Capítulo 44: Ecos.
La habitación era un remanso de silencio, iluminada únicamente por el parpadeo delicado de unas velas que desprendían una suave luz, y por la tenue claridad de la luna que se filtraba a través de las cortinas. El aroma de rosas frescas, que había llegado esa tarde de manos de una de mis doncellas desde el invernadero, llenaba el aire de una fragancia relajante.
O tal vez era por otra razón que me sentía así de relajada...
Su mano descendió por mi cuello, acariciándolo con suavidad. En ese instante, una corriente eléctrica recorrió mi ser, desde la punta de mis pies hasta mi nuca. Era una sensación única, ésa que solo él lograba provocar en mí, como un suave fuego que despertaba cada una de mis terminaciones nerviosas.
Mi respiración se aceleró, y mi corazón latía con un ritmo frenético mientras la suavidad de sus manos exploraba el contorno de mis senos. El roce de sus dedos sobre mi piel era como una brisa de verano: suave y provocador. Mi piel se erizó al sentir su mirada gris sobre mí; una promesa ardiente que me llenaba de un cosquilleo electrizante.
—No haré nada que no quieras, Jane. Dime, ¿quieres que me detenga? —sus dedos dibujaban círculos sutiles sobre mi corsé, una caricia que desafiaba el orden de mi mundo y todo por lo que había luchado hasta ese momento.
Dejé escapar un suspiro, un sonido que entremezclaba sorpresa y deleite. Mi mente se sumió en un torbellino, y las palabras se negaron a salir; simplemente negué con la cabeza, permitiéndole que continuara explorando mi cuerpo.
Ansel sonrió con sutileza, sus ojos brillaban con un destello de deseo. A pesar de notarse su experiencia, me di cuenta de la guerra que estaba batallando para no perder el control. Mis senos respondieron al suave contacto de sus dedos, a sus besos húmedos y pausados, despertando una sensación que anhelaba experimentar de nuevo; ocasionando cierta humedad y palpitar en mi intimidad. Me envolvía una combinación de vulnerabilidad y deseo, como un torbellino de emociones que me llevaba a una espiral placentera pero inquietante.
—Ansel… —susurré, un eco de necesidad más que una petición. Las palabras desafiaban los límites de la decencia, pero la embriaguez del momento me empujaba a seguir adelante.
—¿Confías en mí...? —dijo, acercándose más. Su aliento, cálido y marcado por el alcohol, me envolvió. Aquellos ojos suplicantes me pidieron sin palabras, y de nuevo mis labios permanecieron sellados; solo asentí.
En ese instante, se colocó sobre mí, apoyando una mano junto a mi mejilla mientras la otra comenzaba a desatar las tiras de mi corsé. El roce de su cuerpo contra el mío encendía un deseo confuso y excitante.
—Te he deseado tanto, Jane —murmuró, sus dedos danzando y explorando, trazando círculos suaves alrededor de mis pezones. Su toque me dejó sin aliento, transformando el momento en un juego de placer que me dejaba vulnerable y extasiada, como si estuviera levitando.
—Ansel, esto… no sé… —mi voz se desvanecía, diluyéndose en el creciente deseo que estaba experimentando mi cuerpo.
—¿Quieres que me detenga? —murmuró, inclinándose más, sus labios rozando mi oído, provocando que mi piel se erizara. —Solo tú tienes el poder sobre mí, Jane. Eres mi llama inapagable.
Sin embargo, en medio de esa vorágine de sensaciones, una chispa de consciencia iluminó mi mente. Algo no estaba bien; me sentía atrapada en un sueño, entrelazada entre dos mundos. Mi visión se tornó borrosa y el tiempo se desvanecía en un velo.
—No, esto no... no puede ser real —dije, mientras su piel rozaba la mía, envolviéndome en una manta de intensas y contradictorias emociones. Cuanto más me sumía en la dulzura del momento, más clara se volvía la verdad de mi estado.
Sin previo aviso, la tormenta de mi imaginación se disipó. Una sacudida de realidad me despertó de golpe. Abrí los ojos. Me encontraba en mi nueva habitación, acostada en mi cama. El cansancio me había vencido finalmente.
Junto a mí, Ansel dormía, tal como lo había dejado hacía unas horas, probablemente enredado en las consecuencias del alcohol. Sin embargo, sus manos seguían acariciando mis senos, y me vi atrapada en una confusión vertiginosa al notar su torso desnudo, con el pecho subiendo y bajando en un ritmo acelerado. Inevitablemente miré un poco más abajo, y me encontré con un bulto que se insinuaba bajo sus pantalones; justo en sus partes privadas.
El sobresalto me inundó; el aliento me faltó, y con un grito ahogado, me levanté de la cama para escapar de la habitación, con mi rostro ardiendo y mi corazón latiendo descontroladamente. Pero la sensación de su contacto, la electricidad del deseo, se mantenía viva dentro de mí, marcando mi camino mientras me alejaba, dejándolo atrás.
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Salí al corredor, apenas consciente del silencio que aún se apoderaba del palacio. Salí con tanta velocidad que ni siquiera alcancé a colocarme los zapatos. Mis pies desnudos sintieron el frío del suelo bajo mi peso. Y las primeras luces del alba comenzaban a dejar verse, pero aún así decidí correr hacia mi antigua habitación.
Cuando cerré la puerta tras de mí, un suspiro profundo escapó de mis labios, y sentí que mi pobre corazón aún latía con la fuerza de mil caballos desbocados mientras el torrente de emociones me envolvía. Aún no podía olvidar el roce de su piel; caliente y electrizante, mismo que lograba que mi cuerpo respondiera a sus caricias con aquella necesidad palpable.
Comencé a caminar por toda la habitación, con la vergüenza y la excitación entrelazadas. Con cada paso que daba, mi mente trataba de racionalizar lo que había ocurrido:
Yo me quedé dormida a su lado. Y él estaba ebrio, totalmente ajeno a sus actos.
En la soledad y seguridad que ofrecía mi recámara, mi mente continuó dibujando escenas de lo que había ocurrido. La imagen de Ansel, su respiración agitada, iluminada por la luz tenue, su mano acariciándome y ese bulto bajo sus pantalones.
Nuevamente me senté en el sillón frente al balcón cerrado, sintiendo aún el eco del roce de su mano. Estaba consciente de que no podía culparlo, ya que él estaba completamente ebrio.
Sin embargo, el ardor en mi rostro no cesaba. Mis pensamientos desordenados, giraban en torno a la complejidad de mis sentimientos. La mezcla de deseo y confusión me atrapaba, mientras las primeras luces del día comenzaban a salir. Finalmente, cerré los ojos, deseando que el sueño me reclamara de nuevo.
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Hola, hola.
Espero y este capítulo les gustara, fue un poco corto, pero tampoco quise agregarle más emociones.
Les daré un pequeño spoiler: En el siguiente capítulo, Jane sorprende a alguien en un momento privado ;)
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