Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 29: Conexión.

¿Ella quiere que baile con él?

—Lizzy, no creo que…

—Nada me haría más feliz que mi hermano favorito y mi mejor amiga se nos unieran a bailar.

—Lizzy no… —Intenté de nuevo, pero las palabras no me salían de los labios.

—Mi marquesita, es hora del baile —Interrumpió Philips con una sonrisa genuina en sus labios, para luego tomar a Lizzy de la mano y besarla cariñoso.

—No acepto un “no” como respuesta —Dijo mi amiga, tajante, segundos antes de dirigirse a la zona de baile, dejándonos al duque y a mí solos debajo del muérdago del altar.

Yo, evitaba su mirada en silencio, y aunque mi mente me gritaba que saliera corriendo lejos de él, mi corazón le ordenaba a mis piernas que temblaran de nervios pero que mantuvieran la posición. En cambio él, permanecía en silencio, y aún sin verlo directamente sentía su gélida mirada sobre mí. En un momento determinado, Lizzy dio un giro en su baile, quedando de frente a nosotros y nos hizo un ademán para que nos uniéramos a ellos.

—Creo que mi hermana nos asesinará si no lo hacemos —Sentí su voz gruesa sorpresivamente cerca de mi oído, obligándome a verlo directamente a los ojos.

No emití sonido alguno, solo lo observé. Pensando qué respuesta coherente darle sin demostrarle que un baile con él me afectaría más de lo que puedo imaginar.

—Cuando quiere algo, —Prosiguió —No se detiene hasta lograrlo, y en caso de no hacerlo, se encargará de demostrarnos su descontento por el resto de nuestras vidas —Su semblante era serio, aunque noté la sombra de una media sonrisa en sus labios. Su voz se escuchaba en apenas un susurro embelesador, sus ojos no dejaban de ver directamente los míos, y yo hacía hasta lo imposible por evitarlos.

Miré a nuestro alrededor…

Los invitados observaban felices a los recién casados bailar aquella melodía romántica y cautivadora. La servidumbre se encargaba de que todos tuviesen en sus manos alguna bebida. Nadie reparaba en que nosotros aún estábamos en el altar: él esperando mi respuesta, y yo, replanteándome la idea de bailar con él por primera vez, negándome a la idea de llevar mis sueños a la realidad.

Voltee a verlo.

Se encontraba de pie junto a mí, tan cerca que tuve que alzar la vista para verlo, pero no lo suficiente como para rozar lo indebido. Vestido con pantalón y chaleco negros con botones de oro y una camisa rojo oscuro debajo. Su semblante era relajado, y sus manos enguantadas con guantes de cuero negro estaban elegantemente detrás de su espalda.

—Muy bien, su excelencia. Aceptaré bailar con usted solo porque mi mejor amiga me lo pidió —Hablé lo más firme que pude.

—Muy bien, cumplamos el deseo de bodas de mi querida hermana —Me ofreció su brazo para que yo lo entrelazara con el mío, y caminamos juntos hacia el centro de la pista de baile.

   Sentí nuevamente cómo cientos de miradas estaban sobre nosotros. Creí escuchar comentarios de sorpresa, por los cuales, no me sorprendería un nuevo artículo en aquella columna de chismes. 

—Ignórelos, solo míreme a mí —Murmuró, segundos antes de tomar mi mano para dirigirme a nuestra posición.

No había reparado en lo hermosa que era la pista de baile. Con el suelo de cristal, el cual reflejaba nuestro andar y los últimos colores del atardecer. Se encontraba rodeada de rosas de distintos colores que le otorgaban un exquisito aroma al lugar y la sensación de estar en un jardín de ensueño. Y a su alrededor, cientos de invitados, vestidos con elegancia nos observaban con miradas completamente indescifrables para mí.

La envolvente melodía llenaba el aire, creando un escenario romántico igual al de mis sueños. Producto a que la noche ya se estaba acercando, unos candelabros comenzaban a iluminarse a nuestro alrededor, obligándome a sentir una mezcla de nerviosismo y emoción que me resultaba tan familiar.

En ese instante, él sonrió con sutileza, poniendo a mi pobre corazón a trabajar más de lo debido. Tal vez notó mis nervios, tal vez mi rostro es de total desconcierto, pero aún así no iba a permitir que se riera de mí en mi cara, no cuando estoy tan molesta con él.

—¿Qué le causa tanta gracia? —Hablé solo para nosotros, arrugando mi entrecejo.

—Usted está llevando mi colgante, tal y como me lo prometió.

Soy una tonta.

—Lo llevo porque combina con mi vestido, aunque fui una tonta en escogerlo. No debería de haberlo utilizado ¿es eso lo que le da placer, que lleve un obsequio suyo?

Negó con su cabeza.

—No, milady... Mi mayor alegría radica en haber acertado en la elección de mi obsequio. Ese colgante realza su belleza de una manera deslumbrante —Ladeó su cabeza, mientras arrugaba su entrecejo —¿Por qué está tan molesta conmigo?

¿Por qué estoy tan molesta con él?

¿Tiene el descaro de preguntarlo?

Mi descontento se origina de múltiples fuentes. En primer lugar, su llegada fue un asalto inesperado a mi vida, como un torrente que desgarra la calma del río. Llegó a mí con ese aire carismático y luego me lanzó palabras que se convirtieron en dardos afilados, las cuales intentaron separar nuestras almas, sumiéndome en una confusión inquietante.

Sin embargo, la volubilidad de su naturaleza no tardó en revelar su rostro más conciliador; se disculpó, implorando mi amistad con una sinceridad que cautivó momentáneamente mi corazón. Más, en un giro inesperado, esa amistad fue manchada por un beso: un acto que resultó ser todo para mí, pero nada para él.

Al final de esta danza inusitada de sentimientos, se atrevió a solicitar nuevamente mi amistad antes de desaparecer como un susurro en el viento, dejándome con el eco resonante de aquel beso, que se ha erigido como la experiencia más electrizante de toda mi existencia. Ahora me encuentro atrapada en la confusión, pues, al contemplar ese breve instante de ardor, me atrevo a susurrar en mi interior que, tal vez, podría llamarlo amor, un amor que él no siente, y eso me lo demuestra una vez más con su actuar desinteresado, como si nada hubiese ocurrido entre nosotros.

Pero no pienso reclamarle, no pienso decirle todo lo que siento. No vale la pena.

—Limitémonos a bailar, su excelencia —Respondí, tajante.

Alcé mi mano, y sentí cómo la de él se entrelazaba con la mía en un gesto delicado. Inevitablemente un escalofrío recorrió toda mi columna, provocándome un cosquilleo en el estómago que no pude ignorar. Luego llevó su mano libre a mi espalda, despertando en mí un torbellino de sensaciones iguales a la de mis sueños, solo que éstas estaban ocurriendo en realidad.

La envolvente melodía guiaba nuestros movimientos mientras inevitablemente nos mirábamos a los ojos, como si fuéramos los únicos en aquel lugar, pero luego yo reaccionaba, y veía hacia un punto fijo lejos de esa mirada gris igual a la del cielo cuando está triste. La música indicó que tenía que caminar en círculos a su alrededor, y mientras lo hacía, él no dejaba de verme con intensidad, como si cada paso que daba fuera un motivo para no apartar sus ojos de mí.

Luego me detuve detrás de él, así como el baile lo indicaba, quedando nuestras espaldas una junto a la otra. El contraste de la firmeza y la anchura de su espalda, con la fragilidad de la mía, provocaba que mi corazón latiera desbocado.

Y cuando él se volteó para quedar frente a mí, otra vez me quedé perdida en la intensidad de su mirada. Luego me percaté cómo su atención se desviaba de mis ojos a mis labios, como si fuese una promesa silenciosa, dejándome así confundida, furiosa y aún más enamorada, porque eso era lo que me ocurría; estaba perdidamente enamorada de él. Pero también estaba furiosa porque él no sentía lo mismo y aún así disfrutaba llenándome de confusión.

   La melodía culminó, y todos los invitados siguieron a los recién casados hacia el salón donde estaba servido el banquete, lejos del jardín.

—Qué bueno que decidiste venir, amigo mío —Dijo mi hermano una vez que llegó a nuestro lado.

—No me lo perdería, no soy un desarmado como a veces quiero hacer creer.

—Yo sé que no —Respondió Theon con una media sonrisa.

—¿Vienes, hermana? —Esta vez fue a mí a quien volteó a ver.

—Iré en un momento, hermano. Necesito respirar aire fresco.

—¿Aún te da nervios estar frente a todos? —Preguntó mi hermano con ingenuidad.

—Qué te puedo decir —Fingí una sonrisa —Soy una señorita de campo.

—Está bien, pero no demores, o sino vendré a por ti.

   Mi hermano miró al duque, quien aún seguía en silencio junto a nosotros, y luego hizo un ademán para que éste lo siguiera a adentro. Como era lógico, no iba a permitir que me quedara a solas con un hombre por muy amigos que estos fuesen. Si supiera que esa confianza que una vez puso entre nosotros, fue mancillada con un beso no correspondido.

Una vez que me quedé a solas, lo primero que hice fue inspirar profundo y luego soltar toda esa energía que me estaba atormentado, tratando de despojarme de su recuerdo, de su voz y su mirada. Mientras miraba el cielo estrellado no dejaba de replantearme el por qué había sido tan tonta de sentirme atraída hacia alguien que claramente no me quería, que no tenía intenciones conmigo.

Con lágrimas deslizándose por mis mejillas, me encontraba en la penumbra del altar, acariciando el simbólico muérdago que pendía con gracia sobre mí. En aquel instante, recordé las innumerables narraciones que he leído, relatos en los que las almas románticas, al alcanzarse en el abrazo del amor, sellaban sus destinos mediante un beso bajo la benevolente sombra del muérdago.

—¿Por qué llora, milady? —Su voz me asustó, obligándome a secar mis lágrimas con rapidez antes de voltear a verlo.

—¿Qué hace aquí? No puede estar a solas conmigo.

—No me respondió… —Dio unos pasos más, quedando justo frente a mí, debajo del muérdago —¿Por qué llora?

—Ese no es su problema, su excelencia.

—Muy bien… formularé mejor mi pregunta y quiero que me la responda —Ladeó su cabeza y yo fruncí el ceño ante su atrevimiento —¿Por qué le cuesta verme a los ojos?

Otra vez lo está haciendo…

Otra vez está llegando de la nada, está dejando su marca, se está adentrando en mí.

¿Qué le importa si lo veo o no a los ojos?

¿Por qué sigue apareciendo de esa forma?

¿Por qué no me deja en paz de una buena vez?

¿Por qué me resulta tan difícil alejarlo?

¿Por qué mi corazón sigue latiendo de esa forma cuando lo tengo cerca?

Son tantas preguntas que no tienen respuesta…

No…

¡Basta!

No voy a dejar que lo haga, no puedo permitir que me siga atormentando la duda.

—¿Por qué huyó? —Esas palabras dejaron mis labios sin previo aviso, pero no podía negar que moría de ganas por saber la respuesta.

—¿Huir… dijo?

—Si, huir —Me acerqué más a él, dejando en evidencia la gran diferencia de tamaño entre nosotros, y lo desafié con la mirada —Me besó, quedamos como amigos, y luego huyó.

Noté desconcierto en su mirada, como si no esperase que le preguntara aquello. Abrió y cerró la boca en varias ocasiones, para finalmente hablar:

—Soy un duque… tengo obligaciones en mi Condado.

—Mentira…

—¿Qué quiere que le diga entonces?

—La verdad.

—Esa es la verdad, milady. Tuve que ir a mi Condado para atender unas diligencias.

Me crucé de brazos y le mantuve la mirada.

—Eres un mentiroso. Nunca en la vida había conocido a un cobarde como usted, uno que siempre huye de los problemas en vez de enfrentarlos.

Noté cómo su mandíbula se tensaba, y su mirada se volvía aún más gélida.

—Está bien… ¿Quiere que le diga la verdad? ¿Quiere que le confiese por qué me fui luego de besarla?

—Si, dígamelo.

Y justo en ese instante, él se lanzó sobre mí y me besó sin previo aviso, ahí mismo, debajo del muérdago, como todas esa historias de amor que me sabía de memorias. Dejándome confundida, temerosa, pero deseando cada caricia que él me estaba proporcionando. Mi corazón latía fuerte mientras sus labios jugaban con los míos con tanta experiencia, y con aquella intensidad desenfrenada que tanto extrañaba, y luego sentí un vacío al ver cuando los alejó sin previo aviso. Nuestras respiraciones eran un desastre, mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, mis manos temblaban, mis ojos no dejaban de verlo sorprendida y de mis labios no salía ningún sonido más que ese jadeo inevitable.

—La deseo tanto, milady —Murmuró.

Su confesión era algo que no me esperaba.  No podía dejar de pensar en ese beso que me acababa de dar, no quería que se detuviera. Por eso me lancé sobre él y volví a juntar nuestros labios, porque era ahí donde tenían que estar, era eso lo que deseábamos con tantas ansias.

El beso se sentía como un mundo entero de sensaciones nuevas y excitantes para mí. Sus labios eran suaves, pero firmes al mismo tiempo, y sus manos acariciaban mi cuello y me acercaban aún más a él. Nuestras respiraciones eran pesadas e intensas, como si estuviéramos en una carrera contra el tiempo para estar lo más cerca posible el uno del otro... 

—Los amigos no se besan de esta forma —Afirmé, aún con mis labios sobre los suyos. Una sonrisa ladina se apoderó de sus deliciosos labios.

—¿Quiere detenerse?

No, no quiero. Una atracción me impedía alejarme de él, por lo que negué con mi cabeza y él volvió a besarme con más ímpetu.

El latido de mi corazón retumbaba en mis oídos, un eco de deseo que no podía ignorar.

Era un beso ardiente y demandante. Era un beso que hablaba de anhelos reprimidos y de una atracción palpable, un encuentro entre dos almas que se habían buscado en el silencio de la noche.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, un torrente de sensaciones que me envolvió al instante. Mis labios se movían con fervor contra los de Ansel, dejando atrás cualquier reservo. El sabor de su beso era a la vez dulce y electrizante, y sentía un fuego que encendía mi piel. Con cada roce, sentía cómo la vergüenza se convertía en otra sensación más intensa, una mezcla de pasión y vulnerabilidad que me hizo temblar.

Con un gesto decidido, Ansel comenzó a explorar mi cuello, dejando pequeñas mordidas húmedas que me hicieron gemir con suavidad.

—Tu cabello es como el fuego… —Habló sobre mi cuello, dejando rastros de aliento caliente sobre mi piel —Es un incendio que no he logrado apagar.

Mi piel se erizó al contacto de sus labios, sintiendo cómo el calor crecía en mi interior, un fuego que nunca antes había conocido. Cada beso era un susurro, un viaje hacia lo desconocido que me invitaba a rendirme por completo a mis deseos.

Él siguió besándome con toda su fuerza y sus manos comenzaron a acariciar mi cabello. Luego sentí cómo me tomó de las caderas con su mano libre para acercarme aún más hacia él, si eso era posible... Mi cuerpo estaba presionado contra el suyo y sentía su calor en cada centímetro de mi piel. No podía dejar de besarlo, no podíamos separarnos, se sentía como si fuese algo que estábamos esperando por tanto tiempo...

Luego, sin ningún reparo, Ansel bajó la cremallera de mi vestido. No llevaba corsé, por lo que la parte superior cayó sin problema alguno, revelando mis senos firmes y redondos, expuestos frente a él, únicamente con el colgante de la perla adornando mi piel. En ese instante, el rubor de la vergüenza intentó hacer mella en mi mente, pero fue rápidamente ahogado por el deseo creciente. Ansel me miraba con una mezcla de admiración y deseo, como si hubiera descubierto un tesoro escondido en mi piel.

Entonces, se inclinó hacia mí, besando cada curva de mis senos y masajeando mi piel con manos firmes y cuidadosas. La vergüenza se desvaneció como vapor en el aire, para dejarme llevar por las sensaciones. Los escalofríos que recorrían mi cuerpo me llenaban de nuevo, transformando la experiencia en un baile de intensa complicidad. Cada toque, cada beso, se convirtieron en un himno de liberación, donde el mundo exterior dejó de existir para dar paso a una conexión ardiente y sublime entre nosotros. Hasta que, un impulso brusco lo agarró por la espalda y lo separó agresivamente de mí.

—¡¡Suelta a mi hermana, maldito!!

Y corrió directo hacia el duque, acertándole un puñetazo en la cara.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Ahhhhh.

Un capítulo potente, candente, y todos los "ente" que se les pueda ocurrir.

Quiero leer sus opiniones.

¿Les gustó?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro