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Capítulo 61: Reencuentro II

Al final, muchos fueron los que se les unieron. Algunos porque cambiaron de opinión con respecto a enfrentarse a los solaris. Otros porque carecían de una mejor opción. De los que sobraron: algunos se dispersaron sin un rumbo fijo y otros decidieron quedarse y conservar su estilo de vida. Ludo supo que eso no les duraría mucho.

Volvieron al mismo funcionamiento de antes de llegar a la fortaleza: desplazamientos a pie, guardias nocturnas, días largos, y monstruos quejándose. Nada nuevo, solo un grupo más grande, lo cual se traducía en más bocas que alimentar, pero se mantenían bien.

A los pocos días, Ludo ya era capaz de volver a hablar con normalidad, omitiendo gritos, pero era un comienzo. Nefraxis, en cambio, se había llevado la peor parte. Al parecer, haber consumido sangre de solari y dejarla de golpe provocó en ella un síndrome de abstinencia. Por lo que dijo Eadric, después de darle la sangre de varios de los fallecidos y regenerar su cuerpo poco a poco, lo primero que hizo la demonio fue correr al lugar donde los solaris habían derramado sangre, y comenzó a intentar consumirla lamiendo el suelo. Ludo tuvo que pedirle a Mogh que arrancase un trozo de aquel suelo y se llevase a Nefraxis consigo para que no diera problemas. Al final abandonaron la roca, y Nefraxis tuvo que seguir el camino como buenamente pudo, pero se le notaba inquieta y ansiosa. Aquella mujer era una aliada muy valiosa, pero en su estado actual parecía más inútil que un manco, y Ludo sabía muy bien de lo que hablaba. Pese a ello, estaba más que comprobado que debían conservarla.

Ludo le había hablado del siguiente destino a Eadric para que este los guíe por los puntos más apartados de los lugares de entrenamiento solari, como habían hecho hasta ahora. De esa forma, con paciencia y perseverancia, llegaron.

—¿Qué es esto? —preguntó Eadric, confundido.

—El antiguo reino Avarius.

Un reino que se ubicaba subiendo una gran colina donde la abundancia de árboles era apabullante. Similares a los del interior del bosque de la muerte segura, las copas eran tan frondosas que apenas dejaban pasar la luz. Entre todos ellos, se alzaba un reino de altas torres con cúpulas de cristal, muchas de ellas con balcones enormes, aptos para el aterrizaje aéreo. Grandes fuertes en lugares céntricos. Caminos marcados por piedra blanca y oscura. Edificaciones enormes con grandes paredes de cristal ubicadas de forma estratégica. O al menos eso es lo que uno habría visto en sus mejores tiempos. Ahora aquellas figuras arquitectónicas mostraban partes derruidas por las cuales se filtraba la luz. Cristales rotos y cubiertos de polvo en la gran mayoría de aquellos edificios. El césped sobresaliendo de entre las piedras, como si se opusiera a ser silenciado por la roca. Enredaderas trepando por los edificios, como una enfermedad que crece y se expande. Se metían por las puertas, las ventanas y los balcones, eso cuando no destruían un cristal para pasar a través del hueco que dejaban. No hacia falta observar aquel sitio más de diez segundos para darse cuenta de que allí no había ni una sola alma rondando.

—Está completamente derruido —comentó Eadric, por si aquello no fuera algo obvio—. ¿Qué fue lo que pasó aquí?

Ludo apartó algunas enredaderas hasta palpar la pared de una de las torres.

—Una serie de malas decisiones que desencadenaron un desastre tras otro —dijo este sin poder evitar que algunas imágenes de aquellos días le vinieran a la mente—. Todas ellas mías.

No había sido él el causante, sino el otro. Y eso Ludo lo sabía. Sin embargo, ante cualquier otro, aquello sonaría como una excusa barata.

Muchos de los que los habían acompañado miraban todo el lugar con duda.

—¿Por qué has elegido este sitio, Ludo? —preguntó Eadric, girándose hacia él—. No será por motivos sentimentales.

—No digas estupideces. Si esos fueran los motivos, este sería el último lugar al que me iría —respondió, alzando la mirada hacia algunas de las torres—. No. He elegido este lugar por varios motivos. El reino Avarius está más que abandonado. Dudo que alguien venga a buscarnos aquí. Además, en sus mejores tiempos, este lugar tenía su propio método para ocultarnos. Los cristales de los edificios reflejaban la luz del sol y provocaba que los depredadores aéreos no nos viesen, así tampoco se acercaban a la zona. La arquitectura oscura y las vestimentas tétricas de los ciudadanos hacían que por las noches esto pareciera un trozo de nada, exceptuando los cristales, los cuales reflejaban el cielo estrellado como si fuesen cuerpos de agua. —Se giró hacia el mewmano—. No, Eadric, no elijo este lugar por una tontería sentimental, lo elijo porque aquí es donde podremos ocultarnos mejor de los solaris. —Pese a hablar con convicción, Eadric no se mostraba convencido de sus palabras—. Escucha, sé que esto tal vez no te convenza, pero con un poco de trabajo y algunas reparaciones, este lugar será nuestro mejor escondite. Solo te pido que confíes en mí. —Eadric frunció el ceño, dudoso—. Sabes que yo sería el último que querría llevarnos a todos a la muerte.

El solari suspiró.

—Sí, lo sé. No eres tú ni este sitio. Es solo que... —hizo una pausa, quedándose en blanco por un segundo—. Después de lo ocurrido en la fortaleza me cuesta pensar que existe algún lugar seguro en este bosque.

Ludo se rio por lo bajo y miró al hombre a los ojos, negando con la cabeza.

—No te engañes, Eadric, después de lo que me dijiste de los solaris, está más que claro que no hay un solo sitio seguro en todo el bosque. Si hemos venido aquí es solo para ganar tiempo. Con un poco de suerte, podremos estar preparados para enfrentarlos cuando nos encuentren.

—¿Podremos? —preguntó Eadric—. Conseguimos salir de aquel sitio de milagro. Nefraxis ya ha demostrado que es capaz de enfrentarse a los míos, pero para ello necesita su sangre primero, y solo puede plantarles cara en combate individual, pero si son más de uno, no creo que ella pueda hacer nada al respecto. ¿Qué se supone que hagamos entonces?

Ludo se miró la mano, recordando lo ocurrido justo al final, una furia desmesurada que lo hizo ir más allá de lo que sería capaz, un momento crítico que lo obligó a ir con todo lo que tenía, e incluso más. Eso había sido suficiente para detener a Edwin, pero estaba seguro de que no habría sido posible si Nefraxis no hubiese luchado antes contra él. Necesitaba más poder, necesitaba más guerreros con grandes capacidades, porque, de seguir como estaban, daba igual que la diferencia de tamaño entre ejércitos fuera de cien a uno a su favor, un solari de primera generación sería suficiente para despacharlos a todos y luego seguir. Necesitaba tiempo para pensar en ello. Tenía que haber una forma de contrarrestar a los solaris.

—No lo sé, pero lo averiguaremos. Es eso o morir, y como he dicho, nuestra muerte es lo último que busco.

—¿Cómo puedes mantenerte tan firme después de todo lo ocurrido? ¿Cómo es que sigues conservando ese espíritu?

—No te confundas, Eadric, la esperanza es algo que perdí el día que pude abrir los ojos por mi cuenta. No, lo que tengo es resiliencia. Es lo único que puedo tener ante una situación tan desfavorable en la que solo puedo huir o luchar. Y huir no es una opción, no cuando el enemigo quiere exterminarnos a todos —dijo Ludo, dándole unas palmaditas al solari en el brazo—. Ahora vamos a movernos un poco. Hay mucho por hacer, y los monstruos necesitan que nos organicemos y luego los organicemos.

Eadric asintió y ambos caminaron hacia una multitud confundida y pérdida, dispuestos a instruirlos y guiarlos en sus próximos pasos.

Los días siguientes se dedicaron a quitar la maleza de los edificios más importantes y comenzar a hacer aquellos lugares habitables tan rápido como fuera posible. La prioridad era esa, además de la comida y el agua. Una vez cubiertas esas prioridades, se dedicarían a reconstruir los edificios necesarios, rehabilitar los sitios de trabajo, hacer que todo aquel lugar vuelva a ser habitable y luego pensar en las defensas.

Resumido así sonaba hasta sencillo, pero esa afirmación no podía estar más alejada de la realidad. Cada tarea requería de mucho tiempo y trabajo. Convencer a los monstruos de ello no fue nada fácil. Más de uno se opuso a quedarse allí, pese a que Ludo les explicó los motivos por los que habían elegido aquel sitio. No intentó retener a nadie para evitar que se fuera, sin embargo, aquel que se fuera ya no podría volver. Aquella premisa y los monstruos salvajes que había más allá del territorio Avarius fueron suficientes para persuadir a la mayoría de abandonar. Y aquellos que acababan por irse y luego intentaban volver, pese a haber escuchado la advertencia, eran rechazados como si fueran traidores. Y si la situación se complicaba más de la cuenta, el propio Ludo era el que se encargaba de despachar a esa gente, y de paso aprovechaba para practicar sus habilidades. Fue así como descubrió que era incapaz de mover más de un ser vivo a la vez, sin embargo, para objetos inanimados parecía ser capaz de mover tantos como quisiera, o pudiera. Algo a tener en cuenta cuando se enfrentase a los solaris.

Una vez reinstaurados los primeros edificios y establecidas las tareas básicas para todo el mundo, Ludo pudo tomar un pequeño momento para abordar un tema que había estado aplazando desde que llegó a aquel lugar, y el cual quería quitarse de encima lo antes posible. Eadric y Rasticore le preguntaron si necesitaba ayuda con sus asuntos, pero Ludo les dejó en claro que aquello era algo que tenía que hacer solo.

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Los monstruos ya se han reubicado. ¿Cuál será el siguiente paso de Ludo? Pronto lo sabremos.

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