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Capítulo 40: Vibras marinas.

Ha transcurrido un día desde la imprecisa conversación que mantuve con la señora Collins, y aún no he visto a Ansel. En cierto modo, he estado esforzándome al máximo para evitar cualquier encuentro con él.

El temor que me provocaba el hecho de estar casada con un posible lunático se desvaneció momentáneamente cuando la señora Collins insinuó la posibilidad de que existiera un hijo. Esa revelación me dejó en un estado de incertidumbre que me consume por dentro. No es que me moleste, yo soy capaz de quererlo como si fuese mio, el hecho es que, a cada instante me pregunto ¿Dónde está ese pequeño o pequeña? ¿Por qué Ansel no habla de su existencia?

Tomé la decisión de no contarle a Theon lo ocurrido en el bosque ni la prohibición impuesta por Ansel; no quería que mi hermano orquestara una nueva pelea por mí, no quería poner en riesgo su seguridad. Sin embargo, a pesar de todo lo abrumador que he enfrentado en estos tres días, anhelo profundamente el consuelo de un abrazo fraternal. Lo necesito con todas mis fuerzas, deseo perderme en la seguridad de sus brazos y sumergirme en la ilusión de que todo lo que ha sucedido es solo un mal sueño del que pronto despertaré.

  
—¿Señora? —La voz de Aghata, una de mis doncellas, se escuchó detrás de la puerta —La buscan.

—Agatha, si se trata de...

En ese instante, la puerta se abrió sin previo aviso, dejándome ver esos hermosos ojos azules que creí que no volvería a ver en mucho tiempo.

—Zanahoria...

Su voz se perdió en el fuerte y reconfortante abrazo que me dio.

—Hermano... —Me aferré a su abrazo, porque lo necesitaba realmente. Luego reaccioné —¿Qué haces aquí?

—¿Pensaste que no me enteraría?

¡Dios...! se enteró de la locura de Ansel. Si bien mi esposo no me prohíbe la salida del palacio e ir a donde me plazca, la acción de cerrar los balcones y prohibirme salir a ellos sin una explicación razonable suena descabellado. Seguro Theon se enteró y vino a reclamarle y llevarme lejos de aquí, poniendo fin a mis esfuerzos por proteger el apellido Chadburn de las habladurías de la sociedad.

—Ansel me envió una misiva. Me contó todo lo que ocurrió esa noche en el bosque. Me dijo que necesitabas un abrazo mio...

—Hermano...

Era irreal tenerlo frente a mí. Se sentía como una estrella caída del cielo. Como ese apoyo que necesitas desesperadamente y que llega en el momento indicado, cuando pensabas que estabas sola y que no tenías nada a lo que aferrarte.

—Lo que no entiendo es ¿por qué la misiva no vino de tu parte Jane? —Frunció su entrecejo a la vez que se cruzaba de brazos, molesto.

—No quería preocuparlos. Todo está tan reciente que temía que quedara alguno de esos hombres en el bosque, aguardando a su próxima víctima.

—Querida hermana, nada me va a impedir llegar a ti cuando me necesites, ni siquiera unos malditos ladrones desgraciados y sanguinarios.

  Amo tanto a mi hermano. Lo extrañé tanto en estos días, necesitaba escucharlo y verlo en su momento más protector. Por eso, no pude evitar sonreír y volver a abrazarlo.

—Nunca... —me obligó a verlo —Nunca me vuelvas a ocultar algo Jane, y menos si se trata de tu seguridad y bienestar ¿entendido?

Asentí, con lágrimas en los ojos. Pero no era mi intención obedecer, al menos no tenía intención de contarle lo ocurrido con Ansel, no sin antes obtener una explicación razonable que justifique sus acciones. Aunque lo más importante que tenía que hacer era llenarme de valor y enfrentarlo.

—¿Y tía Margaret? ¿No vino contigo?

—Me temo que no. Tu preocupación a que aún exista algún saqueador en ese bosque es válida, por eso preferí que se quedara en casa. Vendrá a verte cuando confirmemos que es seguro.

—Me parece bien. No quisiera que tía Margaret viviera lo que yo viví.

Theon tensó su mandíbula, notoriamente furioso.

—Si tuviera la capacidad de retroceder en el tiempo hasta esa noche, sin dudarlo cambiaría de lugar contigo para ser yo quien recibiera el ataque... —Bajó su mirada entristecida. Luego me volvió a ver —Pero me alegra que Ansel cumpliera su promesa de protegerte.

Otra vez me hundí entre sus brazos, aspirando su olor, escuchando su respiración.

—No quiero hablar de eso...

—Lo sé. He venido a ver como estás, y para hacer cosas que te alegren el día... ¿qué te parece si salimos a cabalgar?

—Me parece una excelente idea.

🥀

La brisa matutina acariciaba nuestros rostros. La luz del sol que a penas comenzaba a alzarse se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un manto dorado que iluminaba nuestro camino.

—Jane...

—¿Si?

—¿Eres feliz?

Me sorprendió tanto su pregunta, pues con frecuencia me la hago a mí misma: ¿Soy verdaderamente feliz? Estoy unida en matrimonio al hombre que amo, pero que a su vez ama a otra mujer. Comparto mi vida con un hombre que cada día se vuelve más ajeno para mí: prohíbe cosas dementes y posiblemente tenga un hijo. En muchas ocasiones logramos complementarnos, logramos entendernos tan bien que incluso parecemos dos piezas de un mismo puzzle, pero luego, su cambio de actitud rompe cada fragmento de mi ser. Es como si hubiéramos roto un espejo en incontables pedazos y tratáramos de reconstruirlo, pero nunca vuelve a ser igual, pues las grietas son el testimonio de que alguna vez fue destrozado por alguien.

—¿A qué se debe esa pregunta hermano?

—Por favor, solo respóndela.

No quiero hacerlo...

—Tal vez debamos hablar de la felicidad como de un vestido. A veces, aunque no nos quede perfecto, lo que hay en su interior es lo que cuenta.

—No estoy hablando de vestidos, Jane —replicó —Estoy hablando de tu felicidad. —miré a Theon. Sus ojos, siempre tan vivaces, ahora reflejaban un matiz sombrío.

—La verdad, no entiendo a qué se debe tu pregunta, por favor sé más claro —Intenté ganar más tiempo, para así pensar qué palabras decirle sin que sospechara nada.

—Sé que amas a Ansel, tú misma me lo dijiste. Pero me preocupa lo que él sienta por ti, lo que eso pueda influir en tu felicidad. Cuando fui a verlo para entregarle tu dote, la cual rechazó, evadió mi pregunta, simplemente la sustituyó por la promesa de que siempre te protegería. 

Evadió su pregunta porque él ama a otra mujer. Es la única verdad en toda esta situación.

—Soy feliz hermano.

—¿Estás segura? entonces ¿por qué el brillo de tus ojos ya no existe? —Su tono de voz era puro y sincero.

—Hay cosas que son... complicadas. Pero te aseguro que la próxima vez que nos veamos, ese brillo va a estar.

El silencio se instaló brevemente entre nosotros, y el suave golpe de los cascos de nuestros caballos contra el suelo parecía sustituir la incertidumbre en el aire.

—Sé que lo hiciste para protegernos...

Lo miré al instante, intenté defenderme pero no tenía caso.

—Créeme, me culpo a diario porque tal vez mi impulso te llevó a hacerlo. —Mis ojos seguían fijos en los de él. Mis manos apretaban con fuerza las riendas del caballo a la par que le decía:

—Tú no tienes la culpa. Tú no besaste a Ansel sin importar las consecuencias.

—No, no lo hice. —Me dio una débil sonrisa —Pero aún así mi reacción fue la que te llevó a hacerlo —Me miró, con su entrecejo arrugado —Aunque me pregunto ¿qué le dijiste para convencerlo de casarse?

La carta amenazante de Landon fue el detonante... pero eso no puedo decírselo, no si quiero evitar que el Palacio Real arda en llamas junto con el heredero al trono dentro.

—Tal vez entró en razón —Me encogí de hombros.

Sus ojos azules me miraron a detalle, como si tratara de encontrar una falla, un indicio de nervios en mi comentario... hasta que al fin dijo:

—Lo único que siempre he querido es que seas feliz. Tú mereces un amor genuino, no una sombra de lo que podría ser.

—Puedes estar tranquilo hermano —le di una sonrisa forzada —Soy feliz, en verdad lo soy.

—Muy bien, pero recuerda que siempre estaré aquí para ti. Decidas lo que decidas, siempre te voy a apoyar.

—Gracias, hermano. —Volví a sonreír, necesitaba transmitirle esa tranquilidad que él buscaba en mí —¿Qué te parece una carrera?

Theon sonrió, y sin previo aviso le ordenó al caballo salir al galope, dejándome atrás en desventaja.

🥀🥀🥀

Ha pasado una semana desde que Theon vino a visitarme. Se quedó tres días conmigo, misma cantidad de días que a Ansel se le presentó un viaje de negocios, por lo cual no tuve que fingir que su presencia me agradaba, o que al menos nos llevábamos bien.

Tras esos tres días, Ansel regresó. Casualmente, en el preciso momento en que descendía de uno de los carruajes, yo me encontraba en el acogedor saloncito del té. Sus ojos se posaron en mí al pasar junto a la habitación, deteniendo su cuerpo a una distancia prudente. Nos quedamos estáticos, observándonos detenidamente: él lucía una sombra de barba que dotaba a su rostro de un aire más rudo, su cabello despeinado caía en ondas sobre su frente, su mirada denotaba cansancio. Vestía únicamente unos pantalones negros, una camisa holgada del mismo tono, remangada hasta los antebrazos, dejando ver unas venas pronunciadas que surcaban por la blancura de su piel. Todo eso estaba combinado por un par de botas y su anillo de oro, el cual tiene el sello del Condado.

No observamos en silencio durante unos pocos segundos. Luego de eso, la rapidez en la que me levanté del sillón y salí de la habitación rumbo a mi alcoba fue descomunal. No me sentía preparada para discutir con él.

Huí de él con determinación. Me negaba a enfrentarlo, a compartir el mismo espacio con un hombre que no se había disculpado ni ofrecido explicaciones. Sin embargo, mi mayor resistencia provenía de la turbulencia que sentía al estar cerca de él: mi corazón latía desbocado, mi cuerpo reaccionaba ante su presencia, el aroma de su perfume amaderado y su voz resonando en mis oídos. Por eso, planifiqué meticulosamente mis horarios: evitaba desayunar en su compañía, merendaba en lugares distantes a los que él no frecuentaba y cenaba cada noche en mi habitación.

Estar en la soledad de mi espacio personal me daba seguridad. Me sentía agusto sin escuchar su voz... hasta que.

—Jane… —Escuché que llamó a mi puerta —¿Hasta cuándo vas a evitarme?

No respondí. No emití ningún sonido que delatara mi estancia en la habitación.

—Jane… hay algo que me gustaría mostrarte mañana —Lo ignoré. Me enfurecí al escuchar que no había una explicación de su parte, solo una invitación como si nada hubiera ocurrido.

    Luego de tres toques más, él desistió, y escuché cómo en vez de entrar en su habitación, bajó las escaleras y ya no lo volví a escuchar.

  El sillón frente al balcón cerrado se había convertido en mi lugar de reposo, y luego de pasar horas en total silencio y penumbra, finalmente me fui a dormir.

   Nuestra sociedad se empeña tanto en que las mujeres tenemos que vernos perfectas bajo cualquier instancia, que cuando estamos mal, logramos fingir a la perfección, y así era como yo lograba proyectarme: Mientras mi corazón estaba destrozado por culpa de amar a un hombre que no me ama, todos estaban convencidos de que nuestro amor era envidiable; o al menos eso decía aquel diario de chismes. Mientras que me esforzaba por aprender a llevar las riendas del palacio como una buena duquesa, lo cierto era que estaba esperando el momento indicado para pedirle el divorcio y salir de aquí, lejos de él, donde su presencia no tuviese poder sobre mí.

 
El nuevo día comenzaba a llegar, y antes de que las primeras luces de la mañana comenzaran a adornar el cielo, me vestí con un vestido color coral claro, sencillo, holgado y fácil de quitar sin ayuda. Con mangas largas y abullonadas, pero que tenían una caída delicada y lindos adornos de encaje, y encima, una capa marrón para protegerme del frío. Me hice una trenza y fui rumbo a las caballerías.

—¿Señora…? —La voz del mozo de cuadra, un hombre de avanzada edad, me dio la bienvenida —¿Qué hace aquí tan temprano?

—Buenos días, señor Johns —Recordé su nombre. Una de mis doncellas me lo presentó hace una semana —Debe saber que adoro cabalgar al alba, me ayuda a aclarar mis ideas —Nuevamente estaba fingiendo, tal y como nos enseñaron a las damas, pues en realidad no quería aclarar mis ideas, más bien estaba huyendo de todas ellas.

—¿Tiene alguna preferencia de lugar?

—Estoy acostumbrada a cabalgar en el bosque, ¿qué me dice de la playa?

—Le puedo decir que es la mejor opción —Sonreímos y noté las arrugas que se le formaban alrededor de sus ojos —Hay una playa privada detrás de todos esos árboles, es extensa, y estoy seguro que la va a amar.

—Gracias señor Johns.

  El anciano entró en las caballerías, y al cabo de unos minutos salió sosteniendo las riendas de un hermoso caballo, de mirada pacífica, y pelaje blanco y brillante que simulaba parecer una perla de mar. Era similar a Sky, incluso parecían dos gotas de agua.

—Lamento informarle que Sky aún no ha llegado de Fairytale —Lo miré con sorpresa.

—¿Hay algún problema con ella, con su embarazo? —Sentía cómo la preocupación se estaba adueñando de mí.

—Oh no. No hay nada de qué preocuparse. Simplemente tenía un chequeo de rutina, y como estaba próximo a la fecha, esperarlo allá antes de hacer un viaje tan largo fue la mejor decisión que tomó el duque.

—Oh, entiendo.

El anciano acarició la frente del hermoso y pacífico animal que sostenía por sus riendas.

—Le presento a Dara, la madre de Sky.

Miré a aquel animal que con tan solo admirar sus ojos transmitían paz. Era serena y apacible, a leguas se notaba la experiencia de los años.

—Hola, Dara —Acaricié su frente y luego la junté con la mia —¿Estás lista para un momento de libertad? —Sonreí y Dar emitió un sonido característico. Luego la monté.

—Señor Jonhs —Lo miré desde la altura de Dara —Si alguien pregunta por mí…

—No la he visto… —Sonrió y yo lo miré sorprendida —El señor Ansel me comentó que usted vendría en cualquier momento, y que disfruta mucho de su tiempo a solas mientras cabalga.

Los recuerdos se aglomeraron en mi mente, transportándome a aquel día en que tuvimos esa carrera de caballos al alba:

¿Entonces, qué haces sola en medio de la nada y cabalgando tan temprano en la mañana?

—Me gusta la tranquilidad que ofrece la hora del alba

¿Cómo es posible que lo recuerde?

—No tenía idea de que él le había hablado tanto de mí. —Aún estaba bastante sorprendida —¿Cuándo habló con usted?

—Anoche.

—¿Mi esposo estaba anoche aquí?

—Si, me dijo que cabalgaría por el bosque durante toda la noche —Me miró dudoso —¿No lo sabía señora? —Era evidente su sorpresa ante la falta de conocimiento sobre el paradero de mi esposo.

—Olvídelo, nos vemos más tarde.

Y así le ordené a Dara a salir al galope. Al instante, sentí la embriagadora sensación de libertad y poder mientras el frío viento acariciaba mi rostro. Con cada galope nos adentrábamos más en el bosque, y la adrenalina recorría mi cuerpo, llenándome de emoción.

La velocidad con la que avanzábamos entre los árboles provocaba esa sensación de vértigo que tanto extrañaba, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho, sincronizándose con el ritmo constante de la carrera. Y cuando pensé que había seguido el camino incorrecto, aquel aroma a algas marinas se apoderó de mi nariz.

   Al final de los árboles, nos esperaba un paisaje incluso más hermoso que el anterior. El color azul del agua hacía un hermoso contraste con el cielo, cuyos primeros rayos de sol los estaban tornando de un lindo color rosa.

  No podía dejar de mirar cautivada aquellas tranquilas aguas. Si en este instante pudiera verme en un espejo, vería la admiración en mis ojos al contemplar la inmensidad del azul, al ver cómo el cielo y el agua se fundían en uno solo. No pude evitar respirar aliviada, dejando atrás todos los problemas que me atormentaban…

Até a Dara a un árbol cerca de donde terminaba el bosque, y comencé a quitarme mi capa, mi vestido y mis zapatos, para así quedarme con mi camisón interior; El cual era blanco, de una tela de seda con detalles de encaje y tirantes de satén. Se ajustaba sutilmente a mis curvas, por lo que sería ideal para lo que planeaba hacer. 

No había nadie cerca, este lugar era parte de nuestra propiedad, más que a esta hora era imposible que alguien del servicio estuviese por aquí, por lo que no había peligro en que me vieran en mis ropas íntimas.

Las ansias de tocar el agua, y ese delicioso olor a mar me transmitían tanta paz, que por un instante me olvidé de todo, me olvidé de él.

¿Cómo describo ese olor; el olor a océano?

Simplemente no se puede… Lo único que puedo decir es que es una sinfonía aromática que despierta mis sentidos y me transporta a un mundo de sensaciones. Es una fragancia fresca y salada que acaricia mi nariz, es el aroma de la tranquilidad y la nostalgia de aquellos que alguna vez lo han respirado. El olor a océano, es una invitación a sentir sus caricias y a escuchar el susurro de las olas.

Corre Jane…

Mi voz interior me pedía a gritos que me sumergiera en ese inmenso azul… Y eso fue lo que hice.

Una sonrisa de felicidad se me escapó de los labios cuando mis pies tocaron la arena, y luego esa felicidad se volvió inmensa cuando sentí el agua fría en contacto con mi piel. El frío casi me hace retroceder, pero luego decidí sumergirme en aquellas saladas caricias. El océano me acogió con delicadeza, la escarcha salada se adhirió en mi piel, llevándose consigo todas las preocupaciones e inquietudes que me habían atormentado todos estos días. Me quedé flotando, en silencio, permitiéndome fundirme con el vaivén del mar.

Luego de un rato nadando, el sol ya comenzaba a alzarse, por lo que me dispuse a salir del agua para evitar que alguien viniera por aquí y me viera mojada y en ropas íntimas. Caminé hacia Dara, quien estaba tranquila pastando, y comencé a acomodar mi ropa para cuando mi piel estuviera bastante seca poder vestirme. Y justo en se instante, dejé de respirar.

A lo lejos vi a la persona de la que he estado huyendo. Salía de las tranquilas aguas de la playa mientras pasaba su mano por el cabello negro y desordenado.

   Su cuerpo esbelto y fornido brillaba con los primeros rayos de sol. Estaba sin camisa, los rasguños que le dejaron la emboscada en el bosque habían desaparecido por completo, pero las cicatrices en su costado y su brazo eran ahora unas finas líneas que perdurarían en su piel para toda la vida. Un sin fin de sensaciones se apoderaron de mi cuerpo olvidándome de todo en cuanto lo vi. Su cabello mojado y con algunos mechones sueltos se deslizan juguetones por su frente, que al estar mojados se veían aún más oscuros, si es que eso fuese posible.

Cada vez se acercaba más a donde yo estaba, con aquella mirada gris ahora sobre mis ojos…

¡Reacciona Jane! ¡Estás en ropa interior!

Rápidamente me escondí detrás de Dara para evitar que él me viera en camisón.

  En cuanto él se acercó se dio cuenta de mi situación, por lo que caballerosamente se volteó para no verme más a detalle.

—Sabía que no tardarías en venir a este lugar —Dijo, y yo tomé mi vestido para ponérmelo rápidamente —Anoche, cuando llamé a tu puerta y no me abriste, fui con la idea de invitarte a un paseo hoy.

Decidí mantener silencio. Mis ojos puestos en su espalda ancha y marcada por los músculos, para vigilar que no se volteara.

—¿Por qué me sigues evitando? —Miró sobre su hombro, y se volteó al ver que ya yo tenía mi vestido puesto —¿Por qué no me abriste la puerta anoche?

—No quise abrirte… —Respondí con firmeza.

—¿Por qué?

¿En verdad me está preguntando eso?

—Disculpa, ya me iba —Recogí mis zapatos de la arena rápidamente. 

—Jane… —Corrió hacia mí y me sujetó por el brazo para obligarme verlo —¿Qué sucede? —Su cinismo me estaba molestando, al punto de que ya no pude contenerme.

—¿En verdad me estás preguntando eso? —Lo miré con desprecio y luego me solté de su agarre.

—Jane, si esto es por lo del balcón, tienes que entenderme…

—¡Ah, por el balcón! —Hablé con ironía mientras alzaba mis manos al aire y fingía una sonrisa —¿Tengo que entenderte? —Entrecerré mis ojos —¿Qué tengo que entender, Ansel? ¿Qué siempre eres tú quien acaba pidiendo perdón. Y que yo de ilusa te lo concedo?

—Jane… por favor.

—¿Que me prohibistes salir a los balcones del palacio? —El desprecio se quedaba pequeño con mi tono de voz —¡Podría restarle importancia, pero parece una locura que me prohibieras salir a ellos sin ninguna explicación razonable!

—Jane… —Advirtió.

En ese instante, su mandíbula estaba tensa. Noté cómo cerró y apretó sus puños hasta volverlos aún más blancos. Su mirada gris estaba fija en mis ojos cual depredador. Y los músculos de sus hombros se endurecieron notoriamente.

—¡Solo quiero salir a tomar el aire! —Seguí, sin importar su notable cambio de humor —¡Por Dios, no voy a saltar al vacío!

—¡Cállate, Jane! —Alzó la voz como un trueno, obligándome a callar —¡Ésto es lo que hay! ¡No quiero escucharte más! ¡No quiero verte más!

Su cambio de humor me aterró, su rechazo se sintió como un puñal directo al corazón. Pero no pensaba demostrarle que le temía, no pensaba mostrarle cuanto me afectaban sus palabras hirientes, así que me tragué mi miedo y mi decepción, y hablé:

—Si no quieres escucharme, si no quieres verme, entonces no lo harás —Lo apunté con mi dedo justo en su pecho, amenazante. Con la rabia apoderándose de mí —Pero te advierto una cosa Ansel Dagger. Vas a venir rogando mi perdón como tantas veces lo has hecho, y esta vez no voy a dártelo.

Me subí a Dara y salí cabalgando, lejos de él.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Hola, hola.

No puedo con la tensión que tienen estos dos. ¿Qué sucederá ahora?

¿Alguien más ama a Theon? Es mi hermano favorito.

Aquí tienen el vestido de Jane para que se hagan una idea.

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