7. Una familia de apellido Black
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"Siempre llueve en Forks", pensó Olivia, era bueno que fueran lloviznas ligeras, nada de truenos ni relámpagos. Deshecho rápidamente esa idea, echando un vistazo a su hija a través del espejo retrovisor. La pequeña estaba profundamente dormida en su asiento luego de haber comido su papilla, ajena al mundo que las rodeaba. Ciertamente ella también comenzaba a cansarse y ni era mediodía aún.
Se preguntó cómo la mujer parecía tan fresca y con tanta energía luego de casi recorrer todo Forks. Después de la visita al hospital, Hope las había llevado a la iglesia, a la veterinaria, a la biblioteca...
—Me alegra que Rosalie te haya invitado a salir a Portland, cielo. Una amiga te hará muy bien, tal vez incluso ya tengas dos, con su hermana Alice —exclamó Hope en el momento en que Olivia arranca el coche en dirección a Forks Coffee Shop.
Olivia no pudo evitar sonreír ante la emoción en la voz de Hope. No habían pasado ni dos días desde su llegada al pequeño pueblo y la mujer ya había sido una fuente constante de apoyo y cariño increíble. Mientras conducía el coche a través de las calles empapadas por la lluvia, Olivia se acomodó en su asiento, disfrutando del suave murmullo del motor y de la tranquilidad que traía la compañía de la mujer mayor a su lado.
Hope no guardaba ningún rencor o mala voluntad hacia ningún Cullen, pero Rosalie y su gemelo Jasper, junto a Edward nunca habían intercambiado más de dos palabras con ella, claro que eran amables, no podía esperarse menos de los hijos de Esme y Carlisle, pero nunca fueron muy abiertos con ella a diferencia de sus padres, o de sus hermanos Emmett y Alice. Le sorprendía gratamente que Rosalie quisiera entablar una amistad con Olivia.
—¿Es raro que ella lo hiciera? —preguntó Olivia, manteniendo la mirada en el camino mojado por la lluvia, mientras las ramas de los altos pinos se mecían con la brisa. Hope, sentada en el asiento del copiloto, observó a la joven madre con una suave mirada bajo esas grandes gafas que usaba.
—No es tan raro, querida. Rosalie es reservada, como sus hermanos Jasper y Edward, pero no mala persona. Nunca ha sido tan abierta como Alice o Esme, pero eso no significa que no sea alguien agradable.
—Hace años que no tengo una amiga o amigo. No soy alguien... sociable, en realidad —dijo la rubia, casi para sí misma, recordando lo reciente y extraño que había sido su encuentro con los Cullen apenas unas horas antes. No dejaba de pensar en la extraña sensación que le habían dejado. Los Cullen eran amables, pero también enigmáticos.
Hope profirió una risita suave antes de responder: —Bueno, cielo, te sorprenderías. A veces, las personas más reservadas tienen mucho que ofrecer una vez que deciden abrirse. Y estoy segura de que se llevarán muy bien. Alice es como un rayo de sol en medio de una tormenta. Siempre sonriente, siempre alegre. Esme dice que Alice fue la que más insistió en mudarse a Forks. ¿Qué le llamó la atención de este lugar? No tengo ni la más remota idea —Bromeó la mujer mayor.
La joven Bennett soltó una risa ligera, asintiendo. —En eso podemos coincidir Alice y yo —Luego dudo pero los ojos grises inquisidores de Hope la hicieron hablar—, lo que pasó anoche, a los chismes a los que se refieren...
El hombre de la cafetería, Mark, había mencionado que debía tener cuidado con la familia Cullen. ¿Pero qué podía ser tan peligroso en una familia que parecía tan normal?
Hope soltó un suspiro profundo, continuó hablando con una nota más seria en la voz: —Te lo dije, cielo, no te dejes guiar por esos comentarios. Dios sabe que los Cullen no la han pasado bien desde que llegaron, con todos esos chismes y murmullos malintencionados. La gente de aquí puede llegar a ser muy supersticiosa, la tribu Quileute no está lejos de aquí y muchos en este pueblecito, a pesar de no seguir sus costumbres, descienden de ellos, por eso crean todo tipo de historias sobre la familia.
Olivia frunció el ceño y su corazón se apretujo, dándole vueltas a las palabras de Hope. Desde el primer minuto en Forks, había sentido la tensión en el aire cuando mencionaban a los Cullen, como si fueran una especie de tabú en el pueblo. Como madre soltera, ¿qué le esperaba a ella? Sabía que su presencia desataría miradas curiosas y lenguas sueltas... Ser madre soltera en un pueblo donde las noticias y los rumores volaban más rápido que la luz. Aunque hasta el momento había sentido el apoyo de personas como Hope o Charlie, también se había encontrado con personas como Lily Stanley. No podía evitar sentir una cierta empatía hacia los Cullen; ellos también estaban bajo el escrutinio de los habitantes de Forks.
—No estoy segura de qué esperar, eso es todo.
Hope la miró con comprensión y le dio unas palmaditas en el brazo.
—No te preocupes demasiado. Las mejores cosas suceden cuando menos las esperamos —Después, una sombra de melancolía cruzando el rostro de la mujer mayor—. Lamento lo que pasó con la Señora Stanley. Forks tiene su encanto, pero como en cualquier lugar, también tiene sus chismosos, cielo.
—Está bien —Le aseguró Olivia, sonriendo para tranquilizarla—. Supongo que Maisie y yo solo tenemos que aprender a vivir con eso.
Hope la miró con ternura. Olivia se dio cuenta de lo mucho que la mujer mayor se preocupaba por ella y Maisie, casi como si fueran de su familia. Esa calidez que emanaba de Hope era reconfortante, una sensación de hogar que Olivia no había sentido en mucho tiempo.
Los pensamientos de Olivia se volvieron hacia Maisie, su pequeña niña que estaba creciendo tan rápido. Era por ella que había decidido mudarse a Forks, por ella que estaba intentando empezar de nuevo. Y deseaba que, en el proceso, encontrara una nueva versión de sí misma, una versión más fuerte y más dispuesta a enfrentar los desafíos que vinieran.
—Lo importante es que tienes a Maisie, y ella es lo único que importa.
Olivia sonrió, agradecida por las palabras de Hope. Maisie era su mundo, y todo lo que hacía, cada decisión que tomaba, era por ella. En ese momento, la pequeña se movió en su asiento trasero, soltando un suave gemido mientras seguía dormida, lo que provocó una sonrisa suave en los labios de su madre.
—Tiene razón. Maisie lo es todo para mí.
A medida que se adentraban más en la carretera, el cielo se iba despejando, dejando entrar algunos rayos de sol que atravesaban las nubes grises y húmedas. Olivia tomó aire profundamente, dejando que la frescura de la lluvia y los árboles llenara sus pulmones. Había algo en Forks que la hacía sentir en paz, a pesar de todos los secretos que parecían esconderse bajo la superficie. Aunque una cosa estaba clara: Forks le estaba dando la oportunidad de empezar de nuevo, y no pensaba desaprovecharla.
Aparcaron en la entrada de la cafetería, siendo recibidas por Anthony, quien embozo una amplia sonrisa al divisar el auto de la joven. La luz del día le permitió ver con claridad el restaurante de parada rápida que estaba justo enfrente, y parecía con tanta clientela como el Forks Coffee Shop.
La patrulla del jefe Swan no se veía cerca. Llegaron antes, entonces.
—Mis chicas favoritas por fin regresan a casa —exclamó el apuesto joven, abriendo la puerta para ayudar a salir a Olivia—. Siempre es un placer volver a verte, Livy —Pero antes de que ella pudiera corresponder con amabilidad, él se alejó corriendo alrededor del coche para hacer lo mismo con su abuela. La temperatura empezaba a descender y el frío aire les azotó los rostros, por lo que la joven Bennett se ajustó su chaqueta y se inclinó para sacar a Maisie de su asiento, envolviendola muy bien en su mantita.
—Tu no aprendes, muchacho —Le reprendió la mujer, golpeando su nuca—. Anda, ayuda con todo lo que trajimos.
—¡Abuela! —Se quejo el joven de cabellos negros, calmando el ardor del golpe con su mano, pero obedeciendo a Hope.
Olivia solo sonrió ante la familia, sosteniendo a Maisie bien abrigadita y ya despierta contra su pecho, caminó junto a los Donovan hacia la acogedora cafetería. Al abrir la puerta, una cálida ráfaga de aire con olor a café recién hecho y pastel de manzana los envolvió. Parecía un día agitado, con bastantes clientes dispersos, pero el ambiente era tranquilo y cálido como de costumbre.
Unas cuantas miradas se posaron en ella y su niña, unas más discretas que otras, pero aun así incomodaron a Olivia. Anthony las condujo a la mesa más cercana al fuego, donde el calor de las llamas hacía que el ambiente fuera casi hogareño. Olivia se sentó con cuidado, ajustando a Maisie en la sillita para bebés que ya estaba ahí, mientras Hope se instalaba frente a ellas y se quitaba su abrigo. La bebé comenzó a gorjear, sus pequeños ojos azules brillando mientras observaba curiosa el lugar.
—Enseguida les traigo de comer a mis chicas, deben estar cansadisimas. Puedo traer pescado con patatas fritas, está delicioso. Y para la princesa hicimos pasta con espinaca y calabacín —Dijo Anthony, haciendo malabares con las compras de su abuela. Hope lo observó con una mirada burlona.
—Ya tengo mis años, pero todavía soporto más que tú, querido.
—No, abuela, sino lo decía por ti. Tu eres la causa por la que Livy y la princesa luzcan como que acaban de sobrevivir a un huracán —La joven madre se rió inevitablemente, y Anthony se escabulló entre risas a las cocinas antes de recibir otro regaño de Hope.
Pero la anciana solo suspiro con una sonrisa nostálgica en sus labios. —No se que haría yo sin mi niño Anthony. No le digas que te dije eso —Le advirtió juguetonamente a Olivia. Ella solo asintió y simuló cerrar su boca con un ademán de su mano.
Olivia miró a través de la ventana empañada por la lluvia mientras el coche del jefe Swan se estacionaba frente al local. Del auto no solo bajó Charlie, sino un adolescente que a su vez ayudó a bajar una silla de ruedas del asiento trasero de la patrulla.
—Billy Black —Hope rodó sus ojos grisáceos con molestia, sorprendiendo a su compañera—. Te voy adelantando, cielo, ese viejo gruñón es parte de los supersticiosos de La Push. No creas nada de lo que dice.
—¿La Push? —inquirió la joven Bennett, jugando con los deditos de Maisie.
—Es una pequeña comunidad situada no muy lejos de aquí, al oeste de la Península Olímpica, ahí vive la tribu Quileute.
Oh.
Los tres hombres no tardaron en entrar a la cabaña envueltos en risas amistosas. En ese instante, Anthony regresó con sus platillos. Cuando vio la compañía del Sheriff, volteo rápidamente a ver a su abuela con una súplica silenciosa.
—Si ese hombrecillo se comporta, yo también —Fue la cortante respuesta de Hope, ayudando a Maisie a comer.
Una sonrisa amplia y paternal iluminó el rostro de Charlie en cuanto vio a la rubia y la bebé.
—Lamento la tardanza, alguien decidió acompañarme a último minuto —dijo Charlie, tomando asiento junto a Hope—. Hola Olivia, Hope. Hola, Maisie —saludo a la pequeña querubín, tocando su naricita. Ella se rió y agitó sus bracitos con entusiasmo.
—Puede no parecerlo, pero este hombre es muy bueno con los niños —Fue lo primero que dijo el señor Black. Detrás de él, manejando la silla de ruedas, un niño de once o doce años los saluda con entusiasmo. Tenia el pelo largo y negro brillante recogido en la nuca de su cuello. Su piel era de color rojizo y sus ojos eran oscuros, su rostro tenía ese toque de redondez infantil—. Pero si es pésimo con las presentaciones. Yo soy Billy, y él es mi hijo menor: Jacob.
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