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El sonido del aire ensordecía sus oídos, el viento frio apenas y golpeaba su rostro y el aroma a lluvia se colaba por las ventanas del coche. Minghao abrió los ojos en medio de la oscuridad, las nubes estaban pesadas cubriendo el cielo oscuro sobre ellos, miró sobre su hombro a la izquierda encontrándose con Mingyu. Él manejaba tranquilamente, su mirada con su ceño un poco fruncido en la carretera lo hacía ver concentrado en la carretera apenas iluminada por las luces del auto. Se sentó en su asiento con un curioso dolor de cabeza naciendo en su frente.
—¿Cuánto tiempo llevo dormido?— preguntó mirando al cielo nocturno. Cuando durmió ¿era de día? No recordaba nada.
Mingyu saltó de sorpresa y lo miró por un par de segundos apartando la vista del camino. Y era gracioso para Minghao, Mingyu era un estambre de nerviosismo y miedo cuando manejaba, y quizás lo era más por el hecho de que el coche era de Minghao y no suyo. Aun así Mingyu regresó su mirada al camino intentando mantenerse calmado, una tierna imagen que hizo a Minghao reír. Y le dolió la cabeza.
—¿te sientes bien?— preguntó Mingyu apenas mirándolo. Minghao llevó una mano a su frente sintiendo las vendas en ese lugar. ¿Qué había pasado? Sus recuerdos estaban perdidos. —No lo toques, soy malo cuidando heridas, no quiero que se caiga.
—¿Qué pasó?— Su pregunta fue directa aunque esta rebotó a los alrededores. —¿A dónde vamos?
—¿no recuerdas nada?— Mingyu regresó a mirarlo con preocupación, esa mueca inentendible para muchos que solo Minghao sabía reconocer. Esa mueca de asco mezclada con culpa era preocupación en Mingyu. —¿te duele? ¿Sabes cómo me llamo? ¿Sabes quién soy? Mi nombre es Mingyu, Min-gyu.— Mingyu casi detuvo el coche. —¡No es un secuestro! ¡te prometo que no estoy secuestrándote!
—Sé que eres Mingyu, tonto.— murmuró dejándose caer contra el asiento. —No recuerdo lo que pasó...
Hubo un largo silencio con esa mirada preocupada en su amigo, y eso era lo peor que pudo haber hecho, porque ahora Minghao estaba preocupado también pensando en los peores escenarios posibles. Solo tenía asegurado que él y Mingyu se encontraban bien, y que había sufrido algún tipo de golpe en la cabeza y ahora estaban en su coche dirigiéndose a quien-sabe-donde. Lejos de casa.
Casa.
Se enderezó sobre su asiento y miró hacia la parte trasera, miró el camino donde solo había oscuridad y pavimento para despues mirar a los lados. No estaban en el pequeño pueblo donde vivían sus padres, de hecho, parecían estar lejos de la nada. ¿A dónde iban entonces? ¿se estaban alejando de casa o llegando a ella? ¿Regresaban o se iban? ¿Por qué se irían de casa en primer lugar? Si allá estaba su vida y sus padres, y sus vecinos y amigos, y sus abuelos, y las personas que siempre eran amables.
—¿no recuerdas nada?— preguntó Mingyu y Minghao quiso golpearlo por un momento. —¿recuerdas esta mañana?
Si. Despertó como todos los días, fue a correr, regresó a casa para bañarse, vestirse, desayunar, cuidar de las plantas y leyó un poco antes de que fueran mediodía. Eso era fácil de recordar porque era una rutina para él, algo que sucedía siempre con puntualidad, pero despues de eso no recordaba mucho. Se quitó los zapatos y subió los pies al asiento para abrazar sus rodillas, le era un poco más cómodo sentarse así.
Fue ahí, en un simple movimiento, cuando notó las zonas amoratadas en sus brazos, se levantó las mangas y observó como aquellas marcas se extendían por sus brazos como dedos invisibles que lo sujetaban.
Estaba forcejeando. No entendía lo que estaban diciendo, pero había voces a su alrededor y varias manos tomándolo con fuerza, y el dolor vino a su mente, un dolor grueso en sus brazos, como si estuvieran arrastrándolo.
Miró las manos de Mingyu sobre el volante y miró sus brazos, estos no tenían nada extraño. Pero cuando su mirada se detuvo en sus dedos pudo sentirlos recorrer su mejilla, apenas una reminiscencia de su tacto que lo hizo llevar su propia mano a ese lugar.
—Hoy es viernes.— dijo con seguridad a lo que Mingyu asintió. —Nosotros... salimos todos los viernes.— Mingyu volvió a asentir. —¿A dónde fuimos?
—A la biblioteca. Tú manejaste, querías buscar un libro sobre atroz o algo así.
Minghao sonrió exhalando una pequeña risa.
—Astros. Un libro sobre astros.— ¿Por qué? Porque había visto una película el día anterior y quería comprender más de ella. Miró de nuevo al cielo encontrándose con ese aroma a nubes. —Fuimos a la biblioteca... y despues...
—Manejaste al jardín.
Otro recuerdo azotó a Minghao. El jardín era el basto prado con girasoles a las afueras del pueblo, aquel lugar que no era de nadie realmente pero que todos cuidaban y respetaban al ser la única atracción decente del pueblo. Y una sonrisa apareció en él, porque amaba como se veían las flores en ese lugar, amaba el viento fresco anunciando la lluvia y las nubes opacas en el cielo. Aquella había sido la razón por la que Minghao aún no se decidía a dejar su pueblo, sin importar que tanto quisiera estudiar artes en la capital del país, o sin importar que todos estuvieran yéndose del pueblo, ese jardín lo sujetaba fuertemente recordándole que era su lugar seguro.
Amaba el jardín, y por eso llevó a Mingyu a ese lugar. Porque también amaba a Mingyu.
Apartó la mirada lo más que pudo de Mingyu, su rostro estaba ardiendo y sentía el nerviosismo nacer en su estómago. Minghao había estado enamorado de Mingyu desde hace años, casi los mimos que llevaba conociéndolo, al principio solo fue una atracción que solo le trajo culpa y un poco de vergüenza. Siendo un hombre en un pueblo pequeño y un poco alejado de la civilización normal no podía darse el lujo de querer a otro hombre, la gente seguía viéndolo mal sin importar cuanto hubiera pasado el tiempo. Era erróneo en cada una de las cabezas de las personas.
—¿Qué hicimos en el jardín?— preguntó temeroso mientras miraba a la carretera. Mingyu no respondió. —Hice... ¿hice algo estúpido? ¿Algo malo?
Mingyu no respondió.
Miró con suma atención los dedos de Mingyu sobre el volante, sus brazos, su piel, sus músculos, la luz del coche apenas podía iluminarlo, y quizás por eso notó hasta ese momento el hematoma que se encontraba sobre su pómulo, hinchado como si fuera un poco reciente. Bajó sus piernas del asiento y se inclinó hacia Mingyu extendiendo su mano hasta llegar a su rostro, su amigo tan solo saltó en respuesta mirándolo de reojo.
El coche se detuvo y ambos se miraron el uno al otro. El cielo seguía nublado y solo se veían un par de chispazos en el cielo que iluminaban el perfil de los dos, sus ojos brillaba, los de Minghao con fuerza decidido a recordar y los de Mingyu con un sentimiento indescifrable. Aun le dolía la cabeza, y le dolían los brazos, y parte del cuerpo, pero decidió ignorar eso para concentrarse en el rostro de Mingyu.
Estaban en el jardín, el día comenzaba a despejarse y el sol estaba alto en el cielo, todo era tranquilo, el aroma a pasto y girasoles le provocaba una paz inmensa, y la sensación de tener a Mingyu a su lado le ponía la piel erizada. Ese chico tan alto era capaz de intensificar sus sentimientos y emociones sin importar que hora o que día era, o su humor o si era un buen o un mal día. Por eso Minghao amaba salir con él a la biblioteca, para disfrutar en paz un buen libro, o a comer para tener una gran cena y que la comida le supiera a gloria, o tan solo quedarse en casa y sentirse feliz.
Siempre que estaba Mingyu las cosas eran mejores. Y Minghao no podía evitar amarlo, desde sus tonterías como decir frases tontas hasta sus momentos más irritantes, como cuando ganaba algún juego y se la pasaba presumiéndolo durante el día. Amaba como Mingyu de vez en cuando lo abrazaba sin miedo, cuando le decía halagos lindos sin saber el impacto que causaban, cuando lo acompañaba a todos lados aun sin saber del lugar. O cuando compartían gustos y tan solo se quedaban apreciando una fotografía bien elaborada o una pintura, o cuando ambos tan solo compraban un bastidor cada uno, pinceles y óleo y pintaban donde fuera.
Minghao amaba a Mingyu. Pero no tenía una jodida idea si Mingyu lo amaba a él.
—¿Realmente no lo recuerdas?— preguntó Mingyu con la voz suave. Minghao negó. —Estábamos en el jardín... y... —Mingyu desvió la mirada al frente. —No pude responderte.
—¿Responderme?— se inclinó buscando su mirada. —¿responderme qué?
No recibió respuesta.
Minghao tomó la mano de Mingyu en medio de los girasoles, habían pocas personas cerca y la mayoría estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar, entonces Minghao estaba tomando por fin valor, un valor que iba construyendo poco a poco a lo largo de las semanas y que ahora estaba haciendo uso de él. Primero le escribió cartas a Mingyu que jamás le envió, y despues intentó dar indirectas, hasta llegar a ese punto donde decidió llevarlo a los girasoles y confesarle su secreto ahí mismo.
—Tus manos están frías.— Fue lo primero que le dijo Mingyu extendiendo la mano para tocarle el rostro. —No tienes fiebre. — Minghao casi se rió de la lógica de Mingyu.
Volvió a tomar su mano y sonrió mirando a los girasoles.
Se armó de valor y confesó su sentimiento de una forma que no pudiera ser malinterpretada. Cerró los ojos por un segundo y soltó las manos de Mingyu llevándolas a ambas mejillas de este, tomó un pequeño impulso para acercarse y lo besó suavemente murmurando cuatro palabreas sobre sus labios.
Si fallaba y era rechazado entonces tendría ese hermoso recuerdo de por vida.
"Estoy enamorado de ti"
Sus ojos se abrieron de par a par mirando a Mingyu. Él realmente confesó sus sentimientos, lo besó, y tan pronto la imagen llegó a su cabeza llevó sus dedos a sus labios recordando el toque. Y comenzó a temblar.
Oh.
Mingyu lo estaba llevando a matar.
Deshizo la idea cuando miró la tierna mirada del chico viéndose preocupada. No, Mingyu no podría matar a nadie conscientemente, tenía que ser accidental, entonces no planeaba matarlo. Bajó sus manos a sus piernas y miró los moretones en los brazos.
—No respondiste...— Pronunció como un eco de su propia cabeza. —No era una pregunta. Yo solo quería confesarlo, no estabas obligado a responder. No estás.
—No... No pude responderte porque ellos llegaron.— Las manos de Mingyu se apretaron sobre el volante.
¿Ellos?
Alguien lo tomó con fuerza del brazo apartándolo de Mingyu, fue una sorpresa ver a los familiares de este con el ceño fruncido y una clara muestra de odio, no tuvo tiempo para hablar, tan solo intentó apartarse mientras que los dedos se encajaban en su piel, eran hombres lo suficientemente grandes como para romperlo, tan grandes como Mingyu, y para su sorpresa uno de ellos llevaba un montón de hojas de papel que le lanzó al rostro. Eran sus cartas a Mingyu. ¿Cómo las consiguieron? Quizás alguien se las dio, quizás las robaron, no tenía idea.
—¡Sabíamos que algo raro pasaba contigo!— Le gritaron al rostro. Oh, entonces ellos sospechaban. —Siempre detrás de Mingyu...
Ellos robaron sus cartas. El secreto que Minghao creía tener había sido descubierto por esas personas. Y Minghao tan solo pudo girar hacia Mingyu pidiendo ayuda, un auxilio inútil ante el chico que solo estaba mirando todo con sorpresa. Intentó soltarse de las manos de los tipos pero era inútil, ellos lo tomaban con tanta fuerza que dolía. Ni siquiera se dio cuenta cuando comenzó a llover.
"Puedes defenderte" Se dijo a sí mismo, quizás no era el más apto en fuerza bruta, pero era capaz de pelear y defenderse. Lo habían tomado por sorpresa, así que aún tenía esperanza. "Solo golpéalo"
"solo hazlo"
"¿Por qué no lo haces?"
Ah. Él quería que Mingyu lo defendiera.
Miró hacia Mingyu casi suplicando por ayuda, tan solo con la mirada ya que su boca se encontraba en debate con su mente, no podía hablar y su mirada comenzaba a tornarse borrosa gracias al nerviosismo, ellos eran más, y aun si Mingyu se metiera dudaba que salieran ilesos de ahí, solo que ellos no estaban atacando a Mingyu, lo que ellos estaban haciendo, en realidad, era defenderlo de él, apartarlo para que no estuviera cerca.
—¡Maldito enfermo!— Alguien le gritó y quizás fue en ese momento cuando se dio cuenta de que Mingyu podría estar de acuerdo con ellos. —¡Debería jodidamente matarte por faltarle el respeto a Mingyu de esta forma!
—Estás de acuerdo con ellos.— Dijo mirando hacia otro lado. El cielo seguía oscuro y nublado. —Crees que soy un enfermo.
Mingyu giró sobre el asiento y tomó la mano de Minghao llamando su atención. Otro recuerdo azotó en él.
—¡Lárgate lejos de aquí y nunca vuelvas!— Lo soltaron.
Minghao cayó al suelo y miró a los hombres desde abajo, los girasoles estaban alrededor, tan altos y hermosos aun en un cielo lluvioso. No quería irse, porque ahí estaba su hogar, su lugar, a donde pertenecía, ese precioso jardín en el que corrió de pequeño tantas veces junto a Mingyu. Y ahí también estaba Mingyu, su felicidad. No podía dejar ambos. Los amaba y solo por eso nunca se había atrevido a irse.
—N...No...— Alcanzó a decir. —Aquí... Aquí está mi hogar...— murmuró esperando ser escuchado a pesar de la lluvia. —Esto es...es lo que más amo. ¡No me apartaré de este lugar!— Levantó el rostro.
Justo en ese momento recibió una patada, y todo se puso oscuro.
Sonrió mirando su mano sobre la de Mingyu.
—No podré volver.— Concluyó. —Estás sacándome de casa.
La otra mano de Mingyu apareció sobre la palma de Hao, el chico abrió el puño dejando caer algo sobre ella.
—Es todo lo que pude sacar del jardín.— Dijo Mingyu con tristeza. Minghao lo miró directamente a los ojos, un sentimiento apareciendo abrumador. —pero es suficiente para empezar.
Minghao miró su mano. Eran semillas de girasol.
—¿empezar?
—Ya no hay vuelta atrás, Hao.— murmuró Mingyu. Minghao sonrió llevando las semillas a su pecho. —No volveremos a ver el jardín.
—¿volveremos?— Elevó el rostro con esperanza, quizás sus ojos estaban brillando igual que los de Mingyu, pero cuando lo volvió a encarar hubo una hermosa sonrisa que le dijo todo.
Entonces se iban. Los dos. Llevándose una parte del jardín con ellos para encontrar un hogar donde empezar de nuevo. Un lugar donde estuvieran juntos. Minghao se preguntó si en realidad había despertado y no era un extraño sueño gracias al golpe, pero las manos de Mingyu en su mejilla lo trajeron de vuelta, era cálido.
Mingyu le sonrió inocentemente y se acercó besándolo en los labios.
—También estoy enamorado de ti.— le susurró justo como Minghao lo había hecho.
Ah. Él podría morir en ese momento y estaría bien. Todo estaría bien.
Apretó las semillas en su mano y sonrió.
Así que estaba llevándose su hogar y su felicidad con él. Ya no importaba nada más, estaría dispuesto a ir al fin del mundo tan solo con ello en mano.
El cielo comenzaba a despejarse.
---
—Manejas horrible, cambiemos de lugares.
—¡Estoy haciendo mi mejor esfuerzo! ¡Tienes un golpe en la cabeza! ¿Cómo vas a manejar?
—Aun con el golpe manejo mejor que tú, quítate de mi lugar.
—¡Mandón!
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