Amarillo
Los colores pueden influir en nuestras emociones y percepciones, incluyendo cómo experimentamos el enamoramiento.
El color amarillo a menudo se asocia con la amistad, que puede ser una base sólida para un amor duradero.
Aquella ráfaga de viento que acarició con soltura su rostro hizo que su cabello dorado, corto hasta los hombros bloqueara su vista de nuevo.
Sus ojos amarillos brillantes observaron al cielo azul frío adornado de un par de brumosas nubes y, al instante, una pequeña sonrisa de dientes afilados se dibujó en ella.
— ¡Woah! ¡Mira mami, es la heroína Ryukyu! —aquel grito infantil justo detrás de ella llamaron su atención al instante.
Ella sabía las repercusiones de llegar a ser un héroe del top. No le molestaba regalar una fotografía, un autógrafo y una sonrisa, así que lo hizo.
No estaba en contra de eso, pero le agotaba mentalmente que siempre fuera lo mismo.
Regaló un último suspiro cansado al viento, que la navegó hasta el cielo ante su atenta mirada que fue cegada por un destello del dorado sol por encima del mundo haciendo que continuara su andar.
— Otro día más... —musitó en un susurro ahogado.
Continuó caminando sin rumbo algo dejándose navegar por sus pensamientos diarios de renunciar a todo y al final, negarlos como siempre lo hacía.
— Huh ¿? —la chica observó extrañada sus alrededores.
No era la primera vez que se perdía en sus pensamientos y acababa en otro lugar, pero si la primera vez que observaba aquellas flores amarillas en ese jardín colorido.
— Son muy lindas —Ryuko musitó acompañada de una pequeña sonrisa, acercó su nariz y se dejó embriagar por la fragancia fresca de aquellas flores amarillas.
Aquella casa era pequeña, color blanco con detalles anaranjados que llamaban su atención y en el jardín, montones de flores adornaban la pequeña fuente de agua en el centro.
— Son rosas amarillas, son sencillas pero muy lindas.
La voz suave logró sacarla de aquel embrujo de las flores. Al abrir sus ojos encontró un verde fugas que se plasmó en ella.
Un par de pecas en cada mejillas y una sonrisa tierna fueron todo lo que necesitó en ese instante.
— Su color amarillo siempre sobresale por encima del resto —el chico continuó hablando mientras se acercaba a Ryuko.
En su mano derecha llevaba una pequeña regadera metálica con la cual llenaba de vida aquellas flores sobre su jardín.
Al cabo de unos pasos ya se encontraba frente a ella. Ryuko, absorta, no dejó de observar aquellos ojos verdes.
— A-ah... —los nervios la invadieron al instante—, lo siento, no quería molestar —quiso huir al darse cuenta que esos ojos verdes también la observaban fijamente.
— ¡Espera! —su llamado la detuvieron —, ¿gustarías hacerlo tú?
El chico colocó frente a ella la regadera. Unos segundos pasaron donde ninguna acción tomó protagonismo más allá del viento moviendo con delicadeza las hojas de los árboles a sus alrededores.
Una sonrisa en ella lo deslumbró y un suave y fugaz roce de manos lo desequilibró por un instante cuando ella tomó la regadera.
La chica observó el jardín con detalle a cada una de las flores a sus alrededores. — ¿Son tuyas? —preguntó dejando que el agua rociara las flores amarillas frente a ella.
— Solo un par de ellas. El resto pertenecen a mamá, pero yo me encargo de cuidarlas —aquella declaración fue acompañada de una suave sonrisa llena de melancolía.
Ambos se mantuvieron en silencio dejando que el embriagador aroma de las flores llegaran hasta ellos.
La sonrisa que se había plasmado en el rostro de Ryuko Tatsuma no había desaparecido en ningún momento.
— Tienes razón, son muy lindas —mencionó llevando de nuevo aquellas flores hasta su nariz —, son preciosas —susurró.
El chico la observó tenuemente de reojo y sonrió suave. — De pequeño solía acompañar a mamá a regar las plantas por las tardes y ella me contaba una historia...
El chico aún se encontraba cerca de ella pero al comenzar a hablar se alejó un poco en dirección a aquellas flores amarillas.
— Las rosas amarillas representan un vínculo de amistad duradero —mencionó acariciando uno de los pétalos de la flor —, así que cuando alguien te regala una de ellas, atesórala con el corazón.
Ryuko lo observó fijamente, escuchaba a detalle la historia y con una sonrisa asintió. Ambos continuaron regando las flores amarillas por un par de segundos más en un silencio agradable.
No conocían sus nombres, pero no era necesario hacerlo.
— Muchas gracias —al terminar, Ryuko mencionó feliz.
El chico negó con un ademán suave. — Gracias a ti por la ayuda, siempre será mejor hacer esto en compañía.
La suave sonrisa que se dibujó en el rostro de aquel chico llamaron por completo la atención de Ryuko, quien sin dejarlo de ver, se contagió.
Una ráfaga de viento un poco más fuerte los invadió. El cielo azul ahora comenzaba a apagarse poco a poco y Ryuko sonrió al observar el cielo.
— Será mejor que te deje libre —el chico musitó —, pero antes, espera un poco.
Ryuko observó como aquel chico de cabello verde alborotado se alejó un poco hacia unas tijeras de jardinería. Se acercó hacia una de las flores amarillas y cortó una rosa con delicadeza, caminando hacia ella.
— La amistad comienza con unas pocas palabras y una acción importante... —el chico acercó aquella rosa hacia ella —, además, ambas son igual de lindas, así que combinarían a la perfección.
Le fue imposible no emocionarse al verlo sonreír, había algo en aquella sonrisa que le obligaba a dejar su mirada dorada en ella.
Ryuko movió suavemente su mano hasta la mano de él y con suavidad, tomó aquella rosa amarilla.
— Gracias... —Ryuko susurró con una voz tenue.
El chico asintió acompañado de una pequeña risita y dando unos pasos hacia atrás, comenzó a alejarse de ella.
— Hasta luego, señorita Ryukyu —el chico mencionó antes de desaparecer de su mirada entre el jardín repleto de colores.
Ryuko se quedó de pie, sorprendida. Aquel chico la conocía, pero eso no le sorprendió. Lo que tocó algo en ella fue que, por primera vez, no se sintió como la heroína Ryukyu, sino como Ryuko Tatsuma.
Entre los puntuales destellos de viento ella continuó su camino a casa pero ahora, aquella sonrisa que forzaba, era naturalmente espontánea.
— Si que es linda...
Ryuko observó la rosa amarilla y la felicidad volvió a envolverla. Con su mano libre movió su cabello dejando al desnudo su oreja izquierda, donde con suavidad, colocó aquella rosa dorada que armoniosamente destacaba como él había dicho.
El amarillo siempre destaca por encima de todo, según él.
— Tal vez mañana pueda volver... —pensó con una sonrisita —, él dijo que siempre es bueno tener compañía —hizo una pausa observando el cielo —. Además, no me dijo su nombre.
Convencida, se dejó llevar por el viento de otoño como un pétalo suave entre el libre mundo que estaba comenzando a respirar.
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