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Aclárate Bastian

Antes que nada, muuuuuuuuchas gracias a todos los que respondieron mis preguntas el cap anterior. Realmente me ayudan a darle una lectura distinta a la historia al verla desde sus ojos y me he planteado muchas cuestiones. Valoro mucho sus opiniones ^_^

En fin, me encantaría poder responderles a todos y cada uno pero eso significaría en algunos casos hacer spoiler jaja Así que en serio, gracias por tomarse el tiempo y hacerme caso y poner tortugas en sus comentarios también :D ¡SON LO MÁS!

Capítulo XIV: Aclárate Bastian

Había soñado con ella.

En la bruma que habitaba en su cabeza a esas horas de la mañana, eso al menos era una certeza para él. Había soñado con ella. Ella y su horrible bata de mojigata, ella y sus manos en la cadera exigiéndole que se comportara como si fuera una cruel institutriz con años en el oficio de torturar niños. ¿Por qué siempre lo trataba como si fuese un crío? Era evidente que incluso antes de ser lo bastante mayor como para valerse por su cuenta, él había perdido cualquier rastro de la inocencia propia de la infancia. Pero al parecer eso no importaba, porque Jasmine parecía empecinada en reeducarlo.

Gimió por lo bajo al sentir una punzada en medio de los ojos y al instante su cuerpo se puso rígido cuando una mano se arrastró por entre sus cabellos, lanzándolo fuera de su sopor. Bastian se incorporó de sopetón, topándose con sus ojos castaños abiertos de par en par por la sorpresa. La miró por lo que pudieron ser horas, notando que estaba parcialmente recostado sobre su cuerpo y que su cabeza segundos antes había estado reposada sobre su pecho, como si nada. ¿Qué hacía ella en su cama?

Giró sobre sí mismo, apartándose hacia la otra esquina del colchón y casi como si necesitase una confirmación de lo que acababa de ver, volvió el rostro espiándola por sobre su hombro. Ella, efectivamente, estaba ahí. No cabían dudas al respecto, ella estaba en su cama; corrección, ella estaba mirándolo intrigada desde el lado izquierdo de su cama.

Bastian carraspeó.

—Lo siento. —¿Por qué se disculpaba? No tenía idea a decir verdad, pero le pareció lo más adecuado para decir en ese instante.

—No, yo lo siento. No quise sobresaltarte.

Bastian parpadeó, confuso. ¿Ella le acababa de pedir disculpas? ¿Qué había pasado la noche anterior y quién era la mujer que estaba a su lado? Sacudió la cabeza en un intento de aclararse, ¿cabía la posibilidad de que hubiese despertado en uno de los cuentos que tanto le gustaban a Virginia? Cerró los ojos y casi pudo oír su voz de niña mientras les narraba una historia apasionadamente, en un intento de asustarlos a Ihan y a él antes de ir a la cama. Virginia nunca supo que Bastian ya había vivido en todas las versiones posibles del infierno antes de llegar allí, por lo que difícilmente la promesa de toparse con un enigmático hombre que lo llevara a la luna para ser devorado por sus hijos, lo llegaría a amilanar.

Enfócate.

Volvió a mirar a Jasmine, quien ya se había incorporado a una posición sentada y continuaba escrutándolo con calma. Bastian frunció el ceño.

—¿Qué haces aquí?

Ella dio un muy ligero respingo y una sombra se instaló en sus ojos justo antes de que apartara la mirada hacia el edredón.

—No lo recuerdas —musitó, esbozando una rápida sonrisa.

—¿Qué debería recordar? —le espetó, siguiéndola con la vista mientras ella se estiraba para rescatar su bata a los pies de la cama.

—Nada, Hastings, absolutamente nada. —Jasmine se puso de pie, comenzando a cubrirse el delgado camisón con la bata y él no pudo evitar que su mirada se deslizara por el largo de su talle, hasta que ella se hubo tapado por completo.

—Dime —le exigió con poca convicción.

Como toda respuesta ella se encogió de hombros, dispuesta a dejarlo allí en ascuas. Bastian volvió a sacudir la cabeza para espabilar y entonces se precipitó sobre sus pies, listo para darle vuelta a la cama y exigirle que hablara con claridad.

—Cuidado con los vidrios... —Pero aquellas palabras lo anclaron en su lugar a regañadientes, obligándolo a bajar la vista al piso, hacia el reguero de esquirlas que se diseminaban sobre una mancha marrón en la alfombra. De pronto las imágenes aparecieron en su mente, se vio a sí mismo arrojando la petaca con fuerza hacia la cómoda y su rostro sorprendido, asustado, observándolo con censura desde el otro lado del cuarto. Masculló una maldición.

—¿Qué fue lo que pasó? —le preguntó, evitando pisar los cristales para ir hacia ella. Los ojos de Jasmine permanecieron un largo instante en el suelo, antes de que lo enfrentara.

—Lanzaste la petaca contra la...

—No me refiero a eso —la cortó, avanzando otro paso. Ella permaneció quieta en su lugar, por lo que Bastian supuso que debía de haber pasado algo más la noche anterior. Algo que había borrado su asombro y su temor, algo que la había hecho decidir quedarse con él en su cama, ¿cierto?

No lo recordaba y eso lo estaba matando. Solo había fracciones de imágenes sueltas dando vueltas por su cabeza, sensaciones, miradas. Nada de lo que pudiera asirse.

—¿A qué te refieres entonces?

Negó sin saber cómo responder a eso. De entre todos los escenarios posibles en que habría podido despertar, éste era sin duda uno que no había previsto ni en sus sueños más optimistas. Ella lo odiaba, nunca siquiera habían dormido juntos en el sentido estricto de la palabra. Habían compartido la cama con fines netamente reproductivos, por supuesto. Pero en todo caso había sido la cama de Jasmine, no la suya. Y ciertamente nunca para algo tan inofensivo y natural como dormir.

—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar.

Jasmine se cruzó de brazos.

—Tú me invitaste.

—¿Yo...? —comenzó a decir, pero luego se detuvo a sí mismo. Pensándolo bien, esa no sería la parte extraña de la situación de todos modos—. ¿Y tú aceptaste?

Los labios de su esposa se fruncieron en un mohín de irritación, probablemente inducido por el tono de incredulidad en su pregunta.

—Supongo que atravesaba un breve lapso de estupidez, descuida que no volverá a ocurrir. —Diciendo eso, ella le hizo una rígida reverencia y comenzó a dirigirse hacia la salida.

—Jasmine. —Bastian alcanzó a frustrar sus intenciones, extendiendo una mano por encima de su cabeza para impedir que abriera la puerta. Ella bufó, volviéndose hacia él con las manos en la cadera en su usual pose de institutriz. Sonrió sin apenas darse cuenta—. Cada vez que haces eso, siento que quieres ponerme en mi lugar de un modo muy poco amable —confesó, rozándole una de las manos juguetonamente. Ella frunció el ceño, aflojando su postura de mala gana.

—Ese es mi único pensamiento cada vez que te tengo enfrente —replicó, sagaz.

Él volvió a sonreír con garbo, inclinándose un tanto de modo que su antebrazo quedó posicionado en la madera a escasos centímetros de su cabeza.

—¿Por qué estás molesta? —inquirió, al tiempo que tomaba un mechón de su cabello suelto y lo colocaba detrás de su oreja. Jasmine cerró los ojos por un segundo que pareció interminable, hasta que se dignó a enfrentarlo.

—Porque eres un asqueroso ebrio —le espetó, dándole un empujón que logró apartarlo unos centímetros—. Porque eres un mentiroso. —Volvió a empujarlo con mayor fuerza, al tiempo que su tono se volvía más y más irritado—. Porque me dejaste sola con tu amigo como si fuese una especie de mujer sin moral. —Su mano se estrelló en un puño sobre su pecho, pero Bastian no se quejó—. Porque incluso me acusaste de... —se detuvo, negando con la cabeza—. Francamente no voy a repetir tus palabras, porque soy mejor que eso. —Estrechó los ojos en finas líneas—. Soy mejor que tú y te odio.

Con un último empujón consiguió apartarlo del todo de la puerta, mas no aprovechó la oportunidad para marcharse.

—¿Y porque me odias es que te quedaste a dormir conmigo?

En esa ocasión no pudo evitar soltar una maldición cuando Jasmine le estampó un golpe directo en el estómago. Bastian jadeó, dando varios pasos hacia atrás como acto reflejo y al alzar la visto turbado, descubrió verdadera preocupación en el rostro femenino que lo observaba. No le había hecho daño, de eso nada, simplemente le había quitado el aire con el sorpresivo golpe; pero Bastian vio una oportunidad y no supo convencerse de no tomar ventaja de ello.

Dejó que sus pies lo llevaran hacia atrás, hasta que sintió que chocaba contra la cama y se deslizó con lentitud hasta conseguir sentarse en el filo del colchón, entonces se dobló sobre sí mismo tosiendo de un modo un tanto exagerado, pero que consiguió lo buscado.

—¿Bastian? —Ella se precipitó a su lado con premura, tomándolo por el brazo en un intento de erguirlo. Pero él no se lo permitió, pues eso habría supuesto el fin de su actuación y él necesitaba aquello, necesitaba que bajara la guardia—. Bastian... ¿estás bien? —Había genuina ansiedad en su voz y por un segundo su conciencia quiso protestar, pero él tenía práctica en silenciar a esa entrometida y solo se limitó a dar un ligero asentimiento—. ¿Bastian? —Su delicada mano acarició su hombro y luego su espalda en suaves círculos.

Bastian jadeó en pos de mantener la farsa, tomando innecesarias bocanadas de aire y lentamente comenzó a incorporarse. Ella lo repasó con la mirada, quizá intentando dar cuenta de alguna herida grave y él extendió una mano hacia su rostro, acariciándola como si su golpe le hubiese aturdido hasta el sentido del tacto. Jasmine no protestó, incluso le permitió acercársele al punto en que sus narices casi se tacaron y entonces, sin previo aviso, lo empujó.

—¡No seas estúpido, Bastian Hastings! —exclamó enrabiada, incorporándose de golpe—. No te di tan fuerte.

Bastian rompió a reír, estirando una mano con rapidez para tomarla del borde de la bata y tirar de ella hasta que estuvo de pie entre sus piernas. Jasmine bajó la mirada hacia su rostro con mal gesto, pero al segundo en que él posó sus manos en sus caderas y la atrajo aún más cerca, su semblante poco a poco se fue relajando.

—Me disculpo por todo lo que te dije anoche —musitó antes de darse cuenta. Jasmine parpadeó sin responderle—. Aunque me has llamado mentiroso y me gustaría saber por qué. ¿En qué te he mentido?

Ella presionó los labios en una línea, reticente. Bastian entonces deslizó el pulgar por la pequeña hendidura que dibujaba el inicio de su pelvis, logrando que su atención fuera a aquel único punto.

—No hagas eso —susurró, apartándole la mano con bastante poca convicción. Bastian asintió, inclinándose hacia ella hasta que su boca encontró la pequeña apertura de la bata y con lentitud restregó su nariz por la fina capa de algodón de su camisola para dormir. Jasmine soltó un breve quejido de derrota, al tiempo que cerraba una mano en su cabeza y enredaba los dedos en su pelo, tirando de él más cerca. Bastian abrió los labios comenzando a morder y lamerla por sobre la tela, elevando el rostro hasta alcanzar la suave redondez de uno de sus senos y más allá, hasta conseguir engullir el endurecido pezón que clamaba por su atención. Su mano lo aprisionó con mayor fuerza, al tiempo que él humedecía por completo la tela con su boca e intentaba aplacar el ardor que comenzaba a despertar en todo su cuerpo. Ella gimió, dando un incierto paso hacia atrás pero Bastian consiguió atraparla por la cintura y se echó hacia atrás, arrastrándola con él sobre sus piernas. Jasmine quedó de rodillas sobre su cuerpo y bajó la mirada hacia sus labios, aturdida. Se enfrentaron en silencio, respirando en cortos jadeos, reconociéndose el uno al otro casi como la primera vez—. No... —musitó ella entonces, soltándolo rápidamente para levantarse.

En esa ocasión Bastian no la detuvo.

—Jasmine... —comenzó a decir, pero ella elevó una mano para silenciarlo. Entonces procedió a apretar el cinturón de su bata con fuerza, como si de ese modo lograra detener los impulsos más primarios de ambos. Se deseaban. Jodido infierno, pensó para sus adentros y los recuerdos se agolparon en su mente: la deseaba.

—No es un secreto para ti el que desee tu cuerpo. —Él frunció el ceño ante su elección de palabras, pero no replicó—. Pero lo que no me explico es qué deseas tú de mí.

—¿En serio? —inquirió también poniéndose de pie. Ella se cruzó de brazos para crear otra barrera, al tiempo que lo seguía con la mirada mientras Bastian iba hasta una silla y recuperaba su propia bata. La miró de soslayo—. Porque pensé que eso te lo había dejado claro anoche.

—¿Qué...? —murmuró, confusa. Bastian aprovechó ese instante para acercarse y plantarle un beso en la mejilla, aspirando su aroma a flores en el proceso.

—Ya te dije que de ti lo deseo todo, florecilla. —Dio un paso hacia atrás para analizar su reacción, ella estaba en blanco—. Y no estaba mintiendo.

Entonces se dirigió hacia la puerta, bastante contento con el giro de los acontecimientos.

—¿Lo recuerdas? —le espetó ella, justo cuando él abría la puerta. La observó brevemente.

—Jamás olvido lo que me importa.

***

Tal vez no podía precisar cada parte de su conversación con Jasmine la noche anterior, pero luego de su primer café de la mañana y el segundo, las cosas lentamente comenzaban a aclararse en su mente. Y con la claridad llegó una firme resolución que sabía no podía seguir aplazando.

En cuanto entró en la biblioteca vio a su primo de espaldas, empujando uno de los volúmenes en uno de los anaqueles que Jasmine había organizado con esmero. La realidad era que antes de su llegada, la biblioteca de Eythorne era una sala de trofeos de caza, mitad trastero, mitad sala de descanso. Al viejo conde no le gustaba leer, probablemente ni siquiera sabía qué aspectos tenían los libros y su madre, Dios la tenga en la gloria, nunca había podido tener nada propio en ese lugar. Nada.

Sacudió la cabeza volviendo al presente y entonces se aclaró la garganta, llamando la atención de Ihan.

—¿Qué tal borrachín? —instó éste, sonriente.

Bastian le devolvió la sonrisa al tiempo que atravesaba la estancia y sin mediar palabra de advertencia, le estampó un contundente zurdazo en la boca. La fuerza del golpe empujó a Ihan contra los libros, mientras éste se doblaba sobre su mismo y se llevaba ambas manos al rostro. Bastian sacudió la suya propia, admitiendo para sí mismo que estaba algo fuera de práctica en todo el asunto y entonces desdobló el pañuelo que llevaba en su chaleco, para tendérselo a su sangrante invitado.

Ihan masculló varias maldiciones, pero aceptó el pañuelo y tras un tiempo prudencial, clavó sus ojos castaños en él.

—Jodido infeliz.

—Tenía que hacerlo —respondió sin más. Ihan no le discutió, ambos sabían muy bien que ese golpe se lo había estado buscando.

—Pensé que el haberte adueñado de mi monedero fue pago suficiente. —Bastian sacudió la cabeza, soltando un suspiro entre dientes. Era verdad, le había robado el monedero a Ihan para conseguir algo de alcohol, en ese momento el plan le había parecido inmejorable—. Al menos sírveme una copa, siento que mi labio no deja de palpitar.

—No hay bebidas en esta casa.

—Créeme que me he dado cuenta —musitó con desazón, dejándose caer en una butaca de la sala de lectura. Bastian se sentó en la que estaba frente a él, observando a su primo en silencio mientras intentaba detener el sangrado—. Y yo pensaba que Deal era un lugar aburrido —se quejó, quitándose el pañuelo para mirarlo con curioso interés—. ¿Sabes lo que más me ha sorprendido?

—Ilumíname.

Ihan chasqueó la lengua ante su falta de entusiasmo, pues a él le gustaba llevar todo a los extremos. Bastian no recordaba ni una sola ocasión en la que Ihan no hubiese hecho gala de su necesidad de correr riesgos estúpidos, le gustaba provocar a las personas, le gustaba crear rencillas, molestar y pinchar a los demás. Parecía que de lo contrario no conseguía estar tranquilo consigo mismo.

—Estás cómodo. —Bastian frunció el ceño ante esa aseveración—. Desde que te conozco que no has dejado de decir cuánto odias este lugar, cuánto detestas cada porción de estar tierras, cuánto deseabas hacer todo esto cenizas y aun así... —Alzó las manos señalando lo que los rodeaba—. Estás cómodo.

—Tú no tienes idea...

—A decir verdad, la tengo —lo interrumpió, chasqueando los dedos—. Y no me malinterpretes, ella es hermosa... —hizo una pausa, perdiendo la mirada en la nada por un largo segundo. Bastian presionó el puño sin apenas darse cuenta—. Puedo entender que un hombre encuentre una motivación allí, hacerla caer debe ser un ejercicio demandante pero divertido. Y lo entiendo... —Bastian abrió la boca para replicar, pero Ihan continuó ajeno a él—. Pero va más allá de ella, ¿no primo?

—No te estoy siguiendo.

Ihan se puso de pie, esbozando una sonrisa zalamera a pesar del morado que comenzaba a pintarse bajo su labio.

—Te he visto como la miras —aseveró, inclinándose lo suficiente como para buscar sus ojos—. Te he visto como miras al niño, como hablas de él... hasta compusiste una canción.

—¿Y qué? —le espetó, elevando la barbilla de forma retadora. Los ojos de Ihan chispearon, divertidos. El muy desgraciado parecía estar anhelando que le equiparara el golpe.

—Ellos te gustan. —No hubo lugar a dudas en sus palabras y eso le molestó.

—Dices estupideces, Ihan, el golpe te ha afectado.

Su primo asintió, dándole momentáneamente la razón.

—Dijiste que nunca ibas a casarte.

Bastian se puso de pie, comenzando a hartarse de esa conversación.

—Sabes porque lo hice.

—Claro —esbozó una sonrisa—. Entonces no te molestará venir a Deal conmigo, ¿no? Si estás aquí de paso... —Bastian no respondió al instante, en realidad solo miró a Ihan completamente en blanco—. En casa nunca falta una buena bebida y sabes que hay muchas mujeres más que dispuestas a recibirte en sus camas. Ven conmigo.

Ve con él.

Bastian escuchó su propia voz urgiéndole que lo hiciera, ¿qué estaba haciendo allí de todos modos? ¿Jugando a ser un esposo y padre? Ihan estaba en lo cierto, estaba allí de paso para curar la cólera de Theo. Pero si iba a Deal, si se excusaba tras la mentira de ir a visitar a su familia, ¿quién se lo cuestionaría?

Ve con él.

Podría volver a beber cuando quisiera, podría olvidarse de la sensación de despertarse a medianoche cubierto en sudor y aturdido. No más oscuridad, no más andar de puntillas por esa casa del demonio, como si en cada sombra viera a...

Ve con él.

Descansaría, ¿acaso no se lo había ganado?

Ve con él.

—¿Y qué con ella? —susurró no siendo consciente de ello. Ihan lo estudió con los ojos en rendijas.

—¿Qué con ella? —le replicó, sin dejar de escrutarlo con firmeza—. Dijiste que no te gusta.

—Y no lo hace —se apresuró a decir.

—Entonces ven conmigo.

—Sí, Hastings, ve con él —lo apremió una voz femenina a sus espaldas y automáticamente ambos se volvieron—. Ve con él y permanece allí el tiempo que quieras.

—Jasmine...

—Lord Hastings, lord Keller —masculló, inclinándose en una apresurada reverencia antes de desaparecer de sus vistas.

Ihan enarcó una ceja guardándose convenientemente lo que estaba pensando y los pies de Bastian se movieron incluso antes de que él les diera la orden; siguiéndola a ella, siguiendo a su esposa. 

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Neil: Cada vez hay más pedidos de dedicatorias y es que ahora lo hacen por distintos medios.

Jace: Nos honra que quieran un momento con nosotros, en serio.

Lucas: Así que hemos echado suertes para esta dedicatoria y esta se la lleva... dilo tú.

Dimo (suspirando): AlexNPB

Lucas: ¿Podrías ponerle algo de entusiasmo no?

Dimo: No.

Cam: Hombre, no tienes remedio. Querida, Alex...

Marin: Alex, llámala Alex

Dimo: Así es como la está llamando...

Marin: No espero que lo entienda alguien con un IQ tan inferior como el tuyo.

Dimo: ¿Discúlpame?  Soy por lejos el más inteligente de este grupo.

Marin: Si eso es lo que quieres creer, pues adelante.

Dimo: No me gusta tu mujer, Cameron ¬¬

Cam: Cariño, no pelees, por favor. En cuanto a Alex, más o menos en febrero fue tu cumpleaños y sé que es muy tarde para felicitarte por ello...

Lucas: Casi hasta convendría esperar hasta el año que viene, pero de todos modos queremos saludarte porque significas mucho para nosotros.

Dimo: Solo admitan que la escogieron porque tiene a Snoopy en su foto de perfil.

Cam y Lucas: :O 

Lucas: ¡Jamás! Te escogimos porque eres una lectura devota.

Cam: Y tu foto de perfil demuestra tu buen gusto, nada más. ¡Un abrazo grande, Alex!

Lucas: Esperamos que hayas disfrutado del capítulo y el resto también. Sigan pidiendo dedicatorias, pueden ser los elegidos por cualquier motivo...

Dimo: O solo usen a Snoopy el perro. 

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