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Capítulo 22: Puro fuego.

Ansel:

(La noche de la pelea del lobo contra el dragón)

Quemaba.

Aquel contacto imprevisto avivó una extraña llama en mi interior. Sabía que no podía deshonrarla, por lo que irme de Londres y respirar el aire puro de mis tierras fue la mejor opción.

—¿Ansel… qué haces aquí? Sabes lo peligrosos que son esos caminos a esta hora de la noche —James me esperaba en la entrada del Palacio Ducal bastante desconcertado. De seguro algún vigía me divisó a lo lejos.

—No lo ves… vine a mi hogar. —Fingí una sonrisa despreocupada, pero sabía que tarde o temprano mi amigo se daría cuenta de que algo me sucedía… si no es que ya lo había hecho.

—Hace una semana me escribiste que no vendrías hasta dentro de un mes, luego de la boda de tu hermana, y ahora apareces a esta hora de la noche, con esas fachas y esos… —Entrecerró sus ojos para intentar verme entre la penumbra —¿Esos son golpes? —Comenzó a seguirme hasta mi despacho.

Pues sí. Luego de dejar tirado a Krueger en la puerta de su propiedad, fui rumbo a la propiedad de la autora del diario de chismes, sí, la conozco.

Hace cuatro años, cuando Rose y yo nos casamos, muchos miembros de la sociedad comenzaron a llamarme interesado: “El segundo hijo de un duque, contrae matrimonio con la única hija y heredera del duque de Whingbury”.

La autora me defendió aún sin conocerme, por lo que me dispuse a investigar su paradero, hasta que di con ella.

—James… justo ahora no estoy para tus interrogatorios —Me serví un vaso de brandy y lo bebí de un solo sorbo, y luego, me serví cuatro más e hice lo mismo con cada uno.

Mientras tanto, James me miraba sorprendido, con las manos cruzadas sobre su pecho.

—Definitivamente algo te ocurre… sin hablar de esos golpes que traes en el rostro.

Sentí un ligero mareo, y unas ganas desenfrenadas de felicidad, que probablemente dentro de unos minutos serían más fuertes gracias a la rapidez con la que me bebí aquella bebida.

—Pídele al mozo de cuadra que me prepare un caballo —Me dirigí hacia el armario que tengo ahí con algunas capas y vestimentas.

—Es tarde, ¿a dónde irás a esta hora de la noche, y en esas condiciones?

—¿A dónde crees que iré, James? —Hablé con un tono burlón que sabía perfectamente que a él le molestaba. —Iré al lugar que muchas veces te has reusado en acompañarme.

Él tensó su mandíbula, luego me miró directo a los ojos con una mirada recriminatoria.

—Lo que Lysandra oferta no es de mi gusto.

Una sonrisa ladina se adueñó de mis labios.

—Querido James, Lysandra tiene ofertas para todos los gustos —Lo apunté con mi dedo en su pecho —Inclusive el tuyo.

Él permaneció en silencio, escudriñándome con la mirada.

—Sabes muy bien que esa no es la solución a tus problemas, recuerda que eres el duque de este Condado, Ansel.

—Como si yo fuera el único noble que asiste a ese lugar —Una risa sonora se escapó de mi labios —Anda, has lo que te pido.

James se dirigió hacia la puerta, y antes de retirarse, volteó a verme nuevamente.

—Disfruta hoy, mañana tienes una reunión con los pescadores.

—¿Cómo supieron que venía?

—No lo saben… yo asistiría en tu lugar, pero ya veo que necesitas con urgencia poner los pies en la tierra.

Y así se retiró de la habitación, dejando un sonido ensordecedor en el ambiente, pero otrogándome  privacidad para escoger una vestimenta más adecuada para mi paseo nocturno: Una camisa blanca, pantalones negros, una capa negra para cubrirme de la fría noche y unos guantes negros de cuero.

🥀🥀🥀

De Londres a Dover: provincia donde se encuentra mi Condado, son tres horas en carruaje. Del centro de Dover a Whingbury, solo son treinta minutos, por lo que ya era bastante tarde en la noche. Pero éste lugar en específico cobra vida a esta hora de la madrugada.

Situado en el corazón del bullicioso Dover, uno de los pocos locales de este estilo que son legales.

Se trataba de una imponente mansión de tres pisos conocida como: "El edén de Lysandra". Su fachada de piedra grisácea estaba adornada con elaborados detalles arquitectónicos y enrejados de hierro forjado que custodiaban las ventanas adornadas con cortinas de terciopelo rojo. La entrada principal estaba flanqueada por columnas de mármol blanco, insinuando la opulencia que aguardaba en su interior.

Dejé mi caballo al cuidado del mozo que siempre está en el exterior, para así entrar a aquel lugar lleno de lujuria y diversión desenfrenada.

Al ingresar a la mansión, fui recibido por un vestíbulo lujosamente decorado con tapices orientales, candelabros de cristal centelleantes y un suave susurro seductor de música que fluía desde los salones contiguos y que ya me resultaba tan familiar. El suelo de madera pulida resonaba con los suaves pasos de las hermosas mujeres que cargaban con bandejas de plata con bebidas fuertes en ella.

Una joven de cabello negro y corto, y un vestido seductor con encajes en negro, se me acercó con una sonrisa pícara y yo tomé uno de los vasos con whisky que ella servía. Su intención era que yo la escogiera, pero ya yo tenía a mi favorita. Así que seguí mi camino ignorandola por completo.

Esa es la razón verdadera por la que abandoné Londres.

No soy un libertino. No me jacto de acostarme con cuanta dama pase por mi camino. Solo hay una en específico destinada para eso. Una que logra satisfacer mis necesidades, pero que también sabe escucharme y hablarme.

Continué mi camino.

Unas cortinas rojas dividían el vestíbulo del salón principal, y al cruzarlas, me encontré con una estancia majestuosa con techos altos adornados con molduras elaboradas, donde habían varios Lores reunidos, disfrutando de puros, brandy finos y de la compañía de la atracción principal: Mujeres extremadamente seductoras y hermosas.

Los muebles de estilo rococó invitaban al descanso y la charla animada, mientras que las pinturas al óleo de desnudos clásicos colgaban en las paredes, insinuando el ambiente de libertinaje que prevalecía en la mansión.

—Milord, qué sorpresa verlo nuevamente por aquí —Una joven de piel aceitunada y cabello ondulado se me acercó. —¿Busca a Madame Lysandra?

—Dígale que la esperaré en el lugar de siempre. —La joven asintió, y yo continué por el corredor rumbo a las escaleras que ya conocía muy bien.

En el segundo piso, se encontraban las habitaciones privadas. Seguí por el corredor, y con cada paso que daba inspiraba el olor a perfume exótico que se mezclaba con el rumor de risas y murmullos de pasión que se escuchaban a través de las puertas.

Seguí mi camino hasta llegar a la última puerta. Saqué la llave de mi bolsillo y al entrar, un golpe de recuerdos y flashbacks invadieron mi mente. La habitación era igual que como la recordaba: Decorada de forma suntuosa y elegante, con un dosel de seda y tocadores de marfil con espejos dorados por todas partes, alcé la vista al techo y me encontré con el espejo que mandé a colocar justo encima de la enorme cama. Me acerqué a uno de los tocadores y prendí las velas aromáticas que ahí habían.

—Vaya, vaya, vaya. No me esperaba esta visita. —Voltee a verla con lentitud, y ahí estaba ella, parada justo frente a la puerta que ya había cerrado con delicadeza. Con el cabello largo y de color castaño. Sus ojos eran de color miel y me veían con cierta picardía, con aquella sonrisa llena de lujuria, y ese vestido rojo vino ajustado en los lugares perfectos, dejando resaltar el nacimiento de sus enormes senos.

—¿Me dirás que esperabas a alguien más, Lysandra? —Ella comenzó a caminar hacia mí, con ese contoneo de caderas que volvería loco a cualquier hombre menos a mí, y no me mal interpreten, ella me enloquece, pero solo para pasar un rato agradable.

—Sabes muy bien que mis servicios solo son para ti —A este punto, ya estaba lo suficientemente cerca como para que yo la tomara por la cintura y la atrajera hacia mí de una buena vez.

—Para ti, es usted. —Le hablé con firmeza, y luego le di una nalgada que ella recibió con una sonrisa divertida, ese era nuestro juego.

—Pensé que no volvería a verlo —Dijo, mientras caminaba hacia un enorme armario que había en una esquina de la habitación.

—Yo también pensé lo mismo…

Lysandra abrió el armario, dejando al descubierto una gran cantidad de vestidos provocativos y una basta colección de pelucas. Tomó en sus manos una peluca con una extensa cabellera negra y prosiguió a colocársela.

—Hoy no la uses —Ella me miró con extrañeza, pero aún así mantuvo su cabello suelto para mí. 

—Su excelencia cambió de gustos —Comentó con una sonrisa ladina, pero ese comentario lo sentí como una punzada en el estómago.

—No me llames así.

—Como usted ordene, milord. —Ella ignoró mi comentario fuera de lugar, y continuó acercándose mientras comenzaba a desatar de manera sensual las tiras de su corsé.

Lysandra es una mujer hermosa. Sus voluminosos atributos siempre han sido algo que me enloquecen, no hasta el punto de convertirse en amor, solo siento que es la única que puede saciar mis demandas sin llegar a nada más.

Verla con ese cabello suelto que le acariciaba las caderas me hizo enloquecer. El cabello largo es algo que admiro en una mujer, y Lysandra sabe muy bien ese gusto en particular, pues me veía sonriente.

—Está más largo que como lo recordaba —Comenté.

—Lo dejé crecer por si algún día regresabas.

 

Una vez estando cerca, acarició con su dedo mi labio golpeado, el cual ya estaba hinchado. Esa acción insignificante avivó ese fuego en mi interior, pues me recordó la razón por la que había huido de Londres. Justo cuando estaba dispuesta a besarme, un arranque desenfrenado se apoderó de mí, y la sujeté por el cuello, alzando su mirada hacia la mía.

—No me beses en los labios —Le ordené, nuestros labios estaban tan cerca que casi rozaban la piel del otro.

—Como ordene, milord —Sonrió con picardía, haciendo una mueca por la incomodidad de mi agarre —Hay otros lugares más divertidos para besar.

Sonreí, porque ella siempre lograba su cometido, y entonces la voltee boca abajo sin contemplación, a lo que ella respondió con un gemido delicado.

Continué desatando los cordones de su corsé y luego la lancé sobre la cama. Lysandra, casi me arrancó la camisa, para luego exponerme sus senos firmes y redondos, los cuales probé con desespero mientras que ella se encargaba de retirar toda mi vestimenta para permitirnos sentir todas las sensaciones que provocaban el roce constante de nuestra cálida piel.

  El placer logró hacerme olvidar todos mis tormentos y tomé aquel cuerpo curvilíneo con ansias, dejándome envolver por el deseo mientras la embestía una y otra vez hasta que ambos llegamos a ese punto sin retorno, a esa explosión de sensaciones desenfrenadas.

Me quedé suspendido sobre ella, admirando los últimos espasmos del climax, ambos con la respiración hecha un desastre.

Lysandra abrió sus ojos color miel y notó cómo yo la estaba admirando.

—Algo cambió en ti —Dijo con dulzura. El momento de nuestro juego de roles había acabado. Lysandra es una de las pocas personas que puede tutearme.

—Sigo siendo el mismo —Me hice a un lado y me recosté junto a ella.

—Has dejado a un lado la peluca negra.

—Tenía ganas de verte a ti. —Ella se acomodó en mi pecho y yo comencé a acariciar su espalda desnuda.

—Si no quieres hablar, está bien... pero me alegra que estés avanzando.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Hola, hola.

Disculpen la tardanza de mi actualización. Lamentablemente los problemas ocurren, pero bueno,  ya estoy de regreso.

¿Les gustó el capítulo?

En multimedia tiene la fachada de "La casa de Lysandra"

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