Capítulo 42: Entre actos.
—No existe tal mujer...
Desde que lo escuché decirme esas palabras, sentí una mezcla explosiva de sentimientos. Inevitablemente la alegría invadió todo mi ser, pero ese sentimiento era algo que no estaba dispuesta a demostrarle. No sabría decir si mi rostro brilló durante un corto instante, pero aún así la decepción me estaba inundando el corazón.
Un nudo comenzó a formarse en mi estómago; pesado y frío, mientras mis pensamientos se deslizaban hacia la verdad que había estado oculta tras esa revelación. La idea de que había sido víctima de una simple prueba, de un juego emocional para que yo desistiera del compromiso que salvaría mi apellido, atacó mi alegría como una sombra en el atardecer.
Me mintió. Todo este tiempo se burló de mí.
¿Cómo pudo hacerme esto?
Hasta ese instante en lo único que creía era en su sinceridad respecto a nuestro pacto de matrimonio. Una vez más la decepción me envolvía, un manto pesado que apenas podía soportar. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez era por la indignación, la tristeza, y el dolor que Ansel había causado en mí.
—¿Jane? —Escuché la voz de James llamando a la puerta de mi nueva habitación.
Fui a abrirle al instante. Para encontrame con un elegante James interrogándome con la mirada.
—¿Qué ocurrió? Saliste huyendo cuando Ansel nombró el barco.
—No quiero nada que venga de ese mentiroso.
Me adentré en la habitación, para sentarme en el sillón que se encontraba junto a una enorme ventana de cristal; igualmente cerrada bajo llave.
—Conozco lo suficientemente bien a Ansel como para asegurarte de que él no es un mentiroso.
James, también entró en la habitación y cerró la puerta detrás de él. Sus pasos eran cuidadosos, y su porte no parecía mancillarse con nada.
—Me dijo que amaba a otra mujer, solo para que yo desistiera del matrimonio.
El joven de ojos verdosos y elegante traje color marrón, no se notó sorprendido, pero aún así dijo:
—No sé por qué no me sorprende...
—Como sea... no quiero hablar más de ese mentiroso. Lo único que quiero que esta noche acabe para así seguir con mi rutina hasta cumplir un año.
—¿Hasta cumplir un año? ¿Qué piensas hacer?
—Pedirle el divorcio.
Esta vez James, sí se sorprendió.
—No pensé que le pedirías el divorcio...
—¿Y qué caso tiene vivir con alguien que solo miente y prohíbe cosas para su beneficio... y que no te ama? —Las lágrimas comenzaron a amontonarse en mis ojos, pero aún así no permití que salieran. No pienso llorar por alguien como Ansel.
—Respóndeme algo Jane, ¿lo amas?
—¿Qué importa si lo hago? Ansel es una causa perdida.
—No creí que te rendirías tan fácil.
—No creí que estuviera luchando por algo. —Respondí en simultáneo.
En medio del calor de la conversación, James sonrió. Era una sonrisa discreta que hacía brillar sus ojos.
—Sin decirme nada, me lo ha dicho todo, duquesa. Solo puedo asegurarle que al año no ocurrirá nada de lo que planea, al contrario, será mucho mejor.
—Eso espero James. Espero encontrar el amor, y no una sombra de lo que podría ser. —Las palabras que mi hermano me dijo, resonaban cada vez más fuertes en mi cabeza.
James llevó sus manos a su espalda, para entrelazarlas con elegancia.
—No necesita buscar algo que ya encontró, duquesa.
—¿A qué te refieres?
—A Theon, su tía, sus amigos...
—Si, ellos.
Me quedé pensativa por un instante, mientras mi mirada se perdía en el horizonte del bosque. Esta habitación es una de las que queda frente a mi antigua recámara. La vista que ella posee es del bosque en su totalidad.
—Por cierto, vine para acompañarla al sastre.
—¿Al sastre? —Lo miré con sorpresa.
—El palacio cuenta con uno, ¿no lo sabía?
—Si lo sabía... pero no necesito ir.
—Querida duquesa, en el instante en que su compromiso fue anunciado, el sastre tuvo la tarea de confeccionar numerosos vestidos para toda ocasión. Su tía envió sus medidas.
—Pero yo tengo muchos vestidos, los traje de casa de mi hermano.
James, volvió a sonreír; sutil y disimulado.
—Pero esos vestidos son dignos de una joven hermosa y casadera. Los vestidos que confeccionó nuestro sastre, son dignos de una duquesa, y esta noche debe verse como tal en esa obra de teatro.
—Está bien, vamos.
🥀🥀🥀
El camino fue silencioso. Con todo el tiempo que llevo aquí, aún me sorprendo con la inmensidad de este palacio. Estos corredores eran totalmente nuevos para mí, y al final, llegamos hasta una puerta enorme y doble, las cuales James abrió sin antes llamar.
Nos adentramos en aquel lugar inmenso, elegante y refinado. El ambiente estaba impregnado de un aire de sofisticación y tradición, con muebles de madera oscura y tapizados lujosos de color azul claro, cortinas pesadas de terciopelo y exquisitas alfombras persas que cubrían el suelo de madera pulida.
—¿Lumiere? —Llamó James.
De entre el sinnúmero de perchas con capas negras, camisas, pantalones, sombreros y vestidos hermosos, salió un señor de mediana edad. Vestía con un chaleco de brocado, una camisa con puños franceses y un pantalón de corte impecable. En su mano, llevaba un pequeño brazalete alcolchado con muchos alfileres en él. Su cabello gris estaba peinado hacia atrás con cuidado, revelando una mirada gentil en sus ojos marrones.
—¿James? ¿Has venido por tu atuendo de esta noche? Ya lo tengo listo. El de el señor Gael y del duque también. —Noté que el señor tenía un acento extranjero, parecía francés.
—Lumiere, he venido a presentarte a alguien.
James se dirigió hacia mí y me extendió su mano. Entre tantos vestuarios, el señor Lumiere no alcanzaba a verme, por lo que decidí salir hacia su vista.
—¡Por mis tijeras! ¡Señora duquesa!
El sastre hizo una reverencia elegante. En su rostro se notaba una felicidad incalculable.
—Buenas tardes señor Lumiere —Sonreí.
—Lumiere, la duquesa vino a buscar un vestido para nuestra salida al teatro. —Dijo James, mientras inspeccionaba cada vestido a la vista, los cuales, me atrevería a decir que eran las obras de arte más hermosas que había visto hasta ahora.
—¡Por fin ha llegado mi momento! ¡Por fin mis vestidos saldrán a la vista!
La energía de este señor era contagiosa, pues logró hacerme sonreír abiertamente. A pesar de que su comentario me hizo mucha gracia, también me dio curiosidad.
—Dígame, señor Lumiere ¿por qué dice que sus vestidos saldrán finalmente a la vista? ¿no confeccionó para la antigua duquesa, o para otras mujeres?
—Oh no, mi señora. El duque me contrató cuando recién llegaba de mi natal Francia, eso sucedió poco después de la trágica muerte de la antigua duquesa. Desde entonces, solo he confeccionado trajes negros en su totalidad, o como los que les gusta a James; recatados y sobrios. Cuando me entregaron sus medidas, finalmente pude plasmar mis diseños en las telas más hermosas y costosas que el duque puso a mi disposición.
—Vaya, no tenía conocimiento de esto —Confesé.
—Lumiere —Dijo James desde algún rincón de la habitación —No veo nada adecuado.
—Me insultas, James.
El sastre se adentró entre los numerosos pasillos llenos de vestidos, para aparecer con dos prendas en sus manos: un vestido de color verde menta, y otro de color azul marino.
—Me gusta el verde... —Me adelanté a hablar.
—No si quieres pasar desapercibida —Dijo James.
—Pero es mi color favorito.
—Y lo seguirá siendo el resto de su vida, duquesa. Pero creo que esta noche le vendría bien el color rojo. —Agregó James, con una sonrisa discreta en sus labios.
—¿Rojo...? —Mi vista se dirigía entre el joven de ojos verdes y el sastre; ambos con una sonrisa cómplice en sus labios.
—Tengo el indicado. —Respondió el sastre, para perderse nuevamente entre las incontables prendas de vestir.
Pocos minutos después el señor Lumiere apareció frente a nosotros con un hermoso vestido de un color rojo carmesí que me hizo dudar al instante.
—¿No creen que sería demasiado... rojo para mí? —Dije, insegura.
—No tema al rojo, mi señora —Respondió Lumiere, mientras ponía el vestido frente a mí, permitiéndome detallarlo —Permita que sea su aliado y su cómplice. Él la hará única y brillante cual rubí entre piedras preciosas.
El señor me sonrió con delicadeza, dándome la seguridad que necesitaba para aceptar.
—De acuerdo, lo haré.
Fui rumbo al probador para colocármelo con la ayuda de una doncella que James mandó a llamar. Al cabo de unos minutos salí, subí a la pequeña plataforma que estaba situada en el centro de la habitación, y me detallé en el espejo que había al frente, notoriamente sorprendida.
Se trataba de un diseño exquisito y de alta costura; como todo lo que había visto hasta el momento. Confeccionado en seda y con bordados delicados en tono dorado. Con un escote elegante y discreto, que mostraba solo una sugerente cantidad de piel. Ajustaba mi silueta, y luego caía con gracia al suelo en un diseño de falda fluida, y sus mangas fruncidas, caían delicadas en mis hombros.
—Lumiere...
—¿Si señora?
—Es perfecto.
🥀🥀🥀
La noche llegó, y con ella, la hora de asistir al teatro.
Ya estaba lista. Para resaltar mi atuendo, mi doncella me realizó un hermoso recogido. Era un elaborado moño alto entre ondas y rizos, adornado con una discreta peineta de oro. Algunos mechones quedaron sueltos estratégicamente, colocados alrededor de mi rostro enmarcando mis facciones.
Al salir de mi habitación, me encontré con que Gael me estaba esperando. Vestía con un traje oscuro con camisa blanca. Su cabello; más corto de lo habitual, estaba perfectamente recogido en un moño bajo. Al verme, sonrió.
—Estás hermosa —me extendió su brazo para que lo entrelazara con el mío —Es hora. James y Ansel nos esperan en la entrada.
Al llegar a la entrada me encontré con ambos. James vestía un elegante traje gris de botones negros y camisa blanca. Por otra parte, Ansel... vestía un traje negro de chaleco y abrigo largo, con una camisa blanca debajo. Ambos me miraron de arriba a abajo; James con una sonrisa indescifrable en sus labios, para luego dirigir su atención a Gael. En cambio Ansel. Su boca estaba ligeramente entreabierta, y sus ojos grises permanecieron más tiempo conmigo.
En ese instante, dos carruajes aparecieron frente a nosotros.
—¿Por qué dos carruajes? —Me adelanté a preguntar.
—Los duques siempre tienen que ir aparte —respondió James.
—Puedo cambiarme...
—No es necesario —Interrumpí a Ansel, para luego subir al carruaje sin su ayuda.
Una vez estando a solas en el transporte, traté de dirigir mi mirada hacia el exterior, para así evitar la imponente presencia que tenía frente a mí.
—Ese vestido te queda hermoso, el rojo es...
—Por favor... —por primera vez desde que entramos en el carruaje voltee a verlo —Hagamos de este viaje algo placentero para mí, y no me vuelvas a dirigir la palabra.
—¿Qué tengo que hacer para que me perdones, para que todo vuelva a ser como antes? —Se notaba ansioso.
—Ser sincero.
—Lo he sido, te lo he contado todo.
—No todo —mantuve mis ojos más tiempo sobre los suyos —Respóndame, su excelencia ¿por qué me besó? ¿cómo murió su esposa? ¿Por qué todos hablan de su trágica muerte? ¿tienes algún hijo oculto? Y la más fácil ¿por qué no puedo salir a los balcones?
—¿Tan importante es para tí salir a los balcones?
—¿Esa es la única respuesta que te preocupa dar?
Nos mantuvimos la mirada por unos instantes más.
—No es el momento para responder tus dudas, Jane... pero lo haré, lo prometo.
—Muy bien, hasta que ese momento llegue, no vuelvas a dirigirme la palabra.
El viaje continuó en silencio. Hasta que finalmente llegamos.
Ansel fue el primero en bajar, y como estábamos aquí para mantener las apariencias, no tuve más opción que aceptar la mano que me ofrecía para ayudarme a descender del carruaje.
En el instante en que comenzamos a caminar rumbo a la entrada ornamentada con detalles elaborados de ladrillo y piedra, noté cientos de miradas sobre nosotros, todos, saludando con una reverencia.
Al entrar, me sorprendí con la arquitectura y lo hermoso que estaba el vestíbulo; adornado con candelabros de cristal y paredes tapizadas en terciopelo rico que evocaban elegancia. El olor a madera pulida y pintura fresca inundaba el aire.
—De más está decirles que todas las miradas están sobre ustedes —Comentó James, en apenas un murmullo que solo nosotros escuchamos.
—No tienes que recordármelo, James —Le espeté.
El auditorio estaba dispuesto en un diseño en forma de herradura, con filas de asientos que descendían hacia el escenario, proporcionando una excelente vista desde casi cualquier ángulo.
—Aquel es nuestro palco —Indicó Ansel, y comenzó a guiarnos entre la multitud, su mano sin soltar la mía.
Una vez ahí, pude detallar todo desde la altura. Era un lugar decorado con cortinas de seda, cómodos sillones y un reluciente barandal dorado, lejos del bullicio.
🥀🥀🥀
La obra estaba a punto de culminar y el sueño me estaba ganando.
—No los he visto besarse... —Comentó James, como si un beso fuese lo más normal entre nosotros.
—¿Qué dices, James? —Inquirió Ansel, notoriamente molesto, pero aún así sin levantar sospechas entre los invitados que a cada rato nos observaban.
—Es cierto, acabo de ir al baño y escuché comentarios... Todos comienzan a dudar de su amor. Una pareja de recién casados siempre está sonriente... —Interfirió Gael.
—Vayan directo al punto —Dijo Ansel, y cada vez se notaba más irritado, mientras que yo entendía hacia dónde querían llegar.
—Que no parecen felices. —Prosiguió James.
—Pues porque no lo estoy —Finalmente hablé, y Ansel volteó a verme, sus ojos algo... entristecidos.
—Pues, mi querida duquesa. Si no muestran su felicidad ahora mismo, todos comenzarán a hablar de lo poco risueños y cariñosos que estaban los duques esta noche. —Replicó James.
—No pienso hacer nada de lo que Jane se sienta incómoda. —Agregó Ansel.
—Pues piensen en sonreír un poco más, para variar. Parece que estamos en un funeral en lugar de una obra de teatro. —Dijo Gael.
Ansel volteó a verme, dudoso, buscando alguna respuesta o idea de mi parte.
—Creo que podemos fingir una sonrisa...
—No... —lo interrumpí, mientras que él me miró expectante —Hay que hacer algo más.
—¿Estás segura? —Inquirió y asentí, con mi corazón latiendo desbocado.
—Muy bien.
En ese instante, el mundo pareció desvanecerse a mi alrededor, en el instante en que vi a Ansel rodear mi cintura con una de sus manos. Luego, con su mirada fija en mis ojos, me acercó a él lo suficiente para que su presencia me envolviera como un manto. Su dedo, suavemente acarició mi mejilla, para finalmente acabar en mi barbilla. Cada movimiento suyo era una danza delicada, ensayada hasta la perfección. La tensión entre nosotros era evidente, cada vez crecía más, como un hilo tenso a punto de romperse.
Me sentía atrapada en un torbellino de emociones, mi corazón latía con una fuerza incontenible. Era un conflicto interno, una lucha entre el amor que me quemaba y el odio que me brotaba por nuestras diferencias. Era un fuego que se alimentaba de cada palabra y gesto, devorando mis pensamientos, desatando algo salvaje y primitivo dentro de mí.
Sus labios estaban tan cerca, que podría haber jurado que los míos podían encontrarse con los suyos con solo un leve roce, un contacto que hasta este instante no creí que necesitaba tanto.
Sentía una tortura que incendiaba mi piel. Mis manos temblaban, traicionando la calma a la que me intentaba aferrar. Justo en el instante crucial, cuando el deseo se tornaba casi irrefrenable, noté cómo su expresión cambió. Con un gesto sutil y casi provocador, colocó su dedo entre nuestros labios, creando una barrera que no solo detuvo la inminente conexión, sino que también aceleró la tormenta en mi pecho.
A los ojos de los demás, parecía que nos besabamos. Pero la realidad era cruel: ese simple dedo pulgar nos mantenía a distancia, impidiendo que la llama que ardía dentro de mí encontrara su camino.
—No volveré a besarte en los labios... —murmuró, mientras nuestros ojos se hallaban a milímetros de distancia, desnudándose uno al otro en un crisol de emociones.
Su mirada era un abismo, con pupilas dilatadas que reflejaban un deseo tan intenso como el mío. Los labios de Ansel temblaban al igual que los míos. Sentía su cercanía como un artefacto explosivo, peligroso y seductor.
—A menos que me lo pidas... Dime, Jane, ¿quieres que te bese? —su voz, profunda y casi suplicante, resonó en mi mente como un canto de sirena.
¿Quiero que me bese? Claro que quiero. Lo amo, eso no es un secreto pero, ¿él me ama? Ni siquiera es capaz de responderme las preguntas que le hice de camino al teatro. Ni siquiera puede decirme la razón por la que me besó la primera vez ¿en verdad quiero que me bese y que todo vuelva a ser como antes; con secretos y cambios de humor?
Mientras la tormenta de mis pensamientos rugía, la respuesta se cristalizó en mi pecho, clara y contundente...
—No.
🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀
Ahhhh. ¡No puedo con tanta tensión!
¿Quieren ver a Ansel destruido?
PD: Si eres buen lector, o si tienes buena memoria dime ¿cual es el color favorito de Ansel? Nos lo dijo en el capítulo "Feliz cumpleaños" :)
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