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Capítulo 37: Sombras en el bosque.

Ansel.

¡Entréguennos al duque y a la duquesa, y no les sucederá nada!

Ese fue el llamado de advertencia que escuchamos desde el interior de nuestro transporte, luego de ver al paje caer del carruaje y dos de mis guardias morir intentando aniquilar la amenaza, lanzando disparos ciegos hacia la inmensidad del bosque; una amenaza que aún no había dado la cara. Es como si la oscuridad les sirviera de protección, como si intentaran aumentar la tensión, esperando el momento indicado para atacar.

Justo en ese instante lamenté haber traído con nosotros a tan pocos guardias. Nunca imaginé que nos aguardara un peligro inminente. Pero lo que ellos no sabían, era que los guardias venían con nosotros estaban para proteger a Jane, pues yo sé muy bien cómo se derrama sangre. Por eso abrí la puerta del carruaje, dispuesto a acabar con esto de una vez por todas.

—¿Qué haces? —Su fría mano me impidió que abriera la puerta —¿Quieres dejarme viuda en nuestra primera noche de casados?

El miedo en su rostro era evidente.

—No sabía que te molestaba enviudar —Traté de calmarla con una broma.

—No es momento para bromear, Ansel. —Escuché cómo su voz flaqueó.

—Me quieren a mí Jane, no permitiré que te ocurra algo.

—Nos quieren a los dos ¿recuerdas? Ahora soy la duquesa, y si sales, también lo haré yo.

  Me sorprendió lo dispuesta que estaba a dar la vida junto a mí. Una fina sonrisa se adueñó de mis labios, y luego llevé mi mano hacia uno de los mechones sueltos de su cabello para colocarlo detrás de su oreja.

—Te prometí que te cuidaría, y eso haré. Por favor quédate aquí dentro, los guardias te protegerán. 

Abrí la puerta, y justo cuando iba a salir, ella sostuvo mi mano nuevamente.

—¿Qué pasará contigo?

No lo sé. Estoy dispuesto a pelear por Jane, para ponerla a salvo, y si con eso pierdo la vida, entonces sabré que mi muerte fue por ella.

—Todo estará bien.

Salí del carruaje y cerré la puerta detrás de mí. Dos de los cinco guardias que quedaban con vida se encontraban a mi lado. Uno de ellos me entregó un sable, sabiendo que yo estaba preparado para pelear a la par que ellos, sumándola a la daga y el arma de fuego que suelo llevar conmigo en los viajes largos.

—¿Dónde están? —Hablé para los dos guardias.

—Los disparos vinieron del bosque, al igual que la voz. Pero no logramos ver nada por la oscuridad, y nuestra prioridad es permanecer con usted y su esposa. —Dijo Tarlim, uno de mis guardias más antiguos y encargado de la cacería contra los saqueadores que efectué hace unas semanas, misma que me permitió capturar a un gran número de ellos, los cuales acabaron sin manos. Estoy seguro que esta amenaza se trata de ellos.

—Sabían que veníamos, milord. Se encargaron de obstruirnos el camino con el troco de un árbol caído. —Dijo el otro guardia, y éste se veía mucho más joven.

Miré al frente, ahí estaban los otros tres guardias. Ellos intentaban mover del camino el enorme tronco del árbol. Pero todo esfuerzo frente a aquel gigantesco trozo de madera era en vano.

—No se muevan de aquí —Me dirigí a los dos guardias —Cuídenla con sus vidas.

Los dos hombres asintieron solemnemente y yo me dirigí al frente, junto a los otros guardias.

—Sabían que veníamos, milord —Dijo uno de los guardias en cuanto me vio llegar, el cual me doblaba en fuerza y tamaño.

—Estén preparados para pelear. —Les advertí, y todos asintieron mientras desenfundaban su armas de fuego.

—¡Salgan de su madrigueras! —Les grité a viva voz, teniendo al bosque y los sonidos de la noche como testigos —¡Dejen de ser tan ratas y den la cara!

Nos encontrábamos en desventaja. Sabía muy bien que probocarlos no era la mejor idea, pero si mancillar su orgullo los haría salir, estaba dispuesto a correr con el riesgo.

—Estén atentos, —Les murmuré a los guardias a mi lado —Al más mínimo movimiento, disparen.

—¿Vienen por las manos que corté? —Alcé la voz —¡Aquí me tienen! ¡Y una vez más reitero mis palabras! ¡Tenían la opción de trabajar y de tener negocios propios, en cambio, decidieron robar y hacer daño. No me arrepiento de haberlas cortado!

Y en ese instante, un estruendoso disparo se escuchó, uno que rozó mi oreja y terminó en la cabeza del guardia que estaba detrás de mí, acabando con su vida al instante. Vi su cuerpo caer inerte en el suelo, con una fina línea de sangre saliendo del hoyo en su frente, vi como sus ojos sin vida miraban al vacío.

¡Tu tiempo en este mundo ha llegado a su final, Dagger! —Por primera vez, una fuerte voz masculina se escuchó entre los árboles —¡Vas a pagar por lo que le hiciste a mi hermano y a nuestros compañeros!

Un grupo de al menos unos seis hombres se dejaron ver. Todos nos rodeaban desde distintos puntos estratégicos. Sus rostros estaban ocultos bajo paños desgastados a excepción del que habló, a él lo conocía muy bien, yo mismo puse una recompenza por su cabeza de cuarenta libras.

A la vista, lograba identificar que estaban armados con sables y dagas, a excepción del líder, él también cargaba con un arma de fuego que seguramente no podría utilizar más por la demora de tener que cargarla. Un arma de fuego es un costoso lujo, creo que solo unos pocos de ellos tienen una en su poder.

—Hoy pagas por todos ellos. —Dijo el hombre frente a mí, con una sonrisa maliciosa en sus labios enmascarados por una barba oscura y de varios días.

Reconocí perfectamente esa mirada llena de maldad. Una cicatriz surcaba el ojo izquierdo hasta llegar a su mejilla. Su cabello negro y largo hasta los hombros sobresalía de la capucha negra que traía puesta. A pesar de estar en lo alto de una colina, su tamaño seguía siendo imponente, pero nada aterrador para mí. Se trataba de Mortimer Blackwood, líder de los "Cuervos".

—Hoy me llevo lo más preciado para ti. —Dijo, con una sonrisa ladina, para luego lanzar su revólver al suelo, confirmando mi teoría de que ya no tenía balas.

Lo más preciado para mí... Lo más preciado para mí se encuentra en aquel carruaje a mis espaldas, con solo dos guardias como protección.

No podía permitir que le tocaran una sola hebra de cabello, por eso me lancé sobre aquel hombre con mi sable desenfundado y mi revólver en la otra mano.

  La iniciativa de mi ataque dio el aviso para que mis guardias se lanzaran a atacar, disparando con sus armas con tiros certeros que acabaron con la vida de quienes recibieron los disparos. En ese instante, de los árboles saltaron más atacantes, tantos que perdí la cuenta.

Utilicé mi revolver para matar a cuantos se me pusieron en el camino para impedir que llegara hasta su líder, y cuando las balas se acabaron no tuve más opción que lanzarlo al suelo. Mis guardias, entrenados en batalla, se lanzaron contra los asaltantes con un valor inquebrantable. El sonido del acero chocando resonó en el aire como un canto de guerra, dejando muertos a sus pasos.

Uno de los hombres se abalanzó sobre mí antes de que pudiera llegar hasta Mortimer, pero lo esquivé con un movimiento ágil. Mi objetivo estaba fijo en aquel desgraciado que se atrevió a amenazar a Jane, y nada me iba a impedir que llegara hasta él, por lo que contraataqué con un corte limpio con mi sable que dejó al hombre en el suelo.

—¡No dejen que se acerquen a ella! —grité hacia los guardias que protegían a Jane, mientras bloqueaba un golpe de otro atacante.

En ese instante vi como uno de los guardias que protegían a mi esposa fue derribado de un golpe, y sentí una punzada de desesperación, pero ya estaba frente a Mortimer y no tenía cómo retroceder sin llevarlo hacia ella. Sabía que me encontraba en desventaja, pero la cólera me mantenía en pie.

—No pensé que esa mujer te afectara tanto —Dijo Mortimer, con una sonrisa de suficiencia que solo me hervía aún más la sangre —Dime, ¿en verdad es pelirroja? Nunca he estado con una. —Caminó hacia mí, sin dejar de retarme con la mirada.

Al ver que no le decía nada, al comprobar que cada palabra asquerosa me hervía aún más la sangre, se limitó a desenfundar dos cuchillos de trinchera a la par que me decía:

—Tranquilo, mis hombres tienen la orden de no hacerle nada. Ese privilegio será solo mío.

La vista se me nubló. De solo imaginarme a ese hombre tocando a Jane y haciéndole daño me cegó por completo.

Me avalancé sobre él con mi sable sin previo aviso. Mortimer lanzó un ataque feroz, sus cuchillos de doble filo cortando el aire en un intento de asestar un golpe rápido. Logré esquivarlos, bloqueándolos con mi sable al instante. El metal chocando con un ruido sordo que resonó en el ambiente. Con un movimiento ágil, esquivé un segundo ataque, sintiendo la brisa cortante del cuchillo rozar mi mejilla antes de llevar mi sable hacia adelante, buscando un corte en su pecho.

Mortimer retrocedió al instante, pero no sin antes propinar un giro rápido que le permitió hacer un corte en mi costado, dejando una línea roja donde mi camisa negra se impregnó de sangre, obligándome a soltar mi sable por el impacto.

El dolor fue insoportable, apreté los dientes, sintiendo el ardor, pero aún así no cedí. Arremetí hacia adelante, utilizando la daga que traía en mi cadera para atacar la muñeca del saqueador. La hoja encontró su objetivo, y uno de los enormes cuchillos de mi oponente cayó al suelo. Aproveché su dolor para levantar mi sable del suelo.

Cada golpe resonaba. Mortimer, ahora con un solo cuchillo, cargó con furia, mientras que yo bloquee, esquivé, y en un momento oportuno, asesté un golpe certero con la empuñadura de mi sable en su rostro, haciéndolo tambalear hacia atrás.

No perdí la oportunidad, mientras Mortimer se recuperaba del golpe en la cara aproveché para hacerle un corte certero en el pecho. La sangre no demoró en salir, pero el hombre aún así luchó, intentando un último ataque desesperado. Pero yo aproveché la inercia de mi oponente, e hice una estocada final, lanzando mi sable hacia su corazón.

El eco del metal perforando la carne, y el sonido seco que hizo su cuerpo al caer al suelo se perdió entre los gritos desgarradores de Jane.

Voltee a ver en su dirección. Mi Jane se encontraba en el suelo, arrastrándose por la tierra, huyendo de dos desgraciados que la perseguían con diversión. Nuevamente la rabia me cegó, y en lo que corría hacia ella vi cuando tomó una rama caída y golpeó en la cabeza a uno de sus atacantes, dejándolo inconsciente en el suelo.

Vi el instante en que el otro agresor se subió a horcajadas sobre ella e intentó agredirla, pero para ese punto ya yo estaba detrás de él. En un movimiento rápido lo saqué de encima de ella, pero no vi la daga que él tenía en su mano y que acabó encajada en mi brazo. Sin flaquear, saqué la daga que había guardado en la funda de mi cadera y se la incrusté en el pecho sin contemplación. Dejé caer el cuerpo al suelo como si se tratase de un costal de estiércol.

Jane estalló en llanto, y yo corrí hacia ella para abrazarla fuerte, como si así pudiera lograr borrar todo lo que presenció, el miedo que sintió.

—Tranquila, ya acabó —Murmuré cerca de su oído y besé su frente. Luego miré a mi alrededor. Ya no habían guardias, ni ningún saqueador en pie, solo estábamos rodeados de muerte.

Un quejido ronco se escapó de mis labios en el instante en que sus manos se aferraron con fuerza a mi cintura.

—Estás herido... —Su rostro estaba húmedo por las lágrimas y su mirada ya no era de miedo, sino de preocupación.

—Tranquila, voy a estar bien.

El costado me dolía, pero nada comparado con mi brazo. Llevé mi mano hacia ahí. Una punzada aguda me recorrió el cuerpo y, al mirar, vi lo profunda que estaba incrustada la hoja de la daga en mi piel. Mi corazón latía con fuerza no solo por el dolor físico, sino por tener a Jane frente a mí presenciando tanta muerte y dolor.

—Ansel… —Su voz tembló en la oscuridad, y su mirada era algo que lograba darme cierta tranquilidad, porque sabía que ella estaba a salvo. —Debemos salir de aquí, necesitas atención médica.

Le di una sonrisa corta, tratando de transmitirle seguridad. Luego, con determinación, tomé la empuñadura de la daga entre mi dedos y, sin dudar un instante, la extraje de mi brazo. Un grito ahogado se me escapó, pero hice un esfuerzo por mantener la calma. La sangre brotó de la herida, y el rostro de Jane se ensombreció con preocupación.

—¿Por qué hiciste eso? ahora sangrarás más.

La miré a los ojos y le dije:

—No puedo permitir que el dolor sea un impedimento. Necesitamos regresar a casa.

Sin pensarlo dos veces, Jane tomó uno de los bordes de su vestido de novia, el cual ahora estaba lleno de tierra y hojas secas, y lo rasgó con firmeza, creando un vendaje improvisado. Con manos temblorosas, comenzó a envolver la herida en mi brazo, sus dedos rozando mi piel. El roce de su mano era un alivio en medio del dolor, y el contacto generaba una tensión que no lograba evitar. La miré en todo momento mientras ella ataba el vendaje, concentrada en el torniquete que acababa de hacer.

Luego, levantó con cuidado mi camisa. La sangre que la herida en mi costado había derramado, ahora estaba adherida a la tela. Fue doloroso cuando comenzó a despegarla, y más aún cuando comenzó a rodearme con sus brazos para hacer otro torniquete en ella, para mi suerte esa no era tan profunda.

—Lamento haberte puesto en peligro —Murmuré, sintiendo el peso de mis palabras como una cadena en mi pecho.

Ella me miró al instante. La preocupación se dibujaba en su rostro, y aunque sus labios permanecían sellados, podía sentir como si una tormenta se desatara en su interior.

—No es culpa tuya. Fue una emboscada ¿recuerdas? —respondió, su voz un susurro en medio del bosque —Cuando decías que tenías problemas en el Condado ¿era esto a lo que te referías?

Asentí.

—Por un tiempo abandoné a mi pueblo... no quiero dar detalles sobre eso —Dije, pues vi sus intenciones de hablar —En esos meses, la banda los "Cuervos" se asentó en este bosque. Aprovechó mi desvinculación y falta de interés, para tomar riquezas y asaltar a los pobladores y visitantes... todo se salió de control, todo esto es mi culpa.

—¿Por qué no pediste ayuda a tus hermanos, a Theon, incluso a Landon en su momento?

—Porque es mi Condado, son mis problemas ¿Qué clase de duque sería si no soy capaz de hacerme cargo? Yo fui el causante de ésto, yo tenía que ponerle fin.

—Serías un duque que sabe pedir ayuda, así como en su momento la dio a quienes la necesitaron, a mi hermano por ejemplo. Se trata de tu pueblo, Ansel —Dijo con firmeza, y su comentario me hizo entender que tal vez no hubiéramos llegado a este punto si le hubiera contado a Erick, pues Gael, gracias a James, ya sabía desde hacía unas semanas, cuando se desató una oleada de asaltos y murieron varios inocentes.

—De nuestro pueblo... —Corregí —Serás una buena duquesa Jane.

Ella sonrió casi imperceptible, para luego verme a los ojos.

—¿Qué haremos ahora?

—Ir a casa... pero antes tengo que hacer algo.

Me puse de pie. Sentí una punzada de dolor en mi costado, y una presión en mi brazo vendado al realizar tal acción. Fui hacia donde estaba el cuerpo de Mortimer, levanté mi sable del suelo y sin pensarlo lo asesté contra el cuello del líder muerto.

—¿Por qué? —Escuché su pregunta a mis espaldas. Su voz era apenas un hilo débil y tembloroso.

Sin voltear a verla, mientras limpiaba la sangre de mi sable en la ropa de Mortimer, hablé:

—Porque esta noche con los guardias muertos, le he vuelto a fallar a mi pueblo. La cabeza de su verdugo es la única muestra de redención que obtendré de sus familiares. Es la prueba que le daré a mi pueblo de que la amenaza ha acabado —Voltee a verla, sus ojos me miraban fijo como si quisieran encontrar mi alma —Esta noche también te he vuelto a fallar, Jane, y si te llegara a suceder algo no me lo perdonaría...

Jane, caminó hacia mí con lentos pasos. Sus delicadas manos sujetaron las mías sin previo aviso, poniendo a mi corazón a latir aún más rápido.

—Nada me va a ocurrir, estamos juntos en esto ¿recuerdas? —Me dio una de esas dulces sonrisas que me hipnotizan —Prometiste cuidarme, así como también lo haré yo.

Un impulso desenfrenado se apoderó de mí. Llevé una de mis manos hacia su mejilla. Tracé una fina línea con mis dedos que terminó en su labio inferior, ahí me quedé, contemplándola, al igual que ella a mí... pero no por mucho tiempo, no era el momento, ni tampoco podía volver a perder el control.

—Vamos. Si salimos ahora llegaremos al amanecer —Informé mientras guardaba la cabeza de Mortimer en una bolsa.

Luego fui hacia los caballos que estaban atados al carruaje. Liberé a tres de ellos y dejé uno.

Jane se subió al animal quedando al frente y yo lo hice detrás de ella, para así salir al galope, adentrándonos en el bosque, avanzando por aquel sendero solitario iluminado solo por la luna que se abría paso entre las ramas de los árboles.

Todo lo que había sucedido solo me convencía de algo: Jane no va a volver a estar en riesgo. Estoy dispuesto a eliminar todas las amenazas que pongan en peligro su vida.

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Hola, hola.

Un capítulo de madrugada y lleno de sangre y muertes.

Díganme, ¿les gustó?

¿Cuando Ansel decía que tenía problemas en su Condado imaginaron algo como esto?

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