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5. Primer encuentro

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La joven madre piensa que esta alucinando, que las tres figuras han salido de los más profundo de su tórrida imaginación y que en una marejada de humo se esfumaran. Un suave codazo en sus costillas la saca de su ensoñación y con vergüenza tartamudea: —E-es un placer, Olivia Bennett.

Una deslumbrante y gentil sonrisa se dibuja en los labios del Doctor Cullen, él levanta una mano para estrechar la de Olivia, es breve, aunque no lo suficiente para considerarse descortés pero incluso ese corto contacto basta para que la frialdad de su piel logre estremecerla y quiera alejarse. —El placer es nuestro —La suave y cadenciosa voz del hombre tiene un efecto calmante y aquellos dorados orbes comprenden su reacción, de una forma que Olivia no es capaz.

En efecto, piensa, él era muy joven para ser padre adoptivo de dos adolescentes. No obstante, todo en él desprendía un aura casi paternal, cálida, serena, un tipo de paciencia que no se ve en hombres tan jóvenes. O para el caso, en muchos hombres.

Tras de él, ambos adolescentes tienen expresiones serias, apáticas. El ceño del muchacho de pelo cobrizo se arruga con molestia, pero al siguiente parpadeo que da Olivia este desaparece, tan rápido que ella duda que lo haya visto. Entre sus brazos, Maisie parece igual de interesada en sus misteriosos vecinos, su mirada garza está atenta a todo.

—¿Es tu hermana menor? —interrumpe la mujer de pelo rizado, sus ojos azules miran de arriba a abajo con desdén la silueta de Olivia, quien salta de sorpresa en su lugar, habiendo olvidado su presencia. Cuando el Doctor Cullen se gira hacia ella, la mujer emboza una sonrisa que pretende ser dulce—. Es un gusto conocerte al fin, el pueblo entero esperaba tu llegada.

—Sí, ya sabes lo que dicen, cielo. Las noticias vuelan demasiado rápido en un pueblo tan pequeño, ya que al parecer no hay cosas productivas que hacer —masculló Hope, dirigiéndose a Olivia, pero sus ojos plateados puestos en Lily Stanley se entrecerraron con fiereza, deseando fundirla en su asiento.

Empero la mujer, o no lo ve, o no le importa, porque continúa inquiriendo: —¿Te inscribirás a la preparatoria? Mi hija Jessica no me dijo que hubiera una nueva alumna, todos pensábamos que sería una pareja casada la que habitaría la casa de los Barnes —El énfasis que puso en la palabra "casada" dio a entender lo que en realidad quería averiguar la señora Stanley. Una fea expresión de disgusto cruza su semblante justo cuando Maisie gimotea entre sus brazos.

Una chispa de enojo se enciende dentro de la joven Bennett, si bien ya imaginaba que tipo de preguntas le harían en el pueblo y se había resignado a las diferentes reacciones que toma la gente respecto a ella, no toleraría que esa grosería se extendiera a su hija.

Una voz femenina distinta a la de ella es la que responde: —Estoy segura de que la señora Donovan tiene cosas más importantes que hacer, no le quitemos el tiempo con trivialidades —La entonación seca de Rosalie Cullen deja callada a la mujer de cabello rizado. Cuando se vuelve, su tono y desdeñoso semblante adquieren un matiz apacible—. ¿En qué podemos ayudarlas? ¿Se encuentran bien de salud?

En el perfil de Hope se vislumbra la sorpresa ante el hecho de que la despampanante rubia le hable. Incluso su padre, Carlisle, aparenta estarlo. A su lado, Edward sigue estoico, aunque Olivia juraría que de reojo la observa a ella y a su bebé de la forma en que lo harías con un problema matemático que no entiendes. Ella puede entender que, para algunas personas, era todo un enigma que alguien tuviera un bebé a su edad sin que un anillo adornara su dedo anular.

Aunque los Cullen no parecieran iguales a los demás.

La mujer mayor se recupera rápido y su expresión pasa a complacida. —¡Oh, hermosa! Sí. Te lo agradezco, solo venía a buscar a tu padre, necesitaba avisar que no podre reunirme hoy con Esme —La maternal sonrisa de Hope hace acto de presencia cuando le responde a la blonda chica, pero frunce el ceño al hablar con Carlisle: —Y en tu casa no atienden el teléfono, querido.

El Doctor alza una perfecta ceja rubia en dirección a su hijo, buscando respuesta. Edward solo se encoje de hombros. —La lluvia de anoche debió dejarnos sin servicio.

—¡Oh, es cierto! No se me cruzo por la cabeza. Lo siento, Carlisle, venia ya con mi regaño preparado.

Olivia estaba por soltar una carcajada, pero la reprime apretando los labios. Edward parece fruncir los suyos por la misma razón. En cambio, Carlisle si lo hace, y su risa provoca que varias personas que pasaban cerca detengan su paso, asombrados por tan exquisito sonido. La joven Bennett no puede culparlos, cuando incluso Maisie reacciona ante él. Eso parece llamar la atención de Rosalie.

—¿Cómo se llama? —inquiere la rubia Cullen, estira una pálida mano en su dirección, pero la retira con rapidez antes de poder tocar a Maisie, para confusión de Olivia. Un deje de dolor cruza su semblante, tan veloz que solo fue visible para los hombres de su familia.

—Margaret, pero prefiero decirle Maisie —dice con una sonrisa amable su madre—. ¿Quieres cargarla? Te aseguro que no muerde, o al menos aún no.

—Apenas van a comenzar a salir sus dientecitos, así que todavía no puede morderte —agrega Hope—. Es tan bonita, ¿verdad? —El rostro de la mujer mayor se ilumina, como si fuera una abuela orgullosa. Y Olivia piensa que, con suerte, puede llegar a serlo. Sin duda es una idea que le calienta el corazón.

—Sí, lo es —Es la única respuesta de la joven Cullen, ella no ningún ademan de querer estar cerca de la bebé. Era muy extraño para Olivia, porque sentía que era completamente lo contrario.

—Lamento que hayas tenido que venir hasta acá, Hope —Se disculpa el patriarca Cullen, frotando con ternura uno de los brazos de su hija, y por sus labios cruza una mueca de desaprobación al ver que Lily Stanley no ha parado de evaluar de pies a cabeza a Olivia—. ¿Por qué no pasamos a mi consultorio para hablar con calma?

La dueña de Forks Coffee Shop le da una sonrisa cómplice y acaricia los tersos cachetes de Maisie. —No será necesario, querido. No quiero robarte más tiempo. Sino es mucho atrevimiento, ¿tus niños podrían darle el recado a Esme?

El Doctor asintió. —Claro. Rose, Edward, por favor —Ambos Cullen asienten ante la petición de su padre y encabezan el camino hacia la salida—. Un gusto como siempre, Hope. Estoy a su servicio cuando gusten, Olivia.

La joven Bennett musita un "gracias" y se gira para seguir a los Cullen y Hope, pero camina lento, dudando unos segundos, si bien pensaba que no debía explicaciones, jamás negaría a su hija, ni construiría su nueva vida bajo la mentira de que su Maisie era su hermana. Por lo que cuando se disponían a salir del hospital con los jóvenes Cullen, ella se quedó atrás, se inclinó sobre el escritorio de Lily Stanley y susurró: —Sí, si es mi hija, y no, no estoy inscrita en la preparatoria, deje los estudios. Y sí, ya puede empezar a satisfacer la curiosidad del pueblo, si mi papel es ser la recién llegada, me queda claro cuál es el suyo en este pueblo. Que tenga una bonita tarde, señora.

Su hija comienza a reír, como si hubiera entendido las palabras de su madre. Olivia besa la cabecita rubia de la niña para esconder su sonrisa, se siente orgullosa de la expresión indignada e insultada de aquella mujer ante su indirecta de que su papel era ser la vecina entrometida. Hope no parece haberla oído, enfrascada en su diatriba en lo que Olivia solo puede captar palabras como "Esme", "baile", "fundación". Sin embargo, Olivia está segura de que los hermanos Cullen sí escucharon su intercambio con la señora Stanley, pero si creyeron que fue grosera actuaron lo suficientemente amables y discretos para no comentar nada.

—Yo le daré el recado a mi madre, señora Donovan —responde Rosalie, cuando Hope ha terminado de explicarle y detallarle todo lo que está en su itinerario de hoy y la razón de no poder ver a Esme Cullen.

La mujer mayor le dedica nuevamente esa expresión maternal a Rosalie. —Por favor llámame Hope, hermosa. Nos despedimos, espero verlos por el café —En el tiempo que la familia Cullen llevaba viviendo en Forks jamás habían puesto un pie en el Forks Coffee Shop, pero Hope Donovan siempre hacia aquella invitación, esperando pacientemente el día en que la aceptaran.

Con sorpresa, Olivia no se pierde el detalle de que Hope respeta ciertos límites físicos con los Cullen que parece ignorar con los demás, pues no se abalanza sobre ellos para despedirse con un abrazo. Sus palabras fueron suficiente para decir adiós.

Están por dirigirse a su auto cuando la voz cantarina de Rosalie las detiene. A su lado, su hermano Edward no luce complacido, pero educa sus rasgos antes de que su compañera hable. —Olivia, tal vez... ¿Tal vez te gustaría acompañarme a Port Angeles?, planeaba ir por unos encargos de mi madre y supongo que, como acabas de llegar, necesitaras algunas cosas que no encontraras con facilidad aquí. Claro, si Hope —titubea, saboreando el nombre de la mujer mayor en su lengua por primera vez—, no planeaba llevarte ya.

De nuevo la repentina participación de la siempre reservada Rosalie toma por sorpresa a Hope Donovan. —Que amable de tu parte, hermosa. La verdad es que no se me había cruzado por la cabeza que las niñas necesitan muchas cosas.

—Me encantaría, pero no tengo quien cuide a Maisie.

Antes de que Hope se ofrezca a cuidar de la bebé, Rosalie se adelanta: —No es problema, podemos llevárnosla. Estoy segura de que mi hermana Alice también querrá acompañarnos.

—De acuerdo, ¿te parece si quedamos por mensaje? —Olivia no pudo evitar aceptar, su primer encuentro con una parte de la misteriosa familia de ojos color topacio le había dejado con ganas de más, su curiosidad apenas satisfecha. Por un lado, el callado y taciturno Edward Cullen, por otro, una indecisa Rosalie, que no parecía saber si quería estar lo más cerca o lo más lejos posible de su niña.

Edward las observo irse, sus dorados orbes siguen sus figuras hasta que su auto gira en la intersección y se pierden entre las calles del pueblo. Todavía puede oír sin ningún problema los pensamientos de Olivia y Hope por unos cuantos metros más hasta que la distancia entre ellos es demasiada. Sentada en el copiloto a su lado, su rubia hermana está en silencio con la mirada clavada en su regazo, pero su cabeza es un caos, su mente se dirige a caminos peligrosos, a recuerdos del pasado. Aunque su invitación a Olivia Bennett le dejo un sabor amargo en la boca, tiene la suficiente consideración para no reclamarle. Rosalie nunca ha tomado de buena manera el consuelo de alguien que no fueran Esme o Emmett, por lo que el cobrizo decide dejarla tranquila y enciende el motor de su Volvo para regresarlos a casa. Donde su otra hermana, Alice, tendrá que darle algunas explicaciones, pues estaba seguro que su encuentro con Olivia Bennett fue cuidadosamente planeado.



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