
Capítulo 67: Maldición IX
Esa tarde fueron a su casa. Marco tenía unas ganas terribles de pasar tiempo con Jackie. Como sus padres ya sabían lo de la maldición, no hubo problema en ir allí. Ambos saludaron a Jackie y se alegraron porque todo hubiese vuelto a la normalidad. Después de los saludos, tanto él como la chica subieron a su cuarto.
Marco estaba nervioso. Era inútil intentar disimularlo. Estar a solas con Jackie en su propio cuarto después de estar separados tanto tiempo, y después de lo que le vio hacer en la playa, se sentía peligroso. La tenía a su espalda, mientras cerraba la puerta. Algo temeroso por lo que podría suceder cuando soltase el pomo. Pero también intrigado.
Se alejó de la puerta y se giró hacia su cama. Jackie estaba sentada en el borde. Se había quitado las deportivas. Le estaba mirando directo a los ojos con una sonrisa.
Marco sonrió de forma tonta y apartó la mirada. Jackie se rio.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, divertida.
—Nada —dijo el, intentando girarse hacia ella. Mas no podía.
—Vamos, dímelo.
—En serio, no es nada.
—Marco —dijo ella, habiéndose acercado sin que él se diera cuenta. Le tomó de las mejillas y le obligó a mirarla. Sus ojos tenían una mirada profunda y relajada—, dime qué te pasa —pronunció con voz suave y acogedora.
No podía mentirle a la cara, ni negarle la verdad.
—Estoy nervioso —admitió.
—¿Por qué?
—Por lo que pueda pasar.
—¿Qué es lo que va a pasar? —preguntó ella, aunque Marco tenía la sensación de que ella ya sospechaba algo.
—Pues... lo que ocurrió en la playa.
Al mencionar eso, la chica se sonrojó, sonrió y miró hacia un lado un momento.
—Ah, eso —rio nerviosa—. Lo de la playa fue... Me dejé llevar un poco, la verdad.
—Y me gustó —se apresuró a decir, pensando que la chica podría habérselo tomado para mal—. Es solo que —hizo una pausa— es todo nuevo para mí.
—También lo es para mí. Y, si te digo la verdad, estoy nerviosa, pero también emocionada. Durante todo este tiempo que estuvimos separados no pude dejar de pensar en ti. Y ahora que puedo estar contigo otra vez, no quiero alejarme.
Marco sintió que el corazón se le derretía.
—Yo me siento igual, Jackie. Hubo ocasiones en las que te vi alejarte con tu patineta y sentí deseos de correr detrás de ti y abrazarte. Pero no podía.
—Ahora puedes abrazarme —dijo ella con una mirada enternecedora.
Marco correspondió el gesto y se dejó llevar. Rodeó a la chica con sus brazos y la apretó contra su torso. Notó a ella apoyar el mentón en su hombro y devolverle el gesto con cariño.
—Marco —susurró ella—. En verdad me gustas mucho, y es posible que a veces me dejé llevar por la situación. Pero quiero que sepas que si en algún momento quieres parar, me lo puedes decir. —Se separó de él y volvió a mirarlo a los ojos—. Ya he esperado meses por ti. No me importa esperar un poco más mientras estés conmigo. Así que, no te sientas presionado a hacer nada que no quieras hacer. —Le acarició el rostro—. Iremos todo lo lejos que quieras ir.
Marco sonrió, agradecido por la comprensión de Jackie. Le gustaba que fuera así: sencilla y directa con lo que decía, pero cariñosa.
La miró a los ojos, luego dio un vistazo a sus labios antes de volver la mirada. Ella hizo lo mismo, y su mirada se volvió más pícara. Estaban muy cerca, y Marco acortó aún más las distancias. Despacio. Con calma. A medida que se acercaban sus bocas se abrían y sus ojos se cerraban. Hasta que conectaron.
Jackie lo tomó de la cintura con una mano. Con la otra lo tomó de la nuca. Marco entrelazó sus dedos detrás de la cintura de la chica. Ella presionaba sus labios contra los de él con algo de agresividad, pero sin hacerle daño. Sintió su lengua tocar la suya. Tímida, al principio, pero segura a medida que se acostumbraba a la sensación.
Jackie lo arrastró consigo y ambos cayeron en la cama, rompiendo el beso. Marco estaba encima, con ambas manos apoyadas en el colchón. La respiración de la chica era agitada, y su mirada delataba el deseo reflejado en sus ojos. Él se sentía igual. La chica levantó sus manos y acarició su rostro antes de rodearle la nuca y tirar de él con suavidad.
Todavía estaba nervioso. No estaba seguro de lo que ocurriría. Pero una cosa sí que sabía, no le importaba seguir adelante. No si era con Jackie.
Marco se dejó atraer por la chica apoyando su cuerpo sobre el de ella, cuidando de no dejar caer todo su peso. Retomaron el beso, buscando el tacto cálido del otro con anhelo. Con deseo. Notó la piel de Jackie más cerca que nunca de la suya. Su cuerpo ardía y su corazón retumbaba como un tambor de orquesta. Sus narices se rozaban, y sus manos se deslizaban por el cuerpo del otro con delicadeza. Marco, cuidando de no sobrepasarse con sus manos. Sin embargo, ella parecía ser más atrevida. Notó los dedos de Jackie deslizarse por debajo de su camiseta. Dio un respingo al notar los delicados dedos de la chica rozarle el abdomen. Jackie se detuvo y ambos se separaron unos pocos milímetros. Sus miradas se cruzaron por un momento: la de él, nerviosa; la de ella, dudosa.
"No me importa seguir. No si es con ella", se dijo Marco.
El chico retomó el beso. Esta vez con más pasión, con más ahínco. Jackie apretó su abdomen con los dedos, y pronto siguió subiendo por su torso. Su mano estaba ardiendo.
Marco decidió imitar a la chica y también meter una mano por debajo de su camiseta. Jackie también dio un pequeño respingo, pero continuó. A cada centímetro de piel que Marco se acercaba al pecho de Jackie, sus nervios aumentaban. Se preguntaba una y otra vez si estaría bien. Pero cada vez tenía menos tiempo para preguntárselo. Ya podía notar el corazón de la chica golpetear con tanta fuerza como el suyo propio. Y, sin darse cuenta, con la punta de su dedo tocó la parte baja del sujetador.
—Marco —preguntó su padre tras tocar la puerta. Marco y Jackie se alarmaron. Escuchó el pestillo girarse—. Tu madre quiere saber si Jackie se quedará a cenar.
La puerta se abrió un poco, pero antes de que lo hiciese más, alguien interrumpió.
—Rafael, te dije que los dejes en paz —escuchó gritar a su madre, evitando que su padre entrase más a la habitación y los viese.
—Yo solo...
—Rafael, baja —dijo, tajante.
Su padre obedeció y cerró la puerta, volviendo a dejarlos solos.
Marco notó como el corazón ahora sí se le iba a salir del pecho. Jackie estaba igual de impactada que él. Este quitó su mano y se separó un poco. Jackie captó el mensaje, y también se separó. Ambos se quedaron tensos y no cruzaron miradas. El momento se había cortado.
—Tal vez —comenzó Marco, rompiendo la tensión— debamos intentarlo un día que estemos solos.
Hubo silencio durante un momento, cosa que no ayudó al muchacho.
—El fin de semana que viene mi padre se irá de excursión con unos amigos para surfear en un sitio al que van un par de veces al año —dijo Jackie, provocando que el chico se girase hacia ella—. ¿Te gustaría quedarte a dormir?
Marco se la quedó mirando, pasmado. Aún conservaba el sobresalto de antes, pero también tenía una sensación de ilusión tras escuchar esas palabras.
—Me encantaría —acabó por responder.
La chica también se giró hacia él, todavía sonrojada, y le sonrió con ternura.
—Ya quiero que sea sábado —dijo Jackie.
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Tan cerca... pero no. Je, je. Por favor, no me odien.
Próximo capítulo, volvemos con el enano verde. Espero lo disfruten.
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