Capítulo 19: Una escoria.
Duque Ansel Dagger hablando:
Hace tres meses.
—Eres fuerte Ansel, puedes superarlo… yo no.
Esas palabras atormentaban mi cabeza cada vez que lograba conciliar el sueño. Mientras estaba despierto, veía su hermoso y delicado rostro en cada esquina de nuestro hogar: La veía leyendo en la biblioteca, cortando flores en el jardín, hablando con la servidumbre en la cocina, durmiendo plácidamente en nuestra cama. Recordaba los cientos de veces que ella se sentaba a mi lado para escucharme tocar el piano, recordaba su sonrisa cada vez que le dedicaba una nueva partitura creada por mí. Todas esas visiones me recordaban el vacío que dejó tras su partida. Y en las noches, luego de batallar contra el sueño, finalmente acababa rindiéndome y esas palabras otra vez venían para atormentarme.
Habían pasado doce meses, y aún seguía sintiéndolo como si hubieran sido solo minutos. Me hundí en mi dolor, dejé de tocar el piano porque ella era mi musa. Con su muerte, murió mi inspiración y las ganas de crear melodías únicas, murieron mis ganas de vivir, y me olvidé de todas mis responsabilidades.
Suerte que tenía a Jameson, mi mejor amigo, mi mano derecha, mi consejero que hacía más trabajos que los que su puesto y salario exigía. Él se encargó del Condado sin que nadie lo supiera, bueno, sin que nadie fuera del palacio ducal lo supiera, porque todos mis empleados son se suma confianza, todos estaban al tanto de mi… situación.
Cerré mis puertas a todos. Me volví un sordo antes las palabras de mi madre y mis hermanos para que pasara una temporada con ellos, su excusa era: que Lizzy debutaría en la sociedad dentro de poco y que mis hermanos más pequeños ya no recordaban mi rostro, pero en el fondo sabía que ellos querían ayudarme a salir de la oscuridad.
Luego encontré alivio practicando lucha a manos libres. Sentir esa adrenalina me aclara los pensamientos y quita de mi interior todo lo que me atormenta. Mi amigo Richard Alfort, es un excelente entrenador, y gracias a él es que soy un excelente luchador.
Pero, cuando regresaba a aquel lugar que una vez estuvo lleno de luz. Mis tormentos volvían a mi cabeza, el recuerdo de la felicidad que una vez tuve y que se me fue arrebatada me enloquecía, me enfurecía.
Esa tarde fue demasiado para mí. Luego de doce meses, entré en la habitación donde guardaba todas sus cosas intactas, tal y como ella las tenía. Ese perfume de rosas invadió mi nariz en cuanto abrí sus puertas. Ese perfume que tanto amaba oler en su negra y larga cabellera, en su delicado cuello, en sus vestidos. Un perfume que me recordó su sonrisa resplandeciente, sus ojos oscuros que parecían ser una mismísima noche estrellada, sus caricias delicadas y sus abrazos reconfortantes… Y luego, otra vez me atormentó el recuerdo de que ya no volvería a sentir lo mismo que una vez sentí con tanta pasión.
Mientras acariciaba la suave tela de sus vestidos, me di cuenta de lo morados que tenía mis puños por haber asestado a golpes aquel saco de arena en la casa de peleas, con la esperanza de olvidarlo todo, y con la decepción de que el recuerdo seguía tan vivo como la primera vez, quemando todo mi ser como una llama inapagable.
Unas lágrimas nublaron mi vista cuando llegué al expositor de todas sus joyas, y en el centro, estaba la cajita vacía de su anillo de matrimonio. Luego, alcé mi mirada y me encontré con nuestro cuadro familiar, mismo que pintaron a pocos días de estar casados. Vi la felicidad reflejada en mis ojos, vi lo ilusionada que estaba ella por los cambios que estaban a punto de llegar, vi lo enamorados que estábamos. Esta vez mi vista se vio nublada de lágrimas de rabia por no haber sido capaz de evitar todo lo que le ocurrió… a fin de cuentas, yo era el culpable de todo, yo y nadie más.
—Ansel… —La voz de James me obligó a verlo con el rostro lleno de lágrimas y los ojos enrojecidos, pero para él no era un suceso nuevo. Él era el único que me había visto de esa forma tan frágil, el único que sabía lo mal que yo estaba emocionalmente y el único que había mantenido las apariencias para mantener mi integridad.
—¿Qué pasa, James?
—Llegó otra carta de Fairytale.
—No quiero leerla…
—¿Hasta cuándo vas a evitar a tu familia? Ellos solo quieren tu bienestar.
—No quiero que me vean así, eso es todo.
James se adentró en la habitación sin pedir permiso, a pesar de ser mi consejero, él sabía que tenía más libertad de la que debería tener, sino, ya lo habría despedido.
Caminó hacia mí con acelerados pasos.
—¡Basta de todo esto! —Gritó sin más, como si tuviera autoridad sobre mí, aunque en el fondo sí la tenía, ya que era mi amigo más cercano —Estoy cansado ver cómo acabas con tu vida ¿Quieres acabar con el legado de Rose? ¿Quieres destruir este Condado hasta los cimientos? —Lo miré estupefacto.
—Tú te has encargado de todo muy bien durante estos meses. —Hablé, restándole importancia a su enojo.
—Lo hice para ayudarte con tu duelo, con la esperanza de que tendrías la fortaleza de seguir adelante.
—No soy fuerte, James, lo único que soy es una escoria, no sirvo para nada. Todo lo que pasó fue mi culpa.
—¡Tonterías! —Gritó y lo miré aún más sorprendido por la fortaleza en la que me hablaba. —Son cosas del destino, no podemos meternos en lo que está escrito, pero sí tenemos que aprovechar las oportunidades que nos da la vida.
—¿De qué me sirve estar vivo si mi corazón murió aquel día?
—Te sirve, porque tú aún estás aquí, porque estás vivo, porque hay personas que dependen de ti, los pescadores, ellos necesitan hablar contigo, yo no soy nadie, no puedo hacer esas reuniones. Tienes que seguir adelante, Ansel, por muy difícil que sea, y créeme que lo sé, pero aún hay personas que te aman y te apoyan. —Sus ojos verdosos se quedaron puestos en los míos, y noté cómo habían alcanzado un brillo de tristeza.
—Es tan difícil, James… no te imaginas todo lo que la amaba, no te imaginas todo lo que estaba dispuesto a hacer para ayudarla a superarlo todo. —Más lágrimas corrieron por mis mejillas, y luego me senté en el suelo con desánimo, ahí, junto a los vestidos que una vez desfilaron con gracia por este enorme palacio.
—Sé que la amabas, eso no tienes que decírmelo… —Se sentó junto a mí —Todos aquí estábamos felices por ustedes… Pero la realidad es triste, ella ya no está, pero tú sí, y tienes que superarlo por ti... no estás solo, Ansel.
Se puso de pie y me extendió su mano.
—Es momento de que el duque de Whingbury vuelva a sus actividades, es momento de seguir adelante, Ansel ¿Estás de acuerdo?
Me quedé mirando su mano extendida por unos segundos, pensando en todas sus palabras, pensando en si me quedaba llorando por un dulce recuerdo que tarde o temprano me destruiría, o si seguiría adelante.
Y entonces, tomé una decisión.
—Estoy de acuerdo… —Tomé su mano.
James me entregó la carta de mi madre, perfumada con su aroma favorito: lavanda. Y leí detenidamente sus palabras:
Querido hijo:
Han pasado demasiados meses desde la última vez que tuve el placer de abrazarte, aunque no fue en el mejor momento.
Quiero contarte que tus hermanos han estado preguntando por ti cada día, deseando verte y compartir contigo esos momentos de complicidad y amor fraternal que solo ustedes saben crear.
Además, tu hermana, Lizzy, está a punto de debutar en la sociedad. Sabes que este acontecimiento es muy importante para ella, y mi corazón no estará completo si no te tengo a mi lado para celebrar juntos este hito en la vida ella. Tu presencia sería el regalo más preciado.
Por favor, considera regresar a casa, a nuestro hogar donde siempre serás bienvenido y amado incondicionalmente. Tus hermanos esperan con ansias tu llegada, y mi corazón anhela tenerte cerca una vez más.
Con todo mi amor y cariño infinito,
Tu madre que te ama más allá de las palabras.
Cerré la carta con cuidado y miré a James, quien aún seguía a mi lado.
—¿Decías que los pescadores querían reunirse conmigo? —Le pregunté, y él dejó escapar una sonrisa de felicidad sin mostrar sus dientes.
—Así es, están esperando que les digas el día y la hora.
—Muy bien, manda a un emisario para que les informe que en la tarde los veré en el punto de reunión de siempre.
James asintió con la cabeza mientras dejaba ver otra sonrisa de felicidad, y luego comenzó a caminar hacia la puerta.
—James…
—¿Si?
—También, avísale al cochero que en la noche partiré a Fairytale para visitar a mi familia.
—Perfecto.
—¿Te molestaría encargarte del condado el tiempo que esté fuera?
—Ya lo he hecho durante doce meses. —Sonrió.
—Tienes razón… y aún no te he agradecido por no rendirte conmigo.
—Pues súbeme la paga, es lo menos que merezco. —Ambos reímos.
—Te mereces más que una nueva paga, James, no me alcanzará la vida para agradecértelo.
—Para eso somos los amigos, Ansel. Pero, si quiero saber qué tiempo estarás en Londres, para en caso de que alguien necesite verte mientras estás fuera.
—Hasta el debut de Lizzy, y si consigue una propuesta, entonces hasta su boda.
—Muy bien, me haré cargo de todo, no te preocupes por nada.
Y así fue como decidí dejar las sombras del recuerdo para regresar nuevamente a la luz… Pero todo esto lo estaba haciendo con una promesa irrevocable, algo que no podía romper por nada del mundo: Esta vez caminaré en la luz… pero para no volver a la oscuridad, no me pienso enamorar otra vez.
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Hola, hola.
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Les gustó el personaje de James?
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