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Capítulo 2: La verdad.


  Theon Chadburn hablando:

  El vizconde Edmund Chadburn; un hombre respetado, educado, siempre alegre y servicial. Cosas como esas siempre decían de mi padre. Todos lo saludaban e invitaban a las mejores fiestas como si de un hombre ejemplar se tratara, en cambio, él era todo lo contrario.

  No solo era un hombre sin corazón, sin amor para darle a sus hijos, un hombre que ni siquiera lloró en la muerte de sus dos esposas, que ni siquiera estuvo presente dándoles la mano. También era un hombre que bebía hasta altas horas de la noche, apostaba en clubes clandestinos bajo el nombre de cualquier sirviente para que no lo reconocieran y era en extremo mujeriego; ese era mi padre.

  Era agresivo con los sirvientes y los maltrataba verbalmente, en realidad me sorprendía lo fieles que eran al no salir corriendo de la mansión, pero tiempo después, me di cuenta de que ninguno huyó para no dejarme solo con ese monstruo. Todos ellos eran muy queridos para mí, entre todos, me dieron el amor que necesitaba.

Nunca vi una pizca de sentimientos de mi padre hacia mí, más bien me exhibía como a un trofeo frente a la sociedad, hablando de lo bien educado que estaba y lo bien preparado que me encontraba para sustituirlo en el puesto de vizconde cuando llegara mi momento. Toda esa educación y buenos modales se los debía a Mary, mi nana, es a ella a quien puedo llamar mi segunda madre.

  Pero esa pizca de felicidad que sentía el señor vizconde cada vez que me exhibía, se vio afectada una mañana en la que casi muero… Solo tenía diez años, pero ya era bastante ágil montando a caballo. Esa mañana, como todos los días, estaba cabalgando en el campo, y una serpiente se cruzó en el camino… Mi caballo se alzó en dos patas asustado y me lanzó de espaldas al suelo.

Estuve inconsciente dos semanas, debatiéndome entre la vida y la muerte, con un pronóstico bastante reservado sobre cómo acabaría mi cuerpo reaccionando al accidente. En todos esos días, fueron los sirvientes y mi nana quienes estuvieron al pie de mi cama, vigilando cada progreso y agravamiento. Y se preguntarán:

¿Dónde estaba el señor vizconde?

Pues mi querido padre, en vez de estar a mi lado, cuidándome, llorándome y pidiéndole al cielo que saliera ileso de mi accidente, estaba de baile en baile, buscando a una señorita casadera que le diera otro heredero por si yo no lograba sobrevivir.

Finalmente desperté y de ahí en adelante solo presenté mejorías… Pero mi padre ya se había casado con una joven veinte años más joven que él…

Mi relación con aquella joven, Janet, era espléndida. Ella no tenía idea de cómo era ser una madre, pero siempre se esforzó para ser lo más cercano a una para mí: Amorosa, siempre me daba un abrazo, un beso en la mejilla, una sonrisa cálida, ella supo ganarse mi corazón en poco tiempo. A veces me preguntaba qué pudo haber visto una joven tan dulce y amorosa en un hombre tan frío y despiadado como mi padre, luego recordé que él era un experto si de apariencias se trataba.

Poco tiempo después llegó la noticia de que Janet estaba esperando un hijo, tendría un hermano o una hermana a la que siempre protegería y que siempre estaría a su lado, dándole mi amor y protegiéndolo de todo. La dulce espera fue desesperante, tanto Janet como yo ansiábamos ver por fin el rostro del bebé. Mientras que mi padre solo veía la enorme panza de su esposa como si dentro de ella se encontrara un trofeo o un gran logro.

Finalmente llegó el gran día, y lo que parecían al principio gritos de dolor ligados con alegría, terminaron en el sonoro llanto de un bebé, en el silencio de una madre y en los gritos de mi padre:

—¡Sáquenla de mi vista! —Gritó mi padre y yo no entendía lo que sucedía, pues estaba solo, sentado en el suelo afuera de la habitación.

No pude aguantar más, así que entré y me encontré con un escenario realmente desgarrador, uno que hoy en día no he sido capaz de olvidar…

Janet había muerto, su camisón y las sábanas blancas de la cama estaban ensangrentadas. Mary estaba limpiándola y terminó tapándola con una sábana blanca para que su rostro sin expresión estuviera oculto. En cambio, mi padre estaba a un lado, discutiendo con la matrona y maldiciendo al bebé por alguna razón que aún no sabía. Ese pobre bebé no paraba de llorar, probablemente estaba hambriento y necesitado del calor de su madre, por lo no pude evitar llorar pues él tampoco sabría lo que era el calor de una madre, de seguro así me comportaba yo el día que nací. Ese bebé y yo teníamos esa desgracia en común.

Mientras que mi padre ignoraba por alguna extraña razón a su recién nacido, Mary lo cargó en brazos y lo trajo hacía mí, y fue ahí que comprendí todo lo que estaba ocurriendo…

Era una niña, una niña hermosa. Tan blanca como nunca antes había visto a una persona, y su cabello era algo sorprendente para mí, era tan rojo que parecían pequeñas y suavecitas llamas. Una lágrima corrió por mi mejilla en el momento en que esa pequeña dejó de llorar y con su diminuta manita sostuvo mi dedo.

—Hola pequeña —Le sonreí, y como si me entendiera ella se quedó calmada escuchando mi voz —Soy tu hermano mayor, me llamo Theon —Pasé mi dedo delicado por su pequeña y suave mejilla —Te prometo que nunca te voy a abandonar, tú siempre serás mi prioridad.

—Theon, hay que ponerle un nombre —Me sugirió Mary, quien aún estaba a mi lado.

Miré a mi padre, aún estaba discutiendo con la matrona, probablemente por la impotencia de haber perdido a otra esposa en un parto, o por haber tenido una niña en lugar de un varón, o porque esa niña tenía una belleza única. En todo caso sabía perfectamente que mi hermana no era una prioridad para él.

—Te llamarás Jane —Finalmente hablé y no pude evitar sonreir al ver a mi pequeña zanahoria retorcerse entre mis brazos.

—Es un hermoso nombre —Dijo Mary.

Pero era obvio que mi padre no quería a Jane, el solo hecho de ser mujer y de su belleza única ya lo molestaban bastante.

Ese señor, me encerraba en mi habitación con la excusa de que estudiara, pero yo sabía perfectamente que era para golpear y castigar a Jane sin razón alguna.

¿Qué podía hacer yo; un joven de dieciséis años?

Hasta que, un día se me ocurrió una idea:

—¿Padre…? —Entré con cuidadosos pasos en su despacho.

—Dime… ¿qué quieres?

—Estaba pensando… —El miedo se apoderó de todo mi cuerpo al ver a mi padre mirándome de esa forma tan cansina y furiosa.

—¡Dime qué quieres, niño! ¡No tengo todo el día! —Y sí que lo tenía… él solo se la pasaba bebiendo en la soledad de su despacho.

—¿Por qué no envías a Jane lejos, donde nadie pueda verla? —Mi padre entrecerró los ojos y me hizo un ademán para que continuara hablando —En el campo, nadie la verá y usted no tendrá que lidiar con ella.

En ese instante, mi padre dio un golpe con sus manos en la madera de su escritorio, y se levantó con brusquedad. Pensé lo peor, pero en cambio:

—Tienes razón... —Me abrazó, pero no era un abrazo cariñoso, más bien era un abrazo de esos que te causan escalofríos —No la necesito aquí.

Y así fue como logré que Jane fuera enviada por tiempo indefinido a la mansión de campo de la familia, bajo el cuidado de tía Margaret. Si bien el corazón se me hizo pedazos, era la única forma de que mi padre no le volviera a poner una mano encima.

Cada fin de semana iba religiosamente a visitarla, mi corazón se iluminaba cuando veía lo feliz que ella estaba, lejos del monstruo de nuestro padre. Ella llenaba mi corazón de amor y fuerzas para cada lunes regresar a mi infierno, hasta que un día ya no pude volver…

Un día me levanté con malestar, y luego ese malestar se fue intensificando. Mi cuerpo se debilitó, mi temperatura corporal aumentó y una terrible tos me dejaba sin aire, una tos que manchada de color carmesi mis pañuelos, una tos por la que fui aislado en mi propia casa…

Le llaman tuberculosis…

Un virus del cual muy pocos sobreviven, altamente contagioso. Solo Mary se quedó a mi lado, cuidándome, siguiendo al pie de la letra los locos tratamientos de los médicos: Obligándome a beber aceite de hígado de bacalao, haciéndome masajes con vinagre e incluso inhalando trementina… Fue un proceso doloroso, de incertidumbre y de depresión.

Decidí abandonar a Jane, decidí no contarle nada de lo que me ocurría. No quería que se sintiera triste por mí, prefería que me odiara antes que ponerla en riesgo, pues sabía que en cuanto supiera de mi condición ella vendría a cuidarme, y no iba a permitir que se contagiara con esa enfermedad.

¿Y mi padre?

Pues mi padre otra vez me abandonó. Mientras yo me debatía entre la vida y la muerte, él se la pasaba de baile en baile buscando a una nueva esposa, solo que esta vez el fatal final de sus anteriores esposas había llegado a oídos de una escritora anónima de chismes, la cual corrió la voz de que el título de vizcondeza estaba maldito, pues todas acababan en la tumba al dar a luz, por eso esa vez él no logró su objetivo.

Fueron meses duros, en todo ese tiempo sufría por mi querida Jane, me dolía pensar en todo lo que ella estaba sufriendo al no volver a verme. Mi tía Margaret siempre supo de mi enfermedad, ella sufrió mucho al no poder acompañarme, pues le pedí encarecidamente que mantuviera mi secreto.

Un año después, finalmente logré rebasar el virus. Mi cuerpo estaba débil, por lo que pasé por un proceso lento para volver a ser el joven fuerte y de buen semblante que solía ser. Luego de estar recuperado, descubrí que mi padre había crecido una gran deuda gracias a sus apuestas enfermizas, por lo que me dediqué a reconstruir nuestro patrimonio y que nuestro apellido no se manchara, no por mi padre, sino por mí y por Jane que no teníamos la culpa de tener a semejante monstruo como progenitor.

Días después mi padre enfermó, según el doctor su corazón estaba bastante débil, por lo que me dediqué de lleno a mantener el título de vizconde bajo la sombra de mi padre. A la luz, todos veían a mi padre como todo un hombre próspero y de buen apellido, pero detrás de todo eso estaba mi esfuerzo y dedicación para que nuestro patrimonio no cayera por culpa de sus vicios, los cuales cada vez iban creciendo, cada vez bebía más, incluso fumaba más. Y años después, mi padre finalmente murió.

Ahora es tiempo de reunirme con mi pequeña zanahoria. Es tiempo de abrazarla y de explicarle todo por lo que pasé, espero que entienda que todo lo hice para protegerla.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Hola, hola.

Y aquí está el origen del nombre de nuestra Jane.

Quise hacer un capítulo desde las perspectiva de Theon, para que conocieran mejor la historia de estos dos hermanos.

Espero y les gustara.

Lady Claudia.

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