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Acuerdos

¡Buenas! Tercera parte de esta historia, empezamos a meter complicaciones porque la vida es demasiado simple sino xDD 

En el multimedia queda una idea de cómo yo me imagino a Theo, sorry pero la ropa de época se las debo. Hagan uso de su imaginación, miren esa sonrisa y el resto pierde importancia jaja


Capítulo II: Acuerdos

Si había un sitio más aburrido que Dover, Bastian no lo conocía aún y francamente no tenía ningún entusiasmo por conocerlo. Llevaba sólo unas pocas horas en su hogar de la infancia y el deseo de regresarse de un tirón a Londres lo carcomía por dentro. Quedarse allí era una mala idea, pero en vista de que desconocía lo que se traía el duque entre manos, decidió esperar para hablar con su adorable esposa antes de apresurarse en nada.

Se entretuvo un rato escuchando a hurtadillas a ambos hermanos hablando de él en el salón de música, pero cuando Arwik comenzó a ventilar algunas de sus más aclamadas travesuras en Londres, optó por retirarse en silencio. No es como si Jasmine no lo supiera, no es como si Jasmine no le hubiese dado permiso para hacer lo que le viniera en gana. ¿Por qué infiernos entonces no le hablaba al duque de su trato? Las cosas serían tanto más fáciles para los tres, si ella se dignara a ir con la verdad.

Pero Bastian no era nadie para hacerle sugerencias, ellos tenían vidas completamente separadas y así le gustaba a ambos. Así lo habían acordado.

Sin ánimos de hacer su estadía allí mucho más insoportable de lo que ya era, se colocó sus gafas y salió al exterior en busca de su caballo. Después de darle la vuelta completa a la casa, encontró lo que él recordaba como las cuadras de la finca y donde supuso se habían llevado a su caballo. El lugar estaba prácticamente en ruinas, apenas si parecía capaz de mantenerse en pie ante un viento fuerte y Bastian sintió pena por los pobres animales que eran empujados dentro de ese asqueroso recinto. Si es que siquiera había animales allí. Al parecer ese sector no merecía la pena para su esposa, quien ya había mejorado considerablemente varias de las icónicas estancias de la familia Marset.

— ¡Oye! —masculló hacia la criatura que estaba repantigada en las puertas de la caballeriza, el único ser vivo en kilómetros. El crío elevó su mirada y tras restregarse los ojos con el puño, musitó un frágil y adormilado "¿qué?". Bastian masculló una maldición y le dio un puntapié en las piernas—. ¡Ve a traer mi caballo!

—Sí... —El muchacho dio un respingo, recobrándose de su sueño al instante y se incorporó de un brinco—. Sí, sí, disculpe, milord. —Le hizo una innecesaria reverencia y salió pitando hacia el interior de los establos.

Bastian no tenía idea de quién era ese chiquillo o si siquiera trabajaba para él, pero estaba echado sobre sus tierras así que alguna utilidad iba a encontrarle.

Al cabo de unos minutos, el muchacho apareció tirando de las correas de Brutus y le hizo entrega de las mismas con gesto solemne y mirada asustadiza.

— ¿Qué son esos? —le preguntó, mientras él revisaba que el animal estuviese bien después de pasar la tarde en esas inhóspitas caballerizas. Bastian lo miró y luego bajó la vista hacia sus manos; si el crío no sabía qué eran unas bridas definitivamente el trabajo de mozo le iba a quedar grande—. Nunca vi gafas como esas —señaló entonces con algo de timidez.

Bastian sonrió, inclinándose hasta quedar a su altura y como si estuviese por compartirle un secreto, le indicó que se acercara. El crío lo hizo sin dudarlo.

—Son gafas mágicas —le informó letalmente serio—. Con ellas puedo ver el alma de las personas.

— ¡Ohh! —El mocillo retrocedió con los ojos abiertos como plato—. ¿El alma, milord?

—Así es, puedo decir quién es bueno y quién no... y también puedo saber si alguien está mintiendo.

— ¿Dónde ha conseguido unas gafas así?

Volvió a sonreír ante su entusiasmo.

—Se las robé a un mago.

— ¿A un mago, milord? ¿Milord ha vencido a un mago?

—No —confesó con un encogimiento de hombros—. A los magos nadie puede vencerlos, sólo esperé a que se durmiera y entonces le quité las gafas.

— ¿Y el mago no se ha enterado de nada, milord? —El niño parecía estupefacto ante la idea de robarle nada más y nada menos que a un mago.

—Oh, sí, claro que se enteró. Me viene persiguiendo desde entonces, por eso me estoy escondiendo aquí...

— ¿Y si él llega? ¿Cómo se va a defender?

—No hay manera —admitió con resignación—. El único modo es huir de él, por eso debes avisarme si lo ves.

— ¿Y cómo luce?

—Pues... es lo peor de todo, él puede cambiar de forma, hasta lucir como un caballo.

— ¡¿Cómo un caballo?! —El muchacho echó una aterrada mirada hacia Brutus, Bastian rió.

—Pero no debes preocuparte, a Brutus su magia no lo afecta.

El chico entrecerró sus ojos como ponderando la información que acababa de recibir, tras echarle otra rápida mirada al caballo, llevó su atención más allá hacia la fachada de la casa. Bastian se giró, siguiendo la dirección de su mirada y entonces notó que un completo desconocido los observaba atentamente desde la terraza.

— ¿Puede ir en forma de hombre también, milord? —inquirió el crío sin apartar los ojos de aquel extraño.

—Puede... —musitó sin más, asintiendo en dirección al hombre de la terraza quien le devolvió el saludo a regañadientes—. ¿Quién es ese? —espetó, volviéndose hacia el chico.

—Es el señor Wyatt, el ayuda de cámara del duque.

—No parece muy feliz.

—Es de lo más extraño y antipático.

Prefirió no expresar en voz alta lo que le sugería la avinagrada cara de ese tipo y se subió de un salto a su caballo, mientras el chico retrocedía lo suficiente para darle espacio.

— ¿Cómo te llamas?

—Jerome, milord.

—Bueno, Jerome, confío en que me tengas informado de cualquier cosa rara que escuches o notes del señor Wyatt. Nunca se sabe qué disfraz pueda estar usando el mago.

El mocillo se enderezó en toda su estatura y asintió firmemente a su pedido, para luego volver a mirar al hombre en la terraza con evidente recelo. Bastian supo que acababa de ganarse un joven aliado, con un guiño se despidió del crío y espoleó a su semental sin poder quitarse la súbita sensación de molestia que picaba en su nuca. Se permitió una sola vez mirar sobre su hombro, descubriendo que extrañamente la terraza estaba vacía.

Al llegar al Flying Horse, Bastian ya se había olvidado por completo de todo el asunto del extraño señor Wyatt e ingresó a la taberna con los ánimos renovados. Nada como un buen trago para darse impulso para enfrentar los días venideros. Sólo podía esperar que Jasmine resolviera todo cuanto antes, mientras menos tiempo estuviese ahí, tanto mejor para todos los residentes de Eythorne.

— ¿Qué te pongo, guapo?

Bastian le dio una valorativa mirada a la joven camarera que se acercó a su mesa, deteniéndose un segundo de más en el ajustado corpiño de su colorido vestido. No le gustaba mucho tanto color en una mujer, pero podía ignorar eso con un poco de esfuerzo. Dover no era específicamente el lugar para ponerse exigente con el tema de mujeres.

—Sírveme lo más fuerte que tengas.

Ella le obsequió una coqueta y extrañamente completa sonrisa, antes de marcharse con un sugerente bamboleo de caderas. Muy bien, pensó él para sus adentros, un trago y una camarera bien dispuesta, nada mal para su primer día allí.

Pero al cabo de unos minutos, la bonita camarera de sonrisa fácil no regresó, sino que fue el mismo posadero quien se plantó frente a su mesa tratando de lucir imponente con su escaso metro cincuenta. Bastian tuvo que hacer un esfuerzo por no reír, ¿es que acaso había ofendido a la mocilla de algún modo? Ni siquiera había llegado a hacerle una propuesta aún y a decir verdad, rara vez alguna mujer se negaba a cualquier tipo de propuesta suya. Esto sería un precedente del cual no iba a poder sentirse orgulloso luego, casi y hasta podía oír el fantasma de la risa de su amigo Ihan en su mente.

—Milord... —musitó el hombre, evidentemente nervioso. Bastian enarcó una ceja rubia a modo de pregunta, no pensaba gastar palabras con aquel individuo enano—. Milord... me temo que no tenemos... —El hombrecillo se aclaró la garganta—. No podemos servirle.

— ¿Cómo? —inquirió, luchando por no dejar salir su genio a flote. Pero es que era inaudito, ¿quién rayos se creía que era este tipo? ¿Acaso no sabía quién era él?

—Lo... lo siento, milord.

Bastian observó por detrás del posadero, hacia la camarera que lo miraba con la disculpa escrita en el sonrojado rostro. No, evidentemente no era a ella a quien había molestado allí.

— ¿Puedo saber por qué? —espetó, manteniéndole la vista a la muchacha. Al menos eso lo apaciguaba lo suficiente como para no levantarse y estrangular al hombrecillo. ¿Qué infiernos estaba pasando allí? El Flying Horse le había servido desde que cumplió los catorce años, era imposible que lo estuvieran desdeñando ahora.

—No podemos darle crédito, milord —respondió el posadero, logrando que su atención se desviase hacia él. No podían... ¿qué? ¿Cómo? ¿Desde cuándo?—. Si está dispuesto a pagar...

— ¡Yo no cargo dinero, por Dios del cielo! ¿Es qué se ha vuelto loco? —Se puso de pie en un exabrupto—. Soy Bastian Marset conde de Hastings, seguramente sabe quién soy.

—Por supuesto, milord. —El hombre tuvo el detalle de sonrojarse, faltaría más que no reconociera su nombre o título—. Pero...

—Pero le han ordenado que no me diera crédito —completó él con rabia apenas contenida. El posadero sólo se limitó a asentir, mientras Bastian tomaba una profunda bocanada de oxígeno y se dirigía a grandes zancadas hacia la salida, antes de terminar de perder lo poco que le quedaba de honor y le estampase un puñetazo en la cara al estúpido enano.

Estaba furioso, colérico, pero sabía que no había nadie en Flying Horse contra quien pudiese arremeter. Oh, no, esto era pura y exclusivamente responsabilidad de su esposa. ¡Qué condenaran a esa bruja! Iba a matarla e iba a disfrutar de ello como nunca había disfrutado nada en su presencia.

***

— ¿Sabes en dónde está ahora mismo?

Jasmine alzó la vista de sus papeles, al tiempo que Theo atravesaba el umbral de su estudio. Por un segundo había creído que le daría un respiro, pero no, cuando a Theo se le metía algo en la cabeza era tan tozudo como ella.

— ¿De quién hablas?

—De tu esposo, por supuesto. —Ella se esforzó por no poner los ojos en blanco, allí iban de nuevo—. No lleva ni un día aquí y ya se ha ido a la taberna.

—Tal vez estaba aburrido —ofreció en un vago intento de desentenderse del tema. En realidad no le importaba a dónde fuese Bastian, no podía darse el lujo de desperdiciar tiempo pensando en sus estupideces.

—Tal vez sólo necesitaba ver el fondo de una copa. —Jasmine le obsequió una resignada sonrisa, pues no había más que decir en ese aspecto. El amor por la bebida de Bastian era de conocimiento público hacía un largo tiempo—. Jasmine, ¿es qué no lo ves? Es un borracho, despilfarrador y... —hizo una pausa, pareciendo ligeramente apenado—. Bueno, no tengo que decirte lo que hace en Londres, ¿cierto?

—No, aquí también llegan los chismes.

Theo soltó un bufido, ofendido.

— ¿Y es qué lo aceptas sin más? —Avanzó hasta plantar las manos sobre su bonito escritorio de palisandro. Una de las primeras cosas que ella había logrado comprar con su dinero, una de las primeras cosas que la hizo sentirse perteneciente a algo—. ¡Jasmine, por amor de Dios! ¿Quién diablos eres y qué te ha hecho ese hombre?

—Por favor, Theo... —susurró, clavando sus ojos en sus manos. No quería discutir con él otra vez, no quería que Bastian fuese el motivo por el cual su hermano la mirara distinto.

Pero podía comprender su desconcierto, toda su vida Jasmine había hecho gala de una enorme sensatez, los pocos hombres que en algún momento mostraron interés romántico en ella encontraron rápido una respuesta firme ante cualquier indeseado avance. Era extraño y por demás poco práctico que ella de entre todas las mujeres, se hubiese casado con un hombre como Bastian. No congeniaban en ningún aspecto, él era un vago, mantenido e insolente perro; mientras que ella siempre había sido práctica, trabajadora y mesurada. No se consideraba exactamente un dechado de virtudes, pero al menos sabía que las suyas estaban muy por encima de las de Bastian. Incluso las del caballo estaban muy por encima de las de Bastian.

— Por favor ¿qué? ¿Por qué insistes en defenderlo?

Ella presionó la boca en un rictus.

— ¡Ya basta, Theodore! Es mi vida y yo escojo con quién compartirla, no tengo que darte ninguna explicación al respecto.

Theo parpadeó dos veces, quizá tan sorprendido como ella por esa súbita explosión de emociones. Jasmine ni siquiera podía recordar la última vez que le había levantado la voz a su hermano o llamado por su nombre completo, para el caso. Pero no se arrepentía de ello, había un límite permitido para dejar a un hermano menor inmiscuirse y ella lo había alcanzado.

—Perfecto —masculló él tras un breve silencio—. No tienes que darme ninguna explicación estás en lo cierto. Pero desde este momento entonces, tú y tu esposo están por su cuenta...

—Theo... —Él alzó una mano para silenciarla, por un instante ella casi pudo ver el reflejo de su padre en ese gesto. Del padre que había sido antes de la muerte de su madre, claro.

—Te he permitido hacer uso del dinero de nuestra familia para intentar levantar esta pocilga. —Se inclinó hacia ella—. No más, Jasmine, no voy a permitir que sigas malgastando nuestros fondos para disfrute de ese vividor que te tiene de esclava aquí, mientras él se da la gran vida en Londres.

—No es así —intentó protestar, pero Theo se negó a hacerle el menor caso.

— ¡No quieras engañarme a mí! —La acalló pasándose nerviosamente una mano por el cabello—. Le he visto con mis propios ojos, paseándose con su puta por el teatro, usando el palco que tú le pagas para... —Jasmine bajó la vista, deseando no escuchar más y al parecer Theo lo leyó en su rostro—. Te está humillando y tú se lo permites.

—No lo comprendes —musitó, luchando por encontrar un argumento. ¿Qué podía decirle? ¿Acaso admitirle que ese era el acuerdo que tenía con Bastian? ¿Qué pensaría Theo de ella entonces?—. Hay cosas que...

— ¿Qué? —Jasmine se encogió de hombros incapaz de mentirle de ese modo tan descarado y Theo rodeó el escritorio hasta detenerse a su lado, poniéndose de cuclillas tomó una de sus manos—. No me digas que lo amas, Jasmine... no lo hagas.

Ella no lo amaba, por supuesto que no. Pero apelar al corazón de Theo sería mucho más simple que decirle la verdad, o al menos eso era lo que le dictaba su interior.

—Sé que para ti no tiene sentido, pero... hay cosas que superan el sentido, hay cosas que deseamos más allá del entendimiento. —Como un hijo, como una vida donde ella no fuese sólo una simple espectadora. Theo hizo una mueca, deslizando su mirada a un punto lejano y ella se vio obligada a tomarlo de la barbilla para intentar leer lo que pasaba por su mente—. Hermano...

—Bien —dijo él de súbito, dándole una ligera palmada en la mano antes de incorporarse—. Puede que estés en lo cierto y hay cosas que no entiendo, pero...

—Déjame arreglarlo —lo interrumpió en un exabrupto, Theo la observó con confusión como si se acabara de volver loca frente a sus ojos. Y quién sabe, quizá lo estaba un poco o al menos lo suficiente como para sugerir tremenda insensatez—. Tienes razón el comportamiento de Bastian es inaceptable, pero puede que esto sea por mi culpa. Lo arreglaré.

—Jasmine... —comenzó él vacilante, pero ella lo detuvo decidida.

—En serio, Theo, quizá fue una buena idea que lo hicieras venir. —Se mordió el interior de la mejilla a modo de reprimenda por lo que estaba diciendo, pero era necesario. Pensó en Ryan, en su futuro y en todo lo que había planeado para ambos, y esto le dio el coraje para agregar—: Quizá es justamente lo que necesitamos los dos.

— ¿Estás segura? —preguntó, escéptico.

—Sí. —No.

No lo estaba en lo más mínimo, pues con su esposo no existían certezas o una remota predicción de lo que podría acontecer. Intentar manejar a Bastian era como ponerse a la tarea de domar a una serpiente egocéntrica y malhumorada. E incluso se veía con mayores posibilidades de enseñar algo a la serpiente, antes que a su esposo.

—Muy bien, entonces quizá podrías comenzar con ello ahora —murmuró su hermano, dirigiéndose lentamente hacia la puerta. Ella sacudió la cabeza sin comprender a qué venía eso y Theo desplegó la primer sonrisa que le veía en todo el día, la misma sonrisa que mostraba cuando de niño hacia una travesura—. Puede que no venga muy feliz de su paseo...

— ¿Theo qué fue lo que hiciste?

Como toda respuesta su hermano ondeó una mano y salió del estudio sin perder la sonrisa taimada. Jasmine suspiró con pesadez, preparándose mentalmente para lo que sería la primera batalla del conde y la condesa de Hastings. Esa noche Eythorne House se sacudiría hasta sus cimientos.

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Espero que les este gustando la historia, ahora sólo resta esperar porque Bastian llegue a la casa. 

Cualquier comentario, duda o sugerencia será leída y posteriormente respondida... al menos que me olvide. O me duerma. Me suele pasar eso xD     

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