijamente. Abrió la boca con la intención de decir algo, pero fue incapaz de hacerlo cuando notó que bajo la palma que había ido a parar a su pecho, sentía el acelerado latido del corazón de Bastian. Paradójicamente latiendo al mismo ritmo que el suyo.

Él carraspeó.

— ¿Qué pasa?

—Mi tobillo —logró decir ella, sintiendo su respiración pesada por el limitado espacio que había entre sus cuerpos. Bastian asintió.

—Es esa treta femenina que nunca falla, ¿verdad? —inquirió, barriendo con una de sus manos la mata de cabello castaño que cayó sobre su mejilla. Ella parpadeó, tomada con la guardia baja.

— ¿A qué refieres?

Una sonrisa surcó sus labios, al tiempo que daba un ligero paso hacia atrás pero continuaba sirviéndole de apoyo.

—Nada más fácil que ganar la simpatía de un hombre, apelando a su caballerosidad. Las mujeres suelen torcerse el tobillo en los momentos más oportunos, ¿no lo crees?

Jasmine no necesitó escuchar más para comprender lo que estaba pasando por su mente, él pensaba que estaba fingiendo la torcedura con el propósito de atraerlo con "tretas femeninas".

—Eres un bruto insensible, Bastian Hastings —le escupió, rabiosa. En parte herida en su orgullo, aunque jamás admitiría tal cosa.

— ¿Por qué? ¿Por qué descubrí tu trampa? —Con su mano libre la tomó de la barbilla para hacerla mirarlo—. No debes tirarte del caballo para llamar mi atención, florecilla. —Le marcó una tosca caricia con su pulgar—. Sólo pídemelo... pero no creas que saltando a mis brazos vas a obtener otra cosa de mí.

— ¡Imbécil! —Lo empujó fuertemente, odiando su debilidad al no poder zafarse por sí misma—. ¡Suéltame! ¡Qué me sueltes!

—Tranquilízate...

— ¡Déjame! —Y por supuesto que él la dejó.

Específicamente la soltó en el momento en que ella lo empujaba por segunda vez y por consiguiente, Jasmine perdió el equilibrio dejando que todo su peso fuera a parar a su pie malo. No pudo evitar el volver a aterrizar sobre su trasero por mera inercia, mientras soltaba una exclamación del más puro dolor por su tobillo; y lágrimas, ya sean de indignación ya sean del creciente dolor, resbalaban por sus mejillas.

— ¿Jasmine?

— ¡Aléjate de mí! —Golpeó su mano cuando éste intentó alcanzarla, para luego secarse violentamente las lágrimas—. ¡No me pongas tus asquerosas manos encima!

—Fue tu culpa, si tan solo...

— ¡Cállate! —lo cortó, fuera de sí. ¿Acaso pretendía culparla? Él acababa de lanzarla sobre su tobillo herido, agravando lo que de por sí ya era bastante doloroso ¿e iba a culparla?—. Eres el ser más vil y despreciable que he conocido. Tienes el descaro de acusarme de usar tretas para engañarte, cuando el único que engaña aquí eres tú. —Volvió a golpearle la mano que él le ofrecía, sabiendo desde siempre que fiarse de Bastian era igual que proponerse hacerle caricias a una serpiente—. No dejaría que me ayudaras ni aunque fueras el último hombre del planeta... —sollozó.

—Sólo déjame...

— ¡No! —lo acalló, harta de tener que lidiar con él—. No puedo creer que me preocupara por ti... —hizo una pausa, al darse cuenta lo que acababa de admitir pero luego simplemente lo desechó. Alzó su temblorosa barbilla en su dirección y Bastian le devolvió el escrutinio en silencio—. Empiezo a creer que te merecías estar en ese ático.

El tiempo pareció detenerse por interminables minutos en esas palabras hasta que Bastian reaccionó, tragó con fuerza y luego movió la cabeza en una tenue aceptación.

—Llamaré a Trevor para que te recoja —susurró, dándose la vuelta para tomar las riendas de ambos caballos y emprender el regreso.

Jasmine no supo hasta qué punto aquella afirmación nacida de la irritación y la malicia, había herido al conde. Pero en cuanto los lacayos que la ayudaron a regresar, la dejaron en su habitación bajo la silenciosa supervisión de su esposo, lo supo perfectamente. Sólo necesitó encontrar su mirada por un mísero segundo para darse cuenta que se había extralimitado. Bastian podía tener un listado interminable de defectos y quizá en su modo de pensar, hasta encontraba alguna justificación para comportarse como un gusano. Pero ella no, Jasmine nunca había disfrutado lastimando a los demás, porque al final ella terminaba sintiéndose peor que la persona a la que intentaba atacar. Y así se sentía en ese instante, mientras Bastian le indicaba al mayordomo que llamara al médico y le pedía a una doncella que le subiera un té; ella lo observaba impotente y molesta.

Cuando el último de los criados que estaba ayudando, salió de la habitación dejándolos solos, su esposo le dedicó una rápida mirada.

—Iré a esperar al médico —le anunció, comenzando a retirarse.

—Bastian, espera. —Él se detuvo al instante, volviéndose para mostrarle su atención. Jasmine pasó saliva en un intento de aclarar tanto su garganta como sus pensamientos y entonces, decidió no darle innecesarias largas al asunto—. Te quería pedir dis...

—No —la interrumpió él, siendo contundente pero sin llegar a sonar grosero—. No es necesario.

—Lo sé —admitió. Porque en realidad no era necesario que se disculpara, teniendo en cuenta que él le había hecho cosas peores por las que jamás había demostrado ningún tipo de arrepentimiento. Pero por otro lado, ella necesitaba aclarar aquello—. No voy a disculparme contigo, al menos no con el hombre que me está mirando ahora. Mi disculpa va para ese niño que tuvo que pasar por el tormento de estar encerrado, porque nadie... —Lo miró con firmeza—. Ningún niño, jamás. Sin importar quién sea, nunca debería tener que recibir ese tipo de castigos. —Se detuvo, esperando a que él dijera algo pero Bastian solo estaba de pie junto a la cama, observándola—. Él no se merecía tal cosa e hice mal al decir aquello, porque... hice mal. Así que lo siento y lo digo en serio.

Bastian asintió, soltando un breve suspiro por entre sus labios apretados. Jasmine sabía que esa sería toda la reacción que obtendría por su parte, pero estaba bien con ello. Al menos había dicho lo que sentía, había sido honesta y eso en sí, ya resultaba ser positivo.

Por eso cuando sintió el suave crujido de la cama, no pudo más que alarmarse y elevar el rostro rápidamente. Bastian, sentado a su lado, extendió una mano para acomodar un bucle que se había soltado de su recogido y sin decir nada, se inclinó para depositar un quedo beso en su frente. Jasmine cerró los ojos el tiempo que duró ese contacto y entonces él se apartó con suavidad.

—Iré a esperar al médico.  

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Neil: Parece que ha muerto alguien, ¿qué ocurrió?

Evan: Dimitri está haciendo un voto de silencio por el Barça.

Didi: Habla tú Evan, te quedaste fuera en octavos... ni siquiera tuviste una oportunidad real.

Evan: ¡Oye! 

Lucas: Ya, tranquilos. A nadie le importa sus tonteras con el fútbol. 

Dimo: Solías agradarme, Hassan ¬¬

Lucas: Ay... O_O

Neil: En fin, conde...

Iker: ¿Me llamaron?

Neil: Eh... no, me refiero al conde rubio... 

Iker (saca su espada): ¬¬ 

Neil: ¡Una lectora lo pidió! No es mi culpa... O_O

Bastian: Brendavmr_ aquí va tu dedicatoria, sólo porque entiendo esa necesidad de la que hablaste. Me alegra saber que te caigo bien, como dije en este capítulo mi encanto a la larga alcanza a todos. Espero que disfrutaras del cap. y que me sigas por el resto de la historia, aún hay varias misterios que resolver. Un beso, mi lady, un honor haber sido el responsable de saludarla. 

Neil: ¡¿Alguien podría llevarse los objetos cortantes de este lugar?!

Iker: No me gusta que me soliciten sin ningún motivo.

Dimo a Lucas: A ver una vez más: el fútbol es...

Lucas: ...una forma de vida, ¡arriba el Barça!

Didi: Hm.... el poder de un cuchillo. En fin, besos para Brenda y para el resto de nuestras bellas lectoras. Los lectores pues... buena suerte! ;)

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