Capítulo 18: El dragón contra el lobo.
Sus palabras afiladas como una navaja, y su mirada helada cual trozo de hielo, son cosas en las que aún pienso en todo momento.
Ni siquiera sé qué le sucedió para que decidiera hablarme de ese modo tan hiriente. Pero luego escuché a Lizzy y a Lady Dagger hablar de lo sorprendidas que estaban porque él había vuelto a tocar el piano, mismo instrumento que dejó en el olvido luego de la muerte de Rose.
Rose…
No tengo que ser una experta para darme cuenta de que Rose era su esposa. Misma compañera de vida que murió repentinamente, según había escuchado de mi tía hacía varias semanas. No me puedo imaginar las batallas que estará librando en su interior como para tocar el piano con tal melancolía y rechazar tanto la idea de volver a casarse.
Y sin pensarlo, yo también he estado batallando…
He estado batallando contra mí misma, mis principios y mi orgullo. Pero aún así no dejo de pensar en él.
Han pasado tres días. Tres días en los que me he reportado indispuesta para no asistir a los eventos que se han celebrado en la sociedad. Tres días para permanecer en total paz y soledad dentro de mi habitación. Tres días para convencerme de que el príncipe es la mejor opción que tengo para contraer matrimonio. Tres días para prohibirme volver a pensar en ese duque que para nada tiene intensiones conmigo, que me habló como si fuese una escoria, pero aún así, no logro olvidar.
Olvídalo Jane, piensa en el príncipe.
A partir de ahora intentaré solo pensar en ese caballero que solo vela por mi seguridad y mi bienestar. Y por eso, luego de tres días, decidí volver a la sociedad… aunque no en el evento que más me gustaría.
—¿Estás lista, pequeña zanahoria?
—¡Voy en un segundo! —Grité desde mi habitación, Theon me esperaba impaciente en el corredor.
—¡Llegaremos tarde! ¡Qué te toma tanto tiempo, por todos los cielos!
Por fin terminé de vestirme y salí a su encuentro.
—¡Menos mal! ¡Un caracol terminaría más rápido!
—El día que tengas que usar un corsé, hablaremos sobre el tema. —Respondí, y él sonrió al instante.
—Landon nos espera en la casa de peleas. —Me ofreció su mano para ir juntos hacia el carruaje.
—Recuérdame, hermano ¿Por qué es que este evento es tan esperado? No le veo nada de divertido presenciar tanta violencia.
—¡Oh, hermana, no lo entenderías! ¡Es la adrenalina, la emoción, los gritos…!
—Y las apuestas… —Repliqué.
—Ya te lo he dicho, no lo entenderías… es parte del ritual…
—¿Del ritual de masculinidad? —Terminé su frase con un tono divertido, pero él solo puso sus ojos en blanco en señal de derrota.
—Anda vamos, que se nos hace tarde.
🥀🥀
Luego de que las peleas a manos libres se volvieran legales en Inglaterra, las casas de lucha se convirtieron en lugares de reunión para muchos miembros de la alta sociedad. Ahí todos se reunen para presenciar esos actos de violencia que tanto aborrezco, pero que ellos ven divertidos y exitantes a la hora de apostar para que un hombre doblegue a golpes a otro.
De eso se trata.
De divertirse, según ellos. De sentir la presión de si vas a ganar o perder un dinero, el cual siendo miembro de la alta sociedad no necesitas para nada. Estos lugares son el centro de reunión de personas de diferentes status sociales: duques, condes, marqueses… príncipes. Pero también asisten personas con menos recursos que puedan permitirse pagar la entrada al establecimiento. Y se preguntarán:
¿Quiénes son los que dan el espectáculo?
Pues, los más necesitados son los que dan el espectáculo de golpes. Los que derraman su sangre son aquellas personas que necesitan desesperadamente alimentar a sus familias, mientras que los lores apuestan por el más fuerte. Aunque debo aclarar que es una relación mutua, nadie asiste en contra de su voluntad, y aunque pierdas no te vas con las manos vacías.
Según leí en el periódico de la sociedad, este lugar, el cual es de los pocos que es legal en Londres, le ofrece un pequeño pero digno porciento a los perdedores, para que no se vayan con las manos vacías a casa. Todo es patrocinado por los nobles que asisten al lugar. Y al final, todos asisten para divertirse y arriesgarlo todo, pues, si bien ganar una apuesta te da cierto respeto entre los demás, en el caso de los más necesitados, ganar una pelea te puede volver rico y temido por todos.
O esa es mi opinión.
Luego de varios minutos en carruaje, llegamos al sur de Londres, precisamente a una estrecha calle, cuyos carruajes casi impedían el paso de nuevos transportes. A la vista, parecía un lugar sombrío y misterioso, o más bien, era lo que mis nervios me transmitían al ver aquel establecimiento en medio de aquellos edificios de ladrillo rojo, iluminados únicamente por la luz de faroles titilantes que apenas lograban penetrar en la densa oscuridad que ya comenzaba a notarse.
No demoramos en entrar junto a muchos otros miembros de la sociedad. Reconocí a muchos lores que ya había visto en los bailes, y a otros que habían asistido a mi hogar para cortejarme, y mi temor al ser la única mujer en el establecimiento se desvanecieron cuando vi a más de una dama en aquel lugar lleno de masculinidad.
En su interior, había incluso más vida. Una melodía movida se escuchaba de fondo, y la mayoría de los presentes; todos bebiendo y conversando muy amenos, se estaban reuniendo alrededor de un señor de la tercera edad, el cual, a juzgar por la tablilla y la pluma que tenía en las manos, diría que era el encargado de las apuestas.
—Mira, ahí está Landon. —Me comunicó mi hermano mientras me señalaba hacia el elegante y apuesto caballero que alzó la vista en cuanto me vio.
Vestido impecable, con tonalidades azules y las medallas de oro en el lado de su corazón. Sus hermosos ojos verdes alcanzaban un brillo maravilloso cuando sonreía dejándome ver su hoyuelo, y su cabello estaba perfectamente peinado hacia a un lado, sin dejar un solo mechón suelto.
—Amigo mío, qué bueno que vinieron —Estrechó la mano de mi hermano cálidamente y lo atrajo hacia él para abrazarlo.
—Este lugar recién abre sus puertas, para nada me perdería su pelea de inauguración. —Respondió Theon mientras que ambos comenzaban a reír y yo los veía anonadada.
—Iré a ver a Erick —Nos miró a ambos —Los espero ahí.
Mi hermano se retiró con confianza, sabiendo que me dejaba en las manos más respetuosas y caballerosas de todo Inglaterra, y luego, los ojos verdes del príncipe se quedaron viéndome sonrientes.
—Milady —Tomó mi mano delicado mientras besaba el dorso —No se imagina cuánto me alegra verla aquí, por un momento pensé que no asistiría, muchas señoritas muestran sensibilidad ante la brutalidad de las peleas y del ambiente en general.
—Pues, no crea que las mujeres solo somos delicadas y suaves, su majestad —Sonreí y tragué en seco, pues no quería decirle la verdad, no quería expresarle el desagrado que me daba estar en aquel lugar, no podía arriesgarme a ahuyentar al único hombre que tenía intenciones sinceras conmigo.
—Supongo que tengo mucho que aprender de usted —Sonrió, y luego me estrechó su brazo —Deberíamos ir con ellos, antes de que Theon venga a ver qué nos demora tanto. —Reímos, y sentí algo de vergüenza, pues reí con una carcajada poco elegante y él me vio aún más deslumbrado.
—Su sonrisa es hermosa, milady, es tan radiante que hace que las estrellas envidien su brillo —Habló sin apartar ni por un instante sus verdes ojos de los míos, pero yo no pude mantenerle la mirada por tanto tiempo. Solo sonreí delicada, mientras miraba al suelo y acomodaba un mechón rojizo detrás de mi oreja.
—Deberíamos ir con ellos. —Tomé su brazo.
—Sí, tiene razón.
Caminamos hacia donde estaban Theon y Erick sentados, conversando sonrientes mientras veían unos papelitos que tenían en sus manos, los cuales no me cabía dudas de que eran sus etiquetas de apuestas.
—Erick —Le extendí mi mano y él la tomó para besar su dorso —¿Hoy eres el único Dagger que nos acompaña?
—Sí, Lizzy está con mi madre visitando la casa de Philips, Gael y Ansel las acompañaron.
El sonido de una campana nos obligó a mirar hacia el cuadrilátero, el cual, me ocasionó escalofríos, pues no había reparado en la cercanía en la que estábamos sentados a él.
Me senté entre Theon y Erick, y el príncipe se sentó junto a Erick en el otro extremo.
Otra campanada se escuchó, la música de fondo se detuvo, los presentes se acomodaron en sus respectivos puestos, el señor de las apuestas se dirigió al final de la estancia y por un instante se hizo un silencio mientras veíamos a los luchadores subirse al ring de pelea.
Ambos vestían únicamente con unos pantalones de lucha ceñidos.
En la esquina izquierda, había un hombre de gran tamaño, tan alto e intimidante que parecía un gigante.
—Es ese, esa es nuestra apuesta segura, es el llamado “El dragón” —Comentó Theon en voz baja, atrayendo la atención de sus amigos.
—Es imposible no apostar por él, ha ganado todas las peleas que ha tenido —Comentó el príncipe.
—Solo un tonto se atrevería a pelear contra él —Finalizó Erick, y todos veíamos la presentación de aquel dragón.
Su cabellos eran tan cortos que ni siquiera se notaban. Sus rostro era ostil, rudo y carente de emociones. Su piel era morena, dando ese aspecto de estar tostado por el sol. Su figura imponente y musculosa inspiraba temor y respeto. Su torso poderoso estaba marcado por años de entrenamiento y peleas, y una cicatriz profunda adornaba su espalda de lado a lado.
—¿Quién decías que era el contrincante? —Le preguntó el príncipe a Theon.
—No lo sé, tal vez algún aficionado. —Respondió mi hermano.
—Se hace llamar “Lobo” —Agregó Erick.
En la esquina derecha estaba el contrincante. Se veía relajado y sereno, mientras veía al dragón dar saltos en el lugar, tal vez tratando de calentar su enorme cuerpo para el combate.
Éste, se veía imponente e intimamente, incluso diría que estaba seguro de ganar. Tenía una piel blanca y tersa, y un cuerpo escultural. Sentí algo de vergüenza al estar presenciando tanta carne masculina que jamás me imaginé ver, pero tarde o temprano tendría que quitarme esas vergüenzas de encima, por lo que inspiré profundo y continué apreciándolo todo.
Cada músculo del cuerpo del lobo estaba bien definido y fuerte, emanando una energía bruta y salvaje. Y éste, a diferencia de su oponente, llevaba una máscara en forma de lobo que ocultaba parte de su rostro, pero su cabello negro como la noche se escapaba por debajo, añadiendo un toque misterioso a su apariencia de lobo feroz.
Una nueva campana se escuchó, y el organizador dio la voz de que la pelea estaba a punto de comenzar…
El dragón fue el primero en atacar, lanzando un golpe salvaje hacia su oponente, el cual logró esquivarlo con rapidez y agilidad. El lobo contraatacó lanzando un puñetazo hacia el ojo de su oponente, fue tan rápido que el dragón no tuvo tiempo de esquivarlo y acabó dando unos pasos atrás con su ceja ahora sangrante. Ese fue el detonante para un estallido de rabia. El dragón se abalanzó sobre el lobo, dándole un golpe en su ceja que lo dejó aturdido, para luego darle golpes repetidos en sus costillas, lanzando a su oponente al suelo.
Estábamos tan cerca del ring, que presencié cuando el luchador de la máscara cayó desplomado al suelo. Vi de cerca los golpes enrojecidos en sus costillas, vi su respiración agitada y cómo permanecía en total quietud sin levantar una mano. Y todo aquello me causó unos extraños temblores en todo mi cuerpo, y mi corazón se estaba impacientando.
Mientras la multitud enloquecía, el dragón miraba de cerca a su oponente, sonriendo abiertamente por su inminente victoria. Y justo en ese instante, el lobo abrió los ojos. Desde donde estaba sentada, creí detallar su color gris bastante peculiar, dándome esa extraña sensación de cercanía que aceleró aún más mi respiración nerviosa.
El hombre de la máscara se puso de pie y se lanzó hacia el dragón sin que éste lo viera, y le lanzó un puñetazo en la mandíbula, tan fuerte que lo llevó a recostarse hacia la esquina donde estábamos sentados, y ahí el lobo lo asestó a puñetazos en la cara, uno detrás del otro. Veía la sangre brotar del rostro de aquel hombre, veía lo puños ensangrentados del lobo mientras lo golpeaba con rabia y sin piedad, una y otra vez.
Cada vez daba más golpes, uno detrás del otro y el dragón ya no respondía, hasta que calló al suelo sin conocimiento.
Algunos saltaron a aplaudir eufóricos, otros lamentaban haber apostado por el equivocado. Mientras veía cómo sacaban del ring el cuerpo inconsciente del potencial ganador que ahora era un saco inservible, mi mente me recordaba el sonido atronador de los golpes que me daba mi padre de niña, esos recuerdos, unidos a la visión impactante de los combatientes intercambiando golpes con ferocidad, todas esas sensaciones habían dejado a mi pobre corazón en un estado de confusión y miedo.
Por lo que hice algo tonto y desesperado.
Salí corriendo del establecimiento, dejando a mi hermano, al príncipe y a Erick detrás, ni siquiera vi si notaron mi huida, pero en ese instante no pensaba en nada más que en respirar aire puro.
Mi corazón aún latía rápidamente con la emoción y la tensión acumulada. No tenía ni idea que ese escenario de brutalidad despertaría en mí todos aquellos miedos que sentí junto a aquel señor que se hacía llamar: Mi padre. Era un recuerdo que tenía sepultado, pues era muy pequeña cuando aquello, por eso no creí que me causaría problemas asistir al lugar, pero al ver tanta brutalidad, las puertas en las que lo había encerrado, decidieron abrirse para volverme a atormentar.
Mis manos temblaban ligeramente y sentí una opresión en el pecho, como si estuviera sobrecargada de emociones contradictorias.
Una vez afuera, busqué desesperadamente aire fresco para intentar calmar mi mente y encontrar un poco de paz en medio del caos que se acababa de desatar dentro de mí.
El aire fresco me envolvió suavemente, trayendo consigo un alivio momentáneo. Respiré profundamente, tratando de tranquilizar mi agitado interior y encontrar claridad en medio de la confusión. Las imágenes de mi padre golpeándome por no ser su hijo varón y las de aquella pelea sangrienta seguían rondando en mi mente, pero poco a poco comencé a sentir cómo la tensión se disipaba lentamente.
Me quedé mirando al cielo estrellado, buscando consuelo en la serenidad de la noche.
—Vaya, vaya, vaya ¿qué hace una señorita como usted, sola aquí afuera? —Una voz ronca que me causó escalofríos, me obligó a voltearme y comprobar con mis propios ojos de quién se trataba.
Reconocí al instante aquel rostro envejecido y terrorífico. Aquel cabello oscuro con algunas canas y esas grandes patillas. Su enorme tamaño y su barriga prominente me causaron repulsión, y más me causaron miedo cuando me vi sola otra vez con aquel señor que una vez intentó abusar de mí.
—Lord Krueger… —El miedo volvió a apoderarse de mí —¿Qué hace aquí?
—Al parecer, seguimos encontrándonos en la soledad, milady, creo que es el incentivo que necesita para aceptar mi propuesta de matrimonio. —El hombre dejó la esquina oscura en la que estaba recostado, y comenzó a caminar lentamente hacia mí, como un depredador sigiloso, mientras que yo, no hice más que quedarme estática y sentir miedo al destino inminente que me esperaba.
—Lord Krueger, por favor, déjeme en paz, el príncipe es quién me está cortejando. —Hablé en un hilo de voz temeroso.
—Usted misma lo dijo… la está cortejando, aún no le ha hecho una propuesta, yo sí lo hice, milady —El hombre curvó sus labios hacia arriba, formando una sonrisa malévola que hizo retorcerme en el lugar.
—Y yo la rechacé. —Le hablé con firmeza, aunque por dentro moría de miedo.
—Eso no importa —Rió para adentro —¿Qué crees que pensarán cuando nos vean a solas en este lugar? ¿A quién cree que escucharán cuando sepan que fue usted quien intentó insinuarse?
—¡Eso es mentira! —Discutí, y unas lágrimas salieron de mis ojos deliberadamente, mientras que él me miró sonriente ladeando su cabeza.
—Debería estar feliz de que yo estoy dispuesto a darle todo, milady.
—¡Prefiero morir solterona antes de casarme con usted! —Le grité, y eso pareció herir su hombría, pues fue el detonante para lanzarse a correr hacia mí.
—Si no le importa morir solterona, entonces no importa que yo la pruebe antes.
Se abalanzó sobre mí, me sacudió por la cintura mientras que yo batallaba por soltarme de su agarre. Me acorraló en una esquina totalmente oscura, poniéndome de espaldas a él con mi trasero empinado, y el miedo en mi interior se disparó aún más.
—Hueles tan delicioso —Habló cerca de mi oído, y yo lo único que hacía era batallar contra sus manos asquerosas que ahora intentaban levantar mi vestido agresivamente.
—¡Déjame ya! —Grité entre lágrimas de terror, porque esta vez nadie me escucharía, nadie me ayudaría a librarme de este asqueroso señor. Esta vez estaba completamente sola.
Y en ese instante un remolino de empujones agresivos separó al hombre de mí. Para ver una silueta con una máscara conocida empujarlo al suelo y subirse a horcajadas sobre él y darles golpes en la cara una y otra vez.
—¡Te dije que no te lo iba a pedir amablemente! —Gritó mientras le daba más puñetazos en el rostro hasta dejarlo irreconocible y cubierto de sangre.
Mi agresor no tuvo oportunidad alguna, aquella fiera se lanzó sobre él y ya no lo dejó moverse. Cada golpe era incluso más fuerte que el anterior, su rostro era ahora rojo carmesí y las manos de mi defensor estaban teñidas de igual color.
—¡Déjalo! —Grité al ver al hombre que ya no se movía.
—¡Lo vas a matar! —Repetí, pues no quería que él se convirtiera en un asesino.
Mi defensor se detuvo, y con las manos cubiertas de sangre y la respiración agitada volteó a verme furioso.
—¡Se puede saber qué haces aquí sola! —Fue ahí que comprobé nuevamente el color de sus ojos… eran grises.
Algo en mi interior me decía quién era él: el lobo.
No sabría decir si era el cabello negro que se asomaba debajo de esa máscara, o de los ojos grises que alcancé a ver, o de las palabras que le dijo al lord.
Caminé hacia él, olvidándome de mi orgullo, temerosa de su reacción, de que volviera a hablarme como la última vez, de que alguien me encontrara a solas con un hombre. Pero esa extraña sensación que me aceleraba el corazón y que ponía a temblar mis manos, ese sentimiento de miedo y curiosidad me impedían detenerme. Y fue por esa razón que me le acerqué, al punto de que tuve que alzar la vista para verlo a los ojos, esos mismos ojos grises detrás de una máscara que me recordaron a aquella noche en que nuestros rostros eran un misterio.
Es él, estoy segura de que lo es.
Temerosa, alcé mi mano y sostuve su máscara, él hizo un movimiento incómodo que me hizo detenerme, pero al cabo de los segundos, noté su pecho acelerado extrañamente igual al mío, su mirada estaba puesta en la mía, y eso me aventuró a intentar nuevamente a retirarle la máscara.
Y ahí fue que lo comprobé.
Su labio inferior estaba sangrando y su pómulo izquierdo comenzaba a ponerse violáceo, mismos resultados de una pelea que no tenía necesidad de participar, pero que aún así resultó ser el ganador.
Él permanecía en silencio, mirándome fijamente mientras que yo observaba sorprendida aquellos rastros de violencia.
Mi vista continuó hacia abajo, donde ví su torso desnudo y brillante por el sudor. Mostrando aquellos músculos marcados y bien delineados que para mis ojos eran completamente nuevos, pero que, lejos de asustarme, más bien no podía dejar de verlos hipnotizada.
Mientras su pecho subía y bajaba por su respiración acelerada, mi mano surcó su piel delicada encima de un moretón que comenzaba a formarse debajo de su pectoral.
—Debería ponerse compresas para bajar la hinchazón. —Le sugerí.
—¿No me tienes miedo? —Él habló con un tono grueso y sombrío.
—¿Por qué debería? —Lo miré con ojos incrédulos.
—Por cómo la traté la última vez, por cómo me vio ahí dentro, por mi estado.
Es verdad, huí de ahí al ver tanta violencia, huí porque recordé el infierno que viví con mi padre, pero fue él quien me salvó de ser ultrajada, fueron sus puños violentos quienes me salvaron de un destino fatal. Sí sentía miedo, pero no de él, con él sentía algo más, algo más que agradecimiento, algo que no sabría explicar con palabras.
—No le tengo miedo, su excelencia —Alzó la comisura derecha de su labio —Más bien estoy furiosa con usted, si no me hubiera salvado ahora lo estaría golpeando.
—Se lo permito, si así lo desea... no tiene que llamarme así. —Estoy segura que se refiere a los formalismos.
—Pero en cambio, yo no quiero que usted deje de llamarme por, milady. —Sonrió de forma cansada.
—Le debo una disculpa, por cómo le hablé la última vez.
—Todos tenemos días malos, supongo que usted tuvo un mal día la última vez que hablamos, más que estaba notoriamente ebrio, en cuanto ahora… —Mi mirada se encontró con la de él —Sí, sí tuve miedo ahí dentro.
—¿Entonces, por qué sigue aquí?
—Porque está bien sentir miedo, lo que está mal es dejar que se interponga en mi camino.
El sonido de la puerta abriéndose nos sorprendió, obligándome a alejarme, en cambio él, decidió esconderse entre la oscuridad.
—Vuelva con Landon y Theon, milady, no es correcto que esté sola aquí afuera… Yo me encargaré de que éste —Miró con asco el cuerpo de Lord Krueger que aún permanecía inconsciente —No la moleste más. —Arrastró el cuerpo del hombre hacia la oscuridad para que nadie lo viera ahí.
En ese instante, unas damas salieron del brazo con sus esposos, mientras que yo voltee a ver el sitio en el que él se había ocultado, para así encontrarme solo con sombras y oscuridad.
Esa fue la señal para volver a entrar en el local.
Caminé entre la multitud que comenzaba a salir, para así encontrarme con mis acompañantes.
—Jane, ¿dónde estabas? No puedes andar sola por aquí. —Theon, lejos de estar molesto, más bien se encontraba preocupado.
—Tranquilo hermano, estaba aquí cerca de ustedes, solo necesitaba alejar mi vista de esta agresión.
—Disculpa, milady, no debí invitarlos a venir, no pensé que ver las peleas le causara tanta molestia. —El príncipe se lamentó mientras sus ojos buscaban los míos.
—No se preocupe, su alteza, siempre hay una primera vez, y usted no tenía cómo saberlo —Le sonreí sin mostrarle mis dientes, más bien por cortesía.
—La noche es aún joven, ¿les apetecería tomar el té en mi hogar? —Erick se aventuró a decir.
—Por mí está bien. —Dijo el príncipe.
Theon volteó a verme buscando mi aprobación en la mirada, a lo que yo no pude negarme, puesto que sé lo mucho que disfruta cuando está con sus amigos, fue por esa razón que asentí con la cabeza, para que él pudiera dar su respuesta:
—Nosotros también iremos.
🥀🥀🥀
Al cabo de unos largos minutos, mi hermano y yo llegamos después del carruaje del príncipe y del de Erick.
Pasamos directo a la enorme sala de estar del palacio ducal, para encontrarnos con una escena bastante desconcertante.
Lady Dagger, se encontraba sentada en el sofá con el rostro triste y enrojecido por haber estado llorando, Lizzy se encontraba llorando en las piernas de su madre, Gael y Philips estaban en el asiento frente a ellas con los rostros serios y si expresión.
—¿Madre, Lizzy? —Erick corrió hacia ellas —¿Qué sucedió?
Lizzy miró a su hermano y se lanzó a sus brazos para continuar llorando, fue entonces que Gael le extendió una hoja de papel, la cual parecía una carta.
Erick la leyó detenidamente, y luego alzó la vista dando un suspiro de tristeza.
—Ansel, se ha ido.
🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀
Hola, hola.
¡¡Tienen que decirme si les gustó el capítulo!!
Si se dieron cuenta, se trató de la continuación del Prefacio, por lo menos ya sabemos qué le ocurrió a Jane.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro